GERMANIA, LA ESCULTORA DE LOS DEL REALISMO SOCIAL
Publicado en
noviembre 07, 2010
Simiente, Piedra andesita, 16.5cm x I2cm, 1973
Por Hernán Rodríguez
Son los años treinta. Siéntense los primeros síntomas de la irrupción de una generación. Como siempre, los adelantados, los impacientes son los artistas. Tres de Guayaquil escandalizan con un libro de cuentos desgarrados, crudos y malhablados. En arte, el coche generacional se produce en la vieja Escuela de Bellas Artes -de bucólicas galerías, en el verde corazón de La Alameda-. Los Mideros, Víctor -el pintor- y Luis -el escultor-, siguen con sus temas convencionales y sus formas neoclásicas. Los indios de Víctor son atléticos y hermosos; los proceres de los altorrelieves de Luis no son mestizos americanos: son semidioses griegos. Pero ese magisterio, acatado por lustros, de pronto se rechaza: los jóvenes aprendices de artistas quieren pintar o esculpir a las gentes de la tierra como la ven -seres recios sí, pero miserables, humillados-, y buscan formas que transmitan esa visión nueva, real hasta la desnudez, valiente, dura. El Expresionismo alemán de entre guerras y los grandes murales que en México trabajan pintores desmelenados les sugieren formas.
Y allí, en el corazón mismo del enfrentamiento generacional que da al Ecuador su primera expresión artística vigorosamente propia hallamos por primera vez a Germania Paz y Miño. Bella y a primera vista dulce, es tremendamente fuerte e intransigentemente personal. Nacida en el hogar de uno de los militares de la Revolución Juliana -la segunda gran transformación del país desde la Liberal- tiene aguda conciencia social y voluntad de enfrentarse a injusticias. Y quiere hacerlo en arte. Creando formas. Como escultora. Pero eso ¿es una profesión honorable? No importa: ha decidido ser artista desde que Roura Oxandaberro le enseñó los primeros secretos de la línea. Y seis años de estudio con Cassadío le han hecho escultora. Ahora lo es, más que en aula y taller, en los andamios. ¡Cómo le cuesta bajar de esos andamios desde los que modela grandes frisos!
Ancestro, Piedra andesita, 1973
Dice entonces esa voluntad de una nueva expresión escultórica nacional en un Pelotaris -jugador de nuestra homérica pelota de guante-, que empuñando aún el descomunal guante erizado de hierros reposa una fatiga que es más que la del encuentro, y luce una nobleza que no es ya la de las formas académicas. Y busca un nuevo modo de exaltar la grandeza de nuestros héroes en un busto de Atahualpa de cuello que violenta poderosamente las proporciones clásicas y de altivos rasgos indios.
Pero esta jovencita capaz de hacer cosas tan recias hace también La fuente de la vida -que presenta en la exposición anual de la Escuela, de 1933-, grupo de varón y mujer que, siendo recio, está transido de ternura. La mujer apoya su amorosa debilidad en el hombre, pero aferra el instrumento de labranza.
Pero Germania también pinta. Une sus formas neoexpresionistas recias, de aliento muralístico y contornos escultóricos, a naciente coro en el que comienza a destacarse un compañero de aula y gran amigo: un lojanito de apellido gringo, Kingman.
Termina la Escuela muy joven -entra en ella a los doce años- y viaja a Estados Unidos de Norteamérica. El New York Herald Tribune ve noticia en esa visita y la titula así: Ecuador girl depict.
En el país del norte expone pintura, y pinta y esculpe. Su sólida formación, su lúcida inquietud y una infatigable energía interior le granjean simpatías y admiraciones. La New School for Social Research le propone que se quede. Pero la joven quiteña quiere trabajar cerca de sus raíces y savia, y piensa que en la franciscana Quito es donde hay que sacudir e innovar: abrir ventanas hacia el inquieto exterior. Su conferencia sobre arte mexicano de la hora (que se publica: Apuntes sobre el arte mexicano, 1938) es eso; abrir ventanas.
Voracidad, acero, 65cm x 58cm
METALES PARA LAS FORMAS NUEVAS
Por los cuarentas cae sobre la obra de Germania un paréntesis de silencio, que es largo. Es un tiempo presedido por opciones vitales, que la mujer reclama a la artista. De ese túnel emerge esposa y madre. Y a esas realizaciones de su plenitud humana se añade la purgación del dolor: penosa enfermedad que llega a atarla a una silla de ruedas.
Pero la artista no ha muerto: ha vivido la vida latente, silenciosa pero tensa e intensa de la semilla. Esos limos de amor y dolor nutren la simiente.
Y en 1960 las formas así nutridas brotan a la luz. Germania presenta una obra completamente nueva. Desde el material: de la arcilla, la terracota y el cemento ha pasado al metal. Varillas de hierro con poderes para proyectarse en el espacio, finas, certeras, levitantes, con la ductilidad del trazo; láminas de metal que pueden acoger como cálices o abrirse como cotolas, esbozar gestos.
Aquella obra desconcierta ("Desconcertó con sus esculturas depuradas de toda materia inerte" -comenta El Comercio-); pero se impone: una de ellas, Anatomía del deseo, obtiene el gran premio adquisición del Mariano Aguilera de 1961. Sutil erotismo y lírica sensualidad dan carnalidad a los descarnados trazos espaciales del hierro forjado, y el cobre de doble forma oval confiere a juego tan libre la gravidez de fecundidad y vida. Sólo una mujer que sabe de amor y fecundidad ha podido exaltar así el deseo. Nupcial (de 1963) es tan sugestiva y honda como Anatomía del deseo.
Otras piezas del período sacrifican la libertad y finura del trazo metálico -con todos los espacios que crea- a la dureza y sordidez de los motivos: el cobre martillado se retuerce en Figura angustiada, se dobla sobre sí mismo en Figura triste, se abre como boca insaciable en Voracidad -expresión, según la artista, de la voracidad y demagogia velasquistas-, parece desgarrarse en Grito en el espacio.
Rostro, Piedra andesita, 1974
LA SEDUCCION DE LA ANDESITA
Y entonces, en pleno período del metal, aparece la piedra. En la más humilde de las funciones: es pedestal para piezas de hierro como Brisa en el mar o Figura angustiada. Pero aquella es una piedra durísima -discutan geólogos y artistas: alguno la llama granito; la artista la llamó siempre andesita-, con bellísimos verdes y ocres en su bruñida superficie. Y seduce a la artista. En 1973 presenta su primera muestra de andesitas, una de las exposiciones fundamentales de la escultura ecuatoriana de este siglo. Y en la carrera de Germania, salto espléndido. Cuando pocos años más tarde la Cancillería organiza la primera retrospectiva de la escultora, escribo en el catálogo: "El paso dado desde el metal a la piedra era un paso formal total: de la escultura de espacio se había pasado a la de volumen; de la sutileza -suerte de musicalización del metal-, a formas llenas, de tersas superficies pulidas; de modos en que dominaba lo abstracto a otros presididos por el expresionismo. Del metal que cantaba a la piedra grávida de voces y silencios".
Y cabe hallar otra importante diferencia: en la hora del hierro casi todo fue trabajo de la artista: imposición a un material neutro -casi prosaico- del mensaje visual; en esta hora de la piedra, material y concepto artístico están siempre en tenso diálogo. La artista no impone formas: las descubre.
Ese desnudamiento del mensaje que cada piedra encierra se da por dos caminos: uno, que emparenta con la primera etapa de la artista, expresionista, de señalamiento más o menos directo de la realidad social. Allí están Dama de sociedad: cabeza poco pensante, con su sombrerito de piedra; Nuestra bestia interior, fuerte, casi monstruosa; las cabezas graves, dolientes, de Campesinos, y la testa impresionante de El hombre de la boca gruesa.
El otro camino es simbólico o sígnico, y emparenta -claro que desde las solicitaciones de la piedra- con el abstracto de la artista.
Mendigo, óleo sobre tela, 1972
Cuando la retrospectiva del 77 escribo largo artículo en El Tiempo, y no resisto la tentación de traer acá su último párrafo, que se refiere a dos de estas piezas sígnicas: "Tallas como esa piedra que es matriz que acoge en sus labios óvulos de acero -Simiente- o aquella otra que funde en sus tres piezas el dintel, el ara y el yunque, en estupenda polisemia -Ancestro-, han logrado una doble plenitud: de belleza y de sentido. Son, pienso, la última sublimación de esa fuerza y ternura que han presidido la obra creadora de esta mujer fuerte del arte y la cultura nacional que es Germania de Breilh". Leo esto, que cumplió veinte años, y lo hallo exacto; por las limitaciones del texto escrito, un poco pobre. Las dos piezas están en mi colección; pertenecen a mi entorno cultural, y siempre me fascinan y sugieren. Tienen con especial plenitud lo que pedimos al arte.
"Germania, nuestra escultora máxima" -escribió Benjamín Carrión. Demasiado elegante para publicarse y discreta hasta el exceso ante lo que llegue con el hueco sonar de bombos y platillos, es para públicos menos informados -entre los cuales hay que incluir, dolorosamente, jóvenes artistas y hasta escultores y escultoras- una desconocida. Para la gran aldea total y su red audiovisual noticia bastante completa de su vida y obra corre en un CD-rom, el primero que se hace de artista ecuatoriano. Cabe esperar el gran libro -el libro es aún el libro-, y entretanto que se multipliquen noticias, aunque sean, como esta, tan cortas.