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¡QUÉ SABIA fue la magnífica maestra de actuación Constance Collier, cuando asignó a una niña de 11 años la tarea de memorizar Ode to a Nightingale (
LA CIUDAD y el campo son diversas cualidades de la vida humana, y cada una es esencial para esta. Pero son como el azúcar y la sal: no conviene mezclarlas en la misma cuchara. Debemos ir de uno de estos ámbitos al otro, e incluso cambiar de ropa en el camino.
ESTOY convencida de que sólo una de cada mil personas conoce el secreto de vivir en realidad en el presente. La mayoría de nosotros pasamos 59 minutos de cada hora viviendo en el pasado; añorando alegrías pérdidas, o avergonzándonos por algo que hemos hecho mal (ambas cosas, en extremo inútiles y debilitantes), o en un futuro que esperamos con ansias o al que tememos. La única manera de vivir plenamente consiste en aceptar cada minuto como un milagro irrepetible, pues es eso exactamente: un milagro irrepetible.
No IMPORTAN las equivocaciones ni las exageraciones. Lo que vale es el valor de pensar en voz alta, decir las cosas tal como se sienten en el momento en que se dicen. Ser lo suficientemente temerario para proclamar lo que uno cree que es la verdad sin importar las consecuencias y caiga quien cayere. Si fuera uno a esperar a tener la verdad absoluta en la mano, o sería uno un necio o se volvería mudo para siempre.
EMPEZÓ a ocurrir algo extraño cuando iniciamos la colocación de las piedras. Podíamos sentir las ansias de las rocas; una especie de mandato de colocarlas precisamente en determinado sitio; de encajarlas donde se afirmarían en los altibajos de la tierra, entre las sinuosidades de las raíces. Las piedras encajaban de cierta manera, y no de otras. Parecía como si estuviesen vivas. Estaban moviéndonos a nosotros; no éramos nosotros quienes tomaban las decisiones.
EN ESTA época distorsionada por la violencia, no me cabe la menor duda de que las personas tienden a la bondad, así como el viento tiende a moverse. Al fin y al cabo, si la ternura fuera rara, en vez de normal, ¿no le dedicarían encabezados los periódicos? Por ejemplo: UNA MADRE CUIDA CON AMOR A SUS HIJOS —AYUDAN A UN CIEGO A CRUZAR LA CALLE —VISITAN A UNOS PRESIDIARIOS —AUXILIAN A GENTE MUY POBRE —UN NIÑO COMPARTE SU ALMUERZO CON UN CACHORRITO— etcétera. Pero semejantes acontecimientos no son noticia: son tan comunes y bellos como las margaritas.
EL DESIERTO no es arena, piedras y rocas. Estos elementos sólo están esparcidos superficialmente, y sirven como cubierta para ocultar sus secretos. Los verdaderos hijos del desierto (el beduino, el medianita, los camellos, las cabras monteses y las gacelas, las palmas datileras, el tamarisco y la acacia) conocen sus misterios. Las piernas de hombres y bestias los conducen a sus manantiales ocultos. Y las raíces de los árboles llegan hasta las profundidades del desierto, donde encuentran el nutriente seno.
Mi ABRIGO y yo coexistimos cómodamente. Se ha acostumbrado a todas mis arrugas, no molesta ninguna parte de mi cuerpo, se ha amoldado a mis deformidades y acepta complaciente todos mis movimientos. Solamente siento su presencia porque me conserva el calor. Los viejos abrigos son viejos amigos.
CUANDO odiamos a nuestros enemigos, les conferimos poder sobre nosotros; poder sobre nuestro sueño, nuestros apetitos y nuestra felicidad. Nuestros enemigos bailarían de gusto si supieran cómo nos preocupan. Nuestro odio no les causa ningún daño; en cambio, transforma nuestros propios días y noches en un vórtice infernal.
EN CARTA a Roben Hooke, sir Isaac Newton reconoció:
CREO EN la salvación de México porque nuestra raza no carece ni de inteligencia ni de vitalidad; lo único que le falta es aprender. Pero la sabiduría que le es necesaria no es la que se aprende en las escuelas, sino una cierta sabiduría que sólo la experiencia puede dar. Me refiero a esa ciencia de vivir que no está recogida en los libros y que sólo se aprende en la vida misma. Hasta ahora, los mexicanos sólo han sabido morir, pero ya es necesario adquirir la sabiduría de la vida.