EL POZO DE LOS DESAPARECIDOS
Publicado en
octubre 20, 2025
La historia la narra una familia joven que se muda a una casa de campo alejada de la ciudad, una propiedad antigua que incluye un gran terreno boscoso. La primera semana, mientras limpian la maleza, descubren algo inquietante cerca del límite de la propiedad: un pozo de piedra viejo, cubierto por una losa de cemento y maleza.
El pozo no parecía tener mucha profundidad y estaba claramente abandonado, pero su presencia era inquietante. El esposo, curioso, usó una cuerda para sondearlo, sintiendo que el fondo era lodoso y que el agua estaba estancada y olía a moho.
La pareja tiene una hija de unos cinco años, a la que le encanta explorar. Un sábado por la tarde, la niña jugaba cerca del pozo mientras sus padres trabajaban en el jardín. En un momento de distracción, la madre se dio cuenta de que la niña no estaba.
Buscaron frenéticamente por el bosque y llamaron a la policía. La búsqueda se centró en la zona del pozo. Después de horas de búsqueda infructuosa, la policía concluyó que no había señales de lucha ni huida, y el pozo estaba sellado por la losa de cemento. La niña había desaparecido sin dejar rastro, como si la tierra se la hubiera tragado.
La familia, devastada, decidió quedarse en la casa, esperando cualquier noticia.
Semanas después, el padre se despertó a medianoche por un sonido débil que venía de fuera. Era una canción de cuna infantil, dulce y desafinada, que se elevaba del bosque y que él reconoció inmediatamente: era la canción que su hija solía cantar.
Corrió a la ventana y miró hacia el bosque. La canción de cuna se hacía más clara, y el sonido parecía provenir directamente del pozo olvidado.
El padre corrió al pozo, armado solo con una linterna. Al llegar, se encontró con que la losa de cemento había sido movida apenas unos centímetros. La abertura era demasiado pequeña para que un adulto pasara. La canción de cuna sonaba justo debajo de él.
Al mirar por la grieta, iluminó la oscuridad. El pozo no estaba vacío. En el borde interior, vio algo horrible: marcas de uñas frescas y pequeñas, como que habían arañado la piedra. Y en el fondo, no había lodo. Había una capa de agua negra.
El padre gritó el nombre de su hija: "¡Sara! ¡Soy papá! ¡Sube!"
La canción de cuna se detuvo. Después de un silencio aterrador, una voz infantil respondió desde el fondo del pozo. Pero no era la voz de su hija, era una voz seca, áspera y distorsionada, como si hablara a través de la tierra:
"No puedo subir, papá. Tengo que quedarme aquí. Estoy jugando con los demás."
El padre, paralizado por el miedo, le preguntó quiénes eran "los demás".
La voz del pozo respondió con una risita áspera:
"Los que se olvidaron de la regla. Todos los que se cayeron, papá. Ahora jugaremos contigo."
En ese momento, la losa de cemento comenzó a moverse lentamente, cerrando la pequeña abertura con un chirrido de piedra contra piedra. El padre escuchó los sonidos de muchos niños riendo bajo la tierra, seguidos por la canción de cuna que se hizo más fuerte.
El padre salió corriendo hacia la casa. Despierta a su esposa y le explica lo que vivió. Ella, sin entender lo que ocurría, solo hizo caso a su esposo y ambos lograron escapar de la propiedad y nunca regresaron.
Al día siguiente, la pareja se dirige a las oficinas de quienes venden el terreno con la casa y le explican lo ocurrido. Y le advierten al corredor que, cada vez que algún nuevo dueño escuche una melodía infantil, no le de importancia y que por ningún motivo deje niños cerca del pozo. Ya que si hacen caso a la melodía, el pozo atraerá a los niños para agregarlos a su reino de almas. Pues esa melodía era un indicio de que "El Pozo de los Desaparecidos" está buscando un nuevo jugador.
Fin
Fuente del texto: IA-Gemini