BAUMANN: QUIERO SACUDIRLES DE RISA
Publicado en
enero 09, 2010
Por Pablo CuviLa primera vez que lo vi de abajo arriba me pregunté cómo diablos vino a parar un actor alemán de tres metros de altura a las tarimas quiteñas. Luego me enteré que sólo medía dos metros y que su primer destino había sido Portoviejo, la capital manabita. ¿Vendría acaso siguiendo las huellas del fanático obispo Schumacher, quien declaró la guerra santa a Alfaro? Que no, me dijeron, que lo habían traído motivos mucho más amables: había perdido la cabeza por una muchacha manabita que estudiaba teatro allá. Y ya se sabe lo que pasa cuando un alemán pierde la cabeza...
Tiempo después adapté a su medida al dueño del billar de un cuento de García Márquez. Decían que daba gusto ver a ese rubio larguirucho espantando moscas en un pueblo perdido de la montaña manabita. Daba gusto también, y sigue dando, acudir a sus fiestas de cumpleaños... o simplemente a charlar ante el suculento desayuno alemán que Christoph tiene listo en el jardín de la quinta de Cumbayá donde vive con Tamara, sus dos hijos, algún pariente manaba que anda de paso, un par de perros, conejos, gallinas y mosquitos.Mientras ataco a los quesos y los panes negros con tomate, el actor profesional asume con un toque de nostalgia su papel de entrevistad).Primero estudié Ciencias de la Religión, Filosofía y Ciencias Teatrales. Quería descubrir las cosas esenciales de la vida, guiado por maestros. Los capos estaban en Berlín y les escuché mucho, pero me di cuenta de que el camino de la razón no era el mío. Literalmente me sentía como un cuerpo largo y flaco, con mucha información (hace el gesto de ahorcarse con sus propias manos) pero que no se movía, estaba ahorcándome. A solas me decía: "Debe haber esa fascinación de estar en vivo, en contacto con el público, en comunicación con alguien". Buscaba algo integral. Y lo encontré en un libro de Jerzy Grotowsky, donde decía que el teatro apunta a la revelación, que revela lo oscuro de la vida.― ¿Y dónde se te reveló Tamara?― La encontré en Munich, en un seminario de teatro de la escuela Lee Strasberg. Los dos estábamos haciendo estudios de otras formas de actuación. Era un ser enigmático, atrayente... exótico.― ¿Habías oído antes del Ecuador?― ¡Nada, nunca! Había viajado por México y por Guatemala, pero del Ecuador no tenía ninguna referencia. Me imaginaba que estaba en el Caribe.― ¿Cuál fue la primera impresión cuando llegaste acá?― Fue medio chocante porque después del paraíso caribeño que me imaginé, llegué en época de sequía a Manabí. Estaba todo quemado y hacía un calor que yo andaba todo el tiempo obnubilado. (Ríe) Le reclamé a la Tamara: "¿A dónde me has traído? Aquí no hay ni agua". Hasta que llegamos al jardín de mi suegro, Sócrates Navas, en las vegas del río Portoviejo, donde sí ves un pedazo del paraíso, lleno de mangos fragantes.― ¿Y el choque cultural?― Eran muy hospitalarios, super amables. Pero no entendía al inicio las fórmulas sociales, cuando me decían: "Esta es tu casa, vuelve cuando quieras". Las fórmulas sociales son mucho más fuertes y distintas que en Alemania.― Las mismas palabras dicen cosas distintas, ¿no? SÍ un alemán dice: "El viernes 17 de octubre nos vamos al cine...".― Quiere decir que vamos al cine el 17 de octubre. Y aquí no significa nada eso. Cuando organizaba seminarios para actores les decía: "Mañana a las 8 empieza". Me encontraba al día siguiente con alumnos, a las 7 y media y decían: "¿Qué seminario? ¿A qué horas?". Respecto a los compromisos, a las citas, hay otra manera de pensar...― Pero en este sentido tienes fama de haberte latinizado... a fondo.― Es por el lado de mi papá, del pueblo de donde viene, siempre ha llegado tarde, hasta el maquinista del tren le esperaba. Y en mi vida tampoco ha coincidido de estar puntual.― ¿Un alemán católico, impuntual, amable y conversador hasta por los codos? O los clichés no valen de mucho, o Christoph tenía muy avanzada su latinización antes de venir. Averiguo por la relación de los alemanes... de Alemania con los ecuatorianos).― Entre los alemanes, hay un grupo que sólo quiere estar entre ellos, a pesar de que están años aquí. Otros, que están de paso, técnicos o empresarios, se juntan, lo típico, un montón de gringos que hablan mal del país donde están, algo para desahogar sus iras sobre su propia vida, o lo que sea. Para otros, que nos quedamos largo tiempo, éste es un país que te facilita la integración. A ratos me sorprendo de cuánto me he integrado, no sólo en el movimiento cultural, sino con el espíritu del país. Claro que tengo muchas ganas de adaptarme, no insisto en mis costumbres, en la rigidez alemana.― ¿No te fuiste de Alemania por esa rigidez― además del amor?― No, no me fui de Alemania porque me disgustara, tenía un buen trabajo ahí, con muchos alumnos. Vine con la Tamara para vivir una aventura de dos años. Llegué, me acogieron, me dieron campo para trabajar, pude desarrollar un grupo, educar actores y plasmar en obras teatrales mi filosofía cómica―absurda de la vida. No sé cómo habría seguido mi historia en Alemania, pero esto se dio aquí. A Alemania regreso a veces para trabajar en cine, pero ya estoy radicado acá.― ¿Cómo fuiste echando raíces?― Empezamos a dar talleres con el programa de Difusión Cultural, del Banco Central. Fuimos a Manta, Guayaquil, Quito, Cuenca. A los dos años tenía la sensación de que podía dejar huellas aquí. Siento que mi labor, si la hago o no la hago, hace una diferencia. En el mundo industrializado aleman, donde hay veintemil actores desocupados, para que marques una diferencia tienes que pelear como diablo.― ¿Cómo pelean los diablos?― Para sobresalir, mucha gente deja la familia, viven una vida muy frenética para estar en la primera línea, como workaholics. La gente gana mucha plata, pero muchas veces no tiene el tiempo de gastarla porque está muy concentrada. Bueno, me encanta también eso, pero no como forma de vida todo el tiempo. Cuando voy a Alemania, me gusta ese sentido profesional, combativo, exigente todo el tiempo. Por eso son tan buenos en el teatro. Aquí, con una vida más tranquila y cercano a la naturaleza, podía lograr eso. Pero a veces he trabajado mucho más aquí. Aquí necesitas más tiempo y energía porque tienes que organizar tú mismo todas las cosas.SOMOS TAN IDIOTAS COMO USTEDES
Christoph me sirve el tercer café y habla de la sensación de culpa que empuja a los alemanes: "Si no trabajas y eres alguien en la vida, te sientes pésimo". El problema es saber qué se busca. En un acto que otros hallaron alocado, pero que yo aplaudí, a los 38 años dejó un trabajo muy bien pagado en la Asociación Humboldt, porque le faltaba tiempo para desarrollar su ser artístico, para dirigir piezas como...
― "Casa Matriz", donde actuaba la Susana Pautasso con la Tamara. Ese montaje tuvo mucho éxito. Antes dirigí y actué En este pueblo no hay ladrones, donde hice mi primera aparición en el teatro ecuatoriano como Don Helmut. Siempre me había preguntado cómo se vería un alemán rubio, de dos metros, sobre la tarima. Un director que me vio representar a Don Helmut en el Festival de Manizales dijo: "Es un filósofo dueño de un billar".― Más bien era un hipe su madre, como padre tengo derecho a decirlo, ¿no?, pero cada uno tiene su opinión.― ¡Aja! De eso se trata. Recuerdo también Lenz. Esa fue toda una experiencia, porque abarcaba todo el Hospital Militar, un sitio botado donde mucha gente quería hacer trabajos y no les daban permiso. Esto es especial aquí en Ecuador: si eres gringo, te creen a primera vista, son bondadosos contigo, muchas veces te dan un advantage en relación con los nacionales. Cuando debemos vender una función en un colegio, la Tamara dice: "Anda vos, a mí no me paran bola".― Un hospital es muerte, dolor, enfermedad, miseria. ¿Quedaba esa energía en el montaje'!― Claro, todo eso quedaba. Ahí aprendí que, a veces, el sitio es más fuerte que la obra. Mucha gente relacionó la obra con sus historias familiares en el hospital. Para mí fue la mística de coger un lugar histórico y contar allí otra historia, lo que te da múltiples lecturas.― ¿Confundes a ratos dónde termina la ficción y empieza la vida?― A ratos sí. En lo cómico, cuando haces algo como Karl Valentín, es muy claro, ahí tienes las tonterías diarias llevadas al extremo. Pero cuando estábamos haciendo Romeo y Julieta, el mundo de Shakespeare te envuelve tanto que vivía más en las fantasías de Romeo que en la realidad.― ¿Se puede vivir del teatro?― Sí, pero tienes que hacer de todo: actuar, dirigir, dar clases, trabajar en la televisión, y difundir las obras a nivel colegial. Si haces todo esto todo el tiempo puedes vivir del teatro, de la actuación.― ¿Te ves más como actor o cómo director?― Son épocas. A veces sólo he dirigido, y he producido las obras, pero de esta parte ya me cansé, no quiero más andar buscando las platas, aunque algunos empresarios me conocen y me dan auspicios, pero quisiéramos, la gente de teatro, que hubiera un productor o un agente que, con nuestro respaldo, haga ese trabajo para ahorrarnos el tiempo que se va en eso y que no puedes meterlo en la cosa artística. Otras épocas de mi vida me encanta sólo actuar, y que me dirijan.― ¿Y el trabajo en video y cine?― Cine poco, televisión bastante. Últimamente he hecho una serie de personajes en Dejémonos de Vainas, donde me he convencido que soy un actor cómico. Me encanta cambiar de personajes, como Aristóteles Beckembauer, un técnico de refrigeradoras alemán que viene a dirigir Liga sin saber nada. O Harry, El Cochino, que viene a limpiar Quito de la delincuencia y en el aeropuerto ya le roban los papeles. (Ríe) Con la difusión de la televisión soy superconocido, la gente me tiene mucho cariño: este gringo idiota, que muestra la idiotez de los gringos, realmente, digamos que somos igual de idiotas que ustedes, a veces más. Es algo dado a la risa y a la reflexión de lo que está pasando entre un gringo y la gente de acá. Hace poco, nos fuimos a bañar a la cascada de Peguche por las fiestas de San Juan. Vienen algunos indígenas y dicen: "Ahí está el señor Beckembauer". Se ríen y yo fresco.― ¿Hay futuro en la producción nacional de argumentales?― Un gran futuro. Si ves una serie como Dejémonos de vainas, escrita por Peky Andino, tiene un rating hasta del 40%, que es fenomenal. Los canales como Ecuavisa, Teleamazonas, y en menor medida, TC, producen nacional y se han dado cuenta de que esto rinde. Pero a ratos la vista es corta para invertir en el futuro, para invertir en actores. Si un actor crece y quiere más plata, le mochan para que vaya gente inexperimentada, en vez de que haya unos diez actores populares, que ganen más y sean personajes con los que se identifique el país.― ¿Y el café' concert cómo está funcionando?― Desde el 90 ha crecido mucho ese tipo de obras cómico―satíricas, con o sin música, en un ambiente de café―teatro. ¡Funciona superbien! El café―teatro ha sido como una tarima para experimentar, un laboratorio. Alguien dijo que este país jala más hacia la comedia por un sentido burlón de la vida o porque se quieren olvidar de la catástrofe diaria.― Somos muy contradictorios, pasamos facilito de la risa al llanto. La música nacional jala hacia la tragedia.― Sí, en el pasillo...― En el pasillo y en el dormitorio. Finalmente, ¿qué te reveló el teatro?― ¡Uf, todo! Las pasiones, las contradicciones de los otros... y las mías. Con el teatro descubrí, uno, que me encanta que me vean y que sigan lo que estoy proponiendo. Dos, que soy un actor cómico en el fondo. Cuando hago un papel trágico sobreactúo un poco; en cambio, tengo un profundo sentido de lo cómico en la vida. ¡Tener un público en las manos, hacerles reír, sacudirles de risa a ratos, llevarles por todos los senderos absurdos, mostrar lo tontos que somos, lo contradictorios que somos, eso me fascina!