JORGE EDWARDS: EL ESCRITOR ES UN IDIOTA ILUMINADO
Publicado en
febrero 28, 2010
Por Mili Rodríguez VilloutaTuve que demostrarles a unas chicas españolas que "los escritores sí existen", en Washington, en un seminario sobre política y literatura de varios meses en la Universidad de Georgetown, la jesuítica Universidad de Clinton. En la clase anterior, una colega suya propagaba la especie de que lo único que existe es el texto. Que "los textos se escriben solos", me dice Jorge Edwards mientras se ríe de la idea con una chispa de miel y tabaco en los ojos.
A su -habría que decir aristocrático- apartamento cerca del centro de Santiago se llega a bordo de un ascensor "belle époque" enrejado, como un cubo con espejos que se multiplican inquietantemente. En un barrio de anticuarios y hoteles de cuatro estrellas, el lugar tiene un halo de los años 60. Algo pop. Aunque la apoteósica biblioteca admite toda la batería tecnológica -ordenador, fax y contestador- del escritor de fin de milenio.Aún bajo los efectos de una cena enjundiosa en la embajada mexicana, que lo limitan estrictamente al consumo de té, mucho té, sus gestos tienen la estética del Edwards que vivió la mitad de su vida en el servicio diplomático.¿Es el mismo Edwards, Ministro Consejero de Neruda en París, el que se peleó con Fidel Castro junto a una nocturna mesa de billar en La Habana, el amigo de Vargas Llosa y Octavio Paz, el Edwards refugiado en Barcelona que fue execrado hasta hace poco por los intelectuales de la "gauche" por su libro Persona non grata?Por lo tanto, la próxima edición norteamericana de esa novela de no-ficción viene precedida por un prólogo de Octavio Paz y exclamaciones de Arthur Miller, Anthony Burgess, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante y Graham Greene.Y sus últimos textos, Adiós poeta -memorias de Neruda-, y el libro de cuentos Fantasmas de carne y hueso, han sido éxitos de lectura y crítica en España, Argentina y Chile.SU INGENUA AFICION
Ahora la gente sólo quiere estudiar business -comenta-, así es que cuando llegan a clases de literatura, tú dices este gallo ya está con el morbo adentro; éste ya se embromó.
―¿Sus cuentos tienen "morbo"?―Tienen el morbo de la literatura, que es un buen morbo. Tienen el morbo del tiempo que ha pasado. La angustia y al mismo tiempo la nostalgia. Y el eros. Yo creo que este libro (muestra la lujosa edición española de Fantasmas...) tiene eros y thanatos. Algo como fantasmagórico.―¡Qué pasa con lo fantasmagórico?―En realidad, eso está sobre todo en una novela mía que se llama "El museo de cera". En el centro de esa historia hay como un gran silencio, un tiempo detenido totalmente. Hay un conde cornudo, en carroza, en un mundo de suzukis.―Hay una imagen suya de un seductor.―Soy un hombre casado. Mi mujer ahí yace, con gripe, -dice con un gesto que abarca el edificio, el barrio. Y no se explaya mayormente, aunque saca una especie de libro con guapas fotos suyas que se llama Jorge Edwards, novela inédita para ambos sexos, 1962, Colección Los Nostálgicos y los Becados, Serie Las Despedidas. Es obra de su fallecido amigo "el Queque Sanhuesa". Ahí se afirma que "todos los días pasaba él de musa en musa y por las noches, continuaba practicando su ingenua afición..."Pese a la ternura de Adiós, poeta, a Neruda lo recuerda sin contemplaciones. Con un estilo Sommerset Maugham de "no te preocupes, nadie te va a extrañar": Era muy jodido, era mañoso, era miedoso. En París, si llegaba un coronel del ejército lo teníamos que ir a buscar. Yo le decía 'no te preocupes, puedo ir yo, puede ir un secretario, no tienes que ir tú'. 'Sí -me decía-, ¿y si se van peleando?"―Estaba siempre aterrorizado, tenía miedo por ejemplo si había un banquete, de que fallaran las flores, que no llegara la gente, que no pusieran bien la mesa. Me llamaba a las seis de la mañana. De la escandalosa pelea entre pablo Neruda y Pablo De Rocka -que aún desvela a los cronistas de Chile- afirma que "De Rocka tendría que esperar sentado en el infierno a que Neruda lo perdone". "Le devolvemos la mano a la vida"―Usted tiene como dos lados: el de la ficción y el del memorialista.―Mi uso de la memoria consiste simplemente en jugar con ella. Contando una historia real lo que hago es escribir una cosa que no es ficción, pero a la manera como se escribe una novela. En cambio cuando hago literatura, trabajo con una memoria que distorsiona, una memoria distorsionada. En este libro (muestra la lujosa edición española de sus cuentos) hay personajes como una niñita de Dickens, como salida de una novela del siglo XIX, desharrapada, esas niñitas desharrapadas y bonitas que hay en esas novelas.―Parecida a la niñita que raptó el duque de Feria.―(Se ríe). O como la "Cosette" de Víctor Hugo. Pero también hay personajes que salen casi directamente de la realidad.―¿Y qué pasa con los "modelos" reales?―La gente siempre se equivoca: creen que es una persona y normalmente no es. Nunca le achuntan. Casi nunca, no se dan cuenta, y se ponen muy nerviosos, mi familia se puso nerviosísima.―¿Hay una cierta venganza del escritor al hacer este tipo de juegos?―Yo creo que sí. Que los escritores en la narración nos vengamos de muchas cosas. Le devolvemos la mano a la vida. Por mi último libro de cuentos, las feministas me han crucificado. Dicen que veo a las mujeres como objeto de deseo. Yo digo que sería triste que no las miráramos así de vez en cuando. Ahí hay reencuentros de gente que no se ha visto en veinte años y que terminan siendo encuentros eróticos, porque lo libido es imaginación, también.―Y porque el tiempo es tan raro...―A mí siempre me interesó el tema del tiempo en la escritura. Siempre. Y el tema, por lo tanto, de la memoria, que es lo que te relaciona con el pasado. Yo siempre pensé que una memoria muy profunda te conduce a la fantasía.INVENTOS DE LA MEMORIA
¿Le interesa más la memoria que la invención?
―Es que creo que la memoria inventa. La memoria es invención, es la mamá de la imaginación.―Por lo tanto, debe tener una relación privilegiada con Proust.―El problema es que Marcel Proust no se atrevió a hacer una novela realmente autobiográfica, porque quiso ocultar su homosexualidad. Entonces Albertina, que es un Alberto -todo el mundo sabe ahora que era su chofer-, no funciona como personaje. Si hubiera contado un amor homosexual, imagínate... Proust tuvo que esperar que su mamá se muriera para publicar su libro. Cuando lo leí, pensé: ahora hay que escribir novelas en que el peso de la memoria real sea natural, donde el paso de la memoria real a la inventada sea espontáneo; tú pasas porque quieres, porque la dinámica del hecho te lleva a eso, pero no porque tienes que disimularle algo a tu mamá, digamos.―¿Cuánto corrige?―Lo que pasa es que me carga que algo sea demasiado literario. Tengo un cuento que se llama "El pie de Irene", y estuvo años guardado en un cajón. Era demasiado literario. Ahora lo agarré y lo hice coloquial. Por ejemplo, aquí se dice "la Irene", como se dice en Chile, y en la primera edición decía "Irene", sin artículo. Eso te cambia toda la atmósfera del cuento. En ese sentido el autor no existe, como dicen los teóricos, porque cualquier cambio introducido en el texto altera todo el equilibrio, produce alteraciones en todas partes, como terremotos.―Una cosa cósmica―Tengo que hacer con mucho ciudado el ajuste de Persona non grata. Los editores norteamericanos son terribles, dicen qué es esto, quite esto acá, quién es este personaje. Yo siempre pienso que el escritor es un idiota. Un idiota iluminado.FIDEL SE ESTA PARECIENDO A MELGAREJO
―¿Cómo ve ahora a Fidel Castro, lo ha visto otra vez?―No, lo he visto en televisión, muy en vivo, cuando fue a España para el 12 de octubre. Era un poco patético, te voy a decir. Porque eran todos unos señores de civil, y tú veías a un señor de uniforme, lleno de medallas, con galones, con barras. Parecía el más formal, el menos revolucionario de todos. Se veía como estos dictadores latinoamericanos del siglo XIX, se está pareciendo a Melgarejo. Un anacronismo. Francamente, un anacronismo. No es que le tenga pica, no le tengo ningún rencor por este asunto que pasó en Cuba; me olvidé de lo que pasó en Cuba.―¿Y él?―Bueno, él hizo comentarios muy divertidos. Estaba conversando con un político chileno -creo que fue Carlos Altamirano quien me lo contó- y hablaban de Chile, del golpe, y de repente la mirada de Fidel Castro cayó sobre Persona non grata, que estaba todo marcado con papelitos. Y Fidel dice: "Bueno, yo naturalmente estas cosas no las leo"... Hubo un momento dramático para Fidel, cuando tuvo que anunciar el fracaso de la zafra azucarera de diez millones de toneladas. Lo vi cansado, ojeroso, nervioso, afectado, y pensé que por la ciudad ha pasado algo parecido también, porque la veo más descascarada. En esos días, Fidel estaba con un grupo de peruanos, y ahí un escritor amigo mío, que me contó que Fidel se acercó y le dijo a un grupo de personas: "¿Me han visto ojeras ustedes? Porque el maricón de Edwards dice, que yo tengo ojeras".―¿Se convirtió en el fantasma de Fidel?―Parece, más que él en fantasma mío. García Márquez me contó que una vez conversando con Fidel, estaban haciendo la crítica de cosas que pasaban en Cuba, que la economía andaba mal en esto, mal en esto otro, y entonces Fidel dijo: "Bueno, entonces quiere decir que Edwards tenía razón"―Pero dura, Cuba, ¿no?―...Una cosa que les ayuda -aparte del tremendo control político y militar- es que el líder de los cubanos de Miami es Pinochet...―¿Usted conoció a Cabrera Infante cuando fue encargado de negocios en Cuba?―Yo conocí a Cabrera Infante fuera de la isla.―Se supone que los escritores son como una familia.―Sí, son como una familia, todos se conocen, van a las mismas fiestas, pero es una familia llena de peleas internas, en que el hermano está peleado con la hermana, el primo con la prima y etc., una familia muy peleadora, díscola y complicada.―¿Con quién se ha peleado fuerte?―Con el que estuve muy peleado, porque no le perdoné una cosa, y decidí que no se la podía perdonar, fue con Ariel Dorfmann. Porque Ariel Dorfmann es el único que dijo que ese libro (Persona non grata...) estaba dictado por la CÍA. Ni él se lo creyó. Yo le dije: ahí sí que no, y años después llegó a decirme "no, Jorge, lo que pasa es que en ese momento tú y yo estábamos equivocados". "No", le dije yo, "tú estabas equivocado". Así es que no me pareció suficiente la explicación. Pero ahora que saqué este libro se lo mandé diciendo bueno, que mantener peleas durante décadas, no me parecía... Esa ha sido mi única pelea de verdad, porque yo no me peleé con García Márquez, a pesar de tener posiciones diferentes; nos vemos de vez en cuando por aquí, por allá. Su mujer no me perdona. No me perdona ese libro, ni ciertas pullas que yo le he pegado a García Márquez de repente, porque escribí un artículo cuando él sacó el premio Nobel contando que antes, nosotros hablábamos mucho de política y de repente empezamos a hablar de música clásica, y a escuchar sonatas. Ahora tenemos buenas relaciones, sin que yo pueda decir que somos verdaderamente amigos.PODRIAS ESCRIBIR HAMLET
¿Y con quién ha sido verdaderamente amigo?
―Bueno, a Vargas Llosa yo lo conocí en París el año 62, en unos programas de radio. Yo siempre pensé: este gallo sabe mucho, este gallo lee muy bien, y después resultó que era novelista. Y de La ciudad y los perros, nada menos. Esa novela sacó roncha, el éxito saca roncha, y el éxito de Mario fue así. Fuimos muy amigos y somos muy amigos aún, aunque la gente a veces piensa que yo -como Mario es inaccesible y yo estoy más a la vista- soy como el emisario suyo en la tierra; yo no soy su emisario. Lo veo una, dos veces al año, siempre conversamos, pero no lo sigo tanto. Hay muchas coincidencias, básicamente en la crítica a la revolución cubana, en la crítica de eso que se llamó el socialismo real.―Estuvieron en minoría mucho tiempo.―Mucho tiempo, no sé si seguimos en minoría, no sé, no tengo idea. Pero claro, fue una tremenda pelea, a Mario ya no había cómo boicotearlo, a Octavio Paz tampoco, pero yo ahí pagué los platos rotos, porque era mucho más fácil boicotearme a mí. Hubo una editorial alemana a la que Carmen Barcells le anunció "Te estoy mandando Persona non grata de Jorge Edwards", y recibió respuesta inmediata: "no nos mandes ese libro, ya sabemos de qué se trata". Estaban todos cuadrados. Porque tenían muchos autores cubanos. Preferían tener a Alejo Carpentier, a Nicolás Guillen, que tenerme a mí. Eso pasó, ya pasó. Ahora hay una vuelta de esa corriente, pero es muy fregado haber escrito ese libro. Complicado, porque pasas a ser el autor de Persona non grata. Podrías escribir Hamlet y seguir siendo el autor de Persona non grata.