INTRUSOS (Vladimir Hernández Pacín)
Publicado en
julio 17, 2011
¿Sabe porqué está aquí, señor Guzmán?
–Por supuesto, doctor; la gente cree que estoy loco. Pero usted tiene que ayudarme. ¡Tiene que ayudarnos a todos antes de que sea tarde!–Cálmese, señor Guzmán, cálmese. Ya intentó usted dinamitar un importante Servidor de la RED. ¿Se da cuenta que le podrían caer unos cuantos años a la sombra por eso?–Pero, doctor, se trata de la Humanidad. De toda nuestra especie. Estamos siendo invadidos ahora mismo. Muy pronto ya no tendremos capacidad para controlar la situación.–Tranquilo. No veo ninguna flota estelar invadiendo nuestros cielos, señor Guzmán. Y, hasta donde yo sé, nuestra civilización posee medios lo suficientemente sensibles para detectar una intrusión en nuestro espacio local.–Usted no me entiende, doctor. No se trata de una invasión del espacio exterior. El peligro viene desde el espacio interior.–¿El espacio interior, dice usted? ¿Quiere decir nuestro espacio biológico, o nuestro espacio mental?–No doctor, no me refiero a esos espacios interiores. El verdadero peligro está en Internet, en la Red que enlaza toda nuestra civilización actual.–Comprendo, señor Guzmán; nuestra sociedad se está haciendo demasiado dependiente de sus medios de comunicación, ¿no?–No. Le aseguro que no me comprende en lo más mínimo. Escuche, por favor.–Eso hago, señor Guzmán, pero usted no se explica correctamente…–Lo haré, lo haré. Mire, no soy un alarmista, ni un científico loco, ya ha visto mi expediente. Soy informático y trabajo con ordenadores muy sofisticados, ordenadores prototipos, ¿me entiende? Navego mucho a través de la Red, pues es mi trabajo. Hace unos meses descubrí que había en Internet unos extraños "programas" y traté de bajármelos. Entonces algo pasó con mi costosísimo ordenador, pero el caso es quedó absolutamente colgado cuando intenté atrapar esos "programas" a la deriva. Soy una persona muy persistente, doctor, y por ello me convertí en cazador de esos "programas". Tal vez fueran programas virales diseñados por alguna potencia militar enemiga. Tal vez fuera una cuestión de Seguridad Nacional, pero yo no tenía la menor idea de lo que andaba vagando libremente en el ciberespacio.–¿Y bien?–Bueno, doctor; tardé bastante en hacerme una idea aproximada de lo que eran aquellas cosas. Meses, para ser exactos. Perdí ordenadores en el intento. Los programas resultaban demasiado "listos" y siempre se me escurrían. Pero al final logré dar con la verdad. Aquellos programas eran inteligentes, absolutamente autónomos, supercomplejos. Nosotros no podemos hacer una cosa así, doctor. Estamos a décadas de lograrlo, siglos quizás; por tanto no eran nuestros, ni de ninguna nación rival. Son entidades de otra civilización y tienen una base absolutamente informática, ¿me comprende ahora, doctor?–No, señor; me temo que no logro hacerme con la idea del todo.–Es difícil, doctor, lo sé. Estamos acostumbrados a que la base de la vida sea biológica. Son paradigmas irrefutables. Pero evidentemente, la vida inteligente puede tener también un origen informático.–¿Algo así como la inteligencia artificial, dice usted?–No, doctor. Eso es vida "artificial", creada. Estoy hablando de vida natural que aparece partiendo de condiciones informáticas, electrónicas. Seres cuyas leyes naturales les obligan a buscar constantemente nuevos nichos ecológicos en las redes electrónicas. Para estas formas de vida electrónica las bases informáticas son los únicos reductos de supervivencia en el Universo. Seguramente se mueven entre las estrellas desplazándose instantáneamente entre los corpúsculos informáticos que aparecen en las diferentes civilizaciones del Cosmos. Deben poseer sentidos especiales para localizar las nuevas fuentes informáticas que aparezcan en nuestra galaxia. Internet es un caldo de cultivo para ellos. Nuestra Red acaba de nacer, se está desarrollando; por eso llegaron ahora los invasores. Internet se ha convertido en uno de sus "nodos" de acceso. Creo que apenas tenemos tiempo para detenerlos.–Es un punto de vista interesante, no lo niego, pero no creo que su presunto descubrimiento justifique una actitud tan paranoica como la que usted adoptó. No tiene que ser necesariamente una invasión.–Estaba tomando medidas drásticas en ese momento, lo sé. Por eso traté de destruir ese Servidor. Pero a usted se le escapa lo más importante. No sólo han llegado hasta nosotros, no sólo no se han presentado, sino que nos están invadiendo. Puedo asegurárselo, doctor. He detectado como esas cosas están incrementando subdivisiones a lo largo de muchos servidores; se están alojando en nuestros sistemas informáticas de un modo agresivo y veloz. La culpa es mía, que actué solo y tardé demasiado en identificar su naturaleza.–Señor Guzmán. Según hemos podido constatar en la eventual investigación, asiste usted a menudo a ver proyecciones cinematográficas de ciencia ficción, y en su apartamento posee una considerable biblioteca de Fantasía y Ciencia Ficción. ¿No es así?–Si, pero… no veo que tienen que ver mis actividades de esparcimiento con…–Bien; seré directo en este punto: ¿no cree usted posible que la lectura y el cine hayan exacerbado su natural imaginación hasta alcanzar cotas elevadas de delirio?–¿Cómo dice…?–Digo que tal vez ha estado leyendo demasiado, o dedicándole demasiado tiempo a una pantalla de cine. La mente suele sufrir a veces…–¿Está usted diciendo que no me cree? No es posible, nuestra especie está a punto de ser aniquilada y usted se burla del único hombre que ha detectado la Invasión. ¡Una invasión alienígena capaz de...!–Siéntese, señor Guzmán, o tendré que hacer que se lo lleven. No me obligue a…–¡Dios Santo! Acabo de hacerle una brillante exposición acerca del problema que se nos viene encima, y lo único que se le ocurre es pensar que estoy delirando.–¡Siéntese, le dije!–¡No me siento!; usted es un inepto que carece del grado intelectual apropiado para comprender lo que le estoy anunciando. Necesito ver a alguien más flexible, que logre visualizar la magnitud del desastre que está a punto de ocurrir; alguien con capacidad de tomar decisiones. ¡Hay que hacer algo...!–Sí. Definitivamente hay que hacer algo. Y se llama medicación urgente.–¡El loco es usted! Por eso estamos así; metemos a los cuerdos a la sombra, y dejamos a los locos sueltos. Pero ya es tarde. ¡Pronto nuestros sistemas se vendrán abajo, será el colapso de la Red; el Apocalipsis Informático…!–Yo también leí esa novela, señor Guzmán. Muy divertida. Arriba, muchachos, llévenselo de vuelta a su habitación.–Hay intrusos en torno a la Singularidad.–A veces sucede. ¿Son inteligentes?–No he podido determinarlo aún. Parece ser una especie primitiva, basada en el carbono. Sus mentes son elementales, pero parecen estar asociadas a la Singularidad.–¿Serán acaso entidades mecánicas inferiores?–Definitivamente no. Aunque he detectado la presencia de multitud de seres semi-mecánicos que sirven como mediadores entre ellos y la Singularidad. Eso me confunde.–Es posible entonces que esas entidades sean sub-inteligencias empáticas, extensiones del semi-mecánico sin identidad propia.–¿Animales?–Sí.–Tendríamos que sondear en sus mentes para estar seguros.–Eso es sumamente difícil. Sus mentes son obscuras; sus percepciones contradictorias, limitadas.–¿Peligra la Singularidad?–No. Ahora tenemos controlada la Singularidad, y es demasiado compleja para que interfieran con nuestro control.–Pero, ¿qué hacen ellos?–Siguen pautas aleatorias.–Eso es lógica ciega.–Pero para ellos parece funcionar.–Demasiado ambiguo para comprenderlos.–Sí. La incertidumbre pudiera ser una de sus constantes. Tal vez sean criaturas emocionales.–Lo cual es un verdadero error para el camino evolutivo.–Sí, pero tal vez esas criaturas sean inteligentes, después de todo.–¿Qué te lo hace pensar?–Cierta dispersión entre sus componentes.–También pudieran tratarse de entidades en estado de transición. Mentalidades germinales en busca de motivaciones simbólicas.–No creo. El interés por correlacionar información pura y realidad física implica niveles de conciencia de extrema complejidad. Tal vez sean los auténticos creadores de la Singularidad.–Entonces pudieran ser peligrosos. ¿Debemos exterminarlos, o continuamos sondeándolos?–Aún no lo sé. Tal vez tarde en decidirlo.–Esperaré entonces.Biografía
Nacido en La Habana, Cuba, en 1966 y actualmente residente en España. Es autor de la cuentinovela ciberpunk Nova de cuarzo.
Fue finalista destacado, con la novela corta Signos de guerra, en el concurso internacional de ciencia ficción de la UPC, en el 2000, que organiza anualmente la Universidad Politécnica de Cataluña para los escritores profesionales en lengua inglesa, francesa, española y catalana, en España.Premio Espiral 2000, en las categorías de relato corto con Fragmentos de una fábula posthumana, de mejor antología con Horizontes probables y de mejor colección de relatos con Nova de cuarzo, en La Habana, Cuba.2do lugar en el concurso Cuasar-Dragón-2000, en La Habana, Cuba.1er Premio de ciencia ficción, en el Concurso Internacional Terra Ignota 2001, con el relato El correo González, en México.Nominado para el Premio Ignotus 2002 en la categoría de novela corta, por Signos de guerra, en España.1er Premio en el III Certamen de Relato Breve Carmelo González Oria, en Huelva, con el relato Némesis, en 2002, en España.Finalista del Concurso Internacional Terra Ignota 2002 en la categoría de ciencia ficción con el relato largo La mente araña, y con el cuento Ciudad Cristal (escrito en colaboración con Ariel Cruz Vega), en México.4to lugar en el concurso internacional de ciencia ficción UPC-2002 de Barcelona, con la novela corta Hipernova, en España.Entrevistado en Radio Contrabanda (Radio P.I.C.A.) de Barcelona, donde participó en el programa "Ciencia Infusa", dedicado a la literatura de ciencia ficción.Autor invitado a la mesa redonda "Fantasía y proyecto en la ciencia ficción escrita en castellano", en el evento Semana Negra de Gijón 2001.Entrevistas para diferentes periódicos de Asturias durante el evento Semana Negra de Gijón 2001, en España; para el documental del realizador canadience Gregory Barker-Greene, de Imagekraft, para la televisión de Toronto, durante la Semana Negra de Gijón 2001, en España; para un documental sobre la Semana Negra de Gijón, hecho por la periodista Gabriela Salmón, y para la Universidad de Frankfurt Johann Wolfgang Goethe, en 2001, en España; así como para la revista La Voz, con motivo de haber ganado el Primer Premio de Relato Corto Carmelo González Oria 2002, en España.Fin