EL MUÑECO QUE PIDE UN DESEO
Publicado en
octubre 16, 2025
Todo empezó cuando Daniel y yo, Laura, nos mudamos a la vieja casa de campo. Encontramos el muñeco en el ático, dentro de una caja de madera ornamentada. Era de porcelana, con ojos muy grandes y una sonrisa fija, y tenía un extraño mecanismo de cuerda en la nuca.
Debajo, había una nota escrita a mano en papel amarillento que leí con escalofrío: "A la medianoche, se le da cuerda. Él te pedirá un deseo, pero no es para ti."
Una noche, ignorando el miedo, decidí darle cuerda al muñeco justo antes de medianoche. Al dar las doce, el muñeco se quedó inmóvil, pero una voz infantil y mecánica llenó la habitación:
"Mi cuerda está lista. Pide un deseo."
Nerviosa, le dije: "Deseo que me den el ascenso que tanto he esperado en el trabajo."
Al día siguiente, obtuve el ascenso, exactamente como lo pedí. Pero la alegría duró poco: esa misma tarde, recibí la noticia de que mi anciana vecina y amiga, la señora Elena, había fallecido inesperadamente.
El terror me invadió, pero la ambición me superó. Convencida de que era una horrible coincidencia, volví a darle cuerda la noche siguiente.
A medianoche, la voz mecánica preguntó de nuevo. Esta vez, pedí un gran beneficio económico para mi esposo.
Al amanecer, mi esposo recibió una herencia inesperada de un tío lejano. Sin embargo, horas después, nuestro perro, Max, que estaba perfectamente sano, cayó gravemente enfermo y murió antes del anochecer.
Comprendí la maldición: el muñeco cumplía el deseo quitándole la felicidad o la vida a alguien cercano a mí, equilibrando mi ganancia con su pérdida. El deseo nunca fue para mí, sino un intercambio.
Intenté destruir el muñeco: lo quemé en la chimenea, lo golpeé con un martillo y lo arrojé al río. Pero, a la mañana siguiente, el muñeco aparecía de nuevo sobre mi mesa de noche, intacto y con su sonrisa imperturbable.
Finalmente, entendí que no podía ser destruido hasta que su dueño actual pagara el último deseo.
Ahora, el muñeco permanece bajo llave, pero sé que está allí. Y cada noche, al filo de la medianoche, a pesar de la distancia, juro escuchar un débil chirrido que viene de la caja de madera, como si el mecanismo se estuviera dando cuerda lentamente, por sí mismo, preparándose para su próxima pregunta.
Fin
Fuente del texto: IA-Gemini