RIAÑO, UN MANTO DE CRISTAL SOBRE UN PUEBLO HUNDIDO
Publicado en
junio 19, 2011
Vista del embalse de Riaño. Al fondo a la derecha, el pico Yordas y, en últmia línea, la Peña Cabeza.Las misteriosas aguas del embalse son el espejo de la frondosa montaña leonesa.
Texto y fotos por Rafael ÁlvarezEn 1987, el embalse sumergió bajo las aguas los pueblos de la comarca de Riaño asentados en el fértil valle del mismo nombre. Ahora, con el paso del tiempo, el lugar se ha convertido en una de las zonas húmedas más importantes del norte de la comunidad castellano-leonesa, donde recalan numerosas aves acuáticas procedentes de otras latitudes, que han instalado aquí su habitat. Durante este tiempo, las márgenes del embalse de Riaño se han visto colonizadas por una gran variedad de flora y fauna que ha crecido y se ha reproducido al amparo de la masa forestal que cubre las laderas de los montes cercanos y las oquedades de la roca.
Nunca se sabrá si esta obra del hombre, que alteró brutalmente el ecosistema de la zona, las costumbres de la población, así como la flora y la fauna, habrá resultado, a largo plazo, un beneficio mutuo para el hombre y la naturaleza. Lo que sí es visible para los que visitan el lugar a día de hoy es su riqueza ecológica y paisajística, aun cuando la alteración del entorno, 20 años después, resulta todavía evidente, sobre todo si se conoce un poco la historia del lugar.El caso es que no podemos saber cómo sería hoy aquel Riaño que desapareció bajo las aguas, con sus verdes prados llenos de animales, frondosos bosques de ribera que se apiñaban junto al curso de los ríos, donde encontraba cobijo la fauna de estos páramos. Pero a la hora de hablar de Riaño, no se debe olvidar su pasado y los conflictos que este embalse trajo entre el pueblo vivo, regido únicamente por las leyes que marca la naturaleza.Locos ecologistas de aquellos años se unieron en una lucha común por la defensa de este paraje natural, una lucha que se prolongó durante varios años y en la que los habitantes del lugar resistieron hasta el último momento, aferrándose a sus casas y a su historia. Esa lucha llevó en algunos casos extremos al suicidio.Retengo en la memoria la fatídica fecha de la orden de cerrar definitivamente las compuertas de la presa. Sucedió a finales del mes de diciembre de 1987, próxima ya la Navidad. Esos días, aprovechando las vacaciones, junto con un amigo, decidimos pasar esas fiestas en los Picos de Europa, en el refugio de Collado Jermoso, y viajamos en el autobús que cubría la línea de León a Portilla de la Reina, con parada en Riaño. Recuerdo como si fuera hoy mismo, las calles solitarias del pueblo, con sus antiguas construcciones de piedra, el valle sumido en la melancólica neblina de aquel frío atardecer del mes de diciembre que envolvía los prados con el ganado y la espadaña de su iglesia. Un pueblo ya casi fantasma, vencido, pues muchos de sus habitantes se habían marchado abandonando la resistencia. De regreso de la montaña, nos enteramos de que la presa había comenzado a embalsar, la carretera aparecía inundada, los pueblos estaban siendo anegados por las aguas y la comarca permanecía totalmente incomunicada, pues la construcción de la nueva carretera aún no había terminado y el autobús no podía pasar.En cualquier caso, la visión del Nuevo Riaño y sus alrededores impresiona, incluso a quienes no sepan del dolor que produjo la cruel y drástica desaparición de esta comarca, con sus valles y pueblos. Al observarlo, le parecerá que siempre fue así, un paisaje y un pueblo reflejados en las aguas de la presa, un lago de montaña en el que no hay más que aquello que abarca nuestra vista, rodeado por picos calizos que siempre estuvieron ahí.Paseando por las verdes laderas de la sierra de Mangayo.Si dejamos que duerma bajo las aguas la trágica historia del viejo Riaño y dejamos que nuestra mente admire la belleza que depara el lugar, sentiremos cómo el paso del tiempo ha cicatrizado, si no todas, alguna de las muchas heridas abiertas en la naturaleza por el hombre.EN LOS PICOS DE EUROPA
La comarca de Riaño está incluida desde 1994 en el Parque Regional de los Picos de Europa, que fue declarado como tal por la Junta de Castilla y León con el fin de proteger los valores naturales, históricos y paisajísticos de la montaña leonesa en su vertiente más oriental. Un territorio de intrincada orografía, de amplios valles que descienden de la cordillera cantábrica, con macizos aislados, laderas de suaves pendientes, cubiertas por bosques y monte bajo, que se alternan con altos picos calizos de paredes abruptas y, en algunos casos, casi verticales y de muy difícil acceso. En el documento de declaración se reconocía el buen estado de conservación del ecosistema de la comarca de Riaño, propio de regiones septentrionales, con bosques de robles y hayas, animales en peligro de extinción, como el oso pardo y el urogallo, además de otras especies menos amenazadas, pero muy importantes, como la cabra hispánica, el rebeco, el venado, el corzo, el jabalí y el zorro, entre otras.
La cuenca fluvial que formaban los ríos Esla y Yuso desapareció con la presa y en su lugar surgieron extensas masas de agua dulce que, como espejos, reflejan los erosionados montes calizos que rodean, al sur y al oeste, el embalse. El agua se llena con los colores de la abundante floresta de los montes cercanos: el verde de los robles melojos se entremezcla con el amarillo de los piornos y los múltiples colores del brezo. El intenso verde de los acebales se conjuga con el azul del cielo los días limpios de nubes. En otoño, el lago se viste con los rojo de las hayas, el amarillo de los chopos y abedules y el naranja de los arces.Este conjunto cromático forma un inmenso tapiz de colores que se extiende por la superficie de las aguas creando una especie de cuadro impresionista. Y en el perfil de esta bella estampa, aparecen los retazos de niebla que se arrastra sobre la superficie del embalse, alimentándose con los cambios de temperatura y con la humedad del ambiente. La visita de este elemento contribuye a embellecer este rincón alpino de las montañas leonesas y a envolver en una atmósfera de misterio al lago, bajo cuyas aguas yace desaparecido el fantasma del antiguo Riaño. Pocas estampas alpinas son tan conmovedoras y románticas como las que ofrecen las cumbres del Gilbo, el Yordas y las Pintas durante los amaneceres, o en las primeras nevadas del otoño, reflejándose en las misteriosas aguas del embalse.Amplios valles y laderas de suaves pendientes alternan con picos macizos de gran altura, casi verticales, que hacen muy difícil el acceso. Pueblo de Riaño nuevo. Al fondo a la derecha se pueden ver el pico Gilbo, Cueto Cabrón, Peñas Pintas y pico Llerenas.FAUNA EN PLENA ACTIVIDAD
Es frecuente que mientras permanecemos atónitos observando este sereno paisaje, alguna cigüeña blanca de las muchas que tienen su nido en los islotes del embalse cruce rasante las aguas. Estas aves, que tienen por costumbre anidar en las espadañas de las iglesias y los tejados de las ermitas, al ser cubiertas muchas de estas construcciones por el agua del embalse, ahora se ubican en un lugar seguro, rodeadas por el agua, donde crían y pescan sin mucho estuerzo.
Como antaño, cuando las aguas bajaban de la montaña por el lecho pedregoso de los ríos, la fauna del lugar sigue desarrollando una frenética actividad en este lago artificial. Si nos damos un paseo por las orillas del embalse, podemos disfrutar de las especies que lo pueblan: nutrias, garzas reales, el mirlo acuático o el martín pescador, aves que vuelan de piedra en piedra atrapando los insectos que se acercan a la orilla o que quedan atrapados en las aguas del embalse.Entre el lago y los montes, surge la vegetación y, camuflados entre su espesura, deambulan las marmotas, los tejos, las simpáticas ardillas y los lirones. Más metidos en los maduros bosques de hayas y robles, la fauna cambia y aparece el ciervo, el corzo, el rebeco y el lobo. Algunas de estas especies son fáciles de avistar en el monte, pues son animales muy abundantes y, al estar protegidos, se confían bastante ante la presencia humana. En los montes o sobrevolando el embalse, se puede observar el vuelo de las aves que pueblan estos territorios. Para ello, es necesario disponer de unos prismáticos y esperar el momento para poder disfrutar del vuelo del águila real, los buitres que ascienden en círculo, el milano real o la garza que vuela rasante sobre las aguas del embalse.Los senderos que bordean por algunas zonas el embalse de Riaño, los miradores construidos junto al pueblo o la cima de alguno de los picos que encierran por el lado suroeste el lago son lugares desde los que se obtienen excelentes panorámicas del espacio natural de Riaño y su amplísimo entorno natural.POR LOS HAYEDOS DEL YORDAS
Ai final del pueblo de Liegos, parte una pista forestal que va hasta el pueblo de Lois. La primera parte del recorrido se hace por terreno llano y el camino esta balizado con estacas pintadas de blanco y amarillo PR-LE 32. Después de haber caminado una media hora, entramos en el valle de San Pelayo, con tupidos bosques de haya y abedules y hermosos pináculos de caliza. Después de unos 3,5 kilómetros desde el pueblo de Liegos, encontramos a nuestra izquierda una bifurcación. El nuevo ramal atraviesa el arroyo de San Pelayo por un puente de madera y se interna en el bosque de hayas. Seguimos esta nueva pista, ahora ya sin señales, que asciende en zigzag por entre un impresionante hayedo que ocupa toda la vertiente norte del pico Yordas y Peña Cabeza. Sin dejar la pista, llegamos a una fuente y, muy cerca de ésta, en un árbol a nuestra izquierda, se encuentra una tablilla que indica el camino al pico Yordas. La senda esta muy bien marcada en la hierba por el paso de los senderistas y por los hitos. La cima de esta montaña, a la que se accede fácilmente, es un bellísimo mirador natural sobre el pueblo y el embalse de Riaño. un recorrido de poco más de 6 kilómetros que se puede hacer en unas 4 horas.
MIRADOR NATURAL DEL EMBALSELa niebla y el reflejo de la vegetación forman un inmenso tapiz de colores, creando una especie de cuadro impresionista.Fuente:
REVISTA INTEGRAL - ABRIL 2008