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El resveratrol dilata las arterias y es anticancerígeno.
La acción antioxidante, antitumoral y protectora del sistema cardiocirculatorio del resveratrol lo convierte en un interesante suplemento para tratar múltiples patologías degenerativas. El resveratrol lo producen las hojas y el fruto de la uvas, las moras y otros vegetales en respuesta a la radiación ultravioleta y a las infecciones fúngicas. Se trata de una fitoalexina de la familia de los flavonoides, descubierta en los años 70. Parece ser que las fitoalexinas se generan durante periodos de estrés ambiental y para defenderse del ataque de ciertos hongos. La piel y el escobajo de la uva son las principales fuentes de esta sustancia.
El resveratrol inhibe la formación de radicales libres, por lo que protege del estrés oxidativo que acelera el envejecimiento de células y tejidos. Es antimutagénico e inductor de la fase II de enzimas hepáticas detoxificadoras de carcinógenos. También actúa como agente antiinflamatorio al suprimir las funciones de las ciclooxigenasas (COX), enzimas que catalizan la conversión de ácido araquidónico en sustancias proinflamatorias como las prostaglandinas 2 (PGE2), las cuales estimulan el crecimiento de las células tumorales. Bloquea la acción de la trombina y de varios factores de agregación plaquetaria y propicia la producción de óxido nítrico, que relaja y dilata las arterias. Estos mecanismos de acción convierten al resveratrol en idóneo para tratar las siguientes patologías:
El resveratrol es una sustancia segura que no presenta signos de toxicidad ni en dosis elevadas. La cantidad diaria recomendada es de 210-560 mg para una persona de 70 kg. Lo más adecuado es ingerirlo en una fórmula antitoxidante completa para la prevención del cáncer y de enfermedades degenerativas.
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