EL HOMBRE DE LAS ESTATUAS DE SAL
Publicado en
octubre 26, 2025
La historia narra los eventos que le acontecieron a Sofía, una joven que trabaja en un pequeño pueblo costero, en una comunidad que parece normal, salvo por una obsesión: las estatuas de sal.
En cada jardín, en cada porche, había una figura humanoide, tosca y blanca, hecha de bloques de sal marina compactada. Se parecían a personas, pero sus rasgos estaban borrados por el viento y la humedad. Los locales las llamaban "Los Guardianes".
Un día, Sofía conoció a "El Hombre de la Sal", un anciano misterioso que vivía en una cabaña junto al muelle, donde el aire era más denso y frío. Él era el único que hacía y vendía las estatuas. Su regla era simple: "El Guardián debe mirar siempre hacia el mar y nunca a la casa."
Sofía compró una estatua de sal para su jardín, una figura de mujer alta y elegante. Siguiendo la regla, la colocó mirando hacia el Atlántico.
Esa noche, se despertó por un crujido seco y arenoso que venía de su jardín, sonaba como el de la sal al ser aplastada. Se levantó, se acercó a la ventana y observó.
La figura de sal en su jardín se había movido, quedando su rostro hacia la casa y no hacia el mar.
Asustada, Sofía salió y empujó la pesada figura para orientarla de nuevo hacia el mar. Al tocar la sal, sintió un escalofrío.
A la mañana siguiente, Sofía fue a ver al Hombre de la Sal, exigiendo una explicación.
El anciano, que no tenía ojos enrojecidos ni arrugas por la edad, solo una piel grisácea y tirante, sonrió con lentitud, su aliento olía a algas secas y salmuera.
"Claro que se movió. Necesitan mirar su hogar, Sofía. Necesitan saber dónde están sus dueños. Los Guardianes están hechos de la memoria de las olas... y del dolor de los que se ahogaron."
Esa noche, Sofía se negó a mirar el jardín. Se acostó en su habitación, pero la sed se volvió insoportable. Bajó a la cocina y, justo al pasar por la sala, sintió que el aire se ponía pesado.
Pudo escuchar, muy débilmente, el crujido seco y arenoso que venía del jardín. Estaba mirando de nuevo a la casa.
Sofía se acercó a la ventana y miró.
La estatua no solo estaba mirando, se había movido justo debajo de la ventana. El viento costero silbaba, pero ella escuchó un sonido que venía de la boca borrosa de la figura de sal. Era un sollozo ahogado.
En ese instante, la luz del porche se encendió y Sofía gritó. El rostro de la figura de sal se había erosionado aún más, y vio algo en el lugar de sus ojos: dos pequeñas cavidades que lloraban agua.
Mientras lloraba, la figura lentamente levantó un brazo de sal y comenzó a golpear el cristal con un ritmo lento y metódico.
Sofía corrió a su habitación y se encerró. Intentó llamar a la policía, pero el teléfono no tenía tono.
Desde la ventana de su dormitorio, vio la silueta de la estatua que se movía. Se veía más alta y más definida. El crujido de la sal era fuerte. Estaba subiendo las escaleras del porche.
Bajó corriendo para asegurar la puerta. Al hacerlo, vio como el pomo de su puerta se movía, intentando abrir la puerta. Sofía se arrinconó cerca de la puerta. La estatua, al no poder entrar, se detuvo. Y en lugar de golpes, Sofía escuchó la voz del mar en su cabeza, un sonido de tormenta y angustia.
"La sal es memoria, Sofía. Estamos hechos de los náufragos. Y tú nos has invitado a casa. ¿Ves el rostro?"
Sofía cerró los ojos, negándose a mirar la puerta. Pero el impulso fue demasiado fuerte. Miró el único lugar donde podía ver la estatua sin abrir la puerta: el reflejo del cristal de la ventana.
En el reflejo, la figura de sal estaba justo detrás de ella. Estaba llena de agua de mar, y a través de las grietas, un rostro humano y azulado con ojos de hielo la miraba con una expresión de dolor insoportable.
La figura ya no era una estatua. Era el cuerpo de un hombre ahogado, que había usado la sal para entrar en el mundo de los vivos.
El terror se hizo físico. El pomo de la puerta giró por última vez, y la madera comenzó a crujir lentamente, como si la sal estuviera erosionando la estructura. La puerta se abrió y lentamente el Guardián ingresó a la casa. Se dirigió hacia donde estaba Sofía, y con un rostro llorando agua salada, le dijo: "estoy listo para llevarte a mis dominios".
Fin
Fuente del texto: IA-Gemini