ESPECTACULARES AURORAS BOREALES
Publicado en
enero 08, 2012
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Si nunca ha contemplado una de estas maravillas nocturnas, no se desanime; quizá pronto tenga la oportunidad.
Por Lowell PonteEl 13 de marzo de 1989, desde los suburbios de Londres hasta las selvas de Honduras, miles de personas contemplaron una alucinante cortina de luz que se desplazaba y danzaba en el cielo nocturno. Era de color rojo vivo, tenía una orilla verduzca y estelas de luz que colgaban como cintas.
Al poco tiempo muchos radares, satélites, sistemas de navegación y radiocomunicación registraron grandes alteraciones. En Suecia, seis importantes líneas de trasmisión se quedaron sin energía, y en Quebec una gran falla en el suministro de energía eléctrica sumió a seis millones de canadienses en la oscuridad y el frío durante más de nueve horas. Los radares del Departamento de Defensa de Estados Unidos, en esos momentos, le perdieron la pista cuando menos al 25 por ciento de sus objetivos de vigilancia.Cualquier habitante del norte que haya viajado por el sur esa noche habría reconocido el resplandor fantasmal de la aurora boreal, o luces del norte, que repentinamente viajan hacia el sur, de tiempo en tiempo.Pero este desplazamiento fue distinto. La extraordinaria fuerza del despliegue de luz y las alteraciones que causó fueron consecuencia de las insólitas tormentas solares que rugían en el Sol, a 150 millones de kilómetros de distancia, y sacudieron la Tierra. Y seguramente se resgistrarán otros sucesos espectrales de esta clase. Este año, o quizá el siguiente, las enormes fuerzas invisibles que iluminan la aurora boreal alcanzarán niveles nunca vistos.La Tierra tiene dos grandes halos u óvalos de luz boreal que brillan de día y de noche alrededor de los polos magnéticos; están situados, uno, cerca de Etah, al noroeste de Groenlandia, a 1300 kilómetros al sur del verdadero Polo Norte, y el otro, a 1300 kilómetros del lado austral del verdadero Polo Sur. Las luces del norte y del sur se reflejan unas en otras de manera tan exacta, que unos aviones exploradores que volaban sobre Alaska y cerca de la Antártida fotografiaron al mismo tiempo formas de la aurora que eran casi una imagen simétrica perfecta la una de la otra y habían sido producidas cuando partículas cargadas se desplazaron hacia los polos siguiendo las líneas del campo magnético interior de la Tierra.LUCES DE ZORRO
Cada 11 años, poco más o menos, la faz del Sol expele energía magnética hirviente. Desde hace muchos siglos, se han observado desde la Tierra manchas solares que parecen borrones oscuros, porque son más fríos que el resplandor circundante del astro. Cuando hay muchas manchas solares, el Sol tiende a emitir gases calientes, radiaciones y energía, y las inmensas explosiones o llamaradas solares. Una sola llamarada puede expulsar una cantidad de energía equivalente a la de diez millones de bombas de hidrógeno. En cualquier año normal, estallan entre 20 y 25 llamaradas importantes. Sin embargo, entre el 6 y el 19 de marzo de 1989, en el Sol hubo una tormenta solar en la cual estallaron 59 grandes llamaradas.
El ciclo de manchas solares que produjo esta tormenta quizá sea el más grande que se haya visto jamás. Los científicos predicen que llegará a su punto máximo quizá a principios de marzo de 1990, lo cual redundará en un marcado aumento de la actividad y del alcance de las luces del norte.La aurora adopta muchas formas: de arcos de luz, de bandas que cruzan los cielos como cintas radiantes de más de 300 kilómetros de anchura y más de 3000 kilómetros de longitud, de manchas de nubes refulgentes o de rayos en una inmensa explosión de estrellas. Puede ser que cada despliege luminoso brille con todos los colores del arco iris; pero el rojo, el rosa, el verde blanquecino y el azul purpúreo son los más comunes. También pueden permanecer quietas o titilar como una llama.En todas sus permutaciones, las auroras boreales y australes han fascinado al hombre desde las épocas más remotas. Los antiguos finlandeses las llamaban "luces de zorro", pues suponían que eran producidas por la piel brillante de los zorros que corrían por las montañas del norte de Laponia. Los vikingos creían que las auroras boreales eran los escudos de las Valquirias, que llevaban a las almas de los guerreros al Valahala. En el año de 37 a. de C. las tropas del emperador romano Tiberio vieron luces rojas que oscilaban en el firmamento nocturno cerca del horizonte, y acudieron dispuestas a auxiliar, pues pensaban que el puerto de Ostia se estaba quemando.Shakespeare, que vivió en la época en que hubo por lo menos dos grandes auroras boreales, se refiere en su obra Julio César a ”feroces guerreros ígneos que peleaban sobre las nubes". Y el poeta inglés Samuel Coleridge las describe de esta forma en The Rime of the Ancient Mariner ("La rima del anciano marino"):Arriba el aire estalló con vida; y cien banderas de fuego resplandecieron;
hacia adelante y hacia atrás se apresuraron; hacia adelante y hacia atrás,
dentro y fuera las pálidas estrellas danzaron sin cesar.
También los científicos llevan siglos tratando de explicar el fenómeno de las auroras. Galileo, astrónomo italiano del Renacimiento, fue el primero que designó las luces con el nombre de amanecer o Aurora (la diosa romana del amanecer) y después le añadió borealis, o del norte. Benjamín Franklin fue uno de los primeros que atribuyeron la aurora boreal a la electricidad. Anders Angstrom, físico sueco del siglo XIX, cuyo apellido se aplica a la unidad de longitud de las ondas luminosas, fue el primer científico en notar que las luces del norte eran causadas por gases luminosos.El astrónomo inglés Edmund Halley fue el primero en relacionar la aurora con el campo magnético de la Tierra. En 1790, otro científico inglés, Henry Cavendish, midiendo el ángulo de la luz auroral desde diferentes sitios, calculó con precisión que las luces refulgían entre 84 y 114 kilómetros de altitud. Selim Lemstrom, físico, finlandés, instaló una enorme bobina en la cima de una colina y, en 1886, informó que las descargas habían producido una aurora boreal artificial al aire libre.UN GIGANTESCO "CAÑON" DE TELEVISION
Sin embargo, los científicos han empezado a entender, apenas en fecha reciente, cómo funcionan las luces del norte. En 1950, Hannes Alfvén, físico sueco ganador del Premio Nobel, descubrió que los vientos solares que soplan a través del campo geomagnético crean la corriente eléctrica que produce este fenómeno luminoso. Tal interacción funciona como un gigantesco generador que acelera el viaje de las partículas cargadas hacia la Tierra.
El proceso es muy semejante a lo que sucede en un televisor. En el caso del televisor, un "cañón de electrones" despide estos de un filamento caliente al extremo de un tubo cerrado al vacío. Los electrones son disparados y dirigidos por los campos eléctricos y magnéticos para encender puntos en una pantalla. La pantalla donde danzan las auroras es la capa superior de la atmósfera terrestre. El extremo angosto del cinescopio es la "cola" magnética de la Tierra. Las tormentas de viento solar atraen parte del campo magnético de la Tierra hacia el espacio extraterrestre, como si fuera una banda de goma muy estirada; cuando esta se suelta, dispara aceleradamente billones de electrones hacia la atmósfera terrestre, lo que origina subtormentas de refulgente luz auroral.Los electrones que llevan suficiente velocidad para penetrar a unos 190 kilómetros o más sobre la Tierra chocan con átomos de oxígeno diseminados en un gran ámbito. Estos átomos, mediante un complejo mecanismo, emiten el exceso de energía en forma de luz roja.Los electrones más cargados de energía ingresan a la atmósfera hasta unos 100 kilómetros de la corteza terrestre. Al chocar con átomos y moléculas de gases, se ilumina el cielo de manera parecida al proceso con el cual la corriente eléctrica ilumina un anuncio de gas neón. Cuando los átomos de oxígeno reciben el impacto de los electrones, a esta altitud relativamente baja, emiten una luz verde o blanca. Por otra parte, las moléculas de nitrógeno ionizadas emiten luz azul o purpúrea, y las moléculas de nitrógeno neutras irradian luz color de rosa. Estos colores se combinan y forman los diversos tonos del arco,iris.La Tierra lleva miles de millones de años dentro de la heliósfera, capa de partículas energéticas que irradian del Sol. Lo que llegó a la Tierra en marzo de 1989 fue una inmensa tormenta de este viento solar, la cual no sólo iluminó las auroras ampliamente desplegadas, sino que también asoló a nuestro planeta de diversas maneras, dramáticas y sutiles.Aunque nuestra atmósfera —el campo de fuerzas en torno de nuestro mundo— nos protege de lo peor de estas tormentas solares, tal protección no puede ser total. Y así como estas tormentas invisibles pueden alterar las líneas de suministro de energía, también pueden influir en ciertas especies animales. Por ejemplo: la capacidad de orientación de las palomas mensajeras disminuye durante estas alteraciones.
El dibujo de la línea costera, superimpuesto a una foto de satélite, muestra la aurora boreal en las regiones polares.EL CLIMA Y LAS MANCHAS SOLARES
¿Afectan estas tormentas a la humanidad? Algunos investigadores estadunidenses han vinculado las alteraciones del campo geomagnético a un aumento en la cantidad de admisiones a hospitales psiquiátricos y a ciertos cambios conductuales en los esquizofrénicos.
En pruebas de laboratorio, con cultivos de células, se ha demostrado que ciertos campos magnéticos, menos intensos que los de la Tierra, perturban la síntesis del ADN, la pauta molecular de la vida misma, según el físico A. R. Liboff, de la Universidad de Oakland en Michigan. En 1984, como coautor de un estudio publicado en Science, presentaba pruebas de la "posibilidad de mutaciones directamente atribuibles a cambios en el campo magnético de la Tierra, a corto plazo".Otros investigadores han relacionado la influencia del Sol en la Tierra con la tasa del cáncer cutáneo. Otros estudios sugieren que la actividad solar acaso modifique la capa de ozono de la Tierra y, por consiguiente, nos exponga a los perjudiciales rayos ultravioleta.Los sensores del satélite Misión Solar Máxima, lanzado en 1980, lograron uno de los descubrimientos científicos recientes más asombrosos: nuestro Sol es una estrella variable, que tiene hasta una décima de uno por ciento más de radiación cuando las manchas solares llegan al punto máximo. ¿Qué ocurriría si en la refulgente faz del Sol no hubiera manchas solares durante varios decenios? Esto fue lo que parece haber ocurrido entre 1645 y 1715, periodo llamado Mínimo de Maunder, en honor al astrónomo británico E. Walter Maunder, el primero en dar a conocer estos datos. Pero en 1731 el filósofo naturalista francés Jean Jacques Dorrous de Marain había notado que estos años eran insólitos, no por la ausencia de manchas solares, sino por la marcada disminución de luces del norte que pudieron verse en esa época.En este periodo, el clima llegó a grandes extremos en Europa. En Londres, la sequía redujo el caudal del río Támesis a tal grado, que casi tornó imposible la navegación y contribuyó a que la ciudad fuera como paja para el gran incendio de 1666. En otros años, el río se congeló y los londinenses lo podían atravesar caminando sobre el hielo de un extremo a otro de la ciudad.¿Por qué se desvanecieron las manchas solares? Los científicos no están seguros de la razón de ello, pero algunos señalan que hace apenas 150 años se detectó el ciclo de 11 años de las manchas solares, y que un segundo ciclo más largo, y aun no conocido, podría ser la causa de que en el Sol no se produjeran tales manchas periódicamente.Mientras la aurora brilla con gran energía, todavía no se ha descubierto la forma de aprovecharla para satisfacer las necesidades energéticas de la Tierra. Por ahora, es suficiente para nosotros experimentar la sensación de belleza, admiración y asombro que nos inspiran las luces del norte. Con sólo verlas una vez, el espíritu se eleva y puede cambiar para siempre nuestra visión del mundo.La mejor época del año para contemplar la aurora boreal es cerca del equinoccio de primavera, en marzo, o del equinoccio de otoño, en septiembre, épocas en que el campo magnético terrestre está mejor alineado con el solar. La medianoche es la mejor hora; la mejor parte del mes es cuando hay luna nueva y los cielos están más oscuros. Para disfrutar más del espectáculo, pase antes alrededor de media hora en el exterior, para que sus ojos tengan tiempo de adaptarse a la oscuridad.