EVALUANDO LA NUEVA UNIÓN SOVIÉTICA
Publicado en
diciembre 04, 2011
Estamos bombardeados de noticias sobre revolucionarios cambios que ocurren en la Unión Soviética. Desde manifestaciones de protesta en las provincias hasta empresas privadas en Moscú y la creciente tolerancia a los notables cambios en Europa Oriental, los encabezados de la prensa y los informes televisivos sugieren una radical apertura de la sociedad soviética.
¿En qué medida son reales estos y otros cambios que ha introducido Mikhail Gorbachov? EI Reader's Digest envió a David Satter, observador de la Unión Soviética desde hace mucho tiempo, a la URSS, a buscar en el trasfondo las verdaderas respuestas a esa pregunta.
Por David Stter
LA PERIODISTA soviética Victoria Moonblit oyó hablar por primera vez de la glasnost en mayo de 1986, cuando acudió, junto con sus compañeros del Molodezh Moldavii, periódico dirigido a los jóvenes, a la conferencia de un funcionario de Moscú.
"Los tiempos han cambiado", comenzó el expositor; "el peligro que representa Estados Unidos no es militar, sino económico. No pode-mos igualar su ritmo. Si quieren, pueden vencernos económicamente". Moonblit y sus colegas se quedaron con la boca abierta cuando el funcionario afirmó que la economía soviética estaba "rezagada"; era la primera vez que ella oía utilizar tal término oficialmente. El funcionario concluyó con esta frase: "El pueblo debe saber que estamos muy atrasados".
Después de esta conferencia, y de otras por el estilo que tuvieron lugar en todo el país, los periódicos publicaron artículos donde se acusaba de ineficiencia y corrupción a los funcionarios locales. Al ver que no se les censuraba, informaron sobre la drogadicción, la criminalidad, la deficiente asistencia médica, la destrucción del medio biológico y las catástrofes naturales. Poco a poco surgió el tema de la crisis económica, que culminó con un discurso de Gorbachov, en octubre de 1989, en el que se atrevió a mencionar el espectro del desplome total.
A principios del año pasado, el popular semanario soviético Hechos y argumentos> informó que durante la época del Terror de Stalin fueron víctimas de la represión 40 millones de personas. Asimismo, en Komsomolskaya Pravda se publicaron por primera vez detalles sobre la matanza de huelguistas de Novocherkassk, en 1962. Izvestia informó sobre la participación soviética en el derrocamiento del ex presidente afgano Hafizullah Amín, lo cual se había negado durante mucho tiempo.
Hace poco, Noticias de Moscú, uno de los periódicos oficiales más francos del país, publicó un informe favorable sobre la proscrita Iglesia Católica de Ucrania, un artículo en defensa del escritor desterrado Aleksandr Solyenitsin y una encuesta entre viajeros de tren, en la que se indicaba que sólo el 16 por ciento de ellos estaba entusiasmado con la perestroika.
Afuera de la estación de metro Kropotkinskaya, los domingos se reúne un pequeño grupo de personas alrededor de un hombre barbado, de unos 35 años y baja estatura, que reparte ejemplares del Ekspress Khronika, uno de los semanarios soviéticos no oficiales. Se trata de Alexander Podrabinek, director de ese periódico y ex preso político. La gente pasa la siguiente hora discutiendo el contenido del periódico, bajo la atenta mirada de la policía.
Hace tres años hubiera sido inconcebible repartir en público un periódico no oficial. Hoy día ya se tolera, pero la presencia policiaca es una advertencia para los disidentes sobre los límites de la libertad y sobre el vasto poder del Gobierno, que aún controla la impresión y distribución. Un redactor de Kronika opina: "En nuestro país, todo ha cambiado, y todo sigue igual".
¿Qué decir de la nueva "franqueza" de la prensa soviética oficial? El Estado paga a los empleados y, en última instancia, los controla. Todavía existen temas que son tabú; por ejemplo, un impenetrable velo de secreto cubre a los asuntos militares. Los televidentes soviéticos se quedaron pasmados al oír y ver en las pantallas al ministro de Relaciones Exteriores, Eduard Shevardnadze, cuando en octubre de 1989 se refirió a la invasión de Afganistán como ilegal e inmoral. Pero hay pocos indicios en la prensa soviética sobre la magnitud de la asistencia militar soviética a Kabul, que ahora llega, según se estima, a 250 millones de dólares, al mes. Mientras Gorbachov divulga sin miramientos información que desacredita a sus predecesores y a sus oponentes, ejerce un estricto control sobre los medios de comunicación siempre que así le conviene. Gorbachov censuró hace poco a Vladislav Starkov, director de Hechos y Argumentos, después de que este publicó los resultados de una encuesta, según la cual Gorbachov es menos popular que otros miembros del Soviet Supremo; entre ellos, Andrei Sajarov, quien fuera líder de los disidentes.
Sin prensa independiente, el flujo de información se puede interrumpir en cualquier momento. En glasnost, Gorbachov merece un 9 (en la escala de 10), pero a reserva de que los cambios se institucionalicen y se convier-tan en ley.
CAMBIOS A MEDIAS
EN UNA gran fábrica de tubos, en Moscú, por todas partes se encuentran montones inmensos de tubería, embalajes y cajas. Los obreros cogen un tubo de una pila, trabajan un poco en él y lo amontonan en otra pila desastrosa.
A las 10 y a las 11 de la mañana hay descansos para fumar, y hacia las 11:25 baja el ritmo de trabajo, como anticipación de la comida. La mayoría de los trabajadores comen en el vestidor y deambulan hasta que un supervisor entra gritando órdenes; algunos hombres discuten con él para tratar de alargar el descanso.
Poco después de las 2 de la tarde, los trabajadores envían por vodka, y la producción cae por los suelos. Algunos obreros empiezan a tambalearse por los pasillos; otros muchos, se aseguran fijando el faldón de su camisa al banco de trabajo.
A las 4, los trabajadores empiezan a envolver destornilladores, clavos, lápices, cuadernos de notas... todo lo que quieran llevarse a casa. No consideran ilícito el robo; si la sociedad es comunal, argumentan, todo es propiedad común.
Enfrentado a estas empresas estatales improductivas, Gorbachov piensa "dar un empujón" a la economía permitiendo la existencia de pequeñas empresas privadas. A la sombra de la estación de ferrocarril Riga, en Moscú, se realiza un experimento totalmente nuevo: un distrito comercial compuesto exclusivamente de empresas privadas o ''cooperativas". En los puestos hay un comercio muy animado de bufandas, vestidos, baratijas, cuchillos, camisetas y otros artículos que no se encuentran en las empresas estatales.
Las empresas representan el cambio más sorprendente de la ruinosa economía soviética. Constan, entre otras, de restaurantes, talleres mecánicos, sastrerías y compañías constructoras. Se estima que, en total, existen 133,000 de dichos negocios privados, y que emplean a dos millones de personas, muchas de las cuales realizan actividades que antes sólo existían en el mercado negro.
Los socios de la Cooperativa Tekhnika hurgan en el campo y en las ciudades en busca de chatarra, fosfatos y otras materias primas abandonadas. Esta cooperativa exportó material de desecho a depósitos de hierro y a plantas de procesamientos químicos de Occidente, a cambio de equipo de computación moderno que vendió, a su vez, a empresas soviéticas a la mitad del precio oficial.
En sólo tres meses la cooperativa obtuvo ganancias de 23 millones de rublos. El Noticias de Moscú ha descrito al fundador de Tekhnika, Artyom Tarasov, como “un honrado millonario soviético". En la actuali-dad, Tarasov planea desarrollar los propios inventos de la cooperativa; entre ellos un material de construcción ultraligero y una máquina de coser de tecnología de vanguardia. Pero el éxito de Tekhnika y el de otras cooperativas suscitó protestas públicas, y el Soviet Supremo aprobó una ley que obliga a Tekhnika a cambiar sus prácticas o, de lo contrario, a cerrar.
Las cooperativas representan sólo alrededor del dos por ciento del ingreso nacional. Para superar el problema económico, los soviéticos deberán tomar medidas más radicales para privatizar la industria y para exigir responsabilidad a los trabajadores por el desempeño de sus funciones. Sin embargo, todo esto es tan opuesto a los principios del comunismo, que incluso los experimentos pequeños con empresas privadas son de lo más controvertido. Asimismo, el éxito económico de las cooperativas como Tekhnika ha suscitado la envidia de una población a la que durante 70 años se le había dicho que las ganancias y el capital privado eran malignos. En realidad, la envidia ha llegado a ser un principio de organización social en toda la Unión Soviética.
Los cambios económicos de Gorbachov son cambios a medias que no ponen en tela de juicio el sistema de control estatal. El persistente fracaso de la economía lo hace merecedor de sólo un 5.
¿QUÉ DERECHOS?
CASI DESDE que llegó al poder, Gorbachov ha manifestado la necesidad de un Estado basado en la ley. A pesar de esto, el régimen no ha hecho nada por garantizar los derechos del individuo. Los derechos existen en el papel, pero no hay ningún mecanismo para hacerlos valer.
Cuando Gorbachov preparaba su conferencia con el presidente Bush en Malta, el pasado otoño, Sergei Kuznetsov fue sentenciado a tres años de trabajos forzados, por calumnia y resistencia a la policía. Su verdadero crimen fue escribir artículos que criticaban a la KGB de Sverdlovsk.
Edward Kritsky fue detenido en Ucrania Occidental en 1980 por enarbolar un cartel en que se pedían sindicatos auténticamente libres. Fue acusado en la cárcel otras dos veces; la segunda, al parecer, por desobediencia habitual a las autoridades del campo de concentración. Ha estado preso en Goris, ciudad armenia.
Al liberar a miles de presos políticos, los soviéticos dan la impresión de tener un Estado basado en la ley. Sin embargo, al detener a unas cuantas víctimas, demuestran el poder arbitrario y absoluto del Estado. Los soviéticos prefieren otorgar clemencia a poner en vigor garantías legales. El perdón hace pensar que la libertad es un regalo, y no un derecho, y que todo ciudadano soviético es propiedad del Estado.
Sólo los derechos garantizados constitucionalmente y protegidos por tribunales independientes aseguran el imperio de la ley. A pesar de lo que ha manifestado, Gorbachov no ha hecho ningún esfuerzo por restringir el ilimitado poder del Estado.
En el terreno de las garantías de los derechos humanos, puesto que no hay nada que evaluar, ni siquiera se le puede calificar.
ELECCIONES MANIPULADAS
YURI NIKULIN, el famoso director del Circo de Moscú, observaba airado a las 700 personas que en febrero de 1989 llenaban un auditorio en Moscú para seleccionar a los candidatos al nuevo Parlamento de la Unión Soviética. En esa reunión se decidiría cuál de los candidatos del distrito figuraría en la cédula electoral.
Nikulin, candidato independiente, pronto descubrió que los funcionarios locales del Partido habían formado un grupo amañado, con la intención de eliminar a todos los posibles candidatos, menos a sus hombres de confianza. Cuando al-guien propuso que Nikulin y otros candidatos independientes figuraran en las cédulas de votación, los líderes del Partido bloquearon los sufragios mediante varias tácticas dilatorias que prolongaron la sesión hasta altas horas de la noche. A la postre, Nikulin se retiró del recinto al advertir cuál sería el resultado.
El destino del Parlamento quedó sellado con ayuda de tales mítines amañados. Durante las elecciones, los leales al Partido obtuvieron amplia mayoría, y los reformistas que lograron ganar, en realidad ayudaron al régimen al dar a las elecciones apariencia de legitimidad. En un país donde sólo alrededor del seis por ciento de la población está afiliado al Partido, casi el 90 por ciento de los que forman el Soviet Supremo, que aprueba las leyes, son comunistas, como lo son más del 87 por ciento de los elegidos al Congreso de Diputados del Pueblo, el cuerpo de cuyas filas se elige al Soviet Supremo.
El Congreso de Diputados del Pueblo es el escenario de conmovedores discursos. Sin embargo, sus decisiones están sujetas al control del Partido.
Para los escépticos, este es el triunfo propagandístico más impresionante de Gorbachov: la apariencia de democracia, sin sus consecuencias. En todo Occidente, los noticiarios muestran a los soviéticos en reñido debate; en algunos casos los diputados han llegado a rechazar las propuestas de Gorbachov; pero cuando llega la hora de votar sobre cuestiones de vital importancia, Gorbachov tiene asegurada la mayoría.
A pesar de todo, ha habido algunos cambios. Durante la primera sesión del Congreso de Diputados del Pueblo, Yuri Vlasov, ex campeón olímpico de levantamiento de pesas, empezó a hablar de tal forma que estableció un nuevo estilo de discurso político en la Unión Soviética. La KGB constituye una ”amenaza para la democracia", afirmó. "No es un servicio, sino un imperio subterráneo que todavía no ha divulgado sus secretos, excepto algunas tumbas excavadas. Y pese a su historia, aún conserva su posición especial y excepcional".
Hace tres años, a cualquiera que criticara en público a la KGB se le habría internado en un hospital psiquiátrico; pero el discurso de Vlasov se difundió por toda la nación. Además, Vlasov no estaba solo: El destacado economista Nikolai Shmelyev manifestó que la explotación de los trabajadores en la Unión Soviética era la peor de todos los países industrializados. El desaparecido líder del movimiento por derechos humanos, Andrei Sajarov, calificó la guerra de Afganistán como "una aventura criminal", y el escritor Yuri Karyakin exigió que se quitara de la Plaza Roja lo que se considera el cuerpo de Lenin.
El pueblo soviético quedó hipnotizado por esa sesión. Pronto, las discusiones políticas cundían en las calles de Moscú. En la Plaza Pushkin, los militantes gritaron ”¡Abajo el poder soviético!" , y desplegaron la bandera rusa prerrevolucionaria. Se respiraba tensión en el ambiente, recuerda Rita Luchkov, ama de casa moscovita que ahora reside en Estados Unidos. Y añadió: ”Por primera vez en mi vida, vi a la gente reaccionar con vehemencia a las palabras de un orador. Fue como si la gente hubiera despertado después de un largo sueño".
Los no comunistas y reformistas que fueron elegidos al Parlamento no tienen realmente poder decisorio, pues forman una minoría. Pero su presencia en la televisión, y el evidente apoyo popular a las reformas democráticas han aumentado la presión en favor del cambio. Parece que el pueblo soviético está desarrollando el gusto por la política; de tal manera, aunque Gorbachov merece un 6 en reforma política, sus "elecciones" manipuladas podrían ser el comienzo de algo grande.
HA HABIDO una sorprendente liberalización en la Unión Soviética, y el país, anteriormente silencioso, ahora está inundado de palabras. Pero la nueva libertad de expresión no ha estado acompañada de suficientes cambios en la estructura política totalitaria. La prueba no consiste en saber si la Unión Soviética puede tolerar la libertad de expresión, sino en saber si el régimen está dispuesto a permitir que el pueblo participe en la toma de decisiones. Para lograr esto, Gorbachov tendrá que empezar a tratar al pueblo, no como a súbdito, sino como a soberano. Las únicas bases comprobadas del poder compartido son: la economía de mercado, un Parlamento democrático, un poder judicial independiente y la garantía constitucional de los derechos humanos. La historia no apoya tener un optimismo prematuro, pero las semillas del cambio que ya se han sembrado nos permiten abrigar cierta esperanza.