SOMALIA Y EL GATO DE SCHRODINGER
Publicado en
febrero 28, 2010
Por Francisco Proaño ArandiLa evolución de la situación de Somalia se parece, cada vez más, a la búsqueda del mítico gato de Schrodinger, experimento fantástico ideado por el científico de este nombre para demostrar que nada es real, "salvo si se observa”.
Schrodinger quiso probar que en el universo de la mecánica cuántica, que es perfectamente verdadero, las leyes habituales de la física dejan de funcionar y los acontecimientos pasan a estar gobernados por probabilidades. Para ello postuló el encerramiento de un gato vivo y un frasco de veneno dentro de una caja cerrada, tomando en cuenta que existe siempre una probabilidad exacta del 50% de que un átomo de una muestra de material radioactivo se desintegre en un cierto tiempo. Todo está preparado de tal modo que si ocurre la desintegración radioactiva, el frasco se rompe y el gato muere. John Gribbin describe así el experimento:...sin mirar dentro de la caja podemos decir, tranquilamente, que el gato estará vivo o muerto. Pero ahora nos topamos con lo extraño del mundo cuántico. Como resultado de la teoría, ninguna de las dos posibilidades abiertas al material radioactivo, y por tanto, al gato, tiene realidad, salvo que sea observada. La desintegración atómica ni ha ocurrido ni ha dejado de ocurrir; el gato, ni ha muerto ni ha dejado de morir en tanto no miremos dentro de la caja para ver lo que ha pasado. Los teóricos que aceptan la versión ortodoxa de la mecánica cuántica, dicen que el gato existe en cierto estado indeterminado, ni vivo ni muerto, hasta que un observador mire dentro de la caja para ver cómo marchan las cosas.
Los sucesos en Somalia han tomado, tal como lo que puede suceder con el gato de Schrodinger, un rumbo indeterminado, donde las probabilidades de una u otra verdad existen exactamente en un 50%. Todo es real y, a la vez, nada es como parece. La verdad puede desplazarse en un determinado sentido por un cierto lapso y, al mismo tiempo, ser incesantemente rebatida por otra clase de certidumbre incontrastablemente contraria. Todo distribuido por partes iguales, en un 50 por ciento.La embajadora de los Estados Unidos en la ONU, por ejemplo, Madeleine Albright, ha señalado que los Estados Unidos se encuentran en Somalia para construir la nación, una nueva Somalia. Tal declaración contradice el objetivo primero de la misión militar humanitaria realizada por las fuerzas de Estados Unidos y otros países bajo el paraguas de la ONU: una misión que era eminentemente de carácter humanitario, para contrarrestrar los efectos del hambre y restablecer la paz. El Secretario de Defensa, Les Aspin, reduce el papel de esas fuerzas a unos cuantos objetivos de seguridad. Y, sin embargo, la realidad, que refuta las declaraciones de Albright (que serían de todas formas una distorsión del objetivo original), se corresponde, exactamente, con lo dicho por la embajadora norteamericana.REVERSION DE UNAS METAS
Las metas de la intervención de la ONU en ese país africano eran, sobre todo, ayudar a la población hambrienta a sobrevivir, a salvarse, en una situación extrema en que el Estado y toda forma de convivencia civilizada habían desaparecido, dado el despedazamiento del país entre clanes enfrentados con las armas. Somalia era, en diciembre de 1992, una tierra de nadie, un espacio disputado a sangre y fuego por los llamados "señores de la guerra", parecido, más que a una realidad del siglo XX, a esos lapsos post-históricos caóticos que en algunos thrillers norteamericanos deben suceder a la hecatombe nuclear: hombres sin más ley que la del más fuerte, hambre, destrucción, violencia, deformación, enfermedad, muerte.
Tal realidad, no obstante, podía haber sido otra, indeterminada, si alguien la hubiese observado:1) la desintegración en clanes no era más que un efecto retardado de lo que el mismo Occidente había sembrado: los grupos guerrilleros configurados para luchar contra el incipiente régimen prosoviético de Mohamed Siad Barré, quien luego, en 1977, rompería de todos modos con la URSS, dado el apoyo militar brindado a Etiopía en el conflicto por el disputado enclave de Ogaden;2) al momento de la intervención de la ONU, con un mayoritario y prominente componente norteamericano, las facciones en pugna estaban cerca de lograr un acuerdo, que habría servido de base para la reconstrucción del país. La intervención hizo trizas esa posibilidad racional y los acontecimientos posteriores, es decir, la modificación de las metas originales (de humanitarias a la imposición de una paz que no toma en cuenta los puntos de vista de las facciones en pugna, una suerte de "protectorado" de facto), vuelven sospechosa la génesis íntima y última de la misión multinacional. Cabe recordar que la reversión de Barré en contra de la URSS se produjo en un momento delicado de la política internacional. Tras la ruptura con Moscú, Somalia no recibió, como esperaba, la ayuda militar occidental, perdiendo finalmente Ogaden. Esa guerra perdida condujo a Somalia al aislamiento internacional (pronunciamiento favorable a Etiopía de la Organización de la Unidad Africana de 1980) y a la descomposición interna, como resultado, ésta última, de la bancarrota económica.Pero por otra parte, Somalia ocupa una posición estratégica vital en la perspectiva de los Estados Unidos, tanto en lo que respecta al control de la ruta del petróleo del Golfo Pérsico hacia Occidente, como para el manejo de cualquier crisis de envergadura en el Océano Indico. Ello comprueba el permanente interés militar de los Estados Unidos en ese país del Cuerno de África, subrayado, en plena crisis de Afganistán, por la concesión somalí de la base Berbera para las fuerzas norteamericanas de despliegue rápido (agosto de 1980).El rumbo de la crisis somalí iría complicándose a lo largo de los años ochenta, entre el derrumbe inflexible de la economía, el acentuamiento de la pobreza y el hambre llevados a extremos críticos, la llegada de cientos de miles de refugiados de Ogaden y la consolidación de los partidos de la oposición, críticos por igual de la situación interna y de la política internacional de Barré. Luego del violento derrocamiento del régimen, la situación seguiría deteriorándose habida cuenta de la falta de arreglos entre las facciones en pugna por el poder. La intervención de las tropas de paz de la ONU perseguía, ante todo, crear condiciones para que la ayuda humanitaria internacional pudiera llegar a la sufrida población y coadyuvar a las fuerzas políticas somalíes a lograr un proceso de reconciliación o, al menos, de reconstrucción nacional.REALIDAD INDETERMINADA DE UNA INTERVENCION
El carácter inédito de la misión de la ONU subrayaría el carácter del nuevo mundo de la postguerra fría: la emergencia de un solo poder hegemónico y los intentos por reorganizar ese mismo mundo con arreglo a la cosmovisión e intereses de esa sola hegemonía (Nuevo Orden Mundial). Las cámaras fotográficas de las principales agencias de noticias del orbe esperarían el momento del desembarco de las tropas norteamericanas, haciendo parecer el puerto de Mogadiscio un verdadero set de televisión.
Los niños somalíes muertos de hambre, sus esqueléticas madres, se constituían en algo así como el escenario macabro de fondo que justificaba el desembarco, pero lo verdaderamente importante era "lo otro", esa realidad indeterminada del Nuevo Orden que parecía concretarse, que pasaba por fin del universo simbólico de las palabras a la esfera concreta de la realidad.Pronto, el contenido de la misión multinacional comenzaría a distorsionarse. De humanitario, el papel de los soldados del contingente norteamericano pasaría a represor de los somalíes en armas, en especial de los pertenecientes a la Alianza Nacional Somalí (ANS), que dirige uno de los antiguos señores de la guerra: Mohamed Farah Aidid.Esa distorsión causaría fuerte malestar y graves fricciones en el seno mismo de las fuerzas de paz. Por lo menos, el mando de las tropas italianas no tardaría en manifestarse abiertamente opuesto a la política de los norteamericanos, provocando una crisis diplomática entre Washington y Roma.En este sentido, la meta de los estrategas del Pentágono se parece más al reverso del propósito original (humanitario) de la intervención: construir una nueva nación en Somalia; pero, ¿cuál será el carácter de esa nueva nación? Aidid, principal oponente de los norteamericanos en Somalia, parece haber puesto el dedo en la llaga al declarar que las tropas de la ONU "deben limitarse a facilitar el restablecimiento de la paz entre los somalíes".Esta reversión de los objetivos originales se acentúa incluso a nivel semántico: del lema primero de la misión multinacional, "Restaurar la esperanza", se ha pasado al de la operación militar "Ojo sobre Magadiscio".Pero en la búsqueda del gato de Schrodinger, esa indeterminada nueva nación somalí, los Estados Unidos han ayudado a construirla, pero de un modo inverso a sus planes y a sus intereses estratégicos. En el proceso del enfrentamiento con los norteamericanos, la ANS de Aidid ha ido fortaleciéndose, y su líder emerge como una verdadera opción de poder en el país. Es decir, la nación ha vuelto, o está en trance de reconstruirse, y, de algún modo, los norteamericanos, sus antagonistas, se han visto obligados a dialogar (seguramente en secreto) con él (episodio de la liberación del suboficial capturado, Mike Durant).LA REALIDAD SUSTENTA LA IRREALIDAD
Este paso de la realidad del Nuevo Orden a la irrealidad de un orden emergente y adverso, se ha visto comprobado por los últimos trágicos acontecimientos en Mogadiscio. Ya en junio, los enfrentamientos entre las tropas de paz y los guerrilleros somalíes cobraron la muerte de 24 "cascos azules", en aquella oportunidad, pakistaníes. Finalmente, los días 3 y 4 de octubre, se produciría una batalla en toda la línea, en la que morirían unos 12 soldados norteamericanos, quedarían otros 75 heridos y unos cuantos capturados. Las imágenes de cadáveres de soldados de Estados Unidos arrastrados en las calles de Mogadiscio y la vacilante comparecencia del piloto Mike Durant, prisionero de guerra de Aidid, estremecerían sin duda al público norteame-ricano.
Sectores influyentes de la opinión pública comienzan a criticar duramente este traspaso de la intervención humanitaria a una forma de intervención política y militar. Muchos se preguntan el por qué de la presencia norteamericana en una Somalia que ya no parece responder a los intereses estratégicos vitales de los Estados Unidos.El presidente Clinton, en su intervención en el seno de la Asamblea General de las Naciones Uni-das no hizo alusión alguna al Nuevo Orden Mundial. En cambio, reiteró que seguirá apoyando las operaciones para el mantenimiento de la paz de la ONU, pero siempre que los objetivos sean claros y comprometan una acción internacional compartida. Con respecto a los reveses en Somalia, Clinton decidió incrementar unilateralmente el número de efectivos norteamericanos: unos 1.700 más y unos 7.200 marines emplazados frente a la costa somalí. Al mismo tiempo, anunció que las tropas de ese país se retirarían de Somalia para el 31 de marzo del año próximo. Algo difícil dadas las circunstancias y la proximidad del vencimiento de ese plazo.En síntesis, la realidad de la postguerra fría se ha vuelto más que nunca indeterminada en Somalia. Todo puede ser un 50% tal como se preveía y un 50% al revés, igual que en el experimento de Schrodinger. Entre el caos y los enfrentamientos, y como resultado de éstos, se consolida una fuerza nacional capaz de reconstruir aquello que todavía no existe: un verdadero Estado Somalí. Mientras estas líneas se escriben, Estados Unidos parecen aprestarse a una escalada mayor de intervención en Somalia, una expedición punitiva que rebasará el marco de la operación ordenada por la ONU. Demasiado tarde, y movida por la decisión de Washington de retirarse el 31 de marzo, la ONU comienza a buscar tropas de paz de reemplazo en otros países, particularmente árabes.Todo ello con un trasfondo inequívoco: la acentuación de un enfrentamiento más amplio, histórico, entre Occidente y el fundamentalismo islámico. No en vano los suministros de armas y pertrechos provienen, parecen provenir, de Irán y Sudán, países con regímenes fundamentalistas. Según fuentes estadounidenses, operarían redes iranies a través de Sudán. El poder de fuego de los hombres de Aidid impresionó a los expertos militares de la ONU. De acuerdo con esas mismas fuentes, Aidid tiene en su entorno a una fuerza de élite de unos 300 ó 400 hombres, veteranos de la guerra civil y de las luchas contra el ex presidente Barré, apoyados por partidarios armados que podrían llegar a unos 1.000 ó 1.500 hombres.Estados Unidos se encamina a una acción de mayor envergadura en Somalia. En este sentido, la tecnología de guerra, superior, de manera inequívoca de los norteamericanos, podrá derrotar, seguramente, a las fuerzas de Aidid. En esta forma, la realidad se impondrá a la irrealidad, pero por la fuerza. El Nuevo Orden hace agua por diversos costados. El gato de Schródinger podrá al cabo ser encontrado, pero a condición de que la verdadera realidad sea verificada. Entre tanto, sigue siendo un enigma, una criatura fantástica, como la verdad de una hegemonía que, enarbolando un discurso humanitario y pacificador, debe convertirse crecientemente en una fuerza de intervención, cuyos móviles, legítimos o no, tienden a confundirse en la incertidumbre de la cuántica política del mundo posterior al derrumbe del sistema soviético…