Publicado en
octubre 17, 2010
¡Volando voy! Florencia, 1665. Sepulturero forense del hospital de Santa Maña Nuova, especialista en la recomposición de esqueletos. Para que uno de ellos se reencarnara en ave, nuestro ilustrador tuvo que echar mano del Photoshop; pero hay quienes realmente creen que el alma va adoptando distintos cuerpos a lo largo del tiempo.El mito de la ReencarnaciónMucha gente, y no sólo los fíeles de las religiones orientales, tiene la creencia de que su alma, su energía o su esencia individual viven varías vidas en cuerpos diferentes. Miguel Ángel Sabadell, físico y divulgador, analiza y desmonta este mito a la luz de la ciencia.
En 1923 nació Jagdish Chandra en Bareilly, al norte de la India. Cuando tenía tres años y medio empezó a contarle a su padre, el abogado K.K.N. Sahay, que su nombre real era Jai Copal y que su auténtico progenitor se llamaba Babu Pandey -apellido de una casta sacerdotal. Afirmaba que él mismo, su madre y su hermano habían muerto, y que su familia tenía coche -una rareza en aquella época-. Describió a algunos parientes e incluso dio detalles sobre su casa. Sahay averiguó a través de un periódico que Jai Gopal había existido de verdad en Benarés, una de las siete ciudades sagradas del hinduismo, a 500 kilómetros de su ciudad. Decidido a comprobar la información, viajó hasta allí y confirmó los detalles proporcionados por el niño, que incluso fue interrogado por Pandey, su supuesto padre en el pasado. Curiosamente, la familia anterior de Jagdish era de clase alta, mientras que la nueva vivía casi en la pobreza.Este es uno de los relatos en los que se apoyan los defensores de la reencarnación. Posee todos los elementos clásicos de los casos que el psiquiatra Ian Stevenson, de la Universidad de Virginia, en EE UU, investigó durante 40 años, hasta su muerte en 2007. Si se puede hablar de una aproximación científica al fenómeno de la reencarnación, la referencia obligada -y casi única- es Stevenson. El astrofísico y divulgador Carl Sagan opinaba que el de este psiquiatra era uno de los pocos trabajos sobre un hecho paranormal que merecía ser analizado, aunque las pruebas aportadas fueran débiles.Las más de 2.500 historias que Stevenson recogió a lo largo de su vida le llevaron a concluir que "la reencarnación no sólo es la única explicación, sino que, además, es la mejor para los casos más documentados en los que un chico realiza un considerable número de afirmaciones correctas -20 o 30- sobre otra persona que vivió en un lugar distante y con la cual ni él ni su familia han tenido contacto". ¿Realmente es así?LA TRANSMIGRACIÓN, UN FAVOR EXCLUSIVO PARA CREYENTES
Según se desprende de sus documentos, todo suele comenzar cuando un niño o una niña de dos a seis años empieza a contar situaciones que parecen haber sido vividas en una existencia previa. En algunos casos, la familia se esfuerza por comprobar si lo que relata está relacionado con la vida de algún muerto,- en otros, los parientes castigan al pequeño porque creen que recordar una vida anterior le hará morir joven. Sin embargo, toda esa cháchara sobre el pasado se va atenuando con el tiempo, y el reencarnado cada vez habla menos de ello hasta que al final deja de hacerlo, como si se hubiese desvanecido de su memoria.
Curiosamente, estos recuerdos espontáneos se dan de manera casi exclusiva en personas pertenecientes a determinadas culturas, pero nadie ha podido aclarar por qué. El propio Stevenson comparó 52 testimonios de reencarnaciones en Turquía con 28 de Sri Lanka y 47 en la tribu de los tlingit de Alaska. Todos los reencarnados turcos provenían de la secta chií de los alevíes, cuyo sistema de creencias niega la posibilidad de que se produzca un cambio de género de una vida a otra. Y qué casualidad, el psiquiatra no encontró en Turquía ningún caso que contradijera esta regla, cosa que sí sucedió en los otros pueblos. Lo cierto es que las características del renacimiento son diferentes según las convicciones del sujeto implicado. Esta es una importante objeción que ningún reencarnacionista explica.La única respuesta que ofrece Stevenson es que "quizás núestras creencias determinan nuestro destino. Si crees que regresarás como miembro de tu fe, lo harás". No resulta nada convincente. Es mucho más probable que bajo esta dependencia cultural subyazca una variante de lo que en psicología se conoce como profecía autocumplida: lo que nos ocurre está influenciado por nuestras expectativas y predicciones. Es decir, la percepción de la realidad se transforma por los propios deseos y miedos. Esto explica por qué la Virgen María se aparece sólo a católicos y no a sintoístas, musulmanes o budistas. El mismo mecanismo de sugestión se puso de manifiesto en 1979, cuando el antropólogo David Barker y la psicóloga Satwant Pasricha entrevistaron a 91 personas en el estado de Uttar Pradesh, donde creció el joven Jagdish, y encontraron que el 21% recordaba una existencia pasada. Entre ellos, la mayor parte eran hombres de religión hindú, pertenecientes a las castas más bajas y, además, los hermanos pequeños de la casa. Como Jagdish, todos decían que provenían de una conocida familia acomodada. ¿No tendrá algo que ver con esto el interés de los padres por mejorar el futuro de su hijo? En opinión del mago e investigador de fenómenos paranormales canadiense James Randi, es evidente que si un niño pobre demuestra ser la reencarnación de un difunto de buena cuna, tiene muchas más posibilidades de que sus ricos parientes lo adopten.
:¿Qué hay de nuevo? Tras la muerte, el alma abandona el cuerpo sin vida -arriba- para buscar otro en el que alojarse, según los reencarnacionistas.Otro punto flaco de la hipótesis reencarnacionista es el de la proximidad espacial: la distancia máxima que separa al muerto del nuevo dueño de su alma raras veces supera los 50 kilómetros. El caso de Jagdish es una excepción; lo normal es que la recorporación ocurra entre miembros del mismo poblado. Un patrón tan constante sólo se puede explicar por el carácter cultural del fenómeno: la única forma de que el niño obtenga información sobre su supuesta vida previa es que le llegue de su entorno. De hecho, algunos psicólogos explican esos recuerdos como fantasías de la infancia -es el caso del amigo imaginario- modeladas por padres y familiares mediante preguntas y sugerencias que terminan por conseguir que el pequeño elabore la imagen espuria de una persona muerta. Si en ese momento aparece un investigador con prejuicios positivos, supondrá que se enfrenta a una reencarnación.
Una anciana de Togo presenta el nuevo bebé -recorporación de un ancestro- a la comunidad en un ritual.GRAVES ANOMALIAS EN LOS ESTUDIOS BASADOS EN ENTREVISTAS
Pero los principales problemas de los estudios de Stevenson son metodológicos; por ejemplo, su fuerte dependencia de los intérpretes. El libro más famoso del psiquiatra, “Veinte casos que hacen pensar en la reencarnación”, tuvo que ser publicado por su propia universidad porque el editor original se retiró del proyecto al descubrir que el traductor empleado por Stevenson le había engañado. De hecho, su trabajo no cumple los estándares de los métodos de investigación propios de la etnografía y la antropología, disciplinas en las que el trabajo científico involucra el modo en que las personas se ven a sí mismas y a su mundo.
En estudios como los de Stevenson, basados en los datos que se extraen de las entrevistas, es esencial tener en cuenta que estas "son susceptibles de producir las mismas falsificaciones, engaños, exageraciones y distorsiones que caracterizan el intercambio verbal entre cualquier tipo de personas", señalan Steve J. Taylor y Robert Bogdan, de la Universidad de Syracuse, en EE UU. "Es posible que haya una gran discrepancia entre lo que los entrevistados dicen y lo que realmente hacen", apostillan estos científicos sociales.¿POR QUÉ NADIE RECUERDA LO SUCEDIDO ENTRE DOS VIDAS?
Esta es sólo una primera fuente de ruido informativo, a la que se une la barrera del idioma. Si el investigador desconoce la lengua del sujeto al que estudia, debe ponerse en manos de un traductor. Todos los datos que recibe pasan por dos filtros: el del entrevistado y el del intérprete. Esto introduce una importante incertidumbre en la calidad de los datos recogidos. A todo esto debemos añadir la imposibilidad de contrastar la información. Como procede de una única fuente la familia del menor, resulta complicado discernir qué parte del relato es real y cuál es una construcción. Stevenson afirmó que ese punto debía decidirlo el propio investigador. El hecho de que un paso tan determinante como este dependa de criterios subjetivos anula cualquier intento de sacar algo en claro.
Por otro lado, todos los trabajos a favor de la reencarnación están teñidos por el prejuicio de confirmación: el investigador está tan interesado en corroborar su hipótesis que cierra los ojos ante cualquier dato que pueda invalidarla. Así, todos los casos positivos hallados por Stevenson le sirvieron para demostrar la reencarnación, pero nunca llegó a cuestionar sus ideas ante las evidencias proporcionadas por los casos negativos. Un ejemplo es la historia de un niño que nació un día antes de que el anterior propietario de su espíritu muriera. El psiquiatra jamás lo consideró una prueba contra su hipótesis de partida, simplemente descartó el detalle porque creyó que era irrelevante. Desde luego, con este sesgo es imposible obtener alguna conclusión científica.Multitud de cuestiones sin resolver ponen en evidencia que el supuesto misterio de la reencarnación hace aguas por todas partes. ¿Por qué casi nadie rememora lo sucedido entre dos vidas? Peor aún, ¿por qué no recordamos todas nuestras existencias, sino sólo la inmediatamente precedente? ¿Qué razón hay para que este fenómeno se dé sólo en la población de una extracción social y cultural específica? Son preguntas para las que nadie ofrece una respuesta sólida, quizás porque estamos ante un constructo social y no frente a un hecho objetivo. Tampoco Stevenson y sus colegas han podido aclarar por qué los niños dejan de hablar de sus otras vidas a medida que llegan a la adolescencia. ¿No será porque dejan de jugar con sus amigos imaginarios?Resulta importante señalar que el recuerdo espontáneo estudiado por Stevenson es propio de países asiáticos. Pero los occidentales no se podían quedar fuera de esta fascinante corriente espiritual y en la década de 1970 encontraron el camino para transportarse al pasado: la regresión hipnótica.
Dibujo chino de la reencarnación de animales. La novela "Maldito Karma" ironiza sobre esta posibilidad.OCCIDENTE SE DEJA HIPNOTIZAR POR FARSANTES Y GURÚS

Según sus adeptos, la hipnosis estimula el resurgimiento de nuestra personalidad previa, ¡y sin tener que viajar a la India! La precursora de la moda fue una tal Virginia Tighe, de Pueblo, en Colorado, que en 1952 fue hipnotizada por Morey Bernstein. Al entrar en trance, Tighe empezó a relatar con todo lujo de pormenores una vida anterior en la ciudad irlandesa de Cork bajo el nombre de Bridey Murphy. Durante la hipnosis, hablaba incluso con acento irlandés. Pero pronto salieron a la luz detalles que revelaron una realidad mucho más prosaica y la incompetencia de Bernstein. La primera pista fue clave: Tíghe había tenido una vecina que pasó su juventud en Irlanda y solía contarle historias de allí. Se llamaba... Bridey Murphy. También se descubrió que Tighe había participado en obras teatrales y recitado monólogos irlandeses con el acento apropiado durante su época en el instituto.
Este vergonzoso engaño no arredró a los nuevos expertos en regresiones hipnóticas. Uno de ellos fue Arnall Bloxham, un psicoterapeuta galés que en la dé-cada de los 70 defendía ideas tan acientíficas como el origen psicológico del reumatismo. De los 400 casos de reencarnación que Bloxham analizó, el más llamativo fue el de su compatriota Jane Evans, una mujer que dio detalles de seis vidas previas. En una había sido doncella de Jacques Coeur, un rico comerciante francés del siglo XV que fue conocido como el hombre más poderoso del reino de Carlos VII. Precisamente, Coeur era citado en el best seller de 1926 “El misterio de las catedrales”, de un autor no identificado que firmó como Fulcanelli. El libro habla del personaje como un "maestro alquimista" y asegura que podía convertir metales en plata. Según declaró Bloxham, Evans describió "el interior y exterior de la magnífica casa de Coeur, e incluso dio detalles de las esculturas que había sobre la chimenea en el salón de banquetes". Realmente impresionante, salvo por el insignificante detalle de que el palacio de Coeur, en la ciudad gala de Bourges, es una de las casas más fotografiadas de Francia. No obstante, el error más llamativo y sorprendente es que la doncella Evans dijo que Coeur no se casó nunca ni tuvo descendencia, cuando en realidad sí lo hizo y fue padre de cinco hijos. Quizás sus errores se deban a que recopiló los datos sobre el comerciante francés de la novela de Thomas B. Costain “The moneyman”, que no mencionaba su matrimonio.FRAUDES QUE SE DESTAPAN EN CUANTO LA CIENCIA LOS TOCA
Las otras vidas de esta mujer galesa contienen aún más inconsistencias. Por ejemplo, dijo haber sido una judía en el York inglés del siglo XII, y rememoró cómo era obligada a vestir prendas con unos círculos amarillos que ponían de manifiesto su condición religiosa. Sin embargo, ese tipo de identificadores no se usaron hasta el siglo XIII y no eran círculos amarillos, sino rayas blancas. En otra ocasión aseguró haber vivido en Inglaterra en la época del emperador Constantino I (272-337). Sus detalladas descripciones han permitido encontrar la fuente de información: la novela “The living Wood” del lamoso autor católico del siglo XX Louis de Wohl. Sus recuerdos seguían el mismo orden que los sucesos de la novela, e incluso Evans decía haber hablado con algunos de sus personajes, como Valerius y Curio.
Cuestión cultural. La Rueda del Tiempo del budismo tibetano representa los reinos en los que el alma puede renacer.¿Son ambas mujeres un fraude? Sí, pero no porque hayan sido conscientes de estar mintiendo. Ambas pudieron ser víctimas de la criptomnesia o el recuerdo oculto, una alteración de la memoria que consiste en recordar cosas con la particularidad de que se olvidan la fuente de información y su proceso de obtención.Por otro lado, los defensores de la reencarnación afirman que algunos sujetos renacidos son capaces de hablar lenguas que no conocen. En 1984, la lingüista Sarah G. Thomason, de la Universidad de Michigan, revisó los tres ejemplos más impresionantes de este fenómeno paranormal conocido como xenoglosia. En el primer caso, el investigador había supuesto que el individuo se expresaba en búlgaro a pesar de que nunca había aprendido ese idioma. Thomason descubrió que realmente era un batiburrillo de sonidos eslavos, no un lenguaje. En la segunda historia, un joven decía hablar en gaélico porque era la reencarnación de un francés del siglo XIV... ¡pero en Francia nunca se ha utilizado el gaélico! El tercer caso trataba sobre una mujer que decía haber sido apache. Por eso se expresaba como los indios en las películas de Hollywood: "Jau, jau, jau".
Cremación en Bali (Indonesia), donde se practica el hinduismo, otra tradición religiosa reencarnacionista.AL BANQUILLO DE LOS ACUSADOS POR UNA FALSA EVOCACIÓN
A todo ello hay que añadir que los testimonios obtenidos durante una hipnosis carecen de credibilidad desde los años 80, cuando en EE UU se descubrió que va-rias personas acusadas de haber cometido abusos sexuales con menores eran inocentes. La única prueba contra ellos era la memoria reprimida de las víctimas, recuperada décadas después por psicoterapeutas hipnotizadores.
El trabajo de los psicólogos Elisabeth Loflus y Nicholas Spanos demostró que en realidad se habían creado falsos recuerdos en las mentes de los pacientes. Tal es la poca fiabilidad de estos procedimientos que hasta el propio lan Stevenson los criticó, diciendo que "prácticamente todas esas personalidades evocadas bajo hipnosis son totalmente imaginarias, como lo es el contenido de nuestros sueños". Las investigaciones realizadas por Spanos en los años noventa son demoledoras. Este psicólogo de la universidad Carleton, en Ottawa (Canadá), demostró que las existencias pasadas son constructos mentales, y la prueba está en el comportamiento de los sujetos.
¿Qué dices, teutona? En 1975, en Virginia (EE UU), Carroll Jay sometía a su mujer a sesiones de hipnosis en las que ella, en alemán -lengua que no hablaba-, decía ser la germana Gretchen Gottlieb, muerta en 1870.Los pacientes de Spanos actuaban como si fueran otra persona, pero sus recuerdos dejaban la impostura al descubierto. Por ejemplo, los que hablaban de su Inglaterra del siglo XVI, lo hacían con los patrones "usados por escritores y guionistas de cine para dar ese sabor a siglo XVI, más que con el verdadero inglés renacentista", indica Spanos. En la misma línea, un hombre que decía ser la reencarnación de un piloto de caza de la fuerza aérea nipona no tenía ni idea de cuál era el nombre del emperador de Japón en 1940.Desde un punto de vista filosófico, la reencarnación es una forma extrema de dualismo en el que un mismo espíritu va mudando de cuerpo a medida que pasa el tiempo. "Como un hombre deja sus viejos vestidos y se pone otros nuevos, así el espíritu deja su cuerpo mortal y se viste con uno nuevo", reza un panfleto informativo. Por tanto, la personalidad no reside en el cerebro, ni tan siquiera necesita un cuerpo con el que estar conectado al mundo material. Que semejante afirmación contradiga todos nuestros conocimientos de neurología no causa ningún tipo de reparo ni siquiera al psiquiatra Stevenson, según el cual existe algo parecido a un disco duro etérico que almacena la personalidad de todos los humanos.
Ellos no eligen. Los budistas tibetanos creen que algunos niños son la reencarnación de un lama, como este pequeño -derecha-, que posa frente al retrato de su antecesor. A la izquierda, Osel Hita, el granadino que fue identificado como el lama Yeshe; fue recluido en un monasterio en la India desde los 6 hasta tos 18 años.Es obvio que para un reencarnacionista los padres biológicos no aportan otra cosa que el cuerpo, por lo que uno no debería sentir demasiado apego por ellos. ¿Cómo escoge el alma en qué cuerpo debe entrar? Muy sencillo: elige aquel que más se ajusta a sus necesidades. Así, si un niño desarrolla gusto por la música no es porque lo haya mamado desde bebé en su casa -como le pasó a Bach-, sino porque en otra vida fue músico y ha escogido un cuerpo y una familia en consonancia. Siguiendo este razonamiento, uno se pregunta qué estaba buscando el alma de Jack el Destripador o la del monstruo de Amstetten.CREEN QUE EL ALMA VIGILA EL COITO DE SUS PRÓXIMOS PAPÁS
El filósofo idealista J. M. E. McTaggart (1866-1925) ilustró esta idea con una analogía muy gráfica. Cualquiera que pasease por el Londres de principios del siglo XX vería muchos señores con sombrero. La cabeza no está diseñada para ajustarse al sombrero, ni este se ha hecho para encajar en la testa de su portador. Cada hombre eligió el suyo de entre los disponibles en una tienda. Algo parecido sucede en la selección de los padres. Los escogemos por la similitud de su carácter al nuestro, pero no causamos el nacimiento del cuerpo que vamos a ocupar.
Para Yasutani Roshi, maestro zen de principios del siglo XX, el ser intermedio entre dos vidas tiene "el misterioso poder de ver, sentir y encontrar a sus futuros padres e incluso vigilar la relación sexual en la cual va a ser concebido". Algo fascinante, pues, dejando a un lado la peculiar experiencia de ejercer de voyeur con los propios progenitores, implica la capacidad de saber a priori qué eyaculación de papá será la que embarace a mamá. Y eso, a pesar de que los datos científicos señalan que el 70% de los óvulos fecundados no llega a anidar en el útero. Los teóricos no explican satisfactoriamente cómo las almas realizan esa prospección paterna. Para uno de los líderes budistas británicos, Francis Story (1910-1972), es una especie de fuerza mental la que atrae el alma hacia la pareja adecuada.Una de las piedras angulares de los creyentes en la reencarnación es la ley del karma: "El mundo es justo y la justicia está igualada a la retribución". Todo lo bueno que me ocurre es una recompensa a mi comportamiento bondadoso y todo lo malo, un castigo.EL BIEN Y EL MAL SE TAMBALEAN EN LA BALANZA KÁRMICA
Es justo lo que le sucede a la protagonista de la divertida y exitosa novela “Maldito Karma” de David Salier, una presentadora de televisión que, tras morir en un accidente, se reencarna en hormiga por sus actos inmorales del pasado. Este sistema de recompensas y escarmientos refuerza la afirmación del crítico social Henry Louis Mencken: "La gente dice que necesitamos religión cuando lo que realmente quiere decir es que quiere policía".
Con el alma al aire 28 sarcófagos con forma de búfalo arden durante una ceremonia en Balí (Indonesia) para liberar los espíritus hasta que hallen nuevos cuerpos.Creer en la ley del karma implica admitir que los juicios morales pueden validarse de manera objetiva independientemente de la cultura. Además, es simplista en exceso. Todos sabemos lo que resulta decidir qué es bueno y qué es malo. Por ejemplo, imagina que un misil se dirige hacia una urbanización con 300 indivi-duos. Puedes desviar el misil, que caerá en una casa donde vive una única persona. ¿Lo harías? ¿Y si la persona que está sola en casa es tu madre? ¿Cómo sabemos qué es lo correcto si no hay escrito un código de derecho kármico?Podríamos preguntarnos qué castigo le espera al que se porta mal. La respuesta nos la da Christmas Humphreys, juez y fundador de la Sociedad Budista Británica en 1924, que hasta su muerte, en 1983, fue uno de sus líderes más respetados del budismo anglosajón: "Quien sufre lo hace por su uso deliberado del libre albedrío", decía su libro Karma and Rebirth. No debemos mostrar lástima por "lisiados, enanos y aquellos que han nacido ciegos o sordos", porque "son producto de sus propias acciones pasadas". En lugar de compadecer su suerte o aliviarles, tendríamos que "ayudarles a apreciar su propia responsabilidad para que puedan deshacer lo mal hecho, cuyo resultado se ha manifestado en ellos mismos".Del mismo modo, quien haya tenido una vida modélica y muera tras sufrir una dolorosa enfermedad -o en un accidente de tráfico por culpa de un conductor borra-cho- también lo merecerá, pues algo habrá hecho en una vida anterior. Las víctimas del Titanic, del 11-S o del 11-M lo tenían merecido. ¡El mundo es justo!Ahora bien, ¿quién controla el albarán de los actos realizados por un ser humano? ¿Quién dice lo que está bien o está mal? ¿Quién determina el valor del pago? ¿Cómo se trasladan todas estas decisiones a la realidad? Muchos gobiernos matarían por una maquinaria burocrática capaz de hilar tan fino como la que consi-guió que seis millones de almas se encarnaran en el cuerpo de esos pobres judíos asesinados por los nazis y así pagaran por sus males kármicos de vidas anteriores.ESTA VEZ SERÁS… !UNA HORMIGA!
En contra de lo que creen muchos occidentales, las reencarnaciones no tienen ni comienzo ni final. Es la rueda del karma. En la obra hinduista Bhagavad Gita, escrita en 500 a. C., el dios Krishna asegura que el duelo por la muerte de un ser querido es inapropiado porque "lo eterno en el hombre no puede morir". Cuando estas ideas se importan a Occidente y tratan de encajarse en nuestra visión judeocristiana, sus defensores no saben qué hacer con un pasado infinito, sin comienzo. Su estratega es hacer como si no lo hubieran oído.
Un colega ladrador. De modo similar, a los occidentales les gusta pensar que "los seres humanos sólo se reencarnan en humanos", como dice la mística actriz Shirley MacLaine, hoy gurú de la New Age. Reniegan de la posibilidad de pasar a ser un animal, una planta o incluso una cosa. Sin embargo, se trata de creencias muy extendidas, y no sólo en la India. Se cuenta que el matemático griego del siglo VI A.C. Pitágoras increpó a una persona que pegaba a un perro porque reconoció la voz de un amigo en el ladrido del animal. En los textos sagrados hindúes se en-seña que el malvado se reencarna en insectos, y los campesinos del norte de la India contaron al antropólogo Oscar Lewis que los culpables de crímenes horribles se reencarnaban ¡en jarros!.
Los supervivientes de un atentado -en la foto, en Paquistán- tienden a creer en la reencarnación.ENFERMEDAD, DOLOR Y FE
La creencia en la reencarnación está muy extendida y en ocasiones se asocia a la vivencia de un trance doloroso. Por ejemplo, en Nigeria, que cuenta con un 50% de población musulmana, existe una gran incidencia de casos de anemia falciforme, una enfermedad hereditaria. Mucha gente piensa que los niños sufren esta dolencia por la acción del espíritu Ogbanje, un enfermo crónico que se reencarna una y otra vez dentro de su familia.
Sorprendentemente, entre un quinto y un cuarto de la población de los Estados Unidos también cree de alguna manera en este fenómeno paranormal, algo que puede estar relacionado con el poso cultural dejado por los nativos americanos.Pero además, entre los estadounidenses, quienes más firmemente confían en el paso del alma a un nuevo cuerpo, son personas que han sobrevivido a ataques violentos y son víctimas de estrés postraumático, un trastorno de ansiedad posterior a un episodio muy perturbador unido a un daño físico.UN SISTEMA DE CREENCIAS EN EL QUE LA VÍCTIMA ES CULPABLE
La importante teósofa Annie Besant (1847-1933) escribió en su obra The Ancient Wisdom que "en ningún caso ningún hombre sufre por lo que no se merece", una idea que comparte la actriz y simpática ideóloga de la Nueva Era Shirley MacLaine. El sentido común se rebela ante quienes son capaces de afirmar algo como lo que dijo Besant: "No puedo ayudar a este hombre, pues lo que está sufriendo es su karma".
En consecuencia, quizás deberíamos creer que los reencarnacionistas no van al médico cuando se sienten enfermos, ni tan siquiera aceptan la maniobra de Heimlich si se atragantan con el hueso de una aceituna. Ante semejantes desatinos, sólo puede decirse una cosa: por desgracia, el mundo es cruel y no se convertirá en un sitio mejor si degradamos a las víctimas.Fuente: MUY INTERESANTE ESPAÑA - ENERO 2010