PABLO DE ROKHA, O LA DESMESURA, A LOS 30 AÑOS DE SU MUERTE
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febrero 28, 2010
Una fuerte polémica sostuvo Neruda (en la foto con Matilde Urrutia) con De RofikaPor Jorge Enrique AdoumPablo de Rokha era imagen de la desmesura: su retrato más completo, real o imaginario, era el que lo presentaba entrando a caballo en una taberna, posiblemente en Talca, ciudad de donde se trasladó a Santiago. Era, la que él fundó, una familia de artistas, con su esposa Winefit, poetisa -en diversas antologías importantes, no figura de Rokha, pues condicionaba su autorización a que ella fuera incluida-, su hija Lukó, pintora, otros hijos (nueve, de los cuales dos murieron muy pequeños) poetas, particularmente Carlos. Se decía -pero de Pablo de Rokha se han dicho tantas cosas, tantas tontas- que al único hijo que no era poeta le prohibió, por ello, llamarse de Rokha, debiendo conservar los verdaderos apellidos ocultos de la familia, Díaz Loyola, y me atrevería, casi, a afirmar que fue él quien lo acompañó al suicidio, en septiembre de 1968. Admirar a.-de Rokha suponía colmarlo de adjetivos desmesurados y, automáticamente, negar a Neruda. El escritor: chileno Carlos Droguett había recomendado a Carlos Barral que publicara a de Rokha, y dado que el editor y poeta español le confesara no saber quién era y que su comparación con Neruda le había sorprendido, le respondió: Que Ud. me confiese no conocer a Pablo de Rokha es tan flagrante y terrible como si yo le confesara no conocer a García Lorca (aunque la comparación no es valedera, pues estimo que García es un niño de tetas comparado con Pablo) y decía de él que era el más grande poeta de mi tierra, de América y seguramente de la lengua castellana [...], la voz lírica más grande, más profunda, más trascendental que ha nacido en este continente después de Walt Whitman. Ambos forman un extraordinario y genial dúo poético, el más permanente, el más actual, el más clásico y revolucionario de: la poesía lírica mundial. Y, para reforzar su juicio, a fin de que no pudiera atribuirse a una suerte de patriotismo poético, copia en la misma carta, la opinión de León Felipe sobre De Rokha: "Pablo de Rokha es no solo el más grande poeta de América, sino el más grande poeta de la lengua castellana del siglo XX".
Yo lo recuerdo épico, torrencial, desbordado, desorbitado, profeta sin profecía poética, comunista excluido del Partido en 1940 ¿por su ruptura con Neruda?, hablando, discutiendo, comiendo y bebiendo, insultando y escribiendo ferozmente, todo en exceso. (Hubo una fiesta en su casa, en Santiago, por el matrimonio de su hija con el poeta Mahfud Massis, de quien Juana de Ibarbourou llegó a decir que era el propietario absoluto del adjetivo. Tras la ceremonia, la joven pareja subió al primer piso, y los invitados oíamos, desde la planta baja, entre torrentes de vino y montañas de viandas temblar la casa, como una escena del Antiguo Testamento). Lo había visto en Quito, en 1943, como embajador cultural itinerante nombrado por el presidente Juan Antonio Ríos, exhibiendo sus libros en una mesa en su pieza de hotel, decepcionado de la humanidad, en general, que no reconocía su genio, y furioso porque los lugareños no conocíamos sus obras: ni Satanás, ni Suramérica, ni Escritura de Raymundo Contreras., ni Jesucristo, ni Morfología del es-panto, ni siquiera Los Gemidos -donde un Neruda adolescente había encontrado Un impulso hacia la raíz trascendente del hecho, una mirada que escarba y agujerea en el esqueleto de la vida y un lenguaje humano, de hijo de mujer, un lenguaje exacerbado, casi siempre sabio, de hombre que grita, que gime, que aulla...-, simplemente porque no existían en las librerías del país. Lo doloroso (porque censurable lo fue antes de que apareciera Confieso que he vivido, de Neruda) era que hubiera dejado, frecuentemente, de lado su gran poesía para dedicarse a escribir libelos contra el otro Pablo, a quien acusaba de haberlo plagiado, siendo el más conocido y extenso, Neruda y yo, de 1955, exactamente veinte años después de Aquí estoy: primer documento literario que conozco sobre la querella Neruda-de Rokha-Huidobro, poetas los tres, renovadores de la poesía los tres, chilenos los tres, comunistas, cada uno a su manera y con periodos dé militancia variables, los tres. No sé de cuándo databa la historia de una conferencia de Neruda, en Santiago, interrumpida por un grupo de partidarios de Pablo de Rokha, primero con gritos de Viva de Rokha, muera Neruda, luego con una agresión física mediante la cual le arrebataron las páginas que leía, las rompieron y se las arrojaron a la cara. Una vez terminado el alboroto y ante un público sorprendido, Neruda habría sacado otros pape les de un bolsillo, diciendo: Yo, como me esperaba que esto sucediera, traje una copia, para seguir leyendo entre aplausos. (Aunque los partidarios de Huidobro eran, al parecer, menos beligerantes o llevaban adelante su guerra solo por escrito, me parecía hermoso que la gente se peleara por poetas y concepciones diversas de la poesía y no por líderes y grupos políticos como en mi país.) Venía de lejos la querella, puesto que Aquí estoy -ese texto feroz que Neruda jamás incluyó en ninguno de sus libros y que tampoco figura en las ediciones sucesivas de sus obras completas- se publicó en París en 1938 pero está fechado en Barcelona en 1935. Las referencias a de Rokha son vagas, anecdóticas, difíciles de comprobar; para entender las alusiones a Huidobro, quien se había definido a sí mismo como antipoeta y mago, cabe recordar que había traducido al francés algunos de sus poemas de El espejo de agua para la revista Nord-Sud que dirigía el poeta Pierre Reverdy, amigo suyo, con quien polemizaría después, no acerca de la paternidad del Creacionismo, según Guillermo de Torre, sino sobre quién fue el primero en emitir los conceptos y teorías ligados a dicho ismo. Reverdy insistía en que vio llegar a Huidobro a París como "un ignorante audaz, dispuesto a quedarse con todo lo ajeno". En 1925 Huidobro fue raptado por pocos días, acto que nunca quedó claro: la propia víctima daba versiones vagas y sus enemigos lo atribuyeron a fines publicitarios. La ferocidad del larguísimo texto de Neruda contra ambos alcanza dimensiones que van mucho más allá de los pocos versos que cito por ser los más directos:Tengo llenos de pétalos de luz los testículos,/ tengo lleno de pájaros el pelo,/ tengo poesía y vapores,/ cementerios y casas,/ gente que se ahoga,/ incendio en mis veinte poemas/ en mis semanas y en mis caballerías/ y me cago en la puta que os mal parió/ derrokas, patíbulos,/ vidrobos,/ y aunque escribáis en francés con el retrato de Picasso en las verijas (1) / y aunque a menudo robéis espejos y llevéis a la venta/ el retrato de vuestras hermanas,/ a mí no me alcanzáis ni con anónimos ni con saliva. [...] De nada vale vuestro nombre de pila traducido al francés,/ como convinche al juda cursi [?], de nada vale venir de Talca dispuestos a ser genios,/ os mato,/ os mato con espumas y sacrificios./ Os meo/ envidiosos, ladrones/ hijos del hijo de la suegra de la puta [...]/ Mientras el mundo se surte de llantos a cada lado,/ y los trabajadores y los alcaldes crujen de sangre,/ mientras el mapa se sobrecoge entre las sábanas/ y las angustias hacen crecer los cabildos,/ hay literatos de siniestras caras,/ ladrones verdes,/ payasos de feria,/ miserables de Talca,/ descubriendo odios, fabricando pequeños plagios (2),/ enviando anónimos que la peor enferma de histeria rechazaría,/ disfrazados de comunistas,/ náufragos y fecales,/ y mientras a la mamá sacan dinero/ viva el comunismo/ dicen las letrinas, mientras el mundo nace y cae/ sólo el odio y la envidia crecen en las uñas/ y se preocupan de denunciar, de mancillar/ los hediondos. [...] porque su sangre de sobacos sucios/ será fuente de víboras siniestras,/ porque hasta ellos llegarán a morderlos,/ hasta las piedras agonizantes del desprecio,/ hasta el de Talca convincente espanto/ llegarán algunos días con cuchillos/ diciendo: Antes que hables y publiques devuelve cabrón del aire/ lo que robas,/ los aguafuertes, los óleos, los pesos,/ ladrón de camaradas,/ hipo de cerdo [...]. Muerte, muerte, muerte,/ muerte al ladrón de cuadros,/ muerte a la bacinica de Reverdy,/ muerte a las sucias vacas envidiosas/ que ladran con los intestinos cocidos en envidia./ Huid de mí podridos,/ haced clases de estética y callampas./ Haceos raptar por scouts finlandeses,/ mercachifles hediondos a catres de prostituidas/ pero a mí no vengáis/ porque soy puro,/ y con la garganta y el alma os vomito catorce veces [...]Jamás, en una amistad de casi treinta años, me habló Neruda de sus enemigos. (Ni siquiera me habló de ese crítico ecuatoriano que ha dicho que en mi libro Las uvas y el viento no hay más que seis páginas de verdadera poesía, de lo que me enteré en sus memorias póstumas). Debo creer que sus desahogos escritos le bastaban y he querido explicarme la violencia de los textos beligerantes de Neruda -hay cerca de cuarenta años entre los dos- por la tenacidad e insistencia con que el otro lo combatió: en sus memorias habla de cuarenta años de persecución literaria. Pero al añadir que esa solitaria batalla fue la de un hombre contra su propia sombra, ya que yo nunca tomé parte en ella parece olvidar el fuego cerrado de artillería que fue Aquí estoy. Aunque era difícil llegar a querer realmente a Pablo de Rokha, me dolió su muerte, con ese dolor especial que causa aquella de la que uno se entera mucho después de sucedida. (Me dolió su vida, también, cuando me enteré, por Gonzalo Rojas, de que de Rokha hablaba de átomos desesperados que nos hicieron hombres.) Su muerte asumió, en realidad, todos los caracteres de un asesinato, pues fue la resultante natural y lógica de una larga trayectoria de aislamiento, de destierro, de anonimato, de vacío letal forjado con silencio y astucia..., dice Droguett. Y me dolieron las páginas dedicadas a Perico de los Palothes por Neruda en Confieso que he vivido, escrito exactamente veinte años después de Neruda y yo, aunque lo haya hecho obedeciendo a un imperativo de época y de localidad: Neruda gozaba de una celebridad universal ratificada por el Premio Nobel, mientras al otro solo lo reconocían algunos fervorosos de su poesía en su país -en ella están las raíces de Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, Enrique Lihn...- y, muchos menos, en el continente, y acabó con su vida, vaya uno a saber por qué, porque eso no se sabe nunca. (Y en septiembre de este año coincide el trigésimo aniversario de la muerte de Pablo de Rokha con el vigésimo quinto de la de Pablo Neruda.) Y la justificación de Neruda, de que lo hizo porque una gran cordillera de odio atraviesa los países de habla española, ¿cabe tomarla también como una confesión? ¿no tiene toda cordillera dos vertientes?Al releer ahora estos párrafos hallo cierta similitud de actitud vital, en desacuerdo con la vida, y hasta una similitud poética -que tiene de Whitman y de la Biblia- entre de Rokha y León Felipe, con la diferencia, inmensa, de que este último se mantuvo siempre apegado a la gran tradición formal de la poesía española, a la que le añadió ritmos caudalosos, de sonoridad milenaria y nueva a la vez.(1) Que yo recuerde, los poetas latinoamericanos de quienes Picasso hizo el retrato fueron solo Huidobro y Vallejo.(2) El gran poeta Vicente Huidobro, que adoptó siempre un aire travieso hacia todas las cosas, me persiguió con sus múltiples jugarretas, enviando infantiles anónimos en contra mía y acusándome continuamente de plagio.... Pablo Neruda: Confieso que he vivido, Buenos Aires, Editorial Losada, 1974, p. 386.