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    T 15 (20 min)


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    T 17 (45 min)

    ---------------------

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    Fade In Down


    Fade In Up


    Fade In Left


    Fade In Right


    Flash


    Flip


    Flip In X


    Flip In Y


    Heart Beat


    Jack In The box


    Jello


    Light Speed In


    Pulse


    Roll In


    Rotate In


    Rotate In Down Left


    Rotate In Down Right


    Rotate In Up Left


    Rotate In Up Right


    Rubber Band


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    ÍNDICE
  • FAVORITOS
  • Instrumental
  • 12 Mornings - Audionautix - 2:33
  • Allegro (Autumn. Concerto F Major Rv 293) - Antonio Vivaldi - 3:35
  • Allegro (Winter. Concerto F Minor Rv 297) - Antonio Vivaldi - 3:52
  • Americana Suite - Mantovani - 7:58
  • An Der Schonen Blauen Donau, Walzer, Op. 314 (The Blue Danube) (Csr Symphony Orchestra) - Johann Strauss - 9:26
  • Annen. Polka, Op. 117 (Polish State Po) - Johann Strauss Jr - 4:30
  • Autumn Day - Kevin Macleod - 3:05
  • Bolereando - Quincas Moreira - 3:04
  • Ersatz Bossa - John Deley And The 41 Players - 2:53
  • España - Mantovani - 3:22
  • Fireflies And Stardust - Kevin Macleod - 4:15
  • Floaters - Jimmy Fontanez & Media Right Productions - 1:50
  • Fresh Fallen Snow - Chris Haugen - 3:33
  • Gentle Sex (Dulce Sexo) - Esoteric - 9:46
  • Green Leaves - Audionautix - 3:40
  • Hills Behind - Silent Partner - 2:01
  • Island Dream - Chris Haugen - 2:30
  • Love Or Lust - Quincas Moreira - 3:39
  • Nostalgia - Del - 3:26
  • One Fine Day - Audionautix - 1:43
  • Osaka Rain - Albis - 1:48
  • Read All Over - Nathan Moore - 2:54
  • Si Señorita - Chris Haugen.mp3 - 2:18
  • Snowy Peaks II - Chris Haugen - 1:52
  • Sunset Dream - Cheel - 2:41
  • Swedish Rhapsody - Mantovani - 2:10
  • Travel The World - Del - 3:56
  • Tucson Tease - John Deley And The 41 Players - 2:30
  • Walk In The Park - Audionautix - 2:44
  • Naturaleza
  • Afternoon Stream - 30:12
  • Big Surf (Ocean Waves) - 8:03
  • Bobwhite, Doves & Cardinals (Morning Songbirds) - 8:58
  • Brookside Birds (Morning Songbirds) - 6:54
  • Cicadas (American Wilds) - 5:27
  • Crickets & Wolves (American Wilds) - 8:56
  • Deep Woods (American Wilds) - 4:08
  • Duet (Frog Chorus) - 2:24
  • Echoes Of Nature (Beluga Whales) - 1h00:23
  • Evening Thunder - 30:01
  • Exotische Reise - 30:30
  • Frog Chorus (American Wilds) - 7:36
  • Frog Chorus (Frog Chorus) - 44:28
  • Jamboree (Thundestorm) - 16:44
  • Low Tide (Ocean Waves) - 10:11
  • Magicmoods - Ocean Surf - 26:09
  • Marsh (Morning Songbirds) - 3:03
  • Midnight Serenade (American Wilds) - 2:57
  • Morning Rain - 30:11
  • Noche En El Bosque (Brainwave Lab) - 2h20:31
  • Pacific Surf & Songbirds (Morning Songbirds) - 4:55
  • Pebble Beach (Ocean Waves) - 12:49
  • Pleasant Beach (Ocean Waves) - 19:32
  • Predawn (Morning Songbirds) - 16:35
  • Rain With Pygmy Owl (Morning Songbirds) - 3:21
  • Showers (Thundestorm) - 3:00
  • Songbirds (American Wilds) - 3:36
  • Sparkling Water (Morning Songbirds) - 3:02
  • Thunder & Rain (Thundestorm) - 25:52
  • Verano En El Campo (Brainwave Lab) - 2h43:44
  • Vertraumter Bach - 30:29
  • Water Frogs (Frog Chorus) - 3:36
  • Wilderness Rainshower (American Wilds) - 14:54
  • Wind Song - 30:03
  • Relajación
  • Concerning Hobbits - 2:55
  • Constant Billy My Love To My - Kobialka - 5:45
  • Dance Of The Blackfoot - Big Sky - 4:32
  • Emerald Pools - Kobialka - 3:56
  • Gypsy Bride - Big Sky - 4:39
  • Interlude No.2 - Natural Dr - 2:27
  • Interlude No.3 - Natural Dr - 3:33
  • Kapha Evening - Bec Var - Bruce Brian - 18:50
  • Kapha Morning - Bec Var - Bruce Brian - 18:38
  • Misterio - Alan Paluch - 19:06
  • Natural Dreams - Cades Cove - 7:10
  • Oh, Why Left I My Hame - Kobialka - 4:09
  • Sunday In Bozeman - Big Sky - 5:40
  • The Road To Durbam Longford - Kobialka - 3:15
  • Timberline Two Step - Natural Dr - 5:19
  • Waltz Of The Winter Solace - 5:33
  • You Smile On Me - Hufeisen - 2:50
  • You Throw Your Head Back In Laughter When I Think Of Getting Angry - Hufeisen - 3:43
  • Halloween-Suspenso
  • A Night In A Haunted Cemetery - Immersive Halloween Ambience - Rainrider Ambience - 13:13
  • A Sinister Power Rising Epic Dark Gothic Soundtrack - 1:13
  • Acecho - 4:34
  • Alone With The Darkness - 5:06
  • Atmosfera De Suspenso - 3:08
  • Awoke - 0:54
  • Best Halloween Playlist 2023 - Cozy Cottage - 1h17:43
  • Black Sunrise Dark Ambient Soundscape - 4:00
  • Cinematic Horror Climax - 0:59
  • Creepy Halloween Night - 1:54
  • Creepy Music Box Halloween Scary Spooky Dark Ambient - 1:05
  • Dark Ambient Horror Cinematic Halloween Atmosphere Scary - 1:58
  • Dark Mountain Haze - 1:44
  • Dark Mysterious Halloween Night Scary Creepy Spooky Horror Music - 1:35
  • Darkest Hour - 4:00
  • Dead Home - 0:36
  • Deep Relaxing Horror Music - Aleksandar Zavisin - 1h01:28
  • Everything You Know Is Wrong - 0:46
  • Geisterstimmen - 1:39
  • Halloween Background Music - 1:01
  • Halloween Spooky Horror Scary Creepy Funny Monsters And Zombies - 1:21
  • Halloween Spooky Trap - 1:05
  • Halloween Time - 0:57
  • Horrible - 1:36
  • Horror Background Atmosphere - Pixabay-Universfield - 1:05
  • Horror Background Music Ig Version 60s - 1:04
  • Horror Music Scary Creepy Dark Ambient Cinematic Lullaby - 1:52
  • Horror Sound Mk Sound Fx - 13:39
  • Inside Serial Killer 39s Cove Dark Thriller Horror Soundtrack Loopable - 0:29
  • Intense Horror Music - Pixabay - 1:37
  • Long Thriller Theme - 8:00
  • Melancholia Music Box Sad-Creepy Song - 3:42
  • Mix Halloween-1 - 33:58
  • Mix Halloween-2 - 33:34
  • Mix Halloween-3 - 58:53
  • Mix-Halloween - Spooky-2022 - 1h19:23
  • Movie Theme - A Nightmare On Elm Street - 1984 - 4:06
  • Movie Theme - Children Of The Corn - 3:03
  • Movie Theme - Dead Silence - 2:56
  • Movie Theme - Friday The 13th - 11:11
  • Movie Theme - Halloween - John Carpenter - 2:25
  • Movie Theme - Halloween II - John Carpenter - 4:30
  • Movie Theme - Halloween III - 6:16
  • Movie Theme - Insidious - 3:31
  • Movie Theme - Prometheus - 1:34
  • Movie Theme - Psycho - 1960 - 1:06
  • Movie Theme - Sinister - 6:56
  • Movie Theme - The Omen - 2:35
  • Movie Theme - The Omen II - 5:05
  • Música - 8 Bit Halloween Story - 2:03
  • Música - Esto Es Halloween - El Extraño Mundo De Jack - 3:08
  • Música - Esto Es Halloween - El Extraño Mundo De Jack - Amanda Flores Todas Las Voces - 3:09
  • Música - For Halloween Witches Brew - 1:07
  • Música - Halloween Surfing With Spooks - 1:16
  • Música - Spooky Halloween Sounds - 1:23
  • Música - This Is Halloween - 2:14
  • Música - This Is Halloween - Animatic Creepypasta Remake - 3:16
  • Música - This Is Halloween Cover By Oliver Palotai Simone Simons - 3:10
  • Música - This Is Halloween - From Tim Burton's The Nightmare Before Christmas - 3:13
  • Música - This Is Halloween - Marilyn Manson - 3:20
  • Música - Trick Or Treat - 1:08
  • Música De Suspenso - Bosque Siniestro - Tony Adixx - 3:21
  • Música De Suspenso - El Cementerio - Tony Adixx - 3:33
  • Música De Suspenso - El Pantano - Tony Adixx - 4:21
  • Música De Suspenso - Fantasmas De Halloween - Tony Adixx - 4:01
  • Música De Suspenso - Muñeca Macabra - Tony Adixx - 3:03
  • Música De Suspenso - Payasos Asesinos - Tony Adixx - 3:38
  • Música De Suspenso - Trampa Oscura - Tony Adixx - 2:42
  • Música Instrumental De Suspenso - 1h31:32
  • Mysterios Horror Intro - 0:39
  • Mysterious Celesta - 1:04
  • Nightmare - 2:32
  • Old Cosmic Entity - 2:15
  • One-Two Freddys Coming For You - 0:29
  • Out Of The Dark Creepy And Scary Voices - 0:59
  • Pandoras Music Box - 3:07
  • Peques - 5 Calaveras Saltando En La Cama - Educa Baby TV - 2:18
  • Peques - A Mi Zombie Le Duele La Cabeza - Educa Baby TV - 2:49
  • Peques - Halloween Scary Horror And Creepy Spooky Funny Children Music - 2:53
  • Peques - Join Us - Horror Music With Children Singing - 1:58
  • Peques - La Familia Dedo De Monstruo - Educa Baby TV - 3:31
  • Peques - Las Calaveras Salen De Su Tumba Chumbala Cachumbala - 3:19
  • Peques - Monstruos Por La Ciudad - Educa Baby TV - 3:17
  • Peques - Tumbas Por Aquí, Tumbas Por Allá - Luli Pampin - 3:17
  • Scary Forest - 2:37
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    Fecha
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    Hora, Minutos y Segundos
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    VELOCIDAD-TIEMPO

    Tiempo Movimiento

    Tiempo entre Movimiento

    Rotar
    ROTAR-VELOCIDAD

      45     90  

      135     180  
    ROTAR-VELOCIDAD

    ▪ Parar

    ▪ Normal

    ▪ Restaurar Todo
    VARIOS
    Alarma 1
    ALARMA 1

    ACTIVADA
    SINCRONIZAR

    ▪ Si
    ▪ No


    Seleccionar Minutos

      1     2     3  

      4     5     6  

      7     8     9  

      0     X  




    REPETIR-APAGAR

    ▪ Repetir

    ▪ Apagar Sonido

    ▪ No Alarma


    REPETIR SONIDO
    1 vez

    ▪ 1 vez (s)

    ▪ 2 veces

    ▪ 3 veces

    ▪ 4 veces

    ▪ 5 veces

    ▪ Indefinido


    SONIDO

    Actual:
    1

    ▪ Ventana de Música

    ▪ 1-Alarma-01
    - 1

    ▪ 2-Alarma-02
    - 18

    ▪ 3-Alarma-03
    - 10

    ▪ 4-Alarma-04
    - 8

    ▪ 5-Alarma-05
    - 13

    ▪ 6-Alarma-06
    - 16

    ▪ 7-Alarma-08
    - 29

    ▪ 8-Alarma-Carro
    - 11

    ▪ 9-Alarma-Fuego-01
    - 15

    ▪ 10-Alarma-Fuego-02
    - 5

    ▪ 11-Alarma-Fuerte
    - 6

    ▪ 12-Alarma-Incansable
    - 30

    ▪ 13-Alarma-Mini Airplane
    - 36

    ▪ 14-Digital-01
    - 34

    ▪ 15-Digital-02
    - 4

    ▪ 16-Digital-03
    - 4

    ▪ 17-Digital-04
    - 1

    ▪ 18-Digital-05
    - 31

    ▪ 19-Digital-06
    - 1

    ▪ 20-Digital-07
    - 3

    ▪ 21-Gallo
    - 2

    ▪ 22-Melodia-01
    - 30

    ▪ 23-Melodia-02
    - 28

    ▪ 24-Melodia-Alerta
    - 14

    ▪ 25-Melodia-Bongo
    - 17

    ▪ 26-Melodia-Campanas Suaves
    - 20

    ▪ 27-Melodia-Elisa
    - 28

    ▪ 28-Melodia-Samsung-01
    - 10

    ▪ 29-Melodia-Samsung-02
    - 29

    ▪ 30-Melodia-Samsung-03
    - 5

    ▪ 31-Melodia-Sd_Alert_3
    - 4

    ▪ 32-Melodia-Vintage
    - 60

    ▪ 33-Melodia-Whistle
    - 15

    ▪ 34-Melodia-Xiaomi
    - 12

    ▪ 35-Voz Femenina
    - 4

    Alarma 2
    ALARMA 2

    ACTIVADA
    Avatar - Elegir
    AVATAR - ELEGIR

    Desactivado SM
    ▪ Abrir para Selección Múltiple

    ▪ Cerrar Selección Múltiple
    AVATAR 1-2-3

    Avatar 1

    Avatar 2

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    AVATAR 1-2-3

    Avatar1

    Avatar 2

    Avatar 3
    AVATAR 4-5-6-7

    Avatar 4

    Avatar 5

    Avatar 6

    Avatar 7
    TAMAÑO

    Avatar 1(
    10%
    )


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    10%
    )


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    )


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    10%
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    10%
    )


    Avatar 7(
    10%
    )

      20     40  

      60     80  

    100
    Más - Menos

    10-Normal
    ▪ Quitar
    Colores - Posición Paleta
    Elegir Color o Colores
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    Sepia
    (1 - 100)
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    Fondo - Opacidad
    Generalizar
    GENERALIZAR

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    DESACTIVAR

    ▪ Animar Reloj
    ▪ Avatares y Cambio Automático
    ▪ Bordes Color, Cambio automático y Sombra
    ▪ Filtros
    ▪ Filtros, Cambio automático
    ▪ Fonco 1 - Color y Cambio automático
    ▪ Fondo 2 - Color y Cambio automático
    ▪ Fondos Texto Color y Cambio automático
    ▪ Imágenes para Efectos y Cambio automático
    ▪ Mover-Voltear-Aumentar-Reducir Imagen del Slide
    ▪ Ocultar Reloj
    ▪ Ocultar Reloj - 2
    ▪ Reloj y Avatares 1-2-3 Movimiento Automático
    ▪ Rotar-Voltear-Rotación Automático
    ▪ Tamaño
    ▪ Texto - Color y Cambio automático
    ▪ Tiempo entre efectos
    ▪ Tipo de Letra y Cambio automático
    Imágenes para efectos
    Mover-Voltear-Aumentar-Reducir Imagen del Slide
    M-V-A-R IMAGEN DEL SLIDE

    VOLTEAR-ESPEJO

    ▪ Voltear

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    SUPERIOR-INFERIOR

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    ▪ Centrar

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    Abajo - Arriba
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    Normal
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    PROGRAMACIÓN

    Programar Reloj
    PROGRAMAR RELOJ

    DESACTIVADO
    ▪ Activar

    ▪ Desactivar

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    ▪ Guardar
    H= M= R=
    -------
    H= M= R=
    -------
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    Programar Estilo
    PROGRAMAR ESTILO

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    ▪ Activar

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    H= M= E=
    -------
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    Programar RELOJES
    PROGRAMAR RELOJES


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    Relojes a cambiar

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    19 20

    T X


    Programar ESTILOS
    PROGRAMAR ESTILOS


    DESACTIVADO
    ▪ Activar

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    Cambiar cada

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    ESTILOS #

    A B C D

    E F G H

    I J K L

    M N O P

    Q R S T

    U TODO X


    Programar lo Programado
    PROGRAMAR LO PROGRAMADO

    DESACTIVADO
    ▪ Activar

    ▪ Desactivar
    Programación 1

    Reloj:
    h m

    Estilo:
    h m

    RELOJES:
    h m

    ESTILOS:
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    Programación 2

    Reloj:
    h m

    Estilo:
    h m

    RELOJES:
    h m

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    Programación 3

    Reloj:
    h m

    Estilo:
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    RELOJES:
    h m

    ESTILOS:
    h m
    Almacenado en RELOJES y ESTILOS

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    ▪6
    Borrar Programación
    HORAS

    1 2 3 4 5

    6 7 8 9 0

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    MINUTOS

    1 2 3 4 5

    6 7 8 9 0

    X


    IMÁGENES PERSONALES

    Esta opción permite colocar de fondo, en cualquier sección de la página, imágenes de internet, empleando el link o url de la misma. Su manejo es sencillo y práctico.

    Ahora se puede elegir un fondo diferente para cada ventana del slide, del sidebar y del downbar, en la página de INICIO; y el sidebar y la publicación en el Salón de Lectura. A más de eso, el Body, Main e Info, incluido las secciones +Categoría y Listas.

    Cada vez que eliges dónde se coloca la imagen de fondo, la misma se guarda y se mantiene cuando regreses al blog. Así como el resto de las opciones que te ofrece el mismo, es independiente por estilo, y a su vez, por usuario.

    FUNCIONAMIENTO

  • Recuadro en blanco: Es donde se colocará la url o link de la imagen.

  • Aceptar Url: Permite aceptar la dirección de la imagen que colocas en el recuadro.

  • Borrar Url: Deja vacío el recuadro en blanco para que coloques otra url.

  • Quitar imagen: Permite eliminar la imagen colocada. Cuando eliminas una imagen y deseas colocarla en otra parte, simplemente la eliminas, y para que puedas usarla en otra sección, presionas nuevamente "Aceptar Url"; siempre y cuando el link siga en el recuadro blanco.

  • Guardar Imagen: Permite guardar la imagen, para emplearla posteriormente. La misma se almacena en el banco de imágenes para el Header.

  • Imágenes Guardadas: Abre la ventana que permite ver las imágenes que has guardado.

  • Forma 1 a 5: Esta opción permite colocar de cinco formas diferente las imágenes.

  • Bottom, Top, Left, Right, Center: Esta opción, en conjunto con la anterior, permite mover la imagen para que se vea desde la parte de abajo, de arriba, desde la izquierda, desde la derecha o centrarla. Si al activar alguna de estas opciones, la imagen desaparece, debes aceptar nuevamente la Url y elegir una de las 5 formas, para que vuelva a aparecer.


  • Una vez que has empleado una de las opciones arriba mencionadas, en la parte inferior aparecerán las secciones que puedes agregar de fondo la imagen.

    Cada vez que quieras cambiar de Forma, o emplear Bottom, Top, etc., debes seleccionar la opción y seleccionar nuevamente la sección que colocaste la imagen.

    Habiendo empleado el botón "Aceptar Url", das click en cualquier sección que desees, y a cuantas quieras, sin necesidad de volver a ingresar la misma url, y el cambio es instantáneo.

    Las ventanas (widget) del sidebar, desde la quinta a la décima, pueden ser vistas cambiando la sección de "Últimas Publicaciones" con la opción "De 5 en 5 con texto" (la encuentras en el PANEL/MINIATURAS/ESTILOS), reduciendo el slide y eliminando los títulos de las ventanas del sidebar.

    La sección INFO, es la ventana que se abre cuando das click en .

    La sección DOWNBAR, son los tres widgets que se encuentran en la parte última en la página de Inicio.

    La sección POST, es donde está situada la publicación.

    Si deseas eliminar la imagen del fondo de esa sección, da click en el botón "Quitar imagen", y sigues el mismo procedimiento. Con un solo click a ese botón, puedes ir eliminando la imagen de cada seccion que hayas colocado.

    Para guardar una imagen, simplemente das click en "Guardar Imagen", siempre y cuando hayas empleado el botón "Aceptar Url".

    Para colocar una imagen de las guardadas, presionas el botón "Imágenes Guardadas", das click en la imagen deseada, y por último, click en la sección o secciones a colocar la misma.

    Para eliminar una o las imágenes que quieras de las guardadas, te vas a "Mi Librería".
    MÁS COLORES

    Esta opción permite obtener más tonalidades de los colores, para cambiar los mismos a determinadas bloques de las secciones que conforman el blog.

    Con esta opción puedes cambiar, también, los colores en la sección "Mi Librería" y "Navega Directo 1", cada uno con sus colores propios. No es necesario activar el PANEL para estas dos secciones.

    Así como el resto de las opciones que te permite el blog, es independiente por "Estilo" y a su vez por "Usuario". A excepción de "Mi Librería" y "Navega Directo 1".

    FUNCIONAMIENTO

    En la parte izquierda de la ventana de "Más Colores" se encuentra el cuadro que muestra las tonalidades del color y la barra con los colores disponibles. En la parte superior del mismo, se encuentra "Código Hex", que es donde se verá el código del color que estás seleccionando. A mano derecha del mismo hay un cuadro, el cual te permite ingresar o copiar un código de color. Seguido está la "C", que permite aceptar ese código. Luego la "G", que permite guardar un color. Y por último, el caracter "►", el cual permite ver la ventana de las opciones para los "Colores Guardados".

    En la parte derecha se encuentran los bloques y qué partes de ese bloque permite cambiar el color; así como borrar el mismo.

    Cambiemos, por ejemplo, el color del body de esta página. Damos click en "Body", una opción aparece en la parte de abajo indicando qué puedes cambiar de ese bloque. En este caso da la opción de solo el "Fondo". Damos click en la misma, seguido elegimos, en la barra vertical de colores, el color deseado, y, en la ventana grande, desplazamos la ruedita a la intensidad o tonalidad de ese color. Haciendo esto, el body empieza a cambiar de color. Donde dice "Código Hex", se cambia por el código del color que seleccionas al desplazar la ruedita. El mismo procedimiento harás para el resto de los bloques y sus complementos.

    ELIMINAR EL COLOR CAMBIADO

    Para eliminar el nuevo color elegido y poder restablecer el original o el que tenía anteriormente, en la parte derecha de esta ventana te desplazas hacia abajo donde dice "Borrar Color" y das click en "Restablecer o Borrar Color". Eliges el bloque y el complemento a eliminar el color dado y mueves la ruedita, de la ventana izquierda, a cualquier posición. Mientras tengas elegida la opción de "Restablecer o Borrar Color", puedes eliminar el color dado de cualquier bloque.
    Cuando eliges "Restablecer o Borrar Color", aparece la opción "Dar Color". Cuando ya no quieras eliminar el color dado, eliges esta opción y puedes seguir dando color normalmente.

    ELIMINAR TODOS LOS CAMBIOS

    Para eliminar todos los cambios hechos, abres el PANEL, ESTILOS, Borrar Cambios, y buscas la opción "Borrar Más Colores". Se hace un refresco de pantalla y todo tendrá los colores anteriores o los originales.

    COPIAR UN COLOR

    Cuando eliges un color, por ejemplo para "Body", a mano derecha de la opción "Fondo" aparece el código de ese color. Para copiarlo, por ejemplo al "Post" en "Texto General Fondo", das click en ese código y el mismo aparece en el recuadro blanco que está en la parte superior izquierda de esta ventana. Para que el color sea aceptado, das click en la "C" y el recuadro blanco y la "C" se cambian por "No Copiar". Ahora sí, eliges "Post", luego das click en "Texto General Fondo" y desplazas la ruedita a cualquier posición. Puedes hacer el mismo procedimiento para copiarlo a cualquier bloque y complemento del mismo. Cuando ya no quieras copiar el color, das click en "No Copiar", y puedes seguir dando color normalmente.

    COLOR MANUAL

    Para dar un color que no sea de la barra de colores de esta opción, escribe el código del color, anteponiendo el "#", en el recuadro blanco que está sobre la barra de colores y presiona "C". Por ejemplo: #000000. Ahora sí, puedes elegir el bloque y su respectivo complemento a dar el color deseado. Para emplear el mismo color en otro bloque, simplemente elige el bloque y su complemento.

    GUARDAR COLORES

    Permite guardar hasta 21 colores. Pueden ser utilizados para activar la carga de los mismos de forma Ordenada o Aleatoria.

    El proceso es similiar al de copiar un color, solo que, en lugar de presionar la "C", presionas la "G".

    Para ver los colores que están guardados, da click en "►". Al hacerlo, la ventana de los "Bloques a cambiar color" se cambia por la ventana de "Banco de Colores", donde podrás ver los colores guardados y otras opciones. El signo "►" se cambia por "◄", el cual permite regresar a la ventana anterior.

    Si quieres seguir guardando más colores, o agregar a los que tienes guardado, debes desactivar, primero, todo lo que hayas activado previamente, en esta ventana, como es: Carga Aleatoria u Ordenada, Cargar Estilo Slide y Aplicar a todo el blog; y procedes a guardar otros colores.

    A manera de sugerencia, para ver los colores que desees guardar, puedes ir probando en la sección MAIN con la opción FONDO. Una vez que has guardado los colores necesarios, puedes borrar el color del MAIN. No afecta a los colores guardados.

    ACTIVAR LOS COLORES GUARDADOS

    Para activar los colores que has guardado, debes primero seleccionar el bloque y su complemento. Si no se sigue ese proceso, no funcionará. Una vez hecho esto, das click en "►", y eliges si quieres que cargue "Ordenado, Aleatorio, Ordenado Incluido Cabecera y Aleatorio Incluido Cabecera".

    Funciona solo para un complemento de cada bloque. A excepción del Slide, Sidebar y Downbar, que cada uno tiene la opción de que cambie el color en todos los widgets, o que cada uno tenga un color diferente.

    Cargar Estilo Slide. Permite hacer un slide de los colores guardados con la selección hecha. Cuando lo activas, automáticamente cambia de color cada cierto tiempo. No es necesario reiniciar la página. Esta opción se graba.
    Si has seleccionado "Aplicar a todo el Blog", puedes activar y desactivar esta opción en cualquier momento y en cualquier sección del blog.
    Si quieres cambiar el bloque con su respectivo complemento, sin desactivar "Estilo Slide", haces la selección y vuelves a marcar si es aleatorio u ordenado (con o sin cabecera). Por cada cambio de bloque, es el mismo proceso.
    Cuando desactivas esta opción, el bloque mantiene el color con que se quedó.

    No Cargar Estilo Slide. Desactiva la opción anterior.

    Cuando eliges "Carga Ordenada", cada vez que entres a esa página, el bloque y el complemento que elegiste tomará el color según el orden que se muestra en "Colores Guardados". Si eliges "Carga Ordenada Incluido Cabecera", es igual que "Carga Ordenada", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia. Si eliges "Carga Aleatoria", el color que toma será cualquiera, y habrá veces que se repita el mismo. Si eliges "Carga Aleatoria Incluido Cabecera", es igual que "Aleatorio", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia.

    Puedes desactivar la Carga Ordenada o Aleatoria dando click en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria".

    Si quieres un nuevo grupo de colores, das click primero en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria", luego eliminas los actuales dando click en "Eliminar Colores Guardados" y por último seleccionas el nuevo set de colores.

    Aplicar a todo el Blog. Tienes la opción de aplicar lo anterior para que se cargue en todo el blog. Esta opción funciona solo con los bloques "Body, Main, Header, Menú" y "Panel y Otros".
    Para activar esta opción, debes primero seleccionar el bloque y su complemento deseado, luego seleccionas si la carga es aleatoria, ordenada, con o sin cabecera, y procedes a dar click en esta opción.
    Cuando se activa esta opción, los colores guardados aparecerán en las otras secciones del blog, y puede ser desactivado desde cualquiera de ellas. Cuando desactivas esta opción en otra sección, los colores guardados desaparecen cuando reinicias la página, y la página desde donde activaste la opción, mantiene el efecto.
    Si has seleccionado, previamente, colores en alguna sección del blog, por ejemplo en INICIO, y activas esta opción en otra sección, por ejemplo NAVEGA DIRECTO 1, INICIO tomará los colores de NAVEGA DIRECTO 1, que se verán también en todo el blog, y cuando la desactivas, en cualquier sección del blog, INICIO retomará los colores que tenía previamente.
    Cuando seleccionas la sección del "Menú", al aplicar para todo el blog, cada sección del submenú tomará un color diferente, según la cantidad de colores elegidos.

    No plicar a todo el Blog. Desactiva la opción anterior.

    Tiempo a cambiar el color. Permite cambiar los segundos que transcurren entre cada color, si has aplicado "Cargar Estilo Slide". El tiempo estándar es el T3. A la derecha de esta opción indica el tiempo a transcurrir. Esta opción se graba.

    SETS PREDEFINIDOS DE COLORES

    Se encuentra en la sección "Banco de Colores", casi en la parte última, y permite elegir entre cuatro sets de colores predefinidos. Sirven para ser empleados en "Cargar Estilo Slide".
    Para emplear cualquiera de ellos, debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; luego das click en el Set deseado, y sigues el proceso explicado anteriormente para activar los "Colores Guardados".
    Cuando seleccionas alguno de los "Sets predefinidos", los colores que contienen se mostrarán en la sección "Colores Guardados".

    SETS PERSONAL DE COLORES

    Se encuentra seguido de "Sets predefinidos de Colores", y permite guardar cuatro sets de colores personales.
    Para guardar en estos sets, los colores deben estar en "Colores Guardados". De esa forma, puedes armar tus colores, o copiar cualquiera de los "Sets predefinidos de Colores", o si te gusta algún set de otra sección del blog y tienes aplicado "Aplicar a todo el Blog".
    Para usar uno de los "Sets Personales", debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; y luego das click en "Usar". Cuando aplicas "Usar", el set de colores aparece en "Colores Guardados", y se almacenan en el mismo. Cuando entras nuevamente al blog, a esa sección, el set de colores permanece.
    Cada sección del blog tiene sus propios cuatro "Sets personal de colores", cada uno independiente del restoi.

    Tip

    Si vas a emplear esta método y quieres que se vea en toda la página, debes primero dar transparencia a todos los bloques de la sección del blog, y de ahí aplicas la opción al bloque BODY y su complemento FONDO.

    Nota

    - No puedes seguir guardando más colores o eliminarlos mientras esté activo la "Carga Ordenada o Aleatoria".
    - Cuando activas la "Carga Aleatoria" habiendo elegido primero una de las siguientes opciones: Sidebar (Fondo los 10 Widgets), Downbar (Fondo los 3 Widgets), Slide (Fondo de las 4 imágenes) o Sidebar en el Salón de Lectura (Fondo los 7 Widgets), los colores serán diferentes para cada widget.

    OBSERVACIONES

    - En "Navega Directo + Panel", lo que es la publicación, sólo funciona el fondo y el texto de la publicación.

    - En "Navega Directo + Panel", el sidebar vendría a ser el Widget 7.

    - Estos colores están por encima de los colores normales que encuentras en el "Panel', pero no de los "Predefinidos".

    - Cada sección del blog es independiente. Lo que se guarda en Inicio, es solo para Inicio. Y así con las otras secciones.

    - No permite copiar de un estilo o usuario a otro.

    - El color de la ventana donde escribes las NOTAS, no se cambia con este método.

    - Cuando borras el color dado a la sección "Menú" las opciones "Texto indicador Sección" y "Fondo indicador Sección", el código que está a la derecha no se elimina, sino que se cambia por el original de cada uno.
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    ANICETO EL GALLO (Hilario Ascasubi)

    Publicado en agosto 01, 2010
    Gacetero prosista y gauchi-poeta argentino
    (Obra Completa)

    HOMENAJE
    A la memoria del doctor don FLORENCIO VARELA, el patriota e ilustrado publicista Argentino, víctima sacrificada por el puñal de los tiranos del Río de la Plata, a la libertad de las Repúblicas Argentina y Oriental del Uruguay.

    París, 2 de agosto de 1872.

    Hasta que... no quiera Dios,
    se aproveche algún cualquiera
    de todo nuestro sudor.
    CHANO.

    Nº 1
    Buenos Aires. - Año de 1853.

    Esta gaceta saldrá una vez por semana, allá por el jueves o viernes, que es día de los pobres, pues la escribirá un gaucho pobre.

    Prosa del trato entre el imprentero y yo

    Ahora noches pasadas, con permiso de mi comendante, me amanecí payando en un fandango, donde me compromisé con una mocita muy donosa y seguidora a largar cada semana una gaceta gaucha, con argumentos y compuestos a favor de nuestro aquel, en la justa causa que defiende la Guardia Nacional. ¡Ah, criollos!

    Esa mesma noche hubo en el baile una jugada juertaza, como que toda la mozada anda platuda, y yo, que no andaba cortao, les prendí, seguiditas siete suertes morrudas al paro; de manera que amanecí muy enrestao, y medio divertido. Me largué de allí a comprar un poncho lindo y unas botas a la moda, con borlas, que me costaron una barbaridá de plata; y al fin no me costaron nada más que haber echao suerte.

    Así fue que sin recatiar largué el mono por el par de botas, y al tiro me las puse y salí a la calle, porque es la moda en esta patriada; y entre la gente de ajuera y de adentro hay muchos jefes y soldaos y paisanos que hoy se ponen las bolas así con borlas; a la cuenta echarán suertes al paro.

    En fin, salí de la zapatería y me fui a buscar un imprentero para tratar por la hechura de mi gaceta: y preguntando en la Polecía me dijieron que vivía uno, de allí de la cárcel, calle arriba.
    Para allá rumbié hasta que di con la casa del imprentero.

    Entré por una puerta grandota, y a la zurda del zaguán estaba un cuarto abierto; y queriendo colarme en él, trompecé fiero en los umbrales de la puerta, y enredao en el poncho salí al medio del cuarto haciendo cabriolas, pero con el sombrero en la mano y dando los buenos días a un hombre de antiojos que allí estaba, y que me pareció carcamán, el cual se retobó al verme, y echando mano a un garrote me dijo a gritos:

    -Oiga Vd., animal: ésta no es la pulpería para entrarse cayendo.

    -Dispénseme, patrón, yo venía...

    -¡Qué patrón ni qué borrico! váyase Vd. a dormirla...

    -Señor, yo no vengo mamao, sino por ver si, pagándole su trabajo, me hace el cariño de mandarme aprensar.

    -Vaya Vd. a que lo aprense el demonio, y le sacará un barril de aguardiente. -Pronto, salga Vd. fuera.

    Bueno, bueno, patroncito, me largaré, ya que ni por plata me quiere aprensar mi gaceta de gaucho.

    -¿Cómo? ¿pues qué, Vd. quiere hacer imprimir algo?

    -Mesmamente, señor.

    -Si se hubiese Vd. explicado...

    -Me turbé, patrón.

    -Y bien ¿qué quiere Vd. mandar imprimir? ¿Un periódico?

    -Cabal: acertó, patroncito.

    -Pero, eso demanda gastos; ¿tiene Vd. cómo pagarlos?

    -Velay, le dará su trabajo adelantao, y nos acomodaremos, alvirtiéndole que no soy mozo lechero.

    Entonces eché mano a mi tirador y saqué un rollo de papeles overos-rosaos, que le largué al hombre sobre una mesa, y el Uropeo viejo abrió tamaño ojo a la mosca.

    -Bueno, bueno. Se le imprimirá a Vd. su periódico; pero, para no comprometerme, necesito saber en qué género... escribirá Vd.

    -¿En qué género dice? en papel.

    -Sin duda: pero, no es eso: de qué materia o asunto tratará Vd. en su gaceta.

    -No hablaré de materia, señor, porque me da asco, pero trataré de toda laya de asuntos.

    -¿De veras?

    -¡Oh! ¿y qué se ha pensao?

    -¿Con que Vd. se encuentra capaz de escribir un periódico?

    -Valiente, patrón: ¡pues no he de ser capaz! Mire, señor, de balde me ve de facha infeliz; yo soy hombre corrido, sabido, leído y escribido, porque de charabón me agarró un flaire que confesaba a mi hermana, y me llevó al convento de San Francisco, adonde me enseñó hasta la mitá de la Bramática en latín, y el ayudar a misa; y no aprendí la Jergafría, porque le hice una juida al padre, y luego me agarraron de leva para los barcos, cuando la guerra con Portugal; y entonces me soplaron de tambor a bordo de una boleta, que la mandaba un oficial de marina criollo, patriota y guapo, medio parecido a muchos de los de hoy en día... sí, señor.

    -Hombre: qué historia tendrá Vd. ¿no?

    -Escuche. Pues, señor, como le iba diciendo: en la boleta salimos y anduvimos por esos mares de Cristo trajinando de corsario, hasta que nos pegó un albazo y nos agarró con barco y todo un comendante llamado Yuan das Botas, guapazo el Portugués; y ese mesmo me llevó a Portugal, y me tuvo hasta que me le escapé en otro barco y fui a dar por las tierras de Uropa en la Ingalaterra y la Francia; y por allá me aguanté como cinco años, de manera que hasta soy lenguaraz en esas lenguas. Luego de Uropa, caí a Malparaíso: de allí por la cordillera atravesé y anduve en todas las guerras del dijunto Quiroga, que esté gozando de Dios, y de ahí vine a Entrerríos, y últimamente a Buenos Aires, aonde estoy a su mandao.

    -Gracias, señor literato.

    -No me llamo Liberato, patrón.

    -¿Y cómo se llama usté?

    -¿Yo?... Aniceto Gallo.

    -¿Gallo?... ¿Entonces será Vd. cantor?

    -Sí, señor.

    -¿Y músico?

    -Rigular.

    -¿Toca Vd. algún istrumento?

    -Toco.

    -¿De cuerda?

    -Es verdá.

    -¿Qué istrumento toca de cuerda?

    -La campana.

    -¡Diablo! es Vd. de todo punto muy agudo.

    -¿Puntiagudo decía? no, señor, soy medio redondo.

    -No, no. ¿Y de viento, qué istrumento toca usté?

    -El organito, ese que tocan por la calle los carcamanes.

    -¡El organito, eh!... Y... ¿habla Vd. algún idioma, señor Aniceto? porque eso es muy necesario para un periodista.

    -El aidomia no entiendo, pero hablo en la lengua de Ingalaterra y de Francia, aunque medio champurreadito.

    -Vamos a ver, pues, cómo se explica Vd. en francés.

    -Como guste, patrón.

    -Oiga Vd.

    -Pongo el oído.

    -Dites moi, vous parlez français?

    -Güi, musiú.

    -Vous êtes Sauvage Unitarie.

    -Salvaje!... A present, ne pas, musiú.

    -Alors; vous êtes Federal?

    -¡Zape, diablo! Le dije a un gato colorado, que vino a juguetear arañándome las borlas de las botas, y me las desató.

    -Eh bien: vous êtes Federal? Dites moi.

    -Non, musiú, rien du-tú.

    -Mais, de quel parti êtes vous, monsieur Gallo?

    -Musiú: yo soy del partido de las Conchas: ¿entiende?

    -Et votre opinion politique?

    -Musiú: yo tengo la opinión de buen gaucho argentino; y lo demás rien du-tú.

    -Bien: ya veo que habla Vd. en francés como ciertos elegantes que pasean por la calle del Perú.

    -Puede ser, patroncito, aunque yo no presumo...

    -No, no; en francés se explica Vd.: veamos ahora en inglés.

    -Ésa es lengua de los diablos; pero en fin...

    -Pregunto, señor Aniceto.

    -Respuendo, patrón.

    -Do you speak english?

    -Yes, Sir.

    -Will you take a glass of grog?

    -Very well: alcance, patrón.

    -Stop. Will you take some roastbeef and plumpudding?

    -Yes, very gut, véngase con un bifisquete, señor.

    -Sí, sí; bien lo merece Vd., porque es hombre habilísimo y capaz de ser un buen periodista. En esta confianza escriba Vd. su gaceta, y para publicarla disponga Vd. de mi tipografía.

    -¡De su tripagofría!... ¡Ahora sí que me ató las bolas, patrón!

    -Bueno, bueno; átese Vd. las borlas de las botas, y dele un puntapié a ese gato majadero.

    -Déjelo, señor, ya me voy a largar con su licencia, para mandarle lo que escribirá. ¿No le parece?

    -Bien: mande Vd. el original del prospecto.

    -¿El orejonal?... ¡Barajo, qué terminacho! ¿y el otro?... Bueno, señor, le mandará eso mesmo.

    -Corriente, señor Aniceto. Escriba Vd... y tenga pulso, ¿eh?

    -¿Pulso?... Al que yo le largue un caracuzazo... ¡a qué le cuento más vale!... Con que, ¿será hasta mañana?

    -Hasta mañana, amigo Gallo.

    -Hasta mañana, señor.
    Después de esta conversación me largué al cuartel; y en la cuadra mi comendante D. Camilo Rodríguez se alegró cuando me pilló escribiendo el primer número de la gaceta... que allá va, caballeros!


    Buenos Aires. - Mayo 19 de 1853.

    Velay que de gacetero
    se presenta un Gaucho neto,
    aunque no larga prospeto
    sigún dijo el imprentero.
    ¡Qué prospeto! el delantero
    debe llamarse, a mi ver;
    pues largarlo viene a ser
    como puntiar y decir:
    paisanos, voy a escribir
    Gacetas para vender.
    Para venderlas, repito;
    y es bueno que lo prevenga,
    para que naides me venga
    con «lárgueme un papelito,»
    que ando atrasao: y maldito
    sea quien causa mis males,
    y estas pendencias fatales,
    y los revulucionarios,
    y los maulas Unitarios,
    los brutos Federales...
    Que todos como en rodeo
    tienen a la paisanada
    infeliz y aniquilada
    con el sitio y el bocleo:
    y siga afuera el cuereo,
    la guerra y la destrución,
    porque allá cierta faición
    pretende que un triste ñato
    nos suelte por Liebre un Gato
    que nos araño en montón.
    Entre tanto, acá a imisiones
    nos vamos adelgazando,
    y por junto van quedando
    unos cuantos barrigones:
    y hacer estas reflexiones
    es tarea peligrosa,
    porque anda tan cosquillosa
    la gente de cola alzada,
    que a la más leve palmada
    cocea por cualquier cosa.
    Pero, ¡qué! yo no me asusto,
    ni hago en mi opinión gambetas:
    así diré en mis gacetas
    lo razonable a mi gusto;
    y si se enoja el Injusto
    ¿cómo lo he de remediar?
    Ya me han hecho arremangar;
    y al diablo, si me relincha,
    he de apretarle la cincha
    hasta hacerlo corcoviar.
    Siendo así, el más bien montao
    de esta o de aquella faición,
    si espera una adulación
    mía, vive equivocao:
    porque a mozo bien portao
    ningún gaucho me aventaja,
    y, si nunca saqué raja,
    procediendo así, lo fundo
    en que «naides en el mundo
    sabe para quién trabaja.»
    Luego, a juerza de esperencia
    y de tanto desengaño
    que he sufrido, no es extraño
    que aprecio con preferencia
    vivir con independencia
    de todo aquel que se eleva,
    cuando el mundo me comprueba
    la idea que siempre tuve
    de que... ¡quien más alto sube,
    más fuerte porrazo lleva!
    Creo que a ninguno muerdo
    con mi modo de decir,
    y que dará a colegir
    que no soy gaucho muy lerdo;
    de balde a veces me pierdo
    de poncho entre los tapiales
    por trajinar cuatro riales
    a la taba, creanló:
    que no saben lo que yo
    más de cuatro gamonales.
    Y si saben, les importa
    recordar ¡cuánto han sufrido
    los veinte años que han vivido
    con bozal y a soga corta!
    y no comerse la torta
    que el Diretor quiere darnos,
    con intención de empacharnos
    parejitos a la vez:
    y otros veinte años después
    a su antojo embozalarnos.

    Lamentos a Vuecelencia el diretor provisor

    Señor: medio a mi pesar,
    Dios y la Virgen lo sabe,
    a lo gaucho en tono suave
    me le voy a lamentar.
    Para eso quiero largar
    cada semana un papel
    pensando decirle en él
    la verdá, y tenga pacencia,
    pues no ha de ser Vuecelencia
    menos que don Juan Manuel.
    No seré desvergonzao,
    ni embustero, le prometo:
    ya sabe de que Aniceto
    es gaucho humilde y bien criao.
    De balde estoy agraviao
    y flacón por Vuecelencia:
    y es de pública evidencia
    que me atrasó sin razón;
    pues, ni así pienso, patrón,
    tratarlo con insolencia.
    Con la verdá por delante
    de firme le alegaré,
    como es justo, y como que
    es rigular que me aguante:
    pues cuando fue comendante,
    aunque ya era temerario,
    no fue entonces mi contrario,
    sino gaucho de los míos,
    y, como yo en Entrerríos,
    ñato y Salvaje Unitario.
    Por eso de allí apuraos,
    juyendo como ñandú
    en redota a Paisandú,
    nos guasquiamos asustaos:
    y llegamos escaldaos
    de la corrida tan fiera;
    y entonces naides creyera
    que Vuecelencia emplumara...
    pero, hace punta y dispara,
    asustao como cualquiera.
    Luego a la Federación
    Vuecelencia se pasó
    y a los Salvajes dejó
    llamándose a narigón
    y de ahí principia, patrón,
    su carrera relumbrante,
    pues pelechó en un istante
    favorecido por Rosas, y por otras muchas cosas
    que diré más adelante.
    Por ahora permitamé
    dejarle la punta adentro,
    hasta después que al encuentro
    nuevamente le saldrá;
    y el cargo le formaré
    de todas las maravillas
    que ha hecho hasta el día a costillas
    del pobre Restaurador:
    aunque sentiré, señor,
    tener que hacerle cosquillas.
    (Continuará.)


    Nº 2
    Buenos Aires. - Mayo 25 de 1853.

    Cortesías
    AL PROGRESO

    Reconociendo, señor,
    su cacumen en la cencia,
    se le ofrece a la obedencia
    Aniceto el Payador, qui ni a gaucho ni a cantor
    contrapuntiarle pretiende;
    pues veo que usté lo entiende,
    y que sin muchas parolas
    a quien le suelta las bolas
    a la fija se las priende.

    AL NACIONAL

    Aparcero Nacional:
    GALLO el cantor lo saluda,
    pues lo aprecea sin duda
    con un cariño cabal.
    Ansí, usté por el igua
    debe apreciarme, en el caso
    en que usté y yo, paisanazo,
    por nada nos encogemos;
    y a la Patria defendemos
    pico a pico y brazo a brazo.

    A LA LANCETA

    Mi señor de la Lanceta:
    Dios lo guarde y lo bendiga,
    y le permita que siga
    apretando como aprieta:
    y en cuanto a la Recoleta,
    ande, ¡ojo al Cristo! no sea
    que cuando Vd. menos crea,
    de algún modo el Diretor
    le mande hacer el favor
    de sacarle una manea

    AL ZAPATO

    Caballero del Zapato:
    para servirle me brindo,
    porque usté calza muy lindo
    y no es zapatero ñato.
    Así deseo su trato,
    y mucho favor me hará
    almitiendo mi amistá,
    que es cuanto puede ofrecer
    un gaucho sin más tener
    que una güena voluntá.

    AL BRITIS-PAKE

    En tiempo del Estoraque
    que encontró don Juan Manuel,
    largaba cierto papel,
    titulao el Bristi-Pake,
    un Inglés de mal empaque...
    y otras diabluras que callo
    por respeto a su tocayo
    el Bristi-Pake de hoy día,
    a quien esta cortesía
    le rinde Aniceto el Gallo.

    Brindis que pronunció Aniceto en la mesa del Sr. teniente coronel Rodríguez el día 16 del presente.

    A salú del escuadrón
    y del señor comendante
    que se llevó por delante
    el día trece un cañón:
    y del criollo guapetón
    que al tiro le prendió el lazo;
    pues debe ser juerte el brazo
    que tal armada largó,
    como el pingo que arrastró
    a la cincha el chimborazo!


    Nº 3
    Buenos Aires. -Junio 3 de 1853.

    El Pagamento

    El 28 de mayo me lo madrugue a mi amigo el imprentero, al levantarse de la cama... que la tiene en el mesmo caserón, pero en otro cuarto muy rumboso, todito pintao y con estampas colgadas: y luego unos trastos primorosos y hasta chuces y cueros de tigre tendidos por el suelo... Como que es hombre ricachón.

    Es de alvertir que yo iba algo chamuscao, porque esa madrugada estuve en jarana en la Batería nueva de Mester-horno, en donde con los soldaos del coronel Chanagusia y los Guardias Nacionales del coronel Bustillos, y otros mozos del ejército todos mansitos para las moras, y alarifes para arrebatarles vacas a los Urquizanos; y como eso nos es cosa fácil, les recogimos una punta de ellas en la tarde anterior, y luego, por supuesto, nos pusimos las botas: y échele vino superior, que para eso cada soldao de la Patria tiene trescientos cincuenta pesitos todos los meses y buenas cacharpas de abrigo.

    En fin, todos, y yo particularmente churrasquié a mi gusto, y luego medio en chaucha me vine a lo del imprentero.

    Cuando llegué a la puerta, me topé con un moreno, entrando con una tipa llena de carne, patos y gallinas, y muy peinao; el cual al verme se paró de golpe, y abriendo tamaña boca, dijo:

    -¡Ché! ¡Mirá el Gallo! Entre, señor, que en aquel cuarto está el patrón en bata.

    -¿En bata? ¡Qué lindo!

    -Sí, señor, ya está levantado: vaya usté, asómese a esa puerta que tiene entreabierta, y lo llamará al momento, porque ya es hora en que el señor patrón empieza a recibir a los operarios.

    -¡Ah, moreno ladino!

    -Bueno, amigo, le dije: y enderecé al cuarto mencionao, que mesmamente tenía entreabierta una puerta, y por la rendija lo estuvo vichando al hombre, que estaba sentao repatigándose en una silla de barbero, toda retobada, y vestido con una leva de pana, de color como yaguané, que le cubría hasta las tabas; una golilla de lana envuelta en el cogote; una gorra negra sumida hasta las orejas, y con un cigarro en la boca del tamaño de una macana; y por último leyendo embelesao en un gacetón de la mesma marca y tamaño de un montón de gacetas fresquitas que tenía al lao. En fin: después de vicharlo y que le tomé la filiación, me resolví a meter la mitá del cuerpo y le pegué el grito:

    -¡Que Dios me lo guarde, patroncito!

    -¡Oh, famoso don Aniceto! Adelante. ¿Cómo está usté?

    -Alentadito, señor: y a usté, ¿cómo le va yendo?

    -Perfectamente, amigo Gallo.

    -Me alegro mucho.

    -Gracias: yo también me alegro de ver a Vd. tan bizarro con ese uniforme de Guardia Nacional, y esa gorra que le sienta a Vd. muy bien en la cabeza.

    -Dispense, patroncito, no me la he quitao, porque es contra ordenanza.

    -Hace Vd. muy bien, puesto que yo estoy de gorra igualmente: ¿no lo ve usté?... y así me lo paso siempre en este tiempo.

    -Ya lo creo, señor: en el día, por acá se usa mucho el vivir de gorra no más.

    -Cierto: porque en el invierno la gorra es un mueble muy cómodo, sumamente económico y muy abrigado.

    -Debe ser, desde que a todos les acomoda, y desde que me dicen que a muchos les abriga hasta la barriga, mayormente a ciertos nutriales que diariamente reciben gorras en los botes que vienen de Palermo. En fin, Dios los ayude. ¿No sabe a lo que vengo, patroncito?

    -Dirá Vd., amigo Gallo.

    -Al tiro le diré, señor, que vengo ganoso de pagarle los riales que le debo por las dos gacetas que me ha impresao.

    -Como Vd. guste: aunque eso no corre prisa.

    -No correrá prisa, señor, pero corre riesgo; en primer lugar, porque yo no me escuendo en la descubierta; y luego porque soy arca llena y arca vacida; y por las dudas, velay tiene la plata en que ajustamos, y cien pesos más de remojo para el mocito aquel que hace de apretador en la imprenta. ¡Ah, mozo vaquiano!

    -Corriente, hará que se le entregue el tal remojo al mocito; y gracias por mi parte. Pero, mire usté: aquí me ha dado quinientos pesos de más y a sus pies... se le ha caído otro billete de mil pesos. ¡Canario!

    -siempre anda Vd. cargado de billetes; parece que fuera Vd. banquero, ¿eh?

    -Eso es porque acostumbro ser banquero entre los míos.

    -¡Es posible! ¿y cómo le va a usté?

    -Sigo echando güeno. Sí, señor.

    -¿Cómo dice usté?

    -Digo, que sigo acertando siempre.
    -¡Ah! sí, sí: ya he visto el acierto con que usté ha publicado su periódico, que varios le han aplaudido, y que a todos les gusta leer el Gallo.

    -De balde... patroncito. ¡Ja, ja!

    -¿Cómo de balde, señor Aniceto

    -Óigame, señor: digo que de balde me quiere usté ilucinar, porque en mi tierra yo sé con los güeyes que aro.

    -Sí sabrá Vd., no lo dudo; como que sabrá darme hoy alguna noticia respecto a la situación.

    -¿De cuál sitiación, patroncito?

    -De la nuestra, o más claro, de la de Buenos Aires en la presente lucha.

    -Yo, señor, lo único que sé de la sitiación, es que estamos sitiaos, y que así mesmo, la patria de la ciudá a la de ajuera le lleva la media arroba en la razón y en el arrempujón; y por eso, en tocándome a caballo, muento en cualquier hora, y me siento bueno para forcejiar por la causa justa en contra de todo tirano. ¿No le parece que hago bien?

    -Seguramente: hace Vd. muy bien: y dígame: ¿Qué juicio se ha formado Vd. de la constitución de que se habla ya? ¿La ha leído usté?

    -¡La custitución!... ¿de qué?

    -La Constitución que ha sancionado ya el Congreso de Santa Fe, que es la que yo estaba leyendo, aunque estoy de purga; y luego voy a mandarla repartir al público, pues aquí se han impreso dos mil ejemplares. ¿No ve usté? todos estos impresos son de la Constitución.

    -¡Barbaridá! ¿De veras?

    -Sin duda: y ¿qué piensa Vd. de la Constitución?

    -¡Ché! eso es velorio, patrón.

    -¡Cómo, velorio, señor Gallo! todo lo contrario: a mí me parece un asunto muy serio, desde que ya ha sido aceptada por el Director, quien ha prometido respetarla.

    -No eche pelos, patroncito, mire que su Ecelencia creo que no sabe hasta ahora lo que es la Custitución: y además es hombre que promete mucho; pero, como es de muy mala memoria, a veces no cumple nada.

    -Pero, hombre: esta vez por lo menos respetará los mandatos del Congreso soberano.

    -¿Soberano? recúlele el soberano, y créame por conclusión, que para el general Urquiza no hay nada soberano en el mundo, porque (perdonándome la mala ausiencia) el Diretor es un peine, ¡ahi-juna! capaz de mandar desgarretar por gusto a todos los costitucioneros y a la custitución en ancas. Y últimamente, yo no aguanto más custitución que la de que en mi tierra mande un criollo, sea del pelo que fuere como sea hombre de bien; y no que nos venga a sobajear cualquier forastero diablo, así retaciándonos la provincia, y arriándose las vacas para carniarlas en los saladeros de Santa Fe: y yo no digo que esto sea en los saladeros del Diretor, porque es hombre que no sabe ajeniar, pero sabe afusilar a un pobre gaucho, porque saca un par de botas de potro. En fin, me voy a retirar, patroncito, y me...

    -No, no: espere Vd., amigo Aniceto, y...

    A este tiempo entró el moreno ladino con una bandeja cargada de copas y tazas, y un calentador aonde venía ya la agua hirviendo; de ahí una chocolatera y una limeta de ron, me pareció al echarle el ojo. Y todo se lo acomodó en una mesita dorada; y ésta la puso frente a las rodillas del imprentero, y atrás de la mesita, como a una vara de distancia, estaba otra silla grandota, barrigona y aforrada en cuero verde muy relumbroso.

    Luego que el patrón se acomodó la mesita medio entre las piernas, me dijo con agrado:

    -Vamos, amigo D. Aniceto, siéntese Vd. con franqueza en ese sillón, estrénelo usté y me acompañará a tomar una taza de café y una copa de buen coñac, todo lo que puedo ofrecerle a Vd. por ahora.

    -¿De coñato, decía?

    -Sí, de coñac: ¿qué, no le agrada a Vd. este licor?

    -Señor, a mí siendo juerte, me gusta aunque sea lejía.

    -¡Bravo! eso es ser buen soldado: vamos, siéntese Vd., que ya la agua está hirviendo y voy a preparar el café que tomaremos a salud de la constitu...

    Y el hombre no acabó la palabra, porque en ese istante yo de golpe le asenté las nalgas a la silla a macho: ¡ah, Cristo! y había estao inflada, de suerte que me enterré hasta las aujas, y en la sumida alcé las patas, y con ellas suspendí a los infiernos la mesita con cachibaches y todo: y por desgracia la caldera de agua hirviendo se le derramó al imprentero en el mismísimo cogote: de ahí pegó un alarido y entró a sacudirse.

    Y yo me desenredé de la silla y acudí a arrancarle la leva por aliviarlo al hombre; pero un diablo de mastín bayo, parecido al perro del Diretor, se me echó encima furioso, de suerte que tuve que pelar el cuchillo, porque el mastín me acosó tanto que me hizo recular y subirme a la cama del patrón: la mesma que, en cuanto me le trepé, se sumió hasta lo infinito; y abajo, entonces se rompió no sé qué cosa insufrible, porque los mozos que acudieron a los gritos del patrón entraban haciendo gestos con las narices, y así lo hallaron al imprentero desollao desde la nuca hasta la raíz del espinazo; al perro con cuatro mojadas y ocho tajos; y a mí lleno de mordiscones; finalmente el moreno, a la cuenta medio en chicha o asustao, para limpiar el chuce de junto a la cama del imprentero, echó mano de unos papeles que se habían desparramao en la tremolina; y, vea el diablo! habían sido las gacetas de la maldita Custitución, que tuvo la culpa de todo.

    Por último, yo me salí apestao y renguiando, dejándole a un mocito mi Gallo nº 3, que quién sabe cómo saldrá.
    El amigo del NACIONAL se ha equivocao, y dispense.

    Digo bien, aparcero; pues, sin duda, usté andaría, con la vista ñublada como el 25 de Mayo por la mañana, cuando quizá se acercó usté a ver las estautas de la Pirami, y dice de que vio a la libertá mirando al Sur. ¡Ah, mal haya! pero, no, amigo: no estaba así, sino que las figuras estaban... velay cómo

    -La Libertá, en figura de Porteña, estaba como sacándole el cuerpo a un Tigre Entrerriano que lo tuvo muy cerca, y hasta ahora lo tiene, me parece: ello es que la Libertá sin duda por eso que está mirando al río, como diciendo: me largaré a lejas tierras, si los defensores de Buenos Aires no me defienden de este animal de Montiel.

    Luego: en ancas de la Libertá estaba la Anarquía chuciada, y mirando a San José de Flores, como diciendo: ¡ah, Director mío!

    De ahí... la Justicia sí que está frente al Sur, pero con un facón de punta sobre unas balanzas, y mirando de rabo de ojo a la Polecía, como diciéndole: «no te descuides con el peso del pan y los porotos, porque los almaceneros también se están poniendo las botas con borlas.»

    Después, en otra esquina de la Pirami está la Esperanza medio tristona y de sabanilla, y arrecostada en una cosa ansí como un anzuelo grande, y como diciendo:

    «Me voy a pescar al río para alivio de los pobres enfermos.»

    ¡Pero, qué necesidá tiene doña Esperanza de irse a pescar al bajo del río, si, con echar su anzuelo ahí no más en la plaza grande, pescará a muchísimos zurubises! porque ahora con la peste de las virgüelas ha salido un cardumen de esos pescados, de suerte que no se ve otra cosa por las calles de Buenos Aires; y ansí con esa pesca se podrá aliviar la hambruna que también hoy es peste en el hospital de la Residencia, pues aun cuando entra a la ciudá muchísima carne diariamente... ¡No te oigo en el hospital!

    Al mesmo tiempo la Esperanza estaba mirando a la catedral, como diciéndole: «no te aflijas, que te acabarán en cuanto el Director entre a Buenos Aires y respete la Constitución.

    Esto es, aparcero Nacional, lo que yo he comprendío de las figuras del 25 de Mayo, y creo que, si no digo la verdá, raspando le pasaré.

    ¡Blan!! ¡Blan!! ¡Blan!!
    La tarde del campaneo
    de alarma, en las ofecinas,
    vide a un montón de gallinas
    en un puro cacareo.
    ¿Y el fusil? pregunté yo.
    Cocoró... có.
    Entre tanto los Naciones,
    por la causa entusiasmaos,
    iban en puntas armaos
    a ofrecerse en los cantones.
    ¡Ah, cosa! eso me agradó.
    Cocoró... có.
    Luego en esa noche anduve
    allá por los andurriales,
    aonde con los nacionales
    bien acompañao estuve,
    cerquita del pororó.
    Cocoró... co.
    Y extrañé a unos mocetones
    de esos de letra menuda,
    que, apenas medio estornuda
    un cañón en los cantones,
    se largan al arro-ró.
    Cocoró... co, cocoró... co.

    Salutación del gaucho Jacinto Cielo al 18 de julio de 1830.

    El sol de este día vio
    jurando al Pueblo Oriental,
    ser obediente y leal
    a las Leyes que fundó.
    Jacinto también juró
    respetarlas y cumplir,
    lo han de ver, sin desmentir
    que es Patriota verdadero,
    y que sin ser altanero
    GAUCHO libre ha de morir.
    ¡Ah, malhaya, los paisanos
    todos como yo cumplieran,
    y qué de abrazos se dieran
    este día como hermanos!
    Que esos Rosines tiranos
    morderían nuestro suelo,
    y yo tendría el consuelo
    de decir: «ya se acabó
    la lucha que lamentó
    el gaucho Jacinto Cielo.»

    Carta certificada y súplicas De un cordobés de los sitiadores, al cual se le juyó la mujer y se le ha venido al pueblo

    ¡Viva la confederación!
    ¡Mueran los salvajes unitarios!
    Corrales de Miserere, a 30 de mayo de 1853.

    A mi mujer:
    Trajiná, ché, Estanislada,
    vos que andás por la ciudá,
    y haceme la caridá
    de mandarme una frezada:
    que antenoche con la helada
    cuasi me he muerto de frío;
    pues, te asiguro, bien mío,
    que acá el poncho que me han dao
    lo puedo meter holgao
    en la vaina del cuchío.
    Y si podés avisarme
    con toda siguridá
    por qué lao de la ciudá
    sin riesgo podré colarme,
    decime, para largarme
    con mi ñañita y Martín,
    que está como un chunchulín
    de flaco, pues aquí no hay
    ni algarroba ni patai,
    ni arrope ni piquillín.


    SEVERO PUCHETA.

    Noticias de pajuera
    Dicen de que el Diretor
    de la docena del fraile,
    el veinticinco dio un baile
    de lo lindo lo mejor...
    En celebridá de que
    el veintitrés a la noche
    la Custitución en coche
    le llegó de Santa Fe...
    Junto con la dotorada
    que tuvo la complacencia
    de traérsela a Vuecelencia
    a su gusto remendada;
    Y que la cosa se jura,
    luego que los congresales
    haigan cobrar unos riales
    que les deben por la hechura.

    AVISO DE POR SAN JOSÉ DE FLORES

    El que quiera en este pago
    reírse de una disparada,
    no tiene más que nombrar
    a la LEGIÓN ITALIANA.
    Y si la nombrada fuere,
    allá, medio entre dos luces,
    verá que los TERUTEROS
    empluman como avestruces.

    LA RETRETA

    Anoche anduve de paseo por la retreta, que tocó muy primorosamente la música de la ¡LEGIÓN VALIENTE! y al pasar yo frente a una moza muy linda, como son todas las Porteñas, sentí que decían: «¡Jesús, qué gaucho tan zonzo y bullicioso.»

    Entonces yo les pregunté, receloso, si soltaban esa indireta por mí; y me contestaron: «no, señor Gallo; lo decimos por ese general guarango que todas las noches nos aturde a cañonazos como si con esa brutalidad quisiera asustarnos. ¿No le parece a Vd., señor Aniceto, que todo eso no prueba sino bestialidá? Como igualmente eso de pegarle fuego a una mina, y destruir una casa de un infeliz, aprovechándose de la suspensión de armas del 25 de Mayo.»

    -Dejen ustedes no más, paisanitas, les contesté: que en cuanto a prenderles minas, el día que se ofrezca, ya verán los teruteros cómo, desde las trincheras hasta San José de Flores, les ponemos las chacras y las casas, y a ellos adentro todos patas arriba. Y Dios les dé muy buenas noches.

    Alvertencia a los aguantadores y renegaos

    Si un imposible no fuera
    para mí en la situación
    ladiarme de la cuestión
    y hacerme José de ajuera,
    saltaría la tranquera
    y ganaría un cardal,
    o en cualesquier abrojal
    lamentaría el destino
    de haber nacido argentino
    y no poder ser nutrial.
    ¡Ah, Cristo! ¡Quién presumiera
    que esta tierra desdichada
    no quedara sosegada
    luego que Rosas cayera!
    y hoy vean en qué leonera
    la patria se ha convertido.
    Así, los que han combatido
    a Rosas con tanto afán,
    como yo, quizás dirán:
    «más vale un mal conocido»...
    Porque yo que no aspiraba
    nada más que a trabajar,
    y para eso sin cesar
    contra Rosas forcejeaba,
    en lo que menos pensaba
    era en verme, trajinao
    y en las cuartas enredao
    por el hombre del Pograma,
    aquel de la larga fama
    a quien yo mesmo he cuartiao.
    Ese a quien hoy lo rodean
    y le fingen atenciones
    una punta de adulones
    que desollarlo desean;
    pero esos ruines no crean,
    de balde son tan lagañas...
    ablandarle las entrañas,
    porque don Justo es mal bicho...
    y tengan presente el dicho:
    «El que tiene malas mañas...»
    Y el día que se amostace
    y se le hinchen las narices,
    a todos como a perdices puede ser que los enlace:
    a la fija ya se me hace
    ¡que han de chupar de Caracas!
    háganse no más petacas...
    que redepente don Justo,
    si no los cuelga por gusto,
    los estira en cuatro estacas.
    Vayan no más por la oveja
    (como él dice) los Porteños,
    lléguense los pedigüeños
    y ándenle siempre a la oreja,
    lo verán como se deja
    bolsiquiar alguna vez;
    pero, a lo tigre después,
    a Cristo, si se le allega,
    del manotón que le pega
    le baja la media res.
    Ya ven que se los alvierto
    a todos los adulones,
    renegaos y mogollones,
    anden con el ojo abierto;
    porque el Diretor, de cierto,
    hasta montar es blandito,
    pero ya encima, repito,
    que por más que les afloje,
    el día que se le antoje,
    les ha de limpiar el pito.

    Nº 4
    Buenos Aires. - Junio 13 de 1853.

    Vamos hablando formal y para los míos

    Desde que comencé a escrebir esta Gaceta, creyendo merecer un agrado de todos, me veo en continuos apuros, pues cada vez que suelto el Gallo me aturden a quejas, a pesar del esmero que pongo para que lo lleven a las casas de todos los alistaos, ecétera, como me decía en un tiempo el comendante Yuan das Botas.
    -¿Se acuerdan?

    Pues, sí, señor: muchas ocasiones me lamento y hasta reniego a veces de haber tomao el cargo de Gallero que tanto me calienta; pero luego me enfrío, moralizando en mi pecho el que quizás no seré yo sólo el único Gaucho apurao en el día y en esta tierra, aonde contemplo los aprietos en que se encuentra todo un señor Diretor de la docena del flaire, desde que se metió a organicista y custitucionero, pretendiendo solamente agradar a los Porteños, y luego afirmársele nada menos que ¡diez años! de la primera sentada a la silla inflada del Gobierno de la Ciudá:

    arrejando a salir patas arriba en un pueblo, que ya está acostumbrao a no aguantar un Gobernador diez años, sino a tener ¡diez Gobernadores por año! gracias a la organizadura que Vuecelencia le dio después de la zapallada de Caseros, ecétera, ecétera.

    ¡Qué barbaridá, la casaca por aonde le da! ¡y luego el empeño que pone el señor Diretor para hacer estirar la docena del flaire hasta catorce provincias y un pico para él! Pero ¡qué pico! nada menos que la ciudá de Buenos Aires, aonde V. E. parece que ya está aquerenciao, desde que es éste el pueblo que ha separao para venirse a gobernar holgadamente con la Custitutión, por la cual tendrá la facultá de hacer, si quiere, hasta tres provincias de ésta, y en ancas la mamada de disponer de la Aduana lechera, como así mesmo del Banco de la moneda, y últimamente de la obedencia de todo el porteñaje de casaca o de poncho; y al fin también del clubo, ese clubo encantador de las Porteñas lindas, con las cuales sueña Vuecelencia el que ya se les viene a bailarles la contradanza, etc., etc.

    Después empezará la organizadura en regla, mandando que gaucho ninguno porteño o provinciano pueda nunca tomar un trago, ni jugar a la brisca, ni comer carne con cuero, porque los gauchos de Entrerríos así le obedecían en un tiempo; que ahora, sigún dicen, le han perdido el respeto a tal punto, que el otro día, ahí mesmo en San José de Flores, como sesenta Entrerrianos de la escolta de S. E. le alzaron el poncho, y lo echaron a la Pu...nta de San Fernando, y... ¡viva la libertá!

    Dejuramente: ¿hasta cuándo quiere el señor Diretor que lo aguanten los pobres paisanos, y mucho menos que anden haciéndose matar por él, ni por naides, saliendo a campaña todos los días, trayendo sus caballitos y cangallas? ¿y carniando flaco cada tres días a veces, y sin pitar, ni tomar mate, mientras el Diretor viene en galera y con tres carretas de golosinas para él solo?¿O se presume ser más gaucho ni más hombre que naides? ¡Diaonde! Después que cayó D. Juan Manuel, es zonzo todo el que pretenda gobernarnos como quiere D. Justo; y cada criollo sabe ya que vale tanto como el que más, por la LEY y su derecho.

    -Cabalito.

    De balde ahora se nos viene haciendo el sarnoso por engatusarnos más con las galantías de la Custitutión Urquizana, y con galantías y todo nos tiene amolaos peliando unos con otros, comiéndonos las vacas y acabándonos los mancarrones, y sin poder acabar la guerra después de tanto crédito de que presumía cuando vino a voltiar a Rosas con los 25 mil hombres prestaos; y ahora salimos con que por junto ha mandao traír a los pobres Cordobeses, diciéndoles que venían solamente para amuchar, y el caso es, que con ellos está amuchando los dijuntos de la Recoleta...

    ¡qué lindo!

    Vamos, el señor Diretor se presumió que porque los Porteños, ya cansaos de las guerras, para que se acabasen, le juyeron en Caseros, acá en el pueblo le han de recular, y ajuera le han de sufrir a la helada, mientras que Su Ecelencia noche por noche se lo pasa en las casas de San José de Flores, calientito bailando con las muchachas, ecétera.

    -¡No te oigo! después que sacó las uñas en Palermo, asigún lo que nos cuenta el paisano Ceballos en la conversación de más abajito. Óiganle.

    Diálogo
    Que tuvieron en el Cuartel del Retiro el día 30 de mayo último, entre el paisano Salvador Ceballos recién pasao del campo enemigo, y Anselino Alarcón, soldao de la guerrilla de caballería del mayor Vila

    Al fin, amigo Alarcón,
    de golpe me le aparezco:
    ¡eh, pu...cha, que está gordazo
    con los pastos!...

    ALARCÓN : ¡En el pueblo
    usté, señó Salvador!
    ¿cuándo ha llegao, aparcero?
    adelante, vengasé,
    deme un abrazo primero:
    y eche un trago.

    CEVALLOS: Vaya, amigo,
    confortaremos el pecho
    a su salú: ¿cómo está?

    ALARCÓN : Siempre alentao, aparcero,
    y en este instante algo más
    con el gustazo de verlo,
    pues yo lo hacía en su pago
    o en algún montejuyendo,
    sigún lo que platicamos
    la última vez.

    CEVALLOS: ¡Qué canejo!
    si ahora como siete meses,
    en la playa del rodeo,
    un novillo de tres años
    me atracó un golpe tan fiero
    que me postró enteramente:
    y estando en mi rancho enfermo,
    vinieron los Urquizanos
    que hoy mandan a los Porteños,
    y de orden del Diretor,
    en una arriada que hicieron
    de cuatro viejos quebraos,
    yo les serví de siñuelo,
    y amarrao codo con codo,
    a pesar de hallarme enfermo,
    hasta los Santos Lugares
    como un Cristo me trujieron,
    y al llegar me asiguraron
    en la estaca un día entero:
    y después que me trataron
    como se trata a un malevo,
    de soldao de infantería
    me echaron al campamento.

    ALARCÓN:¡Barbaridá! ¿Y su familia?

    CEVALLOS: Hágase cargo, aparcero
    mi mujer y la muchacha,
    del julepe, al verme preso
    lo que nunca, atrás de mí
    la grimiando se vinieron
    sin más prendas que el rebozo
    y la camisa del cuerpo.
    Así en la mayor miseria
    conmigo en el campamento
    han sufrido cuatro meses,
    al triste abrigo de un cuero
    y en la mayor desnudez,
    sin más vicios ni alimento
    que caracuses y achuras
    de unos toros como perros.

    ALARCÓN: ¡Infelices! pues, amigo,
    aunque me alegro de verlo,
    endeveras le asiguro
    que me asiste el sentimiento
    de que usté se haiga venido,
    dejando en aquel infierno
    a su familia...

    CEVALLOS: ¿Qué dicé?
    mal me reputa, aparcero:
    la osamenta, creamé,
    hubiese dejao primero
    que abandonar mi familia,
    no lo dude, acá la tengo.

    ALARCÓN: ¡Es posible!
    ¿se ha venido
    mi aparcera?

    CEVALLOS: Por supuesto:
    y la muchacha también;
    las dos están en el pueblo.

    ALARCÓN: ¡Qué me cuenta! y diga: ¿cómo
    ha conseguido todo eso,
    entre las dificultades
    que se cruzan, sigún creo?

    CEVALLOS: Sin duda, hay inconvinientes;
    pero, arresgando el pescuezo
    de puro desesperao
    la noche del aguacero,
    cargué la arma y con mi corvo
    enteramente resuelto,
    con Petrona y la muchacha,
    gatiando del campamento
    salimos a media noche
    por entre zanjas y cercos,
    y al fin por unos barriales,
    ya levantando y cayendo,
    a eso de la madrugada
    nos colamos en el pueblo,
    sin tener en la cruzada
    novedad, gracias al cielo.

    ALARCÓN: ¿Y aonde dejó a la familia?
    Vaya, tráigala ligero,
    a ver si la acomodamos...
    y después platicaremos.

    CEVALLOS: Ahora no puedo, en razón
    que en el río están en cueros
    lavando las pobrecitas
    la única ropa del cuerpo;
    que la demás en el pago,
    cuando atrás de mí salieron,
    toda quedó en la petaca,
    allá a lo de Dios que es bueno
    y además mi cangallaje
    y el asador y el mortero,
    la olla y otros trastecitos,
    que a la fecha, por supuesto,
    andarán por lejas tierras,
    o colgados a los tientos
    de los organizadores
    o los custitucioneros,
    entre los cuales hay hombres
    que oírlos nombrar mete miedo.
    ¡La pu....janza en los paisanos!
    Vaya, vaya, estamos frescos,
    con todo el montoneraje
    que ha salido en este invierno;
    de forma, amigo Alarcón,
    que yo que estaba tan lejos
    de entrar en guerra ninguna,
    hoy de agraviado me siento
    con el alma atravesada:
    y de veras, le prometo
    no recular de la raya,
    y morir como Portello
    en defensa de mi tierra,
    aonde claramente veo
    que pretende suyugarnos
    un Entrerriano embustero.
    Ésta es la pura verdá;
    y no me digan por esto
    el que a ningún provinciano
    lo trate con menosprecio;
    no, señor: siendo Argentino
    a todos los apreceo;
    y mandando por la ley y la razón, yo respeto
    a Sanjuanino o Riojano,
    o Vallista o Santiagueño;
    pero me opongo de firme
    a quien le viene fingiendo
    cariños al porteñaje
    y custitutión y enriedos,
    para después a su antojo
    pisarnos en el pescuezo.
    Contra ése he de forcejiar,
    luchando hasta caírme muerto.

    ALARCÓN: ¡Ah, criollo lindo! eso sí,
    no hay que aflojar, compañero:
    acá entre la porteñada
    tener custiones podemos
    por esta o la otra razón:
    al fin nos arreglaremos;
    y si, acaso, entre nosotros
    no más nos sacudiremos:
    pero, eso de que un foráneo,
    venga de ajuera a imponernos
    y a mandar en nuestra tierra
    como quien manda carneros,
    y a fomentar las discordias
    a retaciar nuestro suelo,
    dividiendo la provincia
    como está soñando hacerlo
    el Diretor... que lo aguanto
    el diablo, que yo no puedo sufrirlo, aunque por desdicha
    hay más de cuatro Porteños
    que, al interés miserable
    de que les dé algunos pesos,
    al mismo que los humilla
    se le agachan hasta el suelo.
    ¡Qué tristura!

    CEVALLOS: Mesmamente:
    hay más de cuatro paisanos,
    no sólo de aquella banda
    sino también de este lado,
    a los cuales les debemos
    la situación en que estamos:
    y no se puede decir
    de que todos sean gauchos,
    porque hay paisanos entre ellos
    que presumen de letrados,
    y con toda su experencia,
    y luego, viendo tan claro
    las pretensiones de Urquiza,
    se le recuestan... ¡Barajo!
    de ningún modo, a esos hombres
    no es posible disculparlos,
    porque en cuanto pisó Urquiza
    en Palermo, amostró el fallo,
    y que lo dejaba atrás
    a Rosas en lo tirano:
    porque éste tiranizaba
    a un pueblo que era contrario
    a sus arbitrariedades,
    y que lo andaba aguaitando
    para darlo contra el suelo hasta que logró voltiarlo.
    De balde el tal Diretor
    presume de puro vano
    que venció a don Juan Manuel
    sólo él con los Entrerrianos
    ¡vea qué balandronada!
    Aonde sabemos, paisano,
    de que si Rosas cayó
    fue porque lo abandonamos
    los Porteños en Caseros:
    cosa que hicimos pensando
    que Urquiza nos cumpliría
    las promesas del Programo,
    que nos echó de Entre Ríos
    cuando el 1º de mayo,
    y con el cual por desgracia
    logró el hombre engatusarnos,
    de suerte y conformidá
    que en Caseros le aflojamos,
    que, sino, se hubiera vuelto
    para su tierra mosquiando
    por lo menos: y después
    que allí le facilitamos
    el triunfo, o la zapallada,
    ¿cómo se portó ese ñato
    con el pueblo y la campaña
    que lo recibió en sus brazos
    y le hizo tantos cariños?
    Oiga, voy a relatarlo.
    Tras del humo de Caseros vino a Palermo bufando,
    y al otro día no más
    entró a matar a lo diablo
    a los pobres prisioneros,
    sin reparar el grado,
    y haciendo tirar los muertos
    de carnada a los caranchos:
    y para aterrar al pueblo
    que acudía voluntario
    a ver al libertador,
    y aplaudirlo y contemplarlo,
    en la entrada de Palermo
    ordenó poner colgados
    a dos hombres infelices,
    que después de afusilados
    los suspendió en los ombuses,
    hasta que de allí a pedazos
    se cayeron de podridos
    y los comieron los chanchos.
    Luego... empezó a señalar
    de salvajes Unitarios
    de Porteños damadogos,
    de Federales bellacos,
    de Cordobeses piojosos,
    de Gringos desvergonzados,
    y a meter fuego y cizaña
    entre todos los paisanos...
    que de nombres y partidos
    ya se habían olvidao.
    Luego... en moneda atrapó trece millones del Banco,
    y de a doscientos mil pesos
    les largaba a sus ahijados,
    como ese tal Tragaldaba
    a quien le había aflojao
    cincuenta mil antes de eso,
    porque le andaba orejiando.
    Entre tanto en los barriales
    de Palermo, amontonaos
    cuasi todos sin camisa,
    estaban sus Entrerrianos
    (como él dice) miserables,
    comiendo terneros flacos,
    y vendiendo las cacharpas
    para pitar un cigarro:
    mientras que su general
    comía dulces y pavos;
    y que a ciertos adulones,
    que sólo iban a enredarlo,
    les largaba de a cien mil
    por antojo o voraciando.
    En seguida a Buenos Aires
    (que venía a libertarlo),
    desde Palermo no más
    ya comenzó a desplumarlo,
    llevándose el armamento
    de todo el Parque, y los barcos,
    las balas y los cañones,
    las músicas, los vistuarios,
    la pólvora, las monturas,
    las carretas, los caballos,
    y por fin, como cautivos,
    por no decir como esclavos,
    setecientos infelices
    de los morenos y pardos,
    que a Calá fueron a dar
    a servirle de soldaos...
    Y luego con las Provincias
    terminó por enredarnos:
    diciendo, «que Buenos Aires
    quiere tenerlas abajo,
    y que le paguen tributos,
    y que la Duana y... el diablo
    no podría imaginarse
    lo que Urquiza ha maquinao
    para poner nuestra tierra
    en el miserable estao
    en que la vemos... ¡Ah, Cristo!
    ¡qué hombre tan rudo y tan malo!
    cuando tuvo la ocasión
    de calzársela en el mando
    con el aprecio de todos
    los Argentinos honraos,
    que lo hubiésemos tenido
    en las palmas de las manos,
    toda vez que con la ley
    nos hubiera gobernao,
    no querer mandar así...
    sino a su modo, a guascazos:
    y ¿cómo hemos de sufrir,
    no le parece, amigazo?

    ALARCÓN: ¡Qué sufrirlo! que lo aguanten en su tierra o en sus pagos,
    que en ésta ya concluyó
    el poder de los tiranos.

    CEVALLOS: Cabalito: pues, amigo,
    voy a ver si voy al bajo
    a buscar a la mujer
    y trajinar un caballo,
    y luego me volveré.

    ALARCÓN: Pero no a pie, paisanazo:
    velay tiene acá un apero
    de los dos que tengo a mano;
    tome, y como cosa suya
    ensille y muente ese bayo,
    y péguele una tantiada:
    verá un pingo soberano
    para cuando necesite
    meniar lata...

    CEVALLOS: En ese caso
    yo creo que la pereza
    no me llegará hasta el brazo
    de suerte que su cariño
    no puedo menospreciarlo,
    de forastero y a pie
    como me encuentro, amigazo.

    ALARCÓN: ¡Qué cariño! quitesé;
    muente pronto y vaya al bajo
    a buscar a la familia,
    que yo aquí con un asado,
    ¡cosa linda! y vino duro,
    a merendar los aguardo
    y luego a la nochecita
    con las hembras nos largamos
    a bailar en un cantón
    del comendante Obligado,
    adonde los Nacionales
    dan esta noche un fandango,
    y allí, si baila el chotiso
    su hija, lucirá su garbo;
    y usté amanecer pudiera
    con un yerno currutaco.
    Porque en ese batallón
    los mocitos son el diablo
    y yo sé que adonde quiera,
    desde el comendante abajo,
    para el amor y pelear
    toditos son como gallos.
    En fin, ya va siendo tarde
    y yo me siento delgao:
    con que, a traír a su familia
    lárguese, amigo Ceballos.

    CEVALLOS: Muy bien, será hasta lueguito.

    ALARCÓN: Hasta lueguito, paisano.


    ¡ERA EL AYUDANTE FELLONICO!

    Sobre una tumba florida,
    a hombros de los Nacionales
    y sus compañeros leales,
    iba en la flor de su edá...
    Un ITALIANO sin vida,
    que parecía animoso
    decir: «¡Así un valeroso
    muere por la Libertá!»


    AL SEÑOR JEFE DE POLECÍA

    Por la Virgen de Dolores,
    patrón de la Polecía,
    le suplico que algún día
    apriete a los pescadores, que están haciendo primores
    diariamente en el Mercao,
    habiéndolos licenciao
    para que puedan pescar,
    y no para trajinar
    a este pueblo desgraciao.

    Envite que recebí para el baile de los Guardias Nacionales del 1er batallón, el día 30 del mes pasao.

    A don Aniceto el Gallo
    Cantón de los Porteños crudos, a 30 de mayo de 1853.
    Amigo y compañerazo:
    Hoy hacemos un fandango
    algo más de rigular,
    pues le vamos a largar
    flauta, violín y changango:
    para la gente de rango
    que cairá entre el porteñaje;
    y habrá mate, y beberaje,
    y Paro en que divertirse:
    con que así, puede venirse
    a quejársele al hembraje

    Esto no se echar panes al ñudo, porque así fue.



    (Diálogo que tuvieron el otro día, después de una guerrilla en las avanzadas, dos garabineros guerrilleros nuestros, de la gente del comendante DON Comosellama: pues como hay tantos comendantes, yo no los conozco a todos: pero es cierto que tuvieron este diálago los soldaos de caballería JOSÉ VERGARA y LUCHO VIÑALES. ¡Qué peines!)

    VIÑALES:Vaya, aparcero Vergara,
    ¿qué hace que no desensilla?
    ya lo vide en la guerrilla
    floriarse en su malacara: ¡Mire que le han menudiao
    esos brutos! ¿No es verdá?
    ¡si fue con termeridá:
    vaya, a que lo han aujeriao!

    VERGARA: ¿Diaónde, amigo, se afigura
    que me pillaran turbao?
    ¿No ha visto que les he dao
    a tres en la matadura?
    Porque un terutero al cuhete
    salió y me vino a toriar,
    y en cuanto lo hice apartar
    le cerré piernas al flete.
    Lueguito, él me hizo los puntos,
    pero cerquita me erró:
    y ahí no más le dije yo,
    ¡contáte entre los dijuntos!
    Ahi-juna! ¡si en la rompida,
    cuando quiso disparar,
    siete güeltas le hice dar
    de una pechada fornida!
    Ni fue preciso más que eso
    para del todo aplastarlo,
    pues conseguí desnucarlo
    tronchándole hasta el pescuezo
    VIÑALES: Mesmamente, lo hemos visto,
    y cuasi, cuasi rompimos; pues en la guardia estuvimos,
    hágase cargo, ¡ojo al Cristo!
    Pero no quiso el teniente
    que ninguno se cortara,
    porque dijo: «con Vergara
    para tres hay suficiente.»

    VERGARA: Pues mire el diablo, así fue:
    yo no sé diaonde salieron
    otros dos que se vinieron,
    y ya me los agaché:
    que usté sentiría el ruido,
    pues los dos me cerrajaron
    y ni el pelo me tocaron,
    tan solo sentí el chiflido;
    y al que venía puntiando,
    de balde me hizo gambetas,
    le prendí por las paletas
    y lo dejé pataliando.
    Luego eché la tercerola
    a la espalda en el momento,
    y más ligero que el viento
    amartillé la pistola,
    que el último ya se me iba
    pero al tiro lo alcancé,
    y en cuanto me le atraqué
    lo puse patas arriba.
    De ahí agarré los fusiles
    y a la avanzada volví,
    y al teniente se los di:
    ¡qué teruteros tan viles!

    VIÑALES: Ándese no más ufano,
    que yo le he de preguntar
    si así piensa retozar
    de aquí a unos días, paisano,
    cuando con sus doce mil,
    que dice que tiene Urquiza,
    nos venga a sacar la friza.

    VERGARA: ¡Qué mecha para un candil!







    Nº 5
    Buenos Aires. - Junio 22 de 1853.


    CABALLEROS:
    Éste es el GALLO nº cinco y tarja: porque al fin, del reñidero aonde me metí he salido tan lucido como un zaino parejero, que pensó lucir su viveza bajo las caronas de un soldao terutero, el cual últimamente lo largó al pobre pingo en el bajo, aonde lo vide el otro día flaco, uñerudo y rabón; porque hasta la cola le habían comido las yeguas de pajuera.

    Por esta razón el Gallo, antes de quedarse enteramente desplumao y sin cola, dirá lo que decía un Andaluz:

    Abur, Perico,
    ahí te mando ese Gallo
    que clava el pico.

    Ésta no es chanza
    Memorias de una audencia de Sancho Panza

    Gracias a Dios que me he sacao el lazo del compromiso, en que me puse con el noble auditorio de esta Capital Federal y capada al gusto y satisfaición del señor don Sancho... me equivoqué: del señor don Justo quise decir, pero con el verso de la audencia le atraqué don Sancho a Vuecelencia.

    Pues, sí, señores: yo les ofrecí a los puebleros, por empeño de la mocita aquella del fandango, el que les escrebería cinco Gallos al mes, los mesmos que he soltao, desiando agradar a todo bicho, y en la punta a mi amigazo el gacetero del Nacional, que me hizo el cariño de darme una música en su Gaceta para acreditarme con el Porteñaje cuando yo solté mi primer Pollo.

    EL SARGENTO ANICETO EL GALLO
    En traje de Guardia Nacional de Caballería

    Yo no sé si el amigo Nacional se dará por bien correspondido del Gallo, pero se me afigura que los caballeros alistaos a mi gaceta, ni naides podrá quejarse, diciendo que Aniceto anduvo lecheriando para escrebir los cinco Gallos prometidos al mes, desde que en el nº 1 les largué un Pollo de ley, y luego cuatro Jacas hasta la presente: y toda esta fatura por diez pesos que, en el día, de alfalfa se los almuerza cualquier Diputado del Congreso.

    ¡Ah, hombres tragones! Lo mismo que el Diretor: con sólo la diferencia de que entre todos los congresudos pueden tragárselo a Vuecelencia, pero don Sancho... ¡dale con don Sancho!... el Diretor solo, redepente se ha de tragar a todos los diputaos. ¡Qué buche!

    De ahí resulta la grandísima afición que Vuecelencia lo tiene a la Gobernaduría de Buenos Aires, aonde hay tan buenos bocaos, particularmente pichoncitos; y por eso el hombre se lambe por venirse a gobernar en la Capital hasta las Conchas de un lao, y por el otro hasta la Ensenada: con arreglo a la capadura que de nuestra Provincia y por la Custitución de moquillo ha hecho el divino Congreso del Carcarañá para llenar los deseos del organicista.

    ¡Qué brutos son los que dicen

    que la Virgen es la luna!
    ansí son los congresudos
    que sueñan la capadura.

    ¿Con que, nada menos que la Capital hasta las Conchas?... ¿Y la Ensenada? ¡Friolera! Y los gauchos porteños que tenemos a gala en ir a pasiar a nuestro Buenos Aires, ¿por qué nos quiere apartar? ¡Han visto! a la cuenta será para que V. E. se venga con su general Crespín y el gobernador Babas a retozar en la tierra de los generales porteños guapazos que peliaron noblemente por la gloria y grandeza de Buenos Aires; y que nunca sembraron choclos ni zapallos en nuestra provincia para venderlos ellos solos, y privarles ese recurso infeliz a los pobres paisanos, como los generales de aquel lao del Paraná. Vaya, vaya pues, no es nada el tamaño de la Capital que quiere para su recreo el señor don Sancho: ¡qué majadería!... el señor don Justo.

    Entonces: si el hombre se acomoda en una capital de este trecho, el diablo que le dé palmada ni lo pille a tiro para merecerle una audencia de aquellas que supo dar antes de hacerse Diretor, cuanto redepente se acomodó de Gobierno en las casas y en la mesma silla del viejo Restaurador don Juan Manuel.

    ¡La pu...janza, el modo de dar audencia que usaba el Diretor de Buenos Aires entre la porteñada! oigan cómo las daba; y esto es la verdad peladita.

    Pues, señor: un día, allá por el mes de mayo del año pasao, como a las once de la mañana, desde Palermo, V. E. se largó de poncho, y llegó a la casa principal del Restaurador.

    Se apió el hombre en la puerta, y de poncho no más, como por su casa, se coló echando plantas y sin mirarle a la cara a naides.

    Al verlo entrar medio atufao, todo el mundo le sacó el cuerpo y el sombrero, y así que pasó el zaguán, atrás de él, pero en puntas de pieses, se largaron como sesenta pretendientes de todo pelo y edá, siguiéndole el rastro hasta el fondo del caserío, aonde trepamos todos por una escalera enroscada: y allí arriba Vuecelencia se entró a una sala con las paredes platiadas, y atrás de una mesa muy linda y muy grande había una silla lucida de pana colorada, en la cual el señor Director se sentó medio como envaretao y dijo que: ENTREN TODOS.

    ¡Ah, Cristo mío, si esa audencia fue cosa de reírse y de llorar! Yo estaba medio cerca de la puerta, cuando a la voz de «ENTREN todos» atropellaron como unas quince viejas que me llevaron por delante hasta adentro, y entonces vide que Vuecelencia frunció el gesto al ver las veteranas; pero, así que comenzaron a entrar las muchachas, se alegró el señor Director y le bailaban los ojitos. Luego entró el machaje de todo tamaño, y otra güelta Vuecelencia se puso seriancón, y templando el pecho dijo: «siéntense.»

    A la voz de siéntense, las mujeres, por ganar las sillas que estaban junto al señor Diretor, se amontonaron y se sentaron como jugando a la gata parida, siempre a vanguardia las más veteranas: entretanto las mozas se quedaron más atrasito, cosa que le desagradó al Diretudo. Luego los hombres nos quedamos en pie y formaos hasta de a cuatro de fondo, esperando que nos llegara la audencia y sin resollar naides. Y yo atrás de todos sin pestañar.
    Al fin me llamó la atención el oír que Vuecelencia le dijo a una señora de las más allegadas a la mesa:

    -¿Qué quiero usté, señora? vamos a ver.

    -Señor. Yo soy la infeliz viuda del coronel...

    -Bueno: si es viuda, déjese de lástimas. ¿Qué se le ofrece?

    -Señor: permítame Vuecelencia explicar...

    -Está bueno: diga de una vez.

    -Señor general: solicito algún socorro por cuenta de mi viudedá y en consideración a los servicios de mi finado... esposo, en la guerra de la Independencia.

    -¡Umb!... ya salimos con la independencia: y ¿a quién le sirvió su marido?

    -Señor general, mi esposo sirvió a la patria con los generales Belgrano y San Martín.

    -¡Umb!... y, ¿aónde murió su marido?

    -Señor: desgraciadamente en Montevideo.

    -Y ¿a qué se fue a Montevideo?

    -Emigró, señor, porque lo perseguía el general Rosas.

    -¡Ésa es mentira, señora! El general Rosas no ha perseguido a naides. Y si su marido se fue a los Salvajes de Montevideo, para unirse a los Gringos, vaya usté a que la socorran en Montevideo...

    Entonces la pobre señora, tragándose la saliva, dio un suspiro, y se salió al tiempo que Vuecelencia le preguntó a un oficial porteño:

    -Y usté, ¿qué anda queriendo? ¿ya viene por la oveja?

    -Señor, vengo de necesidá a pedirle...

    -¡Para tomar caña! ¿eh? lárguese, no embrome.

    El oficial dio media güelta, y alzó moño con la cara larga, cuando otra señora con dos niñitas se acercó a Su Ecelencia, porque éste la llamó y le dijo:


    -¿Qué busca usté con estas muchachitas?

    -Excmo. Señor: vengo con ellas a implorar la clemencia de Vuecelencia, porque son güérfanas y desamparadas.

    -¿Güérfanas? ¡hay tantas! y ¿cómo son güérfanas?

    -Señor: porque el infeliz padre de estas niñas fue degollao en el año cuarenta, junto con el coronel Linche y otros desgraciaos...

    -Bien hecho: por salvajes unitarios. Vaya con Dios, señora, no me venga con cuentos atrasaos.

    Y la pobre señora se largó asustada, como sacando a la rastra a las muchachitas, que salieron abriendo tamaños ojos y chupándose el dedo.


    -¿Y usté? (dirigiéndose a otra señora bizarrota): ¿qué quiere, señora?

    -Señor: desearía hablar a Vuecelencia reservadamente, porque aquí hay tanta gente...

    -Déjese de reserva; en mi audencia no acostumbro tapujos, hable claro y pronto, ¿qué quiere?

    -Pero, señor general; por lo menos permítame Vuecelencia hablarle despacio.

    -¡Umb!... ¡qué misterio! bueno, hable como quiera.

    -Señor (le dijo despacito), yo soy la viuda de fulano a quien Vuecelencia ha conocido.

    -¡Ché! ¿usté es la mujer del salvaje unitario fulano, que se pasó a los Franceses de Montevideo para venir con los extranjeros y peliar a don Juan Manuel Rosas? Váyase, señora, y dé gracias a Dios de ser viuda, porque su marido en eso fue un pícaro traidor.

    -¡Pero, señor! Mi marido entonces creyó justo hacer lo mismo que Vuecelencia ha hecho ahora, trayendo a los Brasileros para pelear con los Argentinos, y para voltiar a don Juan Ma...

    -¡Cállese la boca, la salvajona!... ¡Venga uno y eche a la calle a esta desvergonzada! ¡habrase visto grandísima...!

    Y la señora se salió muy fresca dejándolo a Vuecelencia caliente, a punto que con los ojos cuajaos de sangre le soltó una mirada a un mocito pueblero que estaba por delante de mí, al cual le preguntó el Diretor muy retobao:

    -¿Y usté, mocito, qué quiere?

    -Vengo, Exmo. Señor, en representación de las señoras propietarias de los terrenos en que Vuecelencia ha mandao establecer el campo de inválidos, y...

    -¡Ah, grandísimo pícaro! ¡Tinterillo! mándese mudar a escrebir artículos demagogos en el Nacional. ¡Miren qué traza!- Y el mocito salió al trote con el rabo entre las piernas y riyéndose de miedo o de la audencia. ¡Qué barbaridá!

    -¿Y usté? (a una federala): vamos a ver: ¿qué quiere?
    -Señor: vengo por la razón de que yo hice una presentación para Vuecelencia, pidiéndole que por los atrasaos de mi dijunto, que murió en la banda del señor don Juan Manuel, peliando contra los salvajes en el sitio de Montevideo, el que se me pagaran esos atrasaos; pero como Vuecelencia le ha puesto a mi presentación: «Archívese», los escrebientes de abajo no me quieren largar ni la plata ni el papel.

    -¿Y yo, qué tengo que hacer con lo que don Juan Manuel le debe a su marido, ni qué darle a usté por los atrasaos?

    -¿Cómo no, señor? Si Vuecelencia mesmo le ha puesto la cosa de Archívese.

    -Pues bien: si yo le he puesto esa cosa, mejor para usté. ¡Vaya con Dios!

    -Pero, señor ¿y cómo he de hacer, si no me largan ni la plata ni el papel?

    -Amuélese. ¿Ya sabe?

    -Pero, señor: y ¿quién me paga entonces?

    -Vaya a que le pague su agüela la tuerta.

    Y la pobre federala salió mirándolo de medio lao a Vuecelencia y con la boca cerrada, pero inflando los cachetes como cuisito; a la cuenta lo iba pu...ti...ando al Diretor: que no se fijó en ella porque se dirigió a un jefe que allí estaba, con traza de veterano, y le dijo:

    -¿Y usté quién es, y qué busca?

    -Señor general, soy el comendante Tal que tengo 25 años de servicios a la patria, y que últimamente hice la campaña de Caseros en el ejército a las órdenes de Vuecelencia, y hasta ahora no he sido socorrido.

    -¡Umb! fundillos caídos, ¿eh? Siempre pedigüeños: aguante, amigo, como aguantan los buenos federales servidores de la patria.

    -Sí, señor: pero Vuecelencia no sufre lo que yo a la par de mi pobre familia.

    -Cállese: no sea atrevido. Mándese mudar. ¿Oye? y, ¡cuidao! Al momento se salió el hombre con tres cuartas de narices y sin más replicar.

    Luego el Diretor le preguntó a otra señora de ojos azules, pero madura:

    -Vamos a ver a usté: ¿qué se le ofrece, señora? -Y ésta le habló bajito al Diretor, quien le atajó luego la palabra diciéndole:

    -Eso no es verdad, señora: su marido, cuando fue gobernador, fue un traidor a la causa de la federación, y vendió su provincia a los Porteños; y los hijos de usté fueron unos malevos, que el uno anduvo haciendo diabluras con Lavalle y el manco Paz, hasta que el general Rosas lo agarró y lo mandó afusilar... en lo que hizo muy bien; porque así manda la ordenanza, que a los oficiales resertores los afusilen. Y a su otro hijo lo mató Fulano, en tal parte: bien empleao, por barullero; y últimamente toda su familia era y será salvaje unitaria. Con que así, vaya con Dios, que yo no puedo atender sino a los federales; y... vení, arrimate vos: (le dijo a un soldao militar), ¿qué querés?

    -¿Quién? ¿yo, mi general?

    -Sí, vos. Ya te conozco: sos de los pedigüeños de Gualeguaichú, ladrones de caballos: y, ¿qué andás haciendo en el pueblo?

    -Señor: esta mañana he salido recién del hospital, aonde he estao enfermo; y, como me veo tan atrasao de ropa, venía...

    -¿Y dónde has echao la ropa que trajiste de Entre Ríos? o ¿no trabajaste allá para vestirte hacer la campaña?

    -Sí, señor: allá vendí una yuntita de güeyes que tenía, y con eso me acangallé; pero, como me lastimaron en la aición de Caseros, se me perdieron las maletas con ropa y todo.

    -¡Umb! y ¿cómo no has robao otras maletas?

    -¿Cómo podía, pues, señor, estando lastimao? y luego en el ejército naides puede trajinar: si no, Vuecelencia los dijuntea a los vivos.

    -Está bueno: andate no más; después platicaremos. Alléguese usté, paisana, le dijo en seguida a una medio moza que se le puso al frente y...

    -¿qué trai? vamos a ver.

    -Yo vengo, señor general, a pedirle justicia contra un barquero uropeo, que hizo un trato conmigo de unas carretas, que a nombre de Vuecelencia me llevó para Entre Ríos, y ahora recién ha vuelto el barquero y no me quiere pagar, y por eso venía...

    -¿No le paga? está bien empleao, para que no se meta a tratar otra vez con los gringos, habiendo tantos criollos con quien ajustarse.

    -Pero, señor. ¿Cómo es eso de con los gringos? porque mi marido era gringo, y muy hombre de bien, y muy servidor en esta patria, sin hacerle trampas a naides; de suerte que yo...

    -De suerte que, mándese mudar: ya le dije.

    -¡Josús! ¡Josús de mi alma! ¡qué gente tan majadera! dijo luego una vieja de antiojos y traza de hurón que se vino arrimando a la mesa, y a la cual el señor Diretor le dijo:

    -¿Diaónde sale? ¿Cómo está?

    -Para servir a Vuecelencia, Exmo. Señor general.

    -¿Qué anda haciendo?

    -Ando, Exmo. Señor, en muchísimos trabajos: ¡sea todo por Dios! Esta mañana me vine a oír misa a San Francisco, para de allí cruzar a la botica del Inglés a comprar este frasco de espíritu de Léter, que es santa cosa para los acidentes; y luego vine al Mercao a tomar esta docena de güevos para hacerle remedios a la niña menorcita.

    -¡Umb! ¿A cuál niña?

    -A la de quince años, señor general, ¿no se acuerda Vuecelencia que le dio un ramito? Pues desde esa ocasión está la niña muy enfermita de una especie de pocondría, tan triste, que dicen los médicos que no se le quitará sino sacándola a pasiar, continuamente, y en coche, por esos recreos de Palermo.

    -Pues bueno: cúrela y sáquela a pasiar por allá.

    -¡Pues no la he de curar... madre mía y señora del Carmen! para asistirla estoy haciendo unos sacrificios...

    -Hace bien, cuídela, cosa que sane pronto... y ya le digo, llévela a pasiar.

    -¿Por Palermo, señor? y ¿cuándo?

    -Cuando le dé la gana.

    -Muy bien, Vuecelencia, la llevaré, así que se amejore, aunque tengo miedo que me la muerda, señor...

    -Si ya no muerde Purvis: (97) gruñe no más; vaya sin miedo.

    -¡Josús! yo le tiemblo al Purvis; pero con la siguranza que Vuecelencia me da, iré más animada.

    -Está bueno: vaya con este hombre. -¡Venga, coronel!

    -Señor.

    -Vaya con esta señora; diga que le den una orden para que la remedien con quinientos pesos por lo pronto.

    -¡Josús de mi alma! ¡qué ángel del cielo es este libertador! Dios lo conserve eternamente; dijo la santulona, rumbiando atrás del adecán para un rincón, aonde estaba la ofecina de los quinientos... Y fue el caso que después que entró el adecán, cuando iba a colarse la vieja, la atropelló un ternero (me pareció), y era el perro Purvis que venía al trote, arrastrando una guasca con una lazada en la punta. El mastín, apenas olfatió a Vuecelencia, cerca de la vieja no más, pegó un gruñido, y abriendo tamañas quijadas espantó fieramente a la veterana: la cual, queriendo juirle, metió una pata en la lazada del cabresto de Purvis que, al sentirse sujetao, en primer lugar, del tirón despatarró a la vieja y sobre el lazo se dio güelta, y le pegó una sacudida de mordiscones, revolcándola sobre el frasco y los güevos rotos que habían estao podridos.
    Por último: mientras Vuecelencia se reía y mandó sacar a Purvis de encima de la vieja, el resto del auditorio salió despavorido, echando diablos, y yo en la punta: concluyendo la audencia de un modo espantoso por la aparición del famoso Purvis, rastreador y mordedor como el señor presidente NONATO de la Capital hasta las Conchas.


    Cuatro preguntas
    Que le hace al Director un granadero del 1er batallón de línea de Buenos Aires

    Pero, dígame, señor:
    ¿qué hace en San José pintando,
    después que echó la balaca
    de que venía a tragarnos?
    ¿Cómo es eso, Diretudo?
    ¡qué! ¿trata de andar gauchando
    por las orillas no más?
    ¡Vean qué andarse empacando!
    entonces, ¿cómo presume
    venir a diretoriarnos?
    y si nos reímos al fin,
    se ha de salir enojando.
    Endurezca y atropelle,
    mire que si anda lerdiando
    puede que le rezonguemos
    el día menos pensado,
    y también que lo saquemos
    hasta su tierra mosquiando.
    ¡Vaya, vaya! Y... digamé:
    ¿de miñoca, cómo andamos?
    ya sabe que el porteñaje
    está todo acostumbrao a tener mucha moneda,
    y a gastarla voraciando;
    y asigún lo que me cuentan
    los que se vienen pasaos,
    Vuecelencia anda flacón,
    o fingiéndose atrasao:
    y siempre haciendo promesas
    pero, yerba, ni tabaco...
    no les da a esos infelices.
    No sea, pues, tan ingrato;
    lárguele a esa pobre gente
    siquiera para cigarros,
    que, a costa de ellos, bastante
    Vuecelencia ha manotiao;
    o al menos denos licencia
    para medio remediarlos:
    cosa que haremos a gusto,
    porque al fin somos paisanos,
    y «entre güeyes no hay cornadas;»
    y luego por este lao,
    a decirle la verdá,
    no estamos tan desaviaos.
    Pero, allá, sus teruteros
    da compasión el mirarlos,
    y en prueba de la evidencia,
    atienda el siguiente caso:
    A la Casa de Gobierno
    fui el otro día buscando
    cierta cosa, y al entrar
    vi que estaba tiritando
    el centinela en la puerta; y eso que estaba abrigao
    con dos ponchos ¡superiores!
    buena casaca de paño,
    una gorra, ¡cosa linda!
    pantalones y zapatos.
    -Con que, yo le pregunté,
    ¿por qué tirita, paisano?
    y el mozo me contestó:
    -Quite, amigo; si me ha dao
    chucho de ver a ese pobre:
    y me señaló un pasao
    que acababa de llegar,
    y allí estaba acurrucao
    en un rincón del zaguán,
    temblando como un pelao:
    y esa mesma tardecita
    lo vi al pobre acangallao.
    Infeliz! -Y ¿digamé,
    señor Diretor. ¿Qué diablo
    le ha hecho el coronel Pinedo
    viniéndose con los barcos?
    ¿Cómo es eso que la escuadra
    también se le ha resertao?
    ¿ya empieza el resfaladero?
    Pues, señor, eso está MALO!
    no se deje trajinar.
    ¡Qué! ¿no puede sujetarlos
    ni con la Custitución?
    ¡Ah, criollos! ¡si son el diablo para eso de someterse
    a un presidente guarango!
    De balde por allá ajuera
    lo andan algunos palmiando:
    créame lo que le digo:
    eso es para embozalarlo.
    Ya le alvierto que lo engañan
    los Porteños, y que al cabo
    los de afuera y los de adentro
    se han de unir para aventarlo
    a la loma del Infierno;
    pues todos, desengañados,
    vemos ya que Vuecelencia
    es también ¡FUNDILLOS CAÍDOS!
    desde que no se nos viene
    y nos larga un ¡VALE CUATRO!
    ¡juerte! a ver si nos asusta;
    y estamos viendo, al contrario,
    que allá en San José de Flores
    se lo pasa cabuliando
    con su recua de dotores
    que lo siguen enredando:
    que yo, en su lugar, patrón,
    a todos esos bellacos
    se los mandaba a Videla
    o a Benítez amarraos,
    para que estos los foguiasen
    a la par de sus soldaos,
    a costillas de los cuales
    echan plantas esos diablos
    congresudos enredistas.
    Véalos si se han turbao
    eligiendo a Buenos Aires
    de capital, calculiando
    venirse a la chupandina,
    sin más riesgo ni trabajo
    que estar tragando y bebiendo
    y en las casas paroliando,
    mientras pelean para ellas,
    y se matan los paisanos
    unos con otros. ¡Ahi-juna!
    Nada, señor, de soldaos,
    échelos a las guerrillas
    a todos los diputaos,
    como hacen acá en el Pueblo
    con los más encopetaos.
    Ahora, tocante a guerrillas,
    creo que estará informao
    que el otro día arronjó
    el viento a la playa un barco,
    al cual la Teruterada
    se descolgó a trajinarlo
    y que de acá el mayor Vila
    con unos cuantos soldaos
    salió de curiosidá,
    pero como son tan guapos
    los Teruteros, lueguito
    a meter bulla empezaron;
    y el comendante Villar,
    al verlos alborotaos,
    salió con los Correntinos
    que siempre andan desganaos,
    y al decirles... vamonós,
    hasta en pelos se largaron, y del primer rempujón
    ¡a la gran... punta se arriaron
    a todo el Teruteraje
    que hacía bulla en el bajo.
    Luego, por la Recoleta,
    en la barranca asomaron
    los infantes tamangudos,
    de Vuecelencia, y ganaron
    las quintas y las zoteas,
    y a balazos se trenzaron
    con los Guardias Nacionales
    del comendante OBLIGADO,
    sin que éstos les recularan
    la pisada de un chimango.
    Y por fin, mi batallón,
    cuesta arriba al trote largo,
    a bala y a bayoneta
    a las casas nos trepamos,
    y de allí hasta los corrales
    como a burros los arriamos,
    y nos reímos largamente
    del ruido de los tamangos
    que por los calcagüesales
    iban los pobres largando.
    Antes de eso la trepada
    cuasi nos costó muy caro,
    porque al cruzar un portillo
    por aonde salió puntiando
    mi comendante CONESA,
    que va siempre adelantao,
    allí, por el mesmo medio
    de las orejas del blanco,
    un Terutero alarife
    le descargó un trabucazo,
    que estornudó el comendante
    con el humo del tabaco;
    pero en seguida no más
    le cerró piernas al blanco
    y atropelló al Terutero...
    ¡que disparó echando diablos!
    De ahí subimos a la torre,
    y estuvimos repicando
    a salú de Vuecelencia:
    y por fin, al abajarnos,
    un flaire de San Francisco
    de gusto me soltó un pavo,
    y yo al cura del Socorro
    se lo largué de regalo,
    por verlo tan guapetón,
    que nos vino acompañando
    junto con el sota cura,
    que también de aficionao
    se vino a la Recoleta,
    y anduvo allí entreverao
    dando vivas a la Patria
    y alentando a los soldaos,
    y sin llevar ni un facón
    para algún lance apurao.
    Con que, señor Diretor,
    creo dejarlo informao de todo lo sucedido,
    y también aconsejao
    de que... ¡abra el ojo! no sea
    que algún mal intencionao
    lo traiga un día a la Plaza
    con Purvis acollarao.


    Al señor comendante de los españoles

    Pero, dígame, señor:
    ¿Diaónde diablos ha sacao
    esa gente tan guapaza?
    ¡la pujanza en el ganao
    que es bravo hasta lo infinito!
    y no van a punto errao,
    porque es: ¡Tum! ¡y muerto al suelo!
    ¡Vayan a matar venaos,
    que eso es ya barbaridá!
    antiyer se han dijuntiao
    como ochenta Teruteros;
    y con ganas se han quedao,
    pues se venían lambiendo
    al retirarse embarraos:
    así el Diretor con ellos
    está tan incomodao,
    que ayer dijo en San José,
    fieramente retobao,
    que todos los Españoles
    han de ser desgarretaos.
    Con que, ya se lo prevengo
    para que anden con cuidao.
    EL ZURDO.


    Boletín extraordinario de Aniceto el Gallo
    LA ÚLTIMA A VUECELENCIA
    Y...

    Para que los de la Duana
    DEL DIRETOR DON JUSTO
    TOMEN A GUSTO
    LA MAÑANA.

    Dicen que ayer por Barracas
    cierto Urquicista llegó
    a un campamento, y sacó
    ufano de la petaca
    un cuaderno que leyó...
    Pidiendo atención,
    a la Porteñada
    que allí de coplada
    se juntó en montón:
    Y al oír la Custitución
    que entró a ler el Diputao,
    el criollaje alborotao
    a cantarle comenzó:
    ¡Cocorocó! ¡Cocorocó!
    Entonces el Urquizano
    quiso hablar en tono tierno,
    pero se volvió un infierno
    la reunión, y un paisano
    que le arrebató el cuaderno...
    ¡Ésta es embrolla!
    dijo en seguida;
    y una sumida
    le dio en la bolla...
    Y el Porteñaje siguió:
    ¡Cocorocó! ¡Cocorocó!
    Como flecha a San José
    guasquió el Diputao aprisa,
    y llegó con la camisa
    sucia de... yo no sé qué
    a presentársele a Urquiza:
    Que de un rincón,
    cuanto lo vio,
    le preguntó
    con aflición:
    ¿Por qué trai tan mal olor?
    dígame de sopetón,
    ¿tragan la Custitución
    los Porteños? -Sí, señor:
    hoy se han tragao un vapor
    que tiene ese mesmo nombre
    (contestó asustao el hombre),
    y me han dicho allí a la cuadra,
    que han hecho tantos empeños
    que han logrado los Porteños
    tragarnos ¡toda la escuadra!
    y dicen con insolencia
    allá y aquí esos canallas,
    que han de tener las agallas
    de tragarse a Vuecelencia.
    ¡Por Dios, señor! no ande lerdo,
    ni se atorulle por nada:
    haya una cuerda ensebada
    del macho aquel de su ACUERDO.
    A este tiempo sacudió
    las alas un gallo giro,
    y el Diretor dio un suspiro
    al sentir que le cantó:
    ¡Cocorocó! ¡Cocorocó!
    Luego principió el choreo
    del pobrecito don Justo,
    quien mirando con disgusto,
    para aonde estuvo el bocleo,
    cuasi se ca...yó de susto;
    Pues viendo el río
    abandonao,
    atribulao
    dijo: ¡Dios mío!
    Hoy mesmo a Gualeguaichú,
    si de atrás no me bolean,
    espero de que me vean
    emplumar como ñandú.
    Y el Diputao que escuchó
    estas palabras tan tiernas,
    con el rabo entre las piernas
    también cantando salió:
    ¡Cocorocó! ¡Cocorocó!

    Cielito de un Correntino
    Voy a cantar este cielo
    por una tonada extraña,
    para que lo baile un cierto
    diretor de media caña.
    Allá va cielo y más cielo,
    cielo por la Residencia;
    háganme favor de hacerle
    cancha para el Vuecelencia.
    No hay duda: don Juan Manuel
    mostró que tenía tino
    al ponerle LOCO al ñato,
    pues le acertó a lo divino.
    Allá va cielo: ¡Rascate!
    vaya mi cielo: ¡Mordete!
    muchas memorias te manda
    de cualquier parte Alderete.
    Diz que ajuera el Diretor
    le anda temiendo a la vela,
    y otros dicen de que el mate
    le anda jediendo a pajuela.
    ¡Ay, cielo! y dicen también,
    no sé si será verdá,
    de que ya no sabe el ñato
    aónde queda el Paraná.
    En Corrientes andan todos
    con un susto, háganse cargo:
    no los vaya a lastimar
    como hizo en el Pago Largo.
    Allá va cielo, mi cielo,
    cielito, cielo, en la vida
    no vas a crer, Diretor,
    que Correntino te olvida.
    ¡Ah, Cristo! ¡quién lo topara
    por ahí, por la Recoleta,
    para atracarle una mora
    a la raíz de la paleta!
    Cielito, cielo, mi cielo.
    ¡ay, cielo del alma mía!
    la Correntinada dice:
    ¡Cuándo llegará ese día!
    A pesar que, si se ofrece
    la ocasión, estamos viendo
    que se le duerme al Rosin
    y a dos laos sale muriendo.
    Cielo mío, pero entonces
    de balde ha de hacer cabriolas;
    se escapará de mi corvo:
    pero... ¡cuándo de mis bolas!
    Al fin para el Diretor
    echaré la despedida,
    y hasta que yo me le afirme
    Dios le conserve la vida.
    Allá va el último cielo,
    cielito de la esperanza:
    ¡ojalá para ese día
    le pase mucho la panza!




    Tapones por todos laos

    Se suena de que, como el Diretor anda hoy por Palermo, olfatiando para los barcos de Guerra Uropeos, la Comendancia General de Marina está atariada haciéndole poner, con los mesmos barcos que fueron de Vuecelencia, tapones por todos laos, desde Patagónica hasta San Nicolás y más allasito, y que los barcos van carpaos de choclos para los empleaos de las duanas del Diretor, y llevándoles MEMORIAS DEL BOGLEO.


    Nº 6
    Buenos Aires. - Julio 2 de 1853.

    SÍ, SEÑOR: MUCHO ME HA DE HACER CON SU ALESNA

    Así mesmo, me acuerdo de que, una ocasión, le decía empacao y medio encogiéndose un Porteñito achurador a un viejo Entrerriano, muy quebrallón y desollador de los corrales aonde lo amenazaba al criollito, como queriendo destriparlo con un cuchillo envenao y de hoja enteramente muy gastada...

    Entonces, ya les digo: el Porteñito lo aguardaba empacao y como echando mano al alfajor, y cuando el viejo le quería prender hasta la virola, el muchacho no hacía más que medio sacarle el cuerpo y decirle: -Sí, señor: ¡mucho me ha de hacer con su alesna!

    Con que, así le diré yo al señor Diretor, ahora que he sabido con siguranza de que está fieramente enojao conmigo, pues diz que en San José de Flores, días pasaos, Vuecelencia muy caliente le dijo a una moza de que, si me agarra (¡y que me agarraba!) me ha de hacer sacar una lonja cuando menos. ¡Cristo, qué riguridá! De modo...

    Que si el Diretor me hostiga
    en lonjiarme se encapricha,
    encogerá la barriga
    y le diré a lo Bachicha;
    ¡ma!... ¿qué quiere que te diga?

    A pesar de que pudiera agarrarme, cuando Vuecelencia entre a Buenos Aires (y que entraba), porque yo no pienso juirle de la trinchera o de más ajuerita, y por allí no más tanto a mí como a todos los defensores de la ciudá, cuando el Diretor la atropelle (y que atropellaba), nos ha de encontrar ¡firmes como palo a pique!

    Vaya, vaya: ¡eh! ¿con que, solamente apenas quiere desollarme? Pero, señor: ¿por qué está tan enojao conmigo? ¿Porque suelto al Gallo? ¿No decía Vuecelencia que en esta vida nada se le importaba de ningún gacetero del mundo? Ya se ve: como Vuecelencia es hombre tan acreditao (para el cuchillo) desde PAGO LARGO hasta VENCES, como desde la INDIA MUERTA hasta PALERMO, ¿qué mella le han de hacer con gacetas? aunque yo desconfío que el Gallo le hace muchas cosquillas, porque Aniceto les dice a los paisanos la verdá sin terminachos, y no se casa con naides: sin embargo de que los apreceo a todos siguramente más que Vuecelencia, que ha venido a embrollarnos con su Custitución ñata, haciéndonos matar unos con otros. Si a lo menos y por último se volviera, señor, para su tierra a gobernar allá como le dé la gana, en ese caso, hasta yo me empeñaría para que lo largaran...
    Y para este empeño no le parezca que al Gallo le faltan amigos de todas layas allá ajuera y acá adentro.

    De veras: pues aunque Vuecelencia presume de guapetón y ricacho, y de tener mucho partido, con todo, yo que sólo soy un triste gaucho, en cualquier parte le corro a más bien querido. Por eso le aconsejo que se largue de una vez a su cueva y nos deje a los Porteños arañarnos o acomodarnos: no sea porfiao. ¿A qué diablos está queriendo engañar todavía a los gauchos, después de lo atribulao que se encuentra con la raliada de la Escuadra?

    Ya sabemos que Vuecelencia les está haciendo decir a los paisanos, el que de acá los puebleros le andan mandando empeños para que les haga la paz, para dejarlo de Diretor custitucionudo de todas la Provincias, a fin de que en cuatro manotiadas nos haga cueriar todas las vacas de la nuestra y algunos gauchos de yapa. ¡Oh! no embrome, patrón.

    ¿Diaónde se ha creído que los gauchos porteños son mulitas, ni que Vuecelencia los ha de seguir engatusando con proclamas, y diciéndoles que no es nada el rempujón de la Escuadra, y que se aguanten como buenos federales, sin comer, sin medio y en pelota, hasta que Vuecelencia haga la entrada? Págueles, señor Diretor, mire que los mozos de ajuera bien saben ya de que el Gobierno de la ciudá y todos los soldaos que la defienden, tanto los gauchos como los cajetillas, también son federales de ley; y que así como pelean parejito, lo mesmo comen bien todos los días, y andan abrigaditos con cacharpas lindas, en ancas de que, CADA SÁBADO, ¿oye Vuecelencia? cada sábado, al salir el sol, desde el primerito hasta el último de los soldaos de la ciudá reciben en su cuartel ochenta y siete pesitos para los vicios. ¡Ve, señor! Así se trata a los soldaos federales; y no con proclamas y promesas de para la entrada. ¡Qué apunte!

    Ya presumo de que Vuecelencia me ha de hacer retrucar esta verdá, diciendo que este gobierno roba mucho, y por eso larga plata. Puede ser que así sea, aunque está en duda; pero, lo cierto es que si roba, roba para todos por parejo, lo que allá Vuecelencia se está trajinando para su buche solamente todos los cuerambres y haciendas de la campaña, sin darle un rial a Cristo, como es su maña vieja: pues todavía me acuerdo de que a los soldaos porteños y federales de doce años de campañas, que trujo Vuecelencia de la Banda Oriental a Entre Ríos, les dio apenas tres patacones a cada uno, y que Vuecelencia se tragó todos los cargamentos de pesos fuertes que le aflojó el Emperador para los soldaos federales.

    Pues, así mesmo en el día, Vuecelencia y tres o cuatro de sus ahijaos se están tragando todas las haciendas y demás bienes de nuestra provincia, y en lugar de largarles algunos medios a sus soldaos, les arrima estaca cuando se ladean del campamento a calentarse por ahí, y les suelta proclamas y promesas de para cuando la entrada.

    ¿Qué entrada? ¿cuándo, y quién vendrá haciendo punta? ¿Vuecelencia?

    ¡Ja! ¡ja! ¡ja! ¡Ah, malhaya! dicen los Italianos lambiéndose por conocer al Diretor yesquerudo. Luego, si Vuecelencia no puntea en la entrada, ¿quién vendrá adelante? ¿Los paisanos? Vaya, señor Diretudo, por Jesucristo le pido otra vez que no se haga el sarnoso, y que piense del mismo modo que piensan muchos de los Porteños que le andan al redor. Velay cómo:

    En Buenos Aires hay ocho mil Guardias Nacionales, porteños cuasi todos y platudos en ancas de buenos mozos. Cada Guardia Nacional tiene tres o cuatro hermanas o primas, muchachas ¡cosa linda! y de yapa cada criollo de estos tiene allá ajuera algún pariente o pión de su completa amistá, y hasta de gauchiar juntos. Luego, cada muchacha tiene algún Urupeo y algunas tienen hasta cuatro o cinco, que a un tiempo les andan arrastrando la ala.

    Muy bien: pues sí, señor; Vuecelencia quiere por fuerza entrarse a nillar a los Porteños y manosiar a las muchachas, y entonces ¿qué resultará? Claro está, los Nacionales peliarán por su cuenta y harán peliar a sus parientes de ajuera y de adentro; y luego las muchachas, las hermanas, y las parientas de los Nacionales les dicen a los Urupeos:

    ¡chúmbale a Urquiza!... y de lo demás hágase cargo, don Justo.

    Cierto es que también Vuecelencia presume sujetar la reserción del paisanaje, diciéndoles que ya a entrar a la ciudá y a darles a todos por los atrasaos, en cuanto le lleguen los cotigentes de soldaos que le van a mandar de las provincias, y que con ellos entonces a la fija nos apretará a todos los Porteños.

    ¡Pues no, mi alma! Eso de los cotigentes, endeveras mete miedo.

    Pero a propósito: escuche, le contaré lo que me pasó el otro día en una comilona que tuvimos con unos cuantos de los pasaos, que esa mañana se le raliaron de Palermo; porque no fallan a lo menos de a veinticinco diarios; y, si no lo cré, pregúnteselo al coronel don LAUREANO DÍAZ.

    Pues, como le iba diciendo: como unos quince soldaos de los del pueblo, entreveraditos con algunos pasaos que también ya son soldaos de la ciudá y mozos platudos, nos largamos de humorada a voraciar en la fonda; pues por acá los soldaos, cuando nos da la gana, comemos de fonda; porque para eso nos paga bien el Gobierno Federal de Buenos Aires, sin echarnos tantas proclamas.

    En fin, en la fonda nos tiramos de pasteles, gallina con arroz, chicholos, y échele cuhetes, y vino superiorazo al gusto de cada cual. El caso fue, que, en medio de la jarana, no sé quién de la rueda dijo de que a Vuecelencia le estaban ya por llegar doscientos Mendocinos del cotigente, como Vuecelencia mesmito lo asiguraba. Al oír esto, saltó un corneta que estaba a mi lao medio pesadón, y después de bostezar largo, preguntó: ¿cuántos son los Mendocinos? ¿cuántos son los Mendocinos? ¿doscientos? Si no son más que esos (prosiguió), no le alcanzan al Diretor para el gasto diario de ocho días de pasaos. ¡Ahi-juna, el corneta vivaracho! y yo creíba que estaba mamao: y vean cómo le sacó la cuenta en la punta de las uñas.

    Mesmamente: el mozo dijo una verdá sin retruque, desde que se nos vienen tantos teruteros, que yo, señor Diretor, como sé que ya anda tan atrasao (de salú, se entiende), hasta maliceo que para de aquí a ocho días pudiera suceder que todos los congresudos y Vuecelencia en la punta se nos vengan pasaos: cosa que me alegraría muchísimo, y a pesar de que Vuecelencia anda desiando sacarme el cuero, ya le prometo largarle un abrazo en el momento que se nos venga mansito, dejándose de la embrolla de los cotigentes y echando a los infiernos esa su Direturía de los pantanos de Miserere, y haciendo con su Costitución reculada lo mesmo que hizo el moreno ladino de mi amigo el imprentero.
    Aguárdese: se me olvidaba, que le manda decir el coronel MUSIU DUTIL, que le dé Vuecelencia muchas memorias a la batería de la Convalescencia; a la cual, luego que la concluyan, dice Musiu Dutil que no le ha de hacer nada con los trucos que piensa atracarle por la media luna al vuelo. Y allá van coplas.


    Cielito de la Vigía de Buenos Aires
    Como se ve hasta SAN PEDRO
    subiéndose a la CHISMOSA,
    la otra mañana trepé
    y vide allá... cierta cosa!
    Mi cielo y de San Miguel,
    de lo alto de la Vigía, medio cerquita se me hace
    que a FLORES viché ese día.
    Si el ojo no me engañó,
    asiguro de que vi
    otra cosa atrás de Flores
    parecida a CAMUATÍ.
    Cielito y del Paraná
    debe ser por precisión
    lechiguana, o cosa igual
    para la Custitución.
    Eché luego una visual
    al rumbo del Baradero,
    y vide patentemente
    coloriando un avispero.
    Cielito y la paisanada,
    de esos laos, no tengo duda,
    que al Diretor ya le han puesto
    la custión fiera y peluda.
    Tendí la vista más lejos,
    ¡ah, ojo claro! y alcancé
    a ver una disparada
    en el mesmo Santa Fe.
    Mi cielo, y no fue ilusión,
    corrían como baguales
    una punta de morcillos
    con traza de congresales.
    Después extendí la vista
    más allá de Tucumán,
    y allí vi a los Urquizanos
    en los apuros que están.
    ¡Ay, cielo! y de aquel ladito
    vide claro a los Salteños
    que lo aprietan a Gutiérrez,
    de acá los Santiagueños.
    Entonces bajé los ojos
    hasta San José de Flores,
    y como está tan cerquita,
    ¡ahí sí que vide primores!
    Cielito, y creo excusao
    el que le diga más nada,
    sino que vi a Vuecelencia
    con dos tercias de quijada.
    Por fin, en Montevideo,
    miré al clavar bien la vista...
    patas arriba a un ministro
    muy diablo y más Urquicista.
    ¡Ay, cielo! últimamente
    vi al colmo de mi deseo
    puesto en lugar de ese maula
    a un Oriental que apreceo.

    Diálogo
    Que tuvieron hacen pocos días dos lanceros de los del valeroso comendante Otamendi, Zenón Núñez y Jacinto Roca

    ZENÓN: Con que, amigo, ¡voto alante!
    ¿cómo le ha ido esta mañana?
    ya lo vide allá en sus glorias
    floriándose... ¡la pujanza!
    mire que es arrejador.
    Ya se ve, con esos maulas
    ¡quién no retoza!

    JACINTO: Es así:
    porque está muy desganada
    de tirarse con nosotros
    toda esa Teruterada,
    desde que la tiene Urquiza
    enteramente aperriada:
    y aunque hay algunos pintores,
    todo eso no vale nada.

    ZENÓN: Por eso será que a mí
    me parece tan holgada
    aonde quiera que se ofrece
    pegarles una tantiada;
    y como anda nuestra gente
    tan lindamente montada,
    y además andamos todos
    rivalizando en la fama
    del que atropella primero,
    siempre me encuentro con ganas;
    y en cuanto medio se ofrece,
    ya lo ha visto, como gala
    se me hace el cortarme solo,
    y pegarle una sentada
    al pingo entre todos ellos:
    velay mi gloria.

    JACINTO: ¡Bien haiga!
    Pues yo también la otra tarde,
    estando en una avanzada
    se ofreció un lance, y, ¡qué Cristo!
    hablé al oficial de guardia
    y le pedí su permiso,
    porque me sentí con ganas
    de hacerles una pregunta.
    Me soltó a la disparada,
    y ya también largué el poncho,
    salté al tiro, y cargué la arma:
    y enderecé al galopito
    rumbiando a lo de Balcarza,
    por aonde topé a mi alférez
    que venía en retirada
    con unos catorce mozos
    de devisa colorada:
    ¿no los vido?

    JACINTO: Sí los vide:
    fueron los de una avanzada
    que enterita se pasó:
    pero, ¡ah, gente desaviada!
    tan completa es la miseria
    que sufre la paisanada
    sumida en esos barriales;
    y luego, tan atrasada
    como está de mancarrones,
    porque ya la reyunada
    ha espichao toda enterita,
    con la flacura y la helada,
    sigún cuentan ellos mesmos;
    y luego la caballada
    que le dicen de reserva,
    de flaca y de maltratada
    no puede con la osamenta:
    ¡barbaridá!

    ZENÓN :Y eso es nada; ayer yo entré a platicar
    con un sargento pasao,
    mozo gente y racional,
    y vea lo que contaba
    con toda formalidá:
    dice, que desde el Azul
    lo mandaron para acá
    junto con los veteranos
    que vinieron desde allá,
    de los que hoy en estos pagos
    no han quedao ni la mitá,
    y que no se han ido todos
    a la fecha, porque está
    muy oprimida esa gente,
    pues no dejan apartar
    a naides del campamento
    una cuadra más acá;
    y luego que en el servicio
    no los dejan resollar.
    ¿Y de miserias? ¡Ah, Cristo!
    Pena me dio oírle contar
    las hambrunas que padecen
    y lo desnudos que están.
    Y en ancas, diz que los tratan
    con tanta riguridá,
    que por la falta más chica
    les arriman sin piedá
    más estaca y más azotes
    que flores tiene un cardal.

    JACINTO: ¡La pujanza! de ese modo
    ¿quién diablos puede aguantar?
    ¡infelices! ya se ve,
    sólo a fuerza de crueldá
    pueden medio sujetarlos.

    ZENÓN: Pues ansí mesmo se van
    en tropillas de a sesenta,
    sin que los pueda atajar
    temor de ninguna laya,
    cuando a los campos se van;
    pero este mozo me dijo,
    que la gran dirficultá
    es hacer el arrejón
    de venirse a la ciudá,
    porque a todos los que pillan
    viniéndose para acá,
    al momento el Diretor
    los manda beneficiar,
    yéndoseles al pescuezo
    como en los tiempos de atrás
    pero usté sabe, aparcero,
    que empezándose a raliar
    la gauchería, es de balde
    el quererla sujetar.
    En vano Urquiza se apura,
    los criollos se han de escapar,
    y por más que los oprima
    se le han de venir no más,
    como lo hacen.

    JACINTO: Es verdá:
    cada rato están cayendo
    a presentarse en tropillas.
    Hoy tempranito vinieron
    como unos veinte hechos tiras,
    de rotos y de mugrientos,
    los que ya están remediaos:
    porque como acá el Gobierno
    apenas se le apresentan,
    aunque algunos le haigan hecho
    diabluras de cualquier laya
    falsiándole en otro tiempo,
    en el día no les hace
    cargo ninguno por eso.
    Al contrario, los auxilia
    y los atiende lo mesmo
    que a los que desde el principio
    se han aguantao en el pueblo.

    ZENÓN: Mesmamente, ansí los trata,
    y yo soy testigo de eso:
    porque antiyer me mandaron
    a la casa del Gobierno
    de orden de mi comendante
    para llevar unos pliegos,
    y al entrar, el corredor reparé que estaba lleno
    de los pasaos de ese día;
    que allí estaban recibiendo
    nada más que por lo pronto
    cada uno trescientos pesos
    y lueguito les rodearon
    una porción de puebleros,
    que entraron a platicarles,
    hasta que salió uno de ellos
    para la calle y volvió...
    ¡ah, mozo lindo! trayendo
    una porción de moneda,
    que en papelitos de a ciento
    a cada mozo pasao
    le largó uno, y por supuesto,
    últimamente, esa tarde
    me encontré con todos ellos
    alegres: pero, paisano,
    ¡diaónde poder conocerlos!
    Ya se ve, todos andaban
    tan lucidos y compuestos,
    de chaquetas y calzones
    y botas y ponchos nuevos,
    con plata y muy divertidos,
    pasiándose por el pueblo.

    JACINTO: ¡Lindamente! así me gusta
    que traten a los paisanos;
    y luego verá que todos
    tocan a su desengaño,
    y el que no se venga al pueblo
    se larga para su pago,
    golpiándosele en la boca al Diretor entrerriano:
    ¿no le parece?

    ZENÓN: Cabal.
    En fin, me voy retirando
    al cuartel, porque ya es tarde
    y medio me va picando
    un sueñito rigular:
    ¿si gusta mandarme en algo?

    JACINTO: Cosa ninguna. Hasta luego.

    ZENÓN: Hasta la vista, cuñao.


    Enfermedá incurable del Diretor de la docena del flaire

    Desdichadamente para la organizadura de la Confederación, con las humedades de pajuera, Vuecelencia, de quince días a esta parte, se encuentra tan apurao y enfermo de la barriga, que nada le para en el BUCHE: y lo han puesto en pior estado la descarga de purgas, vomitivos y lavativas que le han echao varios de sus jefes que fueron; y los cuales al fin le han sacao el cuerpo, porque ya Vuecelencia jiede a muerto. Velay los nombres de los que más lo han atrasao al organicista.

    El coronel Pinedo, no sé qué le hizo desde Barracas, con lo cual el Diretor, de un solo pujo, largó toda la escuadrilla del Riachuelo.

    El almirante Coe: éste le atracó con barbaridá a Musiú Larruá; y luego el Diretor, aunque medio atorándose, de golpe desembuchó toda la escuadra.

    Luego de acá, el general PAZ, de lástima, y sin embargo de que en su vida nunca le dio una ración de afrecho al Diretor, no sé qué le recetó en esta ocasión, que don Justo José vomitó enterita la Isla de Martín García con todos los cañones y soldaos que allí estaban, y más tardecito una boleta grande que de Montevideo lo manda le mandaban a Vuecelencia, cargada de pólvora y balas, que tan escasas andan por San José de Flores:

    ¡infeliz!
    ¿Y el coronel don Laureano Díaz? éste sí que anoche lo ha tullido, atracándole a Vuecelencia una sangría que le hizo soltar lueguito toda la división Chivilcoy y trescientos caballos: y debe ser cierto, porque yo anoche estuve platicando con el coronel Díaz y le solté un abrazo; y esta mañana ya vide a los muchachos que andaban muy lucidos pasiando entre los suyos.

    Por último, se sabe positivamente, que por atrás del Diretor ya le andan con la jeringa cargada, para soplarle la última lavativa con ortigas de los campos del Norte, y en ésa... el organicista largará sin duda hasta las entrañas.

    Pues, sin embargo de estos atrasos, Vuecelencia todavía hasta esta mañana contaba con los auxilios que podía darle un amigo muy ricachón que tiene en Montevideo, llamado don Samuel Lampalagua: el mesmo que, cuando Vuecelencia andaba en el peral, lo acariciaba mucho, pero hoy, apenas ha sabido los atrasos del Diretor, por todo auxilio dicen que sólo le ha mandao para cada gaucho un libro de la Biblia, y eso, a cambalache de Biblia por Vaca. Y por todo alimento le aconseja que COMA GALLO.


    Nº 7
    Buenos Aires. - Julio 12 de 1853.

    Al ruido de tanto cuhete
    y salva y musiquería,
    y noticias y alegría,
    y funciones que han habido...
    El Gallo número SIETE
    (con perdón del auditorio)
    le soltaré al Diretorio,
    hoy que está medio aturdido:
    Y que bien puede a esa jaca
    entrerriana, tan sonada,
    con una púa tapada
    salirle el Gallo a reñir;
    Sin que sea una balaca
    decir que en este revuelo lo voy a dar contra el suelo,
    y acabarlo de aturdir.
    Con esta siguridá,
    allá va el Gallo, señores,
    para san José de Flores
    aonde hay cierta confusión...
    Por no sé que novedá,
    de que se ven polvaderas
    por atrás... otras frioleras
    para la Custitutión...

    Antes de ayer domingo a las nueve de la noche, después que tocaron a silencio en mi cuartel, me puse a componer este Gallo junto al fogón, cuando sentí que las campanas de Santo Domingo tocaban agonía o rogativa, que es remedio emplumático o diplumático; y lueguito se me puso de que a esa mesma hora algunos caballeros estarían rogando quizás por que salga de cuidao la Direturía: ¡Dios quiera! y para eso le he compuesto el siguiente argumento ensilgao, trinao y aterminachao:

    Para que se diviertan los diputaos congresudos menos uno -el Sr. Dr. Zuviria (¡y que no subía y que no entendía!)

    ATENCIÓN
    Amarguísima, apretadísima y tristísima debe serles esta gaceta, tanto al titulao, empantanao y atribulao Diretor, organizador y manotiador, como a la pandilla de polilla que acaudilla sin concencia Vuecelencia... y tenga pacencia; porque yo en la ocasión presente, lo único que puedo hacer en alivio de su amargura, tristura y apretura, es largarle con suavidá, velay el número SIETE DEL GALLO, sin más intención que la de, atracarle a Vuecelencia, por el mesmo número, siete palabras las más tuperolíticas (¿entiende?) de una sentencia inicutible (¿oye?) y macacuna, que dice en siete voces por la estamborlonga esta trupefática verdá... que a la vuelta va:

    ¡Justo José, el último mono se ahuga!

    ¡La pujanza en la letra que dice poco y fiero! Y yo en ancas dígole, que la tal sentencia le cai al señor Diretudo, tanto al lomo como al pelo, y que se me hace muy razonable la comparancia entre un mono y don Justo, que anda presentemente arrepresentando el último gauchi-macaco, altanero, fullero y balaquero, que en estos tiempos todavía pretende embozalar, estaquiar, y tiranizar a la paisanada, tan baquetiada, arruinada y desengañada, y particularmente a los Porteños; a quienes se nos ha dejao cair el Diretor Bambolla de Mogolla o de Nogoyá, echándola de autoridá costitucionuda, colmilluda y peluda, y, al fin, saliéndonos con todas esas gollorías antiguallas a la cola de todos los diablos gauchi-albitrarios, que nos han aniquilao a guerras y pendencias al ñudo; desde el malevo su paisano Ramírez el mentao hasta el gran veterano Restaurador reculao.

    Pues, sí, señor: sin la menor duda, el tal Director de Mogolla es el último mono melitar de la recua, que ha salido a la cola de todos los de sus mañas, y como tal, por el destino que reza la sentencia de las siete palabras, velay que ya está Vuecelencia acorralao, trajinao y apichonao entre las chacras de la orilla, hasta que, si quiere juir, se ahugue ahí no más por la cañada de las Conchas, si antes no forcejea y se entra a Buenos Aires atrás de la yeguada que piensa largarnos de vanguardia.

    ¡Ahi-juna el salvaje unitario entrerriano! ¡Si será táutico y escuadronicista, y maniobrista, y cabulista! Véanlo cómo se nos quiere venir por atrás de las yeguas. -¡Valiente! hacerse el bagual un general tan gamonal y custitucional. ¡Qué barbaridá! y tanto como se reíba el Diretor de las cábulas de su amigo Alderete.

    Vaya, vaya. Eso es broma, pues con todo su plan de atacamiento y atropellamiento, es el cuento que el general Yeguarizo se está frunciendo seguido, después del grandísimo guascazo y atraso o chaguarazo que ha sufrido su organizadura, y la capadura y la jura de su Custitución, y sus cotigentes; por los cotigentes que de atrás le está trajinando y desenvainando el señor general Flores.

    ¡Ah, Porteño superiorazo, como todos sus compañeros! Vaya unos mozos... lerdos; como los señores menestriles del Gobierno de Buenos Aires:
    ¡Mirá qué gloria!
    echarle al Diretor
    un pial por noria.

    ¿No es verdá, señor don Justo? Pero... ¡qué Cristo! Vuecelencia es un duro en cualquier apuro, y de siguro:
    Por atrás de la yeguada
    se nos viene cola alzada,
    y acá... no lo hacemos nada!

    Pero, escúcheme, señor: no quisiera verlo apeligrar, y por eso le aconsejo que se acuerde de su finao hermano el señor don Juan José. ¡Ah, hombre cristiano aquél! siempre tengo presente cómo le decía, apenas Vuecelencia llegó a Palermo, y comenzó a manotiar y relinchar, y bellaquiar.

    ¿Se acuerda? El hombre le decía; -«Justo, hermanito, volvete a tu tierra; no te metás a organicista de los Porteños, porque sos muy tupido, y acá en Buenos Aires no te han de aguantar tus barbaridades.

    Volvete, Justo a tu tierra, porque, sino, te van a trajinar los Porteños. Mesmamente, lo aconsejaba lindo: y yo siento no poderlo aconsejar lo mesmo, porque ya es tarde, y ahora la cosa de volverse a Entre Ríos está peliaguda; por eso sólo le aconsejaré que se deje de pensar en las yeguas, ni en andar haciéndose el murciégalo para tirar cañonazos a oscuras de allá de entre los cercos; porque ¿a quién piensa matar de ese modo? ¿a las viejas o las criaturas? ¡Infelices! ¿A las Porteñas? ¡Diaónde! siendo Vuecelencia tan aficionao a las buenas mozas.

    ¿A los Guardias Nacionales gauchos y cajetillas? ¡Uh! para eso véngase clarito, al amanecer, si quiere morder, aunque lo hagan per...der el rumbo; sin embargo que lo mejor que puede hacer es venirse pasao y mansito, como le dije en el Gallo número sexto. ¿No le gusta lo del sexto?

    ¿A que sí? ¡Cómo no! pues si le agradó y quiere entrar suelto a la ciudad, haga lo siguiente...
    Como en aquel memorable 19 de febrero... (¿se acuerda?) Muente en un pingo escarciador y que haga sonar mucho el coscojo. Pero antes, póngase las botas con borlas: luego la casaca chapiada, y encima acomódese aquel VERICÚ de raso colorao, que tenía un plato de metal amarillo en las puntas y que le venía golpiándole en los cuadriles, ¡ah, cosa! y luego el sombrero gachón; y atufao, sin saludar a naides, se cuela por la calle del Perú, que, si no le echa flores alguna moza, le echará otra cosa más olorosa: pero, como es hombre indiferente a todo, no haga caso, aunque los criollos le griten por la estamborlonga:

    ¡Justo José, el último mono se ahuga!

    Carta que le ha escrebido, al momento de desembarcarse en la Costa del Norte, el porteño José Palma, soldao del ejército del señor general Flores, a su mujer Trinidá Leiva, que se halla en Buenos Aires.




    ¡Viva la Patria!
    Costa del Norte, a 4 de julio de 1853.

    A doña Trinidá Leiva.

    Muy de priesa y almariao
    del maldito movimiento
    de la boleta, al momento
    de haberme desembarcao:
    Desiando saber de vos,
    lueguito, mi Trinidá,
    con salú y felicidá
    te escribo, gracias a Dios...
    Después de andar almigrao
    por esa Banda Oriental,
    junto con mi general,
    sin ladiarme de su lao...
    Hasta hoy que vuelvo a mi tierra,
    con el mesmísimo empeño
    con que el gauchaje porteño
    está cayendo a una encierra,
    En la cual la paisanada,
    y en la punta el viejo FLORES,
    como siempre hará primores
    si se ofrece una voltiada.
    Pero, chinita, ¡qué frío
    está haciendo tan cruelazo!
    y escrebirte a campo raso
    hacete cargo, bien mío.
    Pues, así mesmo contento
    sacudo el poncho y la helada,
    y todo se me hace nada
    a fin de lograr mi intento:
    Que es traírte con mis hijitos
    a mi pago desolao,
    pues ni yeguas han dejao
    los Urquizanos malditos;
    Y ver mi tierra salvada
    como el criollaje desea,
    sin consentir el que sea
    la Provincia retaciada Por un gaucho forastero
    que nos quiere avasallar;
    el mesmo que ha de largar
    en estos pagos el cuero.
    Él no sabe la empalmada
    que FLORES le ha estao armando,
    y ya se la va largando
    como quien no le hace nada.
    Pero es tal, y de manera,
    que le ha de causar sudores
    a don Justo, en cuanto FLORES
    le meta la Lujanera.
    Más vale que al Diretor,
    ahí no más por Maldonao,
    lo dejen solo y plantao
    como poste rascador.
    Porque si la Entrerrianada
    piensa medio endurecer,
    nadita le hemos de hacer
    en la primera topada.
    ¡Pero, qué! no te aflijás:
    ya al Diretor los paisanos
    y sus mesmos Entrerrianos
    lo maldicen a cual más;
    Y no han de querer de pavos
    hacer en pagos extraños, tras de una máquina de años
    que los trata como a esclavos...
    Ese Urquiza, que pudiera
    acordarse alguna vez,
    de que últimamente no es
    más gaucho que otro cualquiera;
    Y que con toda su facha
    y su altivez y rigores,
    hoy los milicos de Flores
    le han de limpiar la caracha.
    Con que ansí, china, repito,
    por mí no tengás cuidao,
    que estoy bien acacharpao
    y de nada necesito...
    Sino de darte un abrazo
    cosa de que relinchés
    de gusto al verme, tal vez
    de aquí a unos días, si acaso.
    Últimamente, ya ves
    que en papelitos de a cien
    te mando quince, mi bien,
    con los mesmos que podés.
    En el pueblo hacer primores,
    y comprar prendas de rango,
    y luego hacer un fandango
    a salú del CRIOLLO FLORES,
    Nuestro general querido,
    quien lo ha de sumir la bolla
    al Diretor de Mogolla
    que ya está cuasi tullido.
    Después, a los defensores
    del pueblo me les dirás,
    que ya andamos por atrás
    de Urquiza... los boliadores;
    Y que al fin, si a estos lugares
    lo hacen juir en un apuro,
    sólo yo, les asiguro,
    que le prenderé DOS PARES.
    Con que, china, espero en Dios
    que nos veremos prontito:
    mientras tanto te remito
    mi corazón para vos;
    Y a mi suegra y a mi suegro
    les darás un par de abrazos,
    pues ya sé que están buenazos,
    de lo que mucho me alegro.
    Y por fin, china de mi alma,
    cuidame a los muchachitos,
    y dales muchos besitos
    por tu gaucho... José Palma.


    La última vichada y despedida del Diretor

    Otra vez a la vigía
    hoy de mañana trepé,
    y a don Justo lo viché
    liando a la juria el recao;
    Y que a un negro le decía:
    «date priesa, por favor,
    que me largo a ese vapor,
    que está en Palermo fondiao.»
    Y a ese tiempo le llegó
    de Entre Ríos un paisano,
    que le entregó en propia mano
    un envoltorio en papel:
    El cual lo desenvolvió
    don Justo con impacencia,
    y se encontró Vuecelencia
    nada menos que ¡UN CORDEL!
    «¡Cómo es esto! dijo el hombre
    ¡Es posible que los míos,
    los mesmos del Entre Ríos,
    también me quieran horcar!»
    «¡Cabal, señor! no se asombre,
    dijo un cabeza melada;
    se empeña la Entrerrianada
    en hacerlo pataliar.»
    «Y hasta a mí, en la situación,
    viéndolo tan cuesta abajo,
    no me sería trabajo,
    sino todo lo contrario:»
    «Le atracaría un tirón
    por ñato, por revoltoso,
    por bruto, por ambicioso,
    y por ¡salvaje unitario!»
    «¡Ahi... juna! le dijo Urquiza
    ¿vos también eso decís?»
    y va le soltó a Purvis
    que al melao se le prendió.
    Y en seguida a toda prisa
    con unos calzones raídos
    el ñato, fundillos caídos,
    para el bajo atropelló;
    Y atrás de él su perro bayo,
    que, no hallando en el camino
    a quien morder el indino,
    quiso prendérsele a un GALLO,
    que le cantó:
    ¡Cocorocó! ¡Cocorocó!
    Y le dio tal convulsión,
    en el bajo, al triste Urquiza,
    que recibió a toda prisa
    apenas la SANTA UNCIÓN!


    Nº 8
    Buenos Aires. - Julio 23 de 1853.

    Memorias de un PAYADOR y del Organizador

    Puede ser tan vanidoso
    cuanto el hombre quiera ser:
    pero no es bueno decir,
    de esta agua no he de beber.
    Y en este mundo engañoso
    cuando el hombre menos piensa,
    otro le hace un beneficio
    en pago de alguna ofensa.

    Evidentemente, así sucede en la vida: y en estos últimos días toda la paisanada, si no ha visto, a lo menos ha oído las mentas de la juida espantable que el fantástico y finao Diretor pegó asustao desde su campamento, atropellando los pantanos hasta caír al río, aonde se azotó a la agua ensillao y embarrao, y, a juerza de zambullidas, a la madrugada consiguió embocarse en una chalana o qué sé yo.

    ¡Óiganle al duro y se duebla! Pues bueno; y supuesto que todos sabemos también que don Justo el juidor no se hubiera escapao, a no ser por los grandísimos favores que le han hecho hasta sacarlo medio a la cincha los Sres. Cipotenciarios Uropeos: cosa que endeveras me ha gustao, porque esos caballeros uropeos, en otros tiempos aciagos para los Argentinos, también en sus mesmos barcos amparaban a muchísimos paisanos y los salvaban de que la Mashorca (con perdón de la infusión) les tocara la Refalosa, y porque yo también, viéndolo apurao, no digo a cualquier paisano infeliz, al mesmo Diretor lo hubiera alzao en ancas. Sí, señor: y digo lo que siento.

    Con todo: al reflexionar lo favorecido que se ha encontrao Vuecelencia por los caballeros Naciones, se me apresenta un cabe muy lindo para hacerle al triste Diretor un recuerdo de cierto caso, muy al caso y acorde con la primer copla de este Gallo nº 8.

    Y mucho me alegraría que con esta lecioncita, tanto el vanidoso don Justo, como otros tantos ambiciosos y soberbios, medio se arrosinen siquiera en vista de los vaivienes del mundo y de la fortuna.

    Dígole, pues, al auditorio, y digo la verdá: que, allá a fines del mes de julio del año cincuenta y uno cuando invadió don Justo José a la Banda Oriental, aonde se le hacía el campo orégano, como que se iba a la fija con una reserva de diez y seis mil soldaos brasileros, y dos mil correntinos superiorazos, contando en ancas también con la mitá de todos los Orientales, y de yapa con las tropas porteñas que estaban con Oribe aburridas de éste y más aburridas de don Juan Manuel Rosas; entonces, pues, el balaquero bravo Diretor, en cuanto atravesó el Uruguay y que se le pasó el general Servando Gómez con todos los Orientales, don Justo, viéndolo a Oribe en el refaladero, se le fue encima media al galope con la vanguardia entrerriana, y a pesar de que era en lo más rigoroso del invierno, la vanguardia pegaba unas trasnochadas de mi flor, sin oler carne ni tabaco a veces hasta en cuatro días.

    Es de alvertir que Vuecelencia, como siempre es tan mansito para soltar órdenes, apenas atravesó el Uruguay, de la costa de Paisandú no más, ya largó una orden de palabra, privando bajo pena de la vida el que naides pudiera vender aguardiente, y ¡cuidadito!

    Pero, como el general entrerriano se iba sobre el peral, ¡ahi-juna!

    en cada trotiada avanzaba diez leguas, de suerte que, aonde acampábamos, el vecindario no podía saber las órdenes que don Justo José había largao diez leguas a retaguardia, y mucho menos cuando la vanguardia entrerriana rigularmente ocupaba algunas veces ciertos campamentos, lueguito que los abandonaban los soldaos de Oribe.

    Pues bien: un día, ahora no me acuerdo fijamente del día ni del nombre del paraje aonde sucedió el caso arriba prometido, que fue así como sigue.

    A poco rato de acamparse la vanguardia, sucedió que estaba Vuecelencia junto a su carpa, cuando alcanzó a ver a un tape, soldao de su escolta, el cual venía a pie medio ladiándose; apenas don Justo José le echó el ojo, ya se atufó y mandó que le trujieran al pobre tape, el cual, a la voz de «el general te llama», cabrestió todo achuchao y encogido, y sacándose luego el sombrero lo llevaba agarrao con las dos manos como apretándose el umbligo, y como hacía muchísimo frío tenía atadas las carretillas con un pañuelito viejo. Así fue como se le presentó el soldao a Vuecelencia, que al istante le dijo colérico:


    -Sacate ese pañuelo de la cara, lechiguanero.

    -Velay, señor, me lo saco.
    -¿Diaónde venís?

    -Vengo de allisito, mi general.

    -¿Diaónde? decime pronto.

    -Velay, señor, de esa casa que está en la cuchilla.

    -¿Y por qué te has apartao del campamento? ¿no sabés, hijuna gran p... cómo se sirve conmigo?

    -Sí, señor, mi general: pero la verdá, me arrimé a las casas... de hambre y por ver si trajinaba...

    -¡Umb!... ahora yo te haré trajinar y que se te quite el hambre, ¿Por qué no has comido, borrachón?...

    -Pero ¿el qué, señor? si al cruzar el río Negro se me cayó en la agua una tumbita que traíba a los tientos, lo que se me mojaron; esto hace ya cuatro días, y como no hemos vuelto a carniar...


    -¿Y qué has comido ayer?

    -Nada, señor: antes de ayer sí, de mañanita me allegué a la carpa del mayor Gómez que estaba junto con el coronel Fausto, y allí me comí dos velas de sebo, lo mesmo que el mayor se comió cuatro y otras cuatro el coronel Fausto.

    -Callate, ladronazo mentiroso: ¿cómo no has hallao qué churrasquiar, y has encontrao cómo emborracharte?

    -Si no estoy en pedo, señor, sino medio templadito, y eso... porque sentía tantísimo frío, que...
    -¡Umb!... ahora te haré quitar el frío y la tranca; pero decime, ¿diaónde has sacao qué chupar?
    -Señor, como llegué a las casas y no había nada más que comprar, gasté un rialito de anís, que me vendió...

    -Que te vendió ¿quién? Andate ahora mesmo con estos otros maulas, y traíme acá al que te vendió aguardiente.

    -Sí, señor: a la juria.

    Lueguito no más salió el tape con otros tres soldaos de la escolta, rumbiando para las casas, diaonde al ratito volvieron trayendo medio al trote al pulpero, que era Nación, medio bozalón en castilla; quien además llegó enteramente asustao a presencia del Diretudo, mucho más cuando lo vio con casaca entorchada y con el sombrero echao sobre los ojos, que le relumbraban como ascuas, y con las narices hinchadas de puro guapetón. Al recebir al pulpero díjole a gritos


    -¿Quién es usté? diga pronto.
    -Yo sui francé, musiú le general: a votre servicio,

    -¡Umb!... acá no estás en Francia: y yo no necesito servicios de gringo ninguno.

    -Güi, musiú le general.

    -Déjese de musiú: hable en castilla: ¿qué anda haciendo por acá?

    -Bien, musiú: yo está la pulperrí que tiene la casa sur la cuchille.

    -¡Umb!... yo te daré musiú cuchill, pícaro gringo.

    -Pardone moa, musiú le general, yo no comprán.

    -¡Perdón! respuenda: ¿por qué me ha hecho mamar a este tapo saltiador?

    -Yo no comprán pas, yo sui francé.

    -Yo no le pregunto si le ha comprao pan francés, sino ¿por qué le ha vendido aguardiente a este soldao borrachón?

    -Bien: a present, yo antiend poquit: le soldat ma achetá et yo lui vendu...

    -¡Ah, pícaro tape! (al soldao) ¿con que vos le has sacao un machete a este otro diablo para que te vendiera a la juerza?

    -¡Diaónde, señor! yo no le he sacao nada al hombre; sino que me desprendí el cuchillo para sacar un rial que traíba entre la vaina, y con ése le pagué el anís: ¿no es verdad, patrón?

    -Y entonces, vos, pícaro carcamán, ¿a qué venís mintiendo con que te han sacao machete?

    -Maintenant, dijo el Francés, abriendo tamaños ojos, yo no comprán pas, parce...

    -¡Qué mi teniente ni qué aparcero! echate al suelo: y vos, tape borracho, degollalo aquí mesmo a este gringo, para que sus paisanos apriendan a respetar mis órdenes.

    Como al vuelo desenvainó el tape un alfajor de dos tercias, y con la zurda quiso echarle la garra al Francés, que en cuanto conoció el peligro, todo atribulao y llorando (repito que esto es verdá), se tiró al suelo, y se le prendió de las patas pidiéndole clemencia al Diretudo. Al mesmo tiempo el mastín Purvis también se le afirmó en un costao al afligido musiú, y del primer tarascón le arrancó media chapona con camisa y todo, y de yapa una lonja del sobre costillar.

    Entre tanto, el tape y otro soldao más a tirones querían despegar al Francés del lao del Diretudo; pero, para eso era menester arrastrarlos a los dos, porque el Francés ni por los diablos lo largaba, hasta que, en fin, a la cuenta el general, temiendo que el Francés desesperao lo mordiera, les mandó a los soldaos que se retiraran, al mesmo tiempo que el infeliz pulpero, rendido de luchar por la vida y bañao en sangre y sudor, quedó medio desmayao a los pies de don Justo José; quien apenas se vio libre de los brazos del pobre musiú, dándole una patada despreciable (¿se acuerda, señor custitucionero?) le dijo estas cariñosas palabras:

    «¡levántate, gringo de m... flojonazo!» ...y luego, dirigiéndose en rueda a muchos jefes que allí se juntaron a la bullanga, les dijo también el Diretudo: «velay tienen un diseño en este gringo trompeta de lo que son de guapos todos esos Franceses mentaos de paisanos de Napolión!... Sáquenlo de mi presencia, y suéltenlo, que se vaya a la gran p... que lo p...» ¡Ah, general guapo!

    Lueguito sacaron de allí a la rastra al pobre Francés, el cual, esa mesma noche, así mesmo todo estropiao y mordido, echó a juir campo ajuera, y al otro día me asiguran que amaneció de aquel lao del Yaguarón en la costa de Portugal, como a sesenta leguas de la cuchilla, aonde dejo abandonada la pulpería, para tener que acordarse toda su vida del Guásinton de la América del Sur.

    Ahora, díganme, paisanos: ¿se podrá presumir que un hombre tan cruel y soberbio como se mostró don Justo en esa ocasión, llegando a titularse el Diretudo de la docena del flaire, y teniendo a su mando escuadras, y ejércitos y cotigentes, saliera de San José de Flores disfrazao de tahunero y juyendo asustao por cuatro gritos: y echándose por fin en brazos de los Urupeos, y muy particularmente en los de los paisanos del famoso Napolión?... ¡La pu...rísima en el caráuter!

    En fin: Dios lo ayude en su tierra, si lo dejan ganar a Montiel, diaonde ya el hombre no debe volver a salir a los campos en toda su vida; porque si yo me viera en su situación, antes quisiera ser perro cimarrón o montaraz, y no que por ahí salieran los paisanos equivocándome con el Diretor ESPANTADIZO.

    Ésta es la causa de los que hicieron, hacen o harán bien y mal por lo atrasao y lo actual.

    Primeramente: hacen mal los que le piden al Gallo que cante así o asao, porque Aniceto es gaucho independiente, y no canta al gusto de naides, sino al son de la Libertá y por la LEY asigún la comprende; y no palmea ni afloja a los gordos, pues el Gallo en toda su vida sólo ha comido de lo que ha sabido escarbar trabajando, y no a costa de los gobernantes ni de los gobernaos, de quienes sólo precisa que lo hagan respetar como a gaucho bien portao.

    Eso sí: muy bien hace el Gallo en confesar que las pocas plumas que le han quedao, después de la tremolina, se las debe a la Guardia Nacional; porque, si no, lo hubieran desplumao cuantúa: y todavía ¡quién sabe!

    Aunque ya no es tan fácil.

    Los paisanos de pajuera hicieron mal, y pior lo harán si otra güelta salieran cabrestiándole a cualquier diablo revolucionario de esos que salen redepente a rejuntar gauchos como animales, para traírlos y hacerlos peliar con los puebleros, que son tan gauchos como los de pajuera, y al fin paisanos, y aparceros y parientes unos de otros: mientras que los revoltosos que arman las pendencias sacan el cuerpo a las balas, y sólo se ocupan de cueriar todas las haciendas y de tragarles por cuatro riales las sementeras de los pobres gauchos. Así pues, en adelante hará muy bien cualquier paisano, de prenderle hasta la virola al primero que fuese a tantiarlo para armar otra revolución.
    Además, harán muy lindamente los paisanos en no creer ya en opiniones, ni en que naides todavía tenga partido en esta Provincia, a no ser el gobierno que se calce POR LA LEY, a quienes los puebleros y los campuzanos debemos obedecer; y raírnos de las fantasías de algunos maulas ladronazos que rodaron fieramente junto con el Restaurador viejo, y todavía andan echándola de príncipes destronaos, cizañando y revolviendo, ganosos de volver a dominar a los paisanos a cuchillo y estaca, como los trataba en Palermo y los Santos Lugares cierto PAJARRACO fantástico, que ahora, fresquito, ha manotiao bastante y que antes era uña y carne con el tigre de los 20 años!

    Por último: más que bruto debe ser el gaucho porteño que se someta a la esclavitú de naides, en nuestra tierra, aonde para agenciar cuatro pesos no falta en los campos muchísimo en qué trabajar, y hay tanta nutria que cueriar y tantísimas mulitas y perdices que comer, sin robarle un güevo a naides: y por fin, el paisano más lerdo sabe jugar mal al truco, y ocuparse en eso es más razonable que hacerse matar al ñudo, mucho más cuando cualesquiera paisano bien portao vale lo mismo que un rey -por la razón y la ley. -Adelante.

    Harán muy mal algunos de la manada de los alzaos y coludos en venirse a relinchar garifos por entre las casas, después de tanto que han retozao y manotiao y engordao pajuera; y harán muy bien si se escuenden siquiera hasta que se pase la escasez de lana y cerda, porque si no los Nacionales y paisanos, que se han atrasao en esta trifulca, pudieran en desquite quererlos raboniar, cosa que el Gallo no aconseja ni aprobará, pero que no lo extrañará, teniendo presente cierto refrán que dice: ¡DEL LOBO UN PELO!

    Harán muy fiero los que manejan los títeres, si ahora, después que se pasó el día de San Pedro y San Pablo, recién se les antoja el ponerse a jugar a las comadres y compadres con los mesmos que el mes pasao, cuando fue tiempo, no quisieron divertirse con los placeros a ese juego... ¡sino a las BOCHAS, con las cuales nos tiraban!

    Más lindo hará el Gobierno, si, por los grandes servicios que ha hecho a la Patria la CHISMOSA, le manda echar una camisa blanca encima, porque, como la infeliz ha servido sin sueldo ni cargo en que poder pelechar, velay, al concluirse el pericón, se ha quedao muda y en pelota. Además, será bueno agradarla en razón de que todo lo que decía la Chismosa lo averiguaba de su compañero y amigo San Miguel, el cual se lo hacía vomitar al Diablo, como que está a la vista de que hasta hoy lo tiene apretao; de suerte que también será bueno quedar bien con el Santo, desde que hoy en día están saliendo algunos otros diablos, a quienes pudiera ser necesario apretarlos, sino junto a la torre de la Chismosa, a lo menos junto a la torre del Cabildo.

    Hacen bien y bueno los defensores de la justa causa, en decirles:

    ¡zape, diablos! a ciertos gatos montaraces o montoneros, porque otra vez pudieran querer arañarlos a un descuido: y no hacen mal en pedir alguna siguranza por las dudas.

    Últimamente, la señora Junta de Representantes ayer se ha portao muy en su lindo al hacer la nombrada del nuevo Señor Gobernador. Y por fin: el famoso Congreso custitucionero, aunque sea juyéndose allá entre los Guaicuruces, hará muy bien si declara en alta voz de que al yesquerudo Diretor lo han trajinao y fundido en Buenos Aires, echándole las CUATRO COSAS a tiempo, y sin más comodines ni cotigentes que:

    Las PORTEÑAS,
    La GUARDIA NACIONAL,
    La GOBERNACIÓN,
    Y la BATERÍA poderosa que le descargó el Sr. comendante D. BERNABEL ESCALADA

    ¡Y viva la jugada...! ¡y la portellada...! ¡y la paisanada!


    Nº 9
    Buenos Aires. - Agosto 4 de 1853.

    De cómo fue zapallada la batalla de Caseros. -Planes de don Justo para la organizadura de otra Republiqueta Urquizana, y consejos del Gallo a los custitucioneros

    Los paisanos letores y aficionaos al Gallo dispensarán el que me haiga empacao tanto para soltarles el número 9, en razón de haberme visto algo atrasao de salú en la semana pasada; y así mesmo he salido algunas veces a rastriar noticias, ganoso de saber con siguranza aónde diablos fue a tirar la rienda el enjabonao Diretor juidor y espantadizo; pero hasta ahora, sólo me han dicho (¡quién sabe si será verdá!) de que el hombre alcanzó a llegar a su tierra embarcao! y, en seguida del último sustazo fresquito, que se pegó en el Uruguay, al cruzar por junto a una boleta de guerra porteña que le tendió la ala por esos laos de Martín García.

    Al cabo, después de ese sinsabor, diz que Vuecelencia llegó a Gualeguaichú, pueblo de su Quitapenas; y, a pesar de que allí trató de disimular el julepe que llevaba de la costa de Buenos Aires, no lo fue tan fácil, y al fin resolvió el desembarcarse, y se apió todo lleno de chichones, muy dolorido, y completamente machucao de resultas de tantísimo golpe que sufrió, a causa de los vuelcos y la rompedura del maldito carricoche que ajenió en San José de Flores para su juida tenebrosa del 13 de julio, cuando Vuecelencia por esos andurriales de las Blanquiadas tuvo la desgracia de empantanarse como rana, y la fortuna de saltar como un mono y prendérsele a las ancas de un chaná soldao; el cual en esa trifulca también se asustó fiero, desde que a Vuecelencia, con cargo y todo, de un rempujón lo echó al río con el agua hasta el encuentro, diaonde el Diretor azorao y medio haciéndose tortuga se echó a nadar, y felizmente, opilao de agua turbia, al fin consiguió salvar el bulto en un barco... ¡Toma Custitución! ¡Métete con los Porteños!

    Después de todas esas aventuras custitucionales, me cuentan de que, en cuanto Vuecelencia llegó a la casa de la Comendancia en Gualeguaichú, se lavó con agua de olor hasta los talones; y, apenas se acacharpó de casaca bordada y su vericú colorao, mandó armar un baile rigularón para esa mesma nochecita: en el cual, Vuecelencia fue el primerito que salió haciendo punta, y ya también se le agachó a tres contradanzas, pelo a pelo con dolores y todo, hasta que algo fatigadón, allá a la media noche se les hizo perdiz del fandango, y acollarao se largó... dicen de que a morronguiar calientito y entregao a los deleites del dios Cupido.

    ¡Ah, gaucho toro!

    A la cuenta, esa noche en Gualeguaichú, le darían friegas a Vuecelencia, porque me asiguran de que amaneció algo aliviadito de los chichones, aunque siempre dolorido y trasijao: pero, así mesmo, con dolores se sopló en una galera y salió rumbiando a Gualeguaicito. Digo yo que iría a salir de cuidao en su estancia mentada de San José.
    Muy bueno: me alegraré que haiga llegao con salú; y, vamos a cuentas.

    Pues, señor: parece muy natural y razonable el que, después de los amargos desengaños que lleva Vuecelencia de la Provincia de Buenos Aires, se habrá desalucinao y convencido de que su ponderada vitoria de Caseros no fue tal batalla sangrienta y reñida, sino una zapallada que tuvo de ojito o de fortuna, debida a la falsiada intencional que le hicieron todos los Porteños al Restaurador viejo; de quien, como decía desde muy atrás el paisano Donato Jurao, ya toda la paisanada estaba como está y estará hasta el pelo de aburrida y resabiada de la memoria de Rosas: y así es que lo maldicen incesantemente al reculao tirano, como a toda su pandilla de ladrones y despotones que, apadrinaos por don Juan Manuel, 20 años de un tirón, han aterrorizao y aniquilao esta tierra, degollando, azotando y esclavizando a los Argentinos de toda laya, y muy particularmente a los pobres paisanos de la campaña; a quienes cualesquier comandantón de Rosas los destinaba para soldaos eternos; y luego, por escuadrones enteros les sacaban el guano haciéndolos trabajar en fainas y cueriadas y sementeras, sin más provecho que el de ver, al fin de sus fatigas, de que los verdugos, jefes o gurupieses del Ilustre (algunos, no digo todos), resultaban ricos poderosos, llenos de estancias y palacios, alquiridos a costa de la miseria, las lágrimas, la sangre y el sudor de los pobres gauchos, de quienes esos diablos orejeros del Restaurador se creían amos albitrarios, como hasta ahora se presumen serlo todavía: en primer lugar, el príncipe de los Santos Lugares, opulento ricachón de ocho millones, quien todavía ambiciona a humillar y sobajiar más a este pueblo desangrao, que tantos años ha sufrido su albitrariedá y altivez, y la de otros verdugos del Restaurador que hoy se ostentan entre los buenos patriotas, después de la grandísima parte que han tenido en esta última solevación, que ha costao la vida de tantos infelices, padres de familia, y la completa ruina y desolación de nuestra campaña... ¡Malevos!

    Y véanlos con el descaro con que se apresentan, en esta ciudá mártir y destrozada, a disfrutar de sus robos inmensos... Pero, si en adelante no se someten a respetar al Gobierno, y se acomodan a vivir trabajando, y particularmente no tienen, la concencia de devolver siquiera la cuarta parte de lo que le han robao a tantísimo infeliz, el Gallo les promete a esa pandillita de ahijaos del tigre de Palermo, y esos poquitos comandantones que han sido tan crueles azotadores y estaquiadores de los pobres paisanos, que los he de destapar hasta las uñas, con pelos y señales, para que en todas partes los conozcan, los maldigan y los acosen, echándoles hasta los perros bravos encima.

    No hay cuidao: y, como le iba diciendo al fantástico Diretudo... Por el completo resabeo y aburrimiento de los paisanos a respeuto de Rosas y todos los tiranuelos que puedan salir en adelante, por eso le aflojaron en Caseros, y don Justo salió echándola de vencedor y perdonavidas; pues si allí los Porteños lo hubieran peliao de firme, puede ser que lo hubiesen basuriao o cuando menos aventao a los infiernos:

    Como ahora, velay, de San José de Flores, con todas sus alianzas y cotigentes, lo han hecho juir espantao tan sólo una cuarta parte de esos, mesmos Porteños que le aflojaron cuando la zapallada, pero que en esta patriada le han hecho pie en las trincheras de Buenos Aires, a la par de los cajetillas que Vuecelencia quería tuzar por domagogos, y ayudaos lindamente por cuatro paisanos de pajuera, con los cuales el señor general FLORES, de atrás y a su tiempo, le largó a Vuecelencia un ¡VALE CUATRO! y con el grito no más lo zambulló en el río.- ¡Óiganle al maula! Con que así, olvide su fantasía de ñaupas, y permítame proseguir tratando de otras cosas.

    Últimamente: ahora... por supuesto, como ya le conozco las camándulas pulíticas a Vuecelencia, estoy maliciando que el hombre, después de medio se le haiga pasao el susto de la juida, en cuanto se ha revolcao a su gusto allá en su tierra con dolores y todo, ha de estar encelao, y así lo calculeo hurguniando, y cavilando otra güelta en el cómo restaurar la Direturía de las catorce y pico, que se le escapó de entre las uñas, gracias a la ciega obedencia que le prestó al Congreso Custitucionero, asigún lo declara Vuecelencia en la última proclama que nos largó al disparar de San José de Flores: pues en ella confiesa mansito que el tal Congreso Guaicurú le ordenó el que se dejase de la organizadura y la retaciaduría de la provincia de Buenos, Aires y se largase a su tierra... ¡Ahi-juna, el Diretudo embustero!

    Muy lindo: pero, yo respuendo de que a pesar de todo ese ordenamiento congresudo, Vuecelencia, como está acostumbrao a echarla de potestá, ha de porfiar cabuliando y revolviendo, siempre tirando a calzar cuando menos la direturía de la docena del flaire; pero también, cuasi asiguro que todos sus maquines los ha de hacer desde Entre Ríos no más; porque se me hace que don Justo José no vuelve a esta provincia ni por los días: sin embargo de que no ha de faltar quien lo llame, y de que del mesmo Entre Ríos y de Montevideo todavía algunos liendres desalmaos han de forcejiar por ilucinarlo con grandes promesas, a fin de hacerlo atravesar el Paraná, aunque sea a picanazos, para venirse esos diablos de lejos y atrás del Diretudo al manoteo de los cuerambres y los trigos; y luego, si acá la justicia anda lerdiando, entrarse a vender lo que haigan robao, como he soñao de que lo están haciendo algunos que fueron teruteros soberbios y copetudos, y que hoy, riyéndose de la orfandá y miseria que han sembrao, en Buenos Aires, están haciendo bailes por las calles, de naciente a poniente. Sí, señor, y ¡COCOROCÓ!

    Ahora bueno: para que mi sueño no se vuelva una rialidá, a los poquitos güifaros urquizanos que por acá se nos andan fingidamente echando por el suelo, y a los que andan pajuera matreriando y por Montevideo cizañando, ya que tan ganosos están de tener títulos y cargos y manoteos, yo les aconsejo que escuendan las uñas hasta que Vuecelencia le largue todos los rollos al lazo de sus esperanzas, y llene entonces ciertas miras que yo y muchos paisanos sabemos que el Sr. Diretudo tenía, a resultas para si lo desbancaban de la presidencia custitucionuda, como lo han desbancao los Porteños; y por consiguiente, ahora las pondrá en planta.

    A fin, pues, de que se aprovechen y pelechen a gusto y sin riesgo los que a toda costa quieren armarlo Diretor a don Justo José, voy a comunicarles dichas miras... Y allá van.

    Pues señor: como Vuecelencia es hombre que no gasta tapujos, y que presume de tener mucho cacumen en el mate para organicista, me acuerdo que en los primeros días después de la zapallada, cuando llegó a Palermo, aonde comenzó a barbariar y matar y manotiar, por supuesto los Porteños principiaron a hinchar el lomo y no querían sufrirlo ni en la campaña, ni en la ciudá, diaonde solía venir el Diretudo muy enojao a los corredores de Palermo; y allí, cuando por casualidá me topaba, pretendía sacarse la punta conmigo diciéndome:

    -¡Umb!... Mirá, Aniceto: los Porteños, tanto los gauchos como los dotores y los de varita, todos son unos bellacos, porque no me quieren obedecer (y que le obedecían), y se pierden (y que se perdían): se pierden, Aniceto, porque los he de colgar de las patas uno por uno (y que los colgaba) a todos, sean del pelo que fueren...

    «Así, podés aconsejarlos de que no anden haciendo montoncitos, sino de que me obedezcan a mí que tengo montón grande; porque, si me enojo!

    -¡Umb!... ya te digo, los he de horcar a toditos, o cuando menos me he de largar a mi tierra (y que no se largaba), y los he de abandonar (Ah, ¡malhaya! decía yo entre mí) a que se entiendan como puedan, porque, mirá, Aniceto: yo no pretiendo ni necesito para nada de gobernar en Buenos Aires (¡mentiroso!), porque hace mucho tiempo a que tengo un gran plan: y cualquier día puedo tomar medidas, para con mi provincia y la de Corrientes, y ciertos arreglos que puedo hacer (y que le hacían) con el Paraguay y el Imperio, organizar en el Entre Ríos una República linda y juerte; y ahí tenés que entonces me reiré de esta tierra y del mundo enterito. ¿No te parece?

    -Sí, señor: le respondía yo rascándome la cabeza, porque me daba comezón la organizadura.
    Pues bien, digo yo ahora: ya que Vuecelencia tiene tan a la fija el costitucionar una República Urquizana, todos los que a sangre y fuego lo han querido hacer Diretudo de las catorce y pico, velay tienen un cabe para acomodarse, largándose a la República de Gualeguaicito, y allá le pueden servir de congresudos, de duaneros, de escribinistas, de generales y coroneles, y comendantes, ecétera: y les prometo que se pondrán las botas con borlas, porque don Justo es hombre tan liberal para los salarios empliaos, que al jefe de polecía de la capital del Paraná le larga treinta pesos al mes... ¡cuando le paga! Sí, señor.

    Con que así, todos los ambiciosos y revoltosos, en lugar de andar dando cuidaos a la Polecía de esta ciudá, pueden alzar moño y largarse a la Urquizana, aonde, por la custitución que echará Vuecelencia, deben darles galantías a todo bicho, particularmente a los gauchos entrerrianos y foranios; los que pueden acudir con la confianza de que para adelante el Sr. Diretudo les dará siguridá de no hacerlos degollar por un chaleco, ni de estaquiarlos porque siembren antes que Vuecelencia: ni desterrará a los Urupeos porque venden cebollas más baratas que el custitucionero: ni tampoco se enojará con los vecinos de los pueblos que compren pan blanco, y no le compren pan negro y jediondo del que Vuecelencia hace amasar por su cuenta.

    No, señor; al contrario: los paisanos podrán sembrar zapallos y maíz un mes después del Diretudo, y tomar caña todos los domingos a la oración, cada cual en su rancho, y comer carne con cuero en las pascuas; y los Naciones podrán vender cebollas después que don Justo haiga encebollao toda la República. Pero, eso sí, en cuanto al paisanaje, cuidadito, ¡cuidadito!... en gritando Vuecelencia: ¡a las armas! para sostener su direturía, todo bicho, hasta los quebraos y tullidos, acudirán volando a presentársele, con las maletas llenas de ropa, buen poncho, y cuando menos una yunta de pingos gordos, como para hacer una campaña de un año sin churrasquiar en nueve meses; pues para eso antes les ha permitido sembrar zapallos, tomar caña el domingo, comer carne con cuero en las pascuas... y ¡Viva el Diretudo Costitucionudo y fundilludo!

    Cortesías de Aniceto
    Al licenciamiento de los Guardias Nacionales de la ciudá y la campaña; y a los soldaos veteranos de Buenos Aires

    ¡Bravos GUARDIAS NACIONALES,
    Porteños, pechos de acero!
    a quienes el mundo entero
    aplaude por ternejales:
    ya los tiranos fatales
    de estos pueblos desdichaos,
    para siempre escarmentaos
    quedan por vuestro valor;
    pues en alas del terror
    han juido desesperaos.
    Será de eterna memoria
    un envidiable diseño
    vuestro coraje porteño coronao por la vitoria:
    como no será ilusoria
    la LEY y la libertá
    que sostendrán con lealtá
    vuestras armas valerosas,
    que ni Urquiza, ni otro Rosas,
    ni el diablo las vencerá!

    ¡Valerosos Veteranos
    soldaos de la sitiadura!
    en cuya heroica bravura
    se han estrellao los tiranos:
    no más TIGRES inhumanos
    altaneros rugirán
    en este pueblo, aonde están
    los INVENCIBLES, los liones,
    los terribles batallones
    que los despedazarán.

    ¡GUERRILLEROS de A CABALLO,
    Argentinos valerosos,
    más patriotas y famosos
    que el Veinticinco de Mayo!
    en la vida cantó el Gallo
    alabanzas al botón:
    así tengo a galardón
    en decir: -Los guerrilleros
    son guapazos verdaderos,
    y no hay duda que lo son.
    ¡MILICOS del terne FLORES,
    que han espantao al más bruto,
    más vano y más asoluto
    de los ñatos Diretores!
    El Gallo de mil amores
    les ofrece su amistá,
    y en ancas... una verdá
    les canta por sus cabales:
    y es, que de porteños leales
    pueden tener vanidá.
    Y como gaucho que soy
    de todas luces farol,
    a la luna como al sol
    consejos de gaucho doy.
    Lo que ayer fue ya no es hoy,
    que es tiempo de pelechar;
    dejémonos de peliar;
    vaya la guerra al infierno,
    que al amparo del Gobierno
    ya podemos trabajar.
    Que al cabo, en estos destinos
    a cada paisano es fijo,
    que si Dios no le da un hijo,
    el diablo les da sobrinos;
    y a los gauchos argentinos
    que nos gusta enamorar,
    para medio acacharpar
    nuestros hijos, o los de otros,
    aunque sea en domar potros
    es preciso trajinar.
    Y por fin, caballerazos
    los de pajuera y de adentro,
    en disposición me encuentro
    de soltarles cuatro abrazos;
    y también cuatro balazos
    le veré a gusto atracar
    al que nos vuelva a trenzar
    en pendencias o custiones,
    para sostener ladrones
    que nos hagan dijuntiar,


    Decreto Galluno
    Asigún la opinión de toda la Guardia Nacional
    Buenos Aires. Agosto 3 de 1853.

    CONSIDERANDO aliviar más el descanso de las fatigas, al cual son merecedores en alto grado los seis batallones de Guardias Nacionales, después que tan brillante y justamente han sido aplaudidos y coronaos de flores por las lindísimas Porteñas; y agradecidamente licenciaos por el respetable y patriótico GOBIERNO de Buenos Aires, al cual los referidos seis batallones han defendido bizarramente, poniendo siempre valerosos el pecho a las balas enemigas durante el sitio reñido y sangriento que ha sufrido esta ciudá invencible: Aniceto el Gallo y las pollitas porteñas han acordado y decretan:

    Art. 1. De todos los Argentinos, particularmente Porteños, que hubiesen estao en las covachas durante el tiempo de la pelea contra el Diretudo tamangudo; y de todos los que fueren cayendo de la otra Banda o de pajuera, y no justificaren que se fueron sin justísima causa, desde el 9 de diciembre anterior, hasta el 1º de julio último, se formará un nuevo batallón de cívicos.

    Art. 2. A este nuevo batallón se le atracará el número SIETE que es como le correspuende.

    Art. 3. Para que por sus grandes servicios atrasaos pueda distinguirse de los otros cuerpos de Guardias Nacionales, el batallón cívico número SIETE usará enastada en caña tacuara una bandera de bayeta amarilla de doce veras cuadradas; y en el centro de ella lucirán escritas con CEROTE NEGRO las iscriciones siguientes:
    Batallón nº SIETE de cívicos camanduleros y custitucioneros.

    Art. 4. En caso de alarma, este batallón únicamente hará el servicio del Hospital de Mujeres.

    Art. 5. Se encargará del mando y disciplina del batallón número SIETE a cualquier coronel o comendante, que también sea camandulero y sietemesino.

    Art. 6. Publíquese, ecétera, ecétera, ecétera.

    EL GALLO.
    Las pollitas porteñas.


    Por caridá
    Al señor jefe de polecía

    Mi señor:
    El bocleo aflojó hace mucho tiempo, el Diretudo también aflojó y muy fiero. Luego, en seguidita, los sitiadores aflojaron también hasta la presilla del lazo. ¿No es verdá? Entonces, mi jefe, ¿por qué no les manda que afluejen los mercachifles, los pulperos y almaceneros, y los del Mercao que tiran a dos cinchas? Será bueno, pues, Usía, que me les pegue un vistazo, y si, se ofrece, un chaguarazo: que en cuanto a los panaderos, por ahora no se portan muy mal, sin duda por la abundancia que se alvierte desde que ciertas deidades han dejao de usar mascaritas de harina o de almidón. ¡Qué lindo! y perdone Usía al pobre Gallo.


    Ojo al Cristo
    En el día, asigún vamos,
    me gusta de La Lanceta
    la agachada, o la indireta,
    Y POR FIN ¿CÓMO QUEDAMOS?
    ¡Ojo al Cristo! no salgamos,
    después de las infusiones,
    con que unos cuantos bribones
    que andan haciéndose mudos,
    redepente cogotudos
    se nos vuelvan a respondones.


    Aviso Direturial
    Habiendo perdido el señor Diretudo, en su juida, a su compañero el perro Purvis, el cual dejuramente deberá andar por las pampas de esta Provincia, Vuecelencia afligidísimo promete premiar a cualquier congresal o custitucionero que se lo encuentre y se lo lleve en algún vapor, dándole una papeleta para que nunca lo muerda el mastín, y en ancas una devisa colorada ancha como sobre cincha. Pero... ¡que se le arrime el diablo a Purvis ni a su amo!


    Nº 10
    Buenos Aires. - Setiembre 3 de 1853.
    La despedida

    Por el deber en que me hallo
    de mostrarme agradecido,
    del Público me despido
    soltando el décimo Gallo
    pesares que sufro y callo,
    aunque en el alma lo siento,
    me obligan al sufrimiento
    de enmudecer y callar,
    hasta que pueda soltar
    todas mis penas al viento.
    Tristes penas que, en resumen,
    humilde confesaré,
    tanto me lastiman que se me ha tupido el cacumen:
    de balde algunos presumen
    que no canto de pereza;
    pero la cosa no es ésa,
    sino que cierta alcaldada
    y cierta alma atravesada
    me han calentao la cabeza.
    Así, en desquite prometo,
    en saliendo de un apuro...
    que pronto saldré, lo juro
    por mi nombre de Aniceto,
    que en un ridículo aprieto
    algunos camanduleros
    y otros diablos usureros
    han de encontrarse por mí;
    (déjense estar)... Con que así,
    adiosito, caballeros.
    Y créanme por favor,
    que no en vano cacareo,
    y que si ahora renunceo
    de cantar a lo mejor,
    es porque soy parador
    cuando apeligro rodar:
    y como sé sujetar
    en su lindo a mi caballo,
    ansí mesmo siento el Gallo
    cuando lo debo sentar.
    ANICETO.

    Los reculaos. - El Ruiseñor. - El Gallo. - El requesón. - Bachichin. - Los pasteles. - Por las dudas. - La leche. - La conomía. - Comer pollo, y largar pavo...

    Hace días que muy a mi gusto me busco la vida de pescador en el Mercao, y ahí mesmo la otra mañana me colé, como acostumbro, a tomar las once en una pulpería aonde, felizmente estaba cantando un medio aparcero mío, nacional de los guerrilleros rebajaos, y mozo a quien por la buena voz de su pecho le llaman el Ruiseñor. ¡Ah, pico de oro! pero, ¡mire el diablo! en cuanto entró, y el pulpero me soltó el vaso, el mozo cantó esta copla:

    En un tiempo fui fusil
    con que tiraban al blanco:
    de fusil pasé a baqueta,
    de baqueta a saca trapo...

    Por supuesto, paré la oreja a la copla, y con todo, prendao de la buena voz del mozo, y como que de antemano tenía alguna conocencia con él, cuanto soltó la guitarra me le arrimé con el vaso a convidarlo, y con buen agrado le dije:

    -Amigazo, me dispensará el cariño de echar un trago: velay caña; y dispénseme también el que le diga en su presencia de que canta muy lindo, pero muy fiero en la letra, porque con la última copla, ¡por Cristo! que me ha pegao en la mesmísima matadura.

    -¡Voto alante! díjome el mozo; puede ser, cuñao, que al cuhete y sin malicia le haiga acertao en la uñera, porque como hay tantos maltrataos... y perdone; pero, en fin, me dispensará, porque mesmamente lo siento.

    -Déjese de sentimientos, aparcero, entre bueyes no hay cornadas: vaya otro trago, y repare que yo soy gaucho liberal y tan manso que apenas he cosquillao con su versito, porque casualmente también yo en un tiempo fui fusil y hoy paso por sacatrapo, ¡Ah, mundo! pero en el mesmo veo a otros tan afortunaos, que antes fueron sacatrapos y redepente se nos han vuelto trabucos.

    -Qué quiere, compañero, así sucede en los vaivienes y trueques de la fortuna.

    -Dejuramente: pero por lo que a mí toca, en un trueque de los de esa ingratona fortuna, ya lo ve, me han rabajao el talle; y, de sargento acreditao que supe ser cuando la cosa estaba turbia, hoy, después de la claridá del alicienciamiento, he reculao a picador de carretas; pero, ¡qué Cristo! ni por esas me lamento, pues como le iba diciendo, soy gaucho albitrioso y trajinista en todo tiro.

    -Por tal lo tengo, cuñao, y además se le conoce en la laya. Velay, arme y pite un cigarro.

    -Corriente; pues sí, amigazo; a gala tengo el decir en cualquier parte que, aconforme soy criollo gastador de plata y voraz, así mesmo, cuando me le agacho al trabajo... soy todo un pión y hombre de bien a carta cabal. Luego tengo, la ecelencia de que en la redondez del mundo no hay cargo que me envanezca, ni cosa que me ilucine, mientras que con mi sudor pueda a entera y lícita libertá agenciarme cuatro pesos, aunque sea picaniando de sol a sol sobre el pértigo: y no se me anden frunciendo ni haciéndome asco al verme de chiripá y emponchao entre los puebleros, porque así mesmo soy tan gente como... velay aquellos militares veteranos descalzos de chiripá y emponchaos, que están de centinela en las puertas del cuartel, de lo que algunos se burlan o se ríen, porque no saben que todo eso entra en ahorros, sí, señor. Luego, por mi derecho en buena ley, eso sí, ni al diablo le facilito el que me suyugue a un rigor, ni a naides el que me agarre de leva, porque ¡barajo! en ese caso sin duda corcoviaré: ¿no le parece?

    -Cabal, aparcero; pero, al verlo guasquiarse solo, me está pareciendo de que usté anda calentón, porque le han bajao el talle. ¿No es así?

    -¡Che! ¡qué esperanza! ni tal se presuma, hermanito. Vaya otro trago:

    y créame de que siendo mesmamente de los reculaos en la voltiada, eso poco se me importa; en primer lugar, porque nunca he pretendido ni acostumbro el vivir a costillas de la Patria, desde que no soy reyuno, y luego, porque encuentro razonable lo que a respeuto y tocante al licenciamiento me han platicao algunos puebleros acá en la mesma ciudá, sí, señor:

    -Vamos a ver: ¿qué le han dicho?

    -Me han dicho de que la guerra está terminada, desde que el Diretudo se juyó.

    ¡Ahi-juna! ¿y qué más le han dicho?

    -Me han dicho de que por consiguiente, habiéndose juido el hombre, ya por acá estamos siguros de enredarnos en otra revolución, a no ser que los gobernantes sean lerdos o menesterosos, cosa que no hay por qué serlo, desde que todos obedecemos y sabemos de que son hombres necesarios para arreglar y asigurar la Provincia, ahora que está cuasi del todo pacificada: y en esta conformidá, me han dicho por fin, que estando la Patria en paz, los soldaos están demás, y entonces el licenciamiento es rigular y preciso para hacer la conomía.

    -¡Barajo! ¡qué terminacho! a ver, dígame ¿qué diablo quiere decir la conomía?

    -Es requesón: comé, Bachichin, (díjole a ese tiempo, en la puerta de la pulpería, un lecherito criollo a un gringuito medio bozal y mal engestao).

    -¡Requesone! dijo el nacioncito. ¿Cosulé requesone? -A la cuenta el criollito sería lenguaraz, porque al tiro lo contestó:

    -Es leche cuajada, animal. Comé.

    -¡Eh, Muso! duncua a lechi no me piache.

    -No te empachará; comé, azonzao, díjole el lechero, metiéndole el requesón por las narices al nacioncito.

    -¡Aspeta, brutui! -replicó Bachichini enojao: y sacudiéndole al lecherito con todo un sábalo por la cabeza, echó luego a disparar como un condenao.


    Por supuesto, del sabalazo lo sentó de nalgas al criollito sobre un librillo de pasteles fritos y untaos con miel, fatura que estaba vendiendo a la orilla de la vedera una tía vieja, que, al ver su librillo partido, y los pasteles aplastaos, se le prendió al muchacho como una tigra, y lo empezó a zamarriar; hasta que éste también a lo desesperado le prendió los dientes a la negra vieja que dio un chillido como una rata y largó manija, tan pronto que el lecherito se le escapó dentre las piernas, y salió desmelenao y echando diablos con los pasteles pegaos en los fundillos y enmelao hasta las corvas. ¡Eh, pu...cha, que nos raímos!

    Hasta que por fin, yo volví a caír sobre el asunto de la pregunta de mi aparcero el cantor, contestándome:

    -La conomía, cuñao, dicen que quiere decir embolsar y no gastar mucho. ¿Oye? y por eso algunos alegan en el fundamento de que se suelte la gente, desde que, como antes le dije ya, en la paz los soldaos están demás. ¿Qué me dice a esta razón?

    -Dígole, cuñao, que allá en la Paz o Cochabamba todo puede suceder, mientras que por acá a usté también lo pueden voliar con parolas:

    y dígole más claro, con perdón de la confianza, que usté facilita con barbaridá, porque cuando menos es cosa triste, después del baqueteo que hemos sufrido, ser facilitadores y retrecheros, y que todavía nos quedemos enteramente a la luna, cuando el Diretudo y su pandilla andan al sol, y toriándonos con el cuchillo pelao. Cabal, aparcero, así puede usté decirles a los que, hablen de la siguranza, la paz y la conomía, que si atrás del desparramo de los defensores que han sido de esta patriada, se nos deja caír de golpe el Custitucionero, pudiera apurarnos otra güelta, si de pronto no echan mano de la Indiada, que poco gasto le hace a la patria. ¿Oye?

    -¡La pujanza en las resultas!

    -Pues sí, señor: no hay más remedio, en un pronto: y de no, escuche una comparancia. -Si usté mesmo (pongo por caso) haciendo de patrón o de mayordomo en la faina de un aparte, antes de concluirlo en regla y asigurar la tropa, manda desensillar a todo bicho y lueguito suelta las manadas al campo y se queda a pie, dígame: ¿si redepente se le alborota el rodeo, y se le dispara la tropa, ¿cómo diablo la sujeta a tiempo? ¿en qué muenta su pionada? Pues, amigo, en igual caso nos vemos, si no se remedea el alicenciamiento tan de madrugada; pues, si cualesquier gaucho foranio nos atropella y nos pilla a pie y desparramaos, para sujetarlo en el primer rempujón a los Pampas me atengo: porque, aun cuando podamos tardecito reunirnos y apretar al diablo, sin embargo, no siempre suele ser fácil una recogida grande y a la juria. ¿Oye?

    -Sí, cuñao: pero también considere que el mantener un ejército nada más que por las dudas, es una barbaridá por la plata que se gasta.

    -¡Oh! quite, aparcero, no diga: mire qué fresquito tenemos en la memoria, de que por haber andao ciertos retrecheros desde muy atrás escondiendo la leche, y por no haber sabido gastar cuatro en tiempo para sacarse el lazo holgadamente, a lo último medio horcaos gastaron hasta las uñas; y con todo, cuasi, cuasi nos han hecho sucumbir. Luego, si de tal riesgo hemos salvao arañando, la esperencia y por las dudas que no dejan de ser peliagudas, lo mesmo será gastar diez que largar quince, a fin de no raliarnos tan fiero y de poder asigurar por todos laos los portillos, y no hacernos andar desparramaos y flacones como la leche del coco, y expuesto a que otra vuelta el Diretudo Custitucionero, que ya anda embrollando con los Cipotenciarios Nutriales, se nos quiere venir a cueriarnos: y para ese caso, no lo dude, es preciso tener truco listo y gordo, y no largar suero: ¿entiende?

    -Ahora permítame largarme, porque tengo un quehacer: pero antes, óigame un verso al colmo, para que usté allá se los cante a los que platicaron de Cochabamba y la Paz...
    ¡Cuidao! caballerazos,
    con la manía
    de hacer dejuramente
    la conomía,
    que a fin y al cabo
    se suele comer pollo
    y largar pavo.

    -Y usté ¿tiene madre viva? le pregunté luego al Ruiseñor.

    -La suya, sabe que sí: me respondió y se me fue.

    A las noticias del tratao del Diretudo entrerriano con los tres señores Cipotenciarios de Francia, de Ingalaterra y de Nortemérica, se ha calentao el paisano Callejas y nos ha remetido el cuhete de más abajito.
    Remitido de un gaucho del Sur.
    ¿Con que el organizador
    para juirse ha echao un TERNO,
    metiéndose a tratador
    con gente del quinto infierno?
    ¡Será el diablo el Diretor!
    ¡Quién sabe de ahí los terneros,
    si por el trato han soñao volvernos californieros,
    porque a Urquiza lo han voliao
    allá entre los teruteros!
    O si los loros britanos
    se habrán vuelto guaicuruces,
    y los menistros Musiuses
    y los nortemericanos
    nos tendrán por avestruces;
    Y se habrán imaginao
    corrernos de a tres mil leguas,
    cuando de allá ni las yeguas
    atraviesan el bañao,
    si acá no les damos treguas.
    Y si vienen, ya se sabe
    que llegan siempre aguachaos,
    y del todo trasijaos;
    y así, no es fácil que un cabe
    encuentren por estos laos.
    Con que, si hacernos por gusto
    anglo - franchi - americanos
    pretiende el ñato don Justo,
    háganse cargo, paisanos,
    ¡cómo estaremos de susto!
    LUCHO CALLEJAS.


    El Manetismo
    Por la valsa titulada 14 de julio, y componida por la señora doña Josefina de Barbierí.
    Cuento al caso

    En cierta solicitú,
    antes de anoche llegué
    a la ciudá, y me colé
    por la calle del Perú...
    En un zaino parejero
    del andar de mi mujer,
    que lo aprecea por ser
    mansito como un cordero.
    Así, al principio, ¡barajo!
    extrañé y me hizo enojar
    el lance particular
    que les cuento más abajo.
    Es el caso, que esa noche,
    a un trote muy asentao,
    entraba yo tan holgao
    como si viniera en coche;
    Y redepente, quién sabe
    cómo diablos sucedió,
    que el pingo se me tendió
    al sentir tocar un clave;
    Y ya por el costillar
    me sacó de la tendida
    entrando el zaino en seguida
    a dar güeltas y a escarciar.
    Ahora lo verás, ¡barajo!
    dije yo muy calentón,
    y con la firme intención
    de prenderle al pingo un tajo.
    Me arremango y desenvaino
    el cuchillo; pero ¡qué!
    si yo también comencé
    a dar güeltas como el zaino;
    Y bailando hasta la reja
    de MADAMA BARBIERÍ,
    fui a dar y me le prendí
    por la cintura a una vieja;
    Y medio como a la cincha
    la arranqué de la ventana,
    valsiando a la veterana
    y gritando: ¡ay, que me pincha!
    Malicié, y quise envainar
    el cuchillo, ¡qué esperanza!
    no pude en la contradanza,
    ni con la vaina acertar.
    Por suerte, con el polvillo
    que me echó a favor del viento
    la vieja, en un movimiento
    estornudé, y el cuchillo...
    Se me cayó de la mano;
    y al punto muy alegrona
    me dijo la lechuzona:
    «ya no me pincha, paisano;
    «Sólo siento que me estruja
    un poco, pero no es cosa:
    ¡Ay, qué valsa tan preciosa!
    ¿no es verdá?» añadió la bruja.
    «¡Maldita sea mi suerte!»
    le dije, y quise soltarme;
    pero, ¡qué poder largarme!
    valsa, y valsa, y... dele juerte.
    «Siga el compás, no se trabe,
    compañero,» díjome
    la vieja, al istante en que
    dejó de sonar el clave.
    Y cuando precisamente
    ambos nos desayuntamos
    y hechos postes nos quedamos
    mirándonos frente a frente:
    Hasta que la veterana,
    de fatiga o qué sé yo,
    en la vedera se echó
    en cuatro pies como rana.
    Diciendo a gritos: «¡Josús!
    ¡yo en zarandeos, qué horror!
    ¡cuando al baile y al amor
    cuantuá les hice la cruz!
    «¿Cómo es que ahora al son de un clave
    en la valsa me he floriao?»
    «Porque la han manetizao
    con música, y no se alabe,
    Le contesté, porque a mí
    también me ha manetizao
    con la valsa que ha tocao
    madama de Barbierí.»
    Y por fin, a mi caballo
    de un brinco me le senté,
    y en cuanto me acomodé,
    salí a dos laos como un rayo.
    Esto es la pura verdá:
    y el que quiera embelesarse
    por gusto, o manetizarse,
    compre la valsa, y verá.
    Buenos Aires. Agosto 25 de 1853.


    Pregunto yo
    Si el señor Gobierno ha decretao fresquito de que los paisanos no puedan correr avestruces en los campos, y en esa confianza, redepente se nos deja caír por la campaña el Maldito Diretudo con algunos tratadores, ¿cómo hacemos? Respuéndame alguno a ver.


    Vayan deputaos
    Lista cócora o suplefaltas de representantes para el pueblo, asigún la opinión de Aniceto y otros que no son gallos, pero que son pavos.

    En primer lugar:
    Yo Aniceto el Gallo.
    Mi compadre Lucas Sentao.
    Mi suegro Roque Callate.
    Mi pariente Estanislao Sordo.
    Mi tío Benedito el Mudo.
    Mi cuñao Agapito Sueño.
    Y mi aparcero José Crespín Nalgas.
    Ahí tienen Deputiaos de sobra... por si faltan.



    Nº 11
    Buenos Aires. - Marzo 12 de 1858.
    ¡Ojo al gallo nuevo!

    Velay la estampa del Gallo
    que sostiene la bandera
    de la patria verdadera
    del Veinticinco de Mayo.
    El santero don Catalde
    es quien me ha hecho la fineza
    de pintarlo a toda priesa
    a lo divino, y de balde.
    Es una prueba de afeto
    y de generosidá,
    que se la agradecerá
    eternamente...
    ANICETO.


    Empanada
    Para el señor general de aguas mayores y tierras menores, don Usebio José de Urquiza

    Señor: yo había pensao
    para hoy viernes, por si ayuna
    en cuaresma, mandarle una
    empanada de pescao:
    pero, como en el mercao
    anda el sábalo a caballo
    de carísimo, y no me hallo
    en situación de gastar,
    sólo le puedo largar
    esta empanada de GALLO.
    Tendrá, eso sí, que morder
    si acaso el hambre lo apura, porque el gallo es ave dura
    para dejarse comer.
    En fin, si le dan qué hacer,
    las presas échelas juera,
    que allá mi recao pudiera
    gustarle, porque ahí le soplo
    un morrudísimo choclo
    a lo gaucha amasandera.
    Nicolasa la Porteñaza.

    La situación sigún ellos, y la mesma asigún yo

    ¿Quiénes son ellos? A la fija, ésta es la primera pregunta que en sus adentros se hará cada paisano letor, en cuanto se eche a la cara esta primer gaceta de la segunda lechigada, que empieza a soltar el Gallo que clavó el pico la vez pasada, hasta que vuelve al reñidero a impulsos de las bravatas del Entrerriano Orejano general de aguas y tierra, a quien todos conocemos por su fama de Diretudo, y porfiao menospreciable a tal punto, que yo, siendo un infeliz, y apenas lo he sentido relinchar otra vuelta, ya también, como les avisé, salgo arremangao y dispuesto a pegarle un vigor hasta aplastarlo, por más alzao y bellaco que se encuentre. ¡Ah, chaná viejo!

    Pues, sí, paisanos: ellos son los de cierta manada de Urquizanos y Rosines, todos de la marca y pelo del Diretudo, los cuales a un tenor balaquean de tal suerte, que, al oírlos algunos hombres patriotas que andan retiraos de esta ciudá, y particularmente los provincianos, quizá creerán que esos diablos tienen algún fundamento en lo que alegan, desde que nuestros gobernantes los aguantan y se encogen allá, porque dicen que así deben proceder por respeto a las galantías y la libertá que en el día tienen por la ley los imprenteros desvergonzaos y embusteros. ¡Muy lindo!

    Con esta confianza, toda esa recua de Rosines al mesmísimo Gobierno de Buenos Aires le canta el cielo, y le dicen menudamente en sus barbas, que Vuecelencia el presidente terutero es mejor y más Gobierno que el nuestro; y que por lo tanto la patria toda enterita se le debe someter, porque, si no, es muy arrejada y peliaguda la situación en que hoy están los Porteños y las Porteñas, desde que el Diretudo, de puro corajudo y yesquerudo, está atufadísimo con los primeros, porque ni le hacen caso, ni se quieren dejar soplar a la juerza la Custitución terutera, ni por los diablos quieren soltarle las vacas y menos la batería aquella que mandaba el dijunto don Bernabel Escalada y que hoy está a las órdenes del paisano patriotazo don Savedra ¡Ah, criollo! ¡no se la vaya a soltar!

    Luego, con las Porteñas también está muy atufao el costitucionero Diretudo y barrigudo, porque siendo éstas el tormento mayor de los amorosos deseos de Vuecelencia, las muchachas no hay forma de que quieran bailar con él la contradanza aquella, a que tanto se aficionaba en el Clubo, (212) porque todas se están lambiendo por largárseles nada menos que con los lanceros, y eso no aguanta el costitucionero, porque, como ya está pesadón, malicea que lo pudieran chuciar. ¡Ah, bruto!

    Siendo así pues, el general de agua y tierra se quedará ganoso de todo y por todo, y a los que

    dicen que la situación es peliaguda...

    ¡ahi-juna! dígoles yo que no hay tales carneros.

    La prueba está en que nuestro gobierno los deja no más que ladren a caerse muertos, desde que no nos han de morder. Además, ya cuasi naides para la oreja al toreo de tales cimarrones; y yo menos que otro cualquiera, porque ya estoy de balacas rosines hasta el pelo: como que soy salvaje veteranazo y baqueteao en la defensa de la justa causa que hoy defienden los Porteños, y de la mesma que, por fortuna, hace una máquina de años a que se nos resertó ese mesmo gauchaso Diretudo ambicioso, enredista y pendenciero como morao sin agüela.

    ¡Cabalito!

    ¡Qué Cristo! a ver como no se retoba fiero y nos atropella con los veinte mil aliaos de ñaupas que dice que ya va rejuntando (¡y que rejuntaba!). ¡Ah, malaya, se le aflojara del todo la chaveta! pues sólo así pudiera merecer pillarme a tiro (y que me pillaba), supuesto que yo no pienso juirle muy lejos, aunque voy arrejando a que, si me agarra (cosa que no le ha de ser tan fácil), no me haga nada, sino prenderme apenas un chaleco de cuero fresco y cortito no más, así como desde el cogote hasta el encuentro mesmito.

    Como guste: pero, así con riejo y todo, sostengo y les afirmo a todos los paisanos liberales que el Diretudo tetudo es un peine, que ni liendres nos dejaría si consiguiera que le agacháramos la cabeza por las bravatas que nos echa, y las embrollas que nos arma allá entre algunos provincianos que tiene apretaos o ilucinaos, y con quienes los Porteños no tenemos queja ni agravio ninguno, y de quienes, a pesar nuestro, estamos medio apartaos hasta que el Diretudo degollador y manotiador quite su cuero del titulao Gobierno nacional, y deje que salga cualquier otro Presidente a mandar a todas las provincias unidas del Río de la Plata... y a Buenos Aires en la punta.

    Velay en plata la única ambición que tiene la porteñada y su Gobierno, esperando en Dios y la justicia que todos los provincianos se convenzan de que Urquiza los está pelando y enredando: y que no crean en su fantástico poder ni en sus bravatas y chismes, porque miente el Diretudo juidor y zambullidor cuando dice y hace decir, hasta en las gacetas urquizanas del mesmo Buenos Aires, que esta ciudá y su campaña están pronunciándose por él, y muy atrasadas, porque hasta los Pampas nos apuran...

    ¡Ahi-juna, el terutero embustero! A la vista está fresquito, que a todos los Indios aliaos de ese bruto, el ejército guapo y morrudazo de Buenos Aires los ha cuereao y arrempujao, espantándolos últimamente hasta Chiloé y para siempre.

    Ésta es la verdá evidente y a macho: así, todo lo demás que dice el Diretudo tobilludo son embrollas y balandronadas que suelta, por no soltar la TETA que le está chupando hacen diez y seis años al Entre Ríos, y para aparentarles a las provincias mucho crédito y poderío, de miedo que los provincianos mesmos redepente lo echen a ponchazos de la presidencia antigualla y refalosa, en que sin merecerla se ostenta el 2º don Usebio de la Santa Federación.

    ¡Anda, pulpero maula!

    Por último, Aniceto les alvierte a todos los provincianos y en la presente a los amigos Entrerrianos, que los Porteños ni su Gobierno ni quieren ni arman pendencias con naides, menos con los Argentinos, como que también lo somos los gauchos de Buenos Aires: y más les alvierto de todas veras, que la presidencia de Urquiza, con fanfarronadas y todo, ya está relampaguiándole como candil flaco y se le va por un cuesta abajo; y que de ahí procede el ULTIMATO ñato y las amenazas del Diretudo uñerudo.

    De balde se hace lomo liso, le duele la matadura y corcovea más desde que ha visto que los señores Gobiernos de Francia y de Ingalaterra han reconocido en amistá la justicia con que el Gobierno de Buenos Aires, con tierra y todo, se le ha hecho José de ajuera al costitucionero balaquero, lo mesmo que deben hacer lueguito todas las provincias Argentinas, despreciando los maquines y balacas de Urquiza y sus lagañas gurupieses.

    Bueno pues: para fundirlo del todo al Diretudo, si los provincianos no nos quieren ayudar, por encimita aunque sea, no tienen que forcejear mucho, sino dejarse andar trajinando allá en sus pagos, mientras nosotros, los Porteños solitos, ya que don Usebio Urquiza nos viene sacando cuchillo, veremos si le trajinamos la presidencia, las vacas y la rocinada que ha arrejuntao, descamisando y degollando por diez y seis años a los infelices Entrerrianos y por orden del calandria don Juan Manuel Rosas, de quien Urquiza fue ovejero, como perro de presa, hasta ahora que la echa de potestá y nos sale con las alianzas.

    Balaquiando a costillas
    del Emperador,
    de la Banda Oriental
    y de Ituzaingó,
    el ombú, el juncal,
    y las prendas colgadas
    en la catredal de Buenos Aires...
    prendas de que han de reírse
    hasta los flaires... y
    ¡música, música!


    Diálogo gauchi-beatón
    Ayer yo estaba presente
    en la mesma pulpería,
    cuando a eso de mediodía
    pasó el diágolo siguiente.
    Al gaucho Roque Limares
    que, alegándole al pulpero
    sobre el Paso de Quintero,
    nombraba Cristos a pares:
    -¿Cuántos Cristos conoces?
    un beato le preguntó
    y Limares contestó:
    -No conozco más que tres.
    -¡Jesús! ¡qué barbaridá!
    (dijo el beato y santiguose.) Sólo un Cristo se conoce
    ¡che, bruto! en la cristiandá.
    -¿Qué dice? Más bruto es él;
    en su cara se lo digo:
    tres Cristos conozco, amigo,
    siendo uno de ellos infiel.
    Y en prueba de que son TRES,
    sepa ¡so hijo de la gran... pa!
    que conozco a Cristo el pampa
    y al cristiano Cristo inglés.
    Como conozco de fe
    a CRISTO Nuestro Señor
    de cielo y tierra, y criador
    de animales como usté.
    -Bueno, Roque, así será;
    (replicó el beato asustao)
    veo que me has trajinao;
    pero... dime la verdá.
    Supuesto que has conocido
    al Cristo de Ingalaterra:
    de tan lejos a esta tierra
    ¡a qué asuntos ha venido!
    Porque, mirá, lo confieso,
    que algo dudo y no concibo
    ¡cómo sea Cristo vivo
    un Inglés de carne y güeso!
    -Pues no lo dude, aquí está,
    mostrando ser más cristiano
    y más sabio y más humano
    que nosotros; ¡la verdá!
    Y es tan vivo y tan certero
    y tan gaucho de una vez,
    que le ha prendido las tres
    Marías a un terutero.
    -¿A un terutero? ¡qué risa!
    como es pájaro patudo
    es fácil...
    -No: al Diretudo,
    al gran terutero Urquiza...
    Que estará haciendo cabriolas,
    y en apuros después de eso,
    porque en el mesmo pescuezo.
    ¡Cristo le prendió las bolas!
    -Pues, amigo, es una hazaña,
    dijo el beato, y bolsiquió,
    y a Limares le largó
    cinco pesos para caña.


    La Ultimatera
    Media caña terutera

    No se escuenda de susto
    la Porteñada,
    que ahí viene don Usebio
    con una armada...
    -¡Por Jesucristo!
    la más cruda y tremenda
    que habremos visto.
    A que no nos quita... la curiosidá,
    y nos facilita... y se empaca allá...
    Porque ya sabe
    que le hemos de atracar
    en cuanto cabe!
    ¿Habrá hombre más funesto
    que el Diretudo?
    vean cuánto pretexto
    y agravio al ñudo...
    Forma al presente
    por lucirle al Imperio de presidente.
    Pues, vení, malevo... Vení, fanfarrón,
    y comerás trebo... si estás barrigón.
    Yo te ofrezco eso
    porque has de ser un duro
    si comés queso.

    Así paga el diablo a quien le sirve
    Diz que el ingrato juidor,
    presidente mashorquero,
    desea sacarle el cuero
    a nuestro Gobernador.
    Confesando de que a gatas
    le debe a don VALENTÍN,
    ni más ni menos, al fin,
    que el andar en cuatro patas.
    El Gobernador don Valentín Alsina.

    La ilusión
    Es tanto lo que alucina
    mirar en el descampao,
    al través de la ñeblina,
    a un cuervo o a una gallina,
    o pavo medio empampao...
    Que en el campo un Andaluz,
    viendo a un triste terutero,
    exclamó asustao: ¡Jesús!
    por la Santísima Cruz,
    ¡aónde vas, joven guerrero!


    Cortesías de Aniceto

    A LA TRIBUNA DE LOS RATAPINGAS.
    ¡Ay, mi alma! Te quiero mucho... ¡A que te pincho! ¿Pero: por qué a los güeyes flacos les meniás picana, y a uno que otro gordo le negás macana?

    AL NACIONAL.
    ¡Superiorazo, y échele cuhetes! pero no se turbe ni se me alargue en los cargos que señala, porque hay muchos niños, y esos trompos cuestan caro.

    A LOS DEBATES.
    ¡De mi flor, amigazo! pero no se enriede en las cuartas ni ponga el freno patas arriba, como en el cuentito de la sulevación del ejército del Sur.

    A LA ESPADA DE LAVALLE.
    ¡Guapísima y cortadora! pero que no vaya a salirse de la vaina.

    A LA OPINIÓN PÚBLICA.
    Mi afeto de corazón y... ¡dele guasca!

    A LA NUEVA GENERACIÓN.
    ¡Qué lindo los angelitos! Dios los guarde y dispongan del cariño de Aniceto.

    AL JUDICIAL.
    Mi respeto, con tal que me recomiende al alcaide del callejón de Ibáñez, por si me refalo en algunas eleciones.
    Y a los demás que no trato:
    La Virgen les dé su gracia y el Señor les diga: Amén.


    El sargento arrecifero
    Cierta sentencia gauchesca
    del sabio rey don Alfonso
    dice así: ¡Malo es que a un zonzo
    la Virgen se le aparezca!
    y aunque parece burlesca
    tal advertencia reyuna,
    desde Caseros ¡ahi-juna!
    Urquiza la comprobó,
    cuanto se le apareció
    la Virgen de la fortuna.
    Sólo así, en su cacariada
    aición de Monte Casero,
    pudo ese loco altanero
    hacer una zapallada:
    y gracias a la cuartiada
    de Argentinos y Orientales,
    y a los barcos imperiales,
    y sobre todas las cosas,
    a que ya estaban de Rosas
    muy cansaos los federales:
    Y tanto, que se largó
    sin peliar la Porteñada,
    pues ese día la Indiada
    fue la que medio aguantó;
    porque Rosas disparó
    el primero y más temprano;
    y yo pienso que el tirano
    tuvo ese día, en verdá,
    más miedo de los de acá
    que de Urquiza el entrerriano.
    Entretanto, el terutero
    Diretudo fanfarrón,
    desde aquella aparición
    y zapallada en Casero
    hasta la presente, infiero
    que ve visiones en sueños,
    porque hace vanos empeños
    creyendo en sus devaríos
    gobernar como a Entre Ríos
    la patria de los Porteños.
    Pues, ¡barajo! si ha pensao
    tamaña barbaridá,
    que se amarre el chiripá
    y se largue de este lao:
    pero que venga ensebao,
    porque lo hemos de apurar
    sin darle tiempo a rumbiar,
    como rumbió en la otra juida
    cuando aquella zambullida
    que dio al quererse embarcar.
    Véngase a la disparada,
    no se haga desiar al ñudo; venga, ñato Diretudo,
    que no le ha de pasar nada.
    Yo, cuando más, una inflada
    le daré por balaquero,
    y si algún criollo el yesquero
    quisiere hacerle fruncir,
    no se lo ha de permitir..


    EL SARGENTO ARRECIFERO.
    Cuhete
    De parte de la Guardia Nacional de Buenos Aires al nombramiento del señor general de mar y tierra

    Señor Presidente Costitucionero:

    Sabemos los Nacionales
    que, para hacernos la guerra,
    general de mar y tierra
    lo han nombrao sus congresales;
    y hallamos que cargos tales
    le caen al pelo, señor,
    pues, si no es navegador de grande capacidá,
    en Palermo mostró ya
    que es gaucho zambullidor.
    Queremos, sí, que nos diga:
    cuando tenga que embarcarse
    ¿cómo hará para no echarse
    enfermo de la barriga?
    porque el mareo fatiga
    y da como chavalongo;
    razón por la cual supongo
    que si se embarca, a la fija,
    en su primer revoltija
    de tripas, larga el mondongo.
    En fin, si ha determinao
    invadirnos sin más tregua,
    díganos si vendrá en yegua
    o se nos larga embarcao;
    porque acá está preparao
    Usebio patagalana,
    quien en figura de rana
    lo batirá con la popa,
    a p...istola y quema ropa
    y a bordo de una chalana.
    ¡Barajo, qué pestilencia
    será el humo de esa aición!
    la Santa Federación
    que le valga, Vuecelencia!
    aunque Usebio en su clemencia,
    como es su igual y tocayo,
    lo más que hará al fin y al fallo
    será soltarlo apestao,
    como se lo ha suplicao
    su servidor...
    Cruz Ramayo.
    A.


    Nº 12
    Buenos Aires. - Marzo 19 de 1858.
    Asombro

    En las noticias recientes
    dicen (como una gran cosa)
    los DEBATES inocentes,
    de que «una sandía mostruosa
    se han encontrao en Corrientes.»
    ¿Colorada o amarilla?
    de eso no dicen, si no
    que «diez arrobas pesó,
    y que sólo la semilla
    un barril de horchata dio.»
    Pues la tal sandía tenía
    un grandor tan formidable,
    que su tamaño sería
    más o menos comparable
    a media pipa vacía.
    De tal cosa, sólo un payo
    se asombra; porque en CASERO,
    un día tres de febrero,
    Urquiza se halló un ZAPALLO
    mucho mayor que un ternero:
    Con el cual el hombre pudo
    hacer horchata y licores;
    pero hizo cosas mejores,
    haciéndose el Diretudo
    general de aguas mayores.


    La visita de Aniceto
    A Ratapinga

    Vaya, paisanos: ahí tienen otro nuevo Gallo que sale medio flojón, porque ya se suena que a Vuecelencia el Entrerriano general de ambas vías redepente se le ha encogido la guapeza, y ha reculao la cosa del ultimato, alegando que ÉL no ha soltao tal balaca, sino que su ministro el cantor de Carolla es quien mandó el documento, sin la conocencia del señor Diretudo panzudo. ¡Óiganle al invasor de los cotigentes de a quince mil!

    Por supuesto, todo eso que alega Vuecelencia es nada más que una gauchada; de balde ahora saca el cuerpo y recula... porque se le chingó el cuhete, luego que el coronel Granada se basurió a Calfucurá con toda la Indiada que ha ido a guasquiarse al infierno, y que el coronel don Emilio Mitre le está desde la Loma Negra poniéndole los puntos al Diretudo Sicofantástico. En ancas, se ha sentao de golpe el balaquero presidente, porque todos los señores Cipotenciarios uropeos le han hablao fieramente a respeto de las alianzas con que cacarea el Zambullidor.

    Velay la causa de la sofrenada que ha pegao Vuecelencia, cosa sabida ya por muchísimos nutriales que han llegao del Paraná ahora poco, y la mesma que yo he averiguao como se las cuento: oigan.

    Ayer al tocar las doce llegué de los Corrales del Alto, aonde me almorcé un matambre con tortas y mucho vino superior, y medio chamuscao enderecé a la casa de mi amigazo el patroncito de la Tribuna ratapinga, que vive en la calle de San Francisco.

    Pues, señor, en la mesmísima puerta me le apié; y después de maniar mi potrillo, entré a la casa, y sin ruido me iba colando hasta el fondo, cuando tuve que hacer alto en la puerta de un cuarto muy sahumao, en donde estaba el mocito haciendo medio día y sentao como pegadito a una niña, que da comezón el verla tan primorosa.

    Redepente el patroncito, que es un lagarto de vivaracho, me sujetó dándome el grito:

    -¡Ché, qué fortuna, el amigo Aniceto por acá! Adelante. ¿Cómo está, compañerazo?

    -Alentao, patroncito; y me le entré al cuarto... ¡ojo a la moza!

    -Me alegro, amigo Gallo: y así tengo el gusto de presentarlo a esta señorita mi esposa y su servidora.

    -A lo mesmo, patroncito; ya veo que la niña es una joya, y que usté es muy dichoso en el amor.

    -Gracias, Aniceto: ahora sientesé pues en esta butaca blandita.

    -¡Mutaca blandita! que se siente un maturrango, que yo no caigo más en otro resumidero: ¿se acuerda?

    -¿Ja, ja? sí, me acuerdo: pero este sillón no esta inflado, como aquel en que usté pegó la sumida hasta las aujas. Siéntese no más con toda confianza y almorzará en mi compaña.

    -Le agradezco, patroncito: ya estoy lleno.

    -Sin embargo: probará una omeleta. ¿No le gusta?

    -¿Mulita dice? sí, señor; peludo también me gusta, pero por ahora sólo apetezco un cimarrón.

    -Corriente: al instante le haré dar mate; tome asiento.

    -Vaya, pues, ya que se empeña, le haré el gusto (le dije), y me le afirmé a la mutaca, la mesma que pegó un resoplido cuanto le asenté las nalgas.

    -Con que, amigo Aniceto, ya sabrá usté que Urquiza no nos invade por ahora.

    -¡Voto al diablo! ¿y, por qué se anda empacando?

    -¡Toma! porque ha consultado el resultado que tendrá su invasión, y le han profetizado un descalabro.

    -¡Vea eso! ¿y quién?

    -Un trípodi o mueble profético.

    -¡Un tripo! vaya un profeta acertao: pero ¿de qué se ríe, amigazo?

    -De nada, amigo Aniceto; y dígame, ¿por qué viene medio escuálido?

    -¡Ñaú, ya empieza con sus terminachos! ¿Medio cómo decía?

    -Medio pálido y de mal semblante.

    -¡Ah! puede ser, porque ahora noches pasadas rodé muy fieramente con una hembra en ancas.

    -¿Y adónde?

    -En un pantano.

    -¿Y cómo fue usté, que es tan gaucho, a empantanarse así?

    -Le diré, patroncito: andaba yo mal montao la otra noche, y se me antojó apiarme junto a la Recoba a oír la musiquería del baile mascarao.

    Luego, cuando iba a retirarme, se me arrimó una moza de Turca por dentro y juera, porque venía muy divertida: a la cuenta en la confituría de la esquina le habría menudiao al coñaco y la giniebra.

    Ello es que se me prendió y me dijo: «Ché, compadre, ya lo conozco; mónteme en ancas y lléveme a casa, que estoy medio en chaucha.» Como era mi comadre, la monté ahí mesmo y salí al tranco rumbiando para el güeco de la Yegua; y al llegar a la casa, en un barrial medio pantanoso, aflojó el mancarrón y se me dio güelta tan fieramente que me tapó con hembra y todo.

    Velay cómo rodó, y la razón por que hasta ahora rengueo como manco de la cuerda.

    -Ya lo veo, amigazo, y lo siento mucho, aunque considero que su renguera no le impedirá soltar su gaceta. ¿No es así?

    -¡Qué esperanza! para eso vengo a preguntarle, si es evidente la reculada del señor Diretudo.

    -Ciertísima, amigo, no lo dude: y así puede usté decirlo a los paisanos en el Gallo que suelte.
    -Pues entonces, amiguito, con su permiso me largaré a escribirlo para darle a Vuecelencia unos consejos razonables. ¿No le parece, patroncito?

    -Buenísimo, amigo Aniceto. ¿No tiene algo que recomendarme?

    -Nada más sino que cuide a la deidá de su tortolita presente.

    Y me salí suspirando y pidiéndole al cielo que, de gallo que soy, me trocase alguna ocasión en la figura del patroncito de la Tribuna y ratapinga.


    Alvertencias y consejos
    Voto al diablo, don Urquiza,
    que a costa de su ultimato
    acá hemos tenido un rato
    a caírnos muertos de risa.
    Porque, ¡atienda! se precisa
    para largar tal papel,
    ser lo que don Juan Manuel decía que es Vuecelencia:
    loco malo a la evidencia
    y balaquero como él.
    Pero... ¡cómo lo han metido
    en ese berenjenal!
    ¿Quién lo aconseja tan mal,
    y tan fiero lo ha mecido?
    ¡Infeliz!... ¿no ha colegido
    que lo están precitripando?
    la p...unta y truco, ¿hasta cuándo
    todo un señor SICONFANTA
    como un animal aguanta
    que así lo estén trajinando?
    Oiga: cada consejero
    salvaje que lo rodea,
    aunque le bale, no crea
    ni lo tome por carnero
    es un zorro que hasta el cuero
    le ha de sacar sin sentir.
    Oiga, vuélvole a decir;
    mezquíneles cuanto pueda
    las vacas y la moneda:
    mire que lo han de fundir.
    Ese tal don Salvador
    que allí se le hace el carnero,
    es como gaucho tambero
    y salvaje volvedor;
    nunca dio de aguantador
    prueba ninguna en su abono;
    de balde hoy le sigue el tono, verá si esa liendre en suma
    no lo jo...roba y empluma...
    en cuanto asigure el mono.
    ¿Y su ministro, el cantor
    sin guitarra, don Derquis?
    de balde el gato mis-mis
    le baila, es más volvedor;
    de ambicioso y chupador
    se le humilla y lo alfatea,
    se encoge y le morronguea;
    pero engórdelo y verá
    si al infierno se le va
    con soga, estaca y manea.
    Don Galán presumo que
    le sea más pegajoso,
    porque, como es tan baboso
    pudiera pegarselé.
    Sin embargo, también fue
    salvaje aunque hoy le conviene
    a su lao hacerse el nene
    por mamarle el corazón;
    pero... ya sabe, patrón,
    que quien malas mañas tiene...
    De su menestril de Hacienda
    poco o nada le diré,
    porque ese bruto no sé
    si es de freno o es de rienda;
    tiene sí fama estupenda
    de Salvaje mordedor,
    bellaco, manotiador,
    trasijao, y medio bizco,
    de mal andar, muy arisco
    y a lo último cociador.
    Luego, entre sus congresudos,
    aunque hay hombres que apreceo
    y respeto, también veo
    que hay ciertos diablos nalgudos,
    que de miedo o de conchudos
    sufren allá barbariando;
    pero, así mesmo ¿hasta cuándo,
    general de Aguas Mayores,
    presume que esos señores
    le han de seguir aguantando?
    ¿No ve que son gamonales,
    los más de ellos habituaos
    a vivir entre alfombraos
    y no entre bosta y barriales?
    ¿Cómo presume a hombres tales
    sujetarlos a corral?
    no, señor, no crea tal;
    llegando el caso oportuno
    se le han de ir uno por uno
    con maniador y bozal.
    Finalmente, Vuecelencia,
    en la situación presente,
    cuando se ve claramente
    chochando su presidencia, ni costancia ni obedencia
    aguarde de esos dotores,
    ni los crea aguantadores,
    ni se fíe en sus consejos,
    porque son salvajes viejos...
    ansí han de ser volvedores.
    En fin, si se halla apurao
    por sus alianzas potentes,
    y tiene allá cotigentes
    para invadir a este lao,
    puede someter holgao
    a toda la Porteñada,
    porque el coronel GRANADA,
    MITRE, CONESA Y PAUNERO
    dicen que por balaquero...
    ¡qué Cristo!... no le harán nada.
    ¿No se fía? ¡ja, ja, ja!
    nada, señor presidente,
    fíese tan solamente
    del Indio Calfucurá,
    o de HORNOS, quien, la verdá,
    aunque siempre salvajea
    y es su enemigo, no crea
    ni tema, señor don Justo,
    que le haga voliar por gusto,
    ni le haga sacar manea.
    Palermo de Buenos Aires, 15 de marzo de 1858.


    Anda que te lamba un güey

    Muy acertao hubiera sido que allá en el Paraná mesmo, esos deplumáticos urquizanos y adulones del Diretudo, cuando éste les ordenó que mandaran de su parte el ultimato balaquero que le soltó a nuestro gobierno, muy acertao hubiera sido, repito, el que esos menestriles teruteros, al ver salir aguas abajo al documento ultimatero, le hubieran dicho en presencia del sicofanta presidente, no como hoy se usa decir en Buenos Aires -¡Aónde vas, joven guerrero! sino: ¡aónde vas, carnero! y estoy segurísimo que Vuecelencia al tiro les hubiera contestao...

    ¡A VER SI TOPA!

    ¡Pues no, tirano; y que topaba! por lo bien que se portó en Buenos Aires, cuando, fiaos en su pobrama famoso, le ayudamos a voltiar al otro Restaurador de las botijas, y que, en cuanto pisó a Palermo, empezó a barbariar y se afusiló al coronel Chilaber, sin más causa que, porque allá en Entre Ríos, cuando el Diretudo era tahúr, el coronel no quiso dejarse ganar mal, y le atracó unos guascazos por tramposo.

    O será por lo que se acreditó con nuestros paisanos, cuando esa mesma ocasión los hizo matar en tropillas y colgarlos muertos en los ombuses para amendrentar a los Porteños, y manotearse luego todos los millones del Banco y todos los armametos y vistuarios del parque, y por último hasta las ollas de la cocina de Juan Manuel.

    Háganse cargo, paisanos, qué custitución, qué galantías ni qué chirolas puede darnos un diablo así tan sumamente desalmao y mezquino, que esa vez ni a sus paisanos los Entrerrianos les largó cuatro pesos, y que hoy mesmo tiene allá en sus numerosas estancias oprimidos a centenares de infelices provincianos, de los cotigentes que rejuntan, para sacarles el quilo trabajando para ÉL de sol a sol, desnudos y galguiando de hambre, sin darles más alivio que una ración de un naquito de tabaco aventao cada quince días, y una buena cuenta de doce reales cada dos años, y me alargo; aunque es cierto que les suele atracar hasta trecientos duros por cada falta a una lista.

    ¡Infelices! ojalá que los trajera el Diretudo a este lao del Paraná, y vería si le quedaba ninguno sin venirse a Buenos Aires, aonde cada soldao tiene prendas lindas con que acacharparse, buenas armas y buen pingo, carne gorda y abundante, y jefes que los cuidan y aprecean, y luego ocho pesos fuertes cada primero de mes; sin tener más que hacer que los deberes de un soldao, no los de piones y esclavos de un gauchazo federal de mucanga, que, a pesar de que ya es mancarronazo en edá, jamás en su pu...erca vida le sirvió a la patria, ni para cuartiar carretas, en aquellas guerras gloriosas, que sostuvieron valerosamente los agüelos, padres, hijos y nietos de todos los Argentinos, que hoy pretende presidenciar el Diretudo mondongudo general de tierra y agua, y a lo último de ventosidades. ¡Anda que te lamba un güey!


    La media caña
    En San Borombón

    Salió de las Polvaderas,
    rumbiando a San Borombón,
    a mudar de población,
    el gaucho Lino Contreras:
    y no habiendo ni taperas
    adonde se iba a poblar,
    tuvo el hombre que cargar
    con toda su trastería,
    y un martes al ser de día
    mandó uñir y caminar.

    LA MEDIA CAÑA EN SAN BOROMBÓN
    Una carreta toldada,
    sobre un rodao de mi flor,
    y su eje resuperior,
    lecho nuevo, y bien quinchada,
    hasta la tolda cargada
    llevaba en esa ocasión
    con trastes de precisión,
    porque ni la leña es maula...
    menos el catre, la jaula,
    las sillas, mesa y colchón.
    Era tan acreditao
    el tal Contreras, ¡ah, Cristo!
    que en ningún pago se ha visto
    un hombre más apreciao:
    además era mentao
    de gastador muy voraz;
    y siendo así tan capaz
    el gauchaje lo estimaba,
    y todo bicho anhelaba
    el agradarlo a cual más.
    Al caír a San Borombón
    paró la carreta un día,
    y al punto la gauchería
    formó allí una reunión,
    Cinco mozos de un tirón
    a la familia rodearon,
    y toditos se brindaron
    a servirla al pensamiento,
    por supuesto, y al momento
    a tomar mate se apiaron.
    Como era muy rigular,
    la mujer de Lino luego
    mandó a su hijo que en el fuego
    pusiera agua a calentar
    de ahí Lino mandó sacar
    medio frasco de aguardiente...
    con el mesmo que la gente
    lueguito dentró en calor;
    y como había un cantor
    se armó un baile redepente.
    Velay Pilar, la Porteña
    linda de nuestra campaña,
    bailando la media caña:
    vean si se desempeña,
    y el garbo con que desdeña
    los entros de ese gauchito,
    que sin soltar el ponchito
    con la mano en la cintura
    le dice en esa postura:
    ¡mi alma! yo soy compadrito.
    Vean luego que ha llegao
    el gaucho Martín Mirazo
    en un caballo picazo
    con otro mozo enancao:
    véanlo a Martín echao
    sobre de la cabezada,
    ojo a Pilar, y más nada,
    mientras Lino complaciente,
    al estribo, de aguardiente
    le alcanza una convidada.
    ¡Martín en esa ocasión
    no tomó de embelesao,
    pero a Lino el enancao
    le recibe un cimarrón.
    ¡Ché!... vean el manotón
    que se pega en el sombrero
    ese otro gaucho coquero:
    sin duda estará celando
    a Pilar, porque bailando
    se le quiebra al compañero.
    De ahí miren a la mujer
    de Lino, si se despega
    del cantor Antuco Vega,
    que la empieza a enternecer
    luego atrás se deja ver
    afirmao en su picana
    al picador que se afana,
    esperando sólo el caso
    que siga la rueda el vaso
    y le alcancen la mañana
    Luego está cimarroneando
    al costao del picador
    ese otro gaucho pintor,
    que entre dientes murmurando
    y al ñudo menospreciando
    el canto y el baile está:
    a la cuenta encontrará
    de qué hacer murmuración,
    o será algún quebrallón
    que nada le agradará.
    Tras del pértigo, notando
    de la moza la esquivez
    al bailar, un cordobés
    se está así como rascando;
    y al mismo tiempo desiando
    bailar un gato siquiera
    con la Porteña embustera,
    porque ya la está queriendo,
    y en sus adentros diciendo:
    ¡Ah, ingrata! quién mereciera...
    De ahí, miren encarretao
    a ese gauchito travieso,
    a fin de robarse un queso
    y una torta del atao,
    después de haber churrasquiao
    cuanto es posible tragar;
    pero él no sabe bailar,
    así es que sólo le importa
    limpiarse el queso y la torta
    para tener que mascar.
    Velay luego el Santiagueño
    poncho corto tan plantao,
    y atrás al embonetao:
    ¡qué yunta para un empeño!
    ver al primero da sueño,
    y al segundo da tristeza:
    ambos son, pues, de una pieza
    por delante y por detrás,
    fachas tristes a cual más
    de los pies a la cabeza.
    Ésta es, pues, la relación
    del fandango improvisao
    que armó Lino el renombrao
    cerca de San Borombón.
    Nada faltó esa ocasión;
    la jarana fue completa:
    como es verdá pura y neta
    lo que Aniceto ha contao,
    pues todo lo vio plantao
    encima de la carreta.

    Al Gallo
    Nacido entre níveo muro
    de oro y de plata formado,
    viene al mundo bien dotado
    de belleza y de valor:
    su regia y alta cabeza,
    por las leyes celestiales,
    trae diadema de corales
    arreglada con primor.
    Su cuerpo lindo y gallardo
    es fino, fuerte y ligero,
    y el matizado plumero,
    que de arcos graciosos es,
    lleva incrustado un tesoro
    de esmeralda, de oro y plata,
    de rubíes, de granata
    y de topacio a la vez.
    Cuando el aura se aproxima
    con sus deditos de rosa
    a abrir la puerta preciosa
    tras la cual encierra el sol...
    él es el primer dichoso
    que con voz clara y sonora
    saluda a la bella aurora
    que trae oro y arrebol.
    Es celoso, más celoso
    que la niña enamorada;
    y como lleva una espada
    en cada uno de sus pies,
    por sus celos dominado,
    con sus armas siempre vela
    como alerta centinela
    a las puertas del Harén.
    Mientras se halla en su serrallo
    él es rey omnipotente
    y si llega un insolente
    a querer robar su amor...
    él orgulloso, atrevido,
    alzando el cuello altanero,
    como valiente guerrero
    carga al rival con furor.
    Y por ser de estirpe regia
    como muestra su corona,
    nunca esquiva su persona
    al atrevido rival;
    y hasta quedar en el campo
    o hasta que él al otro mate,
    combate siempre y combate
    el belicoso animal.
    Andrés Algañarás.


    Nº 13
    Buenos Aires. - Marzo 27 de 1858. - Jueves Santo.
    Semi-papeleta

    Algunos leyendo el canto
    del Gallo número tres,
    pueden sin susto tal vez
    salir el Sábado Santo,
    Con un buen par de pistolas,
    por el riesgo y por las dudas
    de que los tomen por Judas
    y les atraquen las bolas.
    A.

    Maquines ultimateros del presidente de los teruteros

    ¡Qué les cuento, paisanos letores del Gallo! Sabrán pues, que atrás del profundo silencio en que se ha quedao la balaca del ultimato urquizano, y la invasión que nos pensó soplar el Diretudo casacudo con quince mil teruteros aliaos al Brasil, a Calfucurá y los blancos Rosines de la Banda Oriental, éstos, en lugar de mandarle a Urquiza los dos mil reclutas, que se decía estaba reuniendo en la otra banda un tal comendante Batarrica, muy conocido y mentao en Vizcaya, y en el otro lao allá por el CERRITO, aonde nueve años le sirvió de degollador al dijuntito Oribe, que ahora ni los diablos se podrán averiguar con él allá por el otro mundo...

    He oído, como les iba diciendo: que el tal Batarrica ya diz que no vendrá con el rejuerzo de los dos mil; pues, lejos de eso, ahora últimamente el blanquillaje copetudo de la otra banda se pronuncia muy quejoso contra el señor Diretudo, diciendo que este calandria los ha metido hasta el diablo con su alianza, y que al fin no les cumple nada de lo que Vuecelencia prometió: pues ni les ha quitao los derechos diferenciales para que la duana de Montevideo hoy diera un poco más de leche, ni retira los soldaos entrerrianos de la costa del Uruguay, aonde están carniando vacas orientales y comiéndolas por la patria... y con cuero.

    Y lo que es peor, que ahora se empaca el Diretudo y no hace la terrible invación a Buenos Aires, cosa en que los blanquillos Rosines fundaban grandes esperanzas, creyendo que de acá saldrían en bandadas emigrando los extranjeros y los salvajes unitarios, otra vuelta para Montevideo a sacarlo de la atrasada y tristísima situación en que se halla, después de la horrorosa matanza de los más valerosos jefes, oficiales y tropa, hecha inicuamente en el Paso de Quinteros. -Déjense andar no más los degolladores, supuesto que a degollar tocan.

    Pero lo más gaucho y gracioso que se suena es, que el Diretudo, habiéndose medio asustao por la nota apretadora que le sopló el señor Ministro inglés a respeto de la carnicería infame del Paso de Quinteros, Vuecelencia el Entrerriano cabulista piensa ahora de nuevo garrarle el lao de las casas al señor Ministro de Ingalaterra; y para eso diz que el mesmo Diretudo ya está pensando hacerle echar un pial de volcao al Gobierno de Montevideo mandando a relevarlo con el general don Venancio Flores... Vean no más, si será cabulista el costitucionero.

    Bueno, pues: como el GALLO lo cree al liendre Diretudo capaz de cuanta diablura puede imaginarse, y como ya se dice que en Buenos Aires hay muchos patriotas orientales, emigraos y escapaos de la dijuntiada del Paso de Quinteros, creyendo de lleno en la buena disposición de Urquiza para voltiar a los blancos de la situación, Aniceto les previene a dichos patriotas orientales que abran el ojo antes de largarse a Entre Ríos, como algunos están diciendo que lo harán, confiados en las cábulas que el Diretudo está ya poniendo en juego, a fin de reclutar a hombres desgraciados para emplearlos en su servicio, sin darles al fin más recompensa que un zoquete de carne flaca y muchas roncas y azotes...

    cuando no se les vaya al pezcuezo.

    Abrirlos pues, paisanazos, y no dejarse prender con bolas de carne.


    Carta del sargento mashorquero Rudesindo el Carancho a su general que fue allá en los tiempos funestos
    .
    Palermo de San Benito,
    cañada de Miserete,
    a diez y seis de diciembre
    del año cincuenta y siete.

    Al Ilustre y Excelentísimo señor don Juan Manuel Rosas, brigadier general que fue de los ejércitos nacionales de la Confederación Argentina, Herodes del Desierto, restaurador de las mochilas, jefe supremo de Buenos Aires y defensor heroico del continente americano.

    Señor:

    Con su perdón, Vuecelencia,
    voy a escrebirle confiado
    en su federal agrado
    y fina benevolencia,
    por noticiarlo... en la ausencia
    de su tierra, donde alvierto
    cosas tales, que no acierto
    a escrebirle; y digo más,
    que es Vuecelencia incapaz
    de verlas sin caírse muerto.
    Porque ¿cuándo aguantaría
    ver arrumbadas las cosas
    que el onipotente Rosas
    en Buenos Aires lucía?
    ni a los Porteños que hoy día
    tan fiero se han solevao
    que al infierno han arrojao
    el cintillo mashorquero...
    y al carro del basurero
    el chaleco colorao!
    La pandilla del hembraje
    unitario endemoniada
    se ha puesto de cola alzada
    y más brava que el machaje:
    toda de color salvaje
    se viste, por decontao:
    ¡las viera de lao a lao
    andarse a golpe de taco,
    sacudiendo el miriñaco
    y sin moño colorao!
    A más de eso la gringada...
    del otro lado del charco
    diariamente llega un barco
    y nos larga una manada:
    el mes pasao de coplada
    cerca de tres mil llegaron,
    ¡por Dios! y cuanto se apiaron
    a pata se dieron maña,
    y en la ciudá y la campaña
    toditos se acomodaron.
    Luego entran a trabajar
    al istante se arman ricos,
    porque son como burricos
    poniéndose a trajinar:
    ya no saben qué inventar
    en frábricas y maquines,
    ligándose con sus fines
    a la gauchada porteña,
    que con los gringos se empeña
    en fundir a los Rosines.
    ¡Considere pues, señor,
    al punto que hemos llegao
    por no tener al costao
    a nuestro Restaurador!
    aunque hoy le saldrá mejor
    dejarse andar por allá,
    aonde me dicen que está
    de grasa hasta los cachetes
    de tanto tragar bisquetes...
    que no tragaría acá.
    Pues, si viene, hágase cargo,
    un muelle nuevo tendría
    que cruzar, y trotearía
    como seis cuadras de largo,
    expuesto a que un viento amargo
    le soplase del mordeste,
    y arrejando a que le cueste
    el que ahí mesmo las Porteñas
    lo sacudan de las greñas
    y lo tiznen de celeste.
    ¡Color maldito! y hoy día
    le han tomado tanto apego,
    que hasta celeste es el fuego
    que suelta la lucería
    por una cañutería
    llena de gras de vapor,
    que encendido da un jedor
    igual a orines de gato,
    pero dicen que es barato
    y que alumbra más mejor.
    Esta jedionda invención
    se le debe a un Mestri-Bagre,
    inglés que hasta con vinagre
    se mama no hallando ron:
    este y otro tal Norton,
    ambos parientes de Gestas,
    para remate de fiestas
    nos han traído estos bribones
    la cometiva y güevones
    y ruina de mis carretas.
    También han hecho una duana
    barriguda, y barrigones
    se han puesto los salvajones
    de quienes la obra dimana:
    pandilla ruin que se afana
    en hacer preciosidades,
    que allá por esas ciudades
    podrán ser de conveniencia,
    pero que acá, Vuecelencia,
    son puras barbaridades.
    A esto le llaman pogreso
    los salvajes hablantines,
    mientras los pobres Rosines
    agachamos el pescuezo,
    sin manotiarles ni un peso,
    ni hacerles ningún reproche
    al verlos que a troche y moche
    nos desprecean y arruinan,
    y después que nos trajinan
    pasean holgaos en coche.
    Bien decía Vuecelencia
    con justísima razón,
    «que los Unitarios son
    ladrones tan sin concencia,
    que en la menor ocurrencia
    meten hasta el diablo el codo:»
    y si no, vea del modo
    con que un salvaje unitario
    se ha robado del sagrario
    la hostia con custodia y todo.
    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    ¡Qué miedo!
    Dicen que ha dicho don Justo,

    barbariando entre otras cosas,
    que Él fue quien nos quitó a Rosas
    y que Él lo ha de traír por gusto,
    y para darnos más susto
    dice que vendrán en yunta;
    ¡Cristo! pero, a esta pregunta
    ¿quién me contesta? oiganlá:
    ¿por fortuna no vendrá
    el Diretudo en la punta? ¡ja... ja... ja!

    Vaya una indireuta
    Sin duda, hay un platero
    por la Conceción,
    ROSISTA, TERUTERO,
    y tan quebrallón que contra el GALLO
    dice barbaridades.
    ¡Si será payo!
    Miren qué Rosín - tan desvergonzao,
    sin duda por eso - lo habrán desdentao.
    Métete no más
    con el gaucho Aniceto,
    y te rascarás...
    ¡Hijuna gran... pa,
    cuando el GALLO te suelte
    en una estampá!

    Al engaña pichanga
    Por la calle del Perú,
    explicándose algo mal,
    un Inglés medio bozal
    noche a noche de surtú
    se pasea muy formal;
    Y cuando de miriñaque
    se le zarandea Elvira, así que el Inglés la mira
    por atrás, le dice en jaque:
    «¡andá... culi-di-mintira!»

    Cacharpas
    Señor menistro de guerra,
    por lástima o por favor,
    o más bien por el honor
    de la patria de su tierra...
    Alivie a la oficialada
    infeliz de la Ispeución,
    pues, siendo tan escasón
    el sueldo, anda aguiluchada.


    El Núm. 7
    De este número es sabido
    todo cuanto el Nacional
    dijo en un hecho local,
    echando solo en olvido...
    Que siete meses duró
    el sitio aquel que don Justo
    nos puso, hasta que de un susto
    zambulliendo disparó.

    Hoja suelta

    Revuelo de Aniceto el Gallo
    Campamento en la Cañada de Cepeda, a 10 de setiembre de 1859.

    Señora doña Aniceta Rocamora.

    Mi querida esposa:

    Sabrás que al fin se ha largao
    a caballo el balaquero
    Urquiza, que desde enero
    sin apiarse anda montao.
    ¡Cómo vendrá de escaldao
    ¿No te haces cargo, mi vida?
    trairá la cola fruncida y se tendrá que ensebar
    cada rato, antes de dar
    por acá otra zambullida.
    Pero, si en la que pegó
    la vez pasada en Palermo,
    con su peladura enfermo
    pudo juir y se alivió,
    fue porque, apenas montó
    al bordo de un barco inglés,
    desde el cogote a los pies
    los marinos lo ensebaron,
    y enjabonao lo llevaron
    a Gualeguaichú otra vez.
    Mas hoy que vuelve escaldao,
    bichoco y tan barrigón,
    y diz que algo mansejón,
    aunque anda todo trabao,
    si lo topa algún soldao
    de HORNOS, en esta flacura
    de Rosines, lo asigura,
    lo embozala, se le sienta...
    y lo larga hecho osamenta
    ¡con tamaña matadura!
    Así, déjalo allegar
    aparentando poder,
    que ya tendrá qué morder
    si trata de relinchar,
    o presume que ha de hallar
    Porteño que se le cuadre,
    ni quiera hacerlo compadre,
    ni pretenda en estos casos
    sino darle más guascazos
    que besos le dio su madre.
    Yo al menos, como al fandango
    ya me le pienso afirmar,
    y si consigo voliar
    al presidente guarango,
    lueguito me le arremango,
    y al colmo de mi deseo
    lo muento, lo galopeo
    a bajarle la barriga,
    y si medio se fatiga,
    o se aplasta, lo cuereo.
    ¿Qué te parece, Aniceta,
    la intención? ¿no te da risa?
    ¡pobre Diretudo Urquiza,
    ya está viejazo y maseta!...
    pero, mesmo así sotreta,
    a fuerza de hinchar el lomo
    ha logrado no sé cómo
    ser un malevo sin hiel,
    y de su amo Juan Manuel,
    hacer el segundo tomo.
    En fin, chinita adorada,
    calentamé a tu tocayo,
    cosa de que largue un Gallo para la teruterada:
    pues tan ruin y tan delgada
    la tiene Urquiza en enjambre,
    que a ÉL mesmo puede que de hambre
    redepente lo atropellen,
    ¡ahi-juna... pu! lo desuellen
    y le coman el matambre.
    Con que, mi alma, hasta la vista:
    que el papel toca a sus fines,
    como tocan los clarines
    ahora mesmo a pasar lista.
    Rogale a Dios que me asista
    en la presente campaña,
    y que me deje dar maña
    hasta conseguir mi gusto,
    que es toparme con don Justo
    y trajinarle una entraña.
    Después de eso vos verás
    cómo todos los paisanos
    luego nos damos las manos
    y ya no peliamos más;
    pues sólo tendremos paz
    libres de ese Mashorquero
    presidente terutero,
    manotiador y ambicioso,
    a quien rastrea hoy tu esposo
    JOSÉ ARAOZ EL LUJANERO.


    Nº 14
    Buenos Aires. - Octubre 1º de 1859.

    Ahí te mando, primo, el sable:
    no va como yo quisiera;
    de Tucumán es la vaina
    y de Salta la contrera.


    Don Venancio Undebeita.

    Artículo de fonda. - El refrán veterano. - Mi salida. - Hágome el petizo. - La picana de don Manuel Pérez. - El cielito. - El truco de Virotica. - ¡Retruco y barajo! - El güevo. - La chalana y las pelotas. - La chorizada de Bilbao. - Urquiza alunao. - El coronel Fausto. - Vuelta al reñidero, y allá va el Gallo.

    Cuando al general Tristán
    lo emprimó la patria gaucha
    hasta pelarle la chaucha
    en Salta y el Tucumán,
    salió entonces de refrán
    aquel verso inolvidable,
    por tan gaucho y aplicable
    a todo golpiao, si en copla
    sale un paisano y le sopla...
    ¡ahí te mando, primo, el sable!

    ¿No es verdá, paisanos, que el refrán veterano es chusco y gaucho?

    Mesmamente: y por eso como yo también soy gauchón y ando con sangre de pato, con cierto justo motivao, velay que hago ahora esta nueva salida, a ver si encuentro algún otro general primo o golpiao, para atrácarselo en copla bien o mal concertada, y pegue o no pegue, como solía soltar versos el difunto bendito don Venancio Andabestia, pueta del tiempo de la pajuela.

    Pero antes de entrar en argumento, alviértole al auditorio, que, en lengua gaucha, el decir un
    primo, es lo mesmo que decir un golpiao, un cantimpla, un tilingo, un zonzo, un lele, un payo, y la ecétera de don Gaspar...

    Adelante.

    Hecha esta alvertencia, dígole al público, que como yo no he pelechao haciendo gacetas, ni presumo de ser escrebido o versista, ya había tocao retirada a respeuto de soltar más Gallos, con todo de que a veces me tentaba a largarlo el ver lo que porfía y forcejea el señor de Urquiza, Diretudo cabezudo, por costitucionarnos, manotiarnos y sicofantiarnos. ¡Zape, diablo!

    Pues, a pesar de tal majadería terutera, se guía yo mi propósito, y calladito me andaba haciendo el petizo, riéndome solo en mis adentros del cacareo, las balacas, las proclamas, y la guerra tremenda y enfurecida del general Colafruncida; pero el diablo sin duda, como es tan tentador, vino y le metió la cola a mi amigo don Manuel Pérez, quien, de puro urquizano, renejao y cándido (a lo Limeño), una mañana se puso a picaniarme, apostándome 200 pesos a que yo no soltaba el Gallo de miedo de la invasión, cuando el Diretudo don Justo pensó venírsenos con su chalana y las pelotas de cuero aquellas, que por acá supimos que estaba armando Vuecelencia, porque en una gaceta de acá salieron las décimas que voy a imprentar abajo de esta llana, donde las lerá el que guste.

    La gaceta decía así

    Noticias frescas de la armada invasora
    Buenos Aires, y febrero de 1859.

    Diz que en cierto embarcadero
    del Paraná se halla Urquiza, armando en guerra a la prisa
    tres mil pelotas de cuero,
    ¡cada cual con su mortero!
    y una tremenda chalana
    que será la capitana
    de aquella escuadra pujante,
    en que vendrá de almirante
    don JUSTO Macarandana.
    Gente sólo le ha faltao
    para hacer marinerada;
    pero, con teruterada
    dicen que la ha tripuliao,
    ¡diablo! y que determinao,
    sin más barco, ni más flotas,
    teruteros ni gaviotas,
    se nos viene en su chalana,
    mandando Macarandana
    la invasión de las pelotas.

    Pues, señor, y como les iba diciendo: a pesar de tales noticias, cuando lo vi bolsiquiar sacando los doscientos pesos el amigo Pérez, yo saqué de mi tirador otros tantos, hicimos la apuesta con depósito, y... ¡qué diablos! esa mesma tardecita, a salú de don Manuel el parador, le canté a Vuecelencia las coplas y el cielito siguiente:

    Como mi amigo y querido
    paisano, don Eme Pérez,
    el chiche de las mujeres
    por idéntico a Cupido,
    de infeliz se ha presumido
    que la invasión cacareada
    tiene a la gente asustada,
    y al Gallo en particular,
    lo quiere desengañar
    por medio de una versada...
    Aniceto el Gallo

    Cielito del terutero
    ¿Con que el tremendo don Justo
    ha dao término a la tregua,
    y por fin montao en yegua
    viene a matarnos de un susto?
    ¡Ay, cielo!... ¡Barbaridá!
    de invasión precitripada,
    si es en yegua preñada,
    el hombre cómo vendrá!

    De ahí, si por suerte no pasa
    la calor que hace al presente,
    ¿no pudiera al Presidente
    redetírsele la grasa?
    Mi cielo, temo y supongo
    que aun viniendo el viejo al paso,
    si lo pilla algún solazo
    se le haga aceite el mondongo.

    ¿Quién diablos lo habrá tentao
    a semejante invasión,
    estando tan barrigón
    y de yapa abichocao?
    Cielito: tome un consejo,
    señor don Justo José,
    no se venga, mire que
    para tal cosa está viejo.

    Hay gauchos en esta tierra
    que mesmamente dan risa,
    pero el Diretudo Urquiza
    con sus balacas de guerra...
    Cielo mío, es por demás
    de loco para esas cosas,
    de suerte que a su amo Rosas
    ¡lejos! lo ha dejao atrás.

    Deje toda esa bambolla
    «que ya voy; que de acá a un mes...»
    véngase ya de una vez,
    le sumiremos la bolla.
    Cielo, porque es de alvertir
    que colegimos sus fines,
    y que se pela a maquines
    para hacerse RELEGIR.

    Cese pues de balaquiar,
    véngase ya cuesta abajo
    y evítenos el trabajo
    de tener que irlo a buscar.
    Cielo, porque unas gaviotas,
    que esta mañana han venido,
    cuentan que se le han podrido
    la chalana y las pelotas.

    Hechas pues las coplas anteriores, por supuesto le trajiné los doscientos al mozo infeliz, los mesmos que cabalitos se los di de limosna a los pobres de la Recoleta.

    Después, a la cuenta mis versos llegaron a Gualeguaichú, aonde se agravió por ellos cierto Cantimpla llamao Virotica, quien, de tapao bajo el poncho de un imaginao Barriales, me truco a desvergüenzas; pero luego supe que allá en Entrerríos no había tal chimango coplero llamao Barriales, sino el mesmo Virotica, secretario y tiernísimo yerno del Diretudo, a quien no se le despega bailándole de pelao, o el pelao, que es idéntico a la gazuza.

    De juro, me calentó el manflorita con sus relinchos, y me obligó a soplarle el tapón de más abajito: y si volviese a rebuznarme, ¡ahi-juna! le prometo atracarle gallo y más gallo hasta hacerle largar un güevo morrudo y jediondo, como de terutero.

    Velay va el tapón que le prendí: con permiso del auditorio.

    Retruco a virotica
    Señor Imprentero del Nacional.
    Buenos Aires, a 28 de abril de 1859.

    En su gaceta, patrón,
    por la patria hágame un cabe
    para la viruta suave,
    que largó a continuación
    por toda contestación
    al Virotica coplero
    Barriales y Cantafiero,
    poeta de la manada
    que va a morder cuando invada
    Justo Panza y Terutero.
    ANICETO.

    Dice un refrán que no es mengua
    dar ciertas contestaciones,
    cuando para ello hay razones;
    y, a cada bruto en su lengua.

    ¡Barajo! ¡qué versería
    puerca la del tal Barriales!
    ahi-juna pu...! ¿en qué andurriales
    ese bruto nacería?
    ¿Qué yegua lo pariría
    que al pujo no reventó?
    cuando diz que lo largó
    ¡con seis patas! y que al verlo
    tan animal, sin lamberlo,
    alzó el rabo y lo solfió!
    De ahí, cuentan que entre un maizal
    con leche de choclo y miel
    lo crió un gaucho de Montiel,
    hasta prenderle el morral.
    Entonces el animal
    de juro se hizo maicero,
    y después de eso afrechero
    insaciable, hasta que al fin
    ya es bruto grande y Rosín,
    roncador y mashorquero.
    Pues, ese mesmo bagual me ha salido relinchando,
    y como contrapuntiando
    de versista federal.
    ¡Habrase visto animal
    más jediondo y presumido!
    sin duda se ha persuadido
    que saliéndome a toriar
    yo me voy a calentar;
    pero, sepa ese aturdido...
    Que a todo bruto Rosín,
    que me hace coplas iguales
    a las del tapao Barriales
    le contesto a lo mastín;
    que cuando un cuzco ruin
    con ladridos lo torca,
    el mastín lo desprecea,
    y en vez de echársele encima,
    ni le gruñe: se le arrima,
    alza la pata y lo mea.

    Después de estos lances, volví a dejarme andar calladito, pero luego sucedió que, ahora días pasaos en compaña del señor general don VENANCIO FLORES, cayó de Entrerríos a esta ciudá una pandilla de jefes, oficiales y soldados, todos Orientales amargos y más coloraos que el fuego, que es lo mesmo que decir: Salvajes Unitarios.

    Entre los nombraos llegó también un amigo mío de todo mi cariño y confianza, como lo es el señor coronel don Fausto Aguilar, hombre que en la guerra siempre anda puntiando a vanguardia, haciéndose el desganao de peliar (con tigres, digo yo), pero que, en ofreciéndose un entrevero, es capaz de tragarse hasta de a seis teruteros a un tiempo; y que de yapa todavía se queda lambiendo por un gallo de los míos. ¡Vaya un buitre insaciable!

    De por fuerza: cuanto supe su llegada, enderecé de carrera a visitarlo, encontrándolo felizmente en su casa a eso de la oracioncita.

    Así que llegué, y que me iba colando en la sala que estaba llena de oficialada y medio escura, el coronel Fausto, que es un lince, me clavó el ojo y se me echó encima prendiéndome un abrazo a lo soldao, con el cual me hizo crujir los costillares... ¡La...pu...janza en las muñecas!
    De ahí me mandó sentar a su lao, y agarró la taba diciéndome:

    -¡Por Cristo! mi sargento Aniceto, ¡cuánto me alegro de verlo! ¿cómo le va de salú? pues desde el tiempo aquel, en que estuvimos juntos en la zapallada de Caseros, hasta hoy, nada he sabido de usté. ¿Diaónde sale, amigazo?

    -De por acá no más, amigo coronel Fausto, y va me ve algo alentao. ¿Y a usté cómo le va yendo?

    -Hombre, a mí me va viniendo la gana de campo afuera, pues, como he llegao a pie, deseo y necesito pronto apretarle la cincha a cualquier Rosín de esos de por el Rosario... por más mordedor y bellaco que sea.

    -¡Ay, hijito, qué deseo tan indireuto! ¡óigale al colorao viejo!

    -Cabal: y además deseo saber ahora mesmo, amigo Aniceto, si ¡no trai el gallo de mi afición.

    -¡Adiós diablos! ya lo sentí venirse, pero no se lo traigo, porque no lo he soltao, ni ya me entretengo en eso.

    -¡Voto a Cristo! ¿Cómo es eso que ahora en la ocasión más linda y calentona se empaca y no suelta el gallo? ¿entonces en qué diablos se entretiene?

    -¡Me ando no más despacito en procura de trajinar una polla fina y linda, como para sacar cría, y entonces sí verá uste que...

    -Salga, amigo Aniceto: ¿sabelo que yo pudiera ver si usté se anda así lerdiando? es que de repente don Justo lo pille a tiro y le atraque un trajín y una polla de mi flor! ¿Oye?

    -¿De veras? ¡oh! ¿y por qué?

    -Chancita: que se lo digan acá mis compañeros, y después no se encoja:

    -¡largue prontito el Gallo y abra el ojo! que lo primero le conviene a nuestra causa, y lo segundo a usté para salvar el cuero y acreditarse, a fin de hacer carrera linda en la milicia.

    -¡Pues no, mi alma, y que hacía yo carrera linda en la milicia largando gallos!... No diga, coronel Fausto.

    -Sí digo, sargento Aniceto; sin duda de que aquí ya sus paisanos cuando menos le habrán dao un buen cargo.

    -Pues, señor, se equivoca muy fiero, porque acá los salvajes de hoy en día no me han dao ni leche, cuando a veces la redaman sobre algunos maulas mamones, ni tampoco tengo más cargo que la gineta aquella que, después de la aición de Monte Caseros, me dio don Justo José, a quien sea del modo que fuere se la debo; pero a los unitarios de ahora no les he merecido nada, sin duda porque soy poco pretencioso, y medio cimarrón para acercármeles, cuando largan nombramientos por cargueros; pero, como por eso yo no me he de resertar de la banda en que siempre me aguanté sin agraviarme por nada, sigo y sigo defendiendo el pleito por la Patria y nada más. ¿No le parece, coronel Fausto?

    -Muy bien: y me parecerá mejor que, a pesar de lo que me ha dicho, suelte el Gallo, porque nos divierte mucho y anima a la paisanada, y en ancas porque a los mesmos teruteros les gusta, y que sólo al viejo Justo lo abomba y lo hace rabiar.

    -Eso es cuento, amigazo: ¿qué caso ha de hacer el Diretudo de mi Gallo infeliz?

    -¿Qué dice? ¿que no le hace caso? Oiga: ahora poco tiempo, cuando nos preparábamos en Entrerríos para sacarle el cuerpo a Urquiza, sabíamos por allá, de buena letra, todo el entusiasmo que había aquí entre el Porteñaje, y leíamos todos los periódicos de esta ciudá que iban chispiando contra el Viejo Soberbio, pero como no viamos ni una copla de Aniceto, medio deseconfiando decíamos: ¿cómo es esto que ahora tan luego el Gallo ha cerrao el pico? ¿si le habrá entrao moquillo, o andará juido, o si estará envaretao, o por ladiarse del todo en esta cuestión?

    -¡María Santísima! ¡qué esperanza! cuando usté sabe bien, coronel Fausto, que yo soy y seré siempre Salvaje Unitario, de opinión firme como palo a pique, y que ni el diablo me ladea. ¡Vaya, vaya, con sus dudas! ya me están haciendo calentar, no embrome.

    -Me alegro: justamente es lo que yo quiero: templarlo en su lindo y hacerlo corcoviar hasta que suelte el Gallo; y de fijo que lo suelta cuando le diga yo algo más.

    -Bueno pues, prosiga y desembucho de una vez.

    -Pues, como le iba diciendo: en esas dudas estuvimos hasta que por fortuna y casualmente yo, y acá ese compañero, nos hallamos en presencia del viejo Justo, al tiempo que un tal Bilbao acababa de hacerle la letura de un larguísimo chorizo de su mesma Gaceta (como les dice la Tribuna).

    -Y es verdad que la Tribuna así los llama a los argumentos de don Pancho el Ráculo.

    -Pues bien, ese mesmo día Urquiza tenía ya entripada la noticia de que le fallaba la alianza del Paraguay y el Brasil: y que Cafulcurá lo andaba medio embrollando; y supo también ese mesmo día temprano, que un vapor de los de acá lo había manoteao, de un barco en el Paraná, nada menos que dos mil garabinas y tres mil sables, entre los cuales le mandaban para él uno muy rumboso con vaina de plata, regalo que le venía de perilla cuando el viejo está tan escasón de armamento.

    -De por juerza: ¡con tantísimos ejércitos que tiene armaos!

    -Hágase cargo, amigo Aniceto.

    -¡Pues no: barajo! ¡y cómo estaría de alunao por la falsiada de las alianzas, el manoteo del armamento atrás, de la ocurrencia de metérsele allí ese cócora de Bilbao a soplarle la longaniza o chorizo o argumento de su gaceta. ¡Barbaridá!

    -Pues, con todo eso, don Justo no se calentó fiero sino cuando, para rematar la fiesta, entró ese su secretario Virotica trayéndole fresquitos los nuevos versos de usté, y que, como despreciándolos y por gracia, se puso a lerlos medio a la oreja del viejo, que lueguito empezó a hinchar las narices y a rascarse los cuadriles, medio clavándose las uñas, hasta que a media letura reventó, pegando un bufido y diciendo: «¡Ahi-juna grandisíma pu... salvaje perro: seguí no más largando Gallos, que el día que yo te agarre, juro y prometo hacerte engrasar bien la cabeza, y después de hacértela quemar como chicharrón yo mesmo, de un revés te la he de cortar en el chiquero de los chanchos. ¡Anda, no más, pícaro piojoso!» ¿Qué le parece, amigo Aniceto?

    -¿Qué quiere que me parezca? Calentura del Vuecelencia y nada más.

    -¿Con qué me va a cortar nada si anda tan desarmao, y yo le tengo acá el corvo ese de los tres mil que le manotiamos? ¿con qué, repito, me puede afirmar el corte seis para descogotarme en el chiquero? con nada. Aunque ahora que viene al pelo, encuentro un cabe para facilitarle arma y quedar bien con el costitutionero.

    -Vamos a ver, ¿qué piensa hacer para desagraviarlo?

    -Nada más que soltarle un Gallo, que lleve un corvo en las patas y en la cresta la copla siguiente:

    Ahí te mando, primo, el sable:
    no va como yo quisiera,
    del Paraguay es la vaina
    y del Brasil la contrera;
    los tiros son de Pa-juera,
    aonde los perdió asustao
    Cafulcurá que ha escapao
    en una yegua rabona;
    y también va una dragona
    de chorizos de Bilbao.

    -¡Superiorazo! dijieron el coronel Fausto y sus compañeros, de quienes me despedí largándome a dormir, sin soñar con el chicharrón que quiere hacer de mi mate el golpiao Diretudo, a quien por último lo calculeo bien achicharronao con tantísimas contrariedades, chicharras y Teruteros flacones que lo rodean en el pantano que se ha metido de puro SICOFANTÁSTICO.


    Carta fresca y noticiosa del Ejército del Norte
    Campamento en Cepeda, setiembre 28 de 1859.

    Señora doña Sinforosa Pretao.

    Celebraré, amada esposa,
    que esta te halle ricotona
    y sin estar barrigona,
    que estés siempre buena moza;
    yo acá estoy como la rosa,
    gracias a la Providencia,
    aunque sintiendo la ausiencia
    de tu amor, que es mi regalo;
    ando de amores al palo,
    y, ¿qué hemos de hacer? Pacencia.
    Con esta carta van dos
    que te escribo esta semana,
    pues tarde, noche y mañana,
    a toda hora pienso en vos,
    que este invierno sabe Dios
    los fríos que habrás pasao,
    a no haberte calentao, como cuasi lo supongo,
    de día con tu morrongo,
    de noche con el pelao.
    Has hecho bien, Sinforosa,
    como yo, haciendo un esfuerzo,
    para concertarte en verso
    esta carta cariñosa:
    aunque lo pior de la cosa
    es que he de verme apurao
    para hacer tal concertao,
    a pesar de que haré empeño
    pero es el diablo que el sueño
    me tiene muy atrasao.
    Y no pensés que el servicio
    me esté haciendo cabeciar,
    no es eso, es el orejiar...
    que siempre será mi vicio:
    así anoche, con Mauricio
    tu primo, en una jugada
    me pasé de trasnochada,
    porque me sentí acertao;
    aunque había trasnochao
    en la anterior de avanzada.
    Pues, con todo, entre bostezos
    y sin más luz que la luna,
    sin errar carta ninguna,
    les pelé nueve mil pesos
    a unos mercachifles de esos
    que, vienen de la ciudá a pelarnos por acá,
    vendiéndonos el tabaco
    a diez pesitos el naco
    y aventao... ¡Barbaridá!
    Y aquí que corre moneda,
    como en la vida se ha visto,
    por diez papeles, ¡qué Cristo!
    sin pitar naides se queda:
    pues no hay soldao que no pueda
    hoy en nuestro campamento
    gastar veinte, o gastar ciento,
    divertirse y voraciar,
    y por supuesto pagar
    sin hacer asco al momento.
    Únicamente he notao
    en nuestra gente un disgusto
    presumiendo que a don Justo
    el rocín se le ha empacao:
    o que se le ha empantanao,
    de juro, errando la senda
    por la cual a media rienda
    a venir se disponía
    de un tirón, (¡y que venía!)
    a traír la guerra tremenda.
    Ojalá llegue mañana:
    de veras que lo deseamos,
    y verá si le atracamos
    chuza, balas y tacana,
    pues aquí crece la gana
    de peliar, cada vez más;
    así, a quien te hable de paz,
    mientras que gobierne Urquiza, hasta sacarle la friza...
    largátele por atrás.
    Por mí no tengas cuidao,
    ni por naides finalmente,
    porque, mi alma, entre esta gente
    ni con luz se halla un morao:
    sólo hay criollaje alentao,
    rumboso y bien mantenido,
    como igualmente lucido
    a respeuto de armamento,
    pues tenemos, y no miento,
    el siguiente contenido:
    -Fusiles a Lominié,
    garabinas fulminantes,
    artillerías volantes
    y de cuhete Lacongré,
    chocho largo y fiero que
    encienden entre un cañuto
    veinte o treinta por minuto,
    y como ascuas culebriando
    ¡barajo! salen matando
    gente y pingos a lo bruto.
    En fin: ya el sueño me quiebra,
    voy por eso a rematar
    esta carta, y destapar
    luego un porrón de giniebra,
    al que, a tu salú, de una hebra
    le sacaré hasta el añil;
    y como siento al candil flaquiar y hacerme chus-chus,
    contento aparto a la luz
    seis Loros nuevos de a MIL...
    Los cuales te entregará
    don Rosendo el pagador,
    mozo lindo y servidor
    con la mejor voluntá:
    él, pues, te los llevará
    sigún me lo ha prometido;
    así, chinita, te pido
    que al hombre lo agasajés;
    pero no te descuidés,
    mira que es medio cupido.
    Luego, soltale las riendas
    a tu gusto en el gastar,
    sin dejarte trajinar
    por los mozos de las tiendas.
    Comprá, eso sí, lindas prendas,
    como es y será tu flujo;
    largale el valor al lujo,
    y lucí tu aire de taco
    zarandeando el miriñaco,
    o, más bien dicho... el tapujo.
    Con que así, prenda adorada,
    adiosito, que ya espicha
    el candil, cuando por dicha
    mi carta está terminada.
    Mañana a la madrugada,
    si Dios quiere, Sinforosa,
    te escribiré cierta cosa
    fatal que me ha sucedido...
    al firmarme -tu marido-
    Anacleto Reventosa.


    Boletín Sicofántico
    De noticias importantísimas

    Por un pájaro que en este momento acaba de llegar de Santa Fe, hemos recibido periódicos del Rosario, en los cuales se registra el curiosísimo anuncio que copiamos a continuación, y el cual aquellos periódicos lo han publicado bajo el titulo de:

    La Sicofantada

    Verso de todo tamaño y calibre:
    ancho, angosto, largo, corto y libre.

    Circo olímpico
    Gran función extraordinaria para el día 1º de diciembre próximo, en celebridad del aniversario de la gloriosa revolución que en la provincia rebelde de Buenos Aires hicieron los heroicos Urquizanos en contra de los infames e ingratos demagogos, porteños sicofantas.

    Si no amanece alunado,
    o Sicofantás-meado,
    el día arriba anunciado,
    el presidente afamado
    en la plaza del Paraná
    al público le dará
    una variadísima función
    de danza y equitación,
    a beneficio de la Invasión Urqui-Sicofantiza,
    terute-espantadiza;
    fiesta en que Su Excelencia
    ofrece a la concurrencia,
    a pesar de la ausencia
    de su querido genera
    del Ejército Confederal
    don Geromito Costa,
    que en figura de langosta
    el Diretor de los diretores
    ese día hará primores,
    si no estuviere con dolores
    de flato o reumatismo,
    o sicofanticismo;
    pues bailará en la maroma
    la chuciada y la broma
    de los Arreciferos,
    voleando Teruteros:
    y la mashorca a bordo
    huyendo de Gorordo;
    o sea, HORNOS y Mitre,
    por desplumar al buitre
    de buche extraordinario
    que se traga la aduana del Rosario.
    Luego, el mismo Diretor,
    si le dura el buen humor
    y por gusto se le antoja,
    bailará en la cuerda floja
    en facha de Terutero
    el Minué-Montonero,
    la Resfalosa-Federala,
    y las apreturas DEL TALA.
    En seguida se anuncia, que presentará su renuncia
    al Soberano Congreso,
    mandándola entre un queso,
    y alegando para eso
    que se quiere retirar
    a sicofantás-mear,
    allá por lejanas tierras,
    en esas grandes guerras
    de Europa y del Oriente;
    pues se halla (el presidente)
    entusiasta y decidido,
    desde que medio ha sabido
    allá por informes confusos
    la derrota de los Rusos:
    por cuya consecuencia
    suelta la presidencia,
    largándose Su Excelencia
    sin dar más beneficios
    a ofrecer sus servicios
    al emperador Nicolás.
    De ahí dicen más atrás,
    que, como es tan indeciso
    Su Excelencia, de improviso
    tomó otra resolución
    y cambió de opinión
    al saber poco después
    la muerte del mariscal francés
    general del Ejército Aliado:
    cosa que don Justo ha lamentado
    y por la que ha determinado
    irse en yegua por tierra
    a Francia y a Ingalaterra;
    cierto que desde allí se sopla
    al trote en Costantinopla,
    desde que lo lleva el afán.
    de empeñarse con el Sultán
    para que le den el grado
    del generalísimo finado.
    Antes, para todo esto
    renunciará, por supuesto,
    a sus justas pretensiones
    de humillar a los bribones
    porteños Sicofantones,
    desde que tiene aspiraciones
    de concluir heroicamente
    en la gran cuestión de Oriente
    con todo Ruso viviente!
    como que se morirán de susto
    al saber que allá va don Justo,
    llevando para ese fin
    a su general Crespín,
    acollarado a su mastín
    Purvis, el Cancervero,
    para soltarlos en algún entrevero:
    y ofrece al mundo entero
    el Presidente terutero
    que por el siete de enero
    próximo venidero,
    antes de entrarse el sol,
    como chuparse un caracol
    se tomará a Sebastopol,
    a Cronstad y hasta el Mogol,
    si lo mandaren atacar,
    aunque se tenga que tragar
    al Peñón de Gibraltar...
    para tener la gloria de triunfar ¡a sangre y fuego!
    y de venirse luego
    sin más tardar,
    a Buenos Aires a sicofantear,
    y de a pie o de a caballo
    torcerle el pescuezo al Gallo.

    ¡QUÉ BARDARIDÁ!
    ¡LA CASACA POR DONDE LE DA!

    Poesías varias
    Publicadas con seudónimos diferentes relativas en su mayor parte a la guerra contra el tirano Rosas e inéditas algunas de ellas

    AL 25 DE MAYO DE 1810

    ALVERTENCIA
    Recuerdos que de las glorias de la patria hicieron los gauchos argentino Chano y Contreras en las trincheras de Montevideo el 25 de mayo de 1844.

    Que los españoles luchos
    no se quieran agraviar
    oyéndonos renombrar
    maturrangos y matuchos:
    porque, cuando los gauchos
    por la patria combatían
    esos nombres les ponían,
    a los que no eran jinetes,
    y a un corcovo de los fletes
    por las orejas salían.

    (CONTRERAS recibiendo a CHANO en el palenque, la mañana del 25 de mayo.)

    Óiganle a Chano el versista:
    velay está, mirenló:
    ¿diaónde sale, paisanazo,
    tan garifo? y de armador
    de 25 de Mayo,
    celeste y blanco...

    CHANO:...¡Pues no!
    lo lindo es para lucirlo:
    ¿cómo está, señó Ramón?

    CONTRERAS: Ya lo ve, amigo, alentao,
    sin novedá la menor.
    ¿Qué hace, pues, que no se apea?
    ¿O no le da compasión
    estarle oprimiendo el lomo
    a su picazo flacón?

    CHANO: Pues, mire que de mi hacienda
    éste es el pingo mejor,
    y el único que reservo
    para algún lance de honor,
    y no se le haga tan ruin
    por verlo así delgadón,
    pues cuando le cierro piernas,
    aunque atropelle a un cañón,
    este flete en la rompida
    es como una exhalación.

    CONTRERAS: ¡Ah, Chano, si ha de morir
    siempre facilitador!
    miren, pues, de qué sotreta
    dice que es un volador;
    pero, ¿diaónde diablos sale?
    déjese cair por favor.

    CHANO: Aguarde, no me apresure;
    que vengo medio alegrón
    de resultas de que anoche
    nos metimos en calor,
    y en el cuartel nos cruzamos,
    yo y el sargento Veloz,
    contra dos mozos de ajuera,
    a jugar un truquiflor; en el cual últimamente
    nos pelaron a los dos,
    después de estar orejiando
    hasta que el candil dentró
    a relampaguiar menudo:
    y tanto se enflaqueció
    que, al echarle un ¡vale cuatro!
    a uno que me retr
    hasta la mecha del grito
    ¡a la gran... pu...nta saltó!
    Al fin, en esos primores
    la noche se nos pasó;
    y hoy a la madrugadita,
    cuando el lucero apuntó,
    el corneta de la escolta
    tan de una vez se florió
    en la diana, que del todo
    el sueño se me ahuyentó;
    de manera que ensillé,
    y apenas medio aclaró,
    cantando y al trotecito
    vine a dar por el Cordón
    a un rancho, en donde acostumbro
    caír a explicar mi dolor,
    y luego hacerme el morrongo
    si se ofrece la ocasión.

    CONTRERAS:¡Ah, gaucho! ¡Si será el diablo!
    ¡y tan viejo, veanló!
    pero, siempre trajinista
    y vasallo del amor.

    CHANO: Cabal, amigo: ¿qué quiere?
    no he perdido la afición.
    De balde ya en los fandangos
    me duermo en cualquier rincón;
    no reculo... pero... atienda:
    ¿sabe lo que me pasó
    con su hermano hoy tempranito?
    Ahí me salió en el Cordón;
    (¡ah, muchacho busca vida!)
    ni sé como me vichó
    al pasar por una esquina
    el caso es que me salió,
    y atajándome de golpe
    al estribo me alcanzó
    un vaso con la mañana,
    y en ancas un cimarrón.
    Luego, quiso entretenerme;
    pero yo le dije, no:
    que hoy es día VEINTICINCO,
    y antes que despunte el sol
    me voy a lo de Contreras
    a pegarle un madrugón...
    a pesar que por desdicha
    hoy me encuentro, ¡de mi flor!
    cortao hasta lo infinito
    así, tengo precisión
    de irme a campiar unos medios
    para largarle el valor:
    y aunque no tengo más prendas
    de valer que este fiador,
    hecho como está a la vista
    de trenza resuperior,
    puede que por él encuentre
    quien me largue un patacón.
    Al decir esto, de veras,
    su hermano se me enojó,
    y arremangándose el poncho
    desprendió del tirador
    cuatro pares de botones,
    y ya me los aflojó:
    de juro, poniendomé
    en la juerte obligación
    de tomarlos; pero ¡cuándo!...
    solamente tomé dos,
    quedándole agradecido;
    de manera que me armó:
    y lo que me vi platudo,
    cogí en el mesmo Cordón
    y compré... velay, giniebra.
    Tome, que vengo de humor
    de divertirme a su lao y afirmármele al fogón,
    para desechar si puedo
    las penas del corazón.

    CONTRERAS: Me gusta, amigo, apiesé;
    echará un verde... Trifón,
    poné agua al fuego a la juria.
    . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    Entonces Chano se apió,
    y sacando el cojinillo
    la cincha medio aflojó
    luego al pingo rienda arriba
    y maniado lo dejó
    junto al palenque, y después
    a la cocina dentró:
    sentose, cruzó las piernas,
    y así que se acomodó,
    recorriendo el pensamiento
    de esta suerte se explicó:

    CHANO: Pues, desde anoche, paisano,
    hice mi resolución
    para pegarle este albazo,
    y como hay satisfaición esta limeta compré
    de giniebra superior,
    la cual del todo debemos
    apurarla entre los dos
    a salú del Veinticinco
    de nuestra revolución.
    Con que así, afirmeselé...
    ¡ahora, aparcero Ramón,
    que principian los repiques,
    y las salvas!... ¡Bro... co...tón!
    Oiga las musiquerías
    y las dianas, ¡qué primor!
    y... ¡vea, qué cosa linda!
    ya empieza a nacer el sol
    que en mil ochocientos diez
    a esta mesma hora alumbró
    a nuestra patria querida,
    ¡libre del yugo español!...
    ¡Ah, patria de aquel entonces,
    quién te mira y quién te vio!
    . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    Aquí Chano contristao
    lagrimiando se agachó.

    CONTRERAS: ¡Voto-alante! No se aflija,
    ¿qué quiere hacerle al dolor?
    Vamos sufriendo, paisano,
    de la desdicha el rigor
    hasta gozar algún día,
    si nos da vida el Señor...

    CHANO: ¿Algún día?... ¡qué esperanza!
    lo mesmo decía yo
    cuando entonces sacudimos
    el yugo del Español;
    pero hoy, cuasi nada espero
    al ver, amigo Ramón,
    que con tanto prometernos
    libertá, organización,
    paz, abundancia y primores,
    nuestra triste situación
    le da tres rayas afiera
    al tiempo de la opresión,
    o más bien del rey de España,
    cuando de patriota yo
    abandoné hasta mis hijos
    y el fruto de mi sudor,
    por dedicarle a la patria
    alma, vida y corazón.
    Ya sabe; de veintiocho años
    me le agaché al pericón,
    y llevo ya ¡treinta y cuatro!
    sin desprenderme el latón;
    de manera que a la fecha
    me aprietan sesenta y dos,
    y atrás de la patria vieja
    sigo meniando talón,
    y más que gaucho he de ser
    si me llega el mancarrón.
    Así mesmo, no desmayo
    del todo en la situación;
    pero, eso sí, en tanto afán
    me voy volviendo terrón,
    sin que desde aquella patria
    hasta esta haiga visto yo
    más libertá, ni sosiego,
    ni porvenir, que un montón
    de ruinas y desengaños,
    falsedades, desunión,
    rivalidades, embrollas,
    manoteos y ambición
    de mandarnos como a brutos:
    y luego por conclusión
    verme como yo me encuentro
    en la presente ocasión,
    reducido a la miseria...
    pues todos mis bienes son
    tener el cuero ojalao,
    y ese triste mancarrón,
    este cuchillo envenao
    y mi aperito cantor.

    CONTRERAS: Es triste cosa, en verdá,
    y de igual suerte ando yo,
    pero esto poco me aflige:
    otro es, amigo, el dolor
    que hasta el alma me lastima...
    ya se hará el cargo.

    CHANO: ¡Pues no!
    colijo, amigo Contreras,
    de que su pena mayor
    es contemplar nuestra tierra
    humillada a un saltiador
    como Rosas, por el cual
    estamos, matandonós
    entre amigos y paisanos
    que un mesmo techo cubrió
    así es que de mis pesares
    también éste es el mayor.

    CONTRERAS: Pues, de semejante diablo
    vamos olvidandonós,
    por ser día de la patria,
    más digno de hacer mención
    de los triunfos de aquel tiempo
    que de un gaucho fanfarrón.
    ¿No es verdá, aparcero viejo?

    CHANO: Cabal, amigo, ésas son,
    dígole con evidencia,
    las miras de mi intención:
    y siendo así, de esas glorias
    le hará una recordación,
    la mesma en que mis relatos
    no irán a la perfeción,
    por algunas omisiones
    que haré sin mala intención; pues, para hacerle al presente
    completa mi relación,
    no me asiste la memoria
    ni me ayuda la expresión.

    CONTRERAS: ¡Ah, Chano, si en los preludios
    de cualquier conversación
    demuestra hasta lo infinito
    de su saber y razón!...
    Velay mate, y... larguesé,
    que ya tengo comezón
    de oírle contar las campañas
    y guerras en que se halló,
    y que me diga, al principio
    cuando la patria se alzó,
    quiénes hicieron la punta.

    CHANO: Me acuerdo de eso. Oigaló
    La patria del año diez
    en Buenos Aires se armó,
    por Savedra, por Castelli,
    Rodríguez, Peña, Viamón,
    Vieites, Chiclana, Díaz Vélez,
    (escuche con atención)
    Larrea, Frenches, Moreno,
    Beruti, Pasos, ¡ay, Dios!
    y mi general BELGRANO,
    ¡de quien cuando hacen mención hasta los Pampas tributan
    respeto y veneración!...
    Velay, paisano Contreras,
    los nombres en relación
    de los primeros patriotas
    de nuestra revolución.
    Ellos hicieron con gloria
    flamiar el primer pendón
    celeste y blanco, que un día
    al aire se desplegó
    en la heroica Buenos Aires,
    cuando el virrey español
    al grito de esos valientes
    la altiva frente agachó,
    y con su audencia y sus leyes
    a los infiernos guasquió...
    En el istante después
    de aquella revolución,
    toda la provincia el grito
    de libertá segundó,
    y el gauchaje voluntario
    a las armas acudió.
    Por supuesto, yo hice punta,
    saliendo en la expedición
    con el general Balcarce,
    cuando al Perú enderezó
    a peliar con los Gallegos.
    ¡Ah, tiempo de bendición!
    Pasamos por las provincias llenos de sastifación,
    y hasta Suipacha subimos
    sin mayor oposición:
    pero allí... ¡la pu... cha y truco!
    de golpe nos embistió
    fiero la maturrangada
    del ejército español;
    ¡ahi-juna, y la sujetamos
    por la primer ocasión!

    CONTRERAS: ¡Ah, gauchos americanos!
    qué poder les resistió
    cuando a peliar por la patria
    el criollaje se juntó!
    ¡y que no la sujetaban!
    Traiga, Chano, por favor,
    alcánceme la limeta,
    le daré un beso...

    CHANO: ¡Pues no!
    velay, tome, peguelé,
    y atienda... Pues, sí, señor:
    en ese día en Suipacha
    la patria se revolcó
    a un ejército rialista,
    y allí mesmo tremoló
    esa bandera que tiene
    dorado en su centro un sol.
    Luego que venció en Suipacha
    nuestro ejército, marchó
    por esos cerros tremendos
    del Perú, y atravesó
    sembrando la libertá
    en todo cuanto abrazó
    pero, como era morrudo
    el poder del Español,
    ¡cuándo lo hacía flaquiar
    una redota ni dos!
    Así es que un tal Goyo-Neche
    caliente nos aguardó,
    y allá en el Desaguadero
    de firme se nos paró
    con doble sarracenada,
    y otra vez nos atacó.
    Al principio le aguantamos,
    pero luego nos largó
    toda la maturrangada,
    ¡ah, Cristo! y nos trajinó.
    Dimos güelta, por supuesto,
    apuraos y en dispersión,
    y atrás de nosotros toda
    la armada se descolgó,
    y hasta llegar a Humaguaca
    medio al trote nos arrió.

    CONTRERAS: ¡La pujanza, el Goyo-Leche,
    que sería apretador!

    CHANO: ¡Qué leche, ni qué botijas!...
    Goyo-Neche, dije yo:
    y era ¡un duro! mesmamente;
    pero luego se ablandó,
    junto con un tal Tristán
    que vino y se le ayuntó,
    hasta que la patria al cabo
    a entreambos los revolcó.

    CONTRERAS: ¿Ahora salimos con ésa?
    ya lo maliciaba yo:
    porque acá con Vigoder
    un caso igual sucedió,
    cuando quiso endurecer,
    y en esta plaza aguantó
    veintidós meses de sitio
    que la patria lo atracó;
    pero, amigo, estuvo al palo,
    hasta que se adelgazó
    tan fiero la soldadesca,
    que como una arpa salió
    solo una mitá, que la otra
    ¡ni la osamenta llevó!
    CHANO: Pues, como le iba diciendo, ese Tristán avanzó,
    y como venía engreído
    todo lo facilitó.
    Por ese tiempo Belgrano
    a esos parajes cayó
    y al general don Balcarce
    del mando lo relevó,
    y de ahí Belgrano en su lindo
    la retirada emprendió
    con el ejército nuestro,
    y a retaguardia dejó
    al comendante Balcarce,
    su tocayo don Ramón,
    que un día que la vanguardia
    de los Godos lo apuró
    en el río de las Piedras,
    ¡ah, hijito! se le agachó
    y en una media angostura
    el guano me les sacó:
    porque, con sangre en el ojo
    todo bicho allí pelió.
    ¡Qué sabliada a los Matuchos
    medio se les arrugó
    allí! pero don Tristán,
    godo viejo barrigón,
    y que traíba punto grande
    de soldados ¡de mi flor!
    no hizo alto, y al Tucumán
    echando espuma embistió.
    Allí el ejército nuestro medio en apuros se vio,
    y la patria con nosotros
    por cuasi nada rodó
    en un aujero terrible,
    y a todos nos apretó.
    Pero el día veinticuatro
    de setiembre amaneció,
    y cuando, el viejo Tristán
    mas a la fija creyó
    voltiarnos de una cornada,
    la aspa en el suelo clavó:
    siendo el caso que Tristán
    ni la saliva tragó,
    en cuanto Belgrano dijo
    a su frente: ¡aquí estoy yo,
    y están los Americanos!
    ¡ahora verás, fanfarrón!
    ¡si duebla la libertá
    su cuello al yugo opresor!
    y ahí no más en seguidita
    la violinada empezó:
    de suerte y conformidá
    que, el primer atropellón
    que les pegamos, Tristán
    fue el primero que emplumó
    charquiando con las dos manos,
    y a rienda suelta salió
    taloniando a los infiernos,
    y con el susto arrumbó
    las armas, los estandartes y cargas de munición,
    sus soldaos, su pesería,
    sus cacharpas y el bastón.
    Belgrano luego de atrás
    cortito me lo sacó,
    y al conocerlo asustao
    como a pleito lo siguió
    hasta Salta, pues allí.
    recién Tristán sujetó:
    porque el virrey a la juria
    de nuevo lo reforzó
    con otro ejército lindo...
    que alá mesmo se lo fundió:
    pues si en Tucumán Belgrano
    de un golpe lo atolondró,
    en Salta le dio un repaso
    y ya lo redomonió;
    de manera que a su gusto
    mansito lo manosió.
    ¡Día 20 de Febrero!
    la luz de tu mesmo sol
    allá en el valle de Salta
    y acá en el de Ituzaingó,
    ¡triunfar a nuestros patriotas
    de dos monarcas miró!
    En ochocientos catorce
    la patria en Salta venció
    de suerte la más heroica
    que en nuestras guerras se vio,
    y a los trece años después, también en Ituzaingó
    la República Oriental
    su independencia afianzó;
    y de los mesmos guerreros
    la sangre se redamó
    aquí y allá, porque entonces
    ¡todo era patria y unión!...
    ¡Ah, tiempo aquel! Pero en fin,
    y volviendo a lo anterior,
    Tristán en Salta ese día
    a peliar se resolvió;
    y ¡viese los batallones
    que allí nos desenvainó!...
    pero el ejército nuestro
    tampoco le reculó.
    ¡Ah, soldaos los de ese tiempo!
    ¡qué oficialada de honor!
    de mi general Rodríguez
    hasta ahora recuerdo yo
    lo nobleza y la bravura
    con que ese día pelió,
    lo mesmo que don Díaz-Vélez,
    quien de general mayor
    tuvo el cargo en ese día,
    y en cuanto se presentó
    fue el primero a quien un chumbo
    del pingo lo solivió;
    luego al terne Lamadrí
    otra bala lo ojaló,
    pero así mesmo aujeriaos,
    chorriando sangre los dos, desde el principio hasta el fin
    peliaron duro en la aición.
    Así un comendante Luna
    allí también se florió
    mandando la artillería
    ¡pu...cha, el hombre acertador!
    lo menos cincuenta bochas
    seguidas les embutió
    en medio de las colunas
    del ejército español.
    ¿Y un comendante Zuperi,
    valenciano de nación?
    gusto daba el verlo a ese hombre
    mandar una volución,
    tan sereno y tan valiente
    en el apuro mayor.
    Pero el más bravo oficial
    que en el mundo he visto yo,
    era un Oriental llamao
    Benito Álvarez, la flor
    de todos los Orientales,
    ¡ah, mozo guapo! ¡era un lión!
    y hombre que facilitaba
    la dificultá mayor;
    y el cual desgraciadamente
    en Vilcapujió murió...
    ¡triste suerte! pero, al cabo
    en su oficio sucumbió.
    Pues, como le iba diciendo
    a respeto de la aición,
    con las tropas del virrey
    en Salta se reforzó Tristán, y allí a los patriotas
    tragarnos vivos creyó;
    pero el hombre fieramente
    de nuevo se equivocó,
    porque luego que Belgrano
    la batalla le formó
    con los criollos, como al paro
    de firme se le agachó,
    y a cargas de todas layas
    lueguito lo atolondró.
    ¡Qué peliar de banda a banda!
    ¡viera, paisano Ramón,
    la resistencia que hacía
    el ejército español!
    hasta que muy apurao
    pidió capitulación
    no sé con qué condiciones,
    que Belgrano no almitió;
    porque todos nuestros jefes
    decididos a una voz
    resolvieron allí mesmo
    rendirlos a discreción:
    y entonces Martín Rodríguez,
    que también fue de opinión
    de rendirlos a sablazos,
    a degüello les tocó,
    y a juerza de bala y corvo
    en la plaza arrinconó.
    desde el famoso Tristán
    hasta el último tambor.
    ¡Qué manguiada soberana
    allí los amontonó!
    y en seguidita al Cabildo
    Martín Rodríguez subió
    y en la punta de la torre
    triunfadora les plantó
    la bandera de la Patria,
    y tres ¡vivas! lo pegó.
    ¡Ah, patria! las dos seguidas
    al viejo Tristán le echó,
    una en Tucumán en puertas
    y otra en Salta trascartón.
    De resultas de ese triunfo
    en nuestro poder quedó
    prisionero todo junto
    el ejército español:
    el mesmo que al otro día
    en destilada salió
    a un lugar que desde entonces
    se llama el Campo de honor,
    y al pie de nuestras banderas
    vieron todos como yo,
    que, desde el guapo Tristán
    hasta el último tambor,
    a la bandera Argentina
    uno por uno rindió
    las armas del rey Fernando;
    ¿Qué dice, amigo Ramón?

    CONTRERAS: Digo que Tristán ¡ay-juna!
    a la cuenta se escapó
    con las bolas que Belgrano
    en Tucumán le prendió,
    y hasta Salta echando diablos
    relinchando disparó;
    pero que MARTÍN RODRÍGUEZ
    allí otro par le largó,
    ¡ah, gaucho! y en ese tiro
    de firme se las ató.
    ¡Qué vitoria! Mire, amigo,
    se me ensancha el corazón
    al recordar esos tiempos,
    pues también anduve yo
    en las guerras de esta Banda
    cuando la patria triunfó:
    ¡ah, Orientales los de entonces!
    ¡ah, mi coronel Rondó!
    Rivera, Pérez, y Vázquez,
    Quinteros, y una porción
    que hoy se miran...

    CHANO: ... En el suelo:
    mire, ahí se le redamó
    la giniebra, ¿voto a cristas!

    CONTRERAS: ¡Barajo! ya me atajó
    por la limeta...

    CHANO: ... ¡Pues no!
    y vea, amigo Contreras,
    si tiene agua la caldera,
    pues, acá traigo, velay,
    tome... que es del Paraguay.

    CONTRERAS: ¡Mirá! ¿Diaónde ha trajinao?

    CHANO: ¡Qué! ¡si me había olvidao
    que traíba esta cebadura!
    y ahora que el vicio me apura
    recién vengo a recordar
    después de cimarroniar
    a su costa y grandemente.

    CONTRERAS: Pero al cabo, redepente
    larga usté su paraguaya;
    y tan luego de esa laya
    es mi deleite el tomar;
    pues aprendí a yerbatiar
    por allá cuando subimos...
    y con Belgrano anduvimos
    primero que usté, tal vez;
    ¡pues no! ¡si en el año diez,
    él mandó esa expedición,
    cuando en la revolución
    el Paraguay se hizo a un lao!

    CHANO: Mesmo: que estuvo empacao,
    y lo fueron a peliar,
    con miras de hacerlo entrar
    por juerza o de buena gana.

    CONTRERAS: Ansí es, pero lechiguana
    más grande que ésa no he visto.
    Los peliamos, pero ¡ah, Cristo!
    cuasi clavé la aspa allí;
    ¡viese, amigo, el camuatí
    que el Paraguay nos largó!
    cuasi, cuasi nos fundió.
    Tuvimos pues que volver,
    y ya empecé a padecer,
    porque yo caí prisionero,
    y con otros compañeros
    de allá nos enderezaron
    acá, a unos barcos armaos,
    aonde medio maltrataos
    nos tuvieron los matuchos
    Allí vino entre otros muchos
    el paisano Estanislao
    López, aquel afamao
    que era cabo solamente,
    pero mozo muy valiente
    y muy aparcero mío;
    tal, que en este mesmo río
    una noche nos alzamos
    y al agua nos azotamos.

    CONTRERAS: ¡Ahi-juna! ¡Barbaridá!

    CHANO: Pero con felicidá:
    porque a la costa salimos,
    aonde al momento supimos
    que se hallaban los patriotas
    poniéndose acá las botas.
    De ahí nos fuimos al Cerrito.
    y allí topamos lueguito
    con el coronel Rondó,
    que a gusto nos destinó
    a su cuerpo de Dragones,
    o más bien diré de ¡Liones!
    aunque es mala comparancia,
    pero digo esa jatancia
    porque serví en la primera
    del comendante Ortiguera.

    CHANO: ¡Ah, regimiento alentao!

    CONTRERAS: Era, amigo, ¡desalmao!
    valeroso y ternejal:
    todo gauchaje Oriental,
    y muy capaz ¡voto-alante!
    de llevarse por delante
    al infierno, diablo y todo.
    Y si no, escuche del modo
    que se portó cierto día:
    ¡gente amarga, Virgen mía!
    permítame su atención.

    CHANO: Lárguese, señó Ramón.

    CONTRERAS: Una mañana, no sé
    de fijo que día fue,
    acá en la Banda Oriental
    en el ombú de Grandal,
    salió todo mi escuadrón
    a toparse de intención
    con trescientos maturrangos,
    con los cuales los chimangos
    se dieron una panzada.
    Pues, mire: era duplicada
    la juerza de los matuchos,
    y así mesmo, dos cartuchos
    no les dejamos quemar;
    porque, al mandarnos cargar,
    en la primera pechada
    se envolvió la gallegada,
    y en cuanto remolinió,
    ni el p...ito se les oyó...
    Ahora, ¡vea si sería
    sabliada la de ese día!
    Entre los hachazos fieros
    que dieron los compañeros,
    hubo uno ¡barbaridá!
    si peligra la verdá.
    Ello es que en el entrevero
    un Dragón, mozo coquero,
    se estrelló con un soldao
    español muy alentao;
    y al llevarlo por delante,
    como el de Uropa era infante
    le hizo no sé qué gambeta,
    y el fusil y bayoneta
    le largó con cuerpo y todo.
    El Dragón, del mesmo modo,
    que era alarife y jinete,
    le sentó en su lindo el flete,
    y en la asidera del lazo
    recibió el bayonetazo;
    y en cuanto le mezquinó el cuerpo, ya le afirmó
    el corte dos: pero, amigo,
    chispió el sable, ¡pucha, digo!
    lo mesmo que pedernal,
    ¡ah, mozo! y era oriental
    pues del golpe, crealó,
    por la mitá le trozó
    cañón y todo al fusil,
    y en ancas hasta el cuadril
    al matucho le aujerió.

    CHANO: ¡La purísima, qué lance!
    bien haiga el Dragón... Alcance,
    quiero tornar aguardiente
    a salú de ese valiente.

    CONTRERAS: Así mesmo, eso fue nada
    ¡viese después la trenzada,
    cuando la aición del Cerrito,
    que comenzó tempranito
    de diciembre el treinta y uno
    casualmente en un cebruno
    como ese de usté me hallé.
    Velay, oiga cómo fue.
    Cuando en el sitio segundo
    que duró hasta lo profundo,
    un día se calentaron
    los godos y nos cargaron:
    y allá ajuerita Rondó
    resuelto los esperó,
    poniendo dos escuadrones
    de sus amargos Dragones
    a la zurda del Cerrito,
    con la orden de que lueguito
    que el enemigo avanzara
    el violín se les tocara.
    Frenche, y Vázquez (don Ventura)
    que era mozo criatura,
    y a los Blandengues mandaba,
    con los cuales se floriaba
    y en la vida reculó,
    en el centro se aguantó
    junto con la infantería
    que a Frenche le obedecía.
    Con el Seis quedó Soler
    la derecha a sostener:
    y en esa disposición
    dieron el atropellón
    los de adentro, y nos cargaron,
    y en dos colunas marcharon.
    La primera bien fornida
    hizo rumbo en la embestida
    como a lo de Juanicó,
    que ahí no más la basurió
    nuestra brava artillería:
    y después la infantería
    y Vázquez se le agacharon
    y a toda la difuntiaron.
    La otra coluna embistió
    a Soler lo atropelló
    tan fiero, que me han contao
    que anduvo cuasi trabao,
    porque la noche anterior
    medio entregao al amor
    los godos lo sorprendieron,
    y cuasi me lo fundieron;
    pero en la aición principal
    pelió como un ternejal
    y aunque lo desalojaron
    cuando recién lo cargaron,
    o él mesmo se retiró,
    luego se le alborotó
    de golpe la pajarera,
    cogiendo una cartuchera
    y un fusil que se chantó,
    y en la punta atropelló
    a bayoneta calada
    con el Seis. ¡Ah, morenada!
    ésa decidió la aición.
    ¡Qué superior batallón!
    parecido a éste del Tres,
    que son como gallo inglés,
    sigún tengo reparao.
    Mesmamente, es alentao
    en iguales condiciones
    que los demás batallones
    que en las trincheras tenemos
    y con ellos, ya sabemos
    que si atropella el Manquito cualesquier día al Cerrito,
    el tal Ciriaco Alderete
    puede que largue el rosquete,
    y le atraquemos morcilla
    a él y a toda su pandilla.

    CONTRERAS: Dígame: ¿será verdá,
    que también Montoro está
    de mashorquero allá ajuera?
    ¡ahi-juna! ¡quién lo creyera
    que se arrecostara a Rosas!
    pero, amigo, se ven cosas
    en este engañoso mundo...
    que... yo a veces me confundo,
    y hasta vergüenza me da
    el contemplar la ruindá
    con que ahí están humillaos
    ciertos jefes renombraos,
    ¡que por la patria lucharon
    y que se sacrificaron
    desde que Rosas andaba
    jugando el poncho a la taba!
    Por fin, que le sirva Maza
    y Pablo Alegre... ¿qué traza
    es Alegre, ni Violón,
    ni Bárcena, ni un montón
    de diablos de entre esa gente?
    saltiadores mayormente
    y malevos criminales:
    mas, los otros oficiales que le nombre... es un dolor
    y la vergüenza mayor,
    que sostengan al tirano
    más ruin Americano.
    En fin, ya me he calentao
    fieramente y me he ladiao
    del rumbo en que principié,
    pues sin querer trompecé
    con la situación presente.

    CHANO:Yo también ya estoy caliente,
    y ahora se me haría nada,
    por una palabra sola,
    prenderle hasta la virola
    a algún diablo mashorquero
    y abrirle tamaño aujero...
    aunque luego me estaquiaran
    y los diablos me llevaran:
    sin que por esta razón
    desconfíe en la custión,
    ¡y que dudaba! ¡pues no!
    por esta cruz crealó,
    que en esta lucha sin duda
    espero que con la ayuda
    de Dios hemos de triunfar,
    como es lícito esperar
    por último resultao
    de un pueblo que se ha mostrao
    tan heroico y decidido.
    A esta gloria han contribuido
    los actuales gobernantes,
    que si los mandones de antes así se hubiesen portao,
    jamás habría llegao
    para la Banda Oriental
    una ruina tan fatal,
    ni Rosas se viera alzao:
    pues lo hubiéramos voliao
    hace muchísimo tiempo,
    no lo dude: y, por ejemplo,
    oiga una comparación,
    y luego, la explicación...
    usté que sabe entender
    muy bien se la puede hacer.
    Rosas fue como un bagual
    altanero, que al corral,
    aunque las mansas le echaron
    allá en el Sur, no lograron
    ni recostarlo siquiera:
    mas salieron campo ajuera
    cuatro o cinco domadores
    de diferentes colores,
    este de un pago, aquel de otro;
    y que en fin, atrás del potro
    no hay duda que se afanaban,
    y que entre todos desiaban
    a toda costa boliarlo
    y luego redomoniarlo;
    pues bien: y ¿qué ha sucedido,
    cuando ensillarlo ha podido
    alguno que lo apuró y cuasi se le horquetió?
    ¡Ay, amigo!... aspiraciones,
    ruindades y altercaciones:
    que, porque si era Porteño
    (por ejemplo) el que hizo empeño
    a montarlo, otro Oriental
    se le metía al torzal,
    prometiendo apadrinarlo,
    pero que por ayudarlo
    lo dejó golpiar tal vez
    cuando en esto un Cordobés,
    buen domador y capaz,
    supóngase que de atrás
    al bagual se le afirmó,
    y que luego le salió,
    como quien dice, al camino
    otro gaucho Correntino,
    (hago de cuenta que fue),
    a decirle: «vuelvamé
    las espuelas y las riendas:»
    y ya entraron en contiendas,
    cuyo triste resultao
    fue que, estando embozalao el bagual, se halló pretexto
    para cortarle el cabresto
    al gaucho más forastero,
    tan sólo porque el apero
    supongo fuese prestao:
    y en suma, sólo han lograo
    ensoberbecer al potro,
    sin montarlo ni uno ni otro
    en la ocasión más bonita.

    CHANO: Mesmo: y ya no facilita
    ese bruto hoy en el día
    como algún tiempo solía.

    CONTRERAS: Pues, así mesmo, paisano,
    crea que está en nuestra mano
    el apretarle la cincha:
    de balde el bagual relincha.
    Si entre los que hoy le persiguen
    de buena armonía siguen,
    y no hubiere disensión,
    contra el suelo de un tirón
    lo han de dar en esta guerra.
    Sí, amigo: cairá por tierra,
    aunque el diablo lo sostenga,
    y este Oribe vaya y venga
    con Urquiza y con Violón,
    y el infierno en conclusión.
    Deje que Frutos Rivera
    medio se asome siquiera, pues ya viene abriendo cancha,
    y quien le prendió en Cagancha
    a Badana la vacuna,
    sin diricultá ninguna
    tanto a Oribe como a Urquiza
    les ha de sacar la tiza:
    y luego a Rosas verá
    cómo lo manoseará.

    CHANO: ¡O amigo! si se arrimase
    hoy mesmo y nos convidase:
    ¡ahi-juna! ¡si me blandeo
    a impulsos de mi deseo!
    y, a pesar que estoy viejazo,
    me viese estirar el brazo
    el día que los arriamos
    y a rebenque los sacamos
    dende allá atrás del Cerrito
    al Pantanoso mesmito...
    ¡eh, pucha, gente morada
    y tan vil y desalmada!

    CONTRERAS: Pues, por ahí puede opinar
    aónde se irán a guasquiar cuando miren que de ajuera
    les viene la polvadera;
    por eso están, que da risa,
    haciendo zanjas de prisa,
    los guapos, los que vinieron
    y ahora dos años hicieron
    sobre el Cerrito una salva.
    ¡Ah, Ciriaco, que no valga!
    pues, cuanto llegue Rivera,
    lo hemos de hacer tapadera
    ahí no más en el Cerrito.
    ¡No se enoje, paisanito,
    ni se entre en Montevideo!...

    CHANO: ¡Oiga!... escuche el tiroteo:
    ahí salen los Nacionales
    que son mozos ternejales.
    ¡Qué Cristo! voy a pelear.

    CONTRERAS: Aguarde, voy a ensillar,
    y juntos nos largaremos,
    y ¡ah, malhaya, los topemos
    medio cerquita siquiera!
    Amigo, ¡qué chiste fuera,
    que hoy Veinticinco de Mayo
    me hiciese de un buen caballo
    a costa de algún Rosín!

    CHANO:Todo puede ser al fin,

    CONTRERAS: Pues entonces ¡vamonós!
    . . . . . . . . . . . . . . . .
    Y ya salieron los dos
    a la par Chano y Contreras,
    y al mirar en las trincheras
    la bandera nacional,
    ¡VIVA LA BANDA ORIENTAL!
    gritó alegre el viejo Chano
    ¡VIVA EL PUEBLO AMERICANO!
    Contreras le contestó...
    Y el diálogo se acabó.


    Carta
    Del ejército libertador a un miliciano del Nacional

    Campamento de Yeruá
    a 23 de setiembre,
    año de la libertá
    de ochocientos treinta y nueve.

    Querido amigo Ricardo,
    Me alegraré que estés bueno
    gozando de la salú
    que yo para mí deseo.
    Sabrás que aquí nos hallamos
    con el general Lavalle,
    y que pronto enderezamos,
    a la fija, a Buenos Aires.
    Ayer a la madrugada
    topamos la montonera
    que tenía un tal Villagra,
    maula viejo donde quiera.
    Eran mil y setecientos;
    y nosotros la mitá;
    pero al RUBIO ni por esas
    se le hizo dificultá.
    Y al punto que los clarines
    nos tocaron a degüello, ahí no mas a los Chanases
    se les atajó el resuello.
    Pues nuestros lanceros viejos
    se empezaron a floriar,
    y ya comenzó el gauchaje
    en chorrera a disparar.
    Algunos que presumían,
    quisieron medio sentarse;
    y a Hornos con unos poquitos
    se le hizo bueno agacharse.
    ¡Ah, cosa! si fue una gloria
    verlos en el entrevero...
    sin recularles nadita,
    a éste quiero, a éste no quiero.
    Luego el coronel Montoro
    atropelló, y al istante
    lo mismo que bagualada
    se los llevó por delante.
    De ahí los demás escuadrones
    siguieron dándole juerte
    más de tres leguas seguido,
    y siempre echándoles suerte.
    Les quitamos los caballos,
    las armas y municiones,
    y luego fueron cayendo
    a presentarse a montones.
    Ya por acá no hay cuidao,
    está muy linda la cosa,
    porque en toda la provincia
    nos tratan como la rosa.
    ¡Si vieras al general
    cómo trata a los paisanos...
    con un agrado! ¡Bien hayga
    el hombre guapo y cristiano!
    De todas partes, da gusto,
    se le vienen a ofrecer
    con moneda y con caballos...
    ¡Ricardo, si es un placer!
    El gobernador Ferré
    le ha escrebido al general,
    que se viene con su gente...
    que es un pucho rigular.
    De aquí a unos días, de cierto,
    tendremos dos mil soldaos,
    sin contar los Correntinos
    que también se han ofertao.
    Todos nuestros oficiales
    se han portado con primor,
    y estamos deciplinaos
    de lo lindo lo mejor.
    Con que, será hasta la vista,
    que ya tocan a formar;
    y presumo que nos vamos
    derechos al Paraná.
    Memorias a los amigos
    compañeros orientales,
    y a todos los que se acuerden
    de...
    José Antonio Olivares.


    Carta
    De un soldado de los coraceros del general Lavalle, dirigida de Entre Ríos a la campaña Oriental

    Campamento en la Concordia
    mes de octubre día trece:
    año de la libertá
    de ochocientos treinta y nueve.

    Mi más querido Jacinto:
    me alegraré que ésta te halle
    buenazo sin novedá,
    y lo mesmo a mi comadre.
    Ésta sólo se dirige
    a darte algunas noticias,
    pues sé que te han de agradar
    porque son puras delicias.
    Aquí está la división
    con el cuartel general,
    y pienso que marcharemos
    muy pronto a Mocoretá.
    El coronel Chilaver
    ya se nos ha reunido;
    y tiene otra división
    de ochocientos Correntinos.
    ¡Ah, gente, bien haiga Dios!
    que está brava y decidida;
    no tengas duda, hermanito,
    por Lavalle dan la vida.
    Toda la Correntinada
    de golpe se ha levantao,
    y el gobernador Romero
    del julepe ha renunciao.
    Ya la Junta de Corrientes
    ha hecho publicar un bando
    y manda que don Ferrer
    caiga a recibir el mando.
    Sabrás que este general
    es hombre muy patriotazo,
    y que con el RUBIO nuestro
    ha sido siempre amigazo.
    Y así dende la redota
    de Estrada en el Pago Largo,
    el gobernador Ferrer
    a monte no más ha andado.
    Pero ya ha vuelto a Corrientes
    a recibir el gobierno
    con todos sus camaradas
    que lo han andado siguiendo.
    Ya también la mesma Junta
    de Corrientes ha mandao
    que el gobernador Ferrer
    junte cuatro mil soldaos;
    Y que el general Lavalle
    se haga cargo de esta gente,
    porque la Junta lo aclama
    el protetor de Corrientes.
    Los cuatro mil, por supuesto,
    son para ir a Güenos Aires;
    fuera de dos mil que dejan
    como Guardias Nacionales.
    Esto no es chanza, Jacinto;
    es la purita verdá:
    ver la gente que se junta
    ¡es una temeridá!
    Cada día está cayendo
    gente de todo pelaje
    a ofrecerse al general...
    y sobre todo el gauchaje.
    ¡Qué pingos lindos tenemos!
    relumbrosos como espejo;
    y armamento superior,
    todititos por parejo.
    En Entrerríos, mentira,
    no hay un gaucho alborotao
    de punta a punta a Lavalle
    todos le siguen el lao.
    De balde por allá dicen
    que por aquí hay reuniones,
    y que ya se viene Oribe;
    mienten esos chapetones.
    Ojalá se le antojara
    a ese López Mascarilla, que gobierna en Santa Fe,
    venirse con su pandilla.
    El general don Ricardo
    y el coronel Felipillo...
    ¡si vieras las reuniones
    que han hecho en el Entre Ríos!
    Y al tiro se han presentao
    pidiéndole al general
    que, si acaso López viene,
    quieren salirlo a topar.
    ¡Pero qué, si eso es velorio!
    Mascarilla está en su tierra
    juntando Santafecinos
    y aguardando la tremenda.
    Además, aquí sabemos
    que al mismo Restaurador
    con el susto del Yeruá
    se le ha quitao el humor.
    Citando supo la noticia,
    se quedó como cuajada
    blanco... y ahí no más lueguito
    se le cayó la quijada.
    Y ansí anda como culebra
    averiguando de Urquiza
    o de Echagua, porque dicen
    que no tiene ni noticia.
    Aquí hasta tenemos gente
    venida de Güenos Aires;
    ¡los vieras contar primores
    de Rosas y sus parciales!
    Ya verás de aquí a unos días
    por diciembre a más tardar,
    el amigo Juan Manuel
    donde p...uchas va a parar.
    Con que, será hasta otro día,
    que ya vamos a marchar,
    porque estoy viendo a la escolta
    que ha comenzao a ensillar.
    Soy tu amigo hasta la muerte,
    y no gasto veleidades:
    con que así, nunca te olvides
    de...
    José Antonio Morales.


    Parte
    Del general don Pascual Echagüe al restaurador de las Leyes, dándole cuenta de la derrota y disparada de Caaguazú, en donde fue completamente batido y hecho prisionero todo el poderoso ejército Rosista a las órdenes del restaurador del Sosiego público

    Al Exmo. Señor brigadier general don Juan Manuel Rosas - Ilustre Restaurador de las Leyes - Héroe del Desierto - Defensor del Continente americano - Miembro de la Sociedad Numismática de las cinco partes del Mundo - Conde de Poblaciones - General en jefe de los ejércitos federales, y gobernador y capitán general de la Confederación Argentina con Mashorca y todo, etc., etc., etc.
    Paso del Infiernillo a 1º de diciembre de 1841.

    Juan Manuel: no extrañarás
    que hasta ahora te haiga escrebido,
    porque a corral me ha tenido
    cerca de tres meses Paz.
    ¡Ah, diablo! pero sabrás
    que me escapé a lo ñandú,
    el día que en Caaguazú
    me echó la correntinada
    con la marca recaldeada
    a quemarme el caracú.
    A sujetar a Alegrete
    vine a dar con el jabón,
    y pensaba del tirón
    juir hasta Portugalete:
    pero ya el número siete,
    lo creo en siguridá:
    y en esta conformidá
    te escribo la relación
    del cómo perdí la aición
    por una fatalidá.
    El 26 del pasado,
    frente a Capitaminí,
    caliente me resolví
    a guasquiarme al otro lado
    pero el río estaba a nado,
    y el diablo que atravesara:
    así, tomé una tacuara
    esa noche, y redepente
    se azotó Paz con su gente,
    que son como capiguara.
    Y allá al rayar el lucero,
    estando yo en el fogón,
    al tragar un chicharrón
    recién sentí el avispero:
    salté a caballo ligero,
    y ya mandé a tirotiarlos,
    y conseguí el sujetarlos;
    y así hasta de noche oscuro les hice arrimar del duro,
    con intención de tantiarlos.
    La noche del veintisiete
    toda los hice pelear,
    y luego empecé a tratar
    de asigurar el rosquete.
    Le hice una pregunta al flete,
    y, al sentirlo tan liviano,
    dije entre mí muy ufano;
    «no hay miedo que aquí se ofrezca:
    ¡ya verán cuanto amanezca
    lo que es un amor tirano!»
    Así fue que al aclarar
    del veintiocho, me trepé
    a una carreta, y logré
    desde la tolda vichar.
    Después entré a meditar
    cómo saldría de allí;
    cuando, en esto, colegí
    que Paz se me iba atracando
    muy suavemente, y largando
    avispas del camuatí.
    Al punto a mis escuadrones
    de punta a punta aclamé;
    y después que les mandé
    que pelaran los latones,
    yo me saqué los calzones
    y me puse medio atrás, pues como soy ¡tan voraz!
    no quise compromisarme,
    y creí mejor apartarme
    por no calentarme más.
    Núñez se vino adelante
    y me comenzó a toriar,
    y cuando empieza a chanciar
    ¡el demonio que lo aguante!
    Yo me enojé, y al istante
    mandé que doce cañones
    y veinticinco escuadrones
    salieran a escarmentarlo;
    ¡que a ese tape el sujetarlo
    no es cosa de dos tirones!
    Así al amigo Servando
    le dije: «vaya adelante,
    y atropelle, que al istante
    van a salir apagando;»
    dio vuelta Núñez chanciando,
    porque ahí no mas se empacó;
    Gómez de eso se asustó
    y ya me lo atropellaron.
    ¡Cristo! lo que le aflojaron:
    ¡y que aguantaban! ¡pues no!
    Disparando en pelotones,
    cayeron a una cañada,
    donde estaba de emboscada López con sus batallones,
    que salieron como leones
    del pajonal ¡a la carga!
    y en la primera descarga
    el tendal allí quedó,
    y Gómez nunca se vio
    en situación más amarga.
    Mi izquierda y centro que vieron
    disparar a mis dragones
    y que otros dos batallones
    de los bañados salieron,-
    «¡para los pavos! dijieron,»
    tratando de disparar;
    pero no les dio lugar
    Ramírez el salvajón,
    que a bala, chuza y latón
    nos hizo pericantar.
    Entonces yo rebenquié
    juyendo a los malezales, y entre unos tacurusales
    cuasi me descogoté.
    Hasta las botas largué,
    chaqueta, poncho y justillo:
    y de ahí le metí cuchillo
    a la cincha, porque al fin
    se me aplasta allí el rocín,
    si no salgo en calzoncillos.
    ¡Pu...cha la correntinada,
    que se ha explicao esta vez,
    cuando a lo gato montés
    me sacó de disparada!
    ¡maldita sea la espada
    y el cargo de general!
    pues temo ¡a fe de Pascual!
    que el día menos pensao
    me han de dejar estirao
    en algún calcagüesal.
    ¡Si vieras el aguacero
    de bolas que hemos sufrido!
    la fortuna mía ha sido
    que yo puntiaba el primero,
    pues si no ando tan ligero
    me prienden las tres marías,
    y a esta fecha lo tenías
    al Restaurador Badana
    boleao y con la picana
    al sol para muchos días.
    Al amigo Algañarás,
    el más terne que yo traíba,
    se le atravesó un tal Paíba
    y se las prendió de atrás.
    Boliaron a otros mil más,
    que mataron a lo perro;
    y hasta le sonó el cencerro
    a mi pobre cirujano,
    que como andaba orejano
    también le atracaron yerro.
    Galán y su infantería,
    sin escaparse un soldao,
    a discreción se ha entregao
    junto con la artillería.
    Luego en la musiquería
    que nos dieron hasta el fin,
    por supuesto, hubo violín,
    y también hubo violón,
    contrabajo, serpentón,
    fagote, trompa y clarín.
    Prisioneros, ¡Virgen mía!
    raro será el que ha escapao,
    pues todo bicho ha quedao
    en el pantano ese día.
    Pueden tener fantasía
    del triunfo los Correntinos,
    que se han hecho tan ladinos
    para eso de menear hacha, que le limpian la caracha
    al diablo en esos destinos.
    La caballada todita
    la dejé a Paz a invernar,
    porque él los ha de cuidar
    para hacerte una visita.
    ¡Ya verás la gentecita
    que te larga el Cordobés!
    Conmigo ya no contés,
    porque si vuelve a la cancha
    Pascual Cristóbal Cagancha,
    la embarra, bien lo sabés.
    En fin, yo para otra empresa
    me siento muy incapaz:
    puede que te sirva más
    Oribe, el Corta Cabeza:
    pero, si se le atraviesa
    López el de Santa Fe,
    tendrá que hacer hincapié,
    o que dejar de mojón
    el mate en algún horcón,
    ahí no más por Melincué.
    Con que, será hasta la vista
    pronto iré a darte un abrazo,
    si Dios quiere, y por si acaso,
    tené la jeringa lista.
    Me alegraré que te asista conformidá, compañero;
    ya ves que no es el primero
    Badana en darte disgustos,
    aunque puedan estos sustos
    apretarte el tragadero.
    Pascual Cristóbal de Banada y Cagancha.


    Noticias de un retazo de cierto mensaje monstruo del Ilustre restaurador de las leyes, a cuya lectura concurrió un gaucho bruto, enemigo del tirano; quien de lo poco que comprendió de tal mensaje lo informó a Brígida Gauna su esposa, residente en Montevideo.

    Buenos Aires, febrero 28 de 1846.

    MI QUERIDÍSIMA BRÍGIDA.
    Me alegraré que al recibo de ésta te halles gozando de la más cabal salú que yo para mí deseo.
    Como te creo ganosa de saber algo de lo que pasa en tu tierra, te diré, china, que la semana pasada me encontré por casualidá en la Sala de los LIONES deputiaos de Rosas; y se ofreció que un ministro de Juan Manuel les echó una relación diciéndoles más o menos las coplas siguientes.

    ¡Hacete cargo de la esperanza que les queda a los salvajes! a pesar de que acá mesmo entre los deputiaos de Rosas hay muchos salvajones que se hacen no más los sarnosos, pero que aborrecen mortalmente a los federales netos como yo, tu marido...

    Mamerto Reventosa.

    Posdata...

    Velay cómo se explicó el hombre al platicarle a la junta de los deputiaos.

    I.
    Señores: hoy que repunta
    Juan Manuel su carnerada,
    y sabe que ya encerrada
    se halla esta Majada-Junta,
    a mí me manda en la punta
    de madrino cencerrero,
    para que, a cuanto carnero
    se encuentra aquí en el machaje,
    la largue un Gauchi-mensaje
    por el MASTÍN OVEJERO.

    II.
    No puede serles extraño
    que Ancafilú (hablando en plata)
    acá les mande a Batata,
    como acostumbra a fin de año; pues ÉL sabe que me amaño
    y que me sabré explicar
    muy lindamente al echar
    la relación que me ha dao:
    con que así, ¡pongan cuidao!
    que ya me voy a largar.
    III.
    ¡Rico, gordazo y potente,
    se conserva con salú
    el Ilustre Ancafilú,
    defensor del continente!
    y antes que le meta el diente,
    otro que aspire a mandar,
    la osamenta han de dejar
    los gauchos de Sur a Norte,
    sin que al Ilustre le importe
    hacerlos exterminar.

    IV.
    Dice, «que la Salvajada
    en su último manoteo
    está ya en Montevideo
    hambrienta y acorralada,
    esperando a la Gringada
    que vendrá en este verano
    a sacarla del pantano;
    y que vengan de una vez, entonces sabrán quién es
    el Ilustre Americano!»

    V.
    Que, «como a cueriar baguales
    mandará cueriar Ingleses
    y más inmundos Franceses
    que bosta hay en los corrales:
    y que ya los federales
    saben que Rosas ha sido
    gaucho que siempre ha sabido
    sacando el cuerpo peliar,
    y que, sin desenvainar
    su sable, siempre ha vencido!»

    VI.
    «Que así no más se ha tirao
    a todos los unitarios,
    como a los Cipotenciarios
    que los han apadrinao;
    que siente el haber dejao
    que se escaparan de aquí
    ese Osley y Dofodí,
    sin que los mandara inflar
    y en seguida refrescar
    con lavativas de ají.»

    VII.
    «Que ésos eran dos bribones
    como Lané y como Inglifes,
    otra yunta de alarifes,
    y los cuatro salvajones
    que tuvieron intenciones
    de cogerlo a Juan Manuel
    y divertirse con él
    a bordo de la Africana,
    préndiendole en la picana
    trescientos con un cordel.»

    VIII.
    «Que ya no se hará la paz
    sino cuando a él se le antoje,
    y que no esperen que afloje
    ni trate con naides más.
    Pues, ni un ministro capaz
    hasta el día ha recebido:
    porque cuantos han venido
    han sido unos salvajones,
    razón por que las custiones
    hasta ahora no se han concluido.

    IX.
    Últimamente, señores,
    dice Ancafilú (chanciando)
    que «el aguantarse en el mando
    le cuesta muchos sudores
    y tan crueles sinsabores,
    que pide con sumisión
    le permitan que a un rincón
    se retire a descansar,
    y tiernamente llorar
    a su amada Encarnación.»
    . . . . . . . . . . . . . . . . .

    A este tiempo, dos chiflidos
    un mashorquero pegó,
    y la majada empezó
    a espantarse y dar balidos;
    luego, al ver despavoridos
    los carneros, me asusté
    y a la calle disparé
    atrás del campanillero, que salió como carnero
    juyendo y gritando me... e.. e.. e!»

    Con que, Brígida; lo que te informés de esta corresponden cia a respeuto del mensaje, echala al fuego carta por las dudas, ¿eh?...

    Hasta la vista, chinita,
    Tuyo siempre

    REVENTOSA.


    Al pronunciamiento
    De las provincias de Entre Ríos y Corrientes contra la tiranía de Rosas
    En 1º de Mayo de 1850.

    Cielito patriótico compuesto, y publicado en el COMERCIO del PLATA de Montevideo el 25 de mayo del mismo año, y con el remitido siguiente.

    Señor imprentero del Comercio del Plata.

    Patroncito: he concertado
    esas coplas, y no temo
    que al titulado Supremo
    le causen un desagrado:
    porque como está atrasado
    con la peste y el calor,
    la pérdida y el dolor
    de su Encarnación amada,
    puede con esta versada
    ponerse de buen humor.
    Soy su pión y servidor.
    PAULINO LUCERO.


    Cielito gauchi-patriótico
    Para que lo canten en las trincheras de Montevideo sus valientes defensores.

    Por prima alta cantaré
    un cielito de a caballo;
    ¡y viva la Patria vieja
    y el VEINTICINCO DE MAYO!
    Cielito celeste y blanco,
    cielo de Gualeguaichú:
    ¿qué me cuentan del Supremo?
    ¿cómo le va de salú?
    Porque el general Urquiza
    lo cre del todo apestao;
    así es que se ha dado prisa
    y el voto le ha reculao. Allá va cielo, tirano,
    cielito del estribillo:
    ¿dígame, restaurador;
    le gusta el contramoquillo?
    ¿Qué mas quiere Juan Manuel,
    si, al tenor de su renuncia,
    le canta don Justo el cielo
    y en su lindo se pronuncia?
    Cielito, y... considerando,
    lo vuelve a considerar,
    y al fin le dice: «recule...
    ¡Voto al diablo, qué amolar!»
    ¡Ay, Juan Manuel! ¡qué calor
    sentirás del Uruguay,
    del Paraná, de Corrientes,
    del Brasil y el Paraguay!
    ¡Ay, cielo de la apretura,
    cielito de la aflición!
    andá, preguntale a Urquiza
    quién ha hecho la quemazón.
    Luego, en el Salto Oriental,
    Tacuarembó y Cerro-Largo,
    la Colonia y Paisandú;
    Juan Manuel... ¿no te haces cargo?
    ¡Ay, cielo de la amargura
    y de tu gloria final,
    cuando te suelten de rastra
    a la cola de un bagual!
    A un tal Felipe Batata
    dos tirones del buceto
    le ha de dar un Entrerriano
    con simpatía y respeto.
    Cielo del campanillero
    que anda enredando las notas,
    hasta que de un redepente
    de un susto largue las botas.
    Desde el año treinta y tres
    hasta ahora nos acordamos
    de aquel refrán, que decía...
    y del lomo, ¿cómo andamos?
    Cielo de la Refalosa,
    cielito de la Bajada,
    donde preguntan: ¿y Rosas,
    cómo está de la quijada?
    Porque se corre la voz
    que las provincias de adentro
    también lo hallan al Ilustre...
    viejo y manco del encuentro.
    Cielito, y por consecuencia
    seguirá la reculada, antes que dé el mancarrón
    de Palermo una rodada.
    Fiebre y confusión de niervos
    tiene ya el restaurador,
    pues las lechuzas y cuervos
    le andan tomando el olor.
    Cielito: chupá, tirano,
    si te vienen disvaríos,
    lechiguana de Corrientes
    y camuatí de Entre Ríos.
    Tal desprecio en esos pagos
    del Supremo hacen las mozas,
    que, al dar flores, una dijo:
    «Siento de que sean rosas.»
    Allá va cielo divino,
    cielito de la beldá;
    si así se explica una dama,
    un Argentino ¿qué hará?...
    ¡Cristo! por pillarlo a tiro
    y al Supremo Vuecelencia
    prenderle un chaleco fresco
    ¡cuántos harán diligencia!
    Cielo del alma: ¡ah, malhaya,
    a pie... permitiera Dios
    que el Supremo y yo en el monte
    nos topásemos los dos!
    ¡Óiganle al loco soberbio!
    ¡Óiganle al bruto fatal!
    Allá va Urquiza a montarlo
    sólo con medio bozal.
    Cielito de la fijeza,
    cielito del Veinticinco,
    cuanto le cace la oreja
    se le acomoda de un brinco...
    Ahora que está el gaucho a pie,
    en continuo clamoreo,
    porque con fiador y lazo
    se le va Montevideo.
    Cielo del restaurador,
    supremo jefe mostrenco,
    tirano degollador,
    ñato, morao y flamenco
    ¡Velay! el nombre argentino
    por un tirano ultrajao
    hoy Urquiza y Virasoro...
    ¡velay... lo han revindicao!
    ¡Ay, cielo! La patria vieja
    con su ley renacerá,
    y entonces quien mereciere...
    lo que merezca será.
    Nuestras pasadas custiones
    olvide todo paisano; y no haiga más ambición
    que desnucar al tirano...
    Cielito, a ese Juan Manuel
    que nos trata como a potros,
    cuando hay mozo entre nosotros
    capaz de montar sobre él.
    ¡Ea, paisanos, unión!
    Corvo al cinto y a caballo,
    a bailar en Buenos Aires
    el tabacuí paraguayo.
    Cielito, y ¡viva la patria
    paraguaya independiente,
    y su ejército tremendo,
    y su guapo presidente!
    Con una Porteña linda
    al libertador Urquiza
    le he de hacer dar un abrazo
    y bordarle una divisa.
    Cielito, y en la Pirami
    del general Virasoro
    he de pedir que su nombre
    se escriba con letras de oro.
    ¡Que vivan los correntinos
    y el ejército entrerriano!
    ¡viva Urquiza y Virasoro,
    y Garzón!... ¡Muera el tirano!
    Otra vez: ¡viva Garzón!
    pues dice que, en la voltiada,
    al que se recueste a Rosas
    no le ha de suceder nada.
    En fin, termina el cielito
    ¡Viva la Banda Oriental,
    su ejército, su gobierno
    y la guardia nacional!
    Cielito, y por conclusión
    deseo a la despedida
    que un Argentino al tirano
    lo tumbe de una sumida.


    Rasgos biográficos de D. J. M. Rosas

    EXPLICACIÓN
    Se supone que en una fría mañana del mes de julio del año de 1850, en el campamento ejército de Oribe conversaban, como dicen, mano a mano, inspirados por el cansancio y aburrimiento consiguientes a sus prolongados trabajos, y por la influencia natural que en ánimos así dispuestos debieron producir los primeros rumores de la magnánima resolución de los pueblos Entrerriano y Correntino, llevados hasta allí por las brisas del Uruguay.

    El protagonista, Ramón Contreras, viene de visita y platica con su amigo Salvador Barragán. Viejos soldados desde 1815, ambos han participado activamente de las diversas eventualidades que han agitado este largo periodo de nuestra historia. Conocedores contemporáneos de los antecedentes de Rosas, hablan de la triste situación a que éste los tenía reducidos; narran diversos hechos de la vida de aquel Tirano, y concluyen manifestándose adictos a la causa de la Regeneración, proclamada entonces por el general Urquiza.


    Diálogo

    Contreras llegando al fogón de su aparcero
    Por un barrial que da miedo
    y una helada de mi flor,
    a pie vengo a visitarlo,
    aparcero Salvador,
    y apenas llego...

    BARRAGÁN Lo he visto
    renguiando, amigo Ramón.
    A la cuenta andará manco
    del encuentro...

    CONTRERAS: No, señor.
    Vengo sí medio despiao,
    porque en aquel callejón,
    como el viento se encajona,
    está el barro secarrón,
    y al pisar sobre la escarcha
    un clavo es cada terrón
    ¿Qué me dice del pampero?

    BARRAGÁN: Que de nuevo roncador
    se está dejando sentir;
    y anoche, cuando limpió
    y empezaron las estrellas
    a chispear, medio calmó:
    pero, al dentrarse la luna,
    vuelta el viento refrescó,
    trayendo como acostumbra
    un frío penetrador
    que taladra hasta los güesos;
    y tanto lo siento yo
    que desde la madrugada
    del todo me acoquinó.

    CONTRERAS:De veras? ¿y cómo afloja, aparcero Salvador,
    con tan buen poncho que tiene?

    BARRAGÁN: ¿Poncho dijo, o cernidor?
    porque éste no es otra cosa
    de tan ralo, mireló.

    CONTRERAS: Ya lo veo: es de las prendas
    que nos da el restaurador
    a los federales viejos.
    Mire, amigo, rifeló
    y meta en ancas el mío.
    ¿Con que, hace fresco?

    BARRAGÁN: ¡Pues no!
    Por eso me dejo estar
    morronguiando en el fogón,
    y aguardo, mientras se quema
    hasta el último tizón,
    que la helada se levante
    y medio caliente el sol.

    CONTRERAS: ¡Ah, hombre vil! y yo al contrario,
    en un día frescachón,
    no hay cosa que me sujete;
    pues cuanto amanece Dios,
    si no me ataja el servicio,
    salgo meniando talón a yerbatiar donde encuentre
    buen agrado y proporción.

    BARRAGÁN: ¡Voto-alante! por desgracia,
    ayer se me desfondó
    la caldera, que allí está
    arrumbada en el rincón:
    y ayer también cabalmente
    la yerba se me acabó.
    Y como hacen tres semanas
    a que no dan la ración,
    hasta ahora estoy en ayunas,
    sin tener, creameló,
    a pesar de mis deseos
    cómo darle un cimarrón.

    CONTRERAS: Hubiese excusao, amigo,
    todita esa relación,
    para decirme que está
    sin tomar mate; pues yo,
    cuanto le vide la cara,
    le conocí...

    BARRAGÁN: ¡Cómo no!
    Eso nunca se le oculta
    a un gaucho conocedor.
    En fin, pitará un cigarro;
    velay tabaco, armeló
    a su gusto: y digamé,
    ¿cómo le va?
    CONTRERAS: ¡Qué sé yo!
    De abandonado que vivo
    hasta eso inoro, en razón
    que los ocho años y medio
    de campaña, o de prisión,
    que en este sitio funesto
    hemos sufrido los dos,
    las miserias, las fatigas,
    y la triste privación
    de mi mujer y mis hijos,
    y además otra porción
    de penas que me acongojan
    y devoro en mi interior...
    me han abatido tan fiero
    y puesto en tal situación,
    que he resuelto finalmente
    entregármele al dolor,
    y de mi propia existencia
    no acordarme, crealó.
    Sólo tengo una esperanza
    fundada en cierto rumor,
    y que pronto se realice
    es cuanto le pido a Dios.
    Ansí, deseo explicarme
    con usté en sastifación, y bajo de una amistá
    abrirle mi corazón.
    Para eso hablaré despacio,
    no sea que algún soplón
    escuche lo que platico
    y nos cueste un sinsabor.

    BARRAGÁN: No hay cuidao: estamos solos;
    y del ranchito al redor
    por la quincha vicharemos
    si se arrima algún mirón.
    De mi parte, ya usté sabe
    la completa estimación
    que siempre le profesé;
    así, puede sin temor
    soltar sus quejas del pecho,
    bien siguro de que yo
    lo apreceo enteramente
    y venero su razón.

    CONTRERAS: Pues en esa inteligencia,
    con la franqueza mayor
    me explicaré, y le suplico
    me permita su atención,
    y si llego a equivocarme
    también perdonemeló,
    porque puedo padecer
    alguna equivocación.

    BARRAGÁN: Me parece razonable,
    amigo, su prevención:
    y alvierta que yo tampoco
    presumo de acertador;
    pero nunca en mis errores
    procedo con intención,
    mientras que algunos sabiendo
    yerran más fiero que yo,
    de puro diablos... Prosiga,
    amigazo...

    CONTRERAS: Pues, señor:
    al paso que van las cosas
    se aumenta mi desazón;
    y por tanto padecer
    de la desesperación
    al borde estoy, le asiguro:
    y deseo ¡como hay Dios!
    el caírme muerto o trocar
    de suerte...

    BARRAGÁN: ¡Amigo Ramón!
    No diga barbaridades,
    que le hacen poco favor:
    ni ande queriendo aflojar
    al concluirse el pericón,
    y cuando puede aguantar
    a ver si el restaurador
    algún día cumple...

    CONTRERAS: ¡Ahi-juna!
    que lo aguante un redomón;
    pues hacen veinte años largos
    que encima del mancarrón,
    cuesta arriba y cuesta abajo,
    andamos por su ambición
    matándonos los paisanos
    unos a otros... al botón.
    Y Rosas, en Buenos Aires,
    ¿qué ha hecho, amigo Salvador,
    en los veinte años terribles
    que ha sido gobernador,
    con facultá entreordinaria
    como naides gobernó?
    ¿y con las leyes mentadas
    que dice él que restauró,
    para darle a la Provincia
    la paz que nos prometió?
    ¿Sabe lo que ha hecho? Velay:
    en primer lugar, logró
    calzarse de gobernante,
    cargo que no mereció
    de ningún modo, porque
    todos saben como yo,
    de que Rosas siempre fue
    y hasta el día es un collón, que de su bulto a diez cuadras
    en la vida le chifló
    una bala. ¿No es así?
    Así es no más, y si no,
    que lo diga, el año veinte,
    del modo que se portó,
    cuando don Martín Rodríguez
    a fuego y sangre avanzó
    el día cinco de otubre
    y a Buenos Aires entró.
    Rosas ¿qué hizo cuando entonces
    el general le ordenó
    cargar con los coloraos?
    ¡Y que cargaba! ¡pues no!
    apenas le dieron la orden
    y oyó tronar el cañón,
    se le ablandó la barriga,
    y pretextando un dolor
    de muelas o de quijadas,
    cerca de la Conceción,
    el héroe del Continente
    en un güeco se empacó:
    y de allí a la Recoleta
    rebenquiando disparó
    a meterse entre los flaires,
    donde escondido aguardó
    a que el general RODRÍGUEZ
    triunfara... como triunfó; y Rosas al otro día
    sano y bueno amaneció.
    ¡Velay la primer hazaña
    del heroico defensor
    de todito el Continente
    y de la Federación!
    Luego, hasta el año veintiocho,
    allá en el sur se llevó
    apadrinando malevos
    para ganarse opinión,
    y sin hacer más campaña
    que salir de valentón
    hasta el Salao una vez:
    y.. vea cómo salió.
    En el año veintisiete,
    cuando la guerra que armó
    con el Brasil Buenos Aires,
    cierto día sucedió
    que el comendante de allí
    estando medio alegrón,
    con la mañana ñublada,
    en la descubierta vio
    una punta de avestruces,
    o yeguas, o qué sé yo;
    y que se desembarcaban
    los Imperiales pensó,
    porque al Salao unos barcos
    estaban bocleándolo.
    El comendante asustao
    pidiendo auxilio escribió
    a Raucho, y don Juan Manuel
    se vino de valentón
    a impedir el desembarco...
    que, por cierto, no creyó.
    En fin: llegó balaquiando,
    y, como nada encontró,
    se fue esa noche a un fandango,
    de albitrario se arrió
    a todos los marineros
    que en el camino topó,
    y por su cuenta no más
    en el cepo los metió,
    porque andaban divertidos.
    De balde le reclamó
    por los suyos un Francés,
    capitán (presumo yo)
    de una boleta grandota
    El hombre allí le alegó
    con razones; pero Rosas,
    altanero y fanfarrón,
    le hizo un desprecio al Francés
    y en encas lo amenazó.
    Éste era un Musiú Carrué
    que echando futris salió,
    y al otro día en el río
    a Rosas lo devisó,
    cruzando en una canoa
    a tomar un cimarrón.
    al barco de don Gallino,
    que allí estaba a la sazón
    y con Rosas diariamente
    cimarroniaban los dos.
    Ahora sí, dijo el Francés:
    y ya también se largó
    en su bote atrás de Rosas
    y allí no más lo apretó,
    en vano fueron clamores,
    al bordo se lo llevó,
    y al momento de subirlo
    la velería soltó.
    Aquí fueron las angustias
    de nuestro Restaurador;
    ¡eh, pu...nta! si del julepe
    amarillo se quedó,
    y viendo de que el Francés
    demostraba la intención
    de llevarlo a Portugal...
    a venderlo, le lloró,
    y soltar los marineros
    mansito le prometió.
    Así fue: don Juan Manuel
    de la boleta escribió,
    y los presos al ratito
    al capitán le largó.
    Entonces ¿qué hizo el Francés?
    en cuanto los recibió,
    al Presidente Supremo, al heroico defensor
    de todito el Continente
    y de la Confederación,
    el Francés Musiú Carrué
    de la boleta lo echó
    con un puntapié en la cola,
    después que lo zamarrió!

    BARRAGÁN: ¡Qué vergüenza para un criollo?
    ¡Barajo! amigo Ramón:
    si a mí tal me sucediera,
    ¡por ésta ! creameló,
    que en la boleta al musiú
    más tajos le prendo yo
    que besos le dio su madre...

    CONTRERAS: La del Francés...

    BARRAGÁN: Sí, señor
    ni el diablo me sujetaba
    en semejante ocasión.
    ¿Y que haiga hombre tan morao
    como Rosas se mostró
    en el barco? ¡Voto a cristas!
    se me hace conversación,
    por ciertos antecedentes
    que del hombre tengo yo.

    CONTRERAS: ¿Qué dice? pues, no se le haga,
    así mesmo sucedió:
    y por las dudas, si acaso,
    puede preguntarseló
    cuando entre en Montevideo...

    BARRAGÁN: ¡Ahora sí me trajinó
    con la entrada que me suelta
    al cuhete y de refilón!

    CONTRERAS: Mire: no se haga el sarnoso,

    BARRAGÁN: Es que me da comezón
    el envite de la entrada.

    CONTRERAS: Pues haga resolución
    de cabrestiarme, y verá
    si dentra alguna ocasión...
    a la fija.

    BARRAGÁN: Maliceo
    el rumbo, amigo Ramón, de balde me hago el potrillo,
    ¿no ve que soy mancarrón?
    Paisano, cuando usté va,
    ya vengo de vuelta yo;
    siendo así, también deseo
    que se realice el rumor
    en que funda su esperanza,
    o la fundamos los dos...
    alvirtiendo que de usté
    sólo espero un ¡vamonós!
    y también que soy de Urquiza
    todo entero, sepaló.
    ¿Qué tal le parece el quiero?

    CONTRERAS: ¡Cosa linda, superior!
    deme esos cinco, supuesto
    que colige mi intención.

    BARRAGÁN: Velay, tome, y dele guasca:
    no corte la relación
    de la vida primorosa
    de nuestro Gobernador:
    a ver si la sabe a fondo.

    CONTRERAS: La sé, aparcero, ¡pues no!
    y a relatarla completa
    lo desafío al mejor.

    BARRAGÁN: Entonces, puede afirmar
    con fundamento y razón,
    que tiene malas entrañas
    y es diablo el Restaurador;
    y hace una máquina de años
    a que lo conozco yo,
    y en algún tiempo confieso
    que le tuve estimación:
    y voy también a contarle
    cómo le tomé afición
    en cierta gauchada. -Escuche.

    CONTRERAS: Vamos a ver.

    BARRAGÁN: Pues, señor:
    en mil ochocientos trece,
    (¿Qué le parece el tirón?)
    en la plaza del Retiro,
    me acuerdo que se jugó
    una corrida de toros,
    que toriaron de afición
    don Lezica, don Somalo,
    Dorrego y otra porción
    de puebleros ricachones,
    y todos de buen humor.
    Entre ellos don Juan Manuel
    de gaucho se comidió
    sin arrejar el pellejo a salir de enlazador,
    y como era vaquianazo
    la oferta se le almitió.
    Para lucir en la plaza
    a prepararse empezó,
    y en el momento preciso
    don Juan Manuel ensilló
    un zaino como una niña,
    y cinchero superior.
    A los toros esa tarde
    el pueblo se descolgó,
    pues como eran por la patria
    todo bicho se coló:
    a extremos de que la plaza
    por dentro era un borbollón
    de tanta gente que hacía
    crujir toda la armazón.
    A eso de las tres y media
    la corrida principió,
    con un toro yaguané
    que soltaron y salió
    zapatiando cola-alzada,
    y, así como cegatón,
    del brete; pero al instante
    que se desencadiló
    y allí cerca del toril
    vido gente, ya embistió...
    ¡la pu...janza! y de un bufido
    al quinto infierno aventó
    a todos los capiadores;
    pero antes se revolcó,
    ahí no más, junto a la valla
    al pingo y al picador.
    ¡Ah, toro aquel! yo no he visto
    animal más superior
    en su laya, ni tampoco
    más liviano y cargador.
    Escuche el lance siguiente,
    a ver si tengo razón.
    Queriendo banderillarlo,
    cuando el caso se ofreció,
    creo que fue don Somalo
    quien a la suerte salió:
    pero asustao, a la cuenta,
    antes de juir le prendió
    la banderilla en las aujas;
    ¡Cristo! y, apenas sintió
    la punta del clavo el toro,
    dando un bramido saltó
    como un gato, y en el aire
    todo el cuerpo culebrió,
    arquiándose de manera,
    que al caer vino y lo ganó
    la vuelta al banderillero...
    que en vez de correr voló.
    Así fue que a la barrera
    como balazo llegó;
    pero, al entrar, justamente
    en la puerta lo cazó
    el toro, de la culata,
    y allí lo desfundilló;
    y la plaza una algazara
    de chiflidos se volvió.
    Don Juan Manuel, entretanto,
    riyéndose y de mirón
    asomaba la cabeza
    por encima de un portón,
    donde los enlazadores
    estaban en reunión.
    En esto, dando dos golpes
    sobre la caja el tambor,
    sin duda hizo la señal
    de salir el matador;
    porque luego don Lezica
    medio ladiado salió
    a matar... con una espada
    del largo de un maniador:
    y aparentando coraje
    para ocultar el jabón,
    y haciendo el hombre un esfuerzo
    y de tripas corazón,
    a gambetas y chuzazos
    con el toro se agarró,
    y sin poderlo matar
    las paletas le charquió.
    Al ver eso, la pueblada
    otra algazara formó,
    ¡y fuera, fuera! gritaban cuando la caja tocó
    a enlazar; y en el momento
    entreabrieron el portón,
    por donde Rosas puntiando
    el primerito salió...
    me acuerdo, de poncho pampa,
    bota-juerte y pantalón,
    un clavel tras de la oreja
    y un sombrerito gachón.
    Con esa facha a caballo
    Rosas se nos presentó
    en la plaza de los toros
    por la primera ocasión:
    y el pueblo de Buenos Aires
    entonces lo conoció...
    Ahora, amigo, se me ocurre,
    hacerle una reflexión,
    para mostrarle que el mundo
    es diablo y engañador.
    En aquel tiempo dichoso,
    en sus glorias y esplendor
    se ostentaba Buenos Aires;
    y en aquella reunión
    no vido en Rosas, tal vez,
    más que un buen enlazador
    y Rosas también quizás
    no tuvo más pretensión,
    esa tarde, que lucirse
    de gaucho, como lució;
    y hoy en día a Buenos Aires...
    ¡qué mudanza! vealó
    a las plantas de ese gaucho
    rindiéndole humillación!

    CONTRERAS:¡Eso sí es una vergüenza,
    aparcero Salvador!
    y a ese sí le atracaría
    de filo y de punta yo:
    no al francés Musiú Carrué
    que tuvo mucha razón
    cuando a ese loco altanero
    en el barco lo patió.

    BARRAGÁN: ¿Es decir, que la pelota
    me vuelve usté en la ocasión,
    por aquellas expresiones
    que le solté calentón?
    ¡Si será diablo! No le hace:
    seguiré con su perdón,
    y oiga al fin, cómo en los toros
    don Juan Manuel se portó.
    Al salir garboso, el lazo
    de los tientos desprendió;
    y, haciendo una armada grande,
    las espuelas le atracó
    al zaino, que de un balance
    a media plaza salió,
    en donde Rosas de golpe
    de una rienda lo sentó,
    y allí el pingo media luna
    con los garrones rayó.
    Pero, al dar esa sentada,
    don Juan Manuel calculó
    dejar el toro a la zurda,
    y en cierta disposición
    para asigurarlo al tiro
    y así mismo sucedió,
    pues, cuando el toro rompía
    atrás de otro enlazador
    y ya con las aspas iba
    peinándole el mancarrón,
    Rosas alzando la armada
    al revés la revolió,
    y, cuando se le hizo bueno,
    al toro se la soltó
    por encima de las riendas;
    ¡ah, gaucho! y se la prendió
    de las dos aspas limpitas,
    y en cuanto el lazo cimbró...
    al toro patas arriba
    lo dio vuelta del tirón.
    Desde esa vez, le confieso, don Juan Manuel me prendó,
    y a muchísimos paisanos
    lo mismo les sucedió;
    pues al istante que el toro
    del golpe se enderezó,
    y que Rosas de galope
    a la cincha lo arrastró,
    en la plaza un palmoteo
    estruendoso resonó
    en prueba de que a los criollos
    el lance nos agradó.

    CONTRERAS: Muy lindo: pero confiese,
    aparcero Salvador,
    que Rosas, así, a gauchadas
    la trampa nos preparó,
    pues, si en la plaza esa vez
    a enlazar se presentó,
    no fue por costiarle a naides
    la risa o la diversión,
    sino porque en sus adentros
    llevaba hecha la intención
    de engatusar a los gauchos,
    como nos engatusó
    al principio, para traernos
    a esta triste situación
    de abandono, de miseria,
    y de completa opresión;
    en la que, si yo me encuentro
    no es por lerdo, no, señor;
    que, a respeto de gauchadas,
    le contaré la mejor
    de todas las que yo sé
    de ese mismo enlazador:
    para que usté se convenza
    de la ruin inclinación,
    la perfidia y mala fe,
    la codicia y la ambición
    que desde tiempos de atrás
    ese gaucho alimentó
    en sus entrañas de tigre,
    y su invariable tesón
    hasta salir con la suya
    en la iniquidá mayor.
    ¡Mire, no se queme el poncho!
    y présteme su atención.
    Cuando el finado Dorrego
    (que esté gozando de Dios)
    era en el año veintiocho
    supremo Gobernador,
    se acordará usté, paisano,
    de aquella revolución
    que, el primero de diciembre,
    del mando lo solivió
    al finado, y que en Navarro
    el infeliz sucumbió.
    Se acordará usté también,
    supuesto que allí se halló,
    que Rosas desde Navarro,
    aquel día de la aición,
    como era su maña vieja, fue el primero que surquió
    disparando a Santa Fe
    en donde López lo armó;
    porque Rosas de asustao
    hasta las botas perdió;
    y finalmente, usté sabe
    todo lo que sucedió
    desde aquella disparada
    hasta que Rosas volvió,
    y en el mando al fin y al cabo
    por desgracia se afirmó
    Después de eso, todos saben
    que él mismo se tituló
    Restaurador de las leyes,
    y también que aparentó
    por el difunto Dorrego
    el sentimiento mayor;
    pues hasta el día maldice
    aquella revolución,
    cómo asigura que siente
    todavía un gran dolor
    por la muerte de su tierna
    y adorada Encarnación:
    cuando sabe todo el mundo
    que la vieja se murió
    suplicando agonizante
    que viniese un confesor,
    a lo que Rosas furioso
    totalmente se negó,
    y en el cuarto de la enferma
    se estuvo y no se movió
    hasta que su amada prenda
    sin confesarse expiró!

    BARRAGÁN: ¡Ahi-juna-gran...pa el judío!
    ¡si tendrá perdón de Dios!

    CONTRERAS: Lo dudo: pero, dispense,
    no me ataje a lo mejor.
    Pues, oiga: el año veintiocho,
    en esa revolución,
    los unitarios tan sólo
    le ganaron el tirón
    a Rosas, quien a Dorrego
    ya andaba rastriandoló
    para apretarlo de firme
    hasta arrancarle el bastón.
    Y el finado lo sabía
    conforme lo supe yo
    que fue del modo siguiente.
    Oiga, amigo Salvador.
    Un tal don Manuel Moreno,
    viejo, ricacho y dotor,
    y hombre de letra menuda,
    era del Gobernador
    ministro en aquel entonces, hasta que al fin se largó,
    en el mismo año o después,
    con el cargo y comisión
    de Plenocipotenciario
    a la ciudá de London.
    Pues ese dotor Moreno
    sin duda se descuidó,
    una tarde que yo fui
    a llevarle un mancarrón
    a su quinta, y le escuché
    todo lo que platicó
    con otro hombre de casaca
    abajo de un corredor;
    y todo con referencia
    no más que al día anterior,
    en el cual, diz que en el Fuerte
    había estado el dotor
    en su propia escribanía
    y con el Gobernador,
    cuando Rosas redepente
    allí también se coló;
    y, como era Comendante
    general, luego alegó
    que, «por falta de armamento
    lema mucho temor
    de que cayese la Indiada
    y arrasara de un malón
    a todita la Provincia:
    pues, amenazandoló andaban los Pampas ya
    por tanto, que a precaución
    se le dieran seis cañones
    y al menos un batallón;
    de ahí sables y garabinas,
    pólvora y otra porción
    de cachibaches de guerra,
    y plata por conclusión.»
    Sin levantar la cabeza
    el finado lo escuchó
    con bastante indiferencia:
    y por fin se le negó
    a cuanto solicitaba
    Rosas, el cual no cejó;
    al contrario, machacando
    de nuevo le replicó,
    diciéndole que «sentía
    que el señor Gobernador
    expusiera la campaña
    a sufrir una invasión
    de los Indios, por no darle
    las cosas de precisión
    en los apuros» ...Entonces
    le dijo el Gobernador:
    «¡Sé muy bien, don Juan Manuel,
    cuáles sus apuros son...!
    y nada más me replique
    habiéndole dicho no!»
    Y Rosas cerrando el pico
    dio vuelta, y ya se salió de allí, mordiendo el rebenque
    y el poncho arrastrandoló.
    Tenga presente, aparcero,
    para informarse mejor,
    que todo aquel alegato
    Moreno lo presenció:
    así, al momento que Rosas
    puerta afuera se largó,
    en la misma escribanía
    templando el pecho el dotor
    después de tomar polvillo
    le dijo al Gobernador,
    que «encontraba razonable
    de Rosas la pretensión,
    por los riesgos» y... ahí no más,
    el resuello le atajó
    Dorrego, que redepente
    como un tigre se enojó,
    y al pararse, en el impulso,
    cuarta y media se estiró;
    y, como tenía un genio
    como huracán, le afirmó
    un puñetazo a la mesa
    que toda entera crujió;
    y abriendo tamaños ojos
    al ministro le gritó:
    «¡Barajo, señor Moreno!
    ¡qué riesgos, ni qué invasión:
    todas esas son embrollas
    de ese hipócrita bribón!
    ahora mismo, sepa usté, que tiene ese salteador
    dispuesto contra el Gobierno
    un plan de revolución;
    el cual a un amigo nuestro,
    que antes de anoche durmió
    en el paso del Venao,
    incauto se lo confió
    Pedro Burgos, a quien Rosas
    le ha dado la comisión
    de andar recogiendo firmas
    para cierta petición
    anárquica, mientras ÉL
    ya tiene una reunión
    o montonera en el Sur,
    formada de una porción
    de vagamundos que abriga,
    y para esa chusma son
    las armas que solicita.
    Y, finalmente, señor,
    sepa usté, que ese bandido,
    por envidia o ambición,
    detesta entrañablemente
    a los hombres como yo
    y como usté, y como todos
    los que en la revolución
    DEL 25 DE MAYO
    con patriotismo y honor
    combatieron y triunfaron
    contra el poder español.
    «Sepa usté más: ese GAUCHO,
    a no sofrenarlo yo, en desprecio de los hombres
    de bien y de educación,
    y de todos los gobiernos
    y la civilización,
    ¡ese Rosas! si pudiera,
    aquí vendría, señor,
    a carnear dentro del Fuerte
    y en medio de este salón,
    y sobre todas las leyes
    ¡clavaría el asador!»
    Pues, amigo Barragán,
    Dorrego se pronunció
    como un profeta ese día;
    y el tiempo lo acreditó
    a los doce años después,
    cuando en el Fuerte se dio
    un convite federal
    y allí mismo se carnió.
    Y para esa comilona
    don Juan Manuel convidó
    a los hombres más rumbosos,
    poniendo por condición
    asistir precisamente:
    y también se le ocurrió
    que todos se presentaran
    con bigotes, y si no,
    que allí se los pintarían;
    y a su gusto se burló
    Rosas de los generales,
    y alcaldes y otra porción de personas de copete,
    a quienes enmascaró
    tiznándoles los bigotes
    él mismo, y de ahí los llevó
    a bailar la Refalosa,
    que esa noche se bailó
    al gusto de la Mashorca,
    y en aquel mismo salón
    donde Rosas y Dorrego
    tuvieron la alegación.
    Y doña Manuela Rosas
    también allí fandanguió;
    y, en osequio de las damas,
    por gusto el Restaurador
    dispuso que revolcaran
    a una moza en el salón,
    para verle si las ligas
    eran punzones o no:
    y concluida esa jarana,
    conforme pronosticó
    Dorrego el año veintiocho,
    así mismo sucedió.
    Después de esa trasnochada,
    sintiéndose delgadón,
    Rosas quiso churrasquiar
    allí en medio del salón,
    donde por hacerle el gusto
    un ladrillo se arrancó y allí con un costillar
    plantaron el asador!
    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    En este punto Contreras
    el diálogo suspendió,
    porque tocaron llamada
    en el cuartel de Violón,
    y tenía que largarse
    por ser de aquel batallón.

    Mesmamente, de su amigo
    Barragán se despidió,
    ofréciendole volver
    a concluir la relación
    de las mentas y ruindades
    del liendre Restaurador.

    Así fue, al día siguiente,
    antes de nacer el sol,
    Contreras se vino al trote
    al rancho de Salvador,
    y atrás de los buenos días
    le dijo de sopetón:
    «Vaya, amigo, dese prisa,
    y también deme un abrazo,
    ahora que ha llegado el caso
    de rumbiar aonde está Urquiza,
    que anda de este lao, ¡ah, Cristo!,
    ¡con Virasoro y Garzón!...»

    BARRAGÁN: Pues, bien, amigo Ramón,
    cuando guste, ya estoy listo.
    Vámonos, no hay más que hablar,
    esta noche rumbiaremos:
    y después que nos larguemos...
    que nos vengan a rastriar.

    CONTRERAS: Con que, será hasta lueguito
    entonces, dijo Ramón.

    BARRAGÁN: Después de dar la oración...
    sin falta, compañerito.


    Las milicias de Rosas Y episodio de Camila Ogorman
    Montevideo, octubre de 1843.

    Donato Jurao, gaucho hacendado de Buenos Aires, y enrolado en los regimientos de milicias de la campaña, escribe a su mujer que se halla en Montevideo, acompañando a una tía suya, la carta que va a continuación de la siguiente Dedicatoria a Rosas. Si hay algunos lectores tan escrupulosos que duden de la autenticidad de la carta, no habrá empeño en convencerlos; porque los sentimientos expresados en ella son tan verdaderos, y tan fiel la pintura de las vejaciones, crueldades y engaños que allí se sufren, que la mayor parte de los que han sido arrastrados a los campos militares, en que el gobernador Rosas tiene sujeta a la población de la campaña, expresarían los mismos lamentos que Donato Jurao, si tuviesen libertad para hacerlo.


    Dedicatoria
    Señor don Juan Manuel Rosas.

    Aunque parece repecho
    muy cuesta arriba en el día,
    largarle esta versería,
    será la última que le echo;
    y quedaré sastisfecho
    desde hoy para eternamente
    si me aguanta la presente,
    en desquite de ¡veinte años!
    que me hace en pagos extraños
    rodar miserablemente.
    Esos son los que he rodao,
    juera de dos de un tirón
    que me tuvo sin razón
    con grillos y encarcelao;
    y ocho meses que apretao
    en el PONTÓN me sumió:
    a más, lo que le escribió
    usté al difunto Anchorena...
    que me matara, y de pena
    ese hombre no me mató.
    Luego en la Banda Oriental
    por fortuna me anidé,
    y de atrás me salió usté
    persiguiendo a lo animal;
    y allí me tuvo a corral
    atrasao y delgadón;
    pero así mesmo, patrón,
    ya no volveré a escrebirle
    para darle ni pedirle
    ninguna sastifaición:
    Porque con esta versada
    en que voy a maltratarlo,
    sin volver a molestarlo,
    mi cuenta está chancelada.
    Pienso no deberle nada,
    y en caso que usté me deba,
    la media arroba me lleva:
    pues, como anda bien montao,
    me daré por trajinao
    sin pedirle cuenta nueva.
    Tan solo, si yo pudiera
    del gobierno recularlo,
    y de su tierra aventarlo,
    le asiguro que lo hiciera;
    desiándole que se viera
    pobre y fundido algún día;
    aunque usté se llevaría
    todo lo que ha manotiao, después de haber difuntiao
    tanta infeliz gauchería.
    También, ojalá mudara
    con el pellejo su maña,
    pero usté es víbora extraña
    y eso juera cosa rara.
    Ansí no le veo cara
    de que se amanse jamás,
    cosa que lo hace incapaz
    para buen gobernador:
    siendo ansí tan matador,
    y con lo ajeno voraz.
    Si quiere mudar, de cierto,
    un consejo le daré:
    no mate, ni... pero ¡qué!
    si es predicar en disierto,
    y como tirarse a muerto,
    presumir que usté, paisano,
    mientras viva lomo sano...
    pueda componerse y mude
    de... pero, en fin, ¡Dios lo ayude!
    Y ansí, quedamos a mano.


    Donato Jurao a su mujer Andrea Silva.

    Parte primera
    Buenos Aires, agosto 20 de 1848.
    Mi más apreciada esposa.

    Tan infortunao he sido
    ausente de ti, mi cielo,
    que no he gozao el consuelo
    hasta hoy de haberte escrebido,
    a causa de que en tu ausiencia.
    enfermo y por desventura
    al pie de la sepultura
    me he visto con evidencia.
    Ahora por felicidá
    me siento medio alentao,
    favor que me ha dispensao
    su Divina Majestá; y al colmo de mi deseo
    he sabido, dueña mía,
    que acompañando a mi tía
    seguís en Montevideo.
    Siguro de esto, ya ves,
    tomo la pluma y te escribo,
    anhelando que al recibo
    de esta carta disfrutés
    cabal salú, sin que sea
    por desdicha interrumpida:
    cosa que con alma y vida
    mi fino amor te desea.
    Luego con todo mi afeto
    me es placentero decirte,
    que también al escribirte
    tengo el amoroso ojeto
    de anunciarte mi partida,
    y cuando menos pensés
    a tu lado me tendrés,
    si Dios me presta la vida.
    En esta confoirmidá,
    si acaso andás por venirte,
    paso también a decirte
    que te aguantés por allá,
    de cualquier modo que sea:
    no te meniés, ya te digo;
    y si no es junto conmigo,
    no te me vengás, Andrea.
    Porque esto se va poniendo
    otra vez endemoniao,
    y asigún he olfatiao la cosa se va frunciendo
    Pero, china... ¡por la Virgen!
    con naides me platiqués
    de esta carta, si querés
    no ser vos mesma el origen,
    para que don Juan Manuel
    me enderece al matadero:
    mirá, mi bien, que no quiero
    tener más cuentas con él...
    Porque cuando está alunao
    es diablo y escarbador,
    y más atropellador
    que toro recién capao:
    y hoy más que nunca le tomo
    olor a tigre; por esto
    más de cuatro, por supuesto,
    andamos hinchando el lomo.
    Yo al menos he de cabriar,
    y creo cosa sigura
    que si viene una apretura
    a mí no me ha de apretar;
    porque apreceo mi vida,
    y viendo el lance venir,
    no he de aguantar a salir
    como a la gala parida.
    En fin, me voy alargando...
    que ni sé cómo me voy;
    mesmamente, porque estoy
    atolondrao y cismando, con la última atrocidá
    que hemos visto ante de ayer:
    ¡cosa que ha hecho estremecer
    la campaña y la ciudá!
    Ya sabés, china, que yo
    tengo una alma de reyuno,
    y que suceso ninguno
    en la vida me espantó;
    pero ha pegao un bramido
    don Juan Manuel, tan feroz,
    y es tan sangriento y atroz
    el horror que ha cometido...
    Que ha de ser más que insensible
    el hombre que no se ensañe,
    y luego se desengañe
    con este golpe terrible,
    ¡que solo un don Juan Manuel,
    pensando el caso, ha podido
    matar a quien no ha nacido
    de un modo feroz y cruel!
    Y por tener aterrada,
    y en costante humillación
    a toda la población
    de esta tierra desgraciada,
    brama Rosas, y «¡aquí estoy!
    (le dice a esta gente vil),
    ¡como en octubre y abril
    siempre el mesmo TIGRE soy!»...
    ¡Ahi-juna!... y se presumía de que ya estaba blandón;
    pero con tal manotón,
    como el que ha dao en el día,
    han ido a dar al infierno
    las creencias de la criollada,
    que hoy anda más achuchada
    que pelaos en el invierno.
    Pues, con un par de alharidos
    que suelta cuando se enoja,
    se limpia a quien se le antoja;
    y de ahí todos encogidos
    los paisanos se amedrentan
    pero ¡cómo!... que los ata
    un hombre solo, y los mata
    a unos, ¡y a otros los ahuyenta!
    ¡Cristo! si el diablo me lleva,
    cuando veo en casos tales
    a porteños federales
    temblando ganar la cueva,
    sin saberse defender,
    ni hacer más que acoquinarse
    y en el peligro asustarse,
    como animales al ver...
    Cuando en el campo voltean
    a una res entre el ganao,
    que apenas la han degollao
    los novillos la olfatean;
    y ahi se empacan tiritando,
    de la sangre alrededor,
    y allí un ruin enlazador
    solito los va voltiando.
    Y... ¿qué hacen en tales casos
    los torunos que igual suerte
    deben sufrir, y la muerte1
    ven con tamaños ojazos?
    Se asusta la novillada,
    y el gaucho así la degüella,
    porque un toro no atropella
    y le atraca una cornada.
    Y olvidando, de terror,
    su fortaleza en los cuernos
    para echar a los infiernos
    de un bote al degollador...
    toro que logra escapar
    con vida en esa voltiada,
    muere en la otra, sin que nada
    le importe, a fin de engordar.
    Velay la comparación
    mas perfeta y aparente,
    que yo le aplico a esa gente
    cuando oigo en la situación
    que el porcentaje se queja,
    y no hace más que entregarse
    al cuchillo y agacharse,
    sin mezquinar ni la oreja.
    Y mientras no los asusta
    don Juan Manuel y los mata,
    si les deja ganar plata
    y comer, ¡todo les gusta!...
    ¡Qué vergüenza! En esta tierra, donde nacieron famosos
    argentinos valerosos,
    que han vencido en tanta guerra...
    ver que hoy a los federales,
    desde el dieciocho de agosto,
    se les hace el campo angosto
    de asustaos a lo baguales.
    ¿Y las hembras?... ¡Virgen mía!
    toditas, las más picudas,
    hoy las tenés como mudas
    suspirando noche y día.
    Luego, los curas y beatas,
    en particular los flaires,
    hoy andan en Buenos Aires
    más espantaos que las ratas,
    cuando acuden al olfato
    de la carne en la ramada,
    y ahi mesmo de una emboscada
    se les deja caer un gato.
    Ahora, entre la soldadesca
    y el gauchaje, ¡Cristo mío!
    si querés dejarlo frío
    al que más terne parezca,
    largale estas espantosas
    palabras que hacen temblar,
    y verás si al pronunciar
    ¡SANTOS LUGARES DE ROSAS,
    hay hombres que a esta expresión
    endurezca y no te afloje,
    sintiendo que se le encoge
    el alma y el corazón!
    ¡Ay, Andrea!... ¡qué te cuento!
    por Dios... no te me asustés
    al decirte... que podés,
    desde este triste momento,
    ir encomendando a Dios
    al pobre... ¡Anima bendita!
    nuestro padrino el curita,
    el que me casó con vos...
    No hay mas alivio, llorá,
    mi vida, y no le dejés
    de rezar, ya que sabés
    que pasó a la eternidá,
    después que le desollaron
    las manos y la cabeza,
    ¡barbaridá! y atrás de esa
    el viernes lo afusilaron,
    de orden del Gobernador,
    sin-más alcalde ni nada
    que el mandato y la humorada
    del tigre Restaurador...
    Yo me encontré por desgracia
    en ese amargo momento
    cerquita del campamento
    con mi cuñada Damasia,
    mujer de ánimo fortacho:
    pero se hallaba preñada,
    y ese día de asustada
    corno muchas largó el guacho
    Velay el fin tan funesto
    que el pobre cura ha tenido;
    y ojalá hubiera querido
    Dios que no fuera más que esto;
    pero hubieron todavía
    una máquina de horrores,
    y... escuchá los pormenores
    de ese clamoroso día.
    Esto es lo que me han contao
    y he oído generalmente,
    a una voz, entre la gente
    con la cual he platicao.
    Diz que el curita ¡infeliz!
    como hombre, la vez pasada,
    en una calaverada
    salió haciéndose perdiz,
    junto con una mocita
    donosa que engatusó;
    y que también se largó
    en las ancas del curita.
    Es de alvertir que la moza
    no era una mujer cualquiera:
    al contrario, dicen que era
    de una familia rumbosa...
    muy cantora, muy ladina,
    musiquista y vivaracha,
    alhajita la muchacha,
    y por desgracia argentina...
    Sí fue robo o sedución,
    sobre eso no hay que dudar:
    pues creo, sin vacilar,
    que hubo en la niña pasión;
    porque a una china cualquiera
    no es cosa fácil arriarla,
    y mucho menos robarla
    lo mesmo que a una ternera.
    ¿Cuál es la hembra que da treguas
    no queriendo cabrestiar,
    ni se deja galopiar
    más de cuatrocientas leguas,
    sin hallar en la cruzada
    algún medio de escaparse,
    o alguno a quien lamentarse
    cuando la llevan forzada!
    Pues bien: doña CAMILITA
    (velay como se llamaba)
    por todas partes cruzaba
    a la par con el curita:
    cosa que hace presumir
    que desde que se largaron
    ambos-dos se encamotaron
    sin poderlo resistir.
    Y juyendo de las gentes,
    dejando sus amistades,
    ganaron las soledades
    de las selvas de Corrientes;
    y por allá, de escueleros
    pobres, en esa campaña vivían dándose maña
    como esposos verdaderos.
    No hay duda, se apasionaron;
    y, como es cosa terrible
    y pasión cuasi invencible
    la del amor, se arronjaron
    a esa vida tan penosa,
    disfrazada, montaraz,
    pobre, maldita...y ¿qué más
    castigo para la moza?...
    ¡Infeliz!... en mi concencia
    discurro sin ser letrao,
    que esa niña en el pecao
    llevaba la penitencia,
    con solo el remordimiento
    que en sus adentros tendría
    a cada istante del día,
    sin cesar, desde el momento
    en que se vio separada
    de su familia querida,
    y que salió maldecida,
    fugitiva y deshonrada.
    Por fin, el Poder divino,
    que a todo bicho viviente
    le señala justamente
    su buen o su mal destino,
    quiso que un clérigo inglés
    que andaba en alguna embrolla
    por esos pagos de Goya (sigún dicen) hace un mes,
    se topó con la mocita
    por una casualidá,
    aonde por fatalidá
    se hallaba con el curita.
    Y en cuanto los conoció...
    ¡ahi-juna, el hombre soplón!
    de puro mal corazón
    a un alcalde se lo apió
    con el chisme: y ahi no más
    dio el soplo, y tuvo el placer
    de hacerlos atar y ver
    que de allí a San Nicolás...
    a la niña la mandaron
    atada brazo con brazo,
    y al cura en cepo de lazo
    también me lo enderezaron.
    ¡Pobrecita!... ¡hacete cargo,
    qué angustias no pasaría
    en tan larga atravesía,
    y en un lance tan amargo,
    viendo que la conducían
    enteramente preñada,
    y que iba a ser despreciada
    de los que la conocían!
    Yo creo que en ese istante,
    muerta se habría quedao
    si le hubiesen presentao
    su familia por delante; pero ese triste consuelo,
    o tormento, o qué sé yo,
    la infeliz no mereció
    sigún lo dispuso el cielo...
    Porque la desembarcaron
    con su amante, y al momento
    a los dos al campamento
    en carretas los mandaron;
    y al ratito de llegar,
    de sopetón, sin clemencia,
    le leyeron por sentencia
    que la iban a fusilar.
    ¡Barbaridá! los soldaos
    cuasi todos se espantaron,
    y a tirarle se negaron
    algunos muy aterraos:
    viendo a la moza preñada,
    y en tal lance... ¡Virgen mía,
    matarla así!... ¿Quién podría?
    solo gente desalmada...
    Así, la infeliz les dijo
    llorando... «yo moriré:
    pero, paisanos, ¿por qué
    me quieren matar a mi hijo?
    ¡Válgame Dios!... ¿es posible
    que por causas del amor
    me imponga el Gobernador
    un castigo tan terrible?,
    que será el más inhumano,
    porque en mi estado presente
    este angelito inocente
    ni siquiera está cristiano.» ¡Clamor y quejas al viento!
    porque Rosas lo quería,
    y ángel y todo debía
    morir en aquel momento.
    Solamente concedió
    el que, antes que la mataran,
    al hijo lo bautizaran;
    y para esto se riyó,
    mandando que a la mocita
    le hiciese algún oficial
    UN BAUTISMO FEDERAL,
    echándole agua bendita.
    Y por la boca ¡zas-tras!...
    un hisopo le embocaron;
    y en cuanto se lo vaciaron,
    cuasi ahogada, así no mas,
    la sacaron al istante
    medio muerta de fatiga,
    defendiendo su barriga
    con las manos por delante.
    Y, ni sé si la sentaron;
    pero antes que se ladiase,
    para que no se golpiase
    ¡ocho balas le atracaron!
    En situación tan amarga,
    fue su triste compañía
    el curita que sufría
    a su lado otra descarga...
    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    ¡Y... humeando y ensangrentaos
    la CAMILA y el amante, cayeron a un mesmo istante
    con los sesos destapaos.
    Ni una boquiada dio el cura
    pero la niña penó,
    y en el vientre le saltó
    tan fiero la criatura,
    que los soldaos dispararon
    de aquel lugar aterraos,
    y dos o tres desmayaos
    sobre los muertos quedaron.
    Al rato a los dos difuntos
    en un cajón los metieron,
    y... ¡quién sabe lo que hicieron,
    antes de enterrarlos juntos!
    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    ¡Mi Dios! en este momento
    me da una corazonada
    de furia desesperada...
    y... yo no sé lo que siento,
    déjame pues respirar,
    que luego continuaré
    y a informarte pasaré
    sobre mi particular.


    Parte segunda
    Pues, como te iba diciendo,
    en cuanto a siguridá,
    la cosa, china, se va
    enteramente frunciendo.
    Ansí, no me aguanto más,
    y sea como se fuere,
    antes de un mes, si Dios quiere,
    alzo moño, lo verás.
    Ya trece años que he troteao
    con tantísimo trabajo,
    cuesta arriba y cuesta abajo,
    me tienen muy resabiao...
    de Rosas y su custión,
    que el diablo se lo llevara,
    con tal que a mí me dejara
    anidarme en un rincón;
    aonde pobre y sin camisa,
    mi alma, teniéndote a vos, viviría, como hay Dios,
    alegre y muerto de risa...,
    con tal que no me sonara
    ni de lejos la corneta,
    y el sable y la camiseta
    ¡a la gran punta arronjara!
    Solo deseo agacharme
    a mi antojo a trabajar,
    y a la hora de descansar
    a tu lado revolcarme.
    Y mas que duerma en el suelo,
    volviendo a mi libertá,
    con la mayor humildá
    daría gracias al cielo...
    Una vez que me libraba
    de esta guerra asoladora,
    que más crece y nos devora
    cuando dicen que se acaba.
    ¡Cristo, Andrea!... ¡si ya estoy
    hasta el pelo de aburrido,
    y caliente, y decidido
    a juirme como me voy!
    Pues aquí, como animales
    el alma echamos sudando,
    día y noche trabajando
    para jefes y oficiales.
    Así se ven de platudos
    estos diablos desalmaos,
    mientras andan los soldaos
    galguiando de hambre y desnudos; que a no ser por lo infeliz
    y sin juerzas que he quedao,
    hasta hoy no hubiese aguantao
    sin hacérmeles perdiz.
    Ya del servicio, por junto,
    ¿qué me resta que esperar,
    sino que me haga matar
    don Juan Manuel? ¿Y a qué asunto?...
    He de aguardar la infinita
    que Rosas nos quiere echar,
    haciéndome difuntear,
    y dejándote viudita?
    Ansí me estoy afilando
    y poniéndote los puntos,
    ¡ay-mi-alma! y por vernos juntos
    el cuerpo me está hormigueando.
    Sólo temo que al disgusto
    de verme tan atrasao,
    y pobre, y descangallao,
    te caigás muerta del susto.
    Ansí un par de calzoncillos
    allá me trajinarás,
    pues los que llevo verás
    que apenas tienen fundillos;
    y eso, porque el chiripá
    medio los ha apadrinao;
    al mesmo que lo ha cuarteao
    mi tirador de aguará.
    ¿Y mi camisa? ¡ay, Jesús!
    si en el campo me acostara
    creo que se me enredara
    encima algún avestruz;
    porque tiene un enflecao
    por faldas, mangas y cuello,
    que si a oscuras la atropello
    se me entra por cualquier lao.
    A mi poncho no le iguala
    el cribo más ojalao,
    y en ancas de remendao
    tiene más ñudos que un tala.
    De ahi tengo una camiseta,
    ¡ah, prenda! ya la verás
    y ansí mesmo dudarás
    si es de encaje o de bayeta.
    Después tengo, y no me pongo
    mi bonete colorao,
    que como no ha pelechao
    está color de mondongo;
    por eso a bocha pelada
    ando como limosnero;
    eso sí, con el letrero
    en la cinta colorada...
    VIVA LA FEDERACIÓN!
    ¡y viva don Juan Manuel!
    ¡ahi-juna! y solo por él
    nos roban el corazón.
    ¡Ay, Andrea! ahora lamento
    lo engañado que he vivido,
    y que muy tarde he venido
    a caer en conocimiento.
    Por ese tenor, recién
    oigo a muchos lamentarse,
    diciendo que el engañarse
    es de hombres; y dicen bien.
    Pero el error es un daño,
    y como en una escritura
    se pone la enmendatura
    cuando se alvierte un engaño.
    También debe en ciertos casos
    el hombre que marcha errao,
    viendo que va equivocao,
    volverse sobre sus pasos...
    Sin deber desesperar,
    porque la vida es muy larga,
    y como se pone amarga
    también se sabe endulzar.
    Es verdá que hay infinitos
    hombres que yo he conocido,
    a quienes les han fundido
    todos los animalitos;
    y hoy andan tan aguiluchos, que da ganas de llorar
    verlos que para pitar
    andan recogiendo puchos;
    y echando el alma en servicios
    de este y aquel general,
    sin que les larguen un rial
    siquiera para los vicios;
    Como hace mi coronel
    don Prudencio el cueriador,
    (yo no sé el Gobernador
    cómo no se fija en él)...
    Que todito el regimiento
    lo ha repartido en pionadas,
    y en sus faenas y cueriadas
    no les da alce ni un momento,
    en las estancias que abarca
    con más de ochenta majadas
    y un sin fin de caballadas
    y esos rodeos que marca;
    luego, en los grandes trigales,
    que hace sembrar y recoge,
    sin que ni en la trilla afloje
    para yerba cuatro riales;
    Y en ese inmenso cueriar
    que en todas partes apura,
    pues ya no hoy vaca sigura
    que él no mande desollar.
    Ansí es que mis ovejitas
    se las vendí conociendo que me las iba fundiendo,
    lo mesmo que las vaquitas;
    que al fin me las manotió,
    porque dir a repuntarlas,
    ni siquiera señalarlas,
    nunca me lo permitió.
    Lejos de eso, en mi campito
    me hizo echar una invernada
    y una tremenda yeguada,
    que ahí lo pelaron lueguito.
    ¿Y qué diablos iba a hacer
    mi suegro, un viejo quebrao?
    ¡Infeliz! ¿ni qué cuidao
    de nada pudo tener?
    Sólo me mandó decir
    con el amigo Fernando,
    que aquello se iba atrasando,
    que si yo podría dir.
    Entonces pensé sacar
    una licencia cortita;
    y esa mesma tardecita
    nos mandaron a ensillar...
    A unos cien del escuadrón,
    con la orden de prepararnos
    para de allí ir a golpiarnos
    a Langueyú del tirón.
    Tan desaviao me encontraba
    que ni tabaco tenía,
    y fui a la pulpería
    a ver si el mozo me fiaba.
    Ahi por desgracia topé
    al coronel muy risueño,
    que me dijo: «tengo empeño
    de hacer trato con usté;
    «y si anda muy atrasao
    hoy mesmo lo puedo armar,
    si usté me quiere largar
    su terreno y su ganao.»
    ¿Qué le iba yo a responder
    a semejante propuesta?
    Me encogí, y de la respuesta
    ya te harás cargo, mujer.
    Y, como me vio blandito,
    me dijo: «vaya, Donato,
    yo quiero que hagamos trato;
    apiesé, echará un traguito.»
    Y ya también lo mandó
    al galope a su ayudante,
    a decirle al comendante
    que ya no marchaba yo.
    De ahi me hizo luego montar
    y a las casas me llevó,
    en donde me engatusó
    sin poderle replicar.
    Por el ganao grande y chico
    me dijo que se alargaba,
    y por todo me pagaba
    a siete pesos y pico.
    Del rancho no me hizo menta;
    pero de ahi por la majada,
    el campito y la manada,
    allí me ajustó una cuenta,
    que me calentó los sesos;
    y sin poder retrucarle
    todo tuve que aflojarle
    por dos mil quinientos pesos...
    Que en papelitos de a cien
    me contó en una mesita;
    y esa mesma nochecita
    él me los ganó también;
    porque empezaron a entrar
    otros hombres al ratito,
    y allí el coronel lueguito
    se puso al monte a tallar.
    Y ansí como por favor
    me dijo: «Juegue, Jurao...»
    que si hubiese reventao
    habría sido mejor;
    Porque ahí estiré la geta,
    y en cuanto nos descuidamos a todos los que apuntamos
    nos hizo el jefe roleta.
    Finalmente, en la jugada
    largué el mono y me apedé,
    y le dije no sé qué
    al coronel, de humorada.
    Quién sabe qué le diría;
    pero él se me retobó,
    y al momento se paró
    con la mayor fantasía...
    Y largándome un escrito,
    me dijo: «Fírmelo usté»,
    y en cuanto se lo firmé,
    replicó: «El trato está listo.
    »Lárguese pronto, Donato,
    al campamento, no embrome;
    si va cortao, velay, tome
    treinta pesos de barato.»
    A unas palabras tan tiernas
    no tuve más que agacharme,
    y como cuzco largarme
    con el rabo entre las piernas.
    Me fui a mi rancho, mamao
    de pesadumbre; y al rato que me dormí, hasta el barato
    me lo habían soliviao.
    Ahí se aumentó mi tristura,
    por lo que entré a cavilar
    y me comencé a secar
    de una fuerte calentura.
    Tal me atrasé, que a la cuenta,
    como allí en el campamento
    todos los del regimiento
    me llamaban «la osamenta»...
    Decidieron el mandarme
    echao sobre una carreta,
    antes que a la Recoleta,
    a este hospital a curarme;
    aonde he tenido la suerte
    en diez meses de arribar,
    a fuerza de forcejear
    tiro a tiro con la muerte.
    Y hoy hacen cinco semanas
    que en buenas carnes me siento,
    aunque a lo zorro aparento
    que ando flacón y sin ganas;
    y solo estoy esperando
    a ño Antonio el portugués,
    que dice que antes de un mes
    se irá, pues ya está cargando.
    Ahi tenés que en su lanchón
    meterá el bulto tu esposo;
    y aguardo ser muy dichoso
    al verte, mi corazón.
    Ansí, Andrea, por si acaso,
    rogale por mí y por vos,
    el que me permita Dios
    llegar y darte un abrazo.
    Conque, será hasta la vista;
    si Dios quiere, antes de un mes
    y por las dudas podés
    tenerme la cama lista.
    Y no me culpés de ingrato,
    porque muy firme en quererte
    es, y será hasta la muerte,
    tu fino esposo...
    DONATO.


    Brindis que pronunció Paulino Lucero el 23 de junio de 1851, en un banquete que dio el señor general Urquiza a bordo del vapor oriental Uruguay, para obsequiar a los señores Dres. don Manuel Herrera y Obes y don Luis José de la Peña, en los primeros días del arribo de estos caballeros al pueblo de la Concepción del Uruguay, al cual también volvió Paulino Lucero precisamente a los 20 años después de que en aquellos destinos, contra el poder de la tiranía, había combatido en las filas del infortunado y valeroso general don Juan Lavalle.

    Costante el gaucho Paulino
    a la patria y al amor,
    a los veinte años, señor,
    vuelve a caer a este destino;
    como patriota argentino
    sólo cumplo mi deber
    viniéndomele a ofrecer
    a Vuecelencia, a mi modo;
    es decir, con cuerpo y todo
    hasta morir o vencer.
    Caigo de Montevideo,
    ya se hará cargo, señor,
    en un apero cantor
    sin más prenda que un sobeo con el mesmo que deseo,
    a pesar de que ando a gatas,
    que nos salga a echar bravatas
    el supremo titulao,
    para de un pial de volcao
    atarle las cuatro patas.

    Al fin, del suelo entre-riano
    la patria en su ley renace,
    contra los esfuerzos que hace
    por sucumbirla el tirano:
    y a ese gaucho bruto y vano
    que en Palermo atemoriza,
    por si acaso se precisa
    algún día coronarlo,
    allá va a redomoniarlo
    don Justo José de Urquiza.
    Y si piensa Juan Manuel
    el pretendiente Corona,
    que se encierra en su persona
    toda la patria y su aquel,
    ya lo verá del tropel
    que le vamos a pegar
    ¡donde pu... untas va a parar
    con todo su poderío,
    si no se turba en el río
    y allí lo hacemos ahugar!


    Urquiza en la patria nueva
    O dos gauchos orientales platicando en los montes del Queguay, el 24 de julio de 1851
    Recibimiento que en el monte le hizo a Morales su amigo y compañero LUCIANO OLIVA.


    ADVERTENCIA
    Clemente Morales en el poema siguiente es uno de los prisioneros del Salto que, protegido por el señor general Urquiza, permaneció en Entre-Ríos hasta que, teniendo lugar el hecho que relata, concurre a él, y va a buscar a su amigo Luciano Oliva, que ha sabido por algunos pasados se encontraba en los montes del Queguay, huyendo de los malos tratamientos que los tiranos de Plata daban a los amigos de la libertad.


    ¡Por Cristo!... amigo Clemente,
    déjese caer: quiero verlo
    y abrazarlo para crerlo.
    ¿Cómo le va?

    MORALES: Lindamente,
    aparcero. ¿Cómo está?
    Ya me ve, en la soledá
    de esta selva, matreriando
    tristemente y lamentando
    día y noche que en mi tierra,
    con esta espantosa guerra,
    ¡ni taperas van quedando!
    Ansí vivo, ya le digo,
    en el monte soterrao;
    y ansí no sé cómo ha dao
    usté, aparcero, conmigo.

    MORALES: Me informé, por el deseo
    que tenía, paisanazo,
    de caer a darle un abrazo
    y mostrar que lo apreceo,
    en la situación precisa,
    pues sabrá que en Paisandú
    queda guapo y con salú
    el Gobernador URQUIZA...
    para que naides se atreva
    a decir que se encogió,
    y a vanguardia no salió
    ¡URQUIZA EN LA PATRIA NUEVA!

    OLIVA: ¡Amigo del corazón!
    por su vida, creamé;
    anoche mesmo soñé
    recebir este alegrón:
    y felizmente el primero
    es usté en darme este gusto.
    ¡Conque ya pasó don Justo!
    ¡Ah, cosa linda, aparcero!
    ¡Viva la Patria! ahora sí...
    de la humillación saldremos,
    y el yugo sacudiremos
    que nos han puesto hasta aquí.

    MORALES: Sin duda; porque las cosas
    demuestran que este verano,
    más que a la fija, paisano,
    se lo lleva el diablo a Rosas,
    en seguida de la zurra
    que debe llevar primero
    acá cierto mashorquero,
    titulado Mama-burra.

    OLIVA: ¡Barajo!... Bien la merece;
    pues a él solo le debemos
    la miseria en que nos vemos...
    y ojalá, amigo, cayese
    pronto el general Garzón.
    ¿Por dónde viene, aparcero?

    MORALES: Pasó por el Hervidero
    con su linda división;
    y hoy me dijo Goyo Siris,
    que al general, al istante,
    con su fuerza el comandante
    oriental don Lucas Piris
    se le había apresentao;
    de lo que me alegro mucho,
    porque don Lucas es lucho
    y jefe muy alentao.

    OLIVA: Cabal que sí: mesmamente;
    y... ¿cuándo pasó la gente
    que trai el Gobernador?
    ¿Hace mucho?

    MORALES: No, señor:
    la madrugada del veinte...
    por causa de cierto mocho
    que enredando la jugada
    hizo atrasar la pasada,
    que pudo ser el dieciocho.
    No hubo más inconviniente
    asigún lo que yo entiendo.
    De ahi, como le iba diciendo,
    la madrugada del veinte,
    la infantería entre-riana
    coronaba las cuchillas,
    y del pueblo a las orillas,
    a el alba, tocando diana,
    rompió la musiquería,
    y cornetas y tambores,
    empezando los primores
    de ese venturoso día;
    ¡y no habían terminao
    las dianas, creameló,
    cuando ya se devisó
    todo el pueblo embanderao!

    OLIVA: ¡Ah, cosa! ¡qué madrugón
    tan lindo y tan de-una-vez.
    ¡A que no juyeron tres,
    le apuesto! y...

    MORALES: Tiene razón.
    Solo de la Polecía,
    disparando a todo apuro
    en un parejero oscuro,
    salió un mozo al ser de día; pero de atrás ¡Virgen mía!
    nuestros linces lo vicharon,
    y cuentan de que dudaron
    si era un jinete o venao,
    y por las dudas, cuñao,
    ahí no más me lo voliaron.
    ¡Mozo vivo, y con maletas!
    (vaya un refrán: sí, señor)
    y con caldera al fiador
    y pistola en las paletas;
    salir haciendo gambetas
    al ñudo, a que lo voliaran
    y por lindo lo pasiaran
    ufano entre la coluna;
    y sin ofensa ninguna,
    que al ratito lo soltaran
    .
    OLIVA: ¿Ese no más disparó?

    MORALES: Ese y otros dos lulingos,
    quizás por lucir los pingos;
    luego, naides más juyó.
    Al contrario, muy contento
    el vecindario enseguida
    a darnos la bienvenida se descolgó al campamento,
    y así que el sol apuntando
    colorió por el oriente,
    ya decidido y valiente
    el general don Servando,
    en esos mesmos istantes,
    rumbiando al puerto pasó
    y al pasar nos saludó:
    lo mesmo sus ayudantes.
    Luego, subió a toda prisa
    después de que se abrazaron,
    y en la playa platicaron
    con el general Urquiza.
    Al rato, la división
    crecida de don Servando
    formó en la plaza aclamando:
    ¡Que viva URQUIZA, GARZÓN,
    VIRASORO y los paisanos,
    y las leyes, y la paz!,
    para lo que yo de atrás
    grité: ¡Mueran los Tiranos!
    Después de Sacrá en la costa
    don Servando se acampó,
    y allí se le reunió
    criollada como langosta.

    OLIVA: Pues, habiéndose resuelto
    don Servando el general,
    a Oribe le ha echao un pial
    de firme y de codo vuelto.
    MORALES: ¡Soberbio! y con su divisa
    anda desde que llegó,
    y mucho que le gustó
    eso al general Urquiza;
    como que todo su anhelo
    de esta ocasión lo ha fijao
    en reunir a su lao
    divisas de todo pelo,
    con tal que quienes las usen
    sostengan la libertá,
    de modo y conformidá
    que de ser libres no abusen...
    Pues hoy en la patria nueva
    la libertá ha de fundarse
    en la ley, sin propasarse;
    y ¡pobre del que se atreva
    en el día a pretender
    manotiar las propiedades,
    ni atizar enemistades
    por opiniones de ayer!...
    Ni andar con celos mezquinos
    o distinciones fatales,
    nosotros entre orientales, o aquellos entre argentinos;
    porque hoy todos vamos a una
    en esta lucha, paisano,
    que es a voltiar al tirano
    Juan Manuel Rosas.

    OLIVA: ¡Ahi-Juna,
    el tigre!... Dios lo bendiga
    al Gobernador Urquiza,
    que esas miras garantiza.
    Ahora, si gusta, prosiga
    relatándome, paisano,
    todo lo que vio por ahi
    al pasar el Uruguay
    el ejército entre-riano.

    MORALES: Pues, sí, señor: como he dicho,
    con la música y la diana
    en Paisandú esa mañana
    se entusiasmó todo bicho,
    de modo que a rumbo incierto
    los vecinos en tropillas,
    los unos por las cuchillas,
    y los otros por el puerto,
    buscaban al General,
    que allí a las ocho del día
    con valor y bizarría
    pisó en la Banda Oriental;
    y las barrancas que solas
    un momento antes se hallaron, al istante se cuajaron
    de armas y de banderolas,
    galeras, carpas, ramadas,
    pingos, soldaos y fogones,
    ruedas, ejes, municiones
    y carretas desmontadas.
    Tal fue el primer campamento
    que el General levantó,
    y allí el pueblo se agolpó
    a recibirlo contento;
    pues, ni bien lo devisaron,
    en cuanto lo conocieron,
    miles de ¡Vivas! se oyeron
    que en el monte resonaron,
    y a los cuales respondían
    las valientes divisiones
    que en numerosos lanchones
    cruzando el río venían...
    a tiempo que, raudaloso
    y de costa a costa lleno,
    corriendo limpio y sereno
    el Uruguay majestuoso,
    en sus aguas como espejos
    retrataba vivamente
    árboles, barcos y gente,
    la costa y los ranchos viejos,
    que en el puerto en multitú
    se han ido desmoronando,
    y allí están atestiguando
    las ruinas de Paisandú:
    pueblo que fue tan lucido
    en un tiempo afortunao,
    y hoy, ni cercos le han quedao...
    ¡tal se encuentra de fundido!
    Ya se ve, con esos Moros
    que ha traido Oribe a mi tierra,
    y con nueve años de guerra
    no van dejando ni toros,
    ni baguales, sí, señor:
    y esta no es ponderación...
    Ahí está Maza Violón
    y otros por ese tenor,
    a cuenta de Federales
    y de Rosistas, ¡barajo!,
    manotiándose el trabajo
    de más de cuatro orientales,
    cuando hay familia que vive
    ¡desnuda, abajo de un cuero!
    porque a cualquier mashorquero
    le larga una estancia Oribe,
    ¡voto al diablo!... y...

    OLIVA: Deje estar
    no se caliente al botón,
    que va a llegar la ocasión
    de podernos desquitar.
    De aquí a unos días, si acaso
    se ofreciere un entrevero,
    entonces sí, compañero,
    le daremos gusto al brazo.
    Concluya, hágame favor, el cuento que ha interrumpido.
    Conque, ¿estaba muy crecido
    el Uruguay?

    MORALES: Sí, señor;
    fue cosa particular
    que la víspera cayó
    una avenida, y creció
    anchamente como un mar.
    Ansí es que tenía el paso
    sus doce cuadras de anchor;
    y ansí mesmo, era un primor
    ver los muchachos que a brazo
    al Uruguay se azotaban,
    de las islas anegadas
    manguiando las caballadas,
    que en tropillas se largaban:
    las que fogosas bufando
    por los remanses venían
    y relumbrosas salían
    a esta costa relinchando.
    Donde vi en cuanto pasó,
    a un mozo todo mojao,
    que a un redomón requemao
    en pelos se le sentó,
    y ya también se agachó
    el rocín a corcoviar;
    y el mozo sin vacilar
    lo soltó, y dijo: ¡andá, vete, y decimelé a Alderete
    que lo vengo a visitar!

    OLIVA: ¡Ah, mozo gaucho, oiganlé!
    ¿conque, no lo solivió
    el pingo, y se le pegó?

    MORALES: Lo mesmo que zobaipé
    pero lo soltó, porque
    quiso moniar el bagual,
    y ya en la Banda Oriental
    ningún bruto corcovea,
    pues bastante bellaquea
    el Presidente Legal.

    OLIVA: ¡Nueve años!... es evidente,
    bellaquiando ha hecho diabluras,
    porque con caronas duras
    no ha sabido hasta el presente
    tironiarlo fuerte un pión
    tan guapo y acreditao, y tan bien apadrinao
    como el general Garzón.
    Velay quien lo ha de amansar
    ahora, del primer rigor;
    no lo dude... Y por favor
    acábeme de contar
    lo que usté sabe y yo inoro
    del Hervidero adelante.

    MORALES: Me olvidaba; ¡voto-alante!
    que el coronel Virasoro
    también con sus escuadrones
    Salto arriba atravesó,
    y de esta banda salió
    atrás de unos quebrallones
    que juyeron campo ajuera
    rumbiando para el Cerrito,
    donde ha de ser lo angostito
    y fiero de la manguera.
    No hay alivio, lo estoy viendo;
    allá va desesperada,
    y ahi muere la Rosinada.
    Además: vaya sabiendo
    de que el comendante Neira
    don no sé cómo se llama,
    mozo que tiene la fama de más guapo que Pincheira
    decidido en la custión,
    dejándole a Oribe el cuento
    se nos vino al campamento
    con todito su escuadrón.

    OLIVA: Quiere decir, aparcero,
    con tanto golpe mortal,
    que el titulado legal
    va por un refaladero.

    MORALES: Y en ancas el comendante
    don Ventura Coronel.
    quiso juir, y de tropel
    me lo arriaron por delante,
    trayéndolo prisionero
    por ser jefe gamonal,
    razón por que el general
    lo mandó soltar ligero.
    De suerte que don Ventura,
    que tendría sus temores
    allá por ciertos primores...
    de verse en una apretura,
    no tuvo nada que hacer,
    ni siquiera presentarse,
    sino venir y largarse
    a dormir con su mujer.
    Ansí, bien dice, aparcero;
    con tanto golpe fatal
    la presidencia legal
    va por un refaladero;
    pues don Costancio Quintero
    (un coronel muy querido)
    también se nos ha venido
    trayendo toda su gente,
    desgracia que al presidente
    debe tenerlo afligido.

    OLIVA: ¿Y Rosas no se vendrá
    a cuartiarlo en el Buceo?

    MORALES: ¡Ah, malhaya! pero creo
    que Juan Manuel lo que hará
    únicamente será
    cacariar como gallina,
    y echar mano a la pretina
    a cada rato en Palermo,
    donde él dice que está enfermo
    y atrasao de mal de orina.
    ¿Cómo ha de arrejar ansí
    enfermo de la vejiga,
    mucho más cuando lo hostiga
    del Paraná el camuatí?
    Pues le asiguro que allí, tan sólo, amigo Luciano,
    del ejército entreriano
    hay siete mil hombres largos,
    que muchos ratos amargos
    tienen que darle al tirano.
    De yapa el gobernador
    don Benjamín Virasoro,
    jefe que vale un tesoro,
    le ha cantao a Rosas ¡flor!
    con un truco apretador,
    trayéndose de Corrientes
    otros siete mil valientes,
    muchachos todos fornidos,
    por la causa decididos
    y contra Rosas calientes.
    Siendo ansí, en esta jugada,
    el tal REY de los Rosines
    no podrá ni con maquines
    escapar de una pelada;
    pues le ha soltao la empalmada
    el gobernador don Justo,
    y lo hará pisar a gusto
    por donde se la dirija,
    y ahí podremos a la fija
    jugar la plata sin susto.

    OLIVA: De por juerza: no hay que hablar...
    ¡Ah, Cristo! gracias a Dios.
    Ahora mesmo vamonós,
    amigo: voy a ensillar.

    MORALES: Aguarde, tome este bayo
    que le traigo, ensilleló
    con franqueza, y monteló,
    siguro que irá a caballo.

    OLIVA: Por supuesto: me hago cargo
    que será resuperior...

    MORALES: Es un pingo de mi flor,
    cuando juega en trecho largo.

    OLIVA: Ansí ha de ser; bien lo veo...
    Velay... monto... y... ya estoy listo.
    Pues, sí, paisano, ¡por Cristo!
    lo estoy viendo y no lo creo.

    MORALES: ¿De veras? pues acá estoy;
    no tenga duda, cuñao,
    y me tiene a su mandao
    para servirle desde hoy.

    OLIVA: ¡Oiga el diablo! y se corrió
    que allá por el otro lao
    me lo habían difuntiao;
    y ansí me lo asiguró
    Rivas, que usté había muerto,
    y...

    MORALES: Ya lo ve que no es cierto,
    asigún yo lo atestigo.

    OLIVA: Me alegro en el alma, amigo,
    después de haberle rezao.
    Ya se ve, habiendo cuadrao
    su ausencia tan dilatada,
    más me pareció fundada
    la triste noticia; ansí
    yo también se la embutí
    al sargento Valdivieso.

    MORALES: ¡La pu... cha digo en el queso!
    ¿Me habré muerto sin sentir,
    o me andaré por morir
    sintiéndome tan buenazo?
    Pero ¡qué! yo no hago caso
    de dizques ni de visiones,
    ni excuso las ocasiones si se ofrece meniar corvo,
    porque nada me hace estorbo
    en la patriada presente...
    a no ser que el presidente
    Mama-burra...

    OLIVA: Quitesé,
    no eche pelos, cubrasé.

    MORALES: ¿Que me cubra dice, amigo?
    ¡La gran pu... nta y truco, digo!
    Me almira el ver que se ríe;
    pues, paisano, no se fíe
    del titulado legal:
    mire que es viejo fatal,
    y que de puro Rosín
    le sirve de comodín
    al Restaurador eterno.

    OLIVA: ¡Otra liendre para yerno,
    el supremo titulao!
    ¿Cómo se habrán ayuntao
    tan de firme esos legales?
    ¿Ha visto diablos iguales?

    MORALES: Siempre a la bruta se ayuntan
    calandrias como esos dos,
    por la razón de que Dios
    los cría y ellos se juntan.
    Pero, ansí mesmo pudiera
    permitir Dios que don Justo
    le atraque a la yunta un susto
    y le corte la collera.
    Con esa resolución
    se ha venido de este lao,
    y con la mesma ha cruzao
    nuestro general Garzón.
    Siendo ansí, por consiguiente,
    como dijo usté, amigazo,
    le daremos gusto al brazo
    cuando un lance se presente,
    pues en tal caso, paisano,
    justo es buscar el desquite.
    ¿Diga usté ahora si el envite
    con Urquiza es?...

    OLIVA: ¡Soberano!
    con tal triunfo quiero a punto,
    y en su caso un contraflor;
    y en cuanto al Restaurador...
    ni por sus tantos pregunto.

    MORALES: Por supuesto, es excusao
    hacer caso de esa maula,
    que de Palermo en su jaula
    está del todo abollao:
    sufriendo de un modo vil
    después de tanta bambolla
    la gran sumida de bolla
    que le ha pegao el Brasil,
    metiéndole al Paraná
    todos sus barcos de guerra...
    a ver sí sale por tierra,
    y en una voracidá
    se asoma a alguna barranca
    el baladrón Juan Manuel,
    y el almirante Grenfel
    le echa un pial por sobre la anca.

    OLIVA: ¡La pu... rísima! ¿Esa más?
    ¡Que vivan los brasileros!
    ahora que a los mashorqueros
    me los apuran de atrás.

    MORALES: ¿De atrás dice? En pocos días
    verá usté que al Miguelete
    por encima de Alderete
    pasa el conde de Cajías
    Y no crea que es balaca,
    que el Imperio con don Justo
    y Montevideo a gusto
    de tres han hecho una baca...
    ¿de tres, dijo?... Me he turbao;
    de cuatro, diré más bien,
    porque Corrientes también
    tiene parte en el tratao
    para voltiar mashorqueros;
    y acá en la Banda Oriental
    el titulado legal
    ha de caer de los primeros.

    OLIVA: Entonces pronto, paisano,
    la costancia y la vitoria
    van a coronar de gloria
    al pueblo Montevidiano.
    ¡Ah, pueblo, amigo Luciano!
    ¿Ha visto? ¡Ocho años sitiao,
    cuerpo a cuerpo ha rechazao
    con sus tropas valerosas
    a todo el poder de Rosas,
    que allí por fin se ha estrellao!
    ¡Y la Uropa!... Pero... ¿qué
    es aquello que negrea
    allá en la cuchilla? ¡Vea!

    MORALES: Ésa es la juerza... parece;
    debe ser, estoy pensando,
    sigún lo que vide ayer...
    esa gente debe ser
    del general don Servando.
    Cabal que sí, mesmamente;
    él es con su división;
    velay, pues, linda ocasión
    de que usté se lo apresente...
    Pues yo tengo que cortar
    acá en esta direción,
    porque al general Garzón
    me le debo incorporar.
    En virtú que con licencia
    por seis días me quedé,
    y el viejo andará, ya sé,
    extrañando mi presencia.

    OLIVA: Ahora sí que me apresento
    dejando de matreriar;
    y ahora sí me haré matar
    por la causa muy contento:
    lo mesmo que debe hacer
    en la presente patriada
    peliando la paisanada
    hasta morir o vencer.

    MORALES : Ésa es la resolución
    que en esta lucha he formao;
    y soy el más ruin soldao
    de la escolta de Garzón.
    Pero él sabe que soy suyo
    como patriota oriental;
    y en no hacerlo quedar mal
    fundo mi gala y mi orgullo.
    Conque, suélteme un abrazo,
    y al largarse, amigo viejo,
    oiga; le daré un consejo
    en amistá, por si acaso.
    «Pórtese bien de esta vez,
    como siempre se ha portao,
    si quiere ser respetao;
    y llegando a la vejez,
    presuma con altivez
    de patriota a toda prueba;
    y al más alto que se atreva
    a no atenderlo, cuñao,
    dígale: «¡YO FUI SOLDAO
    DE URQUIZA EN LA PATRIA NUEVA!

    OLIVA: ¡Qué lindo, déme otro abrazo!

    MORALES: Al momento: tome dos.

    OLIVA: Paisano Clemente, ¡adiós!

    MORALES: Hasta la vista, ¡amigazo!

    Y al galope, como un rayo,
    cuanto le aflojó la mano,
    rompió el pingo de Luciano,
    porque era un pájaro el bayo.
    Clemente también rumbiando
    al Hervidero cortó,
    y esta letra se le oyó
    que iba al galope cantando
    «Jefe supremo Avestruz,
    un gaucho que anda en sus glorias,
    te manda muchas memorias
    del general Santa-Cruz.»Allá va cielo, tirano,
    yo compadezco tu apuro;
    pues en Francia... ¡qué rigor!...
    el tratado... Sepeduro »
    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .


    Cielito patriótico
    Dedicado el ejército correntino, que a las órdenes del señor general Madariaga obtuvo la más completa vitoria en el Riachuelo, escarmentando para siempre a los traidores.

    ¡Otra vez con la vitoria
    se alzó la Correntinada!
    ¡Ah, pueblo fiel y patriota!,
    que no se duebla por nada.
    Allá va cielo, cielito,
    cielito en el Riachuelo;
    los mashorqueros traidores
    clavaron la aspa en el suelo.
    Aquí caigo, aquí levanto,
    anduvieron los patriotas,
    hasta que alzaron el poncho
    y ya se han puesto las botas.
    ¡Ay, cielo, cielo cielito!
    pregúnteselo a Cabral
    si toda su rosinada
    no disparó a lo bagual.
    Con más altivez que nunca,
    otra vez los correntinos
    amenazan al tirano
    de todos los argentinos.
    Cielito, cielo que sí,
    cielo de la libertá;
    a ese pueblo Juan Manuel
    nunquita lo humillará.
    Él pensó que degollando
    y destruyendo a Corrientes,
    podría al fin rematar
    esa cría de valientes.
    Ay, cielo, cielo cielito,
    cielito de la altivez,
    a ver si el degollador
    los sujeta de esta vez.
    Allá en la Laguna Brava
    su mashorca y su gobierno
    ha llevado una sabliada...
    que fue a lamberse ¡al infierno!
    Cielito, cielo y más cielo,
    cielito de la firmeza,
    esa provincia tan sólo
    le ha de dar en la cabeza.
    Cabral, Ramírez y Borda,
    con Virasoro y Galán,
    que salieron a dos laos,
    ¡por aónde diablos irán!
    Ay, cielo, cielo cielito,
    cielito de la mañana,
    puede que ni desensillen
    en lo de Pascual Badana.
    Velay, ansí son los triunfos
    del gaucho Degollador;
    que aquellos que más hostiga
    se le alzan a lo mejor.
    Cielito, cielo y más cielo,
    cielo de Mocoretá,
    nunca el poder del tirano
    se ha de aguantar por allá.
    De aquí a unos días sin duda,
    el general Madariaga
    con un ejército lindo
    ¡hasta el Paraná se traga!
    Cielito, cielo y más cielo,
    cielito de la esperanza,
    si Urquiza escapa de aquí
    puede ir allá en la confianza.
    Ahí anda el Espantadizo
    gambetiando a lo avestruz,
    hasta que de un redepente
    le atraquen en el tus-tuz.
    Cielito, cielo y más cielo,
    cielito como balazo,
    si de acá se va con bolas
    allá le prienden el lazo.
    El general MADARIAGA
    a don Frutos le ha escrebido,
    que por allá a los rosines
    muy fiero los ha tullido.
    Allá va cielo y más cielo.
    Ay, cielo del corralito,
    y le ofrece la pionada
    si tiene algún quehacercito.
    Pues dicen que andan ganosos
    de azotarse al Uruguay,
    a cuerear la rosinada
    que puede salir por ahí.
    Cielito, cielo y más cielo,
    cielito de Yapeyú,
    ¡Cristo, si caen a la encierra
    los gauchos de CAGUASÚ!
    Y dice don Madariaga
    que no precisa tratao,
    pues para matar Rosines
    platicar es excusao.
    Digo, mi cielo, cielito,
    ya empezará el mashorquero
    Juan Manuel, con este apuro,
    medio a fruncir el yesquero.
    Verán si al Restaurador,
    viendo la Correntinada
    ¡sable en mano! y decidida,
    no se le cae la quijada.
    Allá va cielo y más cielo, Digo, mi cielo, cielito,
    bien sabe que Madariaga
    le anda por limpiar el pito.
    Vaya pues la despedida
    a los bravos Correntinos
    que presumen con razón
    de famosos argentinos.
    Cielos. ¡VIVA MADARIAGA!
    ¡y sus bravos compañeros!
    siñuelo de los patriotas,
    terror de los mashorqueros.


    Los compuestos de Gualeguaichú

    DEDICATORIA
    Velay, don Teófilo Urquiza,
    le remito esa versada
    fieramente concertada,
    como escrebida de prisa:
    porque el tiempo lo precisa
    este su fiel servidor,
    para ocuparlo mejor
    día y noche en discurrir
    cómo podré conseguir
    boliar al Restaurador.
    Porque, hallándose orejano...
    es bellaco y altanero, como yo soy de certero
    con las bolas en la mano:
    así es que relincha en vano,
    pues si yo le tiendo el brazo,
    siguro, como balazo
    se las amarro de atrás,
    o lo revuelco ahí no más,
    con el primer chaguarazo.
    Y al punto se lo presento
    «si lo agarro este verano»
    (como dijo un tal Serrano
    comendante de talento).
    En fin, si lo agarro, intento
    dárselo de buena rienda:
    es decir, luego que aprienda
    a cocinar y barrer,
    pues usté lo ha de querer
    para criado de su prenda.
    Por último, mi mayor,
    sólo me resta decirle,
    que siempre para servirle
    me encuentro de buen humor,
    porque usté es merecedor
    de un cariño verdadero:
    así, endeveras lo quiero,
    y en tenerle voluntá
    hasta la muerte será
    firme...
    PAULINO LUCERO.

    Carta noticiosa que desde Entre-Ríos le escribió Rudesindo Morales, caído de la Banda Oriental, a su esposa Pilar Flores, vecina de Chivilcoy, residente en la campaña de Buenos Aires.

    Señora doña Pilar Flores.

    Campamento en Gualeyán,
    paso nuevo de Mangudo,
    a veintitrés de noviembre
    del año cincuenta y uno.

    Mi querida mujer y esposa.

    Mi vida: creo excusao
    el entrarte a relatar
    el modo particular
    como he caído de este lao,
    cuando ha sido tan sonao
    el desenlace triunfal,
    que allá en la Banda Oriental
    terminó el gobernador
    Urquiza, para explendor
    de la CAUSA FEDERAL.
    ¡Ahora sí, mí alma, la cosa
    se le frunce a Juan Manuel!
    y el diablo carga con él
    de una manera indudosa:
    pues la manía lo acosa
    al loco infame traidor,
    y quiere al Restaurador
    ir a echarle un avispero,
    allá al principio de enero
    cuando apriete la calor.
    Y fíjamente, Pilar,
    se le prenden las avispas,
    y el Supremo echando chispas
    se va al infierno a rascar;
    donde podrá lamentar
    la desgracia que ha tenido
    en su ejército fornido,
    que allá en la Banda Oriental,
    para colmo de su mal,
    también se le ha enloquecido.
    ¡Vaya que ha sido completa
    la que don Justo le ha echao,
    con habérsele aflojao
    tan de una vez la chaveta!
    pues la primer manganeta
    que al Supremo le jugó,
    fue el trote que le pegó
    de EntreRíos al Cerrito, contra el poder infinito
    que Juan Manuel cacarió.
    Y cuando ciertas Naciones
    que presumen de famosas,
    le andaban temblando a Rosas
    como al gato los ratones...
    Urquiza sin presunciones,
    con sus criollos de tropel,
    lo Ira aturdido a Juan Manuel
    diciendole: ¡ea, tirano,
    allá va un americano
    a ponerte el cascabel.
    ¡Ah, loco lindo y garboso!,
    ¡como para echarle el resto
    al Restaurador, se ha puesto
    parejito y lindo mozo!
    ¡Lástima a que anda furioso
    con la maldita locura,
    de tal modo que asigura
    que a Rosas va a galopiarlo,
    pelo a pelo, hasta largarlo
    con tamaña matadura!
    Y con igual pretensión
    la paisanada se va
    recostando al Paraná
    lo mesmo que nubarrón;
    de balde ese baladrón
    Supremo dice aturdido,
    que a Urquiza no lo han seguido
    los paisanos argentinos,
    sino unos restos mezquinos
    que del Cerrito han salido.
    Los restos ¿eh?, ¡morderá!,
    no ha de ser chico susto
    el que con ellos don Justo
    a vanguardia le dará;
    aunque Juan Manuel podrá
    salir a ver si lo ataja,
    ya que le da esa ventaja
    de moquillo manifiesto,
    quien a ese bruto ha dispuesto
    pelarlo con su baraja.
    Y entonces va a suceder
    que al echarle un contraflor
    Urquiza al Restaurador,
    fiero se le ha de encoger:
    porque lo ha de suponer
    a don Justo en la embestida
    la cabeza divertida...
    y a Rosas le ha de hormiguear,
    porque don Justo al cargar
    tiene muy mala bebida.
    Ahora mesmo se halla en punto
    cismando con Juan Manuel,
    al cual quiere de un cordel
    zungarlo solo por junto:
    y no lleva más asunto
    de justicia y ambición,
    ni agravio, ni prevención, ni tiene más enemigo:
    a Rosas solo, ya digo,
    va a pegarle un manotón.
    Y yo voy también templao
    por ese mesmo tenor,
    como que el Restaurador
    veinte años me ha traginao:
    y hoy si lo pillo turbao
    lo tengo que atropellar,
    porque le pienso cobrar
    las nutrias que me ofreció
    para cueriar, y si no
    a él mesmo lo he de cueriar.
    ¡Ladronazo, hijuna-pu...!
    así se ve por tramposo,
    aborrecido, achacoso
    y atrasado de salú;
    pero, que aguarde el pacú;
    que don Justo le destina,
    del Paraná, y con la espina,
    si el mal de piedra lo hostiga,
    que se escarbe la vejiga
    y sanará de la orina.
    En fin, me voy calentando
    contra ese diablo, ¡barajo!,
    que ya por un cuesta abajo
    de aquí lo estoy devisando.
    Concluyo pues, y te mando,
    ¡seis pesos fuertes!, ¿qué tal?,
    una buena cuenta igual
    de Rosas no he recibido
    en nueve años que he servido
    solo en la Banda Oriental;
    Y acá, al llegar, esos riales
    nos dio don Justo al momento,
    y hoy corre en el campamento
    la pesería en costales:
    después, a todos iguales
    también nos ha uniformao;
    en fin, hemos pelechao...
    como todo el que viniere,
    si se porta bien y quiere
    servir, sale remediao.
    Con que así, decimelés
    a los amigos de allá,
    que el choclo madurará
    gordamente antes de un mes;
    y bien morrudo, después,
    a Rosas se lo atracamos,
    y a la fija lo aventamos
    lo menos a Ingalaterra,
    y con eso en nuestra tierra
    todos en paz trajinamos.
    Basta de revolución
    y enemistades, Pilar,
    como de hacernos matar por sostener a un ladrón;
    esta es la predicación
    de Urquiza el Gobernador,
    que dice: «al Restaurador
    romperle el mate no más,
    y luego entre los demás
    nada de odios ni rencor;
    «Y que al fin, los mendocinos,
    los riojanos, los porteños,
    los vallistas y salteños,
    puntanos y correntinos,
    unidos como argentinos
    gocen derechos iguales,
    y olviden esos fatales
    celos entre provincianos,
    pues todos somos hermanos
    y argentinos federales.»
    Velay, en ese sentido
    se le oye al viejo explicar,
    porque no quiere juzgar
    a naides por lo que ha sido
    bajo del bien entendido
    que solamente desea
    triunfar, para que se vea
    que la ley se aplique igual,
    y se juzgue a cada cual
    entonces por lo que sea.
    Conque, Pilar, ya podés
    recostarte al Paraná, que yo cairé por allá,
    si Dios quiere, antes de un mes;
    venite, no te turbés,
    verás la güeva tamaña
    con que al Supremo lagaña
    de tanto renombre y facha,
    como al paro, se le agacha
    don Justo en esta campaña.
    Concluyo a la disparada
    esta carta; adiós, Pilar,
    porque vamos a marchar
    y están tocando llamada:
    ¡ay, mi alma, y la caballada
    van arrimando, qué lindo!,
    ¡adiós, mi vida!, a Florindo,
    a mi suegra y a Belén
    dales memorias, mi bien,
    de tu esposo...
    RUDESINDO.


    Cielito patriótico de Ejército Grande de Sud América
    Compuesto por Paulino Lucero para los valientes santafecinos

    En el Ejército Grande
    de este lao del Paraná,
    quiero cantarle un cielito
    a Juan Manuel; y allá va.
    ¡Ay, cielo! del camuati
    ya se soltó el avispero,
    y bien puede en estos pagos
    cantar Paulino Lucero.
    ¡Qué lindo! En la Patria nueva
    el pueblo santafecino
    alzó el poncho, acreditando
    ser federal argentino.
    Cielito, vana esperanza
    la que tuvo Juan Manuel
    de que la santafecinada
    se haría matar por él.
    Ya en los campos del Rosario
    las pampas parecen montes,
    por cien colunas que forman
    en la llanura horizontes.
    ¡Mi cielo! y de lejos brillan
    las armas al resplandor
    del sol en los escuadrones
    de URQUIZA EL LIBERTADOR.
    Desde el día en que pisamos
    la tierra santafecina,
    no ha sido preciso hasta hoy
    ni cargar la garabina...
    Cielito, pues no pretenden
    los valientes Entre-Rianos
    que corra una sola gota
    de sangre entre americanos.
    Este es el mayor deseo
    del gobernador URQUIZA,
    como el de agradar a todos
    sirviendo a quien lo precisa.
    Cielito, y solo pretenden
    (no sé si me engañaré)
    irse al trote a Buenos-Aires,
    voy a decirles a qué:
    Como es moda el regalar
    cualquier prenda en Año nuevo, viene nuestro general
    a trairle a Rosas un güevo.
    Cielito... ¡cosa tremenda!
    de modo que Juan Manuel
    o en Palermo se lo engulle,
    o se atora allí con él.
    Antes de eso, bien pudiera
    decirme el Restaurador,
    de ocho días al presente
    ¿cómo le va de calor?
    Cielito, porque sabemos
    los titulados Salvajes,
    que el Supremo reculao
    anda empacando mensajes.
    ¡Cuarenta y seis mil Rosines
    piensa juntar Juan Manuel!
    Mucho miedo les tenemos
    con un general como él.
    ¡Ay, cielo! si se ofreciere,
    tendremos que lamentar,
    cerrarle un ¡quiero! en su ley
    con un traco rigular.
    Allá en la Banda Oriental
    diez y ocho mil nos largó,
    y URQUIZA con cinco mil
    fue, y se los envacunó.
    ¡Ay, cielo de la victoria,
    cielito de la fortuna,
    así en los cuarenta y seis
    va prendiendo la vacuna!
    El diablo será que al fin
    con estaca y maniador
    a la otra banda del charco
    se largue el Restaurador.
    ¡Ay, cielo, y nos deje el cuento
    después de tanta balaca,
    y las ganas que llevamos
    de asigurarlo en la estaca!
    ¡Ah, Cristo!, ¡quién mereciera
    de esta vez pillarlo a tiro,
    y ahora que está barrigón
    hacerle dar un suspiro!
    Cielito, pero al Supremo
    ya no es fácil apretarlo,
    porque antes la porteñada
    allá quiere embozalarlo.
    A pesar de su sosiego
    el Restaurador Carcoma
    al quinto infierno a dos laos
    salió con Santa Coloma.
    Cielito, y a media rienda
    dicen que rumbea Arnol
    a embarcarse en Mal-paraíso
    en un navío español.
    Finalmente en Santa Fe
    no hay mashorca, ni la habrá:
    todo es gozo y patriotismo,
    entusiasmo y libertá.
    Ay, cielo, de acá a unos días
    a Palermo enderezamos,
    y a la mashorca Rosina
    hasta el choclo le pelamos.
    Echaré la despedida
    en la villa del Rosario,
    para Juan Manuel Vejiga,
    ñato y Salvaje Unitario.
    Mi cielo, y ya los porteños
    sus cadenas vergonzosas
    podrán trozar gritando:
    ¡viva URQUIZA y muera Rosas!



    Rosario, enero de 1852.
    Boletín de Rufo Carmona
    Guardia nacional de campaña en el ejército del sur

    Señora doña Belén Rocalmora.

    Campamento general
    en el paso del Venao,
    a trece del mes de enero
    del año que ha principiao.

    Querida esposa.

    Por Pedro Pablo Galú,
    y por tu carta también,
    ayer supe, mi Belén,
    que andás guapa en la ciudá;
    Y en teniendo vos salú,
    y yo sable y tercerola,
    dejá que corra la bola...
    que lo que ha de ser será.
    Ahora, tocante a tu apuro
    porque vamos de una vez,
    conozco que no debés
    tener un sucidio tal,
    porque el pueblo está siguro,
    sigún dice Pedro Pablo,
    que no le recula al diablo
    esa GUARDIA NACIONAL.
    ¡La gran pu...nta en la mozada,
    que ha salido de mi flor
    con toda la agua de olor
    que usaba y tanta golilla!
    ¡Barajo! en esta patriada
    caliente se ha destapao,
    y tiro a tiro ha mostrao
    lo que vale un cajetilla.
    Por gusto, Belén, te pido
    que a cuantos vos conozcás
    un abrazo... y nada más,
    de parte nuestra les dés...
    Sin tener otro descuido,
    chinita, porque esa gente
    para un ¡truco! es aparente
    y ladina, ya sabés.
    De ahí, dejá que el rengo Lagos
    amague el pueblo, y lo estreche con Rivero y Goyo Leche,
    y toda esa sabandija:
    que ya no se usan amagos,
    pues en el Sur sólo se usa
    atracarles bala y chuza
    y polviarlos a la fija.
    No hay remedio; así es preciso
    quitarles de allá ese estorbo,
    y para eso meniar corvo
    desde acá es muy rigular;
    Y yo no me hago el petizo
    por la Patria en caso alguno,
    ni del Sur gaucho ninguno
    hoy se pretende achicar.
    Al contrario, en estos pagos,
    cuanto llegó el coronel,
    y que supimos por él
    los revoltijos de Flores;
    y que relinchando Lagos
    contra el Gobierno se alzó,
    y a Urquiza se sometió
    junto con otros traidores...
    Corrió el gauchage veloz
    ¡a las armas! y lueguito,
    soberbio, les pegó el grito
    don Pedro Rosas Belgrano:
    «¡A caballo, y vamonós a Buenos Aires, muchachos,
    a probarles a esos guachos
    lo que es un amor tirano!»
    Para esto el valiente Acosta,
    de antemano, reunida
    a vanguardia y decidida
    tenía su división;
    a la cual, como langosta,
    de todas partes le vienen.
    los porteños que no tienen
    ni delitos, ni ambición.
    Verás que desenvainada
    de chuzas y de latones
    le hacemos a esos collones
    antes que se acabe el mes;
    pues solamente a la Indiada
    de sable y de garabina,
    si Lagos la ve, no atina
    para donde juir después.
    De estas verdades deseo
    informarte, prenda mía;
    ansí, oscuro, al ser de día,
    recién humiando el fogón...
    Y a pesar de que no veo
    por estar muy soñoliento,
    de barriga, y muy contento
    te escribo esta del tirón.
    Letra fiera haré, a la cuenta,
    al escribirte, pichona,
    encima de la carona,
    a la alba y a media luz...
    Con una tinta aguachenta
    que de pólvora he formao,
    un papel todo arrugao
    y una pluma de avestruz.
    Así mesmo, unas albricias
    ya me quedas a deber,
    desde que te hago saber
    por mis letras cariñosas...
    las superiores noticias
    que, en todo el Sur decidido,
    marcha el paisanaje unido
    al coronel Pedro Rosas;
    y asigún presumo yo,
    por lo que mis ojos ven;
    de aquí a unos días, Belén,
    por ese lao de Barracas...
    Sentirás el pororó,
    y verás la polvadera
    de toda esa montonera
    que anda allá echando balacas.
    Con que ¡adiós! china, que ya
    están tocando la diana, y de yapa la mañana
    también está frescachona;
    y yo... ¡qué barbaridá!
    sin ensillar... ¡Jesucristo!
    ¡Voto al diablo!... ya estoy listo.
    Tu esposo...
    RUFO CARMONA.


    La tartamuda o la media caña
    Que cantó un corneta porteño para que la bailaran en sus cantones los defensores de Buenos Aires en la noche víspera del 3 de febrero de 1853, cuando amenazó el ex-coronel Lagos que tomaría a viva fuerza la plaza de Buenos Aires.

    A salú de los batallones de Línca de la Guarnición.

    Co... co...mo soy tartamudo,
    pueden dispensar,
    si llego en ciertas coplas
    a tarta... mudear.
    Centinela, ¡alerta! -se oye en el cantón
    a la primera güelta. -Oído y atención,
    cadena y bailar:
    que yo con mi changango
    me voy a explicar.

    Oigan la media caña,
    que las puebleras
    bailan al tiroteo
    de las trincheras.
    A la media noche -o al amanecer,
    los de afuera dicen -que entran... a morder.
    ¡Tum... tum!... ¿qué es eso?
    de los Italianos
    algún bostezo.

    ¡La pu...u...jan...za en la gente
    cruda y amarga!
    que al per..dío..sa..cra..mente
    sale a la carga...
    al trote, de frente: armen bayoneta,
    ruempan el cartucho, ceben cazoleta.
    Dejen, muchachas,
    que espanten de los güecos
    las cucarachas.

    Ma... ma... tías - Tragaldabas,
    también de chulo
    diz que viene a tragarnos:
    miren que cu...
    ... que cuco tan fiero - se nos quiere hacer;
    si se habrá olvidao - que lo hicimos per...
    per... der el rumbo,
    haciéndole de atrás
    chiflar un chumbo.

    ¡Tu..ru..tum...tum!... ¡Ah, hijitos!
    Bailar, muchachas...
    que las guerrillas de HORNOS
    a las vizcachas...
    por que no hagan daño, -al oscurecer,
    de esas castañetas- les suelen hacer.
    ¡Oído!... ¡Bro..co... tón...!
    Ah, comendante Sosa,
    siempre rezongón!

    ¡Qué ruido... voto al diablo!
    a media noche.
    Es la organización
    que dentra en coche.
    Que no me la espanten - de la batería,
    que los teruteros - no armen gritería.
    Ya se han callado,
    y la cómo se llama
    se ha empantanado.

    ¡Ah, mathaya, ese tal
    Goyobotija puntiara!... pe... pero... ¿cuándo
    larga manija?
    Pues, mientras no engorde del todo y peleche,
    y en el pueblo siga - escasa la leche...
    dicen los flaires
    que no ha de entrar el hombre
    en Buenos Aires,

    Doma-gogos nos llaman,
    y ya sabemos
    y ya eso quiere decir
    doma Supremos.
    ¡Alto ahí! artilleros, - cartucho al cañón;
    pie a tierra, y recule la organización,
    que desde Montiel
    nos trai el hereder
    de don Juan Manuel.

    ¡Pu...cha, gauchos mulitas
    esos de Lagos!
    haciéndose aujerear
    en estos pagos:
    aonde diariamente me los difuntean,
    mientras que sus jefes holgados cuerean.
    Y siga el bureo, y la federación
    del manoteo.

    Cuatro diablos sostienen
    esta pendencia,
    porque andan los paisanos
    a la obedencia...
    de los revoltosos - que arman las custiones
    por darle a la hacienda cuatro manotones,
    como están dando,
    mientras los gauchos lerdos
    andan galguiando.

    Y acá cuando se viene
    cualquiera de esos,
    por lo pronto le largan
    quinientos pesos...
    y lindas cacharpas, - sables, tercerolas,
    cuando traen de ajuera apenas las bolas;
    porque no he visto
    gauchos mas desaviaos,
    ¡por Jesucristo!

    Y de yapa, ahí los tienen
    meses enteros,
    rondando a la ciudá
    Como tahuneros, a güeltas y al trote sobre un pingo flaco,
    y sin aflojarles - ni olor a tabaco;
    pues dice Urquiza
    que les dan demasiado
    con la devisa.

    ¡Siquiera allá esos jefes
    tan gamonales
    al mes se les vinieran
    con cuatro riales!...
    a esa montonera de guachos tamberos,
    gritones... ¡ahi -juna! más que teruteros:
    como si a gritos
    quisieran aturdirnos
    los compadritos

    Rotosos, que pretenden...
    ¡Miren qué fachas!
    entrar a manosiarlas.
    ¡Oído, muchachas!...
    ¿Se ríen? me gusta; - ríanse, hacen bien;
    pues dice Melchora - que dice Belén,
    que los puebleros
    no quieren que las pinchen
    los teruteros.

    Que al verle a una porteña
    la cinturita,
    hay nacional que todo
    lo facilita.
    ¿Quién vive? ¡La patria!... ¿Qué gente? ¡El amor!
    Querelos, mi vida - haceles favor.
    Sí, mi alma, dales
    todo lo que te pidan
    los nacionales.

    Esos mozos merecen
    por guapetones,
    que les pongan blanditos
    los corazones.
    Zarandiate, mi alma, - lucí la cadera,
    hacétele un arco, - porteña embustera.
    Ahora mesmito,
    en el betún largale
    un cariñito.

    A esa rubia rosada,
    por darle un beso,
    le pondría a sus plantas
    todo el Congreso.
    Ahora que me acuerdo... ¡Qué fatalidá!
    Escuchen la infausta - triste novedá...
    ¡Jesús, qué pena!
    Atención, atención,
    y hagan cadena.

    Antiyer un sujeto,
    que particulo,
    me dijo cierta cosa
    con disimulo...
    y ya rebenquié - a la calle Larga,
    porque en ese rumbo - sentí una descarga;
    y allí por junto,
    topé un carro cargado
    con un dijunto...

    Hasta encima del lecho,
    lleno de barro,
    y amarrao con torzales
    venía el carro.
    ¡Barajo... qué olor! - cuando me arrimé
    al muerto jediondo - que de Santa Fe
    venía tieso,
    y el carrero me dijo:
    ¡Es el co... con... greso!

    Al fin, con la noticia
    del tal mortuorio,
    se me va apichonando
    el auditorio.
    ¡Jesús, qué tristura! - basta de bailar:
    que ya la guitarra voy a destemplar;
    y me despido,
    porque también me siento
    enternecido.

    Conque, será, patrones,
    hasta mañana;
    y ahora que los cantones
    tocan la diana...
    juerte, vida mía: gritá, corazón,
    ¡que viva!, ¡que viva la federación!
    Vuelta redonda:
    todo el mundo a ese grito...
    ¡Viva! responda.


    Buenos Aires, enero 8 de 1853.
    La sorpresa

    ¿No ha visto, amigo Fajardo,
    del campo en la quemazón,
    el susto con que un ratón
    sale del güeco de un cardo
    como bala de cañón?
    ¿Y el terror que la domeña,
    del fuego en la orilla, ha visto
    cuando una víbora, ¡Cristo!,
    topa con una cigüeña
    y no halla un aujero listo?
    Y un reyuno, si el latón
    llega a oír o la corneta,
    ¿no ha visto cómo se inquieta
    y dispara el mancarrón
    que ni le diablo lo sujeta?
    Pues ni ratón, ni reyuno,
    ni víbora habrá pasao
    susto igual al que me ha dao
    usté al soltarme su albuno,
    para que un improvisao...
    Le haga yo, como si fuera
    el destripar una laucha,
    o pelar solo una chaucha,
    concertar a la ligera
    cualesquier versada gaucha.
    Con todo, de espantadizo
    no me ha de acusar ninguno,
    ni jamás dirá su albuno
    que al verlo me hice el petizo.
    De balde usté de improviso
    por coplas me busca el fallo;
    para hacer versos no es payo
    ni sabe hacerse perdiz,
    aunque es un gaucho infeliz...
    su amigo
    ANICETO EL GALLO.
    POESÍAS INÉDITAS

    Poesías inéditas
    Que Aniceto el Gallo conservaba olvidadas en su cartera

    En la guerra que sostuvo por nueve años la República Uruguayana contra la invasión devastadora y sangrienta del ejército de Rosas, cuando en campaña los jefes del partido de la libertad obtenían algunos triunfos parciales sobre las divisiones invasoras, en Montevideo los guardias nacionales algo gauchos decían: «El jefe tal le ha soplado la viruta en tal parte a tal o cual jefe rosista.» Por ese refrán el Gaucho Aniceto hizo las décimas siguientes en 1848.

    Las virutas
    Como del río Uruguay
    sacan petrificaciones
    de los postes y raigones de tala y de ñandubay ,
    andan diciendo por ahí
    que alguno había sacado
    de un tala petrificado
    una viruta muy ancha:
    la que TAJES en Cagancha
    a Moreno le ha soplado.

    Dice el bravo coronel
    Silveira que, por fortuna,
    a Olid lo espantó con una
    virituta de laurel.
    En esto aparenta aquel
    una equivocacioncilla...
    en cuanto a la virutilla
    y el palo, pues el muy pillo
    bien sabe que de espinillo
    le atracó toda una astilla.

    Solicitud de Aniceto el Gallo ante el ministro de la guerra de quien era edecán en 1853, pidiéndole, una montura para su caballo.

    Señor general ministro.

    Siendo adecán titulao,
    muento a caballo, señor,
    en un apero cantor
    tan ruin y descangallao,
    que adonde bajo el recao
    queda en montón la polilla;
    mientras veo a una tropilla
    de ayudantes charabones
    cargados de relumbrones
    con pistoleras y en silla...
    Bien pues, si soy adecán,
    como me han hecho entender,
    de juro he de merecer
    lo mesmo que a otros les dan; y, como dice un refrán
    que «mama todo llorón»,
    me lamento esta ocasión
    a ver si saco mi astilla
    y me largan una silla;
    que es toda mi pretensión.

    En febrero de 1853, el general Urquiza, con su ejército entre-riano y una escuadra de buques de guerra, sitiaba por mar y tierra a la bien defendida y atrincherada ciudad de Buenos Aires, entonces disidente y segregada de la Confederación Argentina presidida por el referido general, quien tenía reunido su congreso de diputados en la provincia de Santa Fe.

    A bordo de uno de los vapores que hacían el bloqueo hallábase de cirujano un don León Fuentes, natural de Buenos Aires, enemigo de su provincia y por consiguiente muy partidario del general sitiador.

    A ese cirujano Terutero se le interceptó una carta que escribió desde el vapor a un amigo suyo, diciéndole, que, sin falta ninguna, desde el día 2 hasta el 5 de ese mes de enero, el ejército urquizista atacaría las trincheras y entraría a Buenos Aires.

    A esa carta el gaucho Aniceto el Gallo le contestó con las décimas que siguen; y para mayor broma Aniceto se dijo ser primo hermano de don León Fuentes de Chichipea, porque este apellido tenía un gallego medio loco que andaba en Buenos Aires, siempre borracho y bullicioso.

    Véase pues la carta de Aniceto al primo León.

    Carta de Aniceto a su primo Chichipea
    Buenos Aires, 6 de enero.

    Primo: ayer de un chavalongo
    cuasi me has hecho espichar (555),
    esperándote a almorzar
    morcilla fresca y mondongo.
    De sol a sol como un congo,
    arriba de una azotea
    en el güeco de Lorea,
    pasé el día en mi cantón
    por pegarme un atracón
    a tu salú... ¡Chichipea!
    Y al salir de centinela
    cuando iba ya a escurecer,
    como estaba sin comer me le afirmé a la cazuela,
    diciendo: «ya no se cuela
    el primo como desea;
    a bien que él se saborea
    a costa del Director»;
    pues dicen que en el vapor
    estás gordo... ¡Chichipea!
    Pero te alvierto, León,
    que de este año, en ningún mes,
    por el dos ni por el tres
    no entrarás, no, comilón;
    por el SIETE, un arrejón
    quizá más fácil te sea,
    sin que yo espere ni crea
    de tu entrada una palabra,
    aun cuando el siete se te abra
    la dentrada... ¡Chichipea!
    ¡Y, cómo... si las entradas
    al redor de la ciudá
    están con temeridá
    fuertemente atrincheradas!
    y allí, de las esplanadas
    ni el demonio se menea;
    porque tienen por tarea,
    los que mandan los cañones,
    de aventar los comilones
    al infierno... ¡Chichipea!
    Siendo ansí, será mejor,
    primo, ya que sos porteño, que con blandura y empeño
    le digás al Diretor,
    que nos devuelva el vapor
    si acreditarse desea,
    porque es cosa dura y fea
    tragarse un vapor ajeno
    un general que está lleno
    de vapores... ¡Chichipea!
    Hacé, pues, la cosa en calma,
    y si el negocio promete
    te aguardaré por el siete,
    querido primo del alma;
    y así con laurel y palma
    o con bozal y manea,
    de cualquier modo que sea,
    te soplás, acá, León,
    sin hacer un arrejón
    por el siete... ¡Chichipea!
    ¿Qué es eso, primo, qué es eso?
    pues aquí se suena que
    anda ya por Santa Fe
    medio frunciendo el Congreso.
    ¡Valor, primo, y rabo tieso!
    que un León no se asusta al cuhete;
    como toruno acomete sin recelo que te aflija;
    y dentrarás a la fija,
    ¡por el siete, por el siete!
    ANICETO.


    En febrero de 1859, el barón de Maúa hizo un empréstito a la República Argentina, y con ese motivo el gaucho Aniceto escribió estrofas, siguientes.

    La luz de Aniceto el Gallo

    El ruido y barullo de las gateadas ha inspirado a Aniceto la versada siguiente.

    ¡Cancha!que ahí viene la luz
    con el barón de Maguar, platudo que le va a dar
    a la Bolsa en el tus-tuz.
    Ya verán el repeluz
    que de moneda-papel
    hace, sin darles cuartel
    el hombre, con las manadas
    de amarillas y gateadas
    que va a soltar de tropel.

    ¡Oiganle a los corredores
    zaguanes o pasadizos,
    que les compran a chorizos
    onzas a los bajadores!...
    Veremos si esos pintores
    que sueñan con la invasión
    terutera, de un tirón
    y en cuanto les dueble el codo;
    no los piala allá a su modo
    y los revuelca el barón.

    Falta ahora que un tal Bilbao
    que anda allá por San José,
    bailando y mamandosé en el convite mentao,
    venga de nuevo alumbrao
    por don Justo Terutero,
    y nos diga que el lucero
    viene atrás del avestruz
    presidente... y que no es luz
    la del barón brasilero.


    Cuando el Presidente de la Confederación Argentina, doctor don Santiago Derqui, sucesor del general Urquiza en esa Presidencia, invadió con un gran ejército a la provincia de Buenos Aires, que estuvo siete años segregada de la Confederación Argentina, y cuyo ejército invasor fue completamente derrotado por el de Buenos Aires, en la batalla de Pavón, el 17 de setiembre de 1862, se dijo antes de esa invasión que el general Urquiza, ansiando ya volver a ocupar la presidencia, había instigado mucho al señor Derqui para que emprendiera esa campaña, de la cual salieron descalabrados ambos; es decir, el señor Derqui a quien Aniceto el Gallo en su periódico gaucho le llamaba el presidente PAVO, y el expresidente Urquiza a quien también Aniceto le llamaba por epíteto: el general TERUTERO.

    El ejército de línea y la guardia nacional de Buenos Aires, formando un personal de 15,000 hombres de las tres armas, al mando del brigadier general don Kirtolomé Mitre, venció con gran denuedo al ejército del brigadier general don Justo Urquiza, fuerte de 18,000 hombres, tomándole a la bayoneta 31 piezas de artillería, 11 banderas y 1,800 prisioneros, etc.

    La mencionada derrota de Pavón dio mérito a los versos siguientes.

    Maldita credulidad pavuna
    Diz que a un pavo un terutero
    celoso le dijo un día,
    de que, gauchando podría
    gobernar el mundo entero.
    Creyó el pavo chacarero
    lograr empresa tamaña,
    pero no se dio la maña
    que el terutero se dio,
    hasta que al fin lo sacó
    a desplumarlo en campaña.

    Por último, cegatón
    el triste pavo emplumando,
    dicen que juyó galguiando
    de los campos de PAVÓN,
    adonde estaba flacón
    de comer sólo salitre
    ¡chasco será que algún bruitre,
    por ahí le suma la bolla, después de escapar de la olla
    de los soldados de MITRE!


    Al señor Sarmiento

    Poco antes o después de 1844, el señor Sarmiento, actual presidente de la República Argentina, le regaló en Montevideo su retrato al señor Ascasubi, quien veinte años después, en un banquete que tuvo lugar en París, el 4 de julio 1867, le presentó ese su retrato al mismo señor, saludándolo gauchamente como sigue.

    Caballeros y madamas.

    Un cuarto de siglo hará
    a que cerca de la Pampa
    me dio un amigo su estampa
    como prenda de amistá;
    pues ese amigo aquí está...
    y en prueba de que les cuento
    la verdad, velay presento
    su figura con placer,
    para lucirla y beber
    a la salú de Sarmiento.


    Al señor Castelar

    En igual de fecha 1867, y en el mismo banquete, Aniceto el Gallo le dirigió al señor don Emilio Castelar las décimas que van más abajo, y en razón de que dicho señor había tardado algo en devolverle un paraguas que le prestó el primero.

    Con el cuchillo en la mano
    y ojo listo a una botella,
    por si acaso me atropella
    cierto petizo gitano,
    voy a echarle a lo paisano
    un brindis, sin recelar
    que me quiera desafiar
    en seguida don Emilio...
    contra el cual no pido auxilio
    si me saliere a peliar.

    Señores: mucha salú
    le deseo a Castelar,
    y no volverle a prestar
    ni el güeso de un caracú;
    porque tiene la habitú
    mesma de un tal Olascagua, vizcaíno que era en Rancagua
    un rigular pagador...
    pero muy empacador
    para volver un paragua.


    Cuentos mitológicos gauchi-versistas para el álbum de París, agosto 31 de 1868.

    Porque una noche de invierno
    lira en mano se entró Orfeo,
    sin permiso (según creo),
    a calentarse al infierno,
    furioso el rey del Averno
    ya iba a morderlo a la puerta,
    cuando Orfeo, erguido, cierta
    melodía preludió,
    que al Demonio lo dejó
    con tamaña boca abierta.

    Y añaden que el cancevero,
    aquel feroz animal
    que del abismo infernal
    es el terrible portero,
    mansito como un cordero
    vino a Orfeo, lo lambió;
    y luego que te expresó
    su encanto a miradas tiernas,
    con el rabo entre las piernas
    el mastín se retiró.

    Así, de tal lira al son
    divino, los condenados
    fueron también encantaos
    todos; y por conclusión
    de fiesta el fiero Plutón,
    después que tomó una tranca
    con chicha y cerveza blanca,
    salió a refrescarse en coche,
    y a los diablos esa noche
    les hizo dar puerta franca.

    Tales encantos allá
    cuentan... de que Orfeo solo
    no los hizo, pues Apolo
    dicen que fue otra deidá
    ante quien no hubo beldá
    que a su lira resistiera:
    pues, a Venus que le hiciera
    de indiferencia una mueca...
    le haría la zamacueca
    bailar, aunque se frunciera.

    ¡Qué mágicos!... así fue
    el rey David, aquel mentao arpista, que, encamotao
    por una tal Bersabé,
    le anduvo atrás hasta que
    por ingrata la encantó,
    cierta ocasión que la vio
    bañándose en una tina,
    donde con su arpa divina
    el rey le hizo... qué sé yo.

    Llorar pienso que sería...
    lo que le hizo a Bersabé
    David, como al piano usté
    sentir al mesmo lo haría:
    y además yo apostaría,
    para ganar, por sabido,
    que, a David, como a Cupido,
    al diablo, a Apolo y a Orfeo,
    usté los haría creo
    llorar a moco tendido.

    En fin: por si alguno ignora
    el deleite sobrehumano
    con que usté, al tocar el piano,
    embelesa y enamora,
    digo que la encantadora
    Santa Cecilia bendita
    no tendrá, y que necesita...
    para el coro celestial
    una artista angelical
    como es usté, Margarita.


    Invitación que en París, a fines del año 1871, le hizo el gaucho Aniceto el Gallo a un amigo suyo, para que este, con su familia viniese a comer en casa del gaucho Aniceto.

    A mi amigazo el manco.

    Por gusto, amigo Rufino,
    traime la muchachería
    mañana, a hacer medio día
    con un puchero argentino;
    y, como no beben vino
    doña Chepa ni Justita,
    ese ahorro me facilita,
    (¡como quien no dice nada!)
    darles también carbonada,
    arroz con leche y humita.

    De ahí, Manco, por gusto voy
    a darte un choclo cocido, tiernito y muy parecido
    a los que da Chivilcoy ;
    y es ralo, a fe de quien soy,
    el ver un choclo en París,
    como si a la emperatriz
    allá en el teatro Colón
    la vieses con Napolión
    bailando el gato mis-mis.

    París, setiembre 27 de 1871.

    FIN

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             ● Aplicados:

             ● Aplicados:

             ● Aplicados:
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    P2 -
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    P6

             ● Aplicados:
    P7 -
    P8 -
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    P11 -
    P12 -
    P13

             ● Aplicados:
    P14 -
    P15 -
    P16






























              --ESTILOS A PROTEGER o DESPROTEGER--
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      - ENTRE ITEMS - ESTILO LISTA -
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      - ENTRE CONVERSACIONES - CONVS.1 Y 2 -
      1 - 2 - Normal
      - ENTRE LINEAS - BLOCKQUOTE -
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              TEXTO DEL BLOCKQUOTE
      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
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              FORMA DEL BLOCKQUOTE

      Primero debes darle color al fondo
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      - Quitar
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      - BLUR NEGRO - 1 - 2
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      - Quitar -

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      BLUR NEGRO - 1 - 2
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      - Quitar
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      - BLUR NEGRO - 1 - 2
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      - Quitar -



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      - BLUR NEGRO - 1 - 2
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      - Quitar
      - DERECHA NEGRA - 1 - 2
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 -
      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar
      - DERECHA - 1 - 2
      - IZQUIERDA - 1 - 2

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar
      - TITULO
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      - IZQUIERDA - 1 - 2

      - BLUR NEGRO - 1 - 2 - 3
      - BLUR BLANCO - 1 - 2 - 3
      - Quitar

      - TODO EL SIDEBAR
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      - BLUR NEGRO - 1 - 2 - 3
      - BLUR BLANCO - 1 - 2 - 3

      - BLUR INTERNO - NEGRO - 1 - 2
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      - Quitar

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     √

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      - DERECHA - 1 - 2 - 3
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