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noviembre 21, 2010
Después de un siglo, todavía se encuentran usos nuevos para la famosa navaja suiza.
Por Rudolph ChelminskiLOS ASTRONAUTAS que iban en un transbordador espacial las usaron para pelar cables, reconectar enchufes eléctricos y, en una ocasión célebre, para reparar a bordo del Laboratorio Espacial un horno reflector que estaba fallando. El médico canadiense John Ross las utilizó para hacer amputaciones en Uganda. En el monte Everest, cubierto por un alud y a punto de quedarse sin oxígeno, el montañista británico Joe Tasker empleó una para cortar su tienda de campaña antes de desmayarse. En seguida respiró aire fresco y logró salir de ella.
Tasker ingresó así en el nutrido "club" que tiene una deuda de gratitud con una tesonera familia de apellido Elsener y una compañía llamada Victorinox, fabricante de la navaja suiza reglamentaria en el Ejército de su país.Situada en Ibach, del cantón de Schwyz, pintoresca ciudad ubicada a la sombra de la nevada montaña Mythen, la Victorinox obtuvo, hace más de un siglo, su primer contrato para fabricar navajas para el Ejército suizo. Pero su producto estrella ha rebasado, desde hace mucho tiempo, los límites de su cuna en los Alpes. De hecho, la fábrica Victorinox tiene todo un archivador de testimonios llegados de personas de todo el mundo, cuya vida es mejor, más segura y más fácil gracias a la famosa navaja de bolsillo que lleva en uno de sus costados la cruz suiza.¿Quieren ustedes una carta? O, en este caso, ¿un mensaje electrónico? Es de un español, uno de esos hombres que se tiran desde el cielo sin abrir durante un rato el paracaídas, y que sólo se identificó como "Caída Libre". En una reunión de paracaidistas celebrada en 1998, en Quincy, Illinois, explicó, las cuerdas de su paracaídas se le enredaron en la pierna. "Estaba a 2100 metros", escribió, "unos 40 segundos antes de dar en tierra". Tras sacar su navaja Victorinox de un bolsillo, cortó las dos cuerdas. "En pocos segundos volví a entrar en caída libre, a 750 metros del suelo. Abrí mi paracaídas de reserva, y aterricé sano y salvo".Los admiradores más fervientes de esta herramienta no necesariamente son temerarios. Veamos el caso de Pierre Maenner, de Colmar, Francia. Dice que en unas vacaciones de un mes con su familia experimentó una "intensa satisfacción" al tallar cuatro juegos de ajedrez completos con su navaja.Thomas Black es otro satisfecho propietario de este instrumento. Como profesor voluntario en Siberia, lo utilizó para apretar bisagras y reparar grifos de agua. También talló un bastón y un pez, instaló un teléfono, reparó una computadora, cortó telas, clavó clavos y peló papas.Black incluso encendió una fogata, con la lupa plegadiza que se esconde entre las hojas de la navaja. "No hubo un solo día en que no la utilizara", escribió.Ésta es, precisamente, la clase de palabras que le encanta oír a Carl Elsener, el octogenario jefe y cerebro de Victorinox. De chispeantes ojos cafés tras unas gafas, de fácil sonrisa y melena blanca, Elsener es el tercer hombre que ha administrado la empresa familiar desde que su abuelo, Karl, la fundó en 1884.LA HISTORIA COMENZO en 1891, después de que el Ejército suizo introdujo nuevas raciones de emergencia, enlatadas, y adoptó un fusil que necesitaba un destornillador para desarmarlo y rearmarlo: tarea básica que tienen que desempeñar todos los soldados. La Navaja del Soldado incorporó entonces una hoja, un destornillador para el fusil, un abrelatas para las raciones y un escariador para las sillas de montar y los arneses de cuero. Sigue estando en uso entre los soldados suizos.
Pero, al principio, Karl pasó dificultades con su pequeña empresa de cuchillería, y en su primer contrato con el Ejército perdió dinero. Por consiguiente, creó la "Navaja del Oficial", instrumento más ligero y elegante, que también desempeñaba más funciones. Aunque no fue incluida en el equipo oficial del Ejército suizo, tuvo un éxito instantáneo y dio un sólido impulso a la empresa.Desde entonces, los descendientes de Karl han estado añadiéndole detalles y mejorando el proceso de fabricación, con el espíritu de alegre innovación que parece estar en los genes de la familia Elsener. Existen más de 100 modelos, tan llenos de útiles herramientas que la gente de Victorinox ya no recuerda quién inventó cada cosa.Además, dar crédito por alguna innovación es mucho menos importante que conservar la armonía en el taller. Con un personal de 960 trabajadores, Elsener se enorgullece de que la compañía nunca haya despedido a un obrero por causa de una recesión desde que él está al frente.Aun así, me fue imposible dejar de preguntarle por un asunto particularmente fascinante: el minúsculo destornillador para apretar esos tornillitos que siempre se aflojan en las gafas. Esta pequeña obra maestra de la invención tiene un mango en forma de tornillo de Arquímedes, que se introduce en el tornillo arquimédico del sacacorchos, añadiendo así otra función sin ocupar espacio extra. ¿Quién pensó en semejante maravilla? ORGULLOSO: "Mi vida son las navajas", dice el cerebro de la Victorinox, Carl ElseneElsener pareció incómodo. "Bueno, en realidad fui yo", dice. "¿Sabe usted? Mi vida son las navajas. Pienso en ellas las 24 horas del día". Incontables personas deben su vida a ese tipo de dedicación, pues la atención médica de urgencia parece ser la segunda naturaleza de la navaja del Ejército suizo. Por ejemplo, sirvió para practicar la traqueotomía a un niño, en un vuelo de Indian Airlines. Y cuando un muchacho irlandés fue atropellado por un auto, se utilizó la célebre navaja para hacerle un drenaje torácico y salvarle la vida.¿Y qué decir del comandante de la Armada argentina, Diego García Quiroga? Su Victorinox detuvo una bala durante la Guerra de las Malvinas en 1982. La navaja, que muestra el impacto, está a la vista en una placa de la sala de guardia de su unidad en la Base Naval de Mar del Plata. García tiene una extraña cicatriz en el muslo.Una pequeña empresa suiza, la Wenger, produce toda una línea de cuchillos para el Ejército, notablemente similares a los Victorinox, y Cari Elsener los elogia sin reserva. "Son muy buenos. Los nuestros son un poco mejores".Pero las imitaciones chinas son otra historia. "Son cinco veces más baratas, pero su calidad es veinte veces inferior", dice Elsener. "Esto es sumamente dañino para nuestra reputación, porque muchos confunden sus navajas con las nuestras".SIN EMBARGO, nadie debería confundir una copia con un original, ni pensar que la compañía no está a la altura de cualquier desafío. Por ejemplo, la Victorinox se vio afectada por las drásticas medidas de seguridad que se impusieron en los aeropuertos de todo el mundo después del 11 de septiembre.
Las tiendas donde no se pagan impuestos habían sido los mejores lugares de venta de navajas de bolsillo, pero ese mercado desapareció de la noche a la mañana, y las ventas cayeron en 30 por ciento. La empresa está tratando de resolver el problema empacando sus navajas en nuevas fundas de plástico que no puedan abrirse sin un instrumento como un abrelatas (o una navaja del Ejército suizo).Esta rápida y hábil reacción a una emergencia de ventas es característica del espíritu imaginativo que reina en Ibach. Conforme se añaden nuevas funciones a cada modelo, las navajas suizas engordan y se hacen mejores, más útiles y más pesadas, hasta llegar a su máxima expresión, la apoteosis: la Campeona Suiza, con 33 funciones que van desde desprendedor de peces en un anzuelo hasta bolígrafo. La Campeona Suiza hoy se encuentra en la Colección de Diseño del Museo de Arte Moderno de Nueva York.Vi un modelo que colgaba del extremo de una cadena de plata que desaparecía en el bolsillo de Cari Elsener. "¡Ah, eso!", dijo. "Ése es nuestro modelo altímetro". Del bolsillo surgió un bello artículo rojo de mango semitransparente: dos hojas y destornilladores, abrelatas, destornillador para anteojos, tijeras, sacacorchos, escariador, aguja de coser, gancho de usos múltiples, pelador de cables, alfiler, palillo de dientes, pinzas... y un altímetro digital integrado al mango.¡Desde luego! Todos necesitamos estar informados de la altitud, ¿verdad? (La oficina de Elsener, en el primer piso, se encuentra a 489 metros sobre el nivel del mar.)¿Hay alguna otra novedad? Bueno, allí están el Viajero (Voyager), con cronómetro y despertador integrados, la navajita Signatura (Signature), con linterna y pluma, y la Ciberherramienta (Cyber Tool), para reparar una computadora."Con la miniaturización de la electrónica", dice Elsener, "tenemos muchas posibilidades de añadir funciones nuevas".No entró en detalles. Pero hay rumores inevitables de teléfonos celulares y hasta de localizadores por satélite.¿Necesita alguien, en realidad, todas esas funciones? No importa. Las navajas del Ejército suizo representan el sueño secreto que late en el corazón de todo hombre, de cualquier lugar, que no ha abandonado por completo sus fantasías infantiles de ser vaquero, montañista o explorador, listo para enfrentarse a cualquier emergencia y superar cualquier peligro.