NUEVA CIENCIA, CLIMA A PEDIDO
Publicado en
abril 01, 2012

Muy pronto manejaremos el clima a nuestro antojo. Pronóstico: nublados con precipitaciones de descontento... antes que aclare el día.
Por Lowell PonteMÁS DE dos años hace que una racha intensísima de lluvias castigó el sur de California, en Es tados Unidos; tanto, que varios ataúdes de un cementerio salieron a la luz y algunas casas acabaron ro dando por las laderas. Sin embargo, no se ha suprimido el programa de "siembra de nubes" iniciado meses atrás durante una sequía atroz. Cierto legislador manifestó a los periodstas que, no existiendo pruebas de que las inundaciones en cuestión fueran consecuencia de dicho programa, la gente los relacionaría en cuanto alguien le pusiese un alto.
A principios de 1977, el estado norteamericano de Idaho pensó seriamente en entablar juicio al de Washington porque este, al recurrir a la siembra de nu bes para hacerse de agua, le arrebató las lluvias que tanto necesitaba.Está en juego el futuro de una ciencia en ciernes. Durante este año, la siembra de nubes a cargo de en tidades gubernamentales y privadas de 20 estados norteamericanos, cubrirá más de 320.000 kilómetros cua drados de suelo. A costa de aproxi madamente 20 millones de dólares tratarán de incrementar las lluvias y las nevadas, de evitar el granizo, de disipar la neblina... a fin de armonizar el tiempo.Lejos de cualquier duda está, sin embargo, que tales intromisiones perturbarán la atmósfera en formas que tal vez desagraden a la gente afectada. Vivimos el principio de la era del clima a pedido y aún es oportuno que tomemos importantes decisiones: ¿Qué derechos tienen los ciudadanos sobre el clima? ¿A quiénes debe permitírseles manipular los cielos, y en beneficio de qué personas? ¿Sobre quién recaerá la responsabilidad de los daños y pér didas subsecuentes?La era de marras nació en no viembre de 1946, cuando Vincent Schaefer, científico de la General Electric, dejó caer desde un avión 2,7 kilos de pelotillas de hielo seco en medio de una nube solitaria de Massachusetts, en Estados Unidos, y cayó una magnífica nevada. Un mes más tarde repitió la operación sobre unas nubes borrascosas de Schenec tady (Nueva York), y en pocas ho ras la ciudad se cubrió con un manto de 20 centímetros de nieve.Al paso que se descubrían otras "semillas" para provocar lluvias y nevadas, el yoduro de plata, sustan cia química emparentada con la sal de mesa, se convirtió en la predi lecta de los "nubicultores". Suelen estos desintegrar el yoduro en una solución de acetona que, evaporiza da en una llama caliente de propa no, produce un humo tenue. Alre dedor de las partículas de este humo se condensa la humedad formando cristales de nieve. Si el aire es ca liente, los cristales se derriten y caen en forma de gotas de lluvia; si frío, caen en forma de nieve.
A veces fijan al aeroplano unos quemadores para, debajo de las nubes, esparcir el humo en dirección a las corrientes de aire ascendente; o incluso los ponen en tierra de tal modo que lancen el humo hacia las corrientes de aire ascendente.Los modernos nubicultores admi ten generalmente que no pueden prever la reacción exacta de cada nube cultivada, pero sostienen la posibilidad de incrementar las llu vias en un 10 por ciento durante la época de cultivo, y las nevadas has ta en un 30.Con toda seguridad, los beneficios que se derivan de controlar el tiem po pueden ser inmensos, pero, como hemos visto, también surgen pro blemas serios.En junio de 1972, por ejemplo, una inundación sin precedentes aso ló una población de Dakota del Sur cobrando más de 200 vidas; pocas horas después de una siembra de nubes en las cercanías. Algunos damnificados entablaron pleito con tra el Gobierno alegando que la siembra había contribuido a la inundación.No se han presentado en el país menos de ocho procesos legales de esta índole durante los tres dece nios pasados y, aunque algunos casos siguen pendientes, ningún tri bunal ha impuesto indemnización. Y es que para probar suficientemen te la responsabilidad de esos individuos sería necesario demostrar cuál hubiera sido el estado del tiem po de no haber intentado modificar lo. Y, a decir verdad, la ciencia aún no puede emitir aseveraciones tan precisas.Hoy en día ya no podemos hablar de un estado natural del tiempo. El humo, el smog y esos otros re galos de la civilización moderna, influyen en el clima. Se ha demos trado que estas perturbaciones inad vertidas causan en torno de las grandes ciudades un 10 o un 15 por ciento más de nieve y lluvia, un 15 más de tormentas. eléctricas y un 60 más de niebla de lo que sería normal.Entre 1971 y 1977, un equipo de investigadores realizó en Estados Unidos el proyecto METROMEX, estudio meteorológico sobre los efectos de la contaminación ambiental en Saint Louis (Misuri) y las zonas aledañas. Una vez terminado, el trabajo reveló que la contamina ción originaba aumentos del 30 por ciento en lluvias, del 40 en lluvias torrenciales, de 45 en tormentas eléctricas y de 100 por ciento en granizadas. Es como para poner a pensar.
Lo cierto es que muchas personas en la actualidad alteran el clima (algunas deliberadamente; otras, in voluntariamente al contaminar el ambiente), y lo alteran sin el cono cimiento ni el consentimiento general, cuando de hecho afecta a todo el mundo.La Junta Consultora para la Mo dificación del Clima, en Estados Unidos, considera provechoso fo mentar la ciencia de las modificaciones meteorológicas. Poder con trolar sequías, neviscas, tormentas e inundaciones sería, según su pensar, uno de los mejores regalos de la tecnología a la humanidad; pero también subraya la necesidad de establecer nuevas leyes y directrices gubernamentales para que esa tec nología camine de la mano de la aprobación pública.En la actualidad ya han tomado medidas 32 estados norteamericanos. Los más exigen licencias a los nubicultores; los menos, un permi so para cada operación. La Junta aprueba este último tipo de restric ciones, en especial cuando las com plementa una audiencia pública; y opina que, si bien los remedios le gales y los seguros hoy existentes responden satisfactoriamente al ni vel actual de los programas de mo dificación meteorológica, debería pensarse en el futuro y estudiar, por ejemplo, la posibilidad de establecer una póliza que cubra cualquier daño ocasionado por el mal tiempo después de una siembra de nubes. El seguro correría por cuenta del cul tivador, o lo garantizaría el Gobier no en caso de que aquel tomara todas las providencias de seguridad.Cuando, como ocurre en Estados Unidos, los proyectos meteorológicos están repartidos entre varias agencias federales (no menos de 75 operaciones particulares, estatales y federales se llevan a cabo allí anual mente) y sin ninguna oficina cen tral coordinadora, se dificulta mu cho la investigación, pues las semi llas de un experimento pueden, por efectos del viento, trastocar los re sultados de otro.Como cualquier tecnología avan zada, esta puede convertirse en una valiosa herramienta en manos del hombre; en un recurso capaz, quizá, de fertilizar algún día los desiertos, de evitar el hambre y de proporcio narnos un mundo próspero. Sin em bargo aquí también la imprudencia puede engendrar más daño que bien.