LA REGLA DEL PORCHE VACÍO
Publicado en
octubre 22, 2025
30 de octubre, víspera de Halloween, el día más inquietante. No por los disfraces o los caramelos, sino por la regla.
Con mi familia nos mudamos a Havenwood hace dos meses. Un pueblo antiguo, obsesionado con las tradiciones. En este lugar existía una "Regla" que se aplicaba solo en la víspera de Halloween: "La noche del 30 de octubre, ningún porche debe tener calabazas encendidas. Todo adorno festivo debe estar guardado. La luz del porche debe estar apagada. El porche debe estar vacío."
Si desobedecías, los ancianos del pueblo decían que "le dabas permiso" a Ellos para entrar. Por supuesto, lo tomé como una tontería supersticiosa.
A las 7:00 PM, mi esposa, Clara, y yo ya habíamos guardado las linternas y cerrado las cortinas. Pero me picaba la curiosidad. La anciana de enfrente, la señora Hemlock, me miraba con una intensidad sombría desde su ventana.
A las 9:00 PM, Clara se durmió en el sofá. Yo encendí mi ordenador para investigar un poco sobre el folclore de Havenwood.
Encontré un artículo oscuro en un blog local. No mencionaba a Ellos, sino a "Los Cazadores". Eran entidades que usaban la víspera para inspeccionar las casas. "Buscan la ofrenda prematura", decía el texto. "Si encuentran un porche decorado antes de medianoche, la casa y sus ocupantes eran marcados."
Me reí. Demasiado dramático. Para burlarme un poco, fui al garaje. Saqué la calabaza tallada que habíamos hecho, una con una mueca grotesca, y la coloqué justo en el centro del porche. Encendí la vela. La luz anaranjada brilló en la calle silenciosa. Un desafío.
Volví al salón. El reloj marcó las 11:00 PM. El silencio era total. Incluso el grillo más ruidoso había callado.
Entonces, la luz de la calle de enfrente se apagó. Y luego la de la siguiente. Una por una, todas las luces de la calle se fueron. Todo el pueblo se hundió en una oscuridad opresiva, excepto por mi porche. La calabaza brillaba, solitaria y burlona.
Escuché un leve rasguño en el vidrio de la puerta principal.
Me acerqué, sintiendo un sudor frío. Miré por la mirilla. No había nada. Solo la calabaza sonriendo.
Pero al mirar la mirilla, noté algo inquietante. La luz de la calabaza no proyectaba sombras. La luz naranja caía directamente sobre el porche, pero todo lo demás, la barandilla, las columnas, la puerta, estaban cubiertos por una negrura absoluta, plana y sin dimensión.
Volví al sofá, desperté a Clara y le susurré que algo estaba mal.
En ese momento, la calabaza se apagó por un instante. Y cuando la vela volvió a encenderse, la mueca tallada parecía más ancha y más profunda.
Luego, lo escuchamos.
Un canto. No era una canción, sino un coro de voces secas y susurrantes que venían de la calle. Eran ininteligibles, pero se acercaban, como el sonido de hojas secas arrastrándose en el pavimento.
Clara entró en pánico. "¡La regla! ¡No debiste encenderla!"
Corrí hacia la puerta principal para ver alrededor. En la luz parpadeante de la calabaza, vi sombras que se movían en el límite del porche. No eran humanas. Eran delgadas, con extremidades que parecían doblarse en los lugares equivocados.
Me quedé pegado a la mirilla. El coro se detuvo justo enfrente de la casa. Un último susurro, justo afuera de la puerta, pronunció una sola palabra: "Marcada."
Luego, se hizo el silencio. La oscuridad absoluta regresó. La calabaza en el porche se extinguió por completo.
A las 12:00 AM, la luz del porche de la señora Hemlock se encendió, seguida por las de las demás casas. Era Halloween. La víspera había terminado.
Pero cuando encendí la luz del salón, Clara gritó mirando su mano. Al ver lo que la asustó, vi también la mía.
En la palma de nuestras manos, tenía una marca quemada, perfectamente circular, del tamaño exacto del tallo del fruto. Era la marca.
No sabemos, aún, de qué forma trabaja esa marca, pero cada 30 de octubre, víspera de Halloween, esperamos la medianoche para ver de qué forma estamos marcados por los "Cazadores".
Fin
Fuente del texto: IA-Gemini