¿A DONDE LLEVA LA AUTORRUTA DE LA INFORMACION?
Publicado en
febrero 28, 2010
En la red se puede meter de todo: noticia interesante o trivial, pseudociencia, filosofía seria o charlatanería, religión o política
Por Mario BungeSe habla mucho sobre la autorruta de la información. Internet está haciendo más conversos por día que los partidos políticos o las iglesias, con la posible excepción del Islam.
El fervor de algunos es tal que ya se habla de infoadicción (o redalcoholismo) en un pie de igualdad con la drogadicción, el alcoholismo, el tabaquismo y el casinismo.No todos los observadores piensan lo mismo: otros creen que se trata de un nuevo "hobby" o pasatiempo, al igual que el ajedrez o el juego de azar. Pero se olvida que la pasión arrolladora por el ajedrez o por el juego puede ser tan destructiva como la adicción a las drogas.Santiago Ramón y Cajal, fundador de la neurociencia moderna y eximio ajedrecista, dudó un momento entre dedicarse profesionalmente al ajedrez o a la ciencia. Lo pensó a fondo y concluyó que el ajedrez, con ser un pasatiempo inteligente y apasionante, es improductivo. Gracias a esta sabia decisión dio a luz a la ciencia moderna en España. (Para provocar a mis amigos hispanófilos, digo que en España no hubo ciencia propiamente dicha a.C, o sea, antes de Cajal).En todo caso, lo cierto es que hay un número creciente de gentes cuya existencia gira en torno a la red de información. No se sienten vivos si no envían por lo menos diez mensajes electrónicos por día, no pasan algunas horas sin buscar novedades en la red (surfing) y sin poner al día su home page (página doméstica o rincón electrónico).¿Cómo se explica este fervor cada día más extendido? Un lego, como quien esto escribe, dirá acaso que hay seis motivos principales.Primero.- La red procura una cantidad inmensa de información: es la universidad más universal y barata del universo, aunque ciertamente no la de mayor calidad.Segundo.- La frecuentación de la red da prestigio: es chic e indicadora de juventud. Quien no pasa horas surfing es un fósil, un rústico, un ganapán.Tercero.- Surfing es más cómodo que visitar museos, asistir a conciertos o conferencias y viajar.Cuarto.- Cualquiera puede introducir sin costo su propia home page para exhibir su sabiduría o su sentido del humor, o simplemente para desahogarse.Quinto.- La red permite hacerse de conocidos e incluso amigos de la noche a la mañana.Sexto.- La frecuentación asidua del ordenador es un refugio de problemas domésticos y de trabajo. Los corresponsales electrónicos ofrecen un apoyo que, aunque ficticio, reconforta.Hay, pues, varias razones para rendir culto a Internet. Y tienen aún más peso que las razones que aducían los aficionados de radio entre las dos guerras mundiales. También ellos solían pasar horas enteras operando sus aparatos, intercambiando noticias casi siempre banales y formando amistades ilusorias a distancia. También ellos solían refugiarse en altillos, a salvo de conflictos familiares y de trabajo. Y también ellos conseguían con poco esfuerzo amistades fáciles.A su vez, los aficionados a la radio tuvieron precursores: los adictos al teléfono. A propósito: el primer "los" de la oración anterior es correcto, pero el segundo no. En efecto, la mayor parte de los radioaficionados eran hombres: las mujeres preferían el teléfono. Pero tanto hombres como mujeres buscaban lo mismo: comunicación.Esto nos lleva al problema central: ¿a dónde condúcela autorruta de la información? Hay dos respuestas extremas a esta pregunta.Una respuesta es que la novísima autorruta nos está llevando a una sociedad más culta, cohesiva, solidaria y democrática.Según esta tesis, la frecuentación masiva de la red llevaría a una sociedad en la que la información, de la que se dice que es la moneda más valiosa de nuestro tiempo, se distribuye gratuitamente. Más aún, en la sociedad que está emergiendo cada cual podría tener miles de compañeros con quienes ayudarse mutuamente.¿Es verdad tanta belleza? Sólo en parte. Veamos por qué.En primer lugar, información o mensaje no es lo mismo que conocimiento. Internet difunde no sólo verdades, sino también falsedades e incluso mentiras, pero sobre todo banalidades. Por esto es causa frecuente de indigestión informativa, dolencia tan molesta como la indigencia informativa.En la red se puede meter de todo: noticia interesante o trivial, ciencia o pseudociencia, filosofía seria o charlatanería, religión o política, arte o pornografía, relatos verídicos o fábulas. Una de las fábulas recientemente difundidas por Internet, es la siguiente: los bomberos que apagaron un incendio de bosques en una montaña californiana habrían encontrado, entre las cenizas, los restos de un nadador provisto de gafas, aletas e incluso tanque de oxígeno. ¿Cómo fue a parar a la montaña? Respuesta: le llevó un avión bombero, de esos que recogen el agua en vuelo rasante. Pronto se comprobó que ésta no era noticia sino broma de un infoadicto.Los abusos de este tipo seguirán ocurriendo, porque la red no está ni debería de estar sometida a censura. En este aspecto, Internet no se distingue de otros medios de comunicación masiva.Todos estos medios se distinguen de las publicaciones científicas, cuyo material es pasado a filtro antes de ser publicado. El filtro es tan severo que las revistas científicas de circulación internacional no publican sino una fracción de los trabajos que reciben.En Internet no hay filtro: pasa tanto basura como joya. No hay filtro porque no hay estándares y porque la decisión de publicar o no queda librada al arbitrio del individuo, sin discusión con colegas ni, menos aún, con maestros. La libertad de expresar es total, a diferencia de lo que ocurre en las demás circunstancias. También es total la anarquía intelectual: las informaciones no vienen organizadas en sistemas.Precisamente debido a la ausencia de estándares y de sistematicidad, Internet no podrá desplazar a la biblioteca, pese a las profecías que se vienen propalando desde hace años. Es verdad que los infoadictos apenas tienen tiempo para leer libros que no versen sobre ordenadores o sobre redes de información. Pero el hecho es que, en las librerías, los estantes dedicados a estos temas son cada vez más voluminosos. Algunos de ellos profetizan la desaparición del libro.En resumen, la autorruta de la información no lleva a ningún lugar fijo. Transitando por ella se puede aprender algo (no mucho), comunicarse (incluso en exceso) y escapar durante un rato a lo que el presidente argentino Hipólito Yrigoyen llamaba "patéticas miserabilidades". Nos lleva a dondequiera queramos ir, menos a lugares reales.No puedo terminar sin confesar humildemente que ningún miembro de mi familia está de acuerdo con lo que acabo de escribir: los cinco se burlan de mi resistencia a enchufarme en Internet. Pero yo me vengo haciéndoles notar que el tiempo que ganan intercambiando información valiosa lo pierden leyendo o escribiendo trivialidades. Al fin y al cabo, ni los grandes problemas ni las soluciones profundas se inventan tecleando.