SALIR ADELANTE TRAS UNA ADVERSIDAD
Publicado en
septiembre 04, 2011
Todos tenemos la capacidad de sobreponernos al dolor emocional e incluso a los traumas y de crecer con ellos para construir una nueva vida. Es lo que la psicología llama "resiliencia"
Por Francesc Miralles
Hay personas capaces de sobreponerse a verdaderas catástrofes, e incluso salir reforzadas de ellas, mientras que otras se ahogan en un vaso de agua. ¿Qué virtud tienen las primeras que las vacuna contra el desánimo y el determinismo? El término que utiliza la psicología actual es "resiliencia", definida como la capacidad de quien sufre un trauma para superarlo e incluso progresar a partir de esa situación. La persona herida debe dar un paso adelante a través de un acontecimiento, como la puesta en marcha de una nueva meta vital, o bien, tiene que transformar su manera de relacionarse con el mundo.
La resiliencia permite al individuo escapar de la espiral de la desgracia y decidir su propia vida. O dicho de otra forma, convierte los traumas en una oportunidad de crecimiento.
LUCHA Y ADAPTACIÓN
Una de las primeras personas en hablar de resiliencia fue la psicóloga norteamericana Emmy Werner, en 1955, refiriéndose a la conducta de los niños de Kauai. En esas fechas, buena parte de la población de esta isla hawaiana vivía en el umbral de la pobreza y eran numerosas las familias con padres alcohólicos o marcados por las enfermedades mentales y el desempleo.
Al realizar un seguimiento de los niños, Werner advirtió que dos tercios desarrollaban personalidades destructivas o irresponsables: embarazos adolescentes, alcoholismo juvenil, desempleo en la edad adulta... Sin embargo, el otro tercio no sucumbió ante aquel ambiente tóxico y fueron capaces de realizarse personal y laboralmente. Los niños de este último grupo fueron llamados resilientes.
Lo que caracteriza al individuo resiliente es su afín de luchar por sus objetivos en un entorno hostil, así como su capacidad de recuperarse emocionalmente de los traumas sufridos. Suele tratarse de personas con una admirable capacidad de adaptación, que saben extraer de las experiencias negativas algún tipo de enseñanza en positivo. De este modo, los que parecen condenados a desarrollar conductas destructivas se encuentran construyendo un futuro a su medida.
Ahora bien, la resiliencia no es una tabla de salvación exclusiva de los niños que no se dejan determinar por una infancia infeliz. También observamos esta capacidad en algunos adultos sometidos a grandes dificultades. Ante una experiencia altamente traumática como la pérdida de un hijo, una guerra o un largo encarcelamiento, algunas personas parecen emerger de sus cenizas como el ave fénix y se reintegran a la normalidad con más sabiduría y con una mayor conciencia social, pues la persona resiliente no sólo ha aprendido a ayudarse a sí misma, sino que siente la necesidad de asistir a otros en la misma situación.
Un ejemplo claro de esto son las personas que han superado un cáncer y, llenas de energía, se implican muy activamente en programas de ayuda a otros enfermos.
DEJAR ATRÁS LOS LAMENTOS. La adversidad permite que aflore lo más valioso de cada uno: en lugar de lamentarnos por las heridas y caer en la autocompasión, debemos pasar a la acción y aprovechar para crecer como personas.
EN LA DIRECCIÓN CORRECTA
La vida del autor que más ha contribuido a explicar la resiliencia, el psiquiatra y psicoanalista Boris Cyrulnik, es un claro ejemplo de superación. A la edad de 6 años logró escapar del campo de concentración donde pereció toda su familia. A partir de entonces, empezó a vagar por centros y familias de acogida hasta que con 8 años, la asistencia pública francesa lo internó en una granja donde estaba destinado a convertirse en un analfabeto. Sin embargo, una voluntad de hierro le llevó a estudiar Medicina para entender sus propias ganas de vivir y transmitir a sus pacientes el poder de la resiliencia.
Su terrible pasado podría haberle condenado a ser un patito feo que libera su rabia a través del maltrato a los demás o a la autodestrucción. En lugar de eso, como en el cuento de Andersen, se convirtió en un cisne digno de admiración. En una de sus obras más celebradas -titulada, precisamente, Los patitos feos-, defiende que una infancia infeliz no determina la vida si uno es capaz de tomar las riendas de su destino. Lo define así en la conclusión del libro: "La resiliencia es el arte de navegar en los torrentes. Un trauma ha trastornado al herido y le ha orientado en una dirección en la que le habría gustado no ir. Sin embargo, y dado que ha caído en una corriente que le arrastra y le lleva hacia una cascada de magulladuras, el resiliente ha de hacer un llamamiento a los recursos internos que se hallan impregnados en su memoria, debe pelearse para no dejarse arrastrar por la pendiente natural de los traumas".
Cyrulnik sostiene que encontrar un sentido a la propia vida es esencial para salir de la negatividad y apunta, por otra parte, que la resiliencia también puede ser un proceso colectivo. Por ejemplo, uno de sus alumnos llevó a cabo un estudio comparativo sobre lo ocurrido en la guerra de Beirut y en Trípoli. A pesar de que la primera ciudad sufrió un bombardeo mucho más severo que la capital de Libia y fue sometida a más meses de asedio y destrucción, se demostró que los niños que vivían en Beirut presentaban menos casos de síndrome postraumático que los de Trípoli.
La explicación reside en los lazos humanos con los que los libaneses afrontaron la guerra. Mientras que la desesperada situación de Beirut hizo que aumentara la solidaridad y el contacto entre las familias y vecinos, los niños de Trípoli sufrían de abandono afectivo.
Según Cyrulnik, "la felicidad existe únicamente en la representación mental. Por lo tanto, es siempre fruto de la elaboración. Es algo que hay que trabajar; se construye en el encuentro con el otro".
DEJARSE AYUDAR POR LOS DEMÁS
Esto nos lleva a un punto clave de todo proceso de resiliencia: nuestra disposición a dejar atrás las lamentaciones y buscar la ayuda en los que nos rodean. Un relato tradicional ilustra de forma divertida esta disposición vital: el padre Pino es el cura de un pueblo que está sufriendo serias inundaciones. Desalojan a toda la población, pero Pino no quiere dejar su parroquia porque sabe que Dios no le dejará morir. Los preocupados habitantes se organizan para persuadirlo y lo van a buscar en un bote cuando el agua ya rebasa las sillas, pero acaban volviendo sin Pino, que está seguro de que Dios parará las lluvias. El agua sigue subiendo y llega hasta la mitad superior de la iglesia, con el padre Pino ya sentado en una de las ventanas. Los habitantes insisten y vuelven a buscarlo con el bote, pero él les responde que no se va a marchar, pues ha entregado su vida a Dios y está convencido de que éste no lo abandonará en esas circunstancias.
Las lluvias continúan, ya solamente se ve el campanario de la iglesia con el padre Pino subido en la punta superior, paciente y seguro de que en el último momento Dios detendrá la inundación. Los habitantes deciden volver por última vez y tratan de convencerlo con todo tipo de argumentos. Él sigue sin escucharles porque sabe que Dios no lo dejará morir, de modo que los habitantes se van decepcionados.
Poco después, el padre Pino muere ahogado. Ahora ya está en el cielo y se encuentra a gusto allí con los ángeles, pero al mismo tiempo se siente contrariado porque considera que Dios no lo ha ayudado como hubiera debido. Y cuando lo encuentra, le dice: "Santísimo, ¿por qué, después de una vida de total dedicación y cuando más seguro estaba de ti me has dejado perecer?". Dios, con tono misericordioso y compasivo, le responde: "Pino, Pino... Te he mandado buscar tres veces y no hubo forma, así que ahora no te quejes."
EL PELIGRO DE LA AUTOCOMPASION
Al igual que el protagonista de esta fábula, muchas personas se quejan de su suerte constantemente y muestran de manera morbosa sus heridas en lugar de aceptar la ayuda que se les ofrece, por ejemplo, en forma de consejos para salir de su situación. En esa negación hay un importante poso de arrogancia, pero también el miedo al cambio. La persona traumatizada, al final, se siente cómoda en su autocompasión, ya que es la excusa perfecta para no salir al mundo y afrontar nuevos retos en la vida.
En Demian, su novela iniciática, el escritor Hermann Hesse dice: "Cada vez qua vayamos a renacer, debemos romper la cáscara del huevo que nos aprisiona." La cáscara a la que se refiere el autor está formada de autocompasión, pero también de miedo a responsabilizarse de la propia vida y de pasar a la acción. Dentro del huevo los viejos traumas procuran un sentimiento de familiaridad, ya que, con el tiempo, uno acaba haciéndose amigo de sus penas, mientras que lo que hay afuera es el camino que debemos recorrer, la incertidumbre.
Esto explica por qué hay tantas personas que parecen resistirse a salir de su postración. Y es que, en principio, a nadie le gusta la infelicidad, pero buscar la felicidad es un duro trabajo que requiere arremangarse y actuar.
Quizás una condición previa a todo proceso de resiliencia sea la voluntad de renacer. Dejar morir el tipo de vida que nos ha hecho sufrir y ser capaces de inventar una nueva según nuestras propias reglas y valores; la vida que nos gustaría vivir. Debemos encontrar un sentido a nuestros días, aferrarnos a un proyecto ilusionante por el que valga la pena salir cada día de la cama. Lo padecido en el pasado no debe ser excusa para negarnos la oportunidad de crecer en el futuro.
Tal como afirma Boris Cyrulnik: "No hay herida que no sea recuperable. Al final de la vida, uno de cada dos adultos habrá vivido un traumatismo, una violencia que lo habrá empujado al borde de la muerte. Pero aunque haya sido abandonado, martirizado, inválido o víctima del genocidio, el ser humano es capaz de tejer, desde los primeros días de su vida, su resiliencia, que lo ayudará a superar los shocks inhumanos. La resiliencia es el hecho de arrancar placer a pesar de todo, de volverse incluso hermoso."
Como el patito feo que alberga un cisne en su interior, la persona que sufre puede afrontar los duros golpes de la vida como una prueba de su capacidad de superación. Pues así como el bienestar continuado y la apatía acaban adormeciendo las mejores cualidades personales, la adversidad, contrariamente, permite que aflore lo más valioso de cada uno: la libertad de elegir lo que queremos ser a pesar de todo.
A fin de cuentas, la existencia es un juego de contrastes, y el dolor y la tristeza son la prueba de que también existe la alegría y la realización.
VOLUNTAD DE RENACER. Para salir del agujero en el que nos vemos inmersos, debemos dejar morir el tipo de vida que nos ha hecho sufrir e inventarnos una nueva vida, basada en un proyecto que nos ilusione.
LAS CLAVES DE LA RESILIENCIA
Aunque, en principio, todo ser humano tiene la capacidad de superar las adversidades, existen determinadas actitudes que facilitan la resiliencia:
RENOVAR OBJETIVOS. Tras una desgracia, el resiliente trazará nuevas metas adaptadas a su situación. Para ello, debe partir literalmente de cero, asumir que es alguien completamente distinto que, en lugar de lamerse la herida, va a establecer una nueva visión de la vida.
APOYARSE EN UN CÍRCULO PROTECTOR. Para escapar de una espiral negativa es necesario rodearse de personas afectuosas, solidarias y empáticas -con capacidad de ponerse en nuestro lugar-,ya que el contacto humano y la comprensión pueden bastar para salir a flote de cualquier adversidad.
NO CAER EN LA TENTACION. Las personas que han estado expuestas al sufrimiento se sienten tentadas de liberarse temporalmente de esta carga a través de escapes como el alcohol, las drogas, el juego, la violencia o las relaciones de usar y tirar. Éstos son los primeros escollos que hay que evitar para construir una nueva vida con sentido.
PREOCUPARSE DE LOS DEMÁS. La manera más eficaz de dejar atrás la propia desgracia es preocuparse por los problemas de los otros. Cuando renunciamos a la autocompasión y nos ofrecemos al mundo para mejorarlo, nos embarga la agradable sensación de ser útiles, con lo que nuestra autoestima se ve reforzada.
APROVECHAR LAS OPORTUNIDADES. Los resilientes tienen la capacidad de asirse a todo aquello que les ofrece la vida para dar un paso hacia delante. Puede ser un maestro, un nuevo amor, una amistad o el descubrimiento de una capacidad hasta entonces desconocida. Estos apoyos son escalones para volverá empezar.
Fuente:
REVISTA INTEGRAL - ABRIL 2008