EL MITO DEL CANTO DE LAS SIRENAS
Publicado en
marzo 21, 2010

En Crystal River, Florida (EEUU), se puede observar a los manatíes (Tríchechus manatus) en su entorno natural.
Por Loli HernándezDicen que tres meses después de que Colón descubriera el Nuevo Mundo, el cuaderno de bitácora registró: "El día previo, cuando el almirante fue al río del Oro, vio tres sirenas en la superficie del mar. No eran hermosas como se pintan, aunque tenían algo en la cara de humanas." Hoy en día se sabe que las míticas ninfas que durante siglos alimentaron las leyendas de los navegantes no eran sino fruto de su imaginación, que, confundida por la bruma marina, dio apariencia humana a pequeños grupos de manatíes.
Muy lejos no andaban, sin embargo, aquellos exploradores, pues las hembras de estos herbívoros -los únicos mamíferos acuáticos que lo son completamente- no sólo presentan una cola aplanada en forma de cuchara -similar a la que se suponía a aquellas figuras-, sino que, además, tienen pechos con los que amamantan a sus crías sosteniéndolas con las extremidades anteriores, de la misma manera que una mujer hace con su bebé. También es posible que al mito contribuyera su medio de comunicación, unos sonidos de frecuencia corta perceptibles por el oído humano y que pudieron ser interpretados como cantos de sirena.Los manatíes gustan de las aguas cálidas, desde la costa caribeña, hasta el golfo de México o la costa oeste de África, entre otras, y en todas ellas muestran el mismo carácter tranquilo y pacífico. Es de movimiento lento y pasa la mayor parte del tiempo flotando en la superficie, por eso es tan susceptible de ser impactado por lanchas a gran velocidad, ya que, por su tamaño, no es capaz de esquivarlas. De hecho, junto con la pesca, el aumento de embarcaciones en su habitat natural empieza a ser una de las principales causas de mortalidad de esta especie que nunca conoció otro enemigo que el hombre. Quizás algún día éste aprenda a vivir sin prisas, como el manatí, y pueda disfrutar en calma de su dulce canto.Fuente:
REVISTA INTEGRAL - ENERO 2008