LA PACIENCIA TAMBIÉN SE APRENDE
Publicado en
diciembre 18, 2011
© 1988 POR JO COUDERT. CONDENSADO DE "WOMAN'S DAY" (25-X-1988), DE NUEVA YORK, NUEVA YORK.En un mundo tan convulso como el actual, siempre vale la pena recordar que ”La paciencia también se aprende”>…
Por Jo CoudertME QUEDÉ mirando los torpes dedos del anciano, mientras él contaba lentamente las monedas, una por una. Yo casi bailaba de impaciencia en la fila ante la caja, y suspiré, irritada.
El anciano me oyó y sonrió, como excusándose; la suya era una leve sonrisa de humillación por ser débil, y por interrumpir la marcha del mundo.Fue entonces cuando me arrepentí. Al imaginarme en el pellejo del anciano, comprendí que algún día podría verme angustiada también. Terminaría, acaso, dependiendo de la bondad de los extraños. Le di, pues, unas palmaditas en la raída manga, y le dije: "Tómese usted todo el tiempo que necesite. No tengo prisa".Recordé con cuánta frecuencia había actuado yo impacientemente, al tocar el claxon en el instante mismo en que la luz del semáforo cambiaba, o al hablarle con aspereza a una persona que tardaba en comprender. ¿Importaba eso? ¡Sí, por supuesto! Cuando uno es impaciente, tiende a ser grosero, y esta conducta resulta siempre contraproducente, porque hace que la gente se disguste o se muestre terca o renuente a colaborar.Resolví, por tanto, tratar de volverme más paciente y de adoptar variados enfoques para calmarme en situaciones difíciles. No puedo proclamar que estas técnicas me hayan transformado en un santo Job, pero sí me han ayudado a eliminar de mi vida algo de esa impaciencia, y a dominarla en gran medida.TENER EN CUENTA CIERTO MARGEN DE ERROR
Un amigo mío había superado ya las entrevistas necesarias para obtener un nuevo e importante empleo: lo único que le faltaba era presentarse con su esposa ante el presidente de la compañía.
A las 6 de la tarde, mi amigo y su esposa se hallaban en el túnel de acceso a la Ciudad de Nueva York, camino a su cita de las 7 en punto. Al dar las 7, aún seguían en el túnel, demorados detrás de un gran camión de carga que se había volcado. Cuando por fin llegaron al hotel donde se alojaba el presidente de la empresa, él ya se había retirado sin dejar ningún mensaje. Al día siguiente, no quiso aceptar ninguna explicación. "Usted debería haber previsto cualquier retraso", reclamó.A la gente impaciente no le gusta perder el tiempo; por eso, todo lo hace con el tiempo justo. Calcula la cantidad exacta de minutos que tardará en recorrer un trayecto o en cumplir una tarea, sin admitir la posibilidad de retraso o imprevisto alguno. Pero es mejor disponer de tiempo adicional en previsión de un error de cálculo. Cuanto más importante sea una cita, tanto más tiempo se le debe asignar. Cuando es absolutamente imprescindible cumplir con un compromiso, conviene fijar un margen mucho mayor, por absurdo que parezca.CONSIDERAR LAS CIRCUNSTANCIAS EN SU DEBIDA PERSPECTIVA
No conseguir el empleo anhelado resulta ciertamente un infortunio, pero las consecuencias de verse en un retraso rara vez son graves. Por ello, no merece la pena perder la calma.
Con los años, he aprendido a preguntarme: "¿Qué es lo peor que puede ocurrir?" Si la respuesta es que me perderé los créditos con que se inicia una película o el comienzo de un partido de béisbol, me tranquilizo. A la semana siguiente, ¿recordaré siquiera que hoy he llegado con diez minutos de retraso? Ver las cosas en la perspectiva correcta aliviará sin duda alguna su impaciencia.El humorismo a veces ayuda. Ante una situación molesta, piense en formas de sacar de ella una graciosa anécdota con la cual divertir a la familia y los amigos. Procure convertirse en observador, pues esta actitud puede brindarle la distancia que necesita para mantener su impaciencia a raya en tanto desaparece la causa del retraso.ANTICIPARSE SISTEMATICAMENTE
Una tarde, una amiga mía se disponía a salir de viaje de fin de semana, pero su auto no funcionó. Entretanto, tres amigos la esperaban en una esquina. No había modo de avisarles, y, cuando por fin llegó, una hora después, sus compañeros estaban ateridos, molestos y preocupados. Desde que supe de su percance, procuro siempre citarme con la gente en sitios con buenas comunicaciones, por si se presentan contratiempos. Esto me permite ser mucho más paciente cuando algo llega a salir mal.
Es poco probable que si usted no tiene hambre, sed, calor o frío, ni la apremiante necesidad de ir al baño, un embotellamiento de tráfico lo haga montar en cólera. A mí siempre me divirtió el que una tía mía no fuese en auto a ninguna parte sin llevar consigo un paquete de galletas. Comprendí lo sabio de esta costumbre el verano pasado, cuando, en compañía de una amiga, partí a las 11 de la mañana en un corto viaje para pasar la noche en casa de unos amigos nuestros, junto al mar.El viaje debió haber durado tan sólo dos horas, pero no llegamos a nuestro destino hasta las 7 de la noche. El motivo: se volcó un camión cargado de mayonesa, que engrasó la carretera hasta dejarla intransitable. Si alguna vez me hizo falta la paciencia, fue aquel día. Por suerte, llevábamos una hogaza de pan de plátano y un pastel de zanahoria de regalo para nuestra anfitriona. Cuando al fin llegamos, ya habíamos consumido buena parte de ambas piezas... pero estábamos mucho menos rendidas de cansancio que si, por encima de todo, hubiésemos pasado hambre.ESTAR PREPARADO
Esperar en los aeropuertos es una de las más irritantes peculiaridades de la vida moderna. Una vez estaba yo contemplando la lluvia torrencial que escurría por las ventanas del Aeropuerto Internacional Raleigh-Durham, en Carolina del Norte, cuando un hombre, sacando un juego de cartas de su bolsillo, se acercó a mí y preguntó si quería yo jugar con él. Con gran placer, nos entregamos a jugar durante las cuatro horas que se retrasó nuestro avión. Cerca de nosotros, otro pasajero trabajaba con su computadora portátil, mientras su acompañante escribía unas cartas. Una viajera se dio a la tarea de examinar cuidadosamente un montón de catálogos, doblando las esquinas de las páginas, y llenando luego formas de pedido. Las personas más impacientes —las que rondaban por la sala de espera y se quejaban en voz alta— eran quienes no tenían nada que hacer más que meter monedas en los expendedores automáticos.
Hoy día, doy por sentado que me enfrentaré a demoras, y por eso llevo siempre conmigo un libro de bolsillo. Un amigo mío se ocupa resolviendo crucigramas. Para los embotellamientos de tráfico, procure tener en su auto una buena dotación de libros grabados en cinta.APROVECHAR LA IMAGINACION
Hace poco, mientras esperaba en un restaurante, sentí que mi tensión aumentaba más y más. Domina tu alma con paciencia, me dije.
Evoqué una piscina de la época de mi adolescencia, la cual a menudo se hallaba atestada, ruidosa y con el agua agitada. A veces, me llenaba de aire los pulmones, descendía a lo más profundo, y me sentaba allí, bajo el agua, donde todo estaba quieto, fresco y silencioso. De igual manera, ese día en el restaurante me sumergí en un rincón de mi alma, donde todo era serenidad y paz.Si se altera tanto que ya no puede pensar con claridad, ponga a trabajar su imaginación para trasladarse a su sitio favorito. "Cuando siento que me estoy enmarañando en dificultades", comenta un amigo mío, "me traslado imaginariamente a un lugar apacible a la orilla de un río. Esto me ayuda siempre a disipar la tensión".VIVIR EL PRESENTE
Un conocido mío solía precipitarse constantemente hacia el futuro. Si nos reuníamos a tomar un trago después del trabajo, lo primero que mencionaba era adonde iríamos a cenar; ya en la cena, engullía rápidamente el postre para ir al cine; en el cine, se ponía de pie antes de que terminaran las últimas escenas. Una vez al volante en el auto camino a casa, hacía planes para el día, la semana y el año siguientes.
Jamás vivía plenamente en el aquí y el ahora. En consecuencia, no podía disfrutar de la vida.Por mi parte, he llegado a apreciar que la vida tiene su propio ritmo. Se necesitan nueve meses para traer un bebé al mundo; 21 años para transformarlo en adulto. Es mucho el tiempo que hace falta para llegar a ser un buen violinista o un campeón de esquí. Se requieren, asimismo, muchos años para tener éxito en algo, y muchos más aún para triunfar como persona.ACASO lo último que debamos hacer para dominar la impaciencia sea examinar nuestra propia forma de engendrarla. ¿Se muestra usted reacio a dar a los niños tiempo suficiente para aprender, o a conceder a las personas lentas el lapso necesario para cumplir con un deber? Si su impaciencia es sólo ocasional, las contrariedades pasarán pronto. Pero si se muestra usted casi siempre áspero e irritable, es muy probable que también se sienta demasiado importante para permitir que algo o alguien le hagan esperar.
Mas no lo es, desde luego; y ninguno de nosotros lo es. Si podemos aceptar que el mundo es nuestro para disfrutarlo, pero que no está hecho a nuestra conveniencia, seremos más capaces de transitar por él con ecuanimidad y haciendo gala de mayor paciencia frente a las vicisitudes cotidianas de la vida, sin dejar de ser, al mismo tiempo, buenos compañeros de nuestros prójimos... y de nosotros mismos.