JAVA: DONDE LAS NOVIAS PROMETEN SUMISIÓN
Publicado en
marzo 11, 2012
Preparación de cortejo nupcial.Texto y fotos: María Teresa García"Me caso con Dewi, mi novia indonesa, ¿podrías representar el papel de mi madre?", me preguntó mi amigo australiano Keith. Accedí sin demora. ¡Qué aventura tan formidable!, pensé, poder experimentar desde adentro lo que había presenciado en varias ocasiones como simple espectadora. Se trataba de una típica boda javanesa.
Los preparativos comenzaron con mucha anticipación. Lo primero era convencer al padre de la novia para que permitiera la unión con un orang asin o extranjero. Sin ello la boda no habría podido ser arreglada como se acostumbra. El novio tuvo que cumplir con una serie de requisitos para satisfacer al padre.
Cuando llegó el primero de los tres días de ceremonias, me sometí al tratamiento tradicional en un salón de belleza especial: me pusieron moños negros cuajados de azahares (igualaron el tono de mi pelo con spray negro), me fajaron el batik tradicional de color ocre, una faja roja y blanca, tan apretado que casi me cortaba la respiración. La blusa o kebaya era de randa violeta; en mis pies, sandalias con un pequeño taco que se balanceaban con mis cortísimos pasos por la estrechez de la falda. Los colores no concordaban bien, pero son colores simbólicos y no hay nada que hacer al respecto.La primera ceremonia es la de la purificación: requiere de siete damas que toman agua con pétalos de siete flores de una vasija de bronce y derraman el resto sobre la cabeza de la novia de modo que llegue a los pies. Los hombros y brazos se untan con turmerina o cunyet (que no solamente se usa con este propósito sino también como astringente facial e intensamente en la cocina indonesa). La madre termina la ceremonia vaciando el agua en una vasija de barro que rompe con fuerza, simbolizando así la pérdida de la virginidad que se aproxima. De la vasija principal se toma agua y se lleva a la casa del novio para el mismo propósito. Al final, se corta un mechoncito de pelo a los novios y se lo entierra debajo de un árbol en sus respectivas casas para que "siempre regresen al hogar de su niñez".Antes de la ceremonia los novios se visten vistosamente en terciopelo y oro, batik y adornos en el pelo. Mientras la novia se esconde y visita a sus amigas (los novios no se pueden ver todavía), el cortejo del novio llega hasta la casa de la novia para recitar una vez más las promesas a su amada y colmarla de los regalos tradicionales (batik, kebayas, zapatos, carteras y joyas de oro). Para celebrar, los invitados son convidados a beber el cendol que es una bebida hecha de harina de arroz y leche de coco.
Grupo nupcial.Muy temprano al día siguiente, las expertas operadoras del salón de belleza me convirtieron una vez más en ibu (madre) para poder asistir a la ceremonia del encuentro o temu. El novio y su padre me esperaban ya ataviados en sus trajes tradicionales para trasladarnos a la casa de la novia. La calle ostentaba enormes adornos con palmeras tejidas que guiaban a los invitados. Se escuchaba la melodiosa música de percusión del gamelan acompañando a la exquisita voz de la cantante que evocaba canciones de amor y promesas. El padre del novio y yo, como es costumbre, fuimos invitados a esperar en la casa de la vecina mientras el novio ingresaba a desposarse, ya como hombre responsable y sin apoyos.El ulama recitaba oraciones para unir a la pareja y testificar las promesas del novio. Luego de terminar la ceremonia el novio rompió con su pie derecho un huevo para simbolizar el fin de la virginidad y el paso a la fertilidad. La novia, de rodillas, lavó el pie de su esposo y lo secó, en símbolo de la purificación del cuerpo y del alma y de sumisión. El novio la levantó y la apoyó como prometió hacerlo desde ese momento en adelante y juntos fueron envueltos por la madre de la novia con una estola roja y blanca (sindur) mientras caminaba detrás recitando su interminable amor para con sus hijos; el padre los condujo simbólicamente a su nueva vida: las sillas matrimoniales. Una vez allí, los dos se sentaron en las rodillas del padre quien informó que los dos pesaban igual, lo cual significa que el novio es aceptado como hijo.Por fin nos invitaron a reunirnos con los novios y los consuegros en el escenario adornado con un enorme biombo de madera tallada y cubierto de pan de oro y azahares. Los novios estaban ricamente vestidos de oro y púrpura y con el maquillaje tradicional que incluye indentaciones pintadas en la frente de la novia. Los dos compartieron los alimentos simbólicos: arroz, nueces y habichuelas (el novio ganará el sustento); bebidas de arroz y coco (producto de la bondad de Dios) y monedas (el esposo no le faltará con lo material).
Payasos abren el cortejo de recepción para ahuyentar a los malos espíritus.Luego los novios se levantaron y arrodillados se dirigen hacia sus mayores, sus padres y abuelos, y besan la rodilla derecha, de cada uno implorando sus bendiciones y pidiendo perdón por sus faltas. Este momento es terriblemente emocional para todos. Los dos están todavía descalzos pero ya el novio ostenta su daga o kris en la parte posterior de la cintura, simbolizando su arribo al mundo de los mayores. La ceremonia concluyó y los invitados formaron una larga fila para congratular a los desposados juntando las manos como en oración y haciendo venias.Luego se sirve el banquete completo con el tradicional tumpeg -tradicional cono de arroz adornado con pollo y un sinnúmero de verduras y huevos cocidos con los principales ingredientes de esta fabulosa cocina exótica: la crema de coco y ají-.Al tercer día se ofrece la recepción, a la que se invitan normalmente unas dos mil personas: el indonesio tiene muchísimas obligaciones de trabajo, familia (incluyendo las más alejadas), vecinos, amigos y cualquier otra persona que haya sido invitada por un convidado suyo. La recepción se da en un enorme salón increíblemente decorado, con paredes enteras talladas y doradas y azahares en complicados diseños. La familia está uniformemente vestida y se hace calle de honor para el cortejo: con gran pompa encabezan los pajecillos, los bailarines y hasta los payasos que ahuyentarán a los malos espíritus para que no interfieran con la felicidad de los nuevos desposados. Los novios marchan cubriéndose con el parasol real que concuerda con su real vestimenta de oro y verde, y con el kris del novio al que después de algunos rituales, se adorna con flores blancas y rojas, colores de la sangre humana, de vida y procreación.
Novia en su aposento matrimonial.