EN BUSCA DE BILLY (Segunda Parte)
Publicado en
diciembre 11, 2011

Aquel soldado modesto era buscado por un empresario multimillonario por haber actuado con filantropía hacía casi 40 años.
Por David ReedNADIE sabía el apellido del hombre buscado; ni siquiera si estaba vivo. Sin embargo, Courtland Jones, un ex agente de contraespionaje de la FBI, retirado después de servir 33 años, aceptó gustoso la misión de localizarlo.
A veces Jones aceptaba casos como investigador privado, "para no enmohecerme". Este resultaría uno de los más difíciles y extraños de su carrera. El hombre no era buscado por cometer algún delito, sino por actos de filantropía realizados casi 40 años antes.EN 1952, en Corea del Sur, asolada por la guerra, más de 100,000 huérfanos vagaban por los campos. Uno de ellos era Baik Sung-Hak, de 12 años de edad. Vestía harapos y subsistía comiendo los desperdicios de los soldados estadunidenses.Luego, una unidad de artillería de Estados Unidos lo empleó como "lavanderito". Media docena de estos jovencitos lavaban la ropa, limpiaban las letrinas y hacían encargos para los militares. El más joven y pequeño, Baik, no recibía paga; pero los soldados le regalaban alimentos, caramelos y goma de mascar.Entre esos militares estaba Billy, un soldado raso de primera clase, de 20 años de edad. Era tímido y amable, nunca decía malas palabras ni elevaba el tono de voz. Había en él cierto aire de tristeza; según decía, él también era huérfano.Billy consideraba a Baik como a un hermano menor, y le permitía dormir sobre un catre colocado cerca del suyo, en una casamata. Cuando el nuevo comandante ordenó que los niños salieran de los refugios, Billy y Baik llevaron sus catres a un semitractor; es decir, un vehículo blindado del tamaño de un camión.Billy recomendaba al muchacho, una y otra vez, que se comportara con decencia; que siempre fuera honrado. Billy se molestaba cuando oía a Baik decir groserías. "¡No hables así!" lo amonestaba; "no es decente". Billy le enseñó inglés a Baik. Hacía que recitara: "Esto es un caramelo. Esto es una ametralladora".Todo el día y toda la noche, Billy cargaba obuses de 105 mm que martilleaban las posiciones del enemigo. Baik le llevaba café. Cuando Billy tardaba en llegar al semitractor, Baik temía que lo hubieran matado.De vez en cuando, los nervios del muchacho estallaban y lloraba desconsoladamente. Billy lo abrazaba y lo consolaba: "No te preocupes; la guerra no durará para siempre''.Un día, Baik estaba a la orilla de un río cuando un proyectil enemigo cayó sobre un tambor de combustible. Baik, empapado de gasolina encendida, saltó al agua. Billy llegó corriendo y lo subió a un jeep, que lo llevó a toda máquina a un puesto de primeros auxilios.Baik tardó 18 horas en recuperar el conocimiento. Estaba envuelto en vendajes; la parte anterior de todo su cuerpo estaba quemado de los pies a la cabeza.Tiempo después, Baik abrió los ojos y vio que Billy lo miraba con tristeza. "No te preocupes; te vas a curar", lo alentó Billy. A los tres meses, Baik se había recuperado lo suficiente para volver a la unidad. Cerca de la Navidad, Billy le dio una caja.—¿Qué es esto? —le preguntó el niño.— ¡Ábrela! —contestó Billy.Baik se quedó boquiabierto. La caja contenía pantalones de mezclilla, camisas, zapatos y un par de botas forradas. Hasta ese momento, Baik había usado uniformes del Ejército, demasiado grandes para él. Billy le había escrito a alguien en Estados Unidos pidiéndole la ropa.El mundo del niño se derrumbó varios días después, cuando todos los lavanderitos de menos de 15 años fueron colocados en orfanatos. Lo enviaron a Seúl, de donde Baik pronto huyó. Luego intentó volver a la unidad de Billy, pero la policía militar lo ahuyentó.Baik oyó que había unas instalaciones médicas de Estados Unidos en Sokcho, y ahí, además de conseguir empleo en intendencia, tuvo la suerte de que el personal siguiera atendiéndole las quemaduras.A los 14 años, habiéndose recuperado totalmente, y terminada la guerra, Baik se dirigió a Seúl. Trabajó hasta 18 horas diarias como portero de una fábrica que producía viseras para escolares. Como era listo y trabajador, captó la atención del dueño. A los 18 años, administraba dos tiendas y una pequeña fábrica.Poco después de cumplir 19 años, Baik dejó su trabajo y alquiló una tiendita. Todos los días trabajaba hasta pasada la medianoche, haciendo sombreros. Al amanecer se dirigía al mercado para comprar más material, y a lo largo de todo el día atendía a la clientela. A los seis meses había contratado a un ayudante; seis meses después, contrató a otro.Hoy, Baik es uno de los hombres más ricos de Corea. Trabajan para él 3800 empleados en 19 fábricas, en cinco países; entre ellos, Estados Unidos. Las fábricas produjeron 85 millones de dólares en 1989, con una producción de plásticos, cajas corrugadas y 48 millones de gorras de béisbol, cifra que incluye más de la mitad de todas las gorras de esta clase vendidas en Estados Unidos.Al paso de los años, convencido de que su éxito en la vida se debía al sólido ejemplo moral que le había dado Billy, Baik añoraba volverlo a ver; pero... ¿cómo?A mediados de los años ochentas, en memoria de Billy, Baik compró 20 hectáreas de terreno cerca del lugar donde se habían conocido él y su amigo, y allí construyó una villa de 5 millones de dólares, donde actualmente viven 600 huérfanos y personas minusválidas, ancianas o indigentes. Uno de los edificios lleva el nombre de "Billy".CUANDO conocí a Baik, en Seúl, hace cuatro años, me aseguró: "Algún día, no sé cómo, encontraré a Billy".
Baik recordaba que la unidad de Billy tenía un símbolo: la estampa de un potro bronco encabritado. Supe que era el emblema del 300 Batallón Blindado de Artillería, parte de la Guardia Nacional de Wyoming.Un artículo que escribí, titulado "En busca de Billy", fue publicado por el Reader's Digest en 1986. En él se solicitaba que, quien tuviera información sobre Billy, se pusiera en contacto con la revista. Aunque más de 300 lectores respondieron, ninguna de las pistas sirvió.La búsqueda de Billy se convirtió en tarea para un profesional. Amigos mutuos me presentaron a Courtland Jones, de casi 70 años, quien había dedicado la mayor parte de su carrera a desenmascarar a espías del bloque soviético. La historia de Baik lo conmovió profundamente.La primera pista apareció en una carta dirigida al Reader's Digest por Robert Davis, de Colorado Springs, Colorado, primer sargento de la Batería A del 300 Batallón, retirado desde hacía muchos años. No recordaba a Billy, pero tenía una fotografía de cuatro lavanderitos. El más pequeño estaba envuelto en vendajes de la cabeza a los pies.Baik se entrevistó con Courtland Jones en Nueva York. Cuando le mostró la foto, Baik estuvo seguro de que él era ese niño.Así, la búsqueda de Billy se redujo a la Batería A. Pero, en un momento cualquiera, había hasta 130 hombres en la batería, y durante la guerra varios cientos de hombres habían servido en ella.Jones, trabajando con una lista de 1952, encontró doce hombres con el nombre de Billy o alguna variante. Localizó a nueve de ellos por teléfono, pero ninguno era el benefactor de Baik.Después, Jones se puso en contacto con un cabo de la Batería A, de nombre Wayne Secord. Aunque Secord no recordaba a Billy, sí rememoró a Baik como el lavanderito más pequeño. Secord proporcionó una fotografía a Jones donde aparecían él y cuatro amigos de la Batería A. Los nombres estaban escritos en el revés de la foto: sargentos Sabatino y Wise, cabo Haak y soldado raso de primera clase D. Beattie.Jones miró la foto, pensando que era inútil. No había forma de que supiera que uno de los cuatro era Billy.Todas las demás pistas fallaron. Después de un año de búsqueda, Jones cerró renuentemente el caso de Billy.A fines de 1988, el sargento primero Davis, ya retirado, tuvo una corazonada. En el mes de mayo de 1989 convocó a una reunión en Kansas City a los veteranos de la Batería A que habían localizado él y Jones. Les pidió que llevaran sus fotos de la época de guerra.Catorce hombres, que no se habían visto en más de 35 años, se presentaron. Baik acudió en avión desde Seúl. Durante tres días examinó más de mil instantáneas amarillentas. Cuando miraba una de las últimas, gritó de repente: "¡Este es Billy!" La fotografía, tomada por LaVern Babel, hoy granjero en Lindsay, Nebraska, no tenía nombre. Los hombres se concentraron en hacer memoria. Luego, alguien exclamó: ''¡Ese es Dave Beattie!" Davis repasó la lista y encontró el nombre de David Beattie, número de serie RA 13283670. Baik, en su mal inglés, había confundido Beattie por Billy.Courtland Jones, que había vuelto a trabajar en el caso, descubrió que un David Beattie, con ese número de serie, se registró en el Ejército en Filadelfia, en 1948. El directorio telefónico y los archivos de vehículos registrados en el estado no sirvieron de nada. Jones, revisando otros registros, encontró a un David Beattie en Port Richmond, barrio de clase trabajadora en Filadelfia. Jones y yo decidimos visitar a este David Beattie en su casa, un estrecho edificio de tres pisos, enfrente de una fábrica de pinturas.Un hombre de abundante cabellera gris nos abrió la puerta. Sí, dijo; sí había combatido en Corea. Sí, recordaba haber sido amigo de un muchachito. Le preguntamos si el jovencito había tenido un accidente."Sí", fue la respuesta de Beattie. "Se quemó".Una leve sonrisa apareció en el rostro de Courtland Jones. Después de casi tres años, por fin hemos encontrado al hombre, pensó.Beattie, que ahora tiene 58 años, era tal como le recordaba Baik: humilde y callado. Irradiaba decencia y rectitud. Cuando se le habló de la gratitud de Baik, Beattie quedó confundido y dijo:”No sé por qué le da importancia. Lo habría hecho por cualquiera".Beattie, nacido en Filadelfia, había crecido en hogares sustitutos. Su primera madre adoptiva, la señora Mary Poole, había llegado a cuidar hasta a diez muchachos. Enseñó a los niños que siempre debían decir la verdad y trabajar con ahínco. Cada domingo llevaba a sus pupilos a la iglesia.Cuando Beattie tenía 14 años, la señora Poole ya no podía atender a sus hijos adoptivos. Los trabajadores sociales enviaron al desolado niño a la casa de la señora Cathy Crida, por quien Beattie llegó a sentir un inmenso cariño. Estuvo con ella tres años, hasta que ella tampoco pudo seguir atendiéndolo. Como no tenía adonde ir, se enroló en el Ejército a los 17 años. La caja navideña con ropa no fue enviada por una hermana, como había pensado Baik, sino por la señora Crida.Licenciado en 1957, Beattie trabajó durante 20 años en una panadería, cargando camiones. Cuando la panadería cerró, en 1978, era casado y tenía hijos pequeños. Logró sobrevivir haciendo trabajos temporales.Finalmente, en 1982, Beattie fue contratado como velador de un edificio en el centro de Filadelfia. Ha conservado este empleo y actualmente gana 8 dólares la hora, manejando un montacargas y llevando botes de basura al muelle.Beattie se considera un hombre afortunado. Goza de buena salud, y él y su esposa, Dorothy, tienen cuatro hijos y forman un feliz matrimonio.Después de hablar con Beattie, llamé a Baik por teléfono: "Hemos localizado a Billy", le comuniqué.Tres horas después, Baik estaba en el vuelo, de 16 horas, con destino a Filadelfia. A la mañana siguiente, nos dirigimos a casa de Beattie. "Estoy nervioso", me confesó Baik.Esperó en el automóvil mientras yo entraba a casa de Beattie.—Está afuera —le informé.—¿Cómo me dirijo a él? —preguntó Beattie, preocupado—.—Llámalo como antes: Hak —le aconsejé.Beattie salió a la calle soleada. Baik se dirigió hacia él. Ambos hombres se miraron fijamente, y después, conmovidos, se estrecharon la mano con solemnidad.Beattie sonrió y comentó:—Has crecido mucho desde la última vez que te vi, Hak.—Tú tienes muchas canas —respondió Baik, con una sonrisa.Durante seis horas llenas de efusión, el industrial millonario y el velador estuvieron sentados en la mesa de la cocina de Beattie hablando de la guerra, los hombres de la Batería A, sus trabajos, sus familias y sus sueños. A pesar del deseo de Baik de devolver aquellas gentilezas recibidas hacía mucho tiempo, vio que Beattie en realidad no necesitaba ni quería nada. La casa ya estaba casi pagada. Beattie nunca había tenido automóvil, ni deseaba tenerlo. Se trasportaba en autobuses y tranvías.Pero Baik insistió en ayudar pecuniariamente. Tal vez podría aportar fondos para que Dorothy, la hija de 23 años de Beattie, estudiara enfermería, y Tommy, su hijo de 18 años, ingresara a la universidad.Fue un gesto generoso; pero el verdadero sentido de esta reunión es que la simple decencia, inculcada por dos madres adoptivas y tejida, primero, en la trama de vida raída de un niño coreano por un soldado estadunidense ordinario y después por este mismo muchacho en las vidas de cientos de infortunados, constituye su propia recompensa.