MANUEL CHOLANGO: YO SOY UN ARBOL, TU TAMBIEN
Publicado en
enero 24, 2010
Por Rodrigo Villacís
Antes de la IV Bienal de Cuenca nadie conocía aquí a Manuel Cholango; pero como el César de la historia: vino, vio (vimos, más bien, lo que está haciendo) y venció. Según la crítica, sus instalaciones no sólo eran lo mejor de ésta sino de todas las bienales que han tenido lugar hasta ahora en la capital azuaya: entusiasmaron, emocionaron, inquietaron al público, y en cierto momento enfurecieron al personal del Museo de Arte Contemporáneo, porque una de sus obras, con agua y pescados podridos, no olía precisamente a rosas...
― ¿De dónde salió Manuel Cholango?
― De Quinchucajas, provincia de Imbabura; un caserío, o mejor un chocerío, donde nací en septiembre del 51.
― Nadie había oído De ti, y De pronto apareces como una revelación...
― Es que vivo y trabajo en Alemania, donde sí me conocen un poco.
― Pero hay otros artistas ecuatorianos que viven también en el exterior y De quienes sí tenemos noticias.
― Yo no he hecho caso De promocionarme.
― Pero ahora te animaste...
― Wilson Hallo, que me encontró en Europa el año 92, cuando yo estaba haciendo un performance con música de Mesías Maiguashca gestionó para que yo viniera a la Bienal y me apoyó la Lufthansa.
― ¿Cómo te sientes después De esta experiencia en el Ecuador?
― Contento, porque Yo tenía mis dudas y veo que sí hay gente aquí que aprecia mi obra, aunque algunos se molestaron.
― ¿Por qué trajiste instalaciones y no pintura?
― porque quería presentar algo que impactara.
― ¿Cómo comenzaste?
― ¿Has visto a esos niños indígenas que pastan borregos en las lomas? Así era yo. mi papá trabajaba en el campo, cultivando la tierra y mi mamá tejía ponchos, bayetas, y Yo desde chiquito le ayudaba. mis abuelos habían trabajado en la hacienda De los Bonifaz, me han contado, por el lado De Cayambe. por ahí mismo había una escuela donde aprendí a leer. me puso una hermana De mi mamá, con más posibilidades. después pasé a el Quinche, Pero volví a Cayambe, para matricularme en el tercer curso De secundaria.
― ¿Te gustaban los estudios?
― Sí y tenía mucha facilidad; pero como mi lengua era el quichua pataleaba con el español, lo cual hacía que mis compañeros se rieran de mí.
― ¿Has olvidado el quichua?
― Un poco, porque no lo practico sino cuando vengo al Ecuador y voy a visitar a mis padres; pero es una de las seis lenguas que hablo: el francés, porque viví en Francia dos años; el inglés, porque estudié en Inglaterra con una beca; el italiano, porque t
― Dices que eras buen estudiante; pero ¿te inclinabas por alguna materia en particular? ¿Hay algo en tu infancia o adolescencia que hiciera presumir tu dedicación al arte?
― no, sacaba buenas notas en todo. por eso un sacerdote quiso conquistarme para la carrera religiosa, Pero Yo no acepté y más bien me vine a Quito con una familia De apellido Benavídez, emparentada con mi profesor De matemáticas. Esa familia me recogió y prácticamente me prohijó. Entonces me matricularon y estudié en el colegio Mejía. Pero como la cabra tira al monte, aprovechaba todos los días De vacaciones para correr a Quinchuquí.
― ¿En qué te especializaste?
― en Físico―matemáticas, y aunque ya sentía como un lejano llamado del arte estudié en la Universidad Central la carrera De Geología y Minas, más bien por presión familiar. Decían que eso iba a ser muy remunerativo, porque comenzaba en el Ecuador el llamado boom del petróleo.
― ¿Entonces, eres ingeniero?
― Sí, de Minas. Cuando me gradué, el gobierno británico me dio una beca, en el 76 ó 77, para hacer un curso de postgrado en el Instituto de Geología y Ciencias de Londres. Pero cuando terminé ese curso, que duró año y medio, me había decidido más bien por
― ¿Te cansaste tan pronto De la geología?
― lo que pasó fue que en los museos De Londres descubrí a las grandes figuras del arte universal, y eso fue en mi vida como un rayo que me iluminó y me cambió por completo. aunque tenía que abandonar todo lo conseguido hasta Entonces y comenzar prácticamente De cero. Pero no vacilé.
― ¿Cómo lo tomó la familia Benavídez?
― Ese era el problema, no podían entender. Decían que en Europa me había hecho un vagabundo; que eso del arte era sólo un pretexto, y entonces surgieron los desentendimientos, aunque con los hijos mantengo buenas relaciones. Pero el padre no me perdona, p
― ¿Qué pasó una vez que tomaste Esa decisión?
― Regresé a pagar mi beca en la Dirección Nacional de Geología y Minas, donde a veces hacía un trabajo interesante, de reconocimientos geológicos, y otras veces me aburría en un escritorio. Mi nombramiento era de Ingeniero―2. Después me volvía a Inglaterr
― ¿Cómo comenzaste en Europa tu nueva carrera?
― No fue fácil. Hay muchas dificultades para entrar a una escuela de arte. Primero hay que presentar una carpeta con los trabajos que has hecho, y si pasa esa carpeta, entonces te toman un examen en tres días sucesivos; te dejan solo en un aula con un tem
― ¿Pero qué trabajos podías presentar tú?
― Hice unos estudios de colores y unos dibujos de la naturaleza. Creo que en la escuela donde apliqué, la East Greensted, les interesaron sobre todo mis colores y diseños, que venían de mi antigua experiencia de pequeño tejedor de ponchos; tanto que me of
― ¡Te dieron Esa beca?
― No, porque entusiasmado por los trabajos de un artista italiano llamado Assenza, me cambié a una escuela privada que él dirigía en Basel, Suiza. Pero cometí el error de aceptar el hospedaje en su casa, y surgieron problemas afectivos con la hija; lo cua
― hasta ahí los Benavídez tenían razón, ¿no?
― Así es; pero después de andar por Holanda y Francia apliqué en otra escuela, al norte de Alemania, en Bremen. Ahí me resultó más fácil, porque ya tenía un curriculum y había acumulado algunos trabajos; sólo el idioma era un obstáculo, pero ellos mismos
― ¿Lo estabas, realmente?
― Creo que no porque volví a vagabundear como dos años, y me fui a París, en el 83. Ese tiempo me resultó duro; no tenía sino el escaso dinero que me producían las clases que daba a unas viejitas y lo que ganaba tocando el bombo con unos músicos boliviano
― ¿Cuál era en Ese momento tu situación frente al arte?
― Había dado por terminada mi preparación académica, quería moverme libremente, y estaba interesado en las corrientes de la vanguardia europea; Kandinsky, por ejemplo, me pegó muy duro, y comencé a experimentar. Aunque ciertamente mi arte siempre ha sido
― ¿En este caso?
― Me encontré con unos amigos que estaban trabajando en una academia de Trier, Alemania, y me fui con ellos para dar, como ayudante, clases de dibujo. Después de unos meses me nombraron profesor titular de dibujo y de pintura, y desde el 85 me quedé en es
― ¿Otras exposiciones?
― Hago tres o cuatro al año, en diferentes ciudades alemanas y también en París. la más reciente fue en Munich: cuadros, dibujos, objetos De arte. las instalaciones vienen desde hace sólo tres años.
― ¿Vendes?
― Muy poco. El primer cuadro que vendí fue en el 86, a un escultor de Trier; me pagó tres mil marcos y con ese dinero me vine al Ecuador después de cinco años en Europa. Tenía tanta ilusión de volver a ver mis montañas, mis ríos, ¡mis gentes! Todo eso est
― Dices que vendes poco. ¿No te interesa vender más?
― Creo que inconscientemente eludo lo comercial, porque me da miedo de caer en esa trampa que te decía: uno vende un cuadro y en vista de eso pinta otro parecido, y si también le compran ese, repite la fórmula. Así comienza una cadena interminable. Por es
― ¿Qué técnicas? ¿Qué materiales? ¿Qué onda?
― He experimentado con todos: dibujo, acuarela, óleo, acrílico, todo, inclusive el fuego como herramienta. Después comencé con los objetos de arte, cosas tridimensionales que todavía no se conocen aquí. Trabajé mucho en el campo de las abstracciones; pero
― ¿Cómo comenzó eso?
― En el arte siempre interviene la casualidad. Yo encontré un árbol que estaba caído, y pensé que podía hacer algo con eso. Coincidentalmente estaba preparando una exposición de esculturas y objetos en un espacio muy grande, de cuatrocientos metros cuadra
― en Cuenca se ofendieron algunas personas por los pescados malolientes De las carabelas De Colón todavía navegan en tierra.
― Es que no Es fácil asimilar las nuevas propuestas. con Esa instalación, que significaba que las consecuencias De la colonización siguen vigentes, Yo quería llegar al espectador no sólo a través De la vista, sino también del olfato. a mí me interesan todos los sentidos.
― Esa instalación tuya que era como una alfombra De pelos humanos también repugnaba...
― Más allá de la sensibilidad, esa instalación toca la racionalidad del público; exige una elaboración mental que deriva en una reflexión sobre la muerte. En Alemania causó un gran efecto, porque se la relacionó con los campos nazis de concentración. No f
― una mezcla extraña, matemática y brujería...
― Dicen que los extremos se juntan.
― ¿El artista tiene las claves?
― El artista debe ser un filósofo, un sociólogo, un matemático, un brujo. Eso le da su verdadero horizonte a la obra, que ya no puede ser un simple objeto decorativo. En el caso de mis instalaciones, por ejemplo, lo que cuenta es el primer impacto; despué
― ¿Prefieres las nuevas modalidades De la plástica a las tradicionales?
― Yo no hago esa distinción, porque el artista es un creador y tiene que expresarse libremente; la sociedad le etiqueta: pintor, poeta, músico..., y ha inventado además toda clase de subclasificaciones.
― ¿Qué hay en el fondo De toda tu obra, más allá De Ese impacto que causan tus instalaciones?
― La idea De recuperar los valores culturales indígenas y nuestra identidad como pueblo. porque quitándonos nuestra cultura nos quitaron todo. Yo quiero demostrar que el arte no tiene que ser una cosa elitista, ni privativa De ciertas clases sociales, y que nosotros también, los indios, podemos ganarnos un espacio en el mundo. mi obra Es un valor De identidad De mi raza, Pero también me abre puertas. Fíjate que gracias a mis obras he podido hablar aquí y me han escuchado. he dado conferencias, he leído mi poesía, porque también escribo, y hasta vos vienes a entrevistarme para la revista DINERS. Antes ¿quién quería oírme? ¿A quién le interesaba mi vida, mi pensamiento?