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diciembre 05, 2010

Hay insultos para las más variadas situaciones y de todas las clases, desde los muy ofensivos hasta los cariñosos, casi halagadores.
Por Manuel CarreteroNecio, memo, bobo, bobales, boberas, jijas, lelo, zopenco, babieca, obtuso, cerrao de mollera, lentucio, majagranzas, zonzo, chorras, mastuerzo, mamacallos, ablandabrevas… Son sólo algunas de las formas de llamar a alguien tonto. Quien más, quien menos necesita alguna vez echar mano de un insulto para responder en alguna controversia o para definir a una persona, a pesar de la moda de lo "políticamente correcto".
Las hay para las más variadas situaciones y todas las clases, desde los muy ofensivos hasta los cariñosos, casi halagadores. Lo cierto es que nuestros insultos nos retratan, aseguran los autores del libro El arte del insulto (Editorial Península), los profesores de la Universidad de Granada Juan de Dios Luque, Antonio Pamies y Francisco José Manjón, que han estudiado durante los últimos tres años este campo que definen como "decálogo ingenuo y directo de nuestras conductas y creencias".El departamento de investigación léxica que Juan de Dios Luque dirige en la universidad granadina enfocó su trabajo en principio como un estudio lexicográfico de ámbito local, pero acabó siendo un estudio de los campos fundamentales del insulto en español, que comprende nada menos que cuatro mil vocablos, sin contar los específicos de Iberoamérica ni los locales.Reyes del insulto
La calle fije su principal fuente de inspiración y eso en español es decir bastante porque este idioma, aseguran estos expertos, es el que mayor número de palabras malsonantes incluye, mientras que en el último lugar en esta particular clasificación se situaría Japón, el país con mayor pobreza insultológica.
Continuando las clasificaciones, la palma de la variedad se la lleva "el oficio más viejo del mundo". El premio Nobel de Literatura español, Camilo José Cela, dijo conocer en 1964 hasta mil cien palabras para decir puta en español.La etimología de esta palabra, el insulto femenino por excelencia, no está muy clara, aunque curiosamente, el texto más antiguo que recoge la palabra puta es un mosaico del siglo XI donde aparece un texto en latín medieval, que está ubicado en la basílica de San Clemente de Roma.En torno al "núcleo duro" de puta (putangona, putón verbenero, puntón desorejado...) se van extendiendo sucesivas series relacionadas con el tema, aunque el grupo más estructurado, tal vez el más agresivo y despectivo, es el que hace referencia a la piel: pelleja y pelandusca en España, y en Hispanoamérica cuero, maleta y forro entre otros.También existen infinidad de eufemismos que, a base de su prolongada utilización, acaban por no alterar la realidad designada, como ya explicase bien Quevedo:A vosotras las busconas, damas de alquiler, sufridoras del trabajo, mujeres al trote, mullidoras del deleite, jornaleras de cópulas, hembras mortales, ninfas de daca y toma, vínculos de lujuria, lo cual traducido en castellano, quiere decir putas y cotorreras.
Y si puta es el insulto femenino por excelencia, cabrón es el masculino por antonomasia, según los autores de El arte del insulto. El hombre engañado por su mujer tiene múltiples denominaciones, como cornudo, astado, cabrito, enastado, caracol, macho cabrío, y también singulares frases echas, como ser el camero de Lanjarón: una libra de carne y el resto cuernos.
Lo cierto es que, en casi todas las culturas, el marido engañado, consentidor o no, está asociado a los cuernos. Esta metáfora podría tener una asociación con el buey y con sus actividades, como trabajo paciente, sacrificio, castración... En los tiempos de la Inquisición, esta institución perseguía a los maridos engañados que no tomaban las debidas represalias, paseándolos atados en un burro mirando hacia atrás, con un gorro que llevaba cuernos de ciervo, y la gente les escupía e insultaba. De ahí podría venir el proverbio castellano encima de cornudo, apaleado, que se usa para explicar situaciones paradójicas en que la víctima es castigada.Tras los citados "reyes del insulto" vendrían los de maricón y gilipollas, con sus múltiples variantes.En cualquier caso, el insulto puede ser también cariñoso, y así mariconazo o hijo de puta son utilizados efectivamente en el sur de España, en su debido contexto, mientras que en el norte se es más literal al usar estas y otras palabras.A la inversa, en Argentina y otros países de Sudamérica, y en el contexto de la ofensa "familiar", la palabra madre ha pasado a ser un insulto, sustituyéndose en su sentido habitual por la palabra "mamá".En México, echar madres o echar mentadas significa precisamente mentar a la madre, y existen eufemismos de "madre" tales como madrina, mañana y máquina.Ni político ni correcto
En general, utilizamos un escaso número de insultos dentro del amplio acerbo del español, según los autores de El arte del insulto, para quienes los jóvenes no tienen demasiado arte ni ingenio a la hora de insultar, y se limitan a emplear los más elementales.
Tampoco los políticos hacen buen uso de este arte, calificado así por estos expertos porque necesita ingenio y capacidad de creación y cambio.
El insulto es un decálogo de conductas y creenciasAdemás, es el único mecanismo de la lengua capaz de tipificar a cualquier persona, aunque a unos se les diga por la cara y a otros por la espalda.Juan de Dios Luque, Antonio Pamies y Francisco José Manjón van más allá y señalan que la moda de lo "políticamente correcto" en la lingüística es en realidad hipócrita y demagógica, y señalan algunos ejemplos extraídos del sarcástico The Of-ficial Politically Có-rrect Dictionary, traducidos literalmente "ir desfavorecido de pelo" para "calvo"; "cliente del sistema correccional", en vez de preso; "persona éticamente desorientada", en vez de criminal; "persona de imagen corporal alternativa", en vez de gordo, y "persona ópticamente limitada", en vez de ciego.En cualquier caso, para estos expertos, que ya preparan un diccionario del insulto, este arte no necesita defensa por la sencilla razón de que pertenece al patrimonio cultural de la humanidad.