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    Heart Beat


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    Jello


    Light Speed In


    Pulse


    Roll In


    Rotate In


    Rotate In Down Left


    Rotate In Down Right


    Rotate In Up Left


    Rotate In Up Right


    Rubber Band


    Shake


    Slide In Up


    Slide In Down


    Slide In Left


    Slide In Right


    Swing


    Tada


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    ÍNDICE
  • MÚSICA SELECCIONADA
  • Instrumental
  • 1. 12 Mornings - Audionautix - 2:33
  • 2. Allegro (Autumn. Concerto F Major Rv 293) - Antonio Vivaldi - 3:35
  • 3. Allegro (Winter. Concerto F Minor Rv 297) - Antonio Vivaldi - 3:52
  • 4. Americana Suite - Mantovani - 7:58
  • 5. An Der Schonen Blauen Donau, Walzer, Op. 314 (The Blue Danube) (Csr Symphony Orchestra) - Johann Strauss - 9:26
  • 6. Annen. Polka, Op. 117 (Polish State Po) - Johann Strauss Jr - 4:30
  • 7. Autumn Day - Kevin Macleod - 3:05
  • 8. Bolereando - Quincas Moreira - 3:21
  • 9. Cherish Youre Day - Instrumental - Einarmk - 3:33
  • 10. Ersatz Bossa - John Deley And The 41 Players - 2:53
  • 11. España - Mantovani - 3:22
  • 12. Fireflies And Stardust - Kevin Macleod - 4:15
  • 13. Floaters - Jimmy Fontanez & Media Right Productions - 1:50
  • 14. Gentle Sex (Dulce Sexo) - Esoteric - 9:46
  • 15. Green Leaves - Audionautix - 3:40
  • 16. Hills Behind - Silent Partner - 2:01
  • 17. Island Drons - An Jon - 2:30
  • 18. Love Or Lust - Quincas Moreira - 3:39
  • 19. Nostalgia - Del - 3:26
  • 20. One Fine Day - Audionautix - 1:43
  • 21. Osaka Rain - Albis - 1:48
  • 22. Read All Over - Nathan Moore - 2:54
  • 23. Si Señorita - Chris Haugen.mp3 - 2:18
  • 24. Sunset Dream - Cheel - 2:41
  • 25. Swedish Rhapsody - Mantovani - 2:10
  • 26. Travel The World - Del - 3:56
  • 27. Tucson Tease - John Deley And The 41 Players - 2:30
  • 28. Walk In The Park - Audionautix - 2:44
  • Naturaleza
  • 29. Afternoon Stream - 30:12
  • 30. Big Surf (Ocean Waves) - 8:03
  • 31. Bobwhite, Doves & Cardinals (Morning Songbirds) - 8:58
  • 32. Brookside Birds (Morning Songbirds) - 6:54
  • 33. Cicadas (American Wilds) - 5:27
  • 34. Crickets & Wolves (American Wilds) - 8:56
  • 35. Deep Woods (American Wilds) - 4:08
  • 36. Duet (Frog Chorus) - 2:24
  • 37. Echoes Of Nature (Beluga Whales) - 1h00:23
  • 38. Evening Thunder - 30:01
  • 39. Exotische Reise - 30:30
  • 40. Frog Chorus (American Wilds) - 7:36
  • 41. Frog Chorus (Frog Chorus) - 44:28
  • 42. Jamboree (Thundestorm) - 16:44
  • 43. Low Tide (Ocean Waves) - 10:11
  • 44. Magicmoods - Ocean Surf - 26:09
  • 45. Marsh (Morning Songbirds) - 3:03
  • 46. Midnight Serenade (American Wilds) - 2:57
  • 47. Morning Rain - 30:11
  • 48. Noche En El Bosque (Brainwave Lab) - 2h20:31
  • 49. Pacific Surf & Songbirds (Morning Songbirds) - 4:55
  • 50. Pebble Beach (Ocean Waves) - 12:49
  • 51. Pleasant Beach (Ocean Waves) - 19:32
  • 52. Predawn (Morning Songbirds) - 16:35
  • 53. Rain With Pygmy Owl (Morning Songbirds) - 3:21
  • 54. Showers (Thundestorm) - 3:00
  • 55. Songbirds (American Wilds) - 3:36
  • 56. Sparkling Water (Morning Songbirds) - 3:02
  • 57. Thunder & Rain (Thundestorm) - 25:52
  • 58. Verano En El Campo (Brainwave Lab) - 2h43:44
  • 59. Vertraumter Bach - 30:29
  • 60. Water Frogs (Frog Chorus) - 3:36
  • 61. Wilderness Rainshower (American Wilds) - 14:54
  • 62. Wind Song - 30:03
  • Relajación
  • 63. Concerning Hobbits - 2:55
  • 64. Constant Billy My Love To My - Kobialka - 5:45
  • 65. Dance Of The Blackfoot - Big Sky - 4:32
  • 66. Emerald Pools - Kobialka - 3:56
  • 67. Gypsy Bride - Big Sky - 4:39
  • 68. Interlude No.2 - Natural Dr - 2:27
  • 69. Interlude No.3 - Natural Dr - 3:33
  • 70. Kapha Evening - Bec Var - Bruce Brian - 18:50
  • 71. Kapha Morning - Bec Var - Bruce Brian - 18:38
  • 72. Misterio - Alan Paluch - 19:06
  • 73. Natural Dreams - Cades Cove - 7:10
  • 74. Oh, Why Left I My Hame - Kobialka - 4:09
  • 75. Sunday In Bozeman - Big Sky - 5:40
  • 76. The Road To Durbam Longford - Kobialka - 3:15
  • 77. Timberline Two Step - Natural Dr - 5:19
  • 78. Waltz Of The Winter Solace - 5:33
  • 79. You Smile On Me - Hufeisen - 2:50
  • 80. You Throw Your Head Back In Laughter When I Think Of Getting Angry - Hufeisen - 3:43
  • Halloween-Suspenso
  • 81. A Night In A Haunted Cemetery - Immersive Halloween Ambience - Rainrider Ambience - 13:13
  • 82. A Sinister Power Rising Epic Dark Gothic Soundtrack - 1:13
  • 83. Acecho - 4:34
  • 84. Alone With The Darkness - 5:06
  • 85. Atmosfera De Suspenso - 3:08
  • 86. Awoke - 0:54
  • 87. Best Halloween Playlist 2023 - Cozy Cottage - 1h17:43
  • 88. Black Sunrise Dark Ambient Soundscape - 4:00
  • 89. Cinematic Horror Climax - 0:59
  • 90. Creepy Halloween Night - 1:56
  • 91. Creepy Music Box Halloween Scary Spooky Dark Ambient - 1:05
  • 92. Dark Ambient Horror Cinematic Halloween Atmosphere Scary - 1:58
  • 93. Dark Mountain Haze - 1:44
  • 94. Dark Mysterious Halloween Night Scary Creepy Spooky Horror Music - 1:35
  • 95. Darkest Hour - 4:00
  • 96. Dead Home - 0:36
  • 97. Deep Relaxing Horror Music - Aleksandar Zavisin - 1h01:52
  • 98. Everything You Know Is Wrong - 0:49
  • 99. Geisterstimmen - 1:39
  • 100. Halloween Background Music - 1:01
  • 101. Halloween Spooky Horror Scary Creepy Funny Monsters And Zombies - 1:21
  • 102. Halloween Spooky Trap - 1:05
  • 103. Halloween Time - 0:57
  • 104. Horrible - 1:36
  • 105. Horror Background Atmosphere - Pixabay-Universfield - 1:05
  • 106. Horror Background Music Ig Version 60s - 1:04
  • 107. Horror Music Scary Creepy Dark Ambient Cinematic Lullaby - 1:52
  • 108. Horror Sound Mk Sound Fx - 13:39
  • 109. Inside Serial Killer 39s Cove Dark Thriller Horror Soundtrack Loopable - 0:29
  • 110. Intense Horror Music - Pixabay - 1:41
  • 111. Long Thriller Theme - 8:00
  • 112. Melancholia Music Box Sad-Creepy Song - 3:46
  • 113. Mix Halloween-1 - 33:58
  • 114. Mix Halloween-2 - 33:34
  • 115. Mix Halloween-3 - 58:53
  • 116. Mix-Halloween - Spooky-2022 - 1h19:23
  • 117. Movie Theme - A Nightmare On Elm Street - 1984 - 4:06
  • 118. Movie Theme - Children Of The Corn - 3:03
  • 119. Movie Theme - Dead Silence - 2:56
  • 120. Movie Theme - Friday The 13th - 11:11
  • 121. Movie Theme - Halloween - John Carpenter - 2:25
  • 122. Movie Theme - Halloween II - John Carpenter - 4:30
  • 123. Movie Theme - Halloween III - 6:16
  • 124. Movie Theme - Insidious - 3:31
  • 125. Movie Theme - Prometheus - 1:34
  • 126. Movie Theme - Psycho - 1960 - 1:06
  • 127. Movie Theme - Sinister - 6:56
  • 128. Movie Theme - The Omen - 2:35
  • 129. Movie Theme - The Omen II - 5:05
  • 130. Música De Suspenso - Bosque Siniestro - Tony Adixx - 3:21
  • 131. Música De Suspenso - El Cementerio - Tony Adixx - 3:33
  • 132. Música De Suspenso - El Pantano - Tony Adixx - 4:21
  • 133. Música De Suspenso - Fantasmas De Halloween - Tony Adixx - 4:01
  • 134. Música De Suspenso - Muñeca Macabra - Tony Adixx - 3:03
  • 135. Música De Suspenso - Payasos Asesinos - Tony Adixx - 3:38
  • 136. Música De Suspenso - Trampa Oscura - Tony Adixx - 2:42
  • 137. Música Instrumental De Suspenso - 1h31:32
  • 138. Mysterios Horror Intro - 0:39
  • 139. Mysterious Celesta - 1:04
  • 140. Nightmare - 2:32
  • 141. Old Cosmic Entity - 2:15
  • 142. One-Two Freddys Coming For You - 0:29
  • 143. Out Of The Dark Creepy And Scary Voices - 0:59
  • 144. Pandoras Music Box - 3:07
  • 145. Peques - 5 Calaveras Saltando En La Cama - Educa Baby TV - 2:18
  • 146. Peques - A Mi Zombie Le Duele La Cabeza - Educa Baby TV - 2:49
  • 147. Peques - El Extraño Mundo De Jack - Esto Es Halloween - 3:08
  • 148. Peques - Halloween Scary Horror And Creepy Spooky Funny Children Music - 2:53
  • 149. Peques - Join Us - Horror Music With Children Singing - 1:59
  • 150. Peques - La Familia Dedo De Monstruo - Educa Baby TV - 3:31
  • 151. Peques - Las Calaveras Salen De Su Tumba Chumbala Cachumbala - 3:19
  • 152. Peques - Monstruos Por La Ciudad - Educa Baby TV - 3:17
  • 153. Peques - Tumbas Por Aquí, Tumbas Por Allá - Luli Pampin - 3:17
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  • 165. Sonidos - Disturbing Horror Sound Creepy Laughter - Pixabay-Alesiadavina - 0:05
  • 166. Sonidos - Ghost Sigh - Pixabay - 0:05
  • 167. Sonidos - Ghost Whispers - Pixabay - 0:23
  • 168. Sonidos - Ghosts-Whispering-Screaming - Lara's Horror Sounds - 2h03:40
  • 169. Sonidos - Horror - Pixabay - 1:36
  • 170. Sonidos - Horror Demonic Sound - Pixabay-Alesiadavina - 0:18
  • 171. Sonidos - Horror Sfx - Pixabay - 0:04
  • 172. Sonidos - Horror Voice Flashback - Pixabay - 0:10
  • 173. Sonidos - Maniac In The Dark - Pixabay-Universfield - 0:15
  • 174. Sonidos - Miedo-Suspenso - Live Better Media - 8:05
  • 175. Sonidos - Para Recorrido De Casa Del Terror - Dangerous Tape Avi - 1:16
  • 176. Sonidos - Posesiones - Horror Movie Dj's - 1:35
  • 177. Sonidos - Scary Creaking Knocking Wood - Pixabay - 0:26
  • 178. Sonidos - Scream With Echo - Pixabay - 0:05
  • 179. Sonidos - Terror - Ronwizlee - 6:33
  • 180. Suspense Dark Ambient - 2:34
  • 181. Tense Cinematic - 3:14
  • 182. Terror Ambience - Pixabay - 2:01
  • 183. The Spell Dark Magic Background Music Ob Lix - 3:26
  • 184. This Is Halloween - Marilyn Manson - 3:20
  • 185. Trailer Agresivo - 0:49
  • 186. Welcome To The Dark On Halloween - 2:25
  • 187. 20 Villancicos Tradicionales - Los Niños Cantores De Navidad Vol.1 (1999) - 53:21
  • 188. 30 Mejores Villancicos De Navidad - Mundo Canticuentos - 1h11:57
  • 189. Blanca Navidad - Coros de Amor - 3:00
  • 190. Christmas Ambience - Rainrider Ambience - 3h00:00
  • 191. Christmas Time - Alma Cogan - 2:48
  • 192. Christmas Village - Aaron Kenny - 1:32
  • 193. Clásicos De Navidad - Orquesta Sinfónica De Londres - 51:44
  • 194. Deck The Hall With Boughs Of Holly - Anre Rieu - 1:33
  • 195. Deck The Halls - Jingle Punks - 2:12
  • 196. Deck The Halls - Nat King Cole - 1:08
  • 197. Frosty The Snowman - Nat King Cole-1950 - 2:18
  • 198. Frosty The Snowman - The Ventures - 2:01
  • 199. I Wish You A Merry Christmas - Bing Crosby - 1:53
  • 200. It's A Small World - Disney Children's - 2:04
  • 201. It's The Most Wonderful Time Of The Year - Andy Williams - 2:32
  • 202. Jingle Bells - 1957 - Bobby Helms - 2:11
  • 203. Jingle Bells - Am Classical - 1:36
  • 204. Jingle Bells - Frank Sinatra - 2:05
  • 205. Jingle Bells - Jim Reeves - 1:47
  • 206. Jingle Bells - Les Paul - 1:36
  • 207. Jingle Bells - Original Lyrics - 2:30
  • 208. La Pandilla Navideña - A Belen Pastores - 2:24
  • 209. La Pandilla Navideña - Ángeles Y Querubines - 2:33
  • 210. La Pandilla Navideña - Anton - 2:54
  • 211. La Pandilla Navideña - Campanitas Navideñas - 2:50
  • 212. La Pandilla Navideña - Cantad Cantad - 2:39
  • 213. La Pandilla Navideña - Donde Será Pastores - 2:35
  • 214. La Pandilla Navideña - El Amor De Los Amores - 2:56
  • 215. La Pandilla Navideña - Ha Nacido Dios - 2:29
  • 216. La Pandilla Navideña - La Nanita Nana - 2:30
  • 217. La Pandilla Navideña - La Pandilla - 2:29
  • 218. La Pandilla Navideña - Pastores Venid - 2:20
  • 219. La Pandilla Navideña - Pedacito De Luna - 2:13
  • 220. La Pandilla Navideña - Salve Reina Y Madre - 2:05
  • 221. La Pandilla Navideña - Tutaina - 2:09
  • 222. La Pandilla Navideña - Vamos, Vamos Pastorcitos - 2:29
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  • 224. La Pandilla Navideña - Zagalillo - 2:16
  • 225. Let It Snow! Let It Snow! - Dean Martin - 1:55
  • 226. Let It Snow! Let It Snow! - Frank Sinatra - 2:35
  • 227. Los Peces En El Río - Los Niños Cantores de Navidad - 2:15
  • 228. Navidad - Himnos Adventistas - 35:35
  • 229. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 1 - 58:29
  • 230. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 2 - 2h00:43
  • 231. Navidad - Jazz Instrumental - Canciones Y Villancicos - 1h08:52
  • 232. Navidad - Piano Relajante Para Descansar - 1h00:00
  • 233. Noche De Paz - 3:40
  • 234. Rocking Around The Chirstmas - Mel & Kim - 3:32
  • 235. Rodolfo El Reno - Grupo Nueva América - Orquesta y Coros - 2:40
  • 236. Rudolph The Red-Nosed Reindeer - The Cadillacs - 2:18
  • 237. Santa Claus Is Comin To Town - Frank Sinatra Y Seal - 2:18
  • 238. Santa Claus Is Coming To Town - Coros De Niños - 1:19
  • 239. Santa Claus Is Coming To Town - Frank Sinatra - 2:36
  • 240. Sleigh Ride - Ferrante And Teicher - 2:16
  • 241. The First Noel - Am Classical - 2:18
  • 242. Walking In A Winter Wonderland - Dean Martin - 1:52
  • 243. We Wish You A Merry Christmas - Rajshri Kids - 2:07
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    IMÁGENES PERSONALES

    Esta opción permite colocar de fondo, en cualquier sección de la página, imágenes de internet, empleando el link o url de la misma. Su manejo es sencillo y práctico.

    Ahora se puede elegir un fondo diferente para cada ventana del slide, del sidebar y del downbar, en la página de INICIO; y el sidebar y la publicación en el Salón de Lectura. A más de eso, el Body, Main e Info, incluido las secciones +Categoría y Listas.

    Cada vez que eliges dónde se coloca la imagen de fondo, la misma se guarda y se mantiene cuando regreses al blog. Así como el resto de las opciones que te ofrece el mismo, es independiente por estilo, y a su vez, por usuario.

    FUNCIONAMIENTO

  • Recuadro en blanco: Es donde se colocará la url o link de la imagen.

  • Aceptar Url: Permite aceptar la dirección de la imagen que colocas en el recuadro.

  • Borrar Url: Deja vacío el recuadro en blanco para que coloques otra url.

  • Quitar imagen: Permite eliminar la imagen colocada. Cuando eliminas una imagen y deseas colocarla en otra parte, simplemente la eliminas, y para que puedas usarla en otra sección, presionas nuevamente "Aceptar Url"; siempre y cuando el link siga en el recuadro blanco.

  • Guardar Imagen: Permite guardar la imagen, para emplearla posteriormente. La misma se almacena en el banco de imágenes para el Header.

  • Imágenes Guardadas: Abre la ventana que permite ver las imágenes que has guardado.

  • Forma 1 a 5: Esta opción permite colocar de cinco formas diferente las imágenes.

  • Bottom, Top, Left, Right, Center: Esta opción, en conjunto con la anterior, permite mover la imagen para que se vea desde la parte de abajo, de arriba, desde la izquierda, desde la derecha o centrarla. Si al activar alguna de estas opciones, la imagen desaparece, debes aceptar nuevamente la Url y elegir una de las 5 formas, para que vuelva a aparecer.


  • Una vez que has empleado una de las opciones arriba mencionadas, en la parte inferior aparecerán las secciones que puedes agregar de fondo la imagen.

    Cada vez que quieras cambiar de Forma, o emplear Bottom, Top, etc., debes seleccionar la opción y seleccionar nuevamente la sección que colocaste la imagen.

    Habiendo empleado el botón "Aceptar Url", das click en cualquier sección que desees, y a cuantas quieras, sin necesidad de volver a ingresar la misma url, y el cambio es instantáneo.

    Las ventanas (widget) del sidebar, desde la quinta a la décima, pueden ser vistas cambiando la sección de "Últimas Publicaciones" con la opción "De 5 en 5 con texto" (la encuentras en el PANEL/MINIATURAS/ESTILOS), reduciendo el slide y eliminando los títulos de las ventanas del sidebar.

    La sección INFO, es la ventana que se abre cuando das click en .

    La sección DOWNBAR, son los tres widgets que se encuentran en la parte última en la página de Inicio.

    La sección POST, es donde está situada la publicación.

    Si deseas eliminar la imagen del fondo de esa sección, da click en el botón "Quitar imagen", y sigues el mismo procedimiento. Con un solo click a ese botón, puedes ir eliminando la imagen de cada seccion que hayas colocado.

    Para guardar una imagen, simplemente das click en "Guardar Imagen", siempre y cuando hayas empleado el botón "Aceptar Url".

    Para colocar una imagen de las guardadas, presionas el botón "Imágenes Guardadas", das click en la imagen deseada, y por último, click en la sección o secciones a colocar la misma.

    Para eliminar una o las imágenes que quieras de las guardadas, te vas a "Mi Librería".
    MÁS COLORES

    Esta opción permite obtener más tonalidades de los colores, para cambiar los mismos a determinadas bloques de las secciones que conforman el blog.

    Con esta opción puedes cambiar, también, los colores en la sección "Mi Librería" y "Navega Directo 1", cada uno con sus colores propios. No es necesario activar el PANEL para estas dos secciones.

    Así como el resto de las opciones que te permite el blog, es independiente por "Estilo" y a su vez por "Usuario". A excepción de "Mi Librería" y "Navega Directo 1".

    FUNCIONAMIENTO

    En la parte izquierda de la ventana de "Más Colores" se encuentra el cuadro que muestra las tonalidades del color y la barra con los colores disponibles. En la parte superior del mismo, se encuentra "Código Hex", que es donde se verá el código del color que estás seleccionando. A mano derecha del mismo hay un cuadro, el cual te permite ingresar o copiar un código de color. Seguido está la "C", que permite aceptar ese código. Luego la "G", que permite guardar un color. Y por último, el caracter "►", el cual permite ver la ventana de las opciones para los "Colores Guardados".

    En la parte derecha se encuentran los bloques y qué partes de ese bloque permite cambiar el color; así como borrar el mismo.

    Cambiemos, por ejemplo, el color del body de esta página. Damos click en "Body", una opción aparece en la parte de abajo indicando qué puedes cambiar de ese bloque. En este caso da la opción de solo el "Fondo". Damos click en la misma, seguido elegimos, en la barra vertical de colores, el color deseado, y, en la ventana grande, desplazamos la ruedita a la intensidad o tonalidad de ese color. Haciendo esto, el body empieza a cambiar de color. Donde dice "Código Hex", se cambia por el código del color que seleccionas al desplazar la ruedita. El mismo procedimiento harás para el resto de los bloques y sus complementos.

    ELIMINAR EL COLOR CAMBIADO

    Para eliminar el nuevo color elegido y poder restablecer el original o el que tenía anteriormente, en la parte derecha de esta ventana te desplazas hacia abajo donde dice "Borrar Color" y das click en "Restablecer o Borrar Color". Eliges el bloque y el complemento a eliminar el color dado y mueves la ruedita, de la ventana izquierda, a cualquier posición. Mientras tengas elegida la opción de "Restablecer o Borrar Color", puedes eliminar el color dado de cualquier bloque.
    Cuando eliges "Restablecer o Borrar Color", aparece la opción "Dar Color". Cuando ya no quieras eliminar el color dado, eliges esta opción y puedes seguir dando color normalmente.

    ELIMINAR TODOS LOS CAMBIOS

    Para eliminar todos los cambios hechos, abres el PANEL, ESTILOS, Borrar Cambios, y buscas la opción "Borrar Más Colores". Se hace un refresco de pantalla y todo tendrá los colores anteriores o los originales.

    COPIAR UN COLOR

    Cuando eliges un color, por ejemplo para "Body", a mano derecha de la opción "Fondo" aparece el código de ese color. Para copiarlo, por ejemplo al "Post" en "Texto General Fondo", das click en ese código y el mismo aparece en el recuadro blanco que está en la parte superior izquierda de esta ventana. Para que el color sea aceptado, das click en la "C" y el recuadro blanco y la "C" se cambian por "No Copiar". Ahora sí, eliges "Post", luego das click en "Texto General Fondo" y desplazas la ruedita a cualquier posición. Puedes hacer el mismo procedimiento para copiarlo a cualquier bloque y complemento del mismo. Cuando ya no quieras copiar el color, das click en "No Copiar", y puedes seguir dando color normalmente.

    COLOR MANUAL

    Para dar un color que no sea de la barra de colores de esta opción, escribe el código del color, anteponiendo el "#", en el recuadro blanco que está sobre la barra de colores y presiona "C". Por ejemplo: #000000. Ahora sí, puedes elegir el bloque y su respectivo complemento a dar el color deseado. Para emplear el mismo color en otro bloque, simplemente elige el bloque y su complemento.

    GUARDAR COLORES

    Permite guardar hasta 21 colores. Pueden ser utilizados para activar la carga de los mismos de forma Ordenada o Aleatoria.

    El proceso es similiar al de copiar un color, solo que, en lugar de presionar la "C", presionas la "G".

    Para ver los colores que están guardados, da click en "►". Al hacerlo, la ventana de los "Bloques a cambiar color" se cambia por la ventana de "Banco de Colores", donde podrás ver los colores guardados y otras opciones. El signo "►" se cambia por "◄", el cual permite regresar a la ventana anterior.

    Si quieres seguir guardando más colores, o agregar a los que tienes guardado, debes desactivar, primero, todo lo que hayas activado previamente, en esta ventana, como es: Carga Aleatoria u Ordenada, Cargar Estilo Slide y Aplicar a todo el blog; y procedes a guardar otros colores.

    A manera de sugerencia, para ver los colores que desees guardar, puedes ir probando en la sección MAIN con la opción FONDO. Una vez que has guardado los colores necesarios, puedes borrar el color del MAIN. No afecta a los colores guardados.

    ACTIVAR LOS COLORES GUARDADOS

    Para activar los colores que has guardado, debes primero seleccionar el bloque y su complemento. Si no se sigue ese proceso, no funcionará. Una vez hecho esto, das click en "►", y eliges si quieres que cargue "Ordenado, Aleatorio, Ordenado Incluido Cabecera y Aleatorio Incluido Cabecera".

    Funciona solo para un complemento de cada bloque. A excepción del Slide, Sidebar y Downbar, que cada uno tiene la opción de que cambie el color en todos los widgets, o que cada uno tenga un color diferente.

    Cargar Estilo Slide. Permite hacer un slide de los colores guardados con la selección hecha. Cuando lo activas, automáticamente cambia de color cada cierto tiempo. No es necesario reiniciar la página. Esta opción se graba.
    Si has seleccionado "Aplicar a todo el Blog", puedes activar y desactivar esta opción en cualquier momento y en cualquier sección del blog.
    Si quieres cambiar el bloque con su respectivo complemento, sin desactivar "Estilo Slide", haces la selección y vuelves a marcar si es aleatorio u ordenado (con o sin cabecera). Por cada cambio de bloque, es el mismo proceso.
    Cuando desactivas esta opción, el bloque mantiene el color con que se quedó.

    No Cargar Estilo Slide. Desactiva la opción anterior.

    Cuando eliges "Carga Ordenada", cada vez que entres a esa página, el bloque y el complemento que elegiste tomará el color según el orden que se muestra en "Colores Guardados". Si eliges "Carga Ordenada Incluido Cabecera", es igual que "Carga Ordenada", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia. Si eliges "Carga Aleatoria", el color que toma será cualquiera, y habrá veces que se repita el mismo. Si eliges "Carga Aleatoria Incluido Cabecera", es igual que "Aleatorio", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia.

    Puedes desactivar la Carga Ordenada o Aleatoria dando click en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria".

    Si quieres un nuevo grupo de colores, das click primero en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria", luego eliminas los actuales dando click en "Eliminar Colores Guardados" y por último seleccionas el nuevo set de colores.

    Aplicar a todo el Blog. Tienes la opción de aplicar lo anterior para que se cargue en todo el blog. Esta opción funciona solo con los bloques "Body, Main, Header, Menú" y "Panel y Otros".
    Para activar esta opción, debes primero seleccionar el bloque y su complemento deseado, luego seleccionas si la carga es aleatoria, ordenada, con o sin cabecera, y procedes a dar click en esta opción.
    Cuando se activa esta opción, los colores guardados aparecerán en las otras secciones del blog, y puede ser desactivado desde cualquiera de ellas. Cuando desactivas esta opción en otra sección, los colores guardados desaparecen cuando reinicias la página, y la página desde donde activaste la opción, mantiene el efecto.
    Si has seleccionado, previamente, colores en alguna sección del blog, por ejemplo en INICIO, y activas esta opción en otra sección, por ejemplo NAVEGA DIRECTO 1, INICIO tomará los colores de NAVEGA DIRECTO 1, que se verán también en todo el blog, y cuando la desactivas, en cualquier sección del blog, INICIO retomará los colores que tenía previamente.
    Cuando seleccionas la sección del "Menú", al aplicar para todo el blog, cada sección del submenú tomará un color diferente, según la cantidad de colores elegidos.

    No plicar a todo el Blog. Desactiva la opción anterior.

    Tiempo a cambiar el color. Permite cambiar los segundos que transcurren entre cada color, si has aplicado "Cargar Estilo Slide". El tiempo estándar es el T3. A la derecha de esta opción indica el tiempo a transcurrir. Esta opción se graba.

    SETS PREDEFINIDOS DE COLORES

    Se encuentra en la sección "Banco de Colores", casi en la parte última, y permite elegir entre cuatro sets de colores predefinidos. Sirven para ser empleados en "Cargar Estilo Slide".
    Para emplear cualquiera de ellos, debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; luego das click en el Set deseado, y sigues el proceso explicado anteriormente para activar los "Colores Guardados".
    Cuando seleccionas alguno de los "Sets predefinidos", los colores que contienen se mostrarán en la sección "Colores Guardados".

    SETS PERSONAL DE COLORES

    Se encuentra seguido de "Sets predefinidos de Colores", y permite guardar cuatro sets de colores personales.
    Para guardar en estos sets, los colores deben estar en "Colores Guardados". De esa forma, puedes armar tus colores, o copiar cualquiera de los "Sets predefinidos de Colores", o si te gusta algún set de otra sección del blog y tienes aplicado "Aplicar a todo el Blog".
    Para usar uno de los "Sets Personales", debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; y luego das click en "Usar". Cuando aplicas "Usar", el set de colores aparece en "Colores Guardados", y se almacenan en el mismo. Cuando entras nuevamente al blog, a esa sección, el set de colores permanece.
    Cada sección del blog tiene sus propios cuatro "Sets personal de colores", cada uno independiente del restoi.

    Tip

    Si vas a emplear esta método y quieres que se vea en toda la página, debes primero dar transparencia a todos los bloques de la sección del blog, y de ahí aplicas la opción al bloque BODY y su complemento FONDO.

    Nota

    - No puedes seguir guardando más colores o eliminarlos mientras esté activo la "Carga Ordenada o Aleatoria".
    - Cuando activas la "Carga Aleatoria" habiendo elegido primero una de las siguientes opciones: Sidebar (Fondo los 10 Widgets), Downbar (Fondo los 3 Widgets), Slide (Fondo de las 4 imágenes) o Sidebar en el Salón de Lectura (Fondo los 7 Widgets), los colores serán diferentes para cada widget.

    OBSERVACIONES

    - En "Navega Directo + Panel", lo que es la publicación, sólo funciona el fondo y el texto de la publicación.

    - En "Navega Directo + Panel", el sidebar vendría a ser el Widget 7.

    - Estos colores están por encima de los colores normales que encuentras en el "Panel', pero no de los "Predefinidos".

    - Cada sección del blog es independiente. Lo que se guarda en Inicio, es solo para Inicio. Y así con las otras secciones.

    - No permite copiar de un estilo o usuario a otro.

    - El color de la ventana donde escribes las NOTAS, no se cambia con este método.

    - Cuando borras el color dado a la sección "Menú" las opciones "Texto indicador Sección" y "Fondo indicador Sección", el código que está a la derecha no se elimina, sino que se cambia por el original de cada uno.
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  • Ancho igual a 1088
  • Ancho igual a 1152
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  • Normal 1024
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  • Transición (aprox.)

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    T 2 (3.3 seg)


    T 3 (4.9 seg)


    T 4 (s) (6.6 seg)


    T 5 (8.3 seg)


    T 6 (9.9 seg)


    T 7 (11.4 seg)


    T 8 13.3 seg)


    T 9 (15.0 seg)


    T 10 (20 seg)


    T 11 (30 seg)


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    T 13 (50 seg)


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    LA SABIDURÍA DEL YO SUPERIOR (Paul Brunton) - Parte 2

    Publicado en enero 21, 2010

    Ir a la Parte 1

    ¿Cómo es posible que de lo Inmutable surja lo Mutable, de lo Inmóvil, lo Móvil, y que la Mente única se manifieste tan bruscamente como universo multiforme? La Naturaleza nos proporciona una vislumbre de la respuesta en el estado del dormir. Pues aquí experimentamos por nosotros mismos cómo la mente en su condición unitaria se divide repentinamente en una multitud de pensamientos y cosas, cuando pasa de pronto, del estado de profundo sopor, al estado onírico o al despertar de la vigilia. Lo Único se desata en lo Múltiple; pero la mente individual no pierde su propia integridad en esta aparente auto-división. La Mente universal se consume en la existencia evolutiva y sin embargo, permanece inagotable, completa e incólume. La Mente se manifiesta en diversas maneras, pero aunque ninguna de ellas agota a la Mente, sÍn embargo, esas diferentes cosas se presentan distintas entre sí. Es como la cifra 10 que puede expresarse aritméticamente como 5 X 2, 6 + 4, 20/2, 9 + 1, 7 + 3, etc. Todas estas fórmulas son diferentes representaciones, pero todas son equivalentes al mismo resultado: 10.

    Muchos se perderán en esta atmósfera rarificada. Esto no tiene remedio. El hombre debe renunciar a su pequeñez y tocar lo universal si es que desea glorificar la verdad. Pero la experiencia confirma que quienes fracasan al primer intento, terminan por tener éxito en el quinto, el décimo, o el centésimo. Si la perseverancia triunfa al final, es porque aquello que perseguían no era después de todo algo tan remoto, sino algo que estaba en su propia naturaleza interior. Tenemos que estudiar lo Real por etapas sucesivas. Así, este aspecto de grandioso Vacío no debe ser considerado como su aspecto último. Con todo, llegar a esta noción es una etapa necesaria de dicho estudio, y que produce un doble resultado. Primero, al quitarle al universo su sustancia material, destruye nuestro innato materialismo. Segundo, reduciendo todas las cosas separadas a un aparente vacío, se nos quita nuestra última excusa para atarnos a esas cosas. Así pues, no sólo es una etapa metafísica de instrucción, sino también una etapa de disciplina de liberación.

    Esta aparente nada es la base secreta de la existencia de todo el universo, la fuente original de la cual surge, el final refugio en el que se retrae. Es el principio y fin de todas las cosas, el Cero y el Todo, la única realidad perdurable cuya presencia la Naturaleza está siempre señalándonos, pero que jamás nos revela. Su infinitud es inefable, su existencia inmutable y, en sentido terrenal, su misterio es impenetrable. Así pues, cuando la ciencia materialista y la metafísica torpe, tienden a la Naturaleza es una mesa de disección, como si se tratara de un cadáver, y después de abrirla, anuncian los resultados en nombre del conocimiento, han logrado todo excepto aquella única verdad que merece ser conquistada.

    La Mente universal surgió de la Mente, y el universo emergió de la Mente universal. Sin embargo, afirmar que algo surgió de otra cosa no debe interpretarse literalmente; lo expresamos así a falta de mejor expresión. El universo jamás ha estado fuera de la Mente universal, ni ésta se ha apartado nunca de la Mente. Cualquier proposición que tenga implicaciones espaciales, resulta equivocada. En el primer aspecto, la Mente universal es la conciencia-de-Nada, mientras que en su segundo aspecto es la conciencia-de-Todo. Pues en el primero se entrega completamente a sí misma, mientras que en el segundo se entrega al pensamiento de lo que aparece como "otra cosa" diferente de esa Mente universal. Si consideramos que la Mente universal es un pensamiento de la Esencia de la Mente, y el universo, un pensamiento de la Mente universal, el universo se convierte entonces en un pensamiento dentro de otro pensamiento. El vacío primordial deviene la Mente universal y no lo crea. La mente universal deviene el mundo y el hombre, pero no los crea. La mente del hombre se convierte en sus pensamientos pero no los crea. Así se completa el oculto hilo circular de continuidad, que liga a todos ellos. Así como es uno y el mismo elemento aquel que se manifiesta como vapor, agua o hielo, así también es una y sola Mente la que aparece como Mente universal y como universo sólido.

    Si se preguntara por qué el universo está en constante movimiento, podríamos ahora contestar que dicha actividad tiende, en diversas maneras, a moverse hacia el estado original del cual surgió, tendencia que resulta inconsciente en casi todos los centros individuales pero que se vuelve auto-conciencia en el ser humano, cuando alcanza una etapa determinada de su desarrollo. Así pues, el carácter de acontecer continuo del universo es simplemente un signo de que detrás y más allá existe la esencia siempre quieta de la vacía Mente. Pues aquí lo Divino revela su propia naturaleza indescriptible, desprovista de ilusiones.


    EL MUNDO VERDADERO


    ¿Qué es la realidad? No puede ser algo que está hoy aquí y que mañana desaparece. Ha de ser algo que sobrepase la periferia del tiempo. La primera característica de la realidad es que siempre ha existido. Algo de este universo, ya sea visible o invisible, se lo llame materia o espíritu, debe haber tenido una existencia perdurable. Porque de lo contrario, si la condición de la historia universal alguna vez fue la nada, entonces jamás hubiera podido surgir el universo, pues de la nada sólo sale la nada. Incluso la más primitiva inteligencia exige la presencia de una mínima razón. Por consiguiente, el "algo" original debió haber existido siempre y debe existir todavía. Esto es lo que podemos llamar la realidad última. Es el origen interminable del Todo. Es la Mente.

    No hay pensamiento acerca de algo sin la correspondiente negación de dicho pensamiento, es decir, sin un contraste de oposición. Así pues, una idea jamás aparece sola, ya que a su lado siempre se presenta una segunda idea. Nunca la idea existe por sí misma. Podemos afirmar que la segunda característica de la realidad es que ella debería existir por y en sí misma. No debería necesitar de nada. Su fuerza debería estribar en su auto-suficiencia. Lo que es en sí mismo y no reacciona de manera diferente frente a distintos observadores, es lo Real. Ello está fuera del mundo espacio-temporal de las relatividades. Así pues, ni los tres estados transitorios de la conciencia, ni las numerosas ideas fugaces que produce la mente, pueden ser lo Real. Porque son siempre dependientes. Debemos buscar más profundamente la desconocida base perenne. Porque hemos descubierto que tanto el mundo de la vigilia cuanto el onírico, no son otra cosa que el movimiento de las formas mentales, y puesto que el elemento perdurable e inmutable de esos mundos y de nuestro propio ser es el elemento de la Mente indiferenciada, resulta entonces que ésta sola constituye la realidad.

    Siendo el mundo una apariencia, debe haber algo que aparezca. Este "algo" es la realidad interior: la Mente. El empleo de términos como yo interior y persona exterior, realidad interior y apariencia exterior, esencia más profunda y forma manifestada tiene sólo un valor metafórico y no literal. Son términos que pertenecen al concepto del espacio. Y puesto que el espacio mismo es solamente una idea, las relaciones espaciales también son ideas. El intelecto posee este poder de especializar la realidad y externalizar la experiencia.

    Sin embargo, sería erróneo creer que esto ocurre también fuera de la apariencia, porque la realidad necesariamente siempre es la que fue y sigue siendo.

    Formas, cosas y existencias en el espacio, todos son pensamientos, y como tales apariencias que necesariamente cambian, que necesariamente constituyen un "llegar a ser". Para hallar la realidad detrás de éstos, debemos partir de lo Múltiple a lo Único. Y lo Único sólo puede ser el Pensamiento indiferenciado. El Pensamiento en su esencia suprema es la realidad única, tan magníficamente descripta en el texto sánscrito Alma Prabuddha Upanishad: "Ahora yo soy el Pensamiento mismo despojado de toda inquietud; yo soy solo y constante; no tengo cuerpo ni nacimiento; únicamente yo soy la esencia del ser; yo soy la verdad suprema".

    Resulta claro pues, que la existencia última es el Pensamiento- en-sí-mismo en su pureza e integridad, aparte de sus producciones y actos, en toda su infinitud sin límites. Aunque el mentalismo convierte a las cosas en pensamientos, no declara que éstos sean la realidad final. Son algo que aquella realidad construye por sí misma. Tampoco declara que la conciencia, tal como nosotros la conocemos, sea esta realidad, sino algo que la realidad crea desde sí misma. Detrás de los pensamientos y de la conciencia espacio-temporal, subyace la misteriosa esencia que habita en un Aquí inmutable, en un Ahora perdurable. Esta esencia de todas las cosas es el Pensamiento único que aparece tanto en el ego cuanto en las cosas mismas. La Mente es la totalidad de toda experiencia, el punto de partida y el punto final de toda existencia, aquello que conoce y aquello que es conocido. Sin embargo, paradójicamente, para el hombre lo inconsciente y lo desconocido se presentan al mismo tiempo. Si las ideas son tran-sitorias, la sustancia de esas ideas, el Pensamiento mismo, no es transitorio sino que es la realidad misma de esas ideas, como lo advirtió Hegel, y también siempre elude nuestra comprensión, como lo comprendió Goethe. Pero esta condición de elusivo se debe más a nuestra ignorancia acerca de qué es lo que tenemos que buscar, que a nuestra incapacidad para lograrlo. La metafísica de la verdad solventa esta falta y la visión interior filosófica ve claramente lo que el pensamiento oscurecido no alcanza a ver. Cuando el pensamiento se orienta hacia adentro, abandonando la diversidad de las cosas, para pensar en sí mismo, emprende entonces su última tarea de mayor alcance. Pues sólo aquí hallará aquella mística unidad que contiene y está en la base de todas las cosas. La intuición interior revela y la razón confirma que todos los multitudinarios objetos del mundo son manifestaciones de una sola sustancia: la Mente, que perpetuamente manifiesta señales de su propia sustancia. Cuando se capta esto, entonces la misma existencia incesante de la Múltiple se contempla como prueba de la existencia perdurable de lo Uno. Los movimientos de ideas resultan evidencias del elemento observador inmóvil del trasfondo. Constituyen una revelación de aquello que le sirve de apoyo y gracias a lo cual esas ideas son conocidas. Toda mente finita es así una señal de la infinita Mente siempre presente.

    Podemos acceder al vacío de la Mente indiferenciada, al gran Vacío, ya sea a través del trance místico o de la intuición filosófica. Si ello se logra únicamente por medio del primer canal, entonces únicamente se tocan sus bordes, y nuestra conciencia del mundo quedará temporariamente anulada mientras dure dicho trance. Esta es la razón por la cual los místicos indios, para quienes el estado de trance representa el logro máximo del hombre, declaran que el universo es ilusorio, fantasmal e irreal. Ya que la Mente en este nivel no tiene conciencia del ser discriminado, o sea, de un separado "yo-es", y no aprecia ninguna captación del ser dividido en innumerables formas. Aquí la Mente trasciende la conciencia de toda otra existencia. Jamás quiebra su propia unidad descendiendo a la captación del múltiple mundo. En este sentido es como el hombre que no tiene conciencia de los miles de células vivas que nacen y mueren a diario dentro de su propio cuerpo, aunque dichas células constituyan una parte tan íntima de su ser. Es verdad que las formas gracias a las cuales experimentamos el mundo no están ya poseídas por la mente, pero sin embargo, la Mente universal que plasmó esas formas y que constituye su esencia, todavía existía en el Vacío, y todavía conoce esas formas. Esto significa que la declaración mística de que el mundo es irreal es una afirmación vaga que debe analizarse lingüísticamente para no caer en errores. El resultado concreto será pues que nuestra experiencia de la existencia del mundo es esencialmente real.

    Algunos sabios orientales —no místicos— antiguos también enfatizaron el carácter ilusorio de este mundo, y destacaron esta afirmación como parte trascendental de sus doctrinas. Pero, como lo hemos dicho antes, esto sólo tenía un fin temporario, para ayudar a los aspirantes a romper la venda de creencia en el materialismo, y más particularmente, su venda respecto al pensamiento físico, ya que en una etapa posterior esos mismos maestros enseñaban que este mismo mundo ilusorio no era más que una forma adoptada por la realidad misma. La enseñanza de la irrealidad del mundo tiene el propósito de obligar a los principiantes y alumnos intermedios a prestar el máximo de atención a la realidad invisible, es decir, con un valor disciplinario más que como verdad acerca de las formas que capta la experiencia. Es una enseñanza de ensayo y no de doctrina final. En una etapa posterior se abandona esta enseñanza a favor de ík doctrina de que todo es una sola sustancia, de que todo es esencialmente real. El mentalismo sigue un curso similar al de estos maestros, y después de asimilar la materia a los pensamientos, asimila éstos al Pensamiento.

    La división metafísica entre Realidad y Apariencia, entre Ser y Llegar a ser, así como la división mística entre Espíritu y Materia, entre Dios e Ilusión, debe ahora captarse en lo que realmente es: un antagonismo de tanteo y no de esencia final. El estudiante que llegue ahora hasta aquí puede superar incluso tal división. Debe contemplar las cosas como no diferentes de la Esencia de la Mente, debe abarcarlas en una sola comprensión junto con la esencia misma. Cuando nos liberamos de la concepción tradicional dualista que coloca al Espíritu por un lado y a la Materia por el otro, nos libramos de la mayor falacia que jamás haya dominado al pensamiento místico. El término "falacia" es usado sólo desde el punto de vista filosófico, ya que todo concepto posee algo de verdad, en su propio nivel. Ya que el método de revelación progresiva para alcanzar una etapa particular del conocimiento, seguido por los sabios de todos los tiempos, tiene un lugar en todos los enfoques dentro de su amplio alcance. La mentalidad más simple recibe la explicación de que el universo se basa en la existencia de una cruda materia sólida. La mentalidad más madura es enriquecida con una explicación más refinada que introduce al intangible elemento del Espíritu como una fuerza que interpenetra y hace actuar a la materia tangible. Estas son las dos concepciones fundamentales del universo sobre las que pueden hacerse todo tipo de variaciones y modificaciones. Pero la tercera concepción filosófica comienza por presentar al universo en términos de conciencia, primero enseñando que todo lo que conocemos son nuestras propias ideas, pero que dichas ideas son copias o representaciones de objetos materiales que existen fuera de la conciencia, con una base unificadora para todos en el Espíritu. Pero finalmente el mentalismo superior nos obliga a desprendernos de todas estas concepciones materialistas, semimaterialistas y mixtas, para avanzar hacia la visión suprema del mentalismo puro que lo reduce todo sin excepción a un solo elemento: la Mente.

    Si el mundo sensible fuera realmente la ilusión total que tantos místicos afirman, entonces nada nos enseñaría en nuestro peregrinaje porque resultaría inútil cualquier conocimiento proveniente de ese mundo. En realidad nuestro viaje a través de ese mundo no sería un peregrinaje sino un mero vagar en un círculo vicioso. No alcanzaríamos nunca "el otro lado de la colina". Quienes afirman que el mundo es una ilusión que no tiene valor alguno, se ven sin embargo, obligados a reconocer su presencia, y a desarrollar su propia teoría acerca de ese mundo. Afirman que el mundo no tiene valor con lo cual sólo indican su incapacidad para captar el significado más profundo de dicho mundo.

    En el esquema filosófico nada carece de valor. Todas las cosas son símbolos de la Mente siempre presente; existen porque existe la Mente misma, son reales sólo porque la Mente es real. No se trata tanto de lo que las cosas son cuanto de aquello a lo cual apuntan. Las cosas, cumplen con sus respectivos papeles al educar a la mente paso por paso durante su largo ascenso por librarse de la ignorancia. Lo que el soñador siente es por lo menos tan real para él como las experiencias del mundo exterior lo son para el hombre despierto. Esto es un ejemplo de la relatividad de todas las cosas. En verdad, ya sea soñando o despierto, el hombre mismo es un producto de la ideación tanto como su contorno exterior. Su propia realidad es tan relativa como aquello que experimenta. Como persona, no posee realidad permanente, pero sí la posee como Yo superior. Una concepción adecuada del hombre debe tener en cuenta estos dos aspectos. El metafísico asceta que denuncia que el universo es irreal, que lo convierte en una vana sombra, confunde un enfoque de tanteo, que busca liberar la mente del hombre del materialismo, con un enfoque final, que trata de captar su esencia más bien que su forma. Es equivocado pues considerar al universo como algo ilusorio, pero es acertado considerarlo como simplemente lo que es: una creación mental. La imaginación es un poder que pertenece a la Mente cósmica, y por lo tanto no pueden ser ni ella ni sus productos cosas ilusorias en última instancia. Lo ilusorio es la materialidad del mundo, no su existencia. La filosofía no puede aceptar un dualismo que la metafísica o la religión acepta, dividiendo al mundo en Espíritu y Materia. La dualidad es una ilusión de la mente. El antiguo dualismo entre Materia y Espíritu desaparece para el hombre que conoce algo de la verdad. Porque comprende que la multiplicidad de cosas no son más que ideas que no se diferencian en esencia de su mente. Luego comprende que cuando todas las cosas se reducen a una sola sustancia, no puede haber diferencia entre Materia y Espíritu. El mundo sensible es una manifestación de la Mente. Nada hay excepto dicha Mente. Materia y Espíritu son fundamentalmente lo mismo. Ilusión y realidad sólo se presentan como contrarios al principiante. El dualismo únicamente existe para los ignorantes. Sólo existe lo Uno. Cuando reconocemos que lo Real es un continuo con la Apariencia, y que ésta es la encarnación misma de lo Real; cuando comprendemos que el vasto universo es una presentación de la Mente para la Mente, la tendencia a despreciar la carne y el mundo desaparece en nosotros.

    Es una visión tan incompleta la del mundo como algo sólo transitorio, sin una realidad subyacente, como también lo es el considerar a la realidad únicamente sin su manifestación como mundo. Ambos están inseparablemente ligados, y la intuición los capta tal como son, no el uno opuesto al otro. Después de todo, lo Real y su expresión a través de la Idea universal, no son dos cosas irrevocablemente separadas, sino una unidad indestructible. También el mate-rialista cree que el mundo es real, pero en un sentido completamente inferior, diferente y erróneo. Estamos viendo lo Real todo el tiempo, cuando vemos el mundo exterior. Sólo que lo estamos viendo de segundo grado, por así decirlo, y no inmediatamente, el hielo y no el vapor. Tal como lo dijo San Pablo: "Las cosas invisibles de Dios se ven claramente, se distinguen de las cosas que son hechas".

    Esta es la realidad última. Es a esto a lo que los hombres se refieren consciente o inconscientemente, cuando hablan de Espíritu y Divinidad. Mientras todo lo demás existe relativamente, sólo esto existe absolutamente por sí mismo, no dependiendo de ninguna otra cosa. Este principio inmaterial puede llamarse, con el nombre que emplea San Pablo, el Dios desconocido, o con la denominación que utilizan los místicos, la Divinidad, o con los términos teológicos, la Deidad. Pero después de todo, cuando le hayamos dado todos los nombres que conozcamos, cuando lo hayamos nombrado con las denominaciones orientales, occidentales, religiosas, metafísicas, antiguas y modernas, aún persistirá el hecho de que se trata del Principio misterioso que, como vida, existe en todos nosotros y en todas las cosas que nos rodean, y que, como Mente, es la base de toda nuestra conciencia de aquellas existencias.

    Millones de cristianos han repetido la frase: "Alabado sea Tu nombre". ¿Qué significa esto? Significa que no deberemos formular ningún pensamiento, palabra o frase que pueda separar a Dios de cualquier cosa que podamos conocer o concebir... incluyendo nuestro propio ser. Tendremos que procurar sentir la divinidad de Dios sin intentar separarlo de nada ni de nadie, porque Dios es, en última instancia, todos los seres y todas las cosas. Hay un mundo de real existencia que la humanidad todavía tiene que descubrir y amar. Es ésta la tarea de la vida; es éste el sentido de la vida terrenal.

    ¿No es inútil establecer pensamientos tan remotos acerca de una realidad vagarosa, en una época de tan grandes conflictos mundiales, cuando es difícil que la mayoría de los que lean estas líneas capten su verdad y mucho menos que lleguen a realizar dicha verdad en esta encarnación? A veces parecería que en efecto todo este esfuerzo es inútil, si no fuera que las palabras aquí escritas están destinadas a los pocos que las necesitan, y si no fuera que tenemos fe en que estos conceptos pueden penetrar hondamente en las mentes conscientes de otros hombres, despertando destellos de un pasado largamente olvidado, suscitando mapas enterradas de memoria que surgirá frescamente vivida. Después de todo, el actual sufrimiento a escalas tan tremendas se debe, en parte, a una defectuosa recordación. La humanidad ha olvidado lo que ella realmente es, de dónde viene y a dónde va. Es propósito de obras como ésta el ayudar un poco a restablecer esta olvidada memoria. Ya que aquello que comienza como recordación terminará por ser reconocimiento.


    CAPÍTULO XIII
    INICIACION EN LA EXPERIENCIA MISTICA


    Cuando el hombre asume la grave convicción de que el principio supremo siempre presente y perdurable, que está detrás y más allá del universo es la Mente sola, su misma honestidad lo llevará un día a formularse preguntas como éstas: "¿Puedo llegar a tener una relación personal con esta realidad trascendente? ¿Podré transformar la comprensión teórica que he alcanzado en una realización práctica y consciente?"

    La respuesta de la filosofía es terminante y definitiva. No sólo afirma que dicha relación y dicha transformación son posibles, sino, además, que son las metas luminosas de todo esfuerzo filosófico. Por lo tanto el deber primordial del hombre de pensamiento es y siempre será, el buscar esta consumación. Es para esta suprema auto-realización que está en la tierra, es ésta la gloriosa tarea que tiene que cumplir por encima de cualquier otra tarea, y sólo ésta le proporcionará un auténtico beneficio en su comercio con las tribulaciones y tentaciones de una existencia demasiado breve.

    ¿Cómo puede pues alcanzar un conocimiento directo de lo Real? Para hallar una respuesta primero tenemos que volver sobre La Oculta Enseñanza Más Allá del Yoga, donde se han rastreado las fuentes de conocimiento que es posible obtener, y de manera progresiva, a través de autoridades, lógica, pseudo-intuición, intuición y experiencia mística. La obra tiene méritos y defectos, y subraya la necesidad del empleo de la razón para probar el conocimiento que se obtenga por medio de aquellas fuentes. El término "razón" está interpretado en su sentido más amplio, como activo funcionamiento de la inteligencia humana, partiendo del polo científico llegar al polo metafísico abstracto. Se tuvo mucho cuidado, sobre todo, en advertir que su empleo no debía confundirse con el uso que de dicho término hace la lógica. Ésta ya ha demostrado sus inexactitudes. Quien sólo hable el lenguaje de la lógica jamás estará seguro de nada. Quien busque la verdad suprema más bien que la mera preponderancia de probabilidades, se sentirá al final enfermo ante los razonamientos silogísticos. Para decirlo con las palabras de un antiguo documento de doctrina mentalista, la lógica —como instrumento para hallar la verdad suprema— conduce sólo al "mero cansancio de la lengua". En consecuencia se recalcó el hecho de que la razón es superior a la lógica, y de que ningún hombre —materialista o místico— puede renunciar a ella. Sus sentidos sólo le dicen que la tierra y el cielo se unen en el horizonte, pero la razón le advierte que eso es una falsa interpretación de la experiencia. Así pues, la razón es uno de los medios más importantes -para que el hombre desarrolle el innato don de la inteligencia, don que proviene de las manos de Dios, y no como algunos creen, de las manos de Satanás. Este desarrollo permitirá al hombre coparticipar cada vez más con la tendencia evolutiva general de la vida cósmica. Los años en que alcanza su madurez racional son sus mejores años mentales, así como aquéllos en que alcanza su madurez física son sus mejores años físicos. "La superioridad del Hombre estriba en la joya de la razón", afirmó el emperador Akbar, uno de los gobernantes mahometanos más sobresalientes de la India. Concluimos, pues, con que cuando es purificada de todo prejuicio y egoísmo, cuando se apoya adecuadamente en los hechos, cuando se la emplea apropiadamente en combinación con la autoridad externa, la intuición y la experiencia mística, la razón es ordinariamente la más valiosa guía del hombre para una comprensión correcta y una ajustada conducta de vida.

    Pero al mismo tiempo apuntamos la existencia de la visión interior, una facultad que aunque ahora es sólo latente en la humanidad, superará a las otras facultades cuando se haya desarrollado. Es innecesario explicar por qué el conocimiento racional tiene sus propias limitaciones, siendo parte de la obligación de la metafísica el señalarnos dichos límites. Cuando, por ejemplo, en el primer volumen de esta obra, se dijo que la ciencia debe ascender al nivel de la metafísica y que la metafísica debe tener cuidado de asegurar sus sorprendentes conclusiones con exactitud científica, y reunirlas con escrupulosidad científica, esto no significa que la metafísica deba reducirse a una mera síntesis de los datos reunidos hasta el presente, no haciendo otra cosa que una generalización del conocimiento científico ya existente. Sería absurdo considerar una generalización de este tipo como verdad suprema, y la absurdidad de esto resultará evidente para los que hayan comprendido las nociones del capítulo que trata acerca de la relatividad. Ya que entonces la metafísica compartiría con la ciencia todos los peligros de la especialización, todas las limitaciones relativistas implícitas en la observación y experimentación espacio-temporal. Cada uno de los cinco sentidos sólo puede recortar algunos detalles definidos, del mundo dado a la experiencia; no puede captar la totalidad de lo que aparece en un punto determinado del tiempo o el espacio. En consecuencia, cada sentido sólo se ocupa de esos fragmentos. Si la metafísica se basara únicamente en la ciencia, se convertiría en una cuestión parcial y no alcanzaría esa comprensión cabal que debe ser su meta. Sería una rama prestigiosa de la ciencia, cubierta por un ropaje diferente. Repitamos, pues, que el método científico no es suficiente para la metafísica, porque siendo analítico se ocupa de las partes y pasa por alto propiedades que sólo pertenecen a las "totalidades" y también porque considera a las cosas como hechos aprehensibles por medio de los sentidos ignorando sus significados últimos. Que la música, por ejemplo, es algo más que ruido, resulta comprensible para el arte y no para la ciencia, para la sensibilidad y no para el razonamiento, ya que el sentimiento sensible y no la ciencia, puede apreciarla. El intelecto puede calcular, medir y analizar bastante acertadamente, cosas tangibles como la sal y el azúcar, pues ello constituye su campo de acción, pero no puede calcular, medir y analizar imponderables como el altruismo y el encanto musical, porque en este terreno es ciega, muda y sorda. Sin embargo, la ciencia puede llegar a creer que le es posible apreciar tales imponderables, pero esto es un auto-engaño. Pues en ese caso estará manejando sus frías concepciones, sus muertas ideas acerca de esos intangibles. Mucho menos puede tratar un principio trascendental como el Yo Superior.

    Finalmente, la inutilidad de convertir a la ciencia en algo más que una mera base parcial de la metafísica queda probado por la imposibilidad de que pueda lograrse una totalidad completa de los hechos científicos. Éstos están continuamente cambiando o aumentando y por lo tanto también se altera el conocimiento derivado de los mismos. La ciencia jamás puede abarcar todos los hechos. El científico que de buena fe intente hallar todos los factores que concurren a la formación de algo tan simple como, por ejemplo, un trozo de cristal, probablemente se encontrará con los años, en un asilo para locos. No es posible reunir una colección completa última y fija de todos los hechos individuales que componen el universo, y por lo tanto, el conocimiento basado en los sentidos siempre resultará parcial e incompleto. La hazaña de comparar todos los hechos es imposible para la ciencia, la cual por ende siempre será imperfecta. Una metafísica perfecta no puede basarse sólo en la ciencia; debe abarcar incluso aquello que todavía permanece ignorado para la ciencia.

    Pero si la ciencia, como expresión de la razón concreta, no puede ella sola conducirnos a la última verdad, tampoco puede hacerlo su octava más alta, la metafísica, como expresión de la razón abstracta. Para explicar este punto debemos nuevamente hacer referencia al primer volumen. Quienes estudiaron la parte de esa obra dedicada al análisis del significado de las palabras, habrán comenzado a percibir cuán importante es dicho análisis para la investigación filosófica. Si dedicamos al tema más espacio del que éste parecía merecer, ello se debió a nuestro interés en que los lectores pusieran en tela de juicio sus experiencias más comunes, ya que por lo general esas experiencias son aceptadas sin discusión. En los estudios metafísicos posteriores nos vimos forzados a sopesar ciertos términos con escrupuloso cuidado. Y los resultados han demostrado lo importante que esto era en nuestras búsquedas. Por ejemplo, hemos visto que la simple afirmación: "Veo un árbol delante de mí", cuando se la analizaba adecuadamente, recorría el largo camino que va del materialismo al mentalismo. ¡No hay proceso simple que sea realmente simple! Es muchísimo más fácil ver un árbol que comprender qué significa el acto de ver. Toda la maravilla de la creación del mundo está encerrada en esta simple operación. Todo el problema del universo alcanza su final solución cuando la palabra "ver" logra su significación final. En realidad La Oculta Enseñanza Más Allá del Yoga no es otra cosa que una extensa aplicación de la semántica, a esta afirmación: "Yo veo un mundo exterior". Es un intento de llegar al sentido de estas simples palabras. El valor de éste intento se verá cuando alcancemos resultados finales. También hemos visto que una comprensión cabal de la palabra "dios" eleva al hombre desde un concepto de humana caricatura de la Mente suprema, al concepto de la Mente pura. Cuando detrás de las palabras, comenzamos a captar lo que ellas realmente significan; cuando postulamos un problema con el cuidado que generalmente no caracteriza a esta operación, tratando de hacer un uso correcto del lenguaje, comenzamos a iluminar la oscuridad y a quitar las dificultades.

    Hay todavía otro motivo más importante por el cual debemos separar la palabra de su significado. Por útil que el análisis semántico sea para aclarar el pensamiento metafísico y corregir los errores generales, no es éste, sin embargo, su más útil e importante empleo. Pero no podíamos analizar este uso superior del término hasta tanto no alcanzáramos el punto actual de nuestros estudios. La Mente, la realidad suprema, trasciende todos los pensamientos individuales porque en su pura fuente indiferenciada, porque aquéllos están sujetos a la relatividad mientras que la Mente es absoluta. Por lo tanto la verdad, como el conocimiento que revela la naturaleza de la realidad, no merecería este nombre si simplemente nos ofreciera un conjunto de pensamientos particulares, y no aquello que constituye la esencia de todos los pensamientos. Todo pensamiento de cualquier tipo, científico o metafísico, únicamente puede proporcionarnos una conclusión que a su vez es sólo otra idea, es decir, un pensamiento. La gente habla de alcanzar verdades cada vez más altas, de descubrir más y más verdad. Lo que en realidad descubren son concepciones intelectuales más elevadas de la verdad. Pero que son sólo ideas de sus mentes. Esto no es igual a la verdad misma. Hay solamente una verdad suprema, no dos. El intelecto ofrece una verdad que jamás puede sentirse como tal, sino indirectamente reflejada o verbalmente descripta, o sea, en términos negativos. Cuando le pedi-mos al intelecto que exprese o dé forma intelectual a la realidad última, le estamos pidiendo que desarrolle una función que trasciende al intelecto; en consecuencia, el intelecto fracasa aquí, y algo superior ocupa su lugar, si es que vamos a abrirnos paso en nuestras búsquedas. La razón, incluso la de tipo más metafísico, debe comprender en este punto su propia ineficacia para captar lo Real, que es lo inconcebible, lo intangible, lo innominable. La verdad suprema, puesto que está fuera de las relaciones de oposiciones espacio-temporales, escapa a la captación del pensar, que sólo puede ocuparse de dichas relaciones y pares opuestos. Esto sólo es lo que tiene significado para la mente. Pero cuando ella enfoca su atención sobre sí misma, hay identidad, no relación; unidad, no dualidad. En consecuencia, en este absoluto, ningún significado particular puede formarse separadamente. La Mente puede saber qué es, pero no qué es esto o aquello. Ya que cualquier significado añadido limitaría su infinitud. Pero el pensamiento y el significado se expresan en palabras, es decir, que están ligados al empleo de éstas. Todo cuanto es explicable por las palabras es sólo una construcción de pensamientos, y como tal sujeta a todas sus limitaciones. Sin embargo, lo Real es también lo que no tiene límites. Por lo tanto, toda instrucción y revelación dadas en forma verbal, todo aprendizaje que dependa de la comunicación verbal, toda unión con Dios que necesite de la comunión verbal, no deben tomarse por conocimiento auténtico de la verdad. Debemos tener cuidado de no engañarnos pensando que porque intelectualmente alcancemos un significado, hemos llegado a la verdad: no debemos confundir la palabra con la cosa. Por consiguiente, tenemos derecho, cuando alguien habla de Dios, divinidad o realidad, a comprobar semánticamente cuál es el uso que esa persona hace de dichas palabras, es decir, si las emplea a partir de una comprensión profunda del tema que está tocando, o si simplemente está haciendo ruido en el aire, o corriendo detrás de sombras verbales en el papel.

    Resultará fácil averiguar esto, gracias a las claves que estos estudios avanzados han puesto en nuestras manos. Si el propósito inmediato de dicho análisis es romper el materialismo y la ilusión arraigadas por el antiguo hábito en el hombre, a través del uso del lenguaje, y terminar con su empleo irreflexible de palabras tales como materia, tiempo, visión, experiencia y espíritu, determinando así que ese hombre cambie sus perspectivas, el propósito último es demostrarle que aquello que puede expresarse por las palabras es sólo la imagen de la realidad, nunca la realidad misma. Que cuanto podamos formular en frases ha de ser un pensamiento, nunca el puro Pensamiento ilimitado. Que lo que podemos decir jamás puede ser el elemento indescriptible que hace posible toda formulación verbal. Porque, ¿dónde está este principio ilimitado e inexpresable, en ese pensar o hablar? ¿Dónde está el molde con el cual podamos imprimir el infinito No-nada? Cualquier idea que nos formemos en la conciencia será, al final de cuentas, sólo un hilo de palabras vacías, y nada más. En el momento en que pensamos que la Mente es esto o aquello, o que posee esta cualidad particular o aquel atributo especial, inevitablemente le imponemos una limitación. Lo cual falsifica nuestra comprensión de aquello que es completamente ilimitado. La verdad es que hasta donde las palabras alcanzan, sólo podemos decir correctamente que la mente es, no, qué cosa es.

    Ya sea que describamos a la Mente Universal como algo en eterno descanso o en eterna actividad, solo estamos haciendo representaciones mentales de lo que en realidad es irrepresentable. Cualquier cosa que se escriba no puede ser una afirmación de la verdad suprema; en el mejor de los casos, solo puede ser una afirmación de la idea que alguien tenga sobre la verdad. Cualquier palabra pronunciada acerca de aquel Ser infinito, es, si se le da un sentido relativo, un engaño y no una descripción. Por consiguiente, todo lo escrito por la pluma o pronunciado por los labios, puede sólo apuntar sugestivamente hacia ese Ser, pero jamás expresarlo o explicarlo adecuadamente. Ya que lo único que puede colocarse entre los duros muros de las palabras, son conceptos intelectuales. Tengamos, pues, cuidado. El pensamiento toca aquí un profundo misterio. No puede afirmar que lo Supremo es como esto o como aquello, pero igualmente no debe negar nada respecto a lo Absoluto. Aquí su antena ha enfilado hacia la mayor distancia posible de un mar sin costas. Puede declarar únicamente que aquella Mente suprema es. Y esta declaración es tal vez la más importante que jamás se haya formulado.

    Hemos visto anteriormente cómo cada significado verbal inevitablemente implica la existencia de un segundo término opuesto a él. Sin este "otro" no podría siquiera explicarse aquel primer término. La palabra "blanco" por ejemplo, adquiere significado para nosotros porque se diferencia de "negro". Ningún significado puede existir a menos que también exista su opuesto. Pero aquí, en el innominado silencio de la mente sin palabras, encontramos la única excepción a esta regla, el elemento auto-existente que no tiene ningún opuesto, puesto que surge en dicha Mente y se disuelve en ella, el significado que se explica a sí mismo, no diferenciado frente a una segunda cosa, la Idea única que no sólo brilla por sí misma sino que además ilumina a todas las otras ideas, porque es la conciencia presente en todas ellas, el libre Significado en el que flotan los otros significados como en un océano sin límites. Lo Real no puede ser discriminado como algo contrapuesto a una segunda cosa: por consiguiente, no podemos aplicarle ningún nombre, ninguna palabra. No podemos afirmar que posee una propiedad particular sin que ello implique que posee la propiedad opuesta. Pero si es realmente ilimitado y absoluto ¿cómo podemos excluir algo de esa Mente? En consecuencia nos hemos obligado, no a aplicarle algún rótulo verbal descriptivo, sino más bien a dejarnos caer en un silencio significativo.

    Cuando Jesús y Buda guardaban su silencio sublime, era castigado quien lo quebraba. No es difícil comprender por qué se negaban a entrar en tales discusiones. Sabían que cualquier afirmación de algo, siendo tal la limitación del lenguaje, necesariamente excluía algo. Ello equivaldría a convertir teóricamente lo ilimitado en limitado, falsificándose así la doctrina acerca de lo Absoluto. Porque aquí estaban ellos ocupándose de una región que está más allá de la esfera de la conciencia pensante del hombre, basada en los sentidos, y así, la pregunta que todos naturalmente formulaban respecto a qué pasa dentro de ese absoluto, resulta inapropiada y carece de sentido para esa conciencia particular. Además aquella región no puede ser atraída a la serie temporal, porque nada hay en ese Absoluto que pueda tener ubicación cronológica, así como no hay idea de sucesión temporal en el estado del profundo dormir. La Mente puede tal vez encontrar algún tipo de expresión, pero sólo con valor simbólico, en el silencio o en la acción, pero nadie podrá jamás pronunciar la última Palabra, el misterioso Nombre de Dios mismo. Por más que nos esforcemos, es imposible formarse una idea clara y coherente de aquello que trasciende toda ideación finita. Lo Supremo no puede analizarse. No podemos abarcarlo en una concepción positiva. Esta conciencia que trasciende toda conciencia espacio-temporal, no puede ser capturada en un tubo de ensayo intelectual, al alcance de la mano de cualquier cazador de curiosidades.

    El estudiante no tiene que olvidar sin embargo, que estas explicaciones no sólo se proponen estimular su propio pensamiento racional, sino también despertar sus propias intuiciones acerca de esta materia. Por consiguiente, ha sido necesario navegar un largo trecho entre aquel mínimo de explicación sin el cual permanecería en la oscuridad, y aquel máximo con el cual puede permanecer en medio de una luz auto-engañadora. El trabajo metafísico de la razón con-siste en demostrarnos intelectualmente, que existe algo que la razón misma no puede captar, porque posee un carácter super-intelectual. Éste es, por cierto, el servicio más elevado que la razón puede ofrecer. La razón se realiza a sí misma cuando humildemente señala más allá de ella. Y aunque la imagen conceptual de la realidad que la razón nos proporciona es sólo una imagen y nada más, poseer una imagen correcta es muchísimo mejor que tener un equivocado criterio. A esto se han encaminado nuestros esfuerzos, es decir, a demostrar que no es una tarea inútil.

    Si nos volvemos sobre nuestros estudios acerca de la conciencia y de la relación entre el observador oculto y su personalidad proyectada, comprenderemos por qué esta última no tiene conciencia alguna del observador oculto, y por qué jamás nos podemos sorprender en el acto mismo de ser absolutamente auto-concientes, en la forma divina a que nos referimos. La personalidad está continuamente entregada a las sensaciones físicas o a los recuerdos o antici-paciones de dichas sensaciones, de modo que siempre pierde la experiencia de su propia esencia interior. Siempre está vuelta hacia afuera y jamás hacia adentro, excepto en el profundo dormir. Está demasiado absorbida en el espectáculo cambiante del mundo exterior como para volverse espectadora de sí misma. Ya que todo nuestro yo está empeñado en obtener experiencia del mundo externo, a través de los cinco sentidos, toda nuestra atención está extravertida y dada vuelta dando la espalda al yo oculto y profundo, toda nuestra vida consiste en un vuelo desde la Mente hacia la mente. En tales condiciones, el "yo" no puede observar su vida superficial así como una espada no puede cortarse a sí misma. Siempre se ve a sí mismo mezclado con el mundo exterior. Jamás adquiere una genuina y pura auto-conciencia. Obligado a apartar su atención del mundo, a concentrarse sobre sí mismo, el "yo" necesita primero clausurar sus cinco sentidos, lo cual por lo general le provoca un profundo sueño o sopor. Pero tales estados son inútiles al propósito del auto-conocimiento consciente, por necesarios que puedan ser para el descanso del cuerpo.

    Somos en realidad como hombres dormidos cuando comparamos nuestro actual campo de conciencia con el campo de su posible extensión. El oculto observador conoce a la persona, pero ésta lo desconoce a él. ¿Cómo podrá la persona conocer al oculto observador? Porque no se trata de un guijarro que podamos tomar en nuestras manos, ni de un objeto que posea cualidades sensibles tales como redondez, suavidad, aspereza, etc. Comparada con un guijarro, la Mente en sí misma es como una gran nada. Porque no se la puede medir, ni pensar, ni ver; no posee ninguna cualidad perceptible. Es el elemento más misterioso de nuestra misteriosa existencia. Nuestra dificultad estriba en que esta pura conciencia, este principio siempre presente que nos permite adquirir toda experiencia, no es fácilmente concebible, porque no es posible representarlo. No podemos adjudicarle ni forma ni medida, ni comienzo ni fin. Si, ni la ciencia ni la metafísica, ni el pensamiento concreto ni el especulativo, pueden darnos cuenta de esta realidad tan sutil, bien podemos preguntar, cómo podrá lograrse su captación. Ya que, después de las consideraciones previas, sacamos en conclusión que la razón divaga, mientras que lo Real es algo que sólo existe para atormentar a los hombres desde una distancia inalterable, para burlarse de ellos ofreciéndose sólo como un objeto de inútiles especulaciones, y nunca como experiencia de primera mano; lo Real sería algo frente a lo cual todo pensamiento queda temblando impotente al borde de un precipicio que jamás podrá cruzar.

    La respuesta esperanzada que nos da la filosofía, nos saca del impasse en el que nos hallamos. La Mente absoluta es Inconcebible sólo en el sentido de que ni los sentidos ni el intelecto pueden conocerla directamente. Tenemos que buscarla a través de un acercamiento muy diferente. Puesto que el principio de la conciencia no se liga a ninguna idea particular ni a ninguna forma especial, debe ser captado de manera diferente de como captamos las ideas y las formas que son sus objetos. Donde la razón fracasa miserablemente en su aspiración por concebir el Yo Superior, porque esto le resulta imposible, puede sin embargo convertirse en el Yo Superior sumergiéndose humildemente en él. Cuando esto sucede, el yo luminoso reemplaza la respuesta que no puede dar el pensamiento limitado. Debemos ser absorbidos, y con nosotros es absorbido todo el bagaje de nuestros pensamientos, por aquella oculta base de nuestro pensar y sentir. El propósito de conocer al oculto observador debe convertirse en el propósito de llegar a ser ese mismo observador. Es decir: debe desaparecer la diferenciación entre el observador y el observado; el objeto de pensamiento debe disolverse en el Pensamiento primordial mismo; conocimiento y ser deben unirse. El "yo" y su padre trascendental; el ego y su eterno testigo, deben, en cierta manera, casarse, Entonces sólo habrá un conocimiento interior, por auto-identificación de lo inferior con lo superior. Sólo entonces puede el "yo" tener conciencia de la sagrada presencia en el altar más profundo. Éste es el sendero que nos señala la mano extendida de la filosofía.

    El elemento de conciencia debe introyectarse; la personalidad terrestre debe unirse a la fuente celestial que desea conocer. Éste generalmente es considerado en Occidente, como un absurdo. La ciencia occidental sólo conoce una captación consciente particular. En consecuencia, se niega a aceptar que haya algo así como la actividad de la pura conciencia misma. Su negación es perfectamente justa desde el punto de vista de la experiencia tangible de las cosas, pero es absolutamente equivocada, desde el punto de vista de la experiencia mística que trasciende a los sentidos corporales. Por lo tanto, la doctrina ocultista tiene aquí que separarse de la ciencia que, por la índole misma de sus actividades es demasiado corta de vista como para distinguir las cosas de su ámbar intelectual. La doctrina ocultista sabe, por propia tradición antigua y por sus experimentaciones modernas, que dicha introspección es posible, que si se dan primero las condiciones propicias, puede desarrollarse el poder de independizar este elemento de auto-conciencia de todo particular objeto de captación. La filosofía logra esta elevada meta, a través de un acercamiento de tres etapas, que determinan la visión interior de la Conciencia superior. Ese algo existe, y ya no debe sorprendernos que por ser tan trascendente no pueda captarlo el pensamiento humano. Cuando completemos nuestro curso intelectual, no nos asombrará que ese algo pueda ser captado por una forma más profunda de percepción. Esta forma es el poder de aprehensión latente en todos los hombres, pero que muy pocos tienen desarrollado. Denominamos "visión interior" a este poder, porque quien lo posee, puede ser lo que es, no sólo lo que aparece; puede ver dentro de la realidad interior, detrás del mundo aparencial que nos ha impuesto nuestra facultad plasmadora de imágenes; puede percibir claramente la esencia vital eterna que vibra en todas las formas planetarias transitorias. La vista es una función del cuerpo, la comprensión es una función de la inteligencia, pero la visión interior es una función del Yo Superior. En la antigua enseñanza ocultista, el uso de esta facultad se llamaba originariamente, "apertura del ojo del conocimiento trascendental". La diferencia entre una verdad alcanzada intelectualmente, y una visión interior alcanzada filosóficamente, es como la diferencia que existe entre estudiar prolijamente un mapa de Roma y hacer un viaje a dicha ciudad. La razón funciona captando un pensamiento después de otro, mientras que la visión interior atraviesa de una sola vez, como una aguda flecha, el espeso velo de la apariencia. Cuando el hombre razona acerca de un objeto, alcanza el conocimiento únicamente después que el razonamiento ha acabado, es decir, después que ha transcurrido un cierto período de tiempo, mientras que cuando ve ese mismo objeto, el conocimiento que resulta de esa captación es inmediato e instantáneo. La visión suprema es como la ruptura de un velo, que permite ver y sentir, algo que antes no se había presentado a la conciencia, y con lo cual puede el hombre unirse en un solo y mismo instante.

    Aquello que vanamente trata el intelecto de captar, porque está más allá de todo razonamiento y explicación, la visión interna lo percibe claramente en una única vislumbre luminosa. Gracias a su final madurez, culminan todos los estudios del reino de las verdades relativas. Ya que dicha visión interior conduce a una verdad que es la única Totalidad que todo lo abarca, en la cual pueden hallar su ubicación todas las posibles concepciones relativas, y de la cual todas las doctrinas son, en verdad, intentos inconscientes de interpretación de esa misma Totalidad, desde diferentes niveles de pensamiento. Mientras que el intelecto debe persistir en reunir y comparar datos del conocimiento, la visión interior desdeña toda particularización, porque percibe aquello que contiene la posibilidad de todo conocimiento, y que constituye la base de todas las cosas experimentadas: la secreta Mente. Esta realidad que trasciende esta polvorienta tierra, esta roja flor, estos afanosos hombres; que en proporción los hace aparecer como meras sombras que se proyectan por breves instantes en una pantalla; que se burla de todos los esfuerzos de los científicos para apresarla; que los teólogos han rodeado de impenetrable misterio, y que los metafísicos contemplan con desesperación, como algo que está a distancia remota del hombre; que es el atormentador enigma que convierte a los hombres razonables, en lunáticos; que obligó a Herbert Spencer a declarar, en su desesperación, que ese algo había sido siempre y siempre sería "lo incomprensible"; que no se somete ni a los avances del intelecto, ni al ansioso reclamo de la emoción; este supremo arcano, sin embargo, no puede al final huir de nosotros, porque es la Mente dentro de nuestra mente, el Yo que proyecta su nombre sobre nuestro propio yo.


    LAS TRES ETAPAS DE LA MEDITACION


    Hemos llegado así al punto en que sólo cierto tipo de experiencia super-intelectual, es decir, cierto tipo de experiencia mística, puede justificar nuestra declaración de que esta Mente es consciente y factible de realización, en un sentido positivo. El diccionario nos da una definición de "realizar": "sentir tan vivida o fuertemente algo como si fuera real; adquirir por propia experiencia; lograr algo como resultado de trabajo o esfuerzo". En consecuencia, marcharemos ahora hacia las frescas aguas de dicha realización personal de la Mente, dejando a nuestras espaldas el árido desierto de la simple especulación. Por lo tanto, hablaremos ahora de las formas y medios de obtener este tipo de experiencia psicológica. No es suficiente asegurar una convicción intelectual de la verdad mentalista. Tenemos también que asegurar una experiencia práctica de esa verdad. Pero el alma que desea ascender desde la tierra hasta ese puro empíreo, debe adquirir las alas. Ningún animal posee este ojo interno místico que tiene el hombre; por lo tanto ningún animal puede contemplar la esquiva realidad de la Mente pura, que constituye la esencia ignorada de su propia naturaleza. La apertura de esta nueva y trascendental facultad de la visión interior brinda la única oportunidad de nacimiento humano, oportunidad que podemos perder en la persecución de las cosas efímeras, o capitalizar en la búsqueda de las divinas.

    Ahora bien: manifestación significa limitación. Cuando la Mente Universal manifiesta un universo, tiene que manifestar un universo limitado. Cuando el Yo Superior proyecta la persona, tiene que auto-limitar un fragmento de su propia conciencia. Así, pues, cuando la persona se vuelve hacia su interior, aspirando a la contemplación y cumplimiento de su propio origen y naturaleza, en ese momento tiene la posibilidad gloriosa de llevar a cabo la promesa última de su propia limitación, evolución e involución. Esto necesariamente implica desprenderse conscientemente, de los cinco sentidos que contribuyen fundamentalmente a producir la ilusión materialista. Sin esto, no puede haber realización personal del mentalismo, sino sólo un eco intelectual de su verdad.

    Tenemos que aprender el arte de apartarnos de la existencia sensual y superficial. Esto se logra mejor a través de una deliberada auto-disciplina. Las tres principales formas en que la filosofía obtiene esta disciplina, libera al hombre de dicha existencia sensual y además desarrollan la visión interior. Son tres formas paralelas, no consecutivas. Son, primero, la reorientación del pensar; segundo, la reorientación de la actividad práctica; y, tercero, la reorientación del sentimiento. Lo primero se logra gracias a meditaciones metafísicas de carácter mentalista, como las que componen las primeras páginas de este libro. Lo segundo se obtiene gracias a una cierta abnegación de la voluntad personal, que describiremos hacia el final de este libro. Lo tercero se logra, educando la atención por medio del empleo de ejercicios regulares de meditación o yoga, como se los llama en la India, que describiremos en seguida. Yoga es un término de doble significación: denomina tanto el proceso cuanto el resultado a que ese proceso conduce. Yoga, como conjunto de prácticas mentales, es una cosa, y yoga, como condición unificada de la mente, que resulta fruto final de dichas prácticas, es otra cosa. Yoga como proceso, exige constantes esfuerzos por lograr la concentración mental dirigida hacia adentro; y como resultado, proporciona al practicante, una serena condición, en la que los pensamientos desaparecen, revelando así el trasfondo divino que la actividad constante de los pensamientos oculta. Cuando la mente está activa, tenemos pensamientos; cuando está quieta, los pensamientos se evaporan. Muy pocos han alcanzado alguna vez, conscientemente, esta completa quietud del estado natural de la mente, y por lo tanto, son pocos los que realmente saben qué cosa es en verdad. Yoga en su mejor sentido, es simplemente el intento deliberado por lograr esto, y así el hombre adquiere conciencia del llamado "inconsciente".

    ¿Quién no se ha perdido alguna vez en un agradable recuerdo, o se ha sentido completamente absorbido por un trabajo intelectual grato? ¿Quién no ha perdido entonces toda noción del tiempo, hasta de las circunstancias exteriores, olvidándose además de sus preocupaciones, y hasta dejando de percibir un dolor físico? Esto alguna vez le ha sucedido a casi todos. En momentos así, han estado practicando, sin saberlo, la meditación. Ya hemos dicho en otra parte que este tipo de experiencias son realmente los principios de la experiencia yogi, sólo que en el yogi es una experiencia deliberada y controlada, mientras que en el caso común al que hemos hecho referencia, se trata de algo involuntario y que se puede controlar. Esto indica que cuando estamos totalmente envueltos en nuestro propio yo, con exclusión de las cosas, personas y acontecimientos que nos rodean, y con nuestra mente concentrada en alguna idea análoga, tendemos a aceptar a las ideas como única, realidad. Ya he dado, en tres libros anteriores, las instrucciones detalladas de la práctica de este arte de la meditación, de modo que resulta inoperante describirlas nuevamente aquí. Pero desde que esos libros fueron escritos, he adquirido mayor experiencia estudiando cuidadosamente los esfuerzos y resultados acumulados y observados entre numerosos estudiantes de todo el mundo, todo lo cual me permite aclarar ciertas normas, corregir algunos equívocos, y subrayar unos pocos principios rectores, en un breve resumen de este arte que todavía es poco familiar y bastante abstruso para el común de los estudiantes. La clave del éxito en yoga depende, en parte, de la natural capacidad para la concentración, en parte, de la energía que apliquemos, pero muy especialmente, del repetido y regular auto-entrenamiento. Para decirlo con la suprema autoridad de Buda: "No sé de nada que, con la práctica, resulte más inflexible que la mente; no sé de nada que, con la práctica, pueda llegar a ser mas flexible que la mente". La teorización es inútil; uno debe sentarse a practicar diariamente esta meditación. Si se lo hace correcta y regularmente, incluso durante sólo seis meses, se lograrán buenos resultados. Hay que convencerse suficientemente de que poniendo en práctica las reglas de yoga se llegará a gozar los frutos de yoga.

    Pero la meditación exige un lugar y un momento adecuados: debe convertirse en un hábito tan regular y agradable como el hábito del comer. Esta práctica no puede quedar librada a momentos casuales o a aquellas horas en que no sabemos qué hacer. Es necesario hacer un reajuste del programa diario. Es posible que esto ocasione algunas molestias al principio, pero los resultados serán una recompensa de gran valor. El hábito rige la vida humana. El hombre que ha aprendido el secreto de crearse nuevos hábitos, está capacitado para controlar aquello que controla la vida. Y la meditación está entre los mejores hábitos que el hombre pueda adquirir. No sólo recalcaremos sino que lo haremos con gran énfasis, el valor y urgente necesidad de introducir este hábito en la vida moderna. Por supuesto que habrá dificultades para conseguir un poco de tiempo. La mayoría de las personas ha construido una red de actividades y placeres de la cual no es fácil escapar. Pero si bien algunas de estas actividades son fundamentales, otras no lo son. Es necesario desarrollar un sentido de la proporción. El mismo hombre que se queja de que después de un día de trabajo ineludible y urgente, está muy cansado como para dedicarse a la meditación, nos dirá, cuando le propongamos que lo haga por la mañana, que entonces está demasiado ocupado en vestirse y en tomar su desayuno. ¡Al final, llegará a la conclusión de que nunca puede dedicarse a esa meditación! Pero no bien alguien le asegura beneficios positivos, esa persona se las arregla para conseguir un poco de tiempo. Eliminará alguna actividad superflua, o se levantará más temprano, o hará alguna otra cosa. Lo fundamental es que se entregará gustoso a esas prácticas. Pues ellas resultan aburridas cuando no se alcanza una recompensa rápida o tangible. Por consiguiente, es necesario un cambio de actitud mental hacia esas prácticas. Estos ejercicios deberían realizarse, al principio, a diario, y en el mismo lugar y a la misma hora, pero cuando no ha alcanzado un cierto progreso, puede transgredirse esta norma y practicar meditación en cualquier lugar y momento. No es necesario el monasterio. Es mejor una habitación en la que a solas pueda entregarse a este ejercicio durante media hora de la mañana o de la tarde. El progreso que se logra en un monasterio, muchas veces es ilusorio, y no soporta la prueba del mundo exterior, mientras que los adelantos que se obtengan en medio de la vida y obligaciones habituales, y a pesar de la oposición del medio ambiente, son persistentes y duraderos.

    Hay ciertos estorbos físicos que perturban estos ejercicios y que mientras están presentes pueden atraer la atención, alejándola del verdadero propósito. El primer estorbo es el ruido. Todo sonido exterior resulta magnificado durante la interna quietud de la meditación. Es por lo tanto indispensable encontrar un lugar silencioso. El hombre que medita debe aislarse para alcanzar sus metas superiores. El segundo impedimento es el movimiento activo, y la repentina irrupción de otras personas. No debe ser perturbado durante estas prácticas, y lo mejor será encerrarse con llave en la habitación. Estas normas se refieren, claro está, a los primeros esfuerzos del aspirante. A medida que avance, estos estorbos irán perdiendo importancia. El tercer estorbo es el balanceo del cuerpo, que resulta más perturbador cuando es la cabeza la que se balancea. Es necesario, pues, mantener derecha la columna vertebral. Si se utiliza un banco o una silla, deben tener la altura adecuada como para que los pies apoyen firmemente en el piso. La espalda debe estar apoyada en el respaldo de la silla o en la pared. Esto es indispensable, porque cuando se alcanza la etapa más elevada de la meditación, es necesario tener el cuerpo firme, pues la conciencia entra en un estado delicado y sensible en el que el más mínimo movimiento del cuerpo puede desbaratar los logros. Ésta es la razón por la cual los yogis indios del Himalaya adoptan la postura de piernas cruzadas con los tobillos entrelazados. Es una postura que proporciona un asiento firme cuando la conciencia está parcialmente desprendida de los cinco sentidos, y cuando la fluctuación del cuerpo provocaría el regreso de la conciencia al mundo sensorial. En el caso de estos yogis, también se busca que la columna vertebral esté muy derecha, pues así la fuerza vital latente en los órganos sexuales sube a lo largo de la médula espinal hasta la parte superior de la cabeza, sublimándola y espiritualizándola.

    El cuarto impedimento es una salud endeble. Los dolores, la inquietud y el mal funcionamiento del cuerpo, pueden ser lo suficientemente fuertes como para distraer la atención, de modo que resulte imposible la meditación. Los modernos estudiantes que tengan este problema, deberán echar mano de toda la ciencia actual, y de los conocimientos y ayuda ortodoxos y heterodoxos, sin olvidar que en esta región el karma personal es frecuentemente muy activo. Sin embargo, paradójicamente, muchas veces ha sido la enfermedad del cuerpo la causa de la dedicación a estas prácticas meditativas.

    A veces, pero no siempre, estos obstáculos físicos son más fáciles de remediar que los emocionales. Los trastornos emotivos, los estados de ánimo de depresión o desesperación, los sentimientos de pasión o amargura, incluso una imaginación demasiado errátil; todas estas cosas pueden interferir en la meditación. Por consiguiente, el estudiante debe al principio de su práctica, procurar apartarse de todo pensamiento acerca de sus asuntos personales, excluir toda clase de recuerdos, agradables o dolorosos, apartar la atención de los negocios e intereses del día, y universalizar su enfoque durante el período dedicado a la meditación.

    Un común obstáculo entre los trabajadores de la ciudad, como reacción frente a la velocidad, el barullo y el ajetreo del día, es el agotamiento mental. Aunque algunas personas encuentran que su misma fatiga es una ayuda que facilita la meditación, porque les proporciona el descanso y relajación necesarios, otros encuentran que una mente cansada no les permite lograr esta meditación. En ese caso es mejor abandonar el ejercicio hasta sentirse plenamente restablecidos, o si no les es posible lograrlo, será necesario abandonar por ese día dicha práctica. Un medio útil de restablecimiento consiste en descansar por unos pocos minutos acostado en una superficie completamente lisa, con las piernas y los brazos totalmente relajados, respirando pausada y rítmicamente, y aspirando profundamente. No debe usarse almohada ni ningún otro apoyo para la cabeza.

    Otro impedimento físico es la impaciencia. Los primeros ensayos en meditación transcurren tan lentamente y producen tan pocos beneficios, que la mayoría de los novicios pronto abandonan la práctica. Dicha impaciencia surge naturalmente del conflicto de verse tironeando en dos direcciones opuestas al mismo tiempo. Sus pensamientos no están acostumbrados a dirigirse hacia adentro concentrándose en algo que parece vago, remoto e irreal ya que, por el contrario, están muy acostumbrados a dirigirse hacia afuera concentrándose en el mundo de las cosas definidas y bien recortadas. Es más fácil renunciar a semejante lucha desigual, que continuarla. En consecuencia, los estudiantes deben adquirir la virtud de la paciencia, si es que quieren algún día gozar de los frutos del conocimiento. Todo aspirante debe, desde el principio de su práctica, grabar en su mente la segura esperanza de que si la realiza con profundo interés, es seguro que los resultados sobrevendrán. Semejante esperanza no es absurda. La mayoría de los esfuerzos realizados durante el noviciado no producen grandes resultados, son a menudo aburridos, pero con el tiempo se vuelven agradables, espontáneos y hasta interesantes. Cuando alguien aprende los fundamentos de un nuevo arte, como el de andar en bicicleta, hay muchos detalles característicos que lo asemejan a los comienzos de un nuevo arte como el de la meditación. Así como la bicicleta corre hacia atrás y hacia adelante, de un lado para el otro, a pesar de los esfuerzos por guiarla, y a pesar de la dirección voluntaria que el que la maneja quiere imponerle, así también los pensamientos van de un lado al otro, saltando de un objeto a otro objeto durante la meditación, a pesar de los esfuerzos y de la voluntad del aspirante. La monótona necesidad de repetir la práctica, el inevitable dolor de las caídas, que caracterizan los rudimentarios intentos de manejar una bicicleta, tienen su contraparte mental en las características de los rudimentarios intentos para practicar la meditación. Pero llega el día feliz en que, como por magia, el practicante de una de estas artes, descubre que puede manejar con seguridad y en forma recta su máquina, y el practicante del otro arte descubre que puede controlar sus pensamientos, concentrarlos y orientarlos de manera firme. Así, pues, con el tiempo, una tarea infructuosa diariamente ejercitada en la quietud mental, se transforma en algo fácil y natural.

    La primera y última etapa del yoga son etapas de concentración. La perfecta concentración de la atención es una de las claves esenciales del éxito. Cada nuevo logro ha sido el resultado de un pensamiento intensificado y de un esfuerzo unitario. A menos que el pensamiento y el sentimiento se orienten en canales bien definidos, son como el vapor que se esparce en el aire en todas direcciones, en lugar de ser el vapor que impulsa una locomotora de cien toneladas. El ingeniero intenta orientar la energía del vapor en unas cuantas direcciones determinadas. De esta manera, dicha energía alcanza una mayor intensidad y es más útil que si estuviera diseminada en muchas direcciones. Esta simple lección técnica encierra una verdad analógica para el estudiante de la mente. Éste debe aprender cómo enfocar la energía de su propio pensamiento en una sola dirección, aumentando así su intensidad y su influencia. Un vidrio ahumado puede concentrar los rayos del sol en un solo punto de una hoja de papel, hasta que ésta se enciende. He aquí también un buen símil de qué tiene que hacer el estudiante en estos ejercicios. La serpiente que intensamente observa a su presa hechizada, proporciona un último ejemplo del tipo de concentración que el estudiante debe adoptar. Si no le es fácil alcanzar este punto de perfección, es porque su corazón está en otra parte. Por lo tanto, hasta tanto no comprometa todo su interés, su ejercicio de concentración será un fracaso. Es poco útil adoptar un ejercicio determinado, sólo por el hecho de que otra persona ha tenido éxito. Por lo tanto, el estudiante deberá elegir aquellos ejercicios que le interesan y que despiertan su imaginación. Así, no tendrá que probar deliberada o artificialmente la concentración sino que se sentirá arrastrado espontáneamente a una natural absorción en la materia.

    Puede comenzar enfocando su atención en cualquier punto, ya sea un objeto externo, una idea interna, o simplemente su yo interior. Debe tener bajo control a su conciencia, y sostenerla sobre un pensamiento o serie de pensamientos, sobre una cosa o el detalle de una cosa, excluyendo todo lo demás. Debe mantener sujetos sus pensamientos como un elefante salvaje atado por una cuerda, a la estaca de un solo objeto o asunto elegido, no permitiéndoles correr sin rumbo de aquí para allá. Será inevitablemente necesario volverlos a traer una y otra vez, porque los pensamientos intentarán vagar, y esto requiere un manejo diestro y una perseverancia esperanzada. Así como fijar la vista en un punto situado al frente puede ayudar eventualmente a un ciclista inexperto, a mantener el equilibrio y a convertirse en un ciclista adiestrado, también puede ayudar eventualmente al estudiante el fijar la atención en una sola serie de pensamientos, mientras aprende a concentrarse, de modo de mantener fuera todos los otros pensamientos. Pero un objeto físico puede ser sólo un punto de partida para aprender a reunir y mantener quietos sus pensamientos fluctuantes. Tarde o temprano deberá reparar en las cosas exteriores y así se quiebra el momento de meditación. Con esto el estudiante termina la primera etapa (concentración) de! yoga, y entra en la segunda (meditación propiamente dicha).

    Metafísicamente, el yoga es en realidad la retracción de la conciencia del no ser al ser, el apartamiento de todos los pensamientos perturbadores y las ideas interferentes, que oscurecen la auténtica auto-conciencia. Esto se logra manteniendo firme un solo hilo de pensamiento, a través de un supremo esfuerzo de concentración en una idea, que al principio puede ser cualquiera, pero que al final tiene que ser una idea espiritual. Ya que la meditación debe tender siempre a concentrarse en una aspiración cada vez mayor, hacia algo más divino que el mero pensar, hacia un acto final de sagrada comunicación con nuestro mejor yo.

    La definición que el diccionario da de la meditación es: "Pensamiento continuado o ceñido", pero es mucho más profundo el significado que le da el misticismo. El estudiante debe ahora cerrar sus sentidos al mundo exterior, y su atención a los pensamientos y fantasías dispersas. Aunque esto resulte difícil, puede lograrse con el esfuerzo paciente. Esta etapa es un proceso por el cual se contrarresta el efecto de los cinco sentidos, una operación que determina eventualmente la pérdida de contacto con el mundo exterior, un vagar más allá de ese mundo, en una región interior de rapto recordatorio, donde no hay sensaciones físicas si bien el pensamiento está aún activo. Durante todo el día se produce un asedio continuo de percepciones sensoriales. Sólo en el dormir profundo o en la experiencia mística, el hecho se ve libre de esta guerra de nervios interminables. Así, pues, todo el poder de una atención concentrada en un solo punto debe orientarse profundamente hacia adentro del ser propio, y debe cultivarse un estado de ánimo de rapto absorbente. Sólo si el estudiante persiste en esto, sólo si resiste el arrastre del contorno exterior, y domina el movimiento sensorial de los pensamientos dispersos, sólo entonces conseguirá penetrar en el núcleo místico de la conciencia que se encuentra en el umbral del verdadero "yo". Alcanzará por fin el glorioso clima de todos estos esfuerzos por la gracia del Yo Superior. En ese memorable día la tensión que inevitablemente caracteriza su actitud posesiva frente a la vida, se reflejará súbitamente. La tensión que acompaña su existencia cargada de deseos, se relajará al mismo tiempo. Descenderá sobre él una beatitud, y cuando la meditación alcanza su punto extremo, yoga pasa su tercera octava (contemplación). Cesa entonces el razonamiento intelectual y ya no aparecen las imágenes mentales. Entonces la atención se desprende espontáneamente de todos sus objetos, salvo la conciencia, y se concentra en el corazón, no en la cabeza. Así, de un pensamiento concentrado voluntariamente, el estudiante pasa gradualmente a una recepción pasiva, de la actividad mental, se sumerge hacia adentro en la quinta esencia relajada. Es particularmente en esta tercera etapa que es necesario mantener el cuerpo absolutamente quieto, porque aún la más mínima perturbación muscular, o el más pequeño cambio de posición, producirá una reacción totalmente desproporcionada y puede fácilmente perturbar o interrumpir la contemplación.

    Una buena concentración insume alrededor de dos minutos y medio. Esto mantiene la mente ininterrumpidamente sujeta a un solo objeto, punto o pensamiento. El tiempo establecido no incluye el usual período preliminar requerido por los novicios, para acomodar el cuerpo, aquietar las emociones, desprenderse de los pensamientos extraños, y lograr el estado adecuado, período que bien puede insumir la tercera o cuarta parte del tiempo de concentración. Una buena contemplación insume cerca de veintiséis minutos. Este período es el máximo; nada más puede obtenerse de un tiempo mayor. Es innecesario y por cierto muy difícil, extender la contemplación más allá del tiempo establecido. Además, en la técnica filosófica se considera que no es aconsejable hacer un hábito de semejantes prolongaciones, porque pueden provocar la apatía social y un estado psicológico negativo. Sin embargo, no es posible asignar una medida determinada de tiempo para una buena meditación, porque ésta puede extenderse desde unos pocos minutos hasta, en casos muy excepcionales, unas cuantas horas. Un término medio adecuado sería el de media hora. Una vez que la facultad de atención ha sido entrenada de esta manera, puede concentrarse a voluntad sobre cualquier cosa, objeto o idea.

    El arte, su apreciación o creación, la Naturaleza, su amor o compañía, constituyen asimismo modos de acercamiento al estado místico. Hemos dado instrucción práctica del uso de estos dos medios con propósitos místicos, en nuestra obra La Búsqueda del Yo Superior. Para quienes pueden entrar en estos caminos naturalmente, resultan tan importantes como los senderos convencionales del yoga. Toda vez que estas personas se dejan llevar por unos preciosos segundos quedando absorbidos en un hermoso paisaje, en alguna deliciosa obra de arte, o en algún afecto personal puro, tocan los bordes del estado místico. La atracción que sienten hacia las cosas hermosas es un anticipo de la atracción que sentirán más adelante frente a la Belleza misma, que es etérea y no física, hacia el Espíritu carente de forma. Quienes no comprenden qué quiere expresar la teoría mística, pueden entenderlo más fácilmente recordando el encanto indefinible de estos momentos de gozo espiritual. La contem-plación se propone recuperar sus almas, unirlos en un estado de ánimo, y convertirlos en una parte integrante de la vida común diaria.


    El artista procura presentar a los otros sus imágenes mentales, ya sea en forma de sonido melodioso, ya sea en forma de piedra tallada, o como pintura coloreada, o a la manera de palabras poéticas. En consecuencia el imaginar es la primera parte de su obra. Mientras está comprometido en dicha actividad, estas imágenes asumen completa y vivida realidad para él. Por lo tanto, todo artista que merezca el nombre de tal, es un mentalista, ya sea que conozca o no la metafísica del mentalismo, pues si así no fuera, su impulso creativo carecería de valor. El genio artístico o inventivo generalmente desarrolla un temperamento introvertido, distraído, ausente, cuando sus ideas germinan o cuando se pone en actividad su capacidad creadora. Este estado de ánimo es por cierto la característica principal del carácter del artista. Pero por lo que el genio desarrolla inconsciente y esporádicamente, el místico lo desarrolla consciente y regularmente. Y mientras el genio convierte en último objeto de su contemplación, a la producción de una obra exterior, el místico considera como objeto último de su propia práctica, el completo abandono de toda experiencia exterior y la creación de una experiencia interior. Si bien la creación artística o la apreciación estética son forma de meditación, no son formas supremas. Sin embargo, están lo suficientemente cerca de un tipo de experiencia suprema, como para capacitar al artista inspirado o al amante de la Naturaleza a gozar tanto como el místico, de la bendición de la contemplación. Esto puede lograrlo el artista solo si, en el momento supremo del rapto estético y de la intensidad concentrada de la atención, abandona el tema o materia que produjo su rapto, para descansar suspendido, por así decirlo, en el sentimiento puro. Deben abandonarse todos los pensamientos de la "cosa" física, conservándose únicamente la "Idea" superfísica. Si logra hacer esto, el trastorno emocional se convertirá en una inmensa y exquisita serenidad. Pues al abandonar el objeto externo que despertó su rapto interior, por el rapto mismo, abandonará, en lenguaje teológico, la Materia por el Espíritu. Así, una completa experiencia psicológica reemplazará a la experiencia mixta, mitad mental, mitad física. Así también, el arte se convertirá en un medio de evocación de aquello que está por encima del arte, y cada creación artística se transformará en un símbolo de algo superior a la cosa creada.

    Una forma poco común pero inolvidable de experiencia mística puede ocurrir en un momento de fatal alejamiento de una persona amada, como si se oyera una melancólica música interior. Esto sucede cuando el karma fuerza la separación a beneficio del progreso espiritual del uno o del otro. Esa música indescriptiblemente triste no puede captarse a través de los oídos corporales, pero se la siente de una manera misteriosa y clara, dentro del corazón. Esto no significa que se trate sólo de una alucinación. Las notas hermosas pero tristes sonarán en todo el ser interior. La experiencia durará unos pocos minutos, y será seguida por una gran depresión, pero imprimirá profundamente una cierta instrucción espiritual, que el tiempo jamás podrá destruir.

    Incluso el crítico más acervo de la religión, el más cínico burlador de la Deidad, el más tenaz defensor del nacionalismo, que haya estado de acuerdo con su generación y haya caído preso de las espirales del cinismo materialista, comenzará a desprenderse de esas espirales, ante semejante presencia seráfica que aparece durante la contemplación mística. Desde el momento en que experimenta por primera vez esa presencia, el hombre renueva su vida. Pero aparte del lugar importante que la meditación tiene en esta búsqueda del Yo superior, también posee un valor utilitario propio, en la común vida cotidiana de la humanidad. La paz y despreocupación que un hombre puede desarrollar gracias a estos momentos, deliberadamente se apartan de su existencia cotidiana, porque se convierten en un propósito valioso. Es por lo tanto lamentable que su práctica deliberada haya pasado a ser, en la actualidad, posesión casi exclusiva de monjes y ascetas, y que esté tan poco de moda en Occidente en comparación con Oriente. En gran parte nos hemos propuesto siempre introducir este arte en un círculo más amplio. Todo el mundo —y no sólo unos pocos ermitaños enclaustrados— debería aprender a meditar. Demasiado tiempo el mundo moderno occidental ha sido víctima del enfoque desequilibrado en el que la vida sólo ha desarrollado acción; demasiado tiempo se ha entregado únicamente a lo que concierne a la vida exterior, y sólo por casualidad, en el caso de tener unos minutos para perder, a veces ese mundo occidental ha dedicado unos pocos pensamientos a los eternos temas, pero siempre como un mero paréntesis. Una sociedad masiva y con los nervios a flor de piel, que ha perdido su sentido de la proporción, y que cree que es suficiente para el hombre, oír sólo el ruido de máquinas y el clamoreo de ciudades atestadas, que vuelve la espalda con impaciencia cuando oye la serena voz de su yo interior, o la profunda música de la vida orquestada por artistas inspirados, o la rica quietud de las majestuosas sombras de un bosque: una sociedad así es un miserable caso patológico. Su vida cotidiana es demasiado extrovertida. Esta condición desequilibrada e insensible es tenida por "natural". Pero el estado introvertido no es antinatural, como lo piensan muchas personas tontas y muchos científicos de mente estrecha. El estado introvertido es por cierto una parte de lo que debería constituir el estado completo de un hombre normal. La salud de la sociedad occidental puede prevenir únicamente de una sabia restauración de la perdida integralidad. Por consiguiente, dicha sociedad tiene que recurrir a la técnica de la meditación, para restablecer su roto equilibrio.

    Lo que el místico común trata de conseguir es precisamente lo que el místico filósofo procura lograr. Pero en este punto deben separarse. El último aprecia plenamente el significado de lo que el místico común logra, pero sabe que si sólo ha alcanzado una zona de existencia marginal, sobre la cual soplan extraños vientos del Infinito, esto no es lo mismo que el Infinito mismo. El místico filósofo no sólo ve que a partir de donde el místico común nada ve, se abre un sendero yoga superior, sino que además percibe que la meditación es sólo una de las etapas que debe transitar. Así pues, la última etapa posee un carácter triple, y su integralidad total es lo único que garantiza el título de filosófica.

    En La Oculta Enseñanza Más Allá del Yoga hemos puntualizado las razones por las cuales son necesarias las formas superiores de la contemplación, pero desarrollaremos en los próximos capítulos, los motivos más importantes. Por el momento digamos que la filosofía no es tan tonta como para despreciar ninguno de los resultados valiosos de las etapas inferiores del yoga. Por el contrario, las incluye y asimila, relacionando estos resultados con sus propios procesos superiores. Sólo le pide al aspirante que persista en su trabajo hasta alcanzar la otra ladera de la montaña, en la que aparece la iluminación total, sin detenerse a mitad de camino, donde sólo hay vislumbres.


    EL DESARROLLO DE LA INTUICION


    Aunque el estudiante está ya bien preparado para recibir las formas superiores de la meditación, que constituyen parte del yoga de discernimiento filosófico, la experiencia universal demuestra que estará mejor preparado todavía si previamente desarrolla su sensibilidad intuitiva. Muchos artistas creadores poseen esta sensibilidad, pero sin comprender las leyes que la gobiernan ni las condiciones en las cuales dicha intuición actúa. Antes de hablar de estos ejercicios superiores, será útil analizar qué puede hacerse prácticamente, para mejorar la facultad intuitiva, como un trabajo preliminar antes de referirnos a la facultad superior de la visión interior misma. Pero todavía es más importante que esto, el hecho de que la mayoría de los místicos dependen de lo que ellos llaman intuición, como la fuente principal de su conocimiento místico. Es pues necesario comprender además, qué cosa es la intuición, cuáles son las formas acertadas y equivocadas de su cultivo, y cómo distinguirla de sus imitaciones.

    Recordando todos los hechos puntualizados en el capítulo V, acerca de la fuente oculta y del auténtico carácter de la intuición, el estudiante puede preguntar si es posible desarrollar un método práctico para el progreso de una actividad tan evasiva, involuntaria y subconsciente. La respuesta es decididamente afirmativa. Sin embargo no podemos decir estrictamente que la intuición sea una facultad que cualquiera puede cultivar. Porque, como lo han demostrado nuestros estudios sobre el dormir profundo y la "mente inconsciente", la fuente de la que dicha intuición surge está siempre dentro del hombre. Todo lo que éste debe hacer es cultivar su atención a aquella fuente: lo cual es un acto diferente. La voluntad y la frecuencia con que el hombre haga esto, determinará la frecuencia de aparición de las intuiciones. Debemos recordar además, que si bien la intuición se refiere a los más diferentes asuntos, como ser, dificultades intelectuales respecto de la conducta o práctica de cuestiones mundanales, o temas referentes a la creación artística, el principio subyacente de su funcionamiento será siempre el mismo. Si alguien desea una iluminación sobre un asunto particular, o una guía cuando se enfrenta a un problema importante, y ha agotado todos los medios ordinarios para conseguir dicha iluminación, lo mejor es comenzar por creer que la respuesta ya existe dentro de él, pero que primero es necesario hacerla surgir de los estratos más profundos de su mente, para que aparezca ante su conciencia cotidiana. Dicha confianza es acertada, aunque la respuesta intuitiva no esté completamente libre de la interferencia o ayuda del factor kármico. El próximo acto consistirá en concentrar la atención. Esta concentración debe repetirse varios días, incluso a veces varias semanas, de acuerdo con el caso individual, pero puede suceder que no haga falta tanto tiempo.

    El tercer punto es sumamente importante. Después del acto de concentración, el hombre tiene que ayudar a que la respuesta pase del nivel oculto al nivel abierto de la conciencia. Esto se logra paradójicamente por el proceso de olvidar por completo el tema o asunto. La razón de semejante extraño recurso es que la intuición no se manifiesta por un acto de voluntad personal. El surgimiento de la intuición es definitivamente un hecho independiente. Por consiguiente, cuando el hombre ha llegado a un completo desconcierto en sus reflexiones, la medida más prudente es colocarse en estado pasivo. Cuando está cansado de luchar por solucionar un problema resulta aconsejable abandonar por un tiempo esa lucha. Debería aquietar la conciencia despierta, dejando de lado la inquietud por resolver los problemas o por orientar sus pensamientos según sus limitados esfuerzos personales. Debe relajar la atención apartándola del tema, bajar la cortina sobre ese problema, y dirigir sus pensamientos hacia otra cosa. Debe tomarse unas vacaciones mentales. Lo que la conciencia superficial no ha podido resolver, será ahora controlado por la mente más profunda, en la confianza de que allí está la respuesta perfecta que ese hombre busca. Que pueda o no lograr esta respuesta, ya es otra cuestión. Sin embargo, resultará siempre extraño el hecho de que después de abandonar el hombre la cuestión que le preocupa, por lo general ésta retorne según su propia determinación con la solución lista. Mientras el hombre busca una respuesta intuitiva, ésta por naturaleza, lo elude. Cuando el hombre deja de buscar, y se sienta a tomar una taza de té, o se levanta para dar un paseo, la intuición, por naturaleza se le acerca. Por lo tanto, quien busque la guía de la intuición o el toque de inspiración, después de concentrarse en el asunto, debe dejarlo de lado por completo y no persistir en buscar la solución antes de que la mente por sí sola quiera darla. Si así lo hace, la respuesta que busca puede surgir espontáneamente, puede llegar ines-peradamente, en un súbito destello de pocos segundos, antes de acostarse o al levantarse después de un descanso, o puede no llegar hasta otro día cualquiera. Si aumenta la tensión de la preocupación en ese asunto, puede suceder que anteponga una barrera que le impida recibir aquello que el yo más profundo está dispuesto a darle. Por otro lado, si se preocupa poco, no merecerá recibir la revelación interior. No debe confiar demasiado en el yo pensante, pero tampoco demasiado poco. El adecuado equilibrio de este procedimiento puede hallarse sólo con práctica suficiente.

    Ya hemos señalado en qué consiste la conexión entre el profundo dormir y la mente oculta, cuando nos ocupamos de las relaciones entre la intuición y el dormir. Ahora ha llegado el momento de revelar que esas subterráneas actividades, que dan por resultado las intuiciones, las inspiraciones artísticas, y las soluciones a determinados problemas, no se producen realmente durante el profundo dormir, sino más bien durante ese período intermedio de duermevela entre el dormir y el despertar. Es durante el momentáneo destello de ese estado crepuscular de la conciencia o durante su paralela adición de ensoñación diurna, que se producen las más auténticas intuiciones. Ésta es la razón por la cual los faquires orientales y los clarividentes occidentales entran en un semitrance cuando quieren lograr algún conocimiento intuitivo, pues es éste el estado conveniente. En consecuencia, la cuarta fase de este proceso consiste en asir nuevamente el tema, y rumiar su respuesta justo antes de entregarse a un breve descanso en un lecho, durante el día, o justo antes de dormirse por la noche. Al hacer esto, algo dentro del hombre enfocará sus antenas, por así decirlo, hacia el llamado subconsciente, donde encontrará el conocimiento que se niega al yo consciente. La mente en estado profundo dormir, de semi-sueño, o de ensoñación diurna, puede resolver el problema más arduo, aunque en ese momento no se tenga conciencia de su actividad, presentando más tarde la solución, en medida de su propia voluntad. Esta solución puede aparecer como una idea consciente y auto-evidente, o como una experiencia onírica, o como una ocurrencia imaginativa, durante unos instantes de ausencia mental. Hay un proverbio bien conocido en todos los idiomas que aconseja: "¡Confíalo a la almohada!" . Y por cierto que se trata de un buen consejo. Churchill y Roosevelt a menudo se entregaban a un breve descanso a finales de la tarde. ¿Cuántas soluciones, durante los confusos primeros días de la lucha contra los nazis, dependieron de este hábito? El compositor italiano Puccini admitía que muchas de sus mejores ideas de creación musical, llegaron a él durante sus sueños. Rodín, el escultor francés, creador de la célebre estatua El Pensador, confesaba a sus amigos que veía, durante sus sueños, sus obras mejores, ya totalmente acabadas. Esto no sólo ocurre en las esferas artísticas o en la vida de los hombres de estado. No hay esfera en la cual las intuiciones no actúen. Niels Bohr, el científico, descubrió, en un sueño, el principio fundamental de su notable teoría atómica.

    El quinto factor que debe entrar en los cálculos del estudiante es que una intuición se evapora tan rápidamente y es tan frágil como el recuerdo de un sueño al despertar. Los contactos de su presencia son tan sutiles y tan breves, qué muy fácilmente puede pasarlos por alto, no dándose cuenta de que ha ignorado la llegada de un huésped muy deseado. Esta voz tan suave y gentil es muy fácilmente desoída por presión de la razón escéptica, o de la convención y prejuicios. Y aunque le preste atención, el carácter momentáneo de la intuición puede hacer que el estudiante le quite importancia, y no siga las indicaciones que ella le dicta. Sólo más tarde se dará cuenta del error cometido, a través de la severa lección de dolorosos acontecimientos. Sólo entonces recordará arrepentido, la serena voz imperceptible, cuyo consejo él no siguió. Por lo tanto, debe entrenar su personalidad para abrirse a las más mínimas indicaciones provenientes de su interior, y para mantenerlas y seguirlas hasta que dichas intuiciones hayan desarrollado claramente sus mensajes. Puesto que los benéficos llamados de la intuición tienen alas, es aconsejable tener a mano un anotador, para consignarlas por escrito antes de que puedan olvidarse.

    Con una analogía aclararemos este punto. Quienes posean un aparato de radió estarán familiarizados con la siguiente experiencia. Mientras al azar mueve el botón que sintoniza las estaciones, percibe diferentes sonidos vagos. Si se impacienta, busca rápidamente una estación de transmisión clara. Pero si, lentamente busca con toda paciencia, la estabilización de su aparato, de modo que se aclaren los sonidos vagos, pronto podrá escuchar la música o la voz que desea. Con la intuición sucede otro tanto. Primero se percibe una cierta emoción, o un vago pensamiento que ronda en nuestro interior. Pero puede alejarse tan pronto como vino. Debe ser tomada al vuelo, si es que queremos captar esa intuición. Si la atención se concentra en ella adecuadamente, entonces gradualmente se amplificará, hasta que se manifiesta ante la conciencia, una idea clara, cuya verdad resulta evidente. Es posible que el estudiante ya sea sensible a ciertas atmósferas, lugares, personas. Si extiende esta sensibilidad un poco más, y si aumenta su conciencia respecto de sus propios procesos mentales, comenzará a tomar intuición. Sin embargo, no será suficiente reconocer una intuición como tal, ni tampoco comprender su mensaje. También habrá que aprender a obedecerle. Si encuentra que su mandato es desagradable, o si posterga dicha obediencia por razones personales, a veces el estudiante perderá una valiosa oportunidad que más adelante lamentará mucho. Por otra parte, la obediencia leal pronto proporciona un sentimiento de suave certidumbre beatífica, acerca del asunto que preocupa, y que siempre aumenta a medida que pasa el tiempo.

    El sexto punto es un corolario de los anteriores. Consiste en aprender a esperar pacientemente la respuesta. Un fuerte obstáculo a la manifestación de la intuición es el deseo impaciente por obtener la respuesta antes de que los procesos mentales profundos la encuentren y la presenten a la conciencia superficial. Si se apresura demasiado en apresar lo que cree es una respuesta, probablemente se entregue a una pseudo-intuición considerada como la adecuada, o a una respuesta que será una semi-intuición mezclada con emociones o prejuicios derivados de su modo de pensar. Sólo con una profunda paciencia dispuesta a seguir esperando hasta que aparezca la respuesta correcta, es posible evitar estos tropiezos. Además, el análisis de estos puntos prácticos no debe hacer creer al estudiante que la intuición se manifiesta de una sola manera. Muchas veces el mensaje esperado, o la respuesta que busca vendrán a través de canales exteriores, como por ejemplo, un libro abierto al azar, una frase dicha por casualidad en una conversación, y hasta una carta que un amigo nos escribe a tiempo. Claro que la verdad de tal respuesta exterior tiene todavía que ser reconocida por el yo interior, por eso es que merece aún el nombre de intuición. Todos estos extraños hechos dejan de serlo cuando el estudiante comprende la base mentalista de toda existencia, cuando sabe que el mismo nivel profundo de la mente corre a través de todas las cosas y seres, manteniéndolos unidos.

    La séptima regla fundamental de este arte, consiste en verificar toda pretendida intuición, sometiéndola al juicio crítico de la inteligencia —de la cual la razón es su parte más importante—, de la experiencia y de la autoridad. Esto no significa que el estudiante deberá caer en el error de adaptar todas sus intuiciones a las exigencias de estos tres criterios (razón, autoridad y experiencia), porque si así fuera no se necesitaría para nada de dicha intuición, pero esos criterios deben tomarse como módulos que lo defiendan del auto-engaño. Quien acepte las indicaciones de lo que él cree es intuición, sin verificarla a la luz de los criterios mencionados, podrá llegar a lamentarlo en el caso de que esa seudo-intuición lo lleve por camino equivocado. No hay que considerar que el sentimiento de innata convicción constituye suficiente prueba de validez de una intuición. Porque antes de penetrar en la esfera de la genuina intuición, deberá atravesar la traicionera región de la seudo-intuición. No es una travesía fácil, si es que ha ignorado o despreciado la disciplina metafísica. La respuesta puede llegarle en una forma impura. Ya que tiene que luchar contra sus propios deseos, esperanzas, temores y egoísmos, todos los cuales pueden adoptar el disfraz de una auténtica intuición, cuando no son nada de eso. Una de las fuerzas para descubrir estas máscaras, consiste en advertir si son exigentes, apasionadas y dominantes; en observar si tratan de empujar al sujeto a un acto o acción, con demasiada premura; si es así, es muy probable que las excitadas voces hablen por presión de la emoción personal. La auténtica voz de la intuición por lo general se recibe en medio de la calma interior. Es posible que el trasfondo emocional esté presente, pero siempre permanece como trasfondo y nunca como factor dominante. Tanto una intuición falsa cuanto una auténtica aparecen como auto-evidentes. Pero la primera sobrelleva el lastre del deseo egoísta o de la excitación personal, lastres que no aparecen en la intuición auténtica. Hay tres características principales de toda intuición verdadera. Son ellas la calma, la claridad y la certidumbre.

    El estudiante debe reconocer francamente que aunque la intuición funciona siempre perfectamente, no sucede lo mismo con su receptividad, y que, si bien la intuición es siempre infalible, no acontece lo mismo con su comprensión. Además, no hay garantía de que el llamado interior obtendrá respuesta. El factor kármico también tiene siempre algo que decir. Hay veces en que no aparece intuición alguna. Es prudente en este caso no simular ninguna intuición, construida a partir de equivocadas racionalizaciones, sino echar mano de los recursos habituales. Así no se adjudicarán injustamente los errores a una intuición inexistente. Surge así la necesidad de introducir la prueba de los tres criterios ya señalados, a manera de correctivo. Veamos esta necesidad a la luz de un ejemplo contemporáneo. La intuición de Hitler lo llevó a desoír el experto consejo de su general Staff, en algunos importantes puntos estratégicos, durante las primeras etapas de la guerra, y lo condujo hacia éxitos sorprendentes, sin embargo, la misma facultad lo guió, en las últimas etapas de la guerra, a cometer los más desastrosos disparates. Así como la voluntaria obediencia a las directivas de la auténtica intuición debe considerarse como la buena suerte de un hombre, así su entrega a las seudo-intuiciones debe considerarse como su mala fortuna. Esta obediencia a una falsa luz ha determinado las desgracias de muchas vidas, provocando no pocas equivocaciones mentales y ruina material.

    Hay dos etapas en el desarrollo del estudiante y es sólo en la etapa primera donde deben hacerse las verificaciones puntualizadas. Porque es sólo durante esa etapa cuando la receptividad del estudiante es incierta e irregular. Pero, desgraciadamente, es en esta etapa donde todavía están la mayoría de los hombres. Sólo después de mucha experiencia y de cuidadosa observación de los resultados, el hombre se acostumbra completamente al modo de actuar de la intuición, y así percibe de inmediato sus auténticas señales, no ofreciéndoles jamás ninguna resistencia; en resumen: sólo cuando esta facultad está completamente madura, ya no es necesario verificarla a la luz de los criterios de la razón, la experiencia y la autoridad. Sería absolutamente tonto hacerlo, porque esta facultad desarrollada plenamente es superior a la razón y llega hasta regiones donde la razón se perturbaría. Sin embargo, un desarrollo de este tipo es muy poco común. Por eso hemos hecho tas advertencias del primer volumen de esta obra, con el objeto de que se aprenda a distinguir claramente entre la seudo-intuición y esta maravillosa facultad con la que aquélla generalmente se confunde. Particularmente el místico debe entender que a menudo él confunde la fe con la intuición, así como el materialista debe comprender que él por lo general confunde existencia con esencia. Si cree que un impulso es una inspiración divina, cuando en realidad no lo es, se está colocando en una situación riesgosa. Todo aquél que busque respuestas intuitivas a las preguntas que surgen durante la búsqueda del Yo Superior, debe defenderse de los burdos auto-engaños y de las grotescas exageraciones del pensamiento voluntario, de los motivos emocionales y de los impulsos temperamentales, que en todas partes disfrazan la verdadera voz de Dios.

    Se ha hecho, desgraciadamente, un abuso grosero de la palabra "intuición". Su valor se ha degradado hasta el bajo nivel del charlatanismo, donde se pretende que llevan la marca de lo divino lo que sólo son errores, conjeturas, explotaciones, deseos egoístas, alucinaciones torpes y hasta obsesiones demoníacas. El espontáneo surgimiento de pensamientos místicos intuitivos, que contienen honestas revelaciones, descubrimientos y predicciones, son un hecho psicológico indudable, pero es algo que sucede más raramente de lo que por lo general se cree, y las posibilidades de error son tan grandes, que la inteligencia, la experiencia y la autoridad deberían estar siempre presentes para comprobar su autenticidad.

    Repitamos, como ya lo hemos señalado en el suplemento explicativo a LA OCULTA ENSEÑANZA MÁS ALLÁ DEL YOGA, que no debe confundirse la intuición con la muy superior facultad de la visión interior. Ya dimos en dicho suplemento una adecuada definición de la diferencia que existe entre ambas, de modo que aquí sólo subrayaremos la diferencia más esencial. Es incorrecto el empleo del término "intuición" para señalar la aprehensión de aquello que está más allá de su alcance. Pues es un término tan ambiguo que tanto vale para las intuiciones de un jugador de carreras de caballos, cuanto para los mensajes divinos que recibe por igual canal, el místico. Hay planos primarios y secundarios de la mente, de modo que también son primarios o secundarios sus productos. Los primeros son las visiones interiores, y los segundos son las intuiciones. Los sabios hablan desde el plano más elevado; los místicos hablan y escriben acerca de la contemplación de los niveles secundarios. En los sabios la conciencia es exaltada pero tranquila; en los místicos la conciencia está exaltada y excitada. El sabio no cambia su estado de ánimo establecido, pero el místico cae intermitentemente en raptos, éxtasis y ensoñaciones abstractas. Aunque la intuición y la visión interior surgen espontánea y súbitamente, la primera brilla discontinuamente, en cambio cuando la visión inte-rior se pone plenamente en actividad, brilla como una lámpara egipcia siempre encendida. La misión de la intuición es proporcionar una guía correcta en los asuntos humanos e intelectuales de esta tierra, mientras que el papel de la visión interior es el de trascender estas cuestiones terrenales. La intuición se ocupa de las ideas efímeras, ya se refieran a carreras de caballos, o a temas metafísicos, mientras que la visión interior sólo tiene que ver con la fuente eterna de la cual surgen todas las ideas. En resumen, la visión interior es la facultad merced a la cual el hombre puede atravesar las formas terrenales en medio de las cuales habita, para alcanzar la infinita e inefable realidad que está por detrás y más allá de dichas formas. Sin embargo, el desarrollo de la intuición constituye un complemento preliminar muy valioso que acelera y facilita el desarrollo de la visión interior.


    CAPÍTULO XIV
    EL YOGA DE LA MENTE DISCERNIDORA


    Lo que el estudiante ha aprendido hasta ahora, podrá parecerle demasiado remoto en su abstracción metafísica, como para serle útil, sin embargo, tiene valor práctico. Quien haya llegado hasta aquí, encontrará en las páginas siguientes una base para esfuerzos prácticos que, como parte del triple requisito necesario para lograr el desarrollo de la visión interior, deben convertirse en una práctica activa de ejercicios mentales, los cuales lo ayudarán a abrir la puerta de una conciencia superior. Una vez que la verdad del mentalismo ha sido captada, se vuelve más fácil para el estudiante continuar su búsqueda. No sólo puede controlar más rápidamente su vida exterior, no sólo puede someter sus emociones y pasiones con mayor conciencia y menos dificultad, sino que además la práctica de la meditación puede volcarse sobre nuevos canales, a partir de los cuales surge más útil que nunca. Dichos canales son estos ejercicios ultra-místicos, la mayoría de los cuales han sido formulados sobre una base mentalista. Son el resultado lógico de la enseñanza metafísica. Quien haya comprendido intelectualmente los principios metafísicos, podrá entender perfectamente estos ejercicios, y así la práctica de los mismos le resultará más fácil que a cualquier otra persona. He aquí una de las razones de nuestra insistencia en la doctrina del mentalismo. Los ejercicios no pueden realizarse correctamente, si no se comprende y acepta plenamente dicho mentalismo, porque el estudiante debe tener un pleno conocimiento de lo que está haciendo mientras realiza la práctica. Todos ellos requieren que entre en juego la inteligencia; exigencia que los métodos yoga habituales no tienen, porque no hay que confundir el mentalismo con esos métodos, ya que difieren en concepción, propósitos, espíritu y técnica. Es ésta la razón por la cual el sistema de ejercicios ultra-místicos se denomina "yoga del discernimiento filosófico", y también "yoga de la mente discernidora": denominaciones que aquí abreviaremos utilizando el nombre "yoga filosófico".

    Impedir que la atención divague de un pensamiento a otro, transformar su natural condición inquieta en algo estable, deberá ser la meta primera de todos los métodos yoga iniciales. Cualquier otro método es un camino lateral que debe evitarse. Pero cuando esta meta se ha logrado, el estudiante está maduro para practicar los métodos superiores que aquí describimos. Cuando la tensión de la meditación llega a su fin, cuando ya no se siente dificultad alguna en mantener una sola línea de pensamientos, se ha cumplido la etapa preliminar, y el estudiante está listo para el yoga filosófico. Así como, cuando el estiramiento de una soga es suficientemente fuerte la tensión resultante alcanza por fin un punto en que la cuerda se suelta de golpe, así también la tensión de la concentración llega a una situación final en que se desvanece por completo. Desde este momento memorable, la meditación continúa de manera fácil y segura. Deja de ser un deber necesario para convertirse en un privilegio benigno. Y es para alcanzar dicho punto que hemos aconsejado los sistemas yoga de concentración.

    Sin embargo, no siempre es necesario que todos pasen a través de estas etapas. No hay otra objeción para quien desee practicar estos ejercicios ultra-místicos que, a) la probable incapacidad para concentrarse con éxito, y para apartar la atención de las cosas exteriores, si es que la persona no ha practicado los ejercicios yoga comunes, y b) la probable incapacidad, debida a la ignorancia metafísica, para discriminar entre la realidad última, la Mente misma, y sus meros productos. Esto no quiere decir que el novicio que intente los siguientes ejercicios ultra-místicos pierda su tiempo, sino simplemente, que le resultarán muy difíciles, o demasiado fuera de su alcance. Éstas son las únicas razones por las cuales se aconseja una previa práctica en la meditación ordinaria, pero en muchos casos, se trata de razones muy poderosas. Sin embargo, algunos ya han progresado, inconscientemente, bastante como para comenzar la meditación directamente a partir de los ejercicios ultra-místicos, mientras que otros pueden estar inconscientemente preparados para utilizarlos eficazmente, debido a prácticas realizadas en anteriores encarnaciones ahora olvidadas. Ésta es una cuestión que debe determinarse por la experiencia. Además, en estas operaciones existe siempre la posibilidad de que el misterioso factor x de la gracia entre espontáneamente en juego, dirigida desde el Yo Superior. Por lo tanto, incluso los novicios pueden practicar estos ejercicios si lo desean.

    Los ejercicios ofrecidos en El Secreto Sendero y en La Búsqueda del Yo Superior, constituyen una preparación excelente para los ejercicios que proponemos aquí. Hay una obvia línea de continuidad progresiva que va de los primeros a los segundos, porque la apelación a la inteligencia y la comprensión se mantienen persistentemente, al mismo tiempo que la búsqueda de la fuente del pensamiento propio, se acerca a la presente búsqueda de la fuente de todos los pensamientos. Así, pues, los ejercicios que proponemos aquí incluyen y luego trascienden a los primeros. Debido a que un solo método de meditación no puede ser apropiado para todos, en todo momento, ni siquiera para la misma persona en cualquier tiempo, el estudiante deberá elegir aquel que mejor le convenga en el presente, y sentirse libre de cambiarlo por otro, si sobreviene un momento en que dicho cambio parece ventajoso. Si a primera vista, un ejercicio parece fácil o atractivo al lector, ello probablemente se deba a que ya lo ha practicado en una encarnación anterior. Por consiguiente, es preferible que emprenda dicho ejercicio antes que cualquier otro. En todo caso, no deben hacerse todos los ejercicios simultáneamente; puede emprenderse uno de ellos realizándolo durante unas pocas semanas o unos pocos meses, luego puede cambiarse por otro ejercicio.

    Puesto que, en su actual forma modernizada, estos ejercicios solo requieren para su práctica una pequeña fracción diaria, suficientemente pequeña como para ser apropiada a todo aquél que no sea un mero diletante, estos ejercicios son adecuados incluso para su utilización en el ajetreado siglo veinte. Ya que están destinados a las activas personas modernas, y no a los ascetas y 'monjes medievales que se han apartado del mundo, será suficiente practicarlos en una sesión diaria de tres cuartos de hora o de una hora completa, o en dos sesiones de alrededor de media hora cada una a la mañana y al anochecer. Como todas las prácticas yoga, estos ejercicios deben realizarse tan regularmente como sea posible, porque el ritmo de la paciente repetición que así se establece, es una ayuda muy eficaz para el éxito. Lo que el estudiante debe también tener en cuenta, es que el comienzo de la meditación filosófica —a diferencia de la del tipo monástico— puede aparecer en momentos insospechados, incluso cuando la persona está en medio de sus negocios diarios. Descubrirá que su vida activa se ve interrumpida ocasionalmente por un espontáneo recuerdo del rapto sereno característico de dichas meditaciones. Si esto sucede, el estudiante no debe desperdiciar esta preciosa oportunidad, y debería responder de inmediato a este estado de ánimo. Esto puede lograrse abandonando de inmediato cualquier trabajo o placer al que se esté entregado, concentrando la atención hacia adentro, para saborear la dulce serenidad al mismo tiempo que se reflexiona inteligentemente sobre ella. Tres o cuatro minutos serán por lo general suficientes, si bien Sócrates ha dicho que en cierta oportunidad permaneció de pie durante casi todo un día, prisionero de esta ensoñación ultra-mística. Esta experiencia puede sobrevenir de golpe frente a cosas tan obvias como la serena quietud del atardecer, el rosado cielo del amanecer, las subyugantes notas de una melodía, o las profundas líneas de una prosa metafísica. Pero también puede aparecer inexplicablemente (frente a la conciencia superficial) en medio del trabajo mundanal, o cuando se está realizando una tarea trivial, como por ejemplo, atarse un zapato o levantar la cuchara de la sopa hasta la boca. Por lo tanto, el estudiante no debe tener un enfoque mecánico y estrechamente pedante, respecto de esta meditación. No debe limitarla sólo a un conjunto de ejercicios formales realizados en momentos establecidos, según el tictac regular de un reloj. Pues tiene que entender que aunque se trate de algo muy misterioso, y que se refiere a la existencia interior, sin embargo, no es algo que esté realmente apartado de la existencia exterior. El estudiante se está ocupando de la Mente Universal.

    Todo el mundo experimenta a la Mente en todo momento, y en su propia forma fraccionada y limitada, como series de pensamientos fluctuantes. La Mente está siempre con el hombre y dentro de él. Sólo que el hombre tiene que abrir sus ojos ante su presencia. En consecuencia, no es algo remoto, ni algo demasiado oscuro a lo que pueda llegarse después de superar dificultades casi insalvables. Si el hombre realiza la tarea con inteligente comprensión, y de manera correcta, y si además aparece el influjo de la gracia, cualquiera puede lograr este fin durante su actual vida. El principal obstáculo para el descubrimiento de lo que está tan íntimamente adherido a su propio ser, es su innato materialismo. No es necesario que se trate del tipo de materialismo burdo popular, o del tipo científico, más depurado; también puede ser un materialismo más sutil. A menudo este último tipo está encubierto por formas religiosas, ocultistas y místicas. La correcta cura de este tipo sutil de materialismo es la captación del mentalismo.


    1. UNA MEDITACIÓN SOBRE EL SOL: El curso de las prácticas superiores comienza por lo general con un ejercicio preparatorio que por su carácter, puede al mismo tiempo continuar practicándose junto con los otros, e incluso, después que la mayoría de los ejercicios de la etapa superior han dado sus frutos. Es particularmente valioso para los que se inician, ya sea se encuentren en el misticismo ordinario o en el sendero último, porque ayuda, por una parte, a purificar sus actitudes centradas en sí mismos, y por el otro lado, porque ayuda a provocar un descendimiento de la gracia desde el Yo Superior. Se trata de una práctica sumamente simple, pero quienes calculen su valor de acuerdo a su simplicidad se equivocarán enormemente. Se trata en realidad, de una invocación humilde y de una salutación de aquel poder supremo que se ha manifestado en la forma de este universo. Teóricamente, es un reconocimiento de la fundamental unidad del hombre con la Naturaleza, su ineludible parentesco con el cosmos, su participación en una misma vida común. Prácticamente, es una comunión con la Naturaleza en su punto simbólico y glorioso más significativo: el sol. Por consiguiente, este ejercicio se relaciona con la aparición y desaparición del sol en el cielo. Ya que la luz, cuando se la rastrea hasta su última fuente, no es otra cosa que la primera energía emanada de Dios, la Mente Universal, y en consecuencia, el primer estado de la llamada materia.

    El estudiante puede comenzar decidiendo a levantarse antes que amanezca, a tiempo para observar la transformación del cielo desde la oscuridad de la noche. En épocas antiguas, se prohibía a los que buscaban el Yo Superior, en los países orientales no europeos, que permanecieran dormidos en este período. Era necesario cumplir los ejercicios de iniciación, en las escuelas del Misterio, cuando el sol apenas había aparecido en el horizonte. - Pero es mucho más difícil cumplir esta regla en nuestros climas grises del Norte, y mucho más difícil en nuestra moderna civilización de alta presión. Por lo tanto será suficiente para quienes practiquen este ejercicio, hacerlo a la caída del sol, para observar el proceso opuesto del pasaje de la luz a las sombras. Uno de los peores defectos de la moderna civilización es que tiende a divorciar al hombre de la Naturaleza. Especialmente el hombre occidental no sabe cuánto pierde cuando deja de dedicar unos pocos minutos a la captación de la calma beatífica del amanecer, o a la hermosa paz del anochecer. Pues en ese momento pierde la oportunidad de beneficiarse con las secretas operaciones de la Naturaleza, ya que, en el atardecer y en el amanecer se producen determinadas fuerzas místicas que ayudan al hombre a su comunión con dicha Naturaleza. Estos dos períodos son puntos neutrales del movimiento interior de nuestro sistema solar, cuya actividad oculta vuelve a comenzar entonces en sentido contrario. Durante esos momentos, se produce una profunda pausa en la Naturaleza y las fuerzas trascendentales se despliegan libre y plenamente. Los momentos precisos en que el hombre puede ponerse en contacto con estas sublimes fuerzas son: a) por la mañana, entre el momento en que la luz de las estrellas comienza a amenguar hasta el momento en que el sol despunta; b) al atardecer, entre el momento en que empieza a desaparecer el sol y las estrellas aparecen. Cuando asoma el primer saludo del sol sobre la tierra, o cuando las purpúreas sombras del anochecer, envuelven el globo, o en ambos momentos, el hombre puede alcanzar una mayor armonía con la Naturaleza de lo que ordinariamente es posible, excepto en los días de luna nueva, luna llena y eclipses, que siempre son muy favorables al buen éxito de la práctica yoga. De todas maneras, quien inicie este ejercicio deberá repetirlo diariamente, hasta completar el ciclo solar anual, si es que desea llegar a la perfección de su práctica y obtener los máximos resultados. Esta etapa final no podrá alcanzarse antes de que hayan transcurridos 365 días.

    La primera práctica indispensable de este ejercicio consiste en sentarse en un sitio aislado, fuera o dentro de la casa, con el rostro directamente vuelto hacia el Este en la mañana, o hacia el Oeste, durante el atardecer. Si el estudiante lo practica de puertas adentro, deberá ubicarse frente a una ventana que le permita ver el sol. Si, como a menudo sucede en Europa y Estados Unidos de Norteamérica, el sol está oculto por nubes o niebla, debe practicarse el ejercicio de la misma manera, manteniendo los ojos fijos en la luz del cielo, hacia el Este o el Oeste, o sea, en la dirección en que el sol estaría en caso de ser visible. Debe evitarse, en este caso, la posición en cuclillas, permitida en el yoga ordinario. Ello se debe a que esta postura de piernas entrelazadas ayuda a enardecer las propias fuerzas del practicante, a través de su propia fuerza de voluntad, mientras que aquí se trata de ser un pasivo receptor de fuerzas super personales. La postura de piernas y brazos entrelazados cierra el circuito magnético, en cambio, la que este ejercicio requiere mantiene el circuito abierto y receptivo. El estudiante deberá sentarse en la posición en que aparecen algunas estatuas del antiguo Egipto, es decir, descansando en un asiento, con las piernas ligeramente separadas, y los brazos descruzados y con las manos apoyadas en los muslos, justo encima de las rodillas.

    Así sentado, el estudiante debe contemplar la salida o la desaparición del sol en el coloreado cielo. Debe alejar todos los pensamientos de su mente, y concentrar su atención en el fenómeno físico que está contemplando. Los rayos de luz deben penetrar en el cuerpo a través de los ojos. Sólo de esta manera alcanzarán su máxima eficacia los efectos de este ejercicio. Los rayos así absorbidos, y que en esas horas son los más benignos del sol, poseen además el poder latente de ayudar a la cura de las enfermedades físicas, al restablecimiento de la energía perdida, al apaciguamiento de un corazón preocupado, y a la desinfección de un nocivo carác-ter emocional, así como a mediodía, poseen la virtud de desinfectar los sitios insanos y las aguas contaminadas de los trópicos. Sus emociones se elevarán y purificarán, mientras observa la gradual aparición del sol y el cambiante juego de colores del cielo. Los artistas y los poetas, con su intuición superior, a menudo han captado esta verdad de que existe una profunda significación interior al amanecer y al atardecer, si bien no siempre la han comprendido. Pues han observado que ese magnífico despliegue de colores no se produce durante la noche, en que el cielo es oscuro o negro, ni durante el día, cuando es, por lo general, blanco, azul o gris.

    En la segunda etapa, el estudiante procura participar de la profunda pausa interior en la que todo el sistema solar se sumerge por breves instantes, para sentir dentro de sí, qué es lo que real-mente está ocurriendo dentro de la gran existencia de la cual él es un fragmento; para tranquilizar todos sus pensamientos, de modo que desaparezcan por completo los asuntos personales. Así como el sol al amanecer ilumina el mundo físico, así también el Sol que está detrás del sol, la Luz mística de la Mente Universal, ilumina al mismo tiempo al mundo mental del hombre, lo penetra de lado a lado, siempre que ese hombre esté presente y en estado de conciencia pasiva para recibir ese poder. El estudiante debe impregnarse a fondo con esta maravillosa quietud mística, en la que la Naturaleza se sumerge por unos pocos instantes.

    En la tercera y última etapa del ejercicio, el estudiante procurará moverse a compás de la luz auroral o del atardecer, hasta abarcar todo el planeta, conjuntamente con ella. Para hacerlo, deberá figurarse que es un ser desencarnado y puramente mental, como una conciencia sin forma, mentalmente disasociada del cuerpo físico, al mismo tiempo que deberá procurar identificarse simpatéticamente, con la vida de todos los seres, ya sea planta, animal o ser humano. Debe concebir esto lo más vívidamente posible, impregnando dicha concepción con intensa fe y convicción, y manteniendo la sensación viva de innumerables criaturas poblando el planeta. Así ejercita su creencia en que él es, en última instancia, mente y no materia, y también refuerza su percepción de la verdadera relación entre su ser y la vida cósmica. En primer lugar, la misma facultad creativa de la imaginación que ata al hombre a la creencia de que sólo es carne, y nada más, se utiliza aquí para ayudarlo a desprenderse de tal convicción; para ayudarlo a liberar su conciencia de la tiránica norma del pensamiento carnal. En segundo lugar, el estudiante utiliza la verdad —a menudo descuidada— de su física y vital unión con el universo. Debe mantener reverentemente la idea de que es una parte del gran Todo infinito. Debe procurar comprender que su propia existencia forma, con las otras existencias que la rodean, una red inextricable sin principio ni fin. Los pensamientos del estudiante deben ser devotos y sinceros. Hasta la más mínima comprensión de la maravilla cósmica despertará en él la fe y la confianza de que su pequeña vida no carece de sublime significación.

    Alcanza la meta de esta etapa cuando el escenario físico se desvanece; cuando ya no tiene más conciencia de su contorno; cuando su atención se vuelve totalmente hacia adentro, totalmente absorbida por el maravilloso estado de espíritu así invocado; cuando toda forma desaparece y el estudiante se siente en completa armonía con el ser universal, tan completa, que se sabe parte integrante de dicho ser universal. Cuando llega a sentir algo de esta relación como respuesta de amor —sentimiento que puede surgir entre los diez o veinte minutos, en el caso del meditador de moderada experiencia—, deberá dejar de absorber ayuda del Todo, cuya alma es la Mente Universal, para comenzar a procurar trasladarla compasivamente, y compartir su gracia altruistamente con los demás. Contemplará en su imaginación, a sus semejantes, bañados por la cálida luz y la sublime paz que lo embargan a él. Primero dirigirá sus esfuerzos con amor, hacia sus seres más queridos, y a todos aquellos a quienes desea ayudar de esta manera. Luego los dirigirá hacia toda la humanidad a la cual tiene que considerar, inconscientemente, como una gran familia. En tercer lugar, pensará en todos aquellos que son hostiles a él, que lo odian, lo perjudican o critican. Debe considerarlos como sus maestros, pues el papel que cumplen es el de ponerle de manifiesto sus propias faltas. Por lo tanto, si bien indirectamente, son sus benefactores. Si en este proceso, los que lo atacan, exageran injustamente los hechos, o los falsifican deshonestamente, karma entrará en juego provocando el sufrimiento y purificación necesarios. El estudiante debe desearles su desarrollo moral interno. No es necesario que les dedique su amor, y en el caso de quienes están obsesionados e inspirados por fuerzas malignas, definitivamente no debe hacerlo, pero debe beneficiarlos con su piedad.

    Conviene que el estudiante concluya el ejercicio con una breve plegaria personal, en silencio, dirigida al Yo Superior, si así lo desea. En este caso, es mejor que el ejercicio del amanecer se utilice para pedir fuerza, luz, verdad, comprensión, inspiración, y ayuda material, mientras que el ejercicio del atardecer deberá utilizarse para pedir paz, calma, libertad, altruismo, y oportunidad para realizar servicios. Pues esta meditación se relaciona particularmente con el acto de la plegaria y con la difusión de la gracia. Es en efecto, un llamado humilde del hombre al poder superior, una confesión de su propia debilidad, errores, ignorancia, y un pedido de ayuda a algo que supere su debilidad, sus pecados y su ignorancia. Es también un pedido de alivio para la pesada carga kármica que sobrelleva, con el franco reconocimiento de que nadie, excepto él mismo, tiene la culpa. El perdón divino, la guía y la gracia, incluso la regeneración, son los frutos de este ejercicio. Es una humillación del pequeño yo ante la inmensidad del ser cósmico, la confesión de que depende de un poder superior. Es una liberación de su pequeñez ciega, de la preocupación sobre su estrecha personalidad, y la percepción de que pertenece a un orden superior del ser, es decir, el reconocimiento de constituir una parte del magnífico Todo. Es finalmente el reconocimiento de que el sol, como fuente de la luz, como supremo símbolo visible de la Mente Universal, es el núcleo central de Dios en este sistema universal, así como el corazón en el cuerpo del hombre, es el centro del Yo Superior en su propio sistema personal.

    Esta meditación ocupa un lugar único en la enseñanza ocultista. Aunque tradicionalmente se lo considera como ejercicio complementario, o preliminar y purificatorio, de las otras prácticas que siguen, es un ejercicio que ni el más grande sabio desdeñaría, incluso en su etapa de mayor elevación espiritual, así como un gran río que desemboca en el océano continúa volcando sus aguas en él. En este caso será una expresión de humildad y adoración al Supremo; pero en el caso del neófito, la realización de este ejercicio se propone evocar dentro de él, una misteriosa fuerza de gracia que, por su propia inteligencia inherente, lo llevará a la exquisita felicidad de descubrir que, a pesar de todas las apariencias contrarias, el hombre vive rodeado por un mundo inmaterial en el que su propio destino es ineludiblemente divino.


    2. UNA MEDITACIÓN SOBRE EL PASADO: En este ejercicio el estudiante emprenderá un extraño viaje. Deberá visitar al hombre que él solía ser, y frecuentar sus primeras experiencias. Debe practicarse por la noche, justo antes de dormir. Si, por cualquier razón no puede hacerlo en ese momento, podrá practicarlo por la mañana, inmediatamente después de despertar. Pero en este último caso, el poder y las posibilidades de este ejercicio disminuirán notablemente. Después de entrar en la cama, y acostarse, con las piernas totalmente estiradas y sin cruzar, el estudiante comienza a dirigir su conciencia hacia el pasado. Rememora los principales acontecimientos del día, comenzando por el momento en que se ha acostado, y lentamente va retrocediendo, pasando de una experiencia, o sentimiento, o idea, a otra; primero, recordando lo que sucedió en el atardecer, luego durante la tarde, la mañana, hasta recordar el momento en que se despertó. Pero no debe detenerse aquí, pues tiene que tratar de revivir los sueños, si es que los ha tenido, de la noche anterior. Debe interrumpir esta recordación cuando logra la visión mental de sí mismo, acostado a punto de dormirse, en la noche anterior. Si dedica la mañana a esta meditación, entonces por supuesto deberá comenzar con los sueños de la noche y terminar con el despertar de la mañana previa. La necesidad de apartar cualquier otra imagen que pueda interferir, perjudicando la concentración, hace aconsejable que se piense sólo en imágenes intensamente vividas. El estudiante tiene pues que aguzar al máximo el poder plasmador de imágenes de la mente. No es necesario que reviva todo cuanto sucedió en esas veinticuatro horas. Será suficiente que recuerde los principales sucesos, actividades, contactos, y reflexiones, que tengan alguna importancia, desde el punto de vista personal y filosófico.

    Sin embargo, lo esencial es llegar a ver su propio cuerpo, en actividad, como si se tratara del de otra persona. Tiene que contemplarlo trabajando, moviéndose, hablando, divirtiéndose y sufriendo, como algo separado de él, con la misma facilidad con que contempla a las otras personas. Al mismo tiempo, deberá presentar sus actos, pensamientos, ante el imparcial tribunal de su yo mejor, para su evaluación filosófica. Deberá adoptar una actitud de desapego, que le permita exponer sus complejos inconscientes y ocultos motivos, ver críticamente y sin favoritismo sus propios sueños, actos y pensamientos, de acuerdo con las exigencias éticas e intelectuales más elevadas de la filosofía. Deberá colocarse espacialmente aparte de su propia vida personal, y contemplarla como una cosa separada de él; así, las horas de placer excitante, y los días de trágica desdicha, le resultarán menos importantes como acontecimientos, y mucho más importantes, como tutores que le imparten lecciones filosóficas. Por lo tanto, este ejercicio requiere el empleo de la imaginación creativa, tanto para permitirle al estudiante recordar su pa-sado, cuanto para permitirle esta bifurcación de la conciencia.

    Mientras el estudiante examina con calma a la persona, tratándola teórica y realmente, como una criatura diferente y separada de él, y luego juzga críticamente sus pensamientos, sentimientos y actos, con toda imparcialidad y justicia, crea un medio efectivo de auto-mejoramiento. Esto purificará sus motivaciones, educará sus emociones, fortalecerá el poder de su voluntad, y mejorará su capacidad mental. Así el poder mental de crear sus propias imágenes y recapitular el pasado, se utiliza para modificar el propio carácter del estudiante de una manera eficaz. Además, la repetición de esto, hasta convertirlo en un hábito, mejorará también los poderes de recordación. No sólo hará surgir, durante la meditación, pequeños detalles del pasado, que de otra manera quedarían permanentemente enterrados, sino que también irá entregando sus contenidos en cualquier momento del día, cuando el estudiante lo desee; y esto, de una manera suave y rápida no experimentada antes.

    Pero dichos beneficios, aunque son excelentes, representan sólo un propósito parcial de este ejercicio. Ya que, si la revisión retrospectiva se practica honesta e intensamente, puesto que revierte la corriente temporal, libra al estudiante de las ilusiones que hacen parecer como real sólo el presente, y la certidumbre mental, como algo material. Así, pues, el propósito filosófico de este ejercicio comienza a lograrse, no durante la meditación misma, sino solo durante los intervalos entre dos meditaciones. El estudiante comienza entonces a comprender, que siendo el día pasado ahora sólo un recuerdo, y por lo tanto, sólo una forma mental, cada cosa que él ve ahora —incluyéndose a sí mismo, a los otros, a los acontecimientos y a las cosas circundantes—- todo ello es por lo tanto sólo una serie de formas de pensamientos. Comienza el estudiante a ver los resultados en experiencias excepcionales, en extraños aunque breves interludios, que inesperadamente penetran en su vida de la vigilia, y que se apoderan de sus pensamientos sin previo aviso.

    Durante tales interludios, el mundo exterior asumirá una nueva y sorprendente relación. Las tortuosas calles o la solitaria selva que lo rodea por completo, serán percibidos como si se tratara de telas de araña directamente tejidas desde el punto más profundo de su propio ser. Las sólidas paredes de una casa ya no parecerán estar separadas de él; el mismo piso sobre el que está parado, ya no lo parecerá más una sustancia ajena; y la persona que está a su lado, ya no le parecerá más una criatura separada. Las fronteras entre el ser y el no-ser, que convierten al hombre en un materialista natural, se derrumban y desaparecen hasta cierto punto. No se trata de que las formas objetivas particulares del ser se desvanezcan; sino de que el ser mismo de esas cosas entra en una extraña relación íntima con el ser del estudiante, en un misterioso punto central de su interior. El estudiante se vuelve luminosamente consciente de que la mente concede realidad a sus propias construcciones, concentrando su atención en ellas, y de que esas cosas son proyectadas por la mente hacia afuera, desde el interior, lo que sucede con todo el mundo. Comprende el estudiante que la mente construye todas las cosas, porque ahora contempla dentro de esa mente, todo lo que anteriormente consideraba que estaba afuera. Mientras la concepción popular y científica consideran que las sensaciones que preceden el espectáculo panorámico, del mundo, son creadas en nosotros por los objetos físicos que están fuera de nosotros, y que de esta manera impresionan nuestras mentes desde el exterior, el estudiante sentirá que la verdad es todo lo contrario.

    Estas extrañas ocurrencias no serán meramente una cuestión de razonamiento, sino una cuestión de la más vivida experiencia. Los críticos que piensan que esta iniciación yogui al mentalismo es experimentada sólo por confundidos soñadores o desequilibrados místicos, deberían tener en cuenta que también le sucedió a un famoso científico. Sir Humphry Davy, el brillante químico inglés, inventor de la lámpara de seguridad para los mineros, primero experimentó con el gas óxido nitroso. Él mismo describe cómo, después de inhalar este gas, la forma antigua de su mundo cotidiano familiar comenzó a desvanecerse: "Yo existía en un mundo de ideas conectadas y modificadas de manera distinta". Y este científico cuya vida estuvo consagrada a la investigación de las cosas físicas, se vio forzado a confesar: "Nada existe excepto los pensamientos. «El universo está compuesto de impresiones, de ideas»". Sin embargo, nadie tiene que lamentar que esta concepción de los cambios de nuestro mundo, le quite realidad y lo convierta en un mero sueño. No se le quita realidad, sino que simplemente se lo libera de una concepción limitada de la realidad. Pues la única cosa continua a través de las interminables mutaciones de la experiencia del mundo, es aquello que hace y contempla dicho mundo: la Mente.

    El propósito filosófico final de este ejercicio es el de despertar en el estudiante la conciencia del oculto observador. Se trata de un logro más difícil que el anterior, y que, por lo tanto, se produce en una etapa posterior. Puede manifestarse, ya sea durante la meditación, o cuando el estudiante está ocupado en otra cosa. Sentirá, intermitentemente, que hay dentro de él algo que es diferente a los sucesos pasajeros mismos, que es por cierto, el Testigo imperturbable de dichos acontecimientos. El estudiante descubre aquello que dentro de él percibe la desnuda existencia de la experiencia, aquello que es pura conciencia disasociada de su personalidad y sus formas. El estudiante comenzará a contemplar la corriente siempre cambiante de sus propios sentimientos, las ondas de su pulso de emoción y de estado de ánimo, con sereno desapasionamiento, y con calmosa evaluación, como pantalla entre su mentalidad cotidiana y la conciencia trascendental. Éste traerá una gran tranquilidad a su corazón, y una gran decisión a su vida activa. Una y otra vez el estudiante sentirá la indefinible paz y el indescriptible desapego que le advierten que algo supraterrenal habita en su interior.


    3. UNA MEDITACIÓN SOBRE EL FUTURO. Los momentos previos al dormir son importantes en todo hombre. Contienen el poder latente de transformar su existencia mental, moral y física, de una manera efectiva. Si utiliza esos poderes apropiadamente, el hombre transformará gradualmente su contorno exterior y su carácter interior, mejorándolos. Sin embargo, esos momentos son todavía más importantes para el estudiante empeñado en la búsqueda del Yo Superior, porque también contienen el poder latente de transformar su conciencia. Acostado en su lecho durante la noche, el estudiante comienza este ejercicio, sugiriendo algunas ideas y anticipando algunas actividades para el día siguiente. Pero no se trata solamente de una predeterminación de este tipo; también debe predeterminar esto de un modo particular. El estudiante tiene que representarse a sí mismo como el filósofo ideal que desea llegar a ser. Debe este ejercicio reflejar lo que su yo mejor desea que él piense y haga. Así se visualiza con cualidades específicas, morales y mentales, y poniéndolas en práctica. Imagina el modo cómo reaccionaría correctamente en sus probables encuentros con otras personas. No sólo debe vi-sualizarse como un hombre que piensa sabiamente y que actúa noblemente, sino que, como en el ejercicio anterior, debe hacerlo como si fuera un espectador indiferente que observa imparcialmente su personalidad. La claridad e ininterrumpida intensidad con que se impriman en su conciencia estas imágenes, junto con la calma absoluta de sus sentidos, en parte medirán los resultados obtenidos. Debe imprimir vívidamente en su conciencia las precisas imágenes de los pensamientos que deberá mantener y la conducta que deberá manifestar cuando se enfrente con los principales acontecimientos, deberes, estados de ánimo, etc., probables. Caracteres, escenas y sucesos deberán aparecer pintados con exactitud fotográfica en su cuadro. Cuando el poder imaginativo está alerta, concentrado, fuerte y disciplinado, puede ayudar mucho al hombre, enormemente a controlarse. Pero cuando, por el contrario, es indeciso, soñador, errátil, débil y disperso, se convierte en un estorbo y en un lastre, que impide el progreso y que produce estancamiento. Por supuesto que la imaginación que va a triunfar en tal empresa debe ser una imaginación poderosa. Igualmente fuerte ha de ser la fe que la apoye y confirme. Toda idea que el estudiante imprima a su mente, de esta manera, debe ser grabada honda y calmadamente, con absoluta firmeza, pero no con violencia; el estudiante tiene que tener confianza en que el éxito coronará sus esfuerzos. Habrá de repetir perseverantemente estas sugestiones con bastante frecuencia, no sólo verbalmente, sino también por medio del proceso; de visualizar su fruición.

    Toda sugestión imaginada y formulada por el estudiante en este estado de ánimo de trance, tenderá a cumplirse. Sus acciones estarán espontánea e involuntariamente de acuerdo con las sugestiones plásticas y reflexiones que el estudiante propuso a su conciencia durante este momento sumamente crítico. Por cierto que esos actos no podrán más que responder a esas prefiguraciones mentales, pues aquí entra en juego una profunda ley psicológica. Pero el punto esencial, es el de quedar profundamente dormido en medio de esta práctica de meditación. Por consiguiente, la más mínima digresión hacia la conciencia física, puede quebrar la absorbida concentración, privando a la sugestión de su poder. Mientras el estudiante está manteniendo estos beneficiosos pensamientos, que predeterminarán su futuro modo de pensar y actuar, si la conciencia despierta se adormece, el nivel más profundo de la mente, asumirá los pensamientos que estaba urdiendo el estudiante, y los resolverá según su modo superior de elaboración. Al día siguiente, descubrirá que está haciendo inconscientemente, aquello que deliberadamente se propuso, en mente, la noche anterior. Cuando los sucesos y encuentros imaginados se producen realmente, se siente impulsado por un súbito resorte interior, a proceder precisamente como se imaginó que lo haría. Por lo tanto, el primer resultado importante de este ejercicio es el de remodelar efectivamente el carácter, desgastando faltas, vicios y defectos, y plasmando méritos, virtudes y buenas cualidades. Repitiendo el ejercicio todas las noches, se crearán buenos hábitos durante la vida de la vigilia, y desaparecerán los malos. Así se desarrolla adecuadamente aquel poder que es superior a la conciencia pensante y a la tendencia emocional, y que permanentemente beneficia a ambas. Todo estudiante puede pedir ayuda a esta fuerza superior, para su propio mejoramiento satisfactorio. He aquí una esperanza razonablemente práctica que puede hacerle más feliz, fortaleciendo su voluntad y acercando su vida a ideas más elevadas e ideales más puros. Los pequeños éxitos, que tarde o temprano obtendrá, lo animarán a continuar esta práctica, e irán acompañados de un sentimiento de poder creciente. Para su sorpresa, descubrirá que su conducta visualizada se vuelve espontáneamente activa, sin gran tensión de su limitada fuerza de voluntad, y que sus previas sugestiones se actualizan sin ninguna lucha interior u oposición.

    Todo esto introduce un nuevo factor en su karma, que a su vez transforma dicho karma en alguna medida, y que eventualmente determina también cambios del medio ambiente. En verdad, todas las imágenes mentales intensamente sustentadas y concentradas, afectan sus circunstancias futuras, porque la mente es la base verdadera de todas las circunstancias. Cuanto se graba en la conciencia en vividos relieves, durante la pasividad de los sentidos antes del dormir, especialmente tiende a reproducirse creativa y operativamente, en la vida exterior, sujeto no sólo al ajuste de karma y de la evolución, sino también de la habitual tendencia del pensamiento, si está en conflicto con las imágenes e ideas así grabadas.

    Este ejercicio es valioso para ayudar al estudiante a mantenerse indiferente cuando otras personas, o una circunstancia exterior impresionante, ejercen sobre él una sugestión inconveniente, o influencia inconscientemente hipnótica. Por otra parte, cuando intenta introducir en sus meditaciones, a otras personas, se le pide que honestamente mantenga su mente pura. De lo contrario, puede envolverse en desquites kármicos de índole dolorosa o, lo que es todavía peor que el dolor físico pasajero, en la permanente degradación de su propio carácter. Puede fácilmente surgir la tentación de interferir en la libre voluntad de otros seres, para beneficio de su propio egoísmo, pero la obediencia a tales impulsos sólo culmina con el desastre. Además, por supuesto que esto haría fracasar el objetivo mismo de tales ejercicios, que procuran elevar al participante por encima de la estrecha personalidad agitada, hasta la amplia atmósfera desapasionada de la verdad; hacerle sentir que algo que está más allá de su ordinario yo, se ha apoderado de él y lo está elevando en conciencia, en principios éticos y en comprensión. Superar la resistencia de la persona a los temas morales es una tarea primordial, que deberá ser realizada en el silencio y el secreto de dicha meditación.

    Pero si el estudiante realiza su tarea a conciencia, logrará, como en el caso del ejercicio anterior, un resultado todavía más importante. Esta práctica tiende a elevar su centro de gravitación espiritual, con lo que superará el estudiante sus vacilaciones emocionales, sus pasiones físicas y las ilusiones intelectuales. Se vuelve cada vez más consciente de una fuerza interior que paradójicamente le resulta grande en la medida en que reconoce que dicha fuerza deriva de algo que está más allá de él mismo, algo que es universal e impersonal. En verdad, deriva del oculto observador. En momentos inesperados de su rutina diaria, y en medio de sus múltiples obligaciones, se dará de pronto cuenta de esa presencia. Pasará, de mero protagonista de los sucesos, a testigo desapasionado de los mismos, viéndoles su correcta perspectiva. En momentos semejantes, siente que él está curiosamente tranquilo, mientras la turbulenta procesión del mundo se mueve en torno de él.

    Así el estudiante aprende a separar el "alma" impersonal del yo activo, por una comprensión metafísica de ambos aspectos de sí mismo, junto con el esfuerzo periódico místico por bifurcar su conciencia. A medida que vaya triunfando en sus esfuerzos, perderá cada vez más el sentido egoísta de la existencia y el deseo de trabajar sólo por intereses personales, que surgen de la identificación materialista con el cuerpo. Ese sentido egoísta se interpone a la inspirada apreciación de la verdad, así como se opone a la apreciación de la música inspirada. Porque cuando el pensamiento de que está escuchando obstruye su atención, el hombre pierde su unidad emocional con la música disminuyendo así su puro goce. Sólo cuando la conciencia desplaza el predominio del sentido de estar personalmente comprometido con la vida, el observador oculto transforma la existencia, de algo prosaico y materialista, en algo verdaderamente divino.


    4. UNA MEDITACIÓN SOBRE EL SER ATEMPORAL. Si bien este ejercicio no se realiza de la manera convencional, o sea, en la soledad y una misma hora del día, sino que debe insertarse en la vida externa de la actividad rutinaria, es de este carácter informal que deriva precisamente su peculiar valor filosófico. No sólo se lo practica en momentos libres, sino que deliberadamente se lo introduce en medio del trabajo que se esté realizando. Puesto que tres o cuatro minutos bastarán, esta práctica no necesita perturbar la existencia exterior del estudiante, ni interferir seriamente en sus obligaciones exteriores. Además puede realizarse prácticamente en cualquier lugar, ya que la soledad necesaria es absolutamente de índole interior. Un importante punto es el de entrenarse a comenzar la práctica de repente, abandonando de inmediato todos los otros pensamientos, de modo de sumirse instantáneamente en la perspectiva diferente que el ejercicio requiere. Con la práctica esto resulta fácil.

    El estudiante deberá rechazar bruscamente los pensamientos o deseos que en ese momento lo embarguen, suprimiendo con toda calma toda referencia personal, y ubicándose en la posición mental de un hombre que despierta de un sueño, y que se da cuenta de inmediato que estaba desempeñando un papel protagónico en ese sueño, y que al mismo tiempo era el mero testigo de ese sueño. De la misma manera, el estudiante deberá apartarse de todo cuanto suceda a su alrededor, e incluso de su personalidad interesada en ese instante por sus circunstancias ambientales, cayendo en una total indiferencia respecto de sus intereses, preocupación o placer. Tiene que recordar la teoría metafísica de que detrás de todos los pensamientos que cambian continuamente, la conciencia que los observa permanece estática todo el tiempo; inmóvil e inalterable; de que, a través del flujo de los acontecimientos experimentados, hay un quieto elemento de conciencia perdurable. Deberá tratar de identificarse con esa conciencia, desentendiéndose de su conciencia habitual.

    Lo ayudará mucho en su estuerzo, el reflexionar una y otra vez, acerca de la relación entre el soñador despierto y el soñador dormido. También le servirá el símil con la pantalla cinematográfica que permanece estática y quieta mientras las figuras y escenas aparecen y desaparecen sobre ella. La primera tipifica al yo-testigo inamovible, mientras que la película proyectada representa las experiencias siempre cambiantes. Así como las figuras de ésta no afectan a la pantalla, así tampoco las apariencias afectan a la conciencia que las produce. Cuando el estudiante ha comprendido esta relación de manera bien clara, completa su meditación entendiendo que, mientras todas estas experiencias asumen forma en el espacio, y tienen una consecución temporal, el elemento testigo no tiene forma alguna y está libre del tiempo. Este yo-testigo elude al psicólogo académico porque éste permanece asido al tiempo, y esta verdad es algo que sólo se conquista místicamente, más allá del tiempo. Copérnico descubrió que había serios reparos científicos a la aceptación de que la tierra estaba fija mientras los astros y el sol giraban alrededor de ella. Revirtió el proceso e imaginó, en cambio, que era la tierra la que giraba. Esto resolvió todas las dificultades de un solo golpe y revolucionó la concepción científica de su época. Durante esos momentos de meditación, el estudiante debe procurar una similar reversión de perspectivas en su vida consciente. Debe abandonar temporariamente la creencia convencional, y pensar que el espacio y el tiempo están viajando en él, en su individualidad superior.

    Es muy importante que logre apartarse del mundo temporal, total y bruscamente. Su máxima aspiración será la de llegar a la cumbre del olvido, dejando que su existencia temporal se sumerja en la existencia atemporal. Esta experiencia parece algo peligrosa. Sin embargo, es deliciosa. El hombre de la ciudad, especialmente, se siente reconfortado cuando piensa en términos de modestos períodos de tiempo, y se asusta mucho ante la posibilidad de una existencia infinita por delante. Por el contrario, quien habita en el desierto y observa el curso perenne de los ciclos naturales, y asimila algo de la tranquilidad que envuelve esos lugares, tiene una apreciación más exacta de la índole infinita del cosmos, y por ende, del "alma".

    Aquello que nunca muere y que no ha nacido, que ha existido desde una a otra eternidad, sólo puede existir en el Ahora atemporal, que está más allá de la concepción humana, pero no más allá de su experiencia. Quien aprende a vivir en este perdurable Ahora, sabe cuán artificiales son aquellas opresiones del tiempo a las que la humanidad se ata torpemente. Sabe que aquellas divisiones que el tiempo se empeña en marcar son meras convenciones que ayudan a la vida práctica, pero que son ilusiones para la vida superior absoluta de la Duración infinita. La pasiva sumisión al tiempo encadena al hombre. La voluntaria meditación en el obser-vador infinito que siempre está con él y dentro de él, es una revolución que desata cada eslabón de su cadena. Si bien resulta inimaginable para el hombre la vida-fuera-del-tiempo de la Mente Universal, sin embargo puede experimentar el sin-tiempo de la pura Mente. Igual que su Yo Superior, este no-tiempo de la pura Mente es el estupendo hecho siempre presente de su vida. Aunque se resista a ver esta verdad, llegará el momento ineludible de reparar en esa verdad. Pues suave y gradualmente, sobrevendrá en el estudiante la certidumbre de que ya no está más aprisionado por su cuerpo, y de que ahora posee un modo de ser inexplicablemente infinito. El espectáculo planetario le parecerá algo fantasmal. Se sentirá etéreo y perderá la conciencia de sus límites carnales. Experimentará en su corazón el extraño sentimiento de que estaba destinado a esta experiencia desde su nacimiento. Hallará en sí mismo la maravillosa confirmación de aquello que la razón simplemente afirma y que la religión sólo señala: el glorioso hecho de que el alma es atemporal.


    5. UNA MEDITACIÓN SOBRE EL SOÑAR. Cuando la conciencia despierta desaparece totalmente, se produce una transformación de la conciencia; que se manifiesta como un sueño panorámico, o se sumerge en la total inconciencia. Generalménte el hombre se duerme mientras está pensando vagamente en algo, o cuando se siente arrastrado por erráticas fantasías de su imaginación, que pueden continuar perfectamente su interrumpida existencia a través de la actividad meramente mecánica de su centro cerebral correspondiente. Pero puesto que el cerebro está parcialmente fuera de control funciona incorrecta y estrafalariamente. El recuerdo de esta experiencia distorsionada más el recuerdo sugestivo de las primeras experiencias inmediatas al despertar, más la asociación de ideas que en seguida se incorporan al estado de vigilia, forman la base de los confusos sueños comunes. Sin embargo, lo que el soñador recuerda tan vividamente, constituye sólo los últimos eslabones de la cadena. Esto se debe a que están todavía dentro del foco de la atención concentrada, mientras que todos los eslabones anteriores se han esfumado totalmente.

    La condición que se produce entre el dormir y el despertar no sólo es sumamente interesante, ya que no pertenece a ninguno de esos estados, pues está por cierto en una zona fronteriza con características tanto del dormir como del estado de vigilia, sino que es muy interesante, además, porque es altamente receptiva a la sugestión. Este infinitesimal punto intermedio, al borde del dormir, ofrece una oportunidad única para la práctica de la concentración. Ya hemos explicado que la tendencia final del pensamiento que se mantiene clara y firmemente en la conciencia en el momento de dormirse, es asida por el nivel más profundo de la mente, y trabajada por la misteriosa pero eficaz modalidad de esa mente. Este extraño poder mental puede utilizarse para practicar el control de la vida onírica. Para quienes son más o menos soñadores habituales, existe, dentro de la antesala del nocturno dormir, la oportunidad de desarrollar esa vida onírica, liberándola además, de tontas y aún peligrosas experiencias durante ese estado. Pero tampoco deben desperdiciar esta oportunidad aquellos que raramente sueñan, ya que en verdad les resultará ventajosa, pues es una de las máximas aspiraciones de los aspirantes, un completo reposo en un estado libre de pensamientos y de sueños.

    El estudiante debe hacer lo siguiente cuando se dispone a dormir: debe dirigir sus pensamientos al futuro, procurando imprimir fuertemente en su conciencia la sugestión de que sus próximos sueños sean lógicos, y luego debe figurarse a sí mismo atravesando determinadas experiencias, como protagonista de dichos sueños. Debe proponerse que sus sueños tengan un orden racional y una unidad lógica. Debe el estudiante aspirar a verse como si estuviera despierto por la fuerza, dentro de su propio sueño, conservando la suficiente conciencia de que está soñando, pero no conciente del mundo físico que ha dejado detrás. La gente debe estar completamente atenta cuando recibe la auto-sugestión nocturna, y no debe permitirse que nada se apodere de la mente en esos momentos. El estudiante podrá ayudarse en esto, tomando nota particular de los más vividos y lúcidos sueños, que dejan una fuerte impresión en la mente, escribiendo un breve resumen de los mismos. Si desea recordar más de un sueño, debe tener mucho cuidado de no levantarse bruscamente de la cama. Debe pasar al estado de actividad, lenta, suave y espontáneamente. Inmediatamente después de despertarse, el estudiante deberá permanecer totalmente inmóvil, impidiendo que ningún pensamiento interrumpa su concentración enfocada sólo sobre el pensamiento del último momento del sueño.

    El éxito sobrevendrá más rápidamente, si está absolutamente convencido de la verdad del mentalismo. Ya que, si en medio de sus actividades del día, puede conservar, en el trasfondo de su mente, la verdad de que todas sus experiencias son construcciones de la mente, inevitablemente tarde o temprano, asumirá igual actitud en medio de sus actividades oníricas. Cuanto más natural y habitual se vuelve esta convicción, más fácilmente se prolonga a las experiencias oníricas. Será de gran ayuda si, en los momentos libres durante el día, deja de lado su acostumbrado punto de vista, para adoptar el de testigo desapasionado. Deberá obligarse a pensar que aquello que está haciendo, se volverá, uno o dos instantes después, algo semejante a un sueño, porque se deslizará al pasado y será imposible recuperarlo, excepto como idea recordatoria. También, al ir de un lado a otro, deberá reflexionar, ocasionalmente, en el hecho de que el lugar que acaba de dejar, también se ha convertido en un contenido de la memoria, y que lo que entonces era siempre fue… una forma de pensamiento sostenida por la conciencia.


    Una y otra vez, el estudiante fracasará en esta práctica, retornando al tipo de experiencia común, o sea, una y otra vez caerá en la condición del soñar incoherente y sin valor lógico, o en el absoluto vacío de la total inconciencia, que caracteriza el habitual estado del dormir de la humanidad. Por lo tanto, para obtener frutos de este ejercicio, hay que insistir con gran perseverancia. Pero un buen día, sucederá algo extraño, que dará al estudiante la certidumbre de que se ha abierto para él una nueva puerta en su vida nocturna. En verdad, primero se abrirá muy poco, pero después del éxito inicial, dicha puerta se irá abriendo progresivamente con el tiempo y la perseverancia en la práctica. Pasará al dormirse al paradójico estado en el cual la vida onírica no podrá ya engañarle, pues el estudiante ya comprende claramente, que sus sueños no son otra cosa que eso: sueños muy vividos. Poseerá el fino sentido de estar despierto en medio de sus propios sueños. Sin embargo, sus sueños tendrán los mismos luminosos colores de la realidad de la vigilia. Ese hombre no sueña en el sentido ordinario, no suspende su juicio crítico y la coherencia imaginativa de sus operaciones mentales, ni pierde la noche en esas construcciones vagas, inútiles y fantásticas, que la mayoría de nosotros sueña. Sus noches, ocupadas por ese soñar coherente y ordenado contrastarán agudamente con aquellas noches anteriores en las que sólo transcurrían sueños sin objeto y embarullados. Será una existencia racional en la que todas sus facultades de voluntad, juicio, crítica, memoria, etc., trabajan tan eficazmente como en el estado de vigilia. Su vida onírica se convertirá con el tiempo, en una continuación natural de su actividad diaria, aunque dentro de límites más amplios. Se espera que utilice este ejercicio para dar impulso a sus ideales más elevados. Por lo tanto, su conducta onírica deberá demostrar un mayor autocontrol y una moralidad más alta, que la que revela su conducta de la vigilia. Cualquier descenso en esta ética expone al estudiante a ciertos peligros. La vigilancia es aquí muy necesaria.

    La mente crea, en el sueño, su propio tiempo, espacio, materia y causalidad. Cuando este poder se somete al control conciente, el estudiante se verá dueño del poder mágico de hacer que en sus sueños ocurran aquellas cosas que su voluntad determina. No sólo podrá mentalmente visitar lugares distantes, anulando así el espacio, o conversar con personas alejadas de él, anulando así la materia, sino que tendrá además el poder de crearlos a voluntad, imaginando episodios, y desarrollando incidentes, que se hacen realidad no bien él lo quiere. Sus movimientos serán deliciosamente libres y sus deseos se verán cumplidos de inmediato. Naturalmente se sentirá exaltado al sentir que posee la libertad y la capacidad para plasmar la existencia. Sin embargo, deberá tener plena conciencia de que todo esto es sólo una aventura de la fantasía, un viaje al marávilloso mundo exótico de Alicia, y que concluirá no bien despierte a la realidad convencional cotidiana.

    Con el tiempo se producirá un desarrollo mayor de esta experiencia. Comprobará el estudiante que, al concentrar su atención en una persona o un suceso, durante sus sueños, se va desarrollando en él un tipo de clarividencia. Finalmente tendrá la sorprendente experiencia de que ciertos sucesos, contactos y conversaciones del día siguiente, han sido previamente presentidos la noche anterior.

    Hay un ejercicio relacionado con éste, que puede intentar quien no haya todavía llegado al punto de total dominio del mismo, si es que ardientemente desea comunicarse sin peligros con el "espíritu" de algún ser querido que haya muerto; consiste en concentrarse justo antes de dormirse en la imagen mental de dicha persona, formulando la sugestión de que se produzca, durante el sueño, un contacto con ella. Si bien los planes espacio-temporales son tan diferentes que por lo general la Naturaleza los mantiene separados por un espeso velo, la concentración puede, sin embargo, evocar un cierto tipo de respuesta. La mente del que medita puede reproducir dicha respuesta para beneficio de la conciencia soñadora. Es posible entonces que el espíritu de la persona desaparecida penetre en la vida onírica de esta manera un poco indirecta, aunque no es posible que ello ocurra por más tiempo que unos breves instantes, y en solo unas pocas oportunidades en total. Se le aconseja al practicante que no se exceda en este ejercicio, que de ninguna manera contribuirá a su desarrollo espiritual, y que si se lo repite más de la cuenta retarda por el contrario el desarrollo de la otra entidad. Aquí sólo lo mencionamos como medida de consuelo personal, en el caso de que esa pérdida le resulte al estudiante muy penosa y que no pueda superarla por el momento. Si no siente la necesidad imperiosa de una comunicación, podrá enviar su amor y sú deseo de bienestar a aquel espíritu, tantas veces como quiera, al final de su meditación y a lo largo de toda su vida.

    Así, el control de la vida onírica puede acarrear mayores resultados. El valor práctico de este logro estriba en su transformación de las horas dedicadas al dormir, en horas concientes en las que se puede realizar una útil labor mental, a la par que se realiza un trabajo espiritual favorable para los demás. Su valor metafísico estriba en su clara confirmación de la doctrina mentalista acerca de la índole del mundo exterior, y de la persona que experimenta dicho mundo. El valor místico se encuentra en su poder para dividir la conciencia en dos partes: la una, el observador impersonal que siempre es el mismo en todo momento, y la otra, la personalidad que experimenta cambios. Ya que el fin último de la meditación principal no es vivir en un universo de fantasía, ni siquiera saber que uno está soñando, sino introvertir la atención suficientemente para abandonar el punto de vista personal. Si los motivos del estudiante han sido puros y sus ideales, exaltados, éste percibirá, en momentos ocasionales, durante su vida de la vigilia, una especie de estado de ánimo de ensoñación carente de tema. Entonces, la representación plástica de su propio rostro o cuerpo se presentará una y otra vez, y de manera vívida, ante sus ojos. Le parecerá que se está mirando desde el otro lado. Si le es posible mantener esta visión firmemente, pronto sobrevendrá la próxima etapa. Ésta consiste en una sensación bien definida de estar separado del cuerpo y colocado detrás y encima, como un espíritu desencarnado. No estamos aquí hablando con una metáfora espacial, sino en términos descriptivos literales. No debe asustarse de esta experiencia. Pronto desaparecerá y no le hará daño alguno. Por el contrario, con el tiempo descubrirá que otra presencia ha nacido a la vida dentro de su órbita mental: una serena presencia etérea. Debe mantenerse, por así decirlo, en esta atmósfera divina, desde el primer momento que siente que ronda en torno suyo.

    El sorprendente mecanismo de la mente soñadora, que hace posible estas cosas, ha alcanzado entonces la fruición de sus posibilidades superiores. Es, por cierto, un logro raro. Por eso dice Tripura, un antiguo manuscrito sánscrito: "La suprema conciencia no interrumpida ni siquiera durante el soñar, es la característica de la clase de sabios más elevada". Pero nadie necesita ser un sabio para experimentar esta superior existencia onírica. Quienquiera haya alcanzado cierto desarrollo en este sendero ultramístico puede (no necesariamente) participar en forma fragmentaria, total o esporádica, de esta experiencia. También pueden lograrlo quienes, como Descartes, a través de prolongados momentos de concentrada reflexión metafísica no materialista, han dado involuntariamente, algunos pasos en este sendero. El escéptico tildará de imposibles tales experiencias. Claro que resultan imposibles para quienes no tengan fe en ellas, para quienes crean que la mente es el cerebro y el espíritu es materia. También dirán que son alucinaciones, u obvios resultados de la sugestión producida por la natural actividad de la imaginación. Nosotros contestamos: "Usted no está lejos de la verdad. Porque si supiera usted, cuánta sugestión e imaginación intervienen en su vida de la vigilia, no diría que es tan milagroso que ellas también intervengan en su vida onírica. Y si usted supiera que casi todas sus experiencias terrenales, son en un sentido superior, alucinatorias, no negaría que el hombre tiene el poder de controlar esas privadas y fragmentarias alucinaciones que usted llama sueños. Cuando usted comprenda qué es realmente la imaginación; cuando usted haya abierto el duro cascarón de la comprensión que le oculta su mayor tesoro, la Mente, entonces, y sólo entonces, tendrá usted el derecho a poner límites a las maravillosas posibilidades del hombre".


    6. UNA MEDITACIÓN SOBRE EL DORMIR. Cuando despertamos de un profundo dormir sin sueños, y abrimos nuestros ojos, primero sólo nos damos cuenta de lo que está al alcance inmediato de nuestra observación. Así sobreviene en ese momento —y sólo en ese momento— antes que cualquier otra cosa, la conciencia del contorno exterior. Es sólo como pensamiento subsecuente, que tomamos conciencia de nuestro yo, como persona particular, como el físico "yo". Esta inicial impersonalidad equivale, psicológicamente, a la que posee el yo-testigo. ¿Dónde estamos nosotros durante ese momento? No estamos en nuestro personal "yo", y sin embargo, estamos allí. Simplemente nos hemos liberado de su acos-tumbrado dominio sobre nosotros. En realidad, nos hemos olvidado de nosotros mismos. Abandonar al yo superficial no significa, pues, su anulación. Se lo abandona sólo para volver a encontrarlo en la individualidad superior. No desaparece sino que simplemente se ubica en su lugar correspondiente dentro del perímetro mayor de dicha individualidad más elevada. Está todavía presente, todavía vive en esa experiencia, pero ahora sabe que la diminuta gota ha caído en un océano infinito y que ese océano contiene a la gota. Obtenemos así una vislumbre de qué cosa es la conciencia del oculto observador no sólo durante la vida de la vigilia y la onírica, sino también durante el profundo dormir. La noción de que este último estado está totalmente privado de conciencia, no es más que otra de esas ilusiones que esclavizan la mente humana, porque se basa en apariencias y no en la investigación. Un trompo que gire a gran velocidad parecerá al observador que está quieto e inmóvil. De la misma manera la mente, durante el dormir parece, al ego despierto, una condición de absoluta inconciencia. En realidad, la mente está experimentando un tipo de conciencia que va más allá de los poderes personales, los cuales ni pueden imaginarla ni penetrarla, comúnmente. Por eso la filosofía nos pide que abandonemos la perspectiva personal, pues sus limitaciones finitas bloquean el camino al verdadero conocimiento.

    Cuando termina inesperadamente un sueño, y cuando recién se introduce el estado de vigilia, se produce, en un brevísimo instante, una condición transicional de la mente, en la cual ésta no tiene conciencia más que de sí misma. Está en ese momento, completamente libre de ideas, y todas las sensaciones e imaginaciones se evaporan. Este momento intermedio en el que el hombre comienza a entrar o a salir del dormir, es un momento fundamental. Porque aunque hayan desaparecido los pensamientos, la conciencia no se ha perdido. El hombre está conciente, pero no de ninguna cosa particular. La personalidad no puede funcionar aquí y el cambio mágicamente toma su lugar apoderándose de su cabeza. Este oscuro período de letargo entre el final de la conciencia despierta y el comienzo de su transformación, es por cierto maravilloso. Siendo la línea donde se encuentran la conciencia despierta y la inconciencia del dormir, está en un plano diferente de ambas.

    Patanjali, autor del más conocido manual clásico sánscrito sobre yoga, acertadamente juzga que el dormir es uno de los cinco obstáculos que tienen que ser superados por el yogui. En su significado técnico elemental, este requerimiento se aplica a los principiantes, pidiéndoles que mantengan la mente alerta durante la meditación, porque de lo contrario no puede haber una eficaz concentración de la atención. Pero en su significado más profundo, se aplica a quienes están cumpliendo las etapas, superiores del desarrollo espiritual, y consiste en el pedido de que logren controlar su vida del dormir, tanto como su vida de la vigilia. Es imposible dormirse a menos que deje de prestarse atención a las sensaciones, imágenes y pensamientos que golpean a la puerta de la conciencia. El dormir es simplemente la culminación de este proceso. La atención cae, entonces y por así decirlo, en un suspenso. Pero es igualmente imposible lograr la más profunda contemplación yoga, a menos que la atención se aparte de toda imagen, sensación o pensamiento. Pero aquí la atención no se sumerge; más bien, está más alerta que nunca. Muchas personas no iniciadas en el sendero último a menudo han equivocado el significado de este párrafo de Patanjali. Esta falsa interpretación lleva a muchos yoguis chinos a beber té abundantemente en medio de la noche, y a algunos yoguis indios, a pasar la noche parados sobre sus pies o reposando sobre lechos de púas, en la esperanza de eludir el descanso natural. La filosofía desdeña estos métodos y explica que el estado de despierto a que se refiere esta práctica es de un tipo totalmente distinto y superior.

    Este ejercicio, como el anterior, debe practicarse en la noche, justo antes de dormir. Es un hecho que el hombre, en ese momento, pierde primero la conciencia de los pies y luego, de la parte inferior del cuerpo, hasta que por fin sólo tiene conciencia de su cabeza. Éste es el momento crucial en que desaparece eí mundo que comúnmente se filtra en la conciencia, a través de los cinco sentidos. Sólo después de esto repentinamente el hombre se duerme. Es esta pausa de apenas una fracción de segundo, la que hay que vigilar en extremo. Debe impedirse que la atención fluctúe y hay que mantenerla tan agudamente concentrada que la cama, la habitación y el cuerpo se esfumen al punto de desaparecer por completo. El estudiante deberá superar la pérdida total de conciencia, conquistando el dominio del poderoso desfallecimiento que sobreviene con el dormir. No puede impedir el dormirse, porque el hábito natural debe seguir su curso, pero puede suprimir la caída en la absoluta ignorancia de la que le ocurre al entrar en este nuevo estado. Tiene que lograr mantener su conciencia alerta aun cuando su cuerpo y su falcultad de pensar se hallen en completo reposo. Debe observarse a sí mismo y mantenerse más que alerta, resistiendo el tremendo advenimiento del sueño, en esa placentera región fronteriza por la que atraviesa su ser, en esa mínima fracción de segundo que marca el pasaje de la total conciencia del mundo al más profundo sopor. Bien puede preguntarse si es posible que exista algo entre ambos estados. Pero la experiencia ofrece la mejor respuesta. Si bien éste es el momento crucial en que el hombre puede perder hasta su más pequeño germen de conciencia durmiéndose como la mayoría de los hombres lo hace, también es éste el momento crítico en que, por medio de la práctica yoga avanzada, puede penetrar en la Luz misma. Sólo quienes se han tomado el trabajo de practicar estos ejercicios, pueden hablar de las posibilidades prácticas que los mismos contienen, y decir si "funcionan" o no.

    Pero esta pausa entre dos estados, que técnicamente se denomina "el punto neutral", es tan breve como un relampagueo de luz. Si el estudiante logra retener este instante, pasa de este estado al de la pura Mente —el trasfondo de todos sus concientes momentos mentales—, y lo retiene corno una mera vislumbre de total vacío, a lo largo de toda la noche. Si, gracias al auto-entrenamiento y a la fuerza de su resolución, puede fijar y prolongar este instante, cuando todavía ni está dormido ni despierto, caerá en una especie de completa auto-absorción. El cuarto estado le llegará sin darse cuenta, o sea, que no tendrá conciencia de su real pasaje a dicho estado. En un momento estará en el común estado de vigilia, y en el momento que sigue estará en el estado trascendental. El proceso de transición tendrá lugar en una zona fuera de su propia conciencia. Entonces descubrirá que se halla en un nuevo universo del ser. La momentánea conciencia se ha convertido en un trampolín para saltar al oculto ser.

    Si el estudiante, por cualquier motivo, no puede realizar este ejercicio en la noche, puede practicarlo de la misma manera, en la mañana. Claro que ésta no ofrece tan grandes garantías de realización, pero de todos modos resulta un sustituto valioso. En este caso tiene que detectar la pausa que sigue al sueño, justo antes de adquirir conciencia del mundo circundante, concentrándose absolutamente en ese breve momento. Deberá cerrar los ojos e interiorizar inmediatamente su atención, enviando sus primeros pensamientos despiertos hacia ese beatífico silencio previo al despertar, dejando que el mundo permanezca a distancia, por unos pocos minutos. Tiene que llenar dichos minutos con una concentrada búsqueda de realización de la pura conciencia. No deberá dejar que pase demasiado rápidamente, esa ausencia de pensamientos y esa quietud de la persona, que ha provocado el sueño. La consecuencia será que descubrirá que le es posible experimentar intermitentes vislumbres de esta trascendencia, durante las actividades del día.

    Puesto que la índole de la mente es conciente en sí misma, quienquiera logre este estado trascendental, ya nunca más volverá a caer en la completa inconciencia. En consecuencia, nunca se hundirá en el sopor total del dormir. Sin embargo, dormirá, sólo que su sueño no carecerá de conciencia. La pérdida del modo habitual de dormir, no irá en detrimento de su cuerpo, pues éste gozará de su recuperativo reposo, el cerebro estará libre de la procesión de pensamientos errátiles, y así también descansará, y las emociones quedarán embargadas por intensa paz vividamente iluminada. Este estado resulta incomprensible para la humanidad en su actual estado de evolución, y sólo puede verificarse por experiencia personal. El estudiante término medio tendrá que entrenarse durante un largo período antes de adquirir la capacidad para alcanzar esta región, en la que no estará totalmente despierto ni absolutamente dormido. Quienes dominan la doctrina del mentalismo, y la aplican normalmente a sus vidas, tendrán menos dificultades para ingresar en este estado de super sueño. De todos modos, quien desee sacar mayor provecho de este ejercicio ultra místico, deberá entrar y salir de la misma manera gradual y sin apuros, recorriendo serenamente este misterioso corredor entre el sueño y el estado de vigilia. Cuanto más pueda mantenerse en esta condición, más y más dicho estado invadirá sus horas de vigilia. Quienquiera logre realizar esta práctica descubrirá que la sublime beatitud de la conciencia trascendental estará intermitentemente presente en medio de las más febriles actividades del día, y constantemente, durante el reposo nocturno. Aquello que continúa ininterrumpidamente, como sustratum del estado de vigilia, y que desaparece con la inconciencia del dormir es la realidad que tiene que encontrar. Es un estado que es, pero que no es esto o aquello particular. Hay una misteriosa quietud inexplicable, y una deliciosa serenidad, en este estado del dormir despierto, libre de sensaciones y carente de pensamientos.

    Lo curioso respecto del oculto observador es que está mucho más despierto cuando estamos más profundamente dormidos, y que está perfectamente conciente cuando estamos absolutamente inconcientes. Es el "yo" que está siempre alerta y que en consecuencia es nuestro ser verdadero. La conciencia así lograda es una unidad universal, y no está ocupada por la relación entre el ser y el no-ser. Por lo tanto, y en este sentido, conserva su parecido con el sueño común de la humanidad. Radica en una especie de auto-contemplación atenta, no perdiendo nunca su dominio, y, en consecuencia, no cayendo jamás en la obnubilación del tipo común de sueño. Con esta entrada a la conciencia del oculto observador, el hombre podrá por fin comprender el verdadero significado de las palabras de San Pablo: "Entonces también sabré, incluso, cómo soy yo conocido". Si lo denominamos cuarto estado de conciencia, ello es sólo para diferenciarlo intelectualmente de los estados de vigilia, del soñar y del dormir. Sería metafísicamente más apropiado decir que no es un estado, sino la esencia misma de toda conciencia, y por lo tanto, la esencia misma de aquellos otros tres estados. Es atemporal, aespacial, inmaterial, sin causa, impersonal y libre. Es el Pensamiento contemplando su propia divinidad universal pura y su ser absoluto, desprendido de toda división y libre de todas las limitaciones, desligado de todas las proyecciones. Por consiguiente, no es conciente en el sentido que le damos comúnmente a ese término, sino más bien su raíz misteriosa. Debido a su carácter impersonal indiferenciado, es casi incomprensible y casi indefinible para la conciencia encarnada, sujeta a los sentidos, y ligada a los pensamientos, así como las actividades del hombre respecto de su ideación abstracta, idealismo altruista, aspiración religiosa, adoración mística, y apreciación estética, son desconocidos por el gato que se sienta cerca del fuego, junto a su amo. Así pues, el dormir, que en el estado psicológico actual de la humanidad, está tan desprovisto de luz y significación, se vuelve pleno de iluminación y sentido para el hombre evolucionado.


    7. UNA MEDITACIÓN SOBRE EL CAMINO DE LA SERPIENTE. Una pieza de música no sólo está compuesta de una serie de sonidos continuados, sino también, de una serie de silencios que se interponen entre las notas. Sin embargo, somos más concientes de los sonidos únicamente, no de los lapsos entre ellos. Así como el silencio es el oculto trasfondo de todos estos sonidos, así también la Mente es el escondido trasfondo de todas nuestras ideas. El pensar es normalmente un elemento no observado de nuestra vida común. No prestamos atención al proceso del pensar sino sólo a los objetos que pone en actividad dicha actividad. Nuestro estudio acerca de la índole de la conciencia física nos ha revelado su carácter alternado y quebrado. Hemos señalado que la velocidad increíblemente acelerada de su movimiento vibratorio oculta este carácter bajo el velo de una ilusoria unidad, y que en realidad hay una infinitesimal brecha entre uno y otro destello de la idea del mundo. Esta brecha es la gran quietud de la Mente en sí misma. Si siempre hubiera un apreciable intervalo de tiempo entre dos pensamientos, descubriríamos que ese intervalo está pleno de conciencia de la raíz de tales pensamientos: la Mente. Todos, pues, tendrían conciencia de sus naturalezas divinas. Pero, desgraciadamente, pese a que los pensamientos son discontinuos en sí mismos, el pensamiento del yo personal los domina a todos ellos y procede como un gusano que deja de apoyarse en una hoja una vez que ha logrado asirse de otra. En consecuencia, la verdadera brecha entre dos pensamientos está cubierta por el pensamiento personal que crea así una pantalla continua de ilusión, que oculta la realidad de la Pura Mente de la cual emergen todos esos pensamientos, incluso el personal.

    Ya que este intervalo entre la desaparición de una idea y el surgimiento de la próxima, no existe para su conciencia ordinaria, el estudiante tiene que proponerse crear un intervalo, por medio de la práctica de un ejercicio metódico. Tiene el nombre tradicional de "El camino de la serpiente", porque busca hacer que la atención se deslice en la realidad como una serpiente, que busca y se apodera del estado intermedio entre las ideas. Su tarea consistirá en lograr que sus pensamientos se analicen a sí mismos, en un esfuerzo por rastrear sus propios antecedentes, tarea que equivale a emplear una espina para quitar la que se nos ha clavado en la piel. En el momento en que los pensamientos tratan de conocer su fuente, comienzan a andar a un paso que jamás tuvieron antes, y que los irá acercando a su verdadera índole oculta. A medida que salta a la conciencia cada imagen sensorial, a medida que cada movimiento de la razón se le presenta con un nuevo pensamiento, el estudiante deberá disolverlos rápidamente, por un esfuerzo de la voluntad, por así decirlo. Tiene que procurar que su conciencia retroceda a su puro estado primigenio, y que se mantenga allá. Las numerosas ideas individuales deben rechazarse no bien aparecen. El estudiante se desidentifica de sus ideas, y así ellas no encuentran apoyo alguno.

    Sin embargo sería un error suprimir simplemente sus pensamientos y permanecer en un vacío intelectual, desprendido de toda comprensión, como procuran hacerlo los yoguis comunes. El estudiante tendrá más bien que reconocer la relación entre el pensar como acto y su ser como pensador. La consumación final del yoga filosófico no puede sobrevenir antes que la inteligencia comprenda la relación entre el mundo y los pensamientos, entre los pensamientos y el principio del pensar y, finalmente, antes de que reflexione sobre el principio mismo. Pues dos poderosos pensamientos obstruyen su camino. El primero es el pensamiento del mundo. El segundo es el pensamiento del "yo"; y ambos están íntimamente relacionados. Pueden ser temporariamente anulados por supresión, pero sólo se los superará permanentemente, por medio de la comprensión. El yogui común no enfrenta al primer pensamiento cerrando sus sentidos del contorno exterior, y así evade la existencia de ese mundo. El yogui filósofo logra esto de manera distinta. Lo logra por medio de la comprensión de que la forma espacio-temporal del mundo, que incluye sus propios sentidos corporales, es primordialmente un producto de su facultad hacedora de imágenes, y que el mundo todo es en realidad, una vasta forma mental en la que la conciencia se ha sumergido. Así, pues, este yogui tiene que comprender y aceptar que la existencia del mundo no es otra cosa que mental, y de este modo se libera la conciencia del pensamiento mismo, no rechazando el mundo sino absorbiéndolo. Aquí, asume la idea del mundo en su interior y la trasciende. El mismo tipo de esfuerzo inteligente se lo exige al yogui filósofo cuando se trata del pensamiento del "yo" personal. Es su peor obstáculo, el cual naturalmente se le opondrá en su esfuerzo, porque su propia creación ilusoria se verá amenazada si el yogui alcanza el éxito.

    El yogui filósofo deberá liberarse continuamente de cada pensamiento particular y separarlo, a medida que entren en su campo de conciencia, de la misma manera que lo hace el yogui ordinario, pero también deberá afirmar la conciencia acerca de cómo están compuestos esos pensamientos. No sólo deberá entender la importante verdad mística de que el pensar es sólo un hábito, sino también de que la Mente que hace posible esa operación, está siempre presente. La conciencia del estudiante debe insertarse en las brechas que dejan entre sí los pensamientos, y si puede asir y extender más y más, en cada período de práctica, estas fracciones de segundo tan evasivas —aclarando que esta práctica requiere una atención muy alerta y dinámica, y un cultivo perseverante de la misma, como para continuarla sin fatiga— llegará el momento en que la mente se hundirá cada vez más profundamente en sí misma. Cuando el estudiante es lo suficientemente afortunado como para lograr esta vislumbre de lo qué significa el pensamiento indiferenciado, debe ejercer un control enérgico e infatigable sobre sí mismo, para que esta vislumbre no se Ie escape. Sin duda, si no observa una vigilancia estricta, la vislumbre se escapará, porque en este esfuerzo el estudiante ha trasntornado toda la tradición habitual de la existencia personal. Esta súbita vislumbre gracias a la cual la mente resuelve supremamente su propio misterio y halla, en un relampagueo la solución de su propio significado, debe captarse precisamente como capta toda intuición repentina, es decir, antes de que desaparezca. La visión interior irrumpe tan inesperada, tan repentina y espontáneamente, que debe tratársela como la visita inesperada de un gran rey, a la casa de un humilde subdito, un rey que, si se lo desconoce, o no se lo atiende, y es mal recibido, puede partir de inmediato bruscamente ofendido por la descortesía que se le brindó. El estudiante debe mantener atrincherada la ciudadela de su conciencia fuerte y firmemente, soportando las invasiones que sin duda se producirán, por parte de sus legiones de recuerdos, anticipaciones, razonamientos, distracciones y emociones, que procurarán por todos los medios apoderarse de los portones o trepar los muros. Si no lo logran en forma directa, tratarán de entrar con engaños. Esto quiere decir, que convertirán al puro Pensamiento en sujeto de sus actividades, y antes de que el estudiante pueda darse cuenta de dónde está, se hallará afuera y las legiones invasoras adentro. Esta tarea exige una constante vigilancia, un continuo recuerdo de qué es lo que pretende conseguir. Un pensamiento tras otro —no sobre objetos exteriores, porque ya el estudiante ha conseguido vencer su tiranía, pero ahora acerca del puro Pensamiento mismo— insistentemente se introducirán en un desesperado esfuerzo por apartarlo de su intento de concentración en el Pensamiento puro, pero el estudiante debe rechazarlos vigorosamente.

    El objeto es aislar auto-reflexivamente la Mente —aquello que permite al hombre pensar— de las imágenes y pensamientos que continuamente surgen de ella, lograr un estado de comprensión consciente donde no hay objeto de conciencia. Y, debido a la inconcebible rapidez con que el pensamiento del mundo vibra en forma de sucesivas imágenes sensoriales, el estudiante no podrá lograr esto de un modo meramente intelectual. No puede lograrse este objetivo sin algún tipo de yoga, pero cuando sus pensamientos están orientados a la búsqueda de su propia "sustancia", dichos pensamientos se integran en una forma de yoga que es más rápida que ellos mismos, para lograr resultados más veloces que todas las otras formas. La conciencia debe ser captada entre dos ideas alternadas, y así liberada de todos los otros pensamientos, mantenida alerta y despierta, según su propia índole al mismo tiempo. El estudiante debe cavar debajo de todos sus pensamientos hasta alcanzar el terreno más hondo. Debe lograr tocar, detrás de la infinita serie de pensamientos desconectados, el puro elemento del Pensamiento indiferenciado que existe en el trasfondo. La meditación más elevada comienza cuando el pensamiento ya no se preocupa más. de los pensamientos saltarines, y ya no se dirige a temas aislados, sino que busca una visión interior de su propia naturaleza, para lograr su propio reconocimiento y para ser, en consecuencia, él mismo. El Pensamiento es aquel elemento último y oculto cuya actividad conocemos como conciencia, cuya manifestación experimentamos como pensamientos, y cuya existencia contiene la propia idea del mundo, mientras que un pensamiento es algo que la mente crea y percibe en sí misma. Las etapas de profundización de esta meditación son: primero, la conciencia exterior comienza a desaparecer, hasta que el mundo se convierte en una simple sombra, para desvanecerse después totalmente; segundo, entonces el sentido de la personalidad se reduce y se esfuma, desapareciendo también; tercero, ésta es la etapa más profunda, y en ella sólo permanece la existencia amorfa, innominada, ilimitada y atemporal.

    Se percibe un estado de iluminación tan supremo, que el estudiante siente como si se hubiera convertido en algo tan vacío como el espacio y tan liviano como el aire. No tiene conciencia alguna de qué cosa es él dentro o fuera del cuerpo, porque simplemente ha perdido toda conciencia de dicho cuerpo. El extraordinario hecho respecto de este estado, es que aunque no hay sensaciones de existencia física, el sentido de la existencia en sí mismo es muy fuerte e intenso. Se han unido ahora la idea del mundo y su pensador individual, convirtiéndose en una sola cosa. Así, pues, en este exaltado estado, se desvanece la dualidad entre el hombre que experimenta y el mundo experimentado. Hay entonces sólo una única existencia conciente. Por lo tanto, al final, en una grave calma y en una quietud reveladora de todo su ser, la contemplación se vuelve tan intensa, que todos los otros pensamientos se sumergirán suavemente en su principio primario, y ya no realizarán ningún esfuerzo por interrumpir esta experiencia, de modo que el estudiante no tiene que luchar contra ellos. Cuando esta meditación ininterrumpidamente alcance este profundo estudio, el estudiante se sentirá transformado en un verdedero océano de sustancia mental, en un vasto vacío en el que el yo personal, con su historia pasada y su actividad presente, se esfuma como si nunca hubiera existido, vacío en el cual todo el universo exterior no es ni siquiera un recuerdo. Sólo la Mente es: ilimitada, imperturbable, e inmutable. El estudiante pasa de su yo personal a la condición de absoluto vacío interior. Nada hay aquí que deba ser conocido, ni nada a lo cual dar un nombre. No es la anulación, como lo esperan los materialistas, porque todavía existe la conciencia de un nuevo tipo. No es la fusión total, tan buscada por los absolutistas, porque todavía existe una individualidad de una clase superior. En realidad, el estudiante se ha acercado a Dios todo lo más que un mortal de este planeta puede hacerlo. Es el ser supremo. Sin embargo, nada hay para ser visto, oído, gustado, tocado u olido, en esta experiencia, que es totalmente suprasensorial.

    El estudiante ha alcanzado la solución de su larguísima búsqueda, no como materia de mera especulación, sino como experiencia veríficable, y sin embargo encuentra al mismo tiempo, que se ha quedado sin pensamientos, que sus labios están cerrados, que su conciencia flota sobre su cerebro, y que no puede comunicar lo incomunicable. He aquí una sabiduría que vacila al borde de la palabra y que por siempre permanece inexpresable. Se trata de un estado de aquiescencia maravillosa, no de rapto emocional; ninguna excitación egoísta puede penetrar en este reino bendito. Ninguna sombra de cosa exterior puede atravesar su iluminado rayo. Ninguna sucesión de razonamientos pueden concebirse en aquella sublime quietud. Porque el pensador se vuelve aquello que piensa; sólo él es, pero no es ahora lo que era en el mundo exterior. Ha retornado a la unidad primordial del ser, al sublime Vacío infinito.

    Aquí, en este vasto concepto del Pensamiento inconcebible, del puro Pensamiento ininterrumpido por ningún otro pensamiento, está el verdadero milagro del ser universal, algo que, si la humanidad pudiera apreciarlo adecuadamente, es sagrado con una divinidad desconocida por las concepciones minúsculas de los materialistas religiosos. Su vacío sólo puede aterrorizar a quienes están incapacitados para comprender. Aquí, puesto que el pensar deja de funcionar y la voluntad se anula, puesto que la imaginación desaparece y la personalidad se vuelve completamente pasiva, puesto que los sentido se aquietan como un pájaro dormido, se abre el tercer ojo del hombre. No sólo ve lo que él es, sino también lo que siempre es. Aquello que los ignorantes consideran como no existente, la inmaterial "nulidad" de la Mente Universal, es precisamente lo que ahora se ofrece a la percepción descubierta del estudiante. No es un estado de no existencia. Es en verdad, una realidad viviente; de lo contrario jamás podría ser vivenciada interiormente. Pero no es la existencia que puede captar el intelecto finito. Sólo puede vivenciaria cada hombre por sí mismo, en una directa vislumbre de visión interior, cuyo contenido no es diferente de la visión misma. No se la puede captar a través de una conclusión por sucesión de pensamientos, ni por una visión clarividente, que todavía permanece dentro de los límites de la forma. Así, pues, la Mente debe ser adorada silenciosamente, pensada negativamente y realizada en el vacío. Todo otro tipo de culto determina una fantasía de la conciencia o una sensación del cuerpo, es decir, produce un símbolo de lo Real, pero no toca lo Real'mismo.

    Con estas palabras hemos alcanzado el límite de lo que puede explicarle, respecto de este aspecto de la realidad suprema. La verdad acerca de ello es el silencio y la ausencia de palabras. El lector y el escritor ingresan ahora en un extraño silencio vasto y etéreo, si es que desean dar un paso más adelante. El silencio es el método más puro de culto místico vivencial. Lo que el estudiante tiene que comprender es que allí donde aparentemente no hay nada sino un estático Silencio, habita lo Real; donde su percepción individual no puede registrar forma o entidad alguna, allí está el Yo Superior. Si le es posible apartar por un momento la pequeñez de su yo, y concebir aquel Elemento infinito dentro del cual él habita, se sentirá envuelto en un sentido del maravilloso misterio que rodea los movimientos cotidianos de los hombres mortales. Entonces ya no levantará sus rezos en voz alta junto con los demás hombres de fe, ni discutirá con quienes no tienen fe. Debe permanecer como el pensamiento lo encuentra, con los labios cerrados y el corazón reverente, con el cuerpo quieto y la emoción contenida, sumido en total silencio. Éste es el estado de ánimo más elevado que el hombre pueda alcanzar; esta contemplación satisfactoria gracias a la cual el yo en pugna descansa por fin en la eterna paz del Yo Soy.


    CAPÍTULO XV
    EL FENÓMENO MÍSTICO DE LA MEDITACIÓN


    Aparte de los sueños que deliberadamente pueda buscar el estudiante, éste puede o no percibir, durante el presente curso de meditación, algunas de aquellas visiones clarividentes, algunos de aquellos trances místicos, o fenómenos ocultistas, de los que dan cuenta los anales históricos del yoga hindú y budista y del misticismo cristiano y musulmán. Por lo tanto es necesario señalar que estos sucesos del estado de vigilia, son sólo vivencias que acompañan a la meditación, en el caso de algunos estudiantes, no en el de todos; que aquellos a quienes les ocurren, no son necesariamente más evolucionados en el sentido místico, o superiores éticamente a los otros, que no tienen iguales experiencias, y que tanto si sobrevienen cuanto si jamás aparecen, ello tiene una importancia secundaria para la búsqueda filosófica. Estas manifestaciones dependen del karma y carácter individual de cada estudiante. Debe aconsejársele que siga su propio curso interior sin procurar confundirse con las experiencias de los otros alumnos. San Bernardo, uno de los más grandes místicos católicos, dedicaba mucho tiempo a la meditación, y sin embargo confesó, hacia el final de su vida, que jamás había visto ninguna visión, que jamás había oído voces interiores, y que nunca había experimentado revelaciones sobrenaturales: todo ello, aunque humildemente reveló que Dios a menudo se había apoderado de su alma durante la contemplación. Y de la misma manera, una autoridad tan grande como la de San Juan de la Cruz, uno de los místicos españoles de más alto rango, dijo abiertamente: "Muchas almas que jamás han visto visiones, son incomparablemente más evolucionadas en el camino de la perfección, que otras que han tenido muchas visiones".

    Si bien algunas partes de este entrenamiento pueden provocar visiones, sueños y éxtasis, no se los toma, como hacen algunos yogas comunes, como fines en sí mismos, sino como incidentes que apuntan a un fin único y superior. Podemos aclarar más esto analizando algunas preguntas que a menudo se formulan al respecto. ¿Por qué estas visiones plásticas varían tanto y se diferencian tan rotundamente entre sí? ¿Por qué tantas revelaciones místicas simplemente confirman creencias históricas pre-existentes, pero no las crean? ¿Por qué se producen? ¿Cuál es la importancia de un estado de trance? Estas preguntas tienen respuestas psicológicas perfectamente racionales. Pero tales respuestas pueden no satisfacer al científico ordinario, con sus prejuicios materiales, ni al místico ordinario, con sus prejuicios emocionales. Sin embargo, satisfacen al estudiante filósofo, porque encuentra en ellas un lugar de respeto tanto para la ciencia cuanto para la meditación, y que descarta los prejuicios y errores de ambas posiciones.

    Rechazaremos aquí los fraudulentos reclamos de impostores, y las fantasmagóricas alucinaciones de los lunáticos, para ocuparnos sólo de los casos auténticos. Cuando la meditación es realmente lo que debe ser, o sea, un fatal vuelco espiritual del hombre hacia el retorno de su verdadero habitáculo, un verdadero esfuerzo por entrar en comunión con la fuente perenne de su propio ser, un noble anhelo del corazón y de la razón, por realizar una vida super-sensorial, provoca entonces una respuesta del Yo Superior. La reacción puede manifestarse a través de sentimientos de éxtasis, que el hombre puede gozar por un tiempo, o a través de mensajes impresos en la mente que le pueden llegar como si se tratara de una verdadera conversación mental con un ángel o un santo, o por medio de una figuración convencional del Ser supremo, que se forma plásticamente en su conciencia. En cualquier caso, su carácter corresponderá a su grado evolutivo particular, a su carácter, predilecciones y espectativas. Dios, o el "alma", la Mente Universal o el Yo Superior, aparecerá frente al hombre en la forma en que éste pueda comprenderlo mejor. Ello se debe a que Dios no es algo diferente de su propio yo, no es un Ser aparte del propio. Y dicha aparición asume una forma reconocible, para afirmar que lo Divino realmente existe, como una garantía del carácter sagrado de dicha visitación.

    Los fenómenos visionarios de personajes sagrados o de acontecimientos mitológicos, que embellecen la experiencia de tantos místicos, varían de acuerdo con sus previas creencias, medio ambiente, sentimientos de espéctación, educación y puntos de vista. Sin embargo, esto no invalida que dicha experiencia del Yo Superior haya buscado hablarlos en el lenguaje que les es más familiar. Si Jesús aparece a los cristianos y no a los hindúes, mientras que Krishna o Shiva aparece a estos últimos y no a los cristianos, el investigador imparcial no se sentirá confundido por estas contradicciones, cuando comprenda que por espontánea adaptación a la respuesta que mejor comprenderá el aspirante, el Yo Superior se manifiesta por medio de lo que realmente es un canal de su gracia. De esta manera el verdadero yo se comunica con la humanidad, en múltiples formas de diferente revelación a lo largo de su historia. Sin embargo, lo que generalmente no saben los hombres, es que a lo largo de la maravillosa y genuina expansión de la conciencia, que sienten por el toque del Yo Superior, sus complejos y pensamientos personales interpretan inconcientemente esta expansión, de acuerdo con sus propias tendencias habituales. La actividad interpretativa comienza tan rápidamente —algunas veces simultáneamente— que su contribución secundaria parece en realidad una parte integrante de la experiencia primordial misma. Así, el Yo Superior deja que ellos inconcientemente plasmen la forma del fenómeno, mientras el Yo Superior vierte su propia esencia amorfa en el molde elegido.

    La ignorancia que satisface a los demás no puede satisfacer al estudiante de filosofía. Esto debe traer a la superficie de la conciencia total, el proceso por el cual son elaboradas las visiones mís-ticas, ya sean propias o de otros. Deben conocer exactamente cómo surgen, y no como él se imagina que aparecen. Debe dejar de trabajar en la oscuridad. Y así descubre que las experiencias del pasado olvidado o recordado, pueden entrar a participar tanto como las anticipaciones del futuro; que pueden surgir visiones del contorno físico inmediato o de una distancia imaginada; que tanto las creencias adoptadas en la primera niñez, cuanto las creencias adquiridas en la madurez, pueden tener su aparte de responsabilidad; que también pueden intervenir conceptos leídos en libros, el propio poder imaginativo de la mente, y finalmente el natural deseo de experimentar una visión, como también la vanidad de impresionar a los demás. Por lo general hay siete factores personales que tienden a elaborar, o por lo menos a influir en dichos fenómenos místicos. Son ellos: 1) las nociones religiosas o místicas previas del hombre entregado a la meditación; 2) el carácter del foco original de su concentración, es decir la línea de pensamiento, el objeto físico, o el personaje particular sobre los que esté meditando; 3) las generales tendencias y energías de hábitos procedentes de sus pasados nacimientos; 4) los complejos innatos y los prejuicios adquiridos; 5) el temperamento emocional; 6) las circunstancias físicas y el medio ambiente, incluyendo la condición corporal y la situación histórico-geográfica; 7) la capacidad mental. Por consiguiente, el místico plasma subconcientemente su visión, no sólo a partir de la inspiración que le brinda su Yo Superior, sino también a partir de los materiales que le ofrece su propia personalidad. El místico ve lo que inconcientemente ha proyectado.

    Si nos referimos a los primeros estudios acerca del análisis onírico, y atendemos a los diversos factores que pueden plasmar, solos o combinados, la forma que una experiencia onírica asuma, contamos con la mayoría —no todos— de los factores que pueden plasmar la forma de una visión mística. Así como no hay una causa universal común para todos los sueños, tampoco existe una causa universal para todas las visiones. Ese mismo estudio sobre los sueños también nos ha enseñado que la experiencia física, mental o emocional, pueden representarse simbólicamente en forma de sueño. Así como el soñador puede ser testigo de la dramática auto-realización de sus propias ideas y deseos inconcientemente proyectados, así también el místico puede contemplar una operación paralela. Porque el rapto de ensoñación liberado del cuerpo que caracteriza al sueño, no se diferencia demasiado del trance de ensoñación liberado del cuerpo característico de la experiencia mística. El mentalísmo ha demostrado incuestionablemente, que es la profundidad e intensidad de nuestros pensamientos sobre las cosas, lo que les otorga realidad. La captación de visiones puede ser al mismo tiempo, una especie de auto-hipnotización espontánea, y una inspiración sagrada. Cuando se suprime el pensamiento, aun momentáneamente, y se deja vacía la mente, cuando el hombre se entrega a la meditación no procede según las normas filosóficas, llena por sí mismo ese vacío con una visión, ya sea debida a su actual expectación inconciente de una forma particular, o a su previa concentración conciente en dicha forma. Sus visiones pueden ser parte de sus propios pensamientos que vuelven a él, pero que no regresan solos. Algo se ha añadido a ellos. Hay en ellos, como premio a su anhelo y meditación, la inspiración supraterrena del Yo Superior, la certidumbre compulsiva del Yo Superior, la exaltada serenidad del Yo Superior. Desgraciadamente, si este hombre que medita no comprende qué es lo que le ha sucedido, no habrá discriminación entre una y otra cosa, sino que superpondrá lo accidenta! a lo esencial, y así junto con su revelación espiritual, retornará a sus creencias intelectuales, y a sus emociones, magnificados cientos de veces, porque ahora le vienen apoyados por la certidumbre que siempre produce la auténtica vislumbre: pero en este caso se trata de una certidumbre parcialmente equivocada.

    Hay cientos de ejemplos biográficos de este proceso psicológico, pero muy rara vez puede hacerse una verificación por propia confesión del místico. Uno de los más ilustres yoguis modernos de la India, muy conocido, fue Ram Teertha, quien repentinamente renunció a una brillante carrera académica como profesor de matemáticas, para vivir solo y alejado de la civilización, en el retiro interior de los Himalayas nevados. Meditó constantemente, y muy pronto alcanzó la realización supremamente maravillosa de la presencia de la divinidad, como se hizo evidente más tarde, durante su breve retorno a la sociedad común, que habitaba las llanuras, a través de conferencias que dictó en esa oportunidad, frente a audiencias asombradas. He pedido visitar las montañas desde las que se contempla el profundo valle angosto, en el que estaba construida su choza, a cuyos pies corría un arroyo en el que el cuerpo del yogui fue hallado sumergido. Como admirador de este renombrado yogui, busqué a dos o tres muchachos de las montañas que lo hubieran atendido, y más tarde, al regresar a la vida de la ciudad, tuve la suerte de conocer a uno de sus devotos, hombre de gran educación, que me contó algunas interesantes e instructivas anécdotas sobre Ram Teertha. El yogui había sido un devoto de Krisna, y durante las noches, solía tener una visión de la figura de cuerpo azul de Krisna danzando sobre la cabeza de una cobra, y tocando una flauta. Ésta es la figura que resulta familiar en toda la India a través de las pinturas que se encuentran en millones de hogares. Ram Teertha decía que la figura de Krisna se le aparecía justo frente a él, cuando tenía los ojos completamente abiertos y sus cinco sentidos totalmente despiertos. Se trataba de una aparición absolutamente externa y totalmente objetiva. Sin embargo, lo que más nos interesó fue la franca confesión que hizo Ram Teertha a este discípulo suyo, y que recordaba años después de haber experimentado el yogui estas visiones. Dijo: "Esto indica una etapa particular de la concentración mental, y era realmente la materialización de mi propia imaginación, una precipitación de mi propia mente".

    Por vívidos, reales y externos que ellos puedan parecer a la persona que los '"ve", sin embargo, estos fenómenos de clarividencia "emanan de la mente y se hunden en la mente", como lo afirma cualquier adepto tibetano. El crítico se da cuenta de que la forma es una plasmación hecha por el hecho, y rechaza naturalmente su calidad de real, considerándola una ilusión. Pero desgraciadamente, este crítico no siente la inspiradora realización mística que esa visión expresa en esa forma. De modo que, es necesario separar cuidadosamente el hecho psicológico, de la interpretación metafísica. Y puesto que ambos están inextricablemente ligados, el místico que no se cuida de hacer tal diferenciación, sino que los acepta como si se tratara de una sola cosa, simplemente equivoca su propia experiencia.

    La clave de este problema radica, por lo tanto, en el hecho de que la forma de la respuesta proviene del hombre mismo; el poder que anima o llena esa forma, proviene del Yo Superior. Como testigo de que su fe es algo que está más allá de él, y más allá de la materia, la visión realmente se justifica, no es una ilusión. De modo que no tiene que alegrarse los escépticos. Porque muy fácilmente son engañados por su propio escepticismo. Ya que por encima y más allá de las causas posibles que pueda detectar el científico, existe todavía un residuo substancial de otra posible causa, que ese científico no puede detectar, porque apenas se la puede describir como algo totalmente fuera de la creación personal. Aquéllo que surge en una visión mística, no es una reelaboración de un viejo material, sino una creación verdadera de nueva vida. Este verdadero elemento divino de una visión, que se siente más que se ve, la convierte en una auténtica revelación.

    A estas manifestaciones del poder del Yo Superior, se añaden un grupo completo de manifestaciones del poder maravilloso de la mente. Ellos se basan en el hecho de la telepatía. Si una persona sensible sólo en una oportunidad alcanza el grado más alto de la meditación, que debe ser practicada insistentemente, por el contrario las visiones telepáticas pueden aparecer espontáneamente. Además, también es posible establecer una especie de concordancia mental con dicha persona, especialmente si se ha propuesto proporcionar ayuda espiritual. La experiencia revelará gradualmente, que ciertos pensamientos definidos han quedado inmediatamente impresos en la mente, en el yogui evolucionado, sin que hayan tenido expresión verbal o escrita. Sin embargo debe existir entre ambas personas una conexión de sintonía: sensibilidad y devoción de una parte, y poderosa concentración de parte del otro. Sin embargo, en toda transferencia de pensamiento, la primera impresión es subliminal, y sólo puede hacerse conciente, si el recipiente no interrumpe el proceso por un rechazo inicial brusco, y por un inmediato escepticismo completo.

    La comunicación entre dos mentes, con independencia de medios materiales, la proyección de un pensamiento de un individuo a otro, la penetración del espacio y la transferencia de la atmósfera personal, a despecho de la distancia que existe entre dos cuerpos, la extraña interacción del ser, gracias a la cual el más fuerte es el remitente y el más débil el recipiente, no debe sorprendernos. Algo de esto se manifiesta incluso en la experiencia común, por ejemplo, entre un orador sobre una plataforma, y su audiencia ubicada en asientos frente a él, entre los amantes separados que viven en diferentes países, y entre un hipnotizador y su sujeto en trance. La ciencia, que aprendió a reconocer el espacio como un medio de transmisión de la luz, tiene todavía que aprender a reconocerlo como medio de transmisión del pensamiento. Se hace posible la transferencia del pensamiento, cuándo las ideas de un hombre pueden despertar vibraciones simpatéticas, en la conciencia de otro hombre. El principio rector es similar al principio que permite la telegrafía inalámbrica, y la transmisión radiotelefónica, en donde el elemento captador debe ajustarse al mismo período de vibración que el elemento transmisor. Repitamos, así como puede realizarse la transmisión radial porque existe un medio universal único que conecta ambos extremos, es decir, la electricidad, así también existe un medio universal que conecta dos cerebros, es decir, la Mente. La comprensión del mentalismo ofrece la clave adecuada para comprender los fundamentos de estos fenómenos telepáticos. Ello también constituye la base oculta de muchos de los llamados milagros, el secreto fundamento de muchos de los llamados acontecimientos sobrenaturales y magia yogui. Aquél que pueda realizar por sí mismo, y en sí mismo la verdad del mentalismo, descubrirá que le ocurren cosas maravillosas, muchas veces sin buscarlas. Por cierto que pueden sobrevenir diversos fenómenos ocultos, como también pueden no ocurrir, pero de todas maneras, siempre deben ser considerados como hechos incidentales de la búsqueda espiritual, y nunca como acontecimientos esenciales. El estudiante no debe cometer el error común de equivocar el carácter psicológico de tales fenómenos, sobreestimando su valor, y superconcentrando sus esfuerzos en esos fenómenos. Debe brindarles un interés subordinado. El estudiante debe comprender que son sólo los posibles acompañamientos de la meditación, y que son mucho menos importantes de lo que la gente por lo general cree. Incluso esto lo indica el mero hecho de que tales experiencias sean por lo general fugaces y fragmentarias. A veces hay una época en que sobrevienen frecuentes experimentos supranormales, pero que luego se desvanecen durante largos años.

    Es necesario que aquí hagamos algunas advertencias más. Tanto en Oriente como en Occidente, se toma por misticismo u ocultismo muchas tonterías perniciosas, enredadas por el charlatanismo, envenenadas por el comercialismo y frivolizadas por la superstición. Quien se entregue al misticismo y al ocultismo sin haber atravesado algunas de las etapas de la disciplina filosófica, como para adquirir por lo menos los rudimentos de su metafísica protectora y de sus virtudes morales, se expone a posibles errores y desilusiones. Una cantidad de extraños, tontos y siniestros movimientos, ilustran las formas extravagantes que el misticismo adopta cuando sus adeptos lo entienden equivocadamente, y cuando sus campeones lo utilizan inescrupulosamente. En el mejor de los casos, esos movimientos están viciados por el hecho de que prometen al hombre la más elevada felicidad, pero jamás se la ofrecen; en el peor de los casos, tales movimientos suponen graves peligros psíquicos. El estudiante filosóficamente disciplinado debe cortar, como una guadaña afilada, todas sus falsas e insanas sugestiones. Repitamos que, ya sea en el principio, en mitad de, o hacia el final de esta búsqueda, el aspirante debe preservarse de la explotación de los maestros, o incluso, del perjudicial estilo del "nuevo Mesías" quien, con exageradas afirmaciones de poderes sobrenaturales, y con promesas extravagan-tes de poder conducirlo rápidamente al logro de tales poderes, sólo lo desviará peligrosamente de su verdadero camino, apartándolo del principal objetivo de realización del Yo Superior. Es mucho más saludable caminar solo que marchar con semejante compañía. Las interiores sugestiones del Yo Superior —si el estudiante se toma el trabajo de separarlas de las sugestiones de su propio ego— conducirán al alumno más honestamente y menos tortuosamente que las afirmaciones de un hombre que se proclama falsamente como nuevo Mesías. Los cambios evolutivos de la vida mental, y las transformaciones kármicas de la vida exterior, ya no hacen tan necesaria como antes la dependencia de un maestro humano. Además, es una tarea propia de los tibetanos, el encontrar un auténtico sabio en el mundo moderno, si bien es bastante fácil hallar renombrados sabios. Siendo la situación actual tal como es, como lo predijo Buda, si el estudiante término medio no pudo conseguir un guía personal inspirado, no debería desperdiciar su aspiración en esa búsqueda, ya que los maestros auténticos y competentes son como agujas en un pajar, sino que debería cultivar su propio poder, razonamiento, intuición, capacidad de meditación y comprensión de la experiencia. Debe prestar devoción amante al ideal que sienta o perciba en el fondo de su corazón. Es este amor el que actúa como fuerza que eleva al buscador más allá de su actual nivel. Así, pues, el estudiante se convierte en su propio maestro.

    Nunca olvidemos lo afirmado y vuelto a afirmar en nuestros anteriores estudios. El Yo Superior es el verdadero maestro del corazón, el único rector de todos los aspirantes que luchan. Y es el único que proporciona la visión interior. Es el bondadoso me-diador de la gracia que se le concede al ego implorante. No es una presencia teórica sino una realidad viva, con la que el aspirante puede entrar en comunión remota o íntima. Puede liberarlo de su ignorancia, enseñándole la verdad supraintelectual, y guiándolo hacia la iluminación filosófica. Todos sus esfuerzos de yoga deberán estar imbuidos de cálida devoción hacia la realidad interior, porque a menos que ame verdaderamente esa realidad, jamás podrá unirse a ella. Por lo tanto, el estudiante debe comprender que es un principio rector de todos estos ejercicios de meditación ultra mística, el que el éxito depende en última instancia, no de los esfuerzos conscientes que se hagan, sino de la misteriosa reacción ante esos esfuerzos. Esto no significa por supuesto, que los esfuerzos no tengan valor en sí mismos, ya que sin ellos no hay reacción posible. Significa que la conciencia superior trabaja independientemente en determinada etapa. Cuando esta supra-conciencia se manifiesta, no será durante los momentos que el estudiante luche por obtenerla, sino en los períodos que deja de luchar; no durante la concentración positiva, sino durante la ausencia de concentración. Esa supra-conciencia no se articula durante el acto del pensar, sino durante los intervalos del no pensar. Por lo tanto lo que tenga que hacerse no se hará por obra del alumno mismo. Por el contrario, ello se hará para él. Se lo tomará de la mano, por así decirlo, y se lo guiará hasta la profunda quietud que custodia el rayo del Yo Superior. En ese rayo recibirá la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Qué soy yo? Como una madre amante, el Yo Superior atraerá a su seno a su querido hijo, en ese maravilloso momento de la iniciación, y así se producirá el renacimiento interior. Sobrevendrá como culminación de un largo esfuerzo pero en sí mismo no es un acto de esfuerzo. Porque sólo puede producirlo la gracia divina.


    DE LA VISION A LA VISION INTERIOR


    Las visiones plásticas que pueden aparecer en la meditación ordinaria, por hermosas e impactantes que puedan ser, no son la verdadera visión que sobreviene con la meditación filosófica. Esto se debe a que cualquier cosa que pueda percibirse en dimensiones espacio temporales, necesariamente pertenece al mundo de la rela-tividad finita. Esas visiones son, como bien lo señaló San Juan de la Cruz: "Sólo gracias que nos preparan para la gracia mayor... Quienes tienen la visión menos clara, no perciben tan lúcidamente como los otros, cuánto trasciende Él sus visiones". ¿Cuál es la gracia mayor? Es el despertar a aquello que está fuera de la existencia espacio temporal, la iluminación de la conciencia gracias a un cono-cimiento trascendental sin forma. Para aprehender al puro Pensamiento es necesario captarlo como algo vacío de toda forma. Lo supremo no tiene forma, tamaño, color o voz alguna. Por consiguiente, cualquier cosa que se vea delante como visión clarividente interior, no puede ser lo supremo sino algo inferior a ello. El místico que no ha purificado su perspectiva ligada al espacio, por medio del conocimiento metafísico, que se apega tercamente a conceptos que sólo se adaptan a un grado inferior, es lógico que espere percibir lo Divino de la misma manera como percibe una casa, o ver a Dios bajo una figura particular como ve a un hombre parado al otro lado de la calle. En una visión de este tipo ese místico sólo ve su idea de Dios. En el momento en que sus pensamientos se aquietan totalmente, este hombre ha cumplido con una de las dos condiciones indispensables para captar al puro Pensamiento. Pero esta consumación deseada no llegará en forma de otros pensa-mientos, por exaltados que ellos sean, ni con la aparición de ninguna visión, por hermosa que pueda ser. Si espera ver y oír a Dios con los ojos y oídos de la mente, por sutiles que ellos sean, este hombre todavía se halla en una etapa semimaterialista. Tiene que avanzar hasta una posición filosófica superior, que rechaze todos los sentidos, en su acercamiento a la divinidad, y que desee única-mente conocer a Dios a través de la pura facultad del ser armónico con Dios. Toda visión de lo Real que la mente plasme durante su progreso evolutivo, puede engañar al místico haciéndole pensar que eso es lo Real mismo. Debe estar alerta contra tales auto-engaños. Porque sólo cuando deje de externalizar a Dios en representaciones plásticas variables; sólo cuando logre la inalterable visión interior del reino amorfo, donde no hay representaciones plásticas, recién entonces podrá confiar en el sentido de realidad que surge de una experiencia mental sin tiempo ni espacio.

    De este modo surge uno de los valores más altos de nuestro estudio metafísico. Si, en última instancia, la realidad carece de espacio, forma y tiempo, entonces quiere decir que ningún fenómeno transitorio que aparezca en forma de visiones interiores de imágenes en el espacio, en el tiempo y que tengan una forma, jamás pueden ser una manifestación directa de la realidad tal como es en sí misma. Se aconseja, a quienes hayan emprendido la búsqueda de la raíz misma de la realidad, no que eludan emocionalmente ese tipo de visiones, sino que les quiten toda importancia. Nada que posea forma, tamaño o color, nada visible o tangible, puede ser aceptado como realidad final. Estarán cerca de lograr esta suprema realidad, cuando los hombres capten una visión interior de Dios no obscurecida ya por visiones, cuando sus pensamientos acerca de Dios estén exentos de ideas acerca de Dios. El mítico filósofo está menos interesado en las formas visibles subjetivamente, que en el poder que penetra dichas formas; por lo tanto logra una mayor iluminación. El yoga filosófico se cumple cuando aparta su atención de todo tipo de pensamiento exteriorizado, por sutil que sea, respecto de la realidad amorfa. Hace que la conciencia se introyecte sobre sí misma. En otras palabras, la conciencia debe convertirse en su propio objeto. Los textos antiguos denominan al acercamiento filosófico triple "el sendero del pájaro", mientras que llaman al yoga inferior "el sendero de la hormiga". Esos textos afirman que ambos conducen al logro del Yo Superior, pero que mientras el primero otorga una rápida salvación, el segundo la produce indirecta y gradualmente. Tanto el místico cuanto el materialista necesitan reflexionar insistentemente, y esforzarse honestamente, por comprender estas ideas. Porque si bien pueden acercarse a la realidad, al ignorar qué es lo que constituye dicha realidad, pueden pasar de largo frente a ella. Los místicos practicantes no tienen que desalentarse por nuestras advertencias, las cuales no sólo los anima a no dete-nerse a medio camino en esta búsqueda, sino también a procurar penetrar en la etapa superior, no conformándose con sus objetivos inmediatos, sino recordando que existe también un objetivo supremo.

    ¿Por qué muchos místicos experimentan éxtasis durante el curso de sus meditaciones? La respuesta es que, cuando la gracia los toca en las primeras etapas, sus emociones se exaltan como consecuencia natural, y así repentinamente se ven transportados a un apasionado trance de éxtasis. Esto es la consecuencia del impacto de un poder superior, un impacto que por no estar los novicios acostumbrados a él, quiebra transitoriamente su equilibrio. El éxtasis sobreviene por lo general, al principio o al final de una meditación individual, según el tipo de método adoptado. En el primer caso, el éxtasis descenderá a medida que transcurre la meditación, y producirá la beatífica serenidad de un plano superior. En el segundo caso, su llegada destruirá la paz previamente alcanzada durante la meditación, que se hallaba en este mismo plano superior. En ambos casos, el éxtasis se debe a la exaltación de la emoción personal, mientras que la serenidad se debe a la experiencia de un nivel más impersonal. Las visiones arrebatadoras y los éxtasis emocionales, generalmente se producen en una etapa inicial de la carrera del místico futuro, porque vienen a animarlo a continuar con una aspiración o práctica que desgraciadamente el mundo no acepta por lo general. Son fenómenos satisfactorios que pueden o no caracterizar las etapas preliminares del yoga místico, y que generalmente desaparecen cuando se alcanza una etapa de mayor evolución. Cuando el hombre se intoxica completamente con los arrobamientos que surgen de la meditación, ha caído en una situación extrema tan peligrosa para el equilibrio mental y para la realización interior, como cuando sé intoxica con la metafísica. Los éxtasis místicos deben ser fugaces por propia naturaleza. Es totalmente imposible que un ser humano los goce permanentemente. Es mejor lograr un estado de constante equilibrio, que un estado alternado de éxtasis exaltador y de presión nostálgica posterior. El goce del éxtasis implica una actividad emocional, y toda actividad implica transitoriedad, cambio; de modo que no existe en dicho estado reposo final. Que esto es así resulta evidente a través de la historia del misticismo oriental y occidental, que cuenta con numerosas referencias acerca del melancólico descenso, desde una etapa muy avanzada, a lo que se llama "la oscura noche del alma", cuando todos los éxtasis desaparecen por completo y son reemplazados por estados de ánimo, ensombrecidos, por una sequedad espiritual melancólica. La mayoría de los místicos nos habla de esta caída desde alturas arrebatadoras de gran dulzura emocional, a los secos valles llenos de recuerdos hechizados. Pero esto es simplemente el esfuerzo de la Naturaleza por producir el reajuste necesario, por restablecer el equilibrio de las fuerzas, a un nivel superior. Y después de la trágica experiencia de la noche oscura del alma, sobrevendrá, si el místico lo permite, la realización evolutiva y la comprensión de que el éxtasis místico solo ya no es una meta suficiente para él, y que es inconmensura-blemente mejor, una serena seguridad de la presencia siempre actual de lo Divino.

    El místico está fundamentalmente preocupado por sus sentimientos personales hacia Dios. El filósofo se preocupa principalmente, de Dios. Ésta es una de las varias diferencias que existen entre ambos. Pero se trata de una tremenda diferencia. La devoción guiada por el conocimiento puede lograr lo que la simple devoción jamás logrará. De la misma manera, el conocimiento inspirado por la devoción puede lograr lo que el simple conocimiento jamás ha de lograr. Éste es un secreto que ni el místico iletrado ni el metafísico que carezca de iluminación espiritual, pueden comprender. Ésta es la razón por la cual, cuando el místico alcanza su más profundo punto en la meditación, no debería dejarse arrastrar por sus sentimientos personales, al extremo de olvidar su meta superior. Quiere decir que debe gozarlos serenamente, sin regodearse en dichos sentimientos. Al contrario, llegado a este punto, debería tener la presencia de ánimo de volver su atención hacia la Mente-en-sí-misma, orientándola todavía más hondamente hacia su interior, procurando comprenderla y buscando su propia realidad. Esta actitud crítica no significa que las emociones deban desaparecer. Porque constituyen una de las grandes fuerzas impulsoras de la vida activa de todo hombre, en cualquier etapa de su evolución personal. Pero mientras a menudo estas emociones corren a ciegas en el hombre que se encuentra en una etapa inferior de evolución, en cambio son purificadas y controladas gracias a una cultura bien orientada, en una etapa superior. La veneración es siempre más importante para el aspirante que la erudición. Por ejemplo, nadie tiene que avergonzarse de llorar, incluso a pesar de su entrenamiento metafísico, si llora en nombre de cosas exaltadas, o por compasión hacia los demás, o ante la presencia divina. Hasta tanto no alcance la meta final, siempre será un aspirante; y mientras sea un aspirante, debe estar preparado para llorar por Dios, para emocionarse por la divinidad, y para derramar lágrimas por la ausencia de Dios ante su conciencia; en resumen, debe estar preparado a sentir. En realidad, no deben matarse, sino intensamente sentirse tales sentimientos. Sin ellos, el hombre jamás realizará la meta suprema. Por-que Dios ha de sentirse de la manera más profunda posible, no como un frío concepto intelectual. Sin embargo, deberá utilizar un concepto de Dios, para enfrentarlo a sus sentimientos, para examinarlos y purificarlos, si es que quiere hallar al verdadero Dios. Sentimiento y razón deben equilibrarse mutuamente. Porque de esta interacción surgirá una actitud más profunda hacia Dios.

    ¿Por qué tantos aspirantes logran fugaces vislumbres del estado supra sensorial, y luego las pierden? ¿Por qué son tales vislumbres tan esporádicos, y aparecen tan de vez en cuando? ¿Por qué no puede el aspirante fijarlas? ¿Por qué, cuando pretende asirlas, encuentra que sólo tiene en las manos la fría ceniza muerta de un mero recuerdo? ¿Por qué no puede recuperar esos maravillosos momentos, que huyen de él incluso cuando casi los ha apresado? La respuesta es que, en parte estos momentos son refrescantes preguntaciones de un logro que todavía está muy lejano, y que son enviados por el Yo Superior para alentar las esperanzas, para actuar como incentivos en la prosecución de la búsqueda, y para mostrar a los neófitos cómo es la culminación de esa búsqueda. Luego la Naturaleza los quita de la meditación con el objeto de que esas vislumbres se reajusten en sus otros dos aspectos, la acción inspirada y la reflexión metafísica, porque es sólo gracias a la fusión integral de estos tres aspectos, que la visión interior puede surgir y ser retenida.

    En los primeros capítulos del volumen que acompaña la presente obra, se establecieron, si bien de una manera breve e incompleta, ciertos problemas relacionados con lo que los yoguis por lo general consideran como culminación de todos sus esfuerzos: el estado de trance. Dichos capítulos se ocupaban del carácter temporario de dicho estado, de su imposibilidad para equilibrar sus propias visiones excepcionales pero fugaces, de sus consecuencias que determinan desajuste del hombre para una existencia social, de su creación de una actitud de complaciente indiferencia hacia el bienestar de los demás, del convencimiento del yogui de que es mejor apartarse permanentemente de la sociedad, y de la incapacidad de dicho estado de trance para evidenciar un mejoramiento ético, proporcionado al esfuerzo requerido. Estos problemas deben tenerse en cuenta ahora. Pero dicho término "trance" tiene algunas asociaciones no místicas en el sentido espiritualista, algunas otras, pocos felices para la conciencia occidental, y algunas decididamente desagradables en el sentido de la medicina. En realidad, arrastra ciertas sugestiones ofensivas patológicas de peligro, y se lo usa libremente en conexión con los desagradables fenómenos de la insania. Pero el estado superior de la meditación correcta, no es un estado mórbido ni peligroso, como generalmente se piensa que lo es un trance, sino más bien un estado de especial exaltación y de felicidad emocional. Es el fruto de la disciplina mental, no de la aberración mental. El lector occidental término medio está proclive a formarse una falsa noción del sentido que aquí damos a este término. Es más probable que capte el significado correcto, si utilizamos en cambio el término "reverie", pero aquí existe la implicación de que los procesos del razonamiento están aún trabajando activamente, si bien de una manera vagamente ensoñadora. "Samadhi", la palabra sánscrita, también ha sido traducida por los orientalistas como "éxtasis". Pero este término también puede provocar malas interpretaciones, cuando recordamos que su etapa posterior está totalmente desprovista de pensamientos. Por consiguiente, lo mejor será utilizar aquí la expresión "auto-absorción" y no emplear el término trance. Nos referimos a un estado de rapto o absorción de los pensamientos, en la esencia de uno mismo, y una profunda inmersión de los sentimientos, en una indescriptible felicidad. Si se la emplea hablando de las experiencias yoguis, la pa-labra "trance", debería reservarse para aquellos estados catalépticos que culminan los esfuerzos de los practicantes, en las etapas finales del yoga del control físico, que aquí no nos interesan, porque este método nunca puede orientar directamente a la realización del Yo Superior, que es el fin de nuestros escritos. El estado inconciente logrado por dicho sistema, no es considerado como algo deseable o necesario, en el camino que aquí desarrollamos. En realidad, sería inútil. Los trances de los hatha yoguis, de los faquires que permiten que los entierren vivos durante horas o días, dejan al hombre inconciente, como cuando la idea del "Yo" retrocede hasta su fuente dentro del corazón. Cuando retorna, no logra mayor beneficio espiritual que el que obtiene del común dormir, mientras que en la superior auto-absorción de la meditación mística, el ego se sumerge en el corazón, pero en plena conciencia. Por lo tanto, nadie debe apartarse de la práctica de la meditación, pensando que está más allá del alcance del común de los seres humanos, y que sólo unos pocos pueden realizar, o que será necesario que caigan en trances, en el sentido de perder totalmente la conciencia. Por el contrario, la práctica misma no sólo está dentro de la capacidad de todos, sino que además pretende proporcionar un estado de conciencia más plena, una condición psicológica de una más extendida captación consciente.

    El primer problema de la auto-absorción es su carácter efímero. En todas sus etapas, ya sea en la de recordación difusa, o en la última fase de absorción total, cuando el mundo se siente remoto y surge el Yo, siempre está caracterizada por la transitoriedad. El místico ha de subir todas las colinas de una divina existencia durante esta experiencia, pero siempre tendrá que volver a descender de ellas. Su recorrido produce magníficas vislumbres de un hábito superior y de suprema luminosidad, pero esto no es permanente. No puede invernar para siempre en la auto-absorción aunque lo desee. O, como lo dice el místico chino Lao Tsu: "Nadie puede permanecer para siempre parado sobre las puntas de sus pies". No es posible mantener todo el tiempo a la conciencia sumida en la contemplación; ella sólo puede ingresar a intervalos, en esta condición. La inmovilización interior no es duradera, y sus trances son transitorios: esta es la constante queja de los místicos que no se han tomado el trabajo de analizar sus propias experiencias.

    Muchos místicos occidentales, como San Gregorio y San Agustín, y no pocos yoguis orientales como Vivekananda, se han lamentado del hecho de no poder mantenerse como querían, en lo que consideraban la etapa más elevada del misticismo, la etapa de completa desaparición de todas las sensaciones y pensamientos, por más de unos pocos minutos, o unas pocas horas, ya que siempre debían regresar a la condición prosaica de la vida cotidiana. San Bernardo muy bien describió este melancólico sentimiento con las siguientes palabras: "Todos esos poderes y facultades espirituales comenzaron a languidecer, como si el fuego se fuera apagando por el agua derramada de una marmita hirviente. Entonces mi alma necesariamente quedaba sumida en la tristeza y en la depresión hasta que Él quisiera retornar". La discontinuidad de la experiencia es algo que el místico no puede controlar ni impedir. Por consiguiente, se ve enfrentado a la dificultad de ajustar esas experiencias a las necesidades de la existencia física, dificultad que nunca supera realmente. La filosofía, comprendiendo esto, insiste en que su particular método de acercamiento a la realidad última, ha alcanzado un punto en que se ha agotado su servidumbre a él, y que en consecuencia la naturaleza ha enviado una señal de advertencia. Pero sólo la filosofía puede interpretar esta señal. La experiencia mística debe completarse con el desarrollo de una visión interior más profunda. Así, la misma transitoriedad de dicha experiencia mística, se convierte en algo útil, porque le advierte al místico que ella en sí no puede ser la suprema meta, y al mismo tiempo le indica que todavía tiene que avanzar en una dirección diferente. La enseñanza ocultista afirma enfáticamente, que el estado de auto-absorción no es el supremo objetivo para la humanidad, por más que los yoguis comunes afirmen lo contrario. Es sólo cuando está despierta, que la persona ha sido totalmente proyectada por el Yo Superior, mientras que cuando sueña está solo parcialmente proyectada, y no está proyectada de ninguna manera, cuando está sumida en el profundo dormir. Por consiguiente, únicamente en el estado de total vigilia, y no en un estado de trance —que corresponde al soñar o al dormir— pueden reconocerse los propósitos superiores de sus limitaciones, y alcanzarse la más amplia conciencia de la realidad. Así pues, aunque pueda o no atravesar trances, en su camino de elevación, el aspirante por cierto no tiene que pasar dichos trances, cuando alcanza la cumbre. El cuarto estado de la conciencia es algo que, en su finalidad y plenitud, persiste en todo momento, y que no depende de trances fugaces para su continuación.

    El segundo problema que abruma a la auto-absorción mística: su incapacidad para estabilizar su propia visión interior, excepcional pero fugitiva, su incapacidad para proporcionar una siempre activa conciencia de la realidad, es también resuelto sólo por la filosofía. Para comprender esto, debemos primero entender que, aparte de la repulsión y compulsión de una perspectiva del mundo fuertemente arraigada, el hombre que medita deliberadamente vuelve la espalda a su medio ambiente exterior, abandona y desprecia su existencia terrenal, durante su interior avance hacia su yo espiritual. Primero descubre o capta la existencia de la intangible e invisible Mente, vacía de imágenes, durante un rapto contemplativo, en el que se absorbe intensamente, olvidando por completo el mundo exterior. Tan intensa es su concentración que, temporariamente se desvanecen todas las sensaciones y pensamientos, todas las imágenes mentales, y así ese hombre se halla en un gran vacío, en donde nada existe, y en donde él está, en lenguaje teológico, sumergido en el Espíritu puro. Pero la mente no puede descansar permanentemente en este vacío, como no pueden los pulmones interrumpir la respiración. Inexorablemente regresan al océano de la mente universal, las ondas de pensamiento individual, interrumpiéndose así el estado de absorción en que está sumido el hombre, y el mundo se precipita nuevamente en su conciencia. Sólo puede permanecer allí por unos breves instantes, pues un simbólico ángel con una flamígera espada, lo arroja fuera del místico Jardín del Edén. Por lo tanto, esto no puede constituir su meta final. El yogui que alcanza este punto, puede luchar arduamente por retener y prolongar este estado de absorción, pero sólo podrá recobrarlo nuevamente, rechazando el mundo y metiéndose otra vez dentro de sí mismo. Sin embargo, la Naturaleza con toda sabiduría, volverá a empujarlo a la vida toda vez que él trata de apartarse de ella. Equivocando los intentos de la naturaleza, el yogui hace aun mayores esfuerzos, adjudicando su incapacidad a causas equivocadas, y negándose a aprender que la naturaleza ha plasmado la carne para experiencia instructiva, no para que la rechacemos tontamente. El mundo finito aparece insistentemente allí. El yogui no podrá anularlo permanentemente. Sin embargo, se consuela creyendo que, mientras esta encarnado, esta es la meta final que puede el hombre alcanzar, y que la perfecta liberación sobrevendrá después de la muerte.

    La mera quietud mental, es un excelente objetivo, en este camino de ascensión espiritual, pero no es la verdadera trascendencia. El vacío mental, que tan frecuentemente constituye el estado de absorción de los yoguis comunes, no es lo mismo que la conciencia auto-comprensiva, que constituye el estado de absorción del yogui filósofo. La paz del primero fácilmente determina un debilitamiento de la visión del mundo y un inmenso letargo, mientras que la paz del segundo sólo puede determinar un aumento de fuerzas para ayudar al mundo y una gran inspiración. Observar este estado desde fuera, y creer que ambos son una misma condición, es ser culpable de una grave equivocación. La negatividad difusa del primero es inferior y distinto de la inteligencia discriminativa y alerta del segundo. El tipo de yogui común simplemente deja de pensar. El yogui filósofo compromete activamente a su conciencia libre de pensamientos, en la comprensión de su propia naturaleza. El primero es todo flores pero sin frutos. El otro es todo flores y todo frutos. Así pues, en El Supremo Sendero, un texto de normas para los aspirantes, reunidos hace ochocientos años, en el Tibet, y que es todavía muy apreciado allí, se hace la siguiente advertencia de que: "la quietud del proceso inactivo del pensamiento (en la mente individual) puede parecer equivocadamente, la meta verdadera, que en realidad consiste en alcanzar la quietud de la Mente infinita". La clave de esta situación extremadamente sutil es, por lo tanto, doble. Primero, la posesión o ausencia de conocimiento metafísico. Segundo, la actitud mental gracias a la cual el contemplativo entra en estado de auto-absorción. Estos dos factores están íntimamente relacionados entre sí, y no pueden separarse, porque el uno depende naturalmente del otro.

    El momento en que se pasa de la vigilia al dormir o al soñar es, ahora lo sabemos, un momento sumamente critico. La general dirección de la conciencia en este momento, puede determinar el carácter de los sueños o del dormir posteriores, puede por cierto transformar lo uno o lo otro en algo totalmente superior. De la misma manera, es sumamente crítico el momento en que la actividad del pensar se sumerge en la total auto-absorción. También entonces, la general dirección de la conciencia puede determinar el carácter del estado siguiente. La actitud mental en ese momento es realmente creativa. El místico atraviesa este momento interesado sólo en sus personales reacciones frente a la experiencia, es decir, arrastrado por sus personales sentimientos de gran satisfacción. La experiencia lo hace muy feliz y jamás podrá olvidarla después. Pero ha dejado su tarea a medio hacer, hecho melancólico atestiguado por su posterior retorno, tarde o temprano, al ordinario estado prosaico, en el que permanece. Debido en parte a esta personal referencia, y en parte, a su ignorancia metafísica, y consecuente falta de preparación, entra en este estado de auto-absorción contemplativa, como el hombre que se alejara de una habitación, por una puerta abierta, con sus ojos tercamente fijos en el familiar lugar que ha dejado, negándose a mirar hacia adelante. Así como este hombre sólo a medias sabrá dónde está, incluso cuando se halla dentro de la habitación, así también, el místico tendrá sólo una conciencia parcial de la índole de la Mente pura, incluso cuando está sumergido en la auto-absorción. Además, esta personal referencia hace que solo temporariamente el místico abandone sus perspectivas preconcebidas y sus dogmáticas creencias, cuando está inmerso en el rayo de la Mente, por así decirlo, y no se deja purificar por su llama; así pues, vuelve a retomar sus creencias anteriores, cuando regresa a la experiencia común. Por el contrario, si la meditación se practica conjuntamente con el entrenamiento filosófico, es decir, si ya no es más un simple ejercicio místico, sino que esta informado por el conocimiento reflexivo racional, entonces, la perspectiva equivocada de la realidad no vuelve a aparecer, porque el puro ser la experimentará tal como es. Lo divino está presente en ambos casos, pero en el primero, su carácter satisfactorio se convierte en un obstáculo, lo cual no sucede en el segundo caso. Ambos místicos han tocado la realidad, pero el primero apenas ha alcanzado su superficie, mientras que el otro ha penetrado en su inmutable profundidad.


    EL YOGA DE LO NO CONTRADICTORIO


    Hemos visto pues, que hay una enorme diferencia entre los estados alcanzados por ambos métodos, cuyas superficies parecen las mismas, pero cuyos resultados son totalmente distintos. El yogui rechaza los contenidos de su conciencia en estado de ceguera e ignorancia, y así acepta pasivamente el vacío. La iluminación del Pensamiento puro, lo abruma con su diferenciación de cualquier otra experiencia previa, y lo perturba con su misterio luminoso. Este hombre ha abierto dentro de él, el ojo místico, pero no entiende plenamente qué es lo que se le aparece en determinados momentos, durante sus meditaciones formales. Estas le producen el total olvido de las limitaciones espacio-temporales, pero su cuerpo todavía está dentro de dichas limitaciones, y su conciencia deberá retornar a su cuerpo. Cuando tiene que regresar, y adueñarse de sus pensamientos acerca del mundo, este descenso lo llena, por su contraste, con una sensación de diferencia abismal. Así pues, contempla el mundo como si fuera la negación misma de la realidad, y como si el abismo que separa a ambas realidades, fuera infranqueable. De esta manera, deja que el premio mayor se le deslice de las manos, debido a un sentimiento desesperado de ser completamente incapaz de conservar en la conciencia ambas perspectivas al mismo tiempo. Así pues, se convierte en un dualista, en un defensor de la creencia de que la realidad sólo puede alcanzarse en estado de trance, y de que el mundo es Materia en el polo opuesto del Espíritu, y de que por tanto ese mundo es una ilusión que debe despreciarse. Tanto el escéptico que se burla del mundo, cuanto el místico que lo ignora ,siempre se sienten desorientados al final de su propio camino, por el problema de relacionar sus triunfos espirituales con la vida universal que los rodea. No saben cómo resolverlo, y así apartan el problema pretendiendo que no existe. Todo esto se debe a que sus métodos de acercamiento, no tratan de resolver el problema del mundo, sino que lo ignoran. Cierran los ojos y el razonamiento frente al supuestamente material mundo exterior. De esta manera, no tienen medios para relacionarlo con el mundo interior, indudablemente inmaterial, que perciben en sus experiencias maravillosas.

    Por el contrario, el estudiante de filosofía estudia la naturaleza de la materia, y descubre que es una manifestación de la Mente. A través de esta reflexión mentalista, el estudiante percibe que todas las explicaciones de la evolución de la existencia universal, son ciertas sólo desde un punto de vista relativo; que todos los elementos, principios, energías, sustancias y procesos, de los cuales ha surgido el universo, según enseñan aquellas teorías, son en realidad manifestaciones mentales; y que así como el agua no se diferencia en realidad, del oxígeno y el hidrógeno que la componen, no importa la diferencia de sus apariencias, así tampoco estas imágenes de tierra, agua, aire, y fuego, no se diferencian esencialmente de la Mente de la cual proceden. Alcanza así la comprensión de la mentalidad suprema, de la suprema unidad de todas las cosas, impidiendo que cualquier apariencia contraria lo aparte de esta posición intelectual. Está convencido del hecho de que, con cada aliento y cada pensamiento, él está participando de la construcción de este universo, en tarea común con la Mente universal, y que por lo tanto, para decirlo con la frase del Nuevo Testamento: "en Él vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser".

    El ejercicio místico que realiza el estudiante de filosofía no se cumple a ciegas. Supera la idea del mundo asimilándola. Utiliza la razón para ir más allá de la razón, pero no la disminuye prematuramente. No sólo descubre al puro Pensamiento, sino, que además medita reflexivamente en este descubrimiento. Cuando vacía su conciencia de todo contenido, lo hace con los ojos abiertos, sosteniendo firmemente la comprensión de que esos contenidos son la espuma arrojada por la realidad, pero que no se diferencian esencialmente de ella. Después que el vacío se llena con la presencia del puro Pensamiento, el hombre retorna a los contenidos de conciencia normal, con un sentimiento cada vez más disminuido de tener que cruzar un abismo de diferencia, con el resultado de que tiene menos dificultades para establecer una relación, continuidad y armonía, con sus previas experiencias de meditación. Se entrena para lograr que esta atención reflexiva se dirija a su existencia activa cotidiana, insertándola continuamente en cuanto pensamiento surja en su mente, y en cuanto acto realice su cuerpo. Disciplina su conciencia para mantener la idea corporal sin identificarse con ella, para funcionar por medio de los cinco sentidos, sin dejar de funcionar en la Mente infinita.

    A medida que continúa uniendo la reflexión metafísica con la contemplacióh mística, surge de pronto dentro de él, a partir de la función de ambas actitudes, una nueva facultad que no tiene las limitaciones del intelecto razonador, ni la parcialidad emotiva del rapto místico, pero que en realidad es superior a ambos. Este misterioso estado de conciencia se llama, en sánscrito: "aquello que está lleno de todo", con lo que se hace referencia a su plenitud y finalidad. Esto provoca una iluminación que va más allá del yoga común.

    Su verdadera realización se produce, por así decirlo, en el tiempo que dura un parpadeo. Ya que el largo curso preliminar, las ardientes preparaciones, alcanzan finalmente una crisis en la que se produce, repentinamente, una elevación de toda la naturaleza del aspirante. Es como si una dura cascara, que envolvía su ser interior, se rompiera de pronto y lo liberara. Pero a pesar de la repentina aparición de esta visión interior, como un relampagueo, todavía no alcanza con ello su total plenitud, y hace falta tiempo para que alcance su madurez. Hasta no ser una etapa natural, continua, y alcanzada sin esfuerzos, no es el grado final y más revelatorio. En el momento en que se produce la más mínima resistencia a ser o conocer, en ese momento se produce un descenso de la verdadera visión interior, una degradación de la auténtica existencia. Dicho estado carente de esfuerzos, sólo puede alcanzarse después de un largo noviciado. La duradera conciencia trascendental sólo puede sobrevenir manteniendo constantemente enfocada la Realidad, a lo largo de todo el día. Es un fruto de larga maduración, el fruto de observar atentamente el estado de alerta, como proceso ininterrumpido de armonización de la Mente no manifestada, con sus ideas siempre en trance de aparición. Así el hombre que alcanza este estado, no sólo logra una auténtica vislumbre de la realidad, sino que, además, puesto que sostiene, esta vislumbre con una comprensión inteligente, puede ir acercando cada vez más esta vislumbre a su vida terrenal cotidiana. Finalmente, esas vislumbres duran las veinticuatro horas del día y de la noche. Así pues, se estabilizan y se hacen permanentes, y por tanto el hombre habita en su unidad inquebrantable. Con este logro se completa el entrenamiento ultramístico del método filosófico. La actividad del pensar, que todavía continúa actuando, no es la misma que era anteriormente. Porque ahora es una actividad iluminada. Por lo tanto, el objeto supremo no consiste en suprimir el pensar, y en quedarse sentado gozando de prolongados trances solitarios. No es tampoco, mantener la mente libre de todo pensamiento, sino liberarla de su tiranía, obligándola a comprender el verdadero significado de sus manifestaciones características como el "yo" y el mundo, y hacer que el hombre sin esfuerzos alcance la supra conciencia de su propia esencia más profunda, al mismo tiempo que se entrega a los avatares de su existencia personal. Una vez que se ha convertido en un sabio, al ingresar en este cuarto estado, no podrá jamás dejar de serlo. Ya sea despierto o dormido, en reposo o trabajando, ese hombre está sostenido por su enigmática trascendencia. Cuando se logra plenamente dicho cuarto estado, éste continúa a través de los otros tres. No se desvanece cuando el cuerpo duerme o cuando está despierto. Es un estado que sin trabajo se retiene en el mismo sentido en que un hombre despierto retiene sin esfuerzo su identidad personal.

    No tenemos aquí deseos de disminuir el gran valor de los logros místicos, pero afirmamos que la visión interior lograda por este método no proporciona, como en el caso de la mística filosófica, una visión interior perfectamente auténtica. La naturaleza desea elevar al místico, de una comprensión meramente emocional, a una comprensión serenamente inteligente, que nunca se vea contradecida por su descenso a una condición inferior. Los pensamientos cambiantes acerca de los objetos exteriores, y los pensamientos incesantemente cambiantes acerca de las ideas de esos objetos, o sea, las cosas y las imaginaciones, surgen y mueren en la esencia de la Mente, que en si misma permanece amorfa, inmutable y no contradecida por nada que haya surgido o pueda surgir. A pesar de las innumerables formas con las cuales se manifiesta, la esencia de la Mente jamás abandona su propia identidad eterna. Una ilusión puede ser contradecida por una experiencia posterior; una apariencia puede negarse después de ser examinada: pero la Realidad jamás puede negarse, ni puede contradecirse la Verdad. Por lo tanto, el método, de cultivo de la facultad superior de la mente, que produce esta visión interior profunda, tiene el nombre tradicional de "Yoga de lo No Contradictorio". En la base de toda la corriente de pensamientos, el filósofo percibe siempre el divino pensamiento. Sin caer en trance, sin cerrar sus ojos, sin obstruir sus oídos, y sin doblar las piernas como lo hacen los yoguis comunes, el filósofo logra mantener su conciencia de la inmaterial realidad carente de forma. Cuando trasciende la necesidad de trance, alcanza la percepción de que las diferencias entre Pensamiento y pensamientos, la distinción entre Mente y sus manifestaciones, existe sólo desde el punto de vista de los seres humanos, y no en las cosas mismas; todas las cosas se reúnen en una subiime unidad divina; comprende que todas las cosas son manifestaciones o representaciones de la realidad, y de que verdaderamente el mundo entero es un espectáculo mentado por Dios. Así, el último estado al cual tiende la evolución es el de conciente descanso en la Mente, pero no se trata de un estado de conciente abandono, sino una situación en la que sobreviven las actividades sensoriales, pero no, su tiranía, un estado en el que el ser continúa existiendo, pero en el cual ha desaparecido el dominio del ser personal, y un estado en el que las ruedas del pensar continúan girando, pero sin apartarse del pensador mismo.

    Sólo una visión interior permanente de este tipo puede penetrar la apariencia sensorial del mundo, comprendiendo en todo momento, que no hay una radical diferencia entre ese mundo y el Vacío mismo. Esto explica el por qué dos pequeños tratados inspirados, destinados a los aspirantes teosóficos avanzados, contienen ciertas afirmaciones paradójicas. El uno, LUZ EN EL SENDERO, basado en una antigua fuente egipcia, primero hace esta advertencia: "Busca el método retrayéndote dentro", y luego, sólo después que se hace esto, el texto de la otra advertencia: "Busca el método avanzando audazmente sin él". En el otro tratado, LA VOZ DEL SILENCIO, basado en una antigua fuente tibetana, se dice al aspirante evolucionado: "Tendrás que estudiar el vacío de lo aparentemente lleno, y la plenitud de lo aparentemente Vacío".

    Con esto el estudiante alcanza el supremo climax de todos sus esfuerzos ultramísticos, y debe prosternarse, en recogido homenaje, no sólo ante el sagrado vacío del que todas las cosas surgen; no sólo ante la divina oscuridad que es fuente de toda luz, sino también ante el mundo visible, que tan secreta e inefablemente arraiga en Dios, es decir, ante las incesantes actividades y procesos vitales que plasman la historia sin principio ni fin, de este maravilloso universo. Los hombres se maravillan ante éste o aquél nuevo descubrimiento de la ciencia, sin comprender que la mayor maravilla es el hecho de la existencia misma del mundo. Quien percibe que cada átomo de la tierra centellea místicamente, dentro de la vida universal que todo lo abarca; quien comprende que no hay partícula alguna de la que esté ausente la existencia Única, ha comprendido que la aventura humana es tan sagrada como cualquiera otra. También comprende que la existencia cotidiana del hombre es en sí misma tan misteriosa, tan importante, y tan milagrosa, como puede serlo la inefable existencia invisible de un arcángel. El concepto de esta visión interior trascendental necesariamente es, para quienes han captado su importancia y significación, el más estupendo de los que jamás haya gestado la mente humana. Y, sin embargo, esta suprema sagacidad, esta penetración tan madura y completa, en el carácter fundamental de toda existencia, no es en realidad nada más que la natural inteligencia del hombre desarrollada hasta sus máximos alcances.


    CAPÍTULO XVI
    ALGUNOS FRUTOS DE LA FILOSOFÍA


    Si el universo no estuviera formado de la esencia divina, ninguna de sus criaturas podría tener la esperanza de ingresar en un estado superior al que ya poseen. Pero, debido a que el universo es la Mente universal manifestándose a sí misma; debido a que todas las criaturas están interiormente constituidas de la misma sustancia sagrada, todas ellas tienen la inmutable certidumbre de su posible auto-iluminación. En esto pues radica su mejor esperanza, su seguridad de que pueden encontrar al Yo superior, puesto que su intima relación con este Yo superior, es suficiente garantía de que pueden logiar su ayuda.

    Repitámoslo: un prisma de cristal transparente no cambia su índole esencial con los cambiantes colores azul, rojo y amarillo que refleja. Tampoco la mente cambia su carácter original con los diferentes pensamientos y sensaciones que pone en actividad. Aunque no se lo perciba, lo Real ha estado y está siempre allí. No es algo que pueda disminuir o aumentar como pueden hacerlo las emociones personales acerca de ello. Porque lo Real existe por sí mismo y, por consiguiente, es auto-suficiente. Si el hombre, aunque sólo fuera por el término de una fracción de segundo, estuviera apartado de Dios, en algún momento de su carrera terrenal, jamás podría ascender desde su actual conciencia a un estado superior. Todos los mandamientos verbales de la religión, todos los silenciosos consejos del misticismo, y todas las persuasiones racionales de la metafísica, serían vanos. Pero el Yo Superior está dentro del hombre aquí y ahora. Jamás lo abandonó. Está perdurablemente ubicado en el corazón. Es su ser más profundo, su verdadero ser. Si fuera algo diferente y apartado del hombre, si fuera algo que ha conquistado o añadido a lo que es o era, el hombre correría el riesgo de perderlo nuevamente. Porque lo que se puede agregar puede también quitarse. Por lo tanto, la verdadera tarea de esta búsqueda no consiste tanto en buscar ansiosamente la posesión del Yo superior, cuanto en adquirir conciencia de que siempre ha sido algo que el hombre tenía y tiene. Si un hombre dice que no puede emprender esta búsqueda porque no halla un maestro, o porque no puede viajar al Asia, o porque no puede practicar alguna técnica mística deter-minada, simplemente ese hombre se está engañando a sí mismo. Estos pesimistas pensamientos no son otra cosa que desventajas que habrá que superar.

    Todos los métodos y técnicas —y por supuesto, todos los seres humanos que los proponen—, son meros instrumentos para ayudar al estudiante a lograr un estado en el que se libere de todo maestro, de toda técnica, de todo método. No permitamos que se esclavice al convencimiento de que son indispensables. No permitamos que el estudiante confunda la actitud frente a la vida, que esos métodos y técnicas proporcionan, con la vida misma. Que no confunda el método con la meta, los medios con el fin. Todas las técnicas se crearon con el propósito de abrir una puerta a la esencia interior. Pero muchas personas, carentes de sentido discriminatorio, se toman tercamente de la puerta e impiden que ésta pueda abrirse. El estudiante debe conservar su actitud de criterio puro, elástico y libre de toda dogmatización. Por ejemplo, no debe forjar ataduras de hierro para su forma favorita de meditación. No debería cultivar una técnica o doctrina por sí mismas; no debe rendir culto a la técnica o doctrina en sí mismas; lo que debe adorar es la nueva iluminación, la nueva comprensión, la nueva conciencia, que surgen gracias a esas técnicas, o simplemente deberá atar un nuevo nudo psicológico que tenía que atarse. No debe sentirse sujeto a una fórmula metafísica particular. Esta existe para servirlo, no para esclavizarlo; para darle mayor vida, no para sepultarlo. El estudiante deberá levantarse por encima de la reverencia a las cosas, por encima de la reverencia a los pensamientos, y al final, fundamentalmente por encima de la idea de buscar la salvación El rayo de la visión interior puede atravesar el cíelo de su conciencia en cualquier momento, tal vez en el menos esperado, incluso en el más inoportuno, y el estudiante no debe ofrecerle resistencia, porque se encuentra, en ese instante, entregado égoístamente a la práctica de alguna técnica determinada. En resumen, tendrá que aprender a relajarse incluso en sus propios esfuerzos yoguis de relajación.

    Casi siempre, las personas interesadas profundamente en un solo aspecto de la vida, pierden su sentido del humor. Se vuelven maniáticas malhumoradas. Pero puesto que la filosofía se ocupa de la vasta totalidad de la vida, y por consiguiente insiste en la captación, al mismo tiempo, de todos sus aspectos contradictorios, no es probable que esto ocurra a sus devotos partidarios. La vida es el ser universal que hay que experimentar, y no un particular sistema a seguir. Nuestra tarea consiste más en llegar a sentir nuestra unión con el principio infinito y amorfo de la vida; en comprender la libertad innata de tal principio, contra todo confinamiento de las expresiones formales, que esclavizarse a cualquiera de tales expresiones. Logramos dicha libertad cuando dejamos de apegarnos a nuestras posesiones y cuando nos liberamos de nuestras concepciones y creencias.

    Quienes no se sienten inclinados a realizar ejercicios formales de meditación, y quienes no tienen vocación por los estudios metódicos de metafísica, pueden hallar consuelo o ayuda de otra manera. Pueden en todo caso practicar un simple ejercicio, que reemplazará hasta cierto punto, cualquier estudio o meditación. Es tan simple que apenas merece el nombre de ejercicio, y cuando se lo convierte en un hábito, resulta fácil y se lo realiza sin esfuerzo alguno. Así como la madre que tiene a su hijo en el frente de batalla, no lo olvida por más conversaciones, movimientos y actividades que comprometan su atención superficial, así tampoco el aspirante debería olvidar lo Divino aunque su conciencia superficial está ocupada en otras cosas. Así como la joven enamorada profundamente, mantendrá viva la imagen mental de su amado, en todo momento, aunque preste toda su atención a otras cuestiones exteriores, así tam-bién el aspirante debería entrenarse para mantener vivo el pensamiento del Yo superior, como una especie de apoyo de todos sus otros pensamientos. La práctica que proponemos se basa en la profunda importancia de la memoria, y la utiliza para inapreciables propósitos. Consiste en el constante recuerdo amoroso de la mente de su interior identidad con el Yo superior, recuerdo que se mantiene en todo momento y lugar, bajo cualquier circunstancia física, y que siempre está presente como el otro Yo superior que proyecta su sombra sobre el hombre. Si alguna vez el aspirante ha tenido una vislumbre, sentimiento o intuición —por fugaz que haya sido y por mucho tiempo que haya transcurrido— de la superior existencia supra sensorial, que lo haya impresionado hondamente, y que le haya impulsado a emprender la búsqueda, es entonces muy importante que inserte el recuerdo de esta experiencia en su ejercicio. Quiere decir, que tiene que procurar presentarla ante su mente de la manera más viva posible, tratando de rememorar la sensación de exaltación y paz que experimentó en aquella oportunidad.

    El propósito fundamental es el de realizar este ejercicio con la mayor frecuencia posible, manteniéndolo en el trasfondo de la mente, mientras se presta atención a las obligaciones, agudizando la concentración en dicho ejercicio con mayor intensidad, toda vez que se tenga un momento libre. Debe convertirse en el centro impersonal de su gravitación personal en el pivote inmóvil sobre el que perpetuamente oscila el péndulo de la actividad exterior. De esta manera, aunque el primer plano de su conciencia esté ocupado atendiendo los asuntos del vivir cotidiano, su trasfondo habitará en una especie de divino vacío, en el que no aparece pensamiento alguno, excepto el pensamiento del Yo superior. Esta concentración interior debe convertirse en un hábito. ¿Qué beneficios proporcionará al aspirante? Aunque es tan diferente de un ejercicio metódico de meditación, que generalmente se practica durante un tiempo limitado, estando sentado, y en un lugar apartado, sin embargo este ejercicio tiene su propia potencialidad particular. Este continuo recuerdo del Yo superior, proporcionará al aspirante una notable fruición de gracia. Porque el poder que aquí actúa, no es el poder del ego sino la energía universal. Cuando la gracia comienza a actuar, es muy probable que remueva una serie de obstáculos internos y externos que obstruyen el camino del aspirante, y muchas veces lo hará de un modo aparentemente milagroso, proporcionándole una más auténtica auto-valoración. De modo que no debemos medir la insospechada eficacia de este método, a partir de su simplicidad obvia.

    Si una persona no está preparada para realizar esta práctica, ni para estudiar metafísica, ni para hacer meditación mística, puede todavía emplear un ejercicio relacionado con el que. acabamos de describir, que aún le exigirá menos. Cuando se enfrente de pronto a una inesperada desgracia, o cuando asomen sus desagradables rostros, problemas tremendos, o cuando un grave peligro amenace su vida, al mismo tiempo que toma todas las medidas prácticas, que generalmente se utilizan para resolver esas cuestiones en el plano exterior, deberá dejar bruscamente de lado su habitual actitud egocéntrica, entregando el problema, por así decirlo, a un poder superior. Esto paradójicamente le producirá una sensación de despreocupación interior, aunque asuma las actitudes exteriores encaminadas a resolver su problema. Por supuesto que para que esta práctica tenga éxito, es esencial una fe honesta y profunda, en la existencia de este poder supra material. La segunda condición es que exista una confianza resignada en el sentido de los resultados que surjan de estas operaciones ocultas. Tendrá entonces que dejar de preocuparse acerca de la cuestión. Tendrá que dejar de adherirse a la alarma o depresión frente a los actuales detalles y posibles consecuencias del problema, y tendrá más bien que olvidarse totalmente de ellos. Si permite que los pensamientos angustiosos continúen abrumándolo, éstos interrumpirán la remembranza interior, y obstruirán la eficacia de la técnica. Además, este ejercicio se hace efectivo sólo si se le mantiene un tiempo suficiente y con concentración adecuada. Es decir, a través de todos sus esfuerzos personales por realizar los necesarios reajustes a que lo obligue la situación penosa, deberá mantener una parte de su conciencia constantemente dirigida hacia adentro, asimilando —no negando— el problema que se le presenta, y luego dejando que los pensamientos que constituyen ese problema, se disuelvan en la remembranza del impersonal Yo superior siempre tranquilo. Tiene que tratar de concebir este poder como algo supremo, amorfo y que habita en un Vacío carente de imágenes.

    Este brusco apartamiento de una perspectiva personal estrecha para refugiarse en un punto de vista más amplio e impersonal, ayudará eficazmente a controlar no sólo sus reacciones emocionales frente a lo que le está sucediendo, sino también a introducir el factor superior de la gracia, que de esta manera controlará la condición exterior misma. No sólo extraerá de este acto de auto-entrega, la fuerza para enfrentar sus problemas, sin desmayos, sino que también añadirá a su vida un poder protector que trasciende sus propias capacidades. Ahora sabemos, gracias a nuestros estudios analíticos de la experiencia mística, que esta gracia no sólo puede asumir una forma imaginaria e intelectual, sino que también puede manifestarse de muchas otras maneras. Por ejemplo, puede proporcionar un apoyo interior tan grande a un hombre que en un momento determinado se vea amenazado por un grave peligro, que sus temores desaparezcan por completo. La misma guerra que despierta el pánico en algunos, despierta en otros el más alto heroísmo. Miles de desconocidos y oscuros soldados, marineros, aviadores y civiles, han experimentado esta inesperada reacción durante los terribles peligros de estos pasados años de guerra. ¿Por qué? Porque inconscientemente abrieron la puerta cerrada por mucho tiempo, del Yo superior, y así pudieron sentir su gracia. Enfrentados a los horrores de la destructiva inventiva científica, adquirieron súbitamente la certidumbre cabal de que en cualquier momento un simple giro casual de la rueda de la fortuna o del destino, o de la voluntad de Dios, podría provocar la amarga muerte de todos ellos. Por consiguiente, se entregaron total y resignadamente, a lo inevitable, el azar, el destino o Dios, que son tres denominaciones distintas para una misma cosa. Por este acto de suprema fe, inconscientemente invocaron el principio más profundo de su propio ser, y sin, saberlo, dicha fe levantó las pesadas barreras que bloqueaban la puerta del Yo superior. La falta de una clara comprensión metafísica de lo que les ocurría, no impidió los resultados prácticos que actuaron sobre ellos. En medio de la amenaza de bombas y granadas, sentían que cualquier cosa que ocurriera, ya sea una muerte repentina o la conservación de la vida, sería para bien de ellos. Se sentían, en realidad, inexplicablemente por encima de la agonía y los terrores de esos trágicos acontecimientos. Esos momentos funestos dejaron un recuerdo imborrable en el alma. No pueden olvidarse. La silenciosa instrucción proveniente de dichos momentos, tarde o temprano, afectará la concepción espiritual de los que los han experimentado.

    "Este es tu cautiverio: que practicas meditación". En el segundo capítulo de La Oculta Enseñanza Más Allá del Yoga, citamos esta frase de Ashtavakra, un sabio indio que vivió hace algunos miles de años. Esta cita —y casi todo el capítulo en el que está inserta— hirió y—alarmó los sentimientos y esperanzas de muchos lectores, quienes nos creyeron que en algún momento diríamos que había que abandonar la práctica de la meditación y que ésta sería reemplazada por la metafísica. Ahora demostraremos que era prematuro anticiparse a las consecuencias finales de nuestros conceptos, antes de que diéramos fin al curso completo. Dijo Tilopa, un sabio tibetano del siglo IX: "No medites. Manten tu mente en su estado natural". Este negativo consejo no representa una revolución inesperada, sino un progreso natural. No se le da a los neófitos, porque podría perjudicarlos, ya que está destinado a los practicantes de un grado de evolución ya muy elevado. Es simplemente una advertencia para que ubiquemos a la meditación en su lugar apropiado, es decir, entre los otros elementos que componen el complejo diseño de la vida, para recordar a sus entusiastas defensores, el hecho de que existe en las profundidades de su propio ser.

    Pues la visión interior no es algo que el hombre fabrica, sino algo que le sobreviene como un rayo de súbita iluminación. La meditación no provoca la visión interior, no la crea, sino que plasma las condiciones necesarias para atraer dicha visión interior. Jamás alcanzará su objetivo si toma los medios por el fin. El hombre no está en la tierra en nombre del yoga. El yoga está a su servicio. El hombre está aquí para vivir.

    En efecto, la acción es también una parte esencial en esta búsqueda del Yo superior. Ya que la Naturaleza no permitirá que nadie alcance su santuario divino, sin antes haber cumplido con su triple exigencia, aunque con mucho gusto le dejará espiar de vez en cuando, sus tesoros, con el objeto de que tenga más coraje para cumplir sus demandas, y para que los valorice más acertadamente. Esta exigencia consiste simplemente en obligar al hombre a seguir y concluir las tres líneas paralelas de la evolución, por las que la Naturaleza conduce pacientemente a la humanidad: actividad, inteligencia y contemplación. El hombre que cumpla esta triple exigencia, ya no será un místico o un metafísico, sino un filósofo. Porque el hombre es un ser de tres aspectos, es una funcional trinidad de pensamiento, sentimiento y acción, resulta inevitable que la búsqueda del Yo superior incluya un esfuerzo que corresponda a su propia naturaleza. Así pues, las tres líneas que debe seguir, en armonía con la triple división de su propia índole son: la metafísica, como ejercicio del pensar racional; el misticismo, como ejercitación del sentimiento intuitivo; y la actividad altruista, como ejercitación del funcionamiento corporal. Conocimiento, meditación y trabajo altruista, constituyen la sagrada trinidad que proporciona al hombre su iluminación. Estas tres concepciones del correcto esfuerzo humano —la intelectual, la mística y la práctica— deben cumplirse con armonía conciente; deben trabajar conjuntamente y al mismo tiempo, hacia un mismo fin. Deben armonizar en atmósfera de amor integrándose en la unidad de la vida filosófica. Así pues, la sabiduría surge de la totalidad de la experiencia vital, no de una parte sola de dicha vida. Estas cualidades no se entremezclan simplemente, sino que se fusionan para producir una nueva y positiva cualidad —la visión interior— que tiene su propio significado particular y su índole especial. Si el aspirante comienza su búsqueda de salvación con reverente amor místico hacia el Yo superior, solamente, deberá añadir, al final de su entrenamiento, una aguda inteligencia. Y si comienza sólo con la inteligencia, deberá agregar amor, más tarde. Porque se trata de dos caballos a los que hay que enseñar a correr juntos. Si comienza su búsqueda, cumpliendo con la triple exigencia de la que acabamos de hablar, su evolución será suave, equilibrada y nada le perturbará. Pero si opta por una sola de estas etapas, hacia el final de la misma, la Naturaleza lo hará retroceder provocándole un brusco desequilibrio de su vida interior y exterior. Ello se debe a que en ningún caso puede eludirse la fundamental necesidad de integración armoniosa de las tres etapas. El aspirante debe convertir esta búsqueda en una práctica de su diario vivir. Pero esta actividad no debe ser ciega. "Soy todo acción —afirmó Mussolini—. La quietud es para mí como un castigo, una maldición". Y alardeaba de ser así. Pero olvidó que la acción es útil sólo si va acompañada de la sabiduría. Su olvido le hizo prometer a su pueblo un gran imperio. Pero el resultado fue que lo condujo a un total desastre.

    Acción sabia significa, en el caso de un futuro filósofo, un enérgico ponerse a trabajar para el triunfo del Bien. No sólo debe procurar este triunfo en su interior, sino también en su vida exterior, así como también en el carácter y vida de los demás. Puesto que este doble objetivo no puede lograrse permaneciendo ocioso y sentado, sumido en recordaciones soñadoras, ni preocupándose sólo por la evolución propia, implica, necesariamente, la necesidad de desarrollar actividad altruista. La contemplación debe fertilizar sus actos. Esto hace que la búsqueda se convierta en algo intensamente práctico, en algo que debe inspirar cada momento de su existencia cotidiana. La culminación es una acción inspirada. Y la naturaleza unificada de la verdad filosófica es tal que, cuando se la comprende adecuadamente, se expresa a través de la propia contribución del estudiante hacia su experiencia exterior.

    Una de las consecuencias más importantes del mentalismo es el poder que tiene el pensamiento concentrado sobre dicha experiencia exterior. El constructor toma los planes de un arquitecto, pero el arquitecto extrae sus ideas de su propia imaginación. Nuestros estudios acerca de la creación del universo nos han demostrado que la primera actividad característica de la Mente universal es la imaginación. Sus formas creativas no son otra cosa que las vibraciones de su sustancia mental. Como herederos limitados y finitos de la Mente universal, también nosotros desarrollamos una actividad paralela. Cuando formamos una imagen mental, o cuando elaboramos una idea abstracta, tanto la imagen cuanto la idea brotan de la misma sustancia energética invisible y que no se puede captar. Cuando comprendemos que el drama universal se desarrolla en la mente, entendemos también que el karma nos reintegra a nuestra propia imaginación fructífera, ya que no sólo determina la compensación agradable o dolorosa. Si nuestro actual medio ambiente es, en parte, nuestros propios pensamientos que retornan a su reposo, entonces no podemos eludir una parte de nuestra responsabilidad en sus cualidades y formas. Tenemos que aprender a pensar correctamente. No son los pensamientos vagos que ligeramente atraviesan la conciencia, los que interesan, sino la habitual tendencia del pensamiento, es decir, las ideas constantemente recurrentes dinamizadas poderosamente por la fe y la voluntad. Así, la intensa imaginación se convierte en una matriz en la cual, con los ajuste de karma y la evolución, se plasman por igual los acontecimientos y cosas circundantes. Las imágenes mentales y las ideas racionales mantenidas con más fuerza y más persistentemente en la conciencia, pueden elevarnos a una armonía más noble y valiosa, o hundirnos, como ya lo han hecho con los nazis, en la degradación espiritual y en la desarmonía carente de valores.

    Cuando el hombre se vuelve conciente de sus posibilidades creativas; cuando sabe que identificándose con los mejores pensamientos y sentimientos, manifestará por reacción mejores influencias en su contorno terrenal; cuando descubre que tarde, o temprano, las ideas que alienta constantemente y las imágenes que fragua con más frecuencia, influyen en su carácter y circunstancias, entonces vigila su vida mental más que si se tratara del empleo de venenos. Así como el mismo arsénico puede matar a un hombre sano o curar a un enfermo, así la concentración adecuada y el correcto uso del poder mental, elevan al hombre a un pináculo superior, o su empleo y abuso indiscriminado lo degradan. Y este poder le pertenece natural e incuestionablemente. Podrá este hombre asistir al proceso de mejoramiento de sí mismo y de su suerte, si se atiene firmemente, en todas las circunstancias, a la comprensión de que toda cosa que ve, la ve en su propia mente como un pensamiento; y que la persona que ve es un ser mental y que la realidad detrás de ambos es el puro Pensamiento. Aquí tenemos que volver a repetir nuestra advertencia referida a la práctica de la tercera Meditación. Deben recordarse las restricciones morales al uso de dichos métodos, no tratando de obligar a la libre voluntad de otras personas a que atenten contra sus propios intereses. Las motivaciones deben ser claras, pues de lo contrario, el boomerang de la retribución kármica caerá dolorosamente sobre el culpable.


    LA VIDA EN RENUNCIA


    En algún momento, para obtener los mejores frutos de la vida, habrá que renunciar a los deseos personales. Ello se debe a que cada hombre está llamado a combatir sus propios instintos animales y su humana debilidad egoísta. Pero la filosofía no exige que los que emprenden esta batalla hagan votos de ascetismo. Sólo pide que el hombre se discipline, y que persista en su lucha, no importa cuantas veces fracase. Porque la filosofía cree en la bondad del Yo superior y en el posible descenso de la gracia. El hombre puede renunciar a sí mismo, de una manera menos dolorosa y más placentera, aceptando los impulsos inspirados, y no rechazándolos cuando ellos entran en conflictos con los deseos de la carne o los intereses egoístas: Si no se engaña a sí mismo acerca del camino que sigue, y del fin que se propone, esos impulsos inspirados surgirán sin duda. Estos incluyen necesariamente, y van más allá de lo que ordinariamente se denomina conducta moral o ética. Cuanto más se persista en la búsqueda, más inevitable y espontáneamente surgirá el deseo de abandonar las motivaciones minúsculas, animales y materialistas, reemplazándolas por motivaciones más generosas, nobles e idealistas. Cada vez se sentirá más imbuido del deseo de purificar su carácter y su corazón, y del pensamiento de que debe liberarse de las tendencias bajas que ensombrecen su índole interior.

    Un nuevo factor ha entrado en la vida de este hombre. Porque ahora tiene que pensar en la inevitable consecuencia de sus actos sobre los demás y sobre sí mismo. De este modo amplía su sentido de responsabilidad personal y su perspectiva ética. Es cierto que debería enterrar sus malas acciones en el polvo del pasado, y no removerlas una y otra vez, por el deseo melancólico de hacerlo. Pero desgraciadamente, también es cierto que antes de poder desprenderse de esas acciones, debe ganar este derecho por medio del arrepentimiento y la expiación. Ni la rememoración del Yo superior, ni la práctica de la meditación, lo absuelven de la necesidad de comprender las causas y resultados de sus errores éticos y prácticos, ni de la necesidad de corregir estos errores en sí mismo y en los otros. Si el estudiante ha infligido un daño a alguien en el pasado, y ahora se arrepiente, o si teme la nomesis de karma, por algún pecado que no ha sido castigado, o si desea contrarrestar algún karma maligno que ya existe, y que puede claramente reconocer por los errores que provoca en su actual vida terrenal, ¿qué es lo que debe hacer? Hay cuatro pasos progresivos que pueden reali-zarse. Primero: la confesión. No sólo debe reconocer su pecado sino además, comprender los motivos y reconocer las razones que lo impulsaron a cometerlo. No es necesario ningún confesor humano; es mejor su propio Yo superior. Segundo: el arrepentimiento. No sólo debe repudiar estas motivaciones, como fuerzas que pertenecen a su yo inferior, sino que tiene también que aspirar a superarlas. Por lo tanto, su autocensura debe ser fuerte, y su arrepentimiento, sincero, o todo su esfuerzo será inútil. Esto exige la firme resolución de no volver a repetir el pecado. Tercero: la enmienda. Debe en lo posible hacer una reparación justa a la persona perjudicada. Cuarto: la resignación. Habiendo hecho todo lo humanamente posible, debe librarse de la pena que siente por este desagradable suceso de su pasado, y desprenderse de la esclavitud del recuerdo. Así, y sólo así, eleva su pecado y sus consecuencias kármicas, al Yo superior, en-contrando así la paz. Pero no tiene que cometer el error de esperar que un solo esfuerzo sea suficiente para lograr esto. El primero y segundo pasos habrán de repetirse una y otra vez, una y otra vez la lección de todo ese asunto necesita grabarse y volver a grabarse en su mente, antes de que el problema desaparezca como si no le perteneciera. Pero cuando esto sucede, el Yo superior cuidará mejor que él de este problema. Que dicho Yo superior ha escuchado su plegaria, y ha dado una respuesta que interiormente absuelve a ese hombre, ya sea que exteriormente mitigue o no su karma, se hará evidente primero, por un sentimiento de alivio, y por una liberación de la posterior preocupación por el asunto.

    La etapa ética crucial de esta búsqueda consiste en pasar, de la vida en el yo inferior a la vida en el Yo superior. Comienza dentro de las silenciosas profundidades del corazón como surgimiento de una sutil certidumbre, que ningún hombre ni ningún libro pueden destruir, de que por fin se ha hallado el verdadero camino. Culmina con el total desarraigo de los antiguos hábitos de pensamiento. Esta etapa produce un gradual cambio de actitud hacia las otras criaturas vivientes. A pesar suyo, el estudiante comenzará, a partir de entonces, a cambiar todos sus esquemas de pensamiento, sentimiento y conducta. Desde este misterioso momento, su vida en el Yo superior —por más débiles que sean sus comienzos— se vuelve cada vez más importante y más gloriosa que su vida en la personalidad. Naturalmente descubrirá que, desear lo que debe ser hecho sólo según la luz del Yo superior, no es nada fácil. En realidad, es un arte, y como todas las artes tiene que aprenderse a través de ensayos costosos y triunfos exaltantes, a través de amargos errores y miserables fracasos, y gozosos éxitos que obligan a un constante esfuerzo. Sin embargo, frente a esta suave y profunda exigencia que crece en su interior, siente cada vez más que es un sacrilegio sustraer su propia fuerza personal. Cada vez obedece más fielmente, porque comienza a comprender que es en nombre de esa sublime obediencia que él ha nacido, después de todo, y porque ahora sabe que qienes no han encontrado una cosa a la cual obedecer, más elevada que su ego personal, han fracasado en la vida, por más éxitos que hayan obtenido en la superficial sociedad de sus contemporáneos.

    Puesto que el pasaje a esta etapa es tan crucial, tan trascendental en sus consecuencias, dicha etapa sólo puede alcanzarse y completarse después de una tremenda lucha. Pues lo exige todo del hombre. Le reclama todo lo que hasta ahora ha considerado como su existencia personal. La Biblia describe cómo Jehová le exigió a Abraham, como prueba de obediencia y lealtad, la vida de su bienamado Isaac. Abraham estaba a punto de matar a su hijo, cuando la voz de Jehová detuvo el cuchillo del sacrificio, en el acto mismo de su descensión Abraham pudo, después de cumplir esta terrible prueba, conservar su hijo. Algo semepante le ocurre también al aspirante sincero. Si tiene el coraje de obedecer la exigencia que le llega desde el divino silencio, y abandonar sus deseos egoistas, entonces llega a un brusco fin, su intento de auto-inmolación. Se le devolverá el ego, pero éste jamás podrá ocupar un lugar primordial en su vida. Porque a partir de este momento, ese hombre sólo puede actuar con el permiso de su ser impersonal, que constituye su yo más divino. Por lo tanto, se convierte en el "servidor del Señor" Por consiguiente, adopta una actitud siempre atenta a esa voz interior y, dice, como Samuel, otro personaje bíblico: "Habla, Señor, porque tu servidor te escucha". En resumen, ese hombre renuncia a sí mismo en nombre de una presencia divina que siente actuar vividamente en su propio corazón. La renuncia es por lo tanto, la principal característica de que el hombre ha llegado ante las puertas de su Yo superior, en esta etapa crucial.

    Se dice que el carácter del sabio ha de ser siempre altruista y sereno, desapasionado y disciplinado, desprendido e impersonal. Pero se equivoca el estudiante que cree que pueda llegar a serlo con su solo esfuerzo o voluntad. Porque este estado está más allá de las fuerzas mortales. Sólo puede obtener dicho estado, por la misteriosa gracia de su Yo superior. Cuando esto sucede, el hombre siente que otro poder diferente del propio, se apodera de su conciencia, y la eleva hasta este exaltado estado, manteniéndola allí. Se siente en una humilde dependencia, a merced de dicho Yo superior, como el niño siente su dependencia de la madre. Esto explica las palabras de Jesús: "A menos que os convirtáis en niños pequeños, ni vosotros, ni sabio alguno, entrará en el reino de los cielos". Estas palabras no significan que el hombre espiritualmente iluminado, deba renunciar a sus adquisiciones intelectuales de adulto, y retornar a una condición primitiva del entendimiento, como muchos místicos y ascetas lo creen. Tampoco significan que deba enfrentar con infantil desam-paro, el mundo que es una etapa de continua lucha entre las fuerzas del bien y del mal. Por el contrario, deberá hacer uso de su más aguda inteligencia, de sus recursos prácticos, y de todos sus secretos poderes, en esta lucha ineludible.

    Quien haya pasado por la experiencia transformadora de la renuncia interior, jamás volverá a ser el mismo hombre. El centro de sus pensamientos, la circunferencia de sus perspectivas, se extienden. Cuanto más actúa en él el Yo superior, menos siente la pesada tensión y la carga de la vida contemporánea. Cuando la presencia de ese Yo superior se convierte en algo estable en su corazón; cuando siente al Yo superior dentro de él, como fuerza vital consagrada, en todo momento de su existencia; cuando se convierte en un instrumento sumiso a esta norma interna de su personalidad, entonces puede emprender confiadamente cualquier actividad que su voluntad decida, porque al final encuentra el secreto de una acción inspirada. No es nada oculto, nada mágico, sino que le resulta tan natural como el alegre zumbido de las abejas en torno al panal. Así puede participar, desde un centro inquebrantablemente sereno dentro de él, de la vida del mundo, sin que nada lo desvíe de sus elevados propósitos.

    Está equivocado aquel que cree que el despertar de la visión interior es algo que afecta sólo a la inteligencia. Porque con ello se produce un simultáneo despertar de las cualidades más puras del corazón. En esta trascendente esfera a la que ingresa el filósofo, pensamiento y sentimiento son inseparables. La compasión surge automáticamente junto con la visión interior mental. Una sola y la misma Mente constituye la naturaleza interior de todos los hombres. Es por esto que quien alcanza la realización de sí mismo, derriba los fuertes muros que aislan el "yo" del "tú". Entiende así la paradójica y enigmática descripción del Yo superior como algo distinto pero no sagrado del Yo superior de otro hombre. Puesto que este hombre podrá sentir con los otros y por los otros, y sin embargo, retendrá su propia plenitud personal. Es por esto también que dejará de ser un pasivo espectador de las luchas de la humanidad, como es posible que lo fuera en sus días místicos; y es por esto también que ya no podrá estar únicamente encadenado a los meros intereses personales como lo estaba, en sus días materialistas. Servirá pues a los demás, por el puro amor del servicio mismo, más bien que por amor a sus beneficios personales. Para decirlo con las palabras de Santa Teresa: "Los vuestros son los ojos a través de los cuales mira al mundo la compasión de Cristo, los vuestros son los pies con los que El marcha derramando el bien, y las vuestras, son las manos con las que El nos bendice ahora". Sin embargo, no se piense que la compasión del hombre realizado se desperdiciará en una sentimentalidad meramente efervescente, o que se desubicará provocando verdadero daño. Su aplicación justa y acertada estará garantizada por el hecho de que la guía la inteligencia racional.

    La curiosa consecuencia de este altruismo, consiste en que el filósofo, que no busca primordialmente su propia felicidad, la encuentra, mientras que el egoísta, que siempre la está buscando, jamás la halla. Toda vez que el hombre trata de beneficiarse personalmente, es seguro que al final no hallará lo que busca. ¿Cómo podría triunfar, si su propio bienestar es inseparable del bienestar común? El hombre debe buscar generosamente la felicidad de los demás, junto con la propia, y así nada perderá. Esto, la práctica sabiduría de la visión interior del Yo superior, es atestiguado por las teorías racionales de la metafísica iluminadora, por las observaciones directas de la experiencia, y por los anales de la historia colectiva.

    Es verdad que una gran paz se asienta en el corazón, como natural consecuencia del progreso en esta búsqueda; que las inquietas pasiones, las angustiosas ansiedades, y los conflictos internos, que convierten tantas vidas en torrentosas aguas, primero se aquietan y luego desaparecen, pero, ¿acaso esto significa que el estudiante de filosofía vive menos gozosamente que los demás? De ninguna manera. No es necesario que dicho estudiante deje de disfrutar de una disciplinada felicidad de los sentidos, por transitoria que dicha felicidad sea, aun cuando busca una felicidad superior que va más allá de esos sentidos. Si bien ve a través de las ilusiones y errores que afligen a tantas personas, también ve las gloriosas realidades y verdades hacia las cuales la evolución dirige los pasos de esas mismas gentes. Repitamos, ¿esta enseñanza proporciona a sus adeptos el sentido de la inutilidad de las ambiciones humanas, y la triste caducidad de los deseos humanos? ¿Reduce el mundo a un sueño, y el hombre a una sombra? ¡NO! Es un llamado a una vida natural y racional, a una perspectiva inspirada e inspiradora, y a una persecución de la verdad, la paz y la belleza. Sólo ahora, sólo al concluir este curso, podemos ver que ofrece, cuando se lo interpreta correctamente, una esperanza práctica, una auténtica guía y un gran regocijo. Si la realidad hacia la cual pretende conducirnos, fuera nada más que un concepto intelectual carente de vida, o un movimiento emocional efervescente, es posible que resultara interesante para la humanidad, pero jamás podría ayudarla en forma permanente. No podría convencernos, por ejemplo, de que la vida merece ser vivida. Pero puesto que la mente es la base secreta y vital de toda existencia, su adecuada comprensión nos proporcionará la mejor ayuda para vivir. Y puesto que la filosofía ofrece la experiencia más duradera y supremamente maravillosa, necesariamente nos brinda nuestra mejor y más elevada esperanza. Todo lenguaje resulta inadecuado para expresar esta suprema experiencia que algún día enfrentará la raza humana total, y que incluso ahora se ofrece a todo individuo que la busque honestamente.

    Es erróneo creer que la vida exterior, la existencia personal, y las relaciones sociales del estudiante de filosofía, se empobrecerán o se mutilarán. Por el contrario, se enriquecerán y se extenderán. Porque dicho estudiante tendrá que traer a este mundo espacio-temporal, algo de la grandiosidad dichosa y de la maravilla siempre verde que ha podido vislumbrar en el mundo trascendente. Si bien lo Real, en su indescriptible absoluto y en su pureza prístina, habita por siempre en un vacío que está más allá del mundo relativo y manifestado de la forma, sin embargo, lo Real es la fuente paradójica y la infinita inspiración de los valores superiores de la forma finita. Por consiguiente, el hombre encuentra en la filosofía, de acuerdo con su inclinación interior y sus circunstancias exteriores, lo que no puede hallar en el ascetismo místico: un intenso incentivo de crear nuevos valores dinámicos en arte y literatura, en cultura y trabajo, en educación y política, en economía e industria, es decir, en todo lo que abarca la vida humana.

    Es un problema específico de nuestro siglo XX el aprender a combinar la contemplación con la actividad energética, la aguda razón con la sutil intuición, el servicio altruista del bien común con los intereses personales, el seguir a Cristo con las exigencias del César, de una manera que jamás preocupó a los hombres de épocas anteriores. Esto lo vieron claramente dos grandes orientales, el desaparecido Maharajá de Mysore y el actual (1942) Maharajá de Pithapuram, que habían asimilado la mejor sabiduría antigua de su propio hemisferio, y que sin embargo, respetaban los mejores logros modernos de Occidente. Ambos afirmaban insistentemente esto, duran-te nuestras discusiones privadas, y nos ayudaban también a verlo más claramente. Cerebro y cuerpo, corazón y alma, deben trabajar unidos en cooperación. Y no sólo son todos ellos necesarios para nosotros, sino que también su equilibrio apropiado es una necesidad del buen funcionamiento particular de cada uno de los fragmentos del hombre. La actividad intensa sin suficiente comprensión, por ejemplo, ha acercado al hombre moderno al borde de un abismo.

    No es un hecho accidental que desde casi el principio, Jesús pidiera a sus oyentes, que se arrepintieran. Arrepentimiento significa cambiar una perspectiva equivocada, y abandonar una forma errada de vida. Pero los hechos surgen de las ideas. Es fundamentalmente un cambio de pensamiento lo que pedía Jesús. En estos días transcendentales, en que envuelve a nuestro planeta una lucha apocalítica, el valor de este consejo se vuelve dolorosamente claro. El mundo convencional, juzgando por las apariencias, en lugar de juzgar las apariencias, logra una conciencia muy rudimentaria de lo que ocurre bajo la superficie de las cosas. Quienes juzgan a la actual guerra como una guerra parecida a otras anteriores, sólo que de mayor escala, están equivocados. Es mucho más que esto. Tiene un significado único y especial. Porque fundamentalmente es la señal de las horas postreras de un mundo del pensamiento que está a punto de desaparecer, el final de una larga época de ideas que han caducado. A partir de los dolores mortales de un sistema antiguo, estamos simplemente comenzando a luchar por nuevos valores. Estos deberán ser el fruto de una concepción más noble de la vida, que la que sostuvo el antiguo sistema.

    Mientras tanto, no soportaremos esta terrible experiencia sin que nos destruya el alma, a menos que poseamos la profunda seguridad interior, de que el conflicto mundial que se manifiesta en la violenta guerra y en la llamada paz, sólo puede tener un resultado: el triunfo supremo de las fuerzas del Bien. Hay una Idea conductora detrás del universo. Podemos adecuar nuestras pequeñas vidas a esa Idea, y encontrar una felicidad valiosa, si así lo deseamos, o podemos oponernos a esa Idea y sufrir las inexorables consecuencias. Esto vale para los individuos y para todos los pueblos. Pero el espíritu redentor del plan mismo no puede ser traicionado. Por lo tanto, tenemos el derecho a sustentar esperanzas. Tenemos el derecho a mirar hacia arriba. Los rayos del sol atraviesan la oscuridad de la noche, y derraman gloriosas ondas anaranjadas por la bóveda del cielo, brindándonos su bondadoso y alegre saludo. ¡Qué lejos de la estupidez del mundo, de la pasión y odio de la humanidad, están esos rayos que brillan con amistoso calor! ¡Cuan grandioso es este colorido mensaje solar! Porque el hombre sin duda alguna perseguirá el supremo valor, el Bien, no solo porque no hay otra manera de liberación para él, sino también porque debe hacerlo. Todo lo que es malo y bestial en el hombre lentamente irá desapareciendo, mientras que todo lo bueno y angélico de su ser, lentamente se irá desarrollando. Ya no tendrá que vivir para siempre, después de la muerte, con lo que es tonto y pecaminoso en su ser, sino que vivirá de acuerdo con su parte más sabia y noble. Sólo morirá el aspecto más negativo de su naturaleza, porque eso tiene qué morir. Sólo lo mejor vivirá, porque eso es lo que tiene que vivir. Esta es la auténtica inmortalidad y es ésta la única que lo espera.

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    ■ Marca Estilos a Suprimir-Aleatoria-Ordenada

                     1 2 3 4 5 6 7
                     8 9 B O C1 C2 C3



                   
    Si deseas identificar el ESTILO a copiar y
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    LOS CAMBIOS) y presiona COPIAR.


                   
    El estilo se copiará al estilo 9
    del usuario ingresado.

         
  •          ---------------------------------------------
  •      
  •          ---------------------------------------------















  •          ● Aplicados:
    1 -
    2 -
    3 -
    4 -
    5 -
    6 -
    7 -
    8 -
    9 -
    Bás -

             ● Aplicados:

             ● Aplicados:

             ● Aplicados:
    LY -
    LL -
    P1 -
    P2 -
    P3 -
    P4 -
    P5 -
    P6

             ● Aplicados:
    P7 -
    P8 -
    P9 -
    P10 -
    P11 -
    P12 -
    P13

             ● Aplicados:
    P14 -
    P15 -
    P16






























              --ESTILOS A PROTEGER o DESPROTEGER--
           1 2 3 4 5 6 7 8 9
           Básico Categ 1 Categ 2 Categ 3
           Posts LY LL P1 P2
           P3 P4 P5 P6 P7
           P8 P9 P10 P11 P12
           P13 P14 P15 P16
           Proteger Todos        Desproteger Todos
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      - ENTRE LINEAS - TODO EL TEXTO -
      1 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6 - Normal
      - ENTRE ITEMS - ESTILO LISTA -
      1 - 2 - Normal
      - ENTRE CONVERSACIONES - CONVS.1 Y 2 -
      1 - 2 - Normal
      - ENTRE LINEAS - BLOCKQUOTE -
      1 - 2 - Normal


      - DERECHA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2 - 3
      - BLUR BLANCO - 1 - 2 - 3

      - BLUR INTERNO NEGRO - 1 - 2
      - BLUR INTERNO BLANCO - 1 - 2

      - Original - Quitar

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
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      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      BLUR NEGRO - 1 - 2
      BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar



              TEXTO DEL BLOCKQUOTE
      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar

              FORMA DEL BLOCKQUOTE

      Primero debes darle color al fondo
      1 - 2 - 3 - 4 - 5 - Normal
      - DERECHA NEGRA - 1 - 2
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2
      - Quitar

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      BLUR NEGRO - 1 - 2
      BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar
      - DERECHA - 1 - 2
      - IZQUIERDA - 1 - 2

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar -

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      BLUR NEGRO - 1 - 2
      BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar
      - DERECHA - 1 - 2
      - IZQUIERDA - 1 - 2

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar -



      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar
      - DERECHA NEGRA - 1 - 2
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 -
      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar
      - DERECHA - 1 - 2
      - IZQUIERDA - 1 - 2

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar
      - TITULO
      - DERECHA - 1 - 2
      - IZQUIERDA - 1 - 2

      - BLUR NEGRO - 1 - 2 - 3
      - BLUR BLANCO - 1 - 2 - 3
      - Quitar

      - TODO EL SIDEBAR
      - DERECHA - 1 - 2
      - IZQUIERDA - 1 - 2

      - BLUR NEGRO - 1 - 2 - 3
      - BLUR BLANCO - 1 - 2 - 3

      - BLUR INTERNO - NEGRO - 1 - 2
      - BLUR INTERNO - BLANCO - 1 - 2
      - Quitar

                 ● Cambiar en forma ordenada
     √

                 ● Cambiar en forma aleatoria
     √

     √

                 ● Eliminar Selección de imágenes

                 ● Desactivar Cambio automático
     √

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2

      - BLUR NEGRO - 1 - 2
      - BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar

      - DERECHA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - DERECHA BLANCA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA NEGRA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA BLANCA - 1 - 2 - 3

      BLUR NEGRO - 1 - 2
      BLUR BLANCO - 1 - 2

      - Quitar




      - DERECHA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2 - 3
      - BLUR BLANCO - 1 - 2 - 3

      - Quitar -





      - DERECHA - 1 - 2 - 3
      - IZQUIERDA - 1 - 2 - 3

      - BLUR NEGRO - 1 - 2 - 3
      - BLUR BLANCO - 1 - 2 - 3

      - BLUR INTERNO NEGRO - 1 - 2
      - BLUR INTERNO BLANCO - 1 - 2

      - Quitar - Original



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    Bloques a cambiar color
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