Publicado en
junio 27, 2010
Había una vez, en un pueblo, dos hombres que se llamaban Joaquín González. Uno era sacerdote, el otro... un pobre taxista. Quiere el destino que los dos mueran el mismo día.
Entonces llegan al cielo, donde les espera San Pedro:― ¿Tu nombre? -pregunta San Pedro al primero.― Joaquín González.― ¿El sacerdote?― No, no... yo era taxista.San Pedro consulta su planilla y dice:― Bueno, te has ganado el Paraíso. Y por lo tanto te corresponden estas túnicas de seda con hilos de oro y esta vara de oro con incrustaciones de rubíes. Puedes pasar.― Gracias... gracias... ―dice el taxista.Pasan dos personas más, y luego le toca el turno al otro Joaquín, quien había presenciado la entrada de su paisano y homonimo.― ¿Tu nombre?― Joaquín González.― ¿El sacerdote?― ¡¡Síiiiiiiiiiiiiiiii!!― Muy bien, hijo mío. Te has ganado el Paraíso. Te corresponde esta bata de poliester y esta vara de plástico.El sacerdote dice:― Perdón... no es mamada, pero... ¡debe haber un error...! ¡Yo soy Joaquín González, el sacerdote!― Sí, hijo mío... te has ganado el Paraíso, te corresponde la bata de...― ¡No..., no..., no puede ser! Yo conozco al otro señor, era un taxista, vivía en mi pueblo, ¡era un desmadre como taxista! Se subía a las aceras, chocaba todos los días, una vez se estrelló contra una casa, conducía muy mal, tiraba los postes de alumbrad― No, no es ningún error -dice San Pedro-. Lo que pasa es que aquí en el cielo ha llegado la globalización con sus nuevos enfoques administrativos. Nosotros ya no hacemos las evaluaciones como antes.― ¿Cómo?... ¡No entiendo...!― Claro, ahora nos manejamos por objetivos y resultados. Mira, te voy a explicar tu caso y lo entenderás enseguida: Durante los últimos cincuenta años, cada vez que tú predicabas la gente se dormía; ¡¡¡ahhhhh!!!, pero cada vez que el taxista conducía, la gente rezaba y se acordaba de Dios; luego entonces, ¿quién vendía más nuestros servicios?... ¡¡¡el taxista!!!... Aquí Nos interesan resultados, hijo mío... ¡RE-SUL-TA-DOS!