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Aun en esta época, en que se ha tomado una mayor conciencia del aspecto sexual, prevalecen ansiedades en torno al amor físico. Un eminente sexólogo analiza nueve temores muy comunes en los varones, y propone algunas maneras de superarlos.
De todas las preguntas que me han hecho a través de los años, quizá la más frecuente es:
Si los temores sexuales masculinos se clasificaran según el número de personas que los padecen, quizá el miedo a la impotencia figuraría en primer lugar. Y es irónico que sea ese mismo temor la causa principal de la impotencia.
Este problema aflige a hombres de todas las edades, y la ansiedad por su posible repetición muchas veces llega a ser realidad por su propia causa. La razón de la eyaculación prematura es casi siempre sicológica: El cerebro recibe la señal de que la salida del semen es inminente, pero, por varias causas emocionales, fallan los mecanismos que normalmente impiden la reacción. Al incrementar la frecuencia del contacto sexual, muchos varones pueden retrasar la eyaculación en el segundo o tercer intento. Desde luego, esto es más fácil para los jóvenes, que pueden tener una nueva erección poco después de la primera eyaculación, pero, con tiempo y paciencia, también los mayores pueden lograrlo.
Un hombre puede no dar indicios de impotencia y no tener dificultad para controlar su eyaculación y, sin embargo, experimentar ansiedad en cada acto sexual. Aquí también las barreras son sicológicas: detrás del miedo de no responder adecuadamente hay una ansiedad básica: el miedo al rechazo.
Son muchos los varones que se preocupan por el tamaño del pene. Esta ansiedad se basa en la creencia errónea, aunque muy difundida, de que, al erguirse, el pene aumenta proporcionalmente el tamaño que tiene cuando está en reposo. Cierto que los penes difieren en tamaño cuando están flácidos, pero, ya erectos, son muy semejantes. Y lo curioso es que estas diferencias tienen poca importancia para la mayoría de las mujeres. Lo importante de un hombre no es el tamaño de su pene, sino lo que sepa hacer con todo su arsenal de recursos eróticos.
Muchos temen a la vejez porque creen llegará un momento en que ya no puedan funcionar sexualmente. Los hombres alcanzan el cénit de su potencia sexual alrededor de los 18 años. Los investigadores aclararon, sin embargo, que la declinación sexual es un proceso muy lento y que se prolonga toda la vida. Pero es común que los hombres, consciente o inconscientemente, se fijen ellos mismos un límite: los 50, los 60 o, si son optimistas, los 70 años.
La literatura y el cine contemporáneos, y buena parte de la retórica que ha acompañado al movimiento de liberación femenina, contribuyeron a magnificar un problema que siempre fue trivial para el hombre: la imagen de la mujer insaciable. La verdad es que existe una amplísima variedad de necesidades sexuales, tanto entre los hombres como entre las mujeres.
Casi todo hombre ha leído u oído que algunos varones no tienen conciencia de su homosexualidad hasta que algún acontecimiento crucial los lleva a descubrirla. Este descubrimiento origina a veces en quienes tienen fuertes prejuicios contra la homosexualidad, un intenso temor de que exista en ellos mismos una zona sexual afectada por esta tendencia.
En nuestra cultura, orientada hacia la masculinidad, se ha pensado siempre que es al hombre a quien le está permitido descarriarse y la mujer quien agoniza por sus andanzas. Sin embargo, en muchos casos actuales, la carga de este temor recae en el hombre. El sentimiento de posesión que forma parte de la mentalidad del
EL MIEDO y el sentimiento de culpa han causado un daño incalculable a la vida sexual del hombre y de la mujer. Si bien la mayoría de nosotros lo entendemos, muchas veces es difícil emplear ese conocimiento para mejorar nuestra propia existencia. Una mujer que comprenda realmente los temores que asaltan al hombre, y los desastrosos efectos que tienen en las relaciones amorosas, puede hacer mucho por eliminar esos temores. Quizá se requiera en última instancia el consejo profesional, pero a menudo basta el entendimiento y la cooperación de la mujer. Ningún hombre o mujer vive libre de algún temor; pero, al menos, está a nuestro alcance eliminar esos temores sexuales infundados que impiden la realización plena de uno de nuestros más grandes deseos.