Publicado en
junio 01, 2009
Hace muchísimos años, un joven recién casado estaba sentado en un sofá en un día caluroso y húmedo, bebiendo jugo helado durante una visita a su padre. Mientras conversaba sobre de la vida, el matrimonio, las responsabilidades y las obligaciones de las personas adultas; el padre revolvía pensativamente los cubos de hielo de su vaso y lanzó una mirada clara y sobria hacia su hijo.
―¡Nunca olvides a tus amigos! ―Aconsejó―. Serán más importantes en la medida en que envejezcas. Independientemente de cuánto ames a tu familia y los hijos que por ventura vayas a tener, tu siempre necesitarás de amigos. Recuerda ocasionalmente salir con ellos, realiza actividades con ellos, telefonéalos...
¡Que extraño consejo!, pensó el joven. Acabo de ingresar al mundo de los casados, soy adulto y con seguridad mi esposa y la familia que iniciaremos, serán todo lo que necesito para dar sentido a mi vida.
Con todo, él obedeció a su papá. Mantuvo contacto con sus amigos y anualmente aumentaba el número de ellos. Con el pasar de los años, él fue comprendiendo que su padre sabía de lo que hablaba.
En la medida en que el tiempo y la naturaleza realizan sus designios y misterios en un hombre, los amigos resultaron baluartes de su vida.
Pasado los 50 años de vida, he aquí lo que aprendió:
● El tiempo pasa
● La vida continúa
● La distancia separa
● Los niños crecen
● Los empleos van y vienen
● El amor se debilita
● Las personas no hacen lo que deberían hacer
● El corazón se rompe
● El amor acaba
● Los padres mueren
● Los colegas olvidan los favores
● Las carreras terminan
Mas, los verdaderos amigos siempre están ahí, no importa a cuánto tiempo o a cuántos kilómetros se encuentren.
Un amigo nunca está más distante que el alcance de una necesidad, haciendo barra por ti, interviniendo a tu favor, esperándote de brazos abiertos o bendiciendo tu vida.
Cuando iniciamos esta aventura llamada "VIDA", no sabíamos de las increíbles alegrías o tristezas que estaban delante. No sabíamos de cuánto necesitaríamos unos de otros.