¿CREE USTED EN LA ASTROLOGÍA?
Publicado en
enero 05, 2025
Ya sea por fe o por diversión, millones de personas buscan buenos augurios en los astros.
Condensado del "Saturday Evening Post".
EN 1948 casi nadie creía que el presidente Harry Truman sería reelegido. Pero, nacido en 1884 con el Sol en Tauro, habría un eclipse solar en oposición a su Sol natal a principios de noviembre de 1948, lo cual indicaba que cabía esperar una elección espectacular. Basándose en estos datos, en la primavera de aquel año el astrólogo Charles Jayne pronosticó que, si el oponente era Thomas Dewey, Truman ganaría. Y en efecto, así fue.
En 1804 un astrólogo inglés predijo: "Si el duque de Wellington y Napoleón se enfrentan en una batalla, el francés será vencido y jamás volverá a mandar un ejército". Esta predicción se hizo 11 años antes de la batalla de Waterloo.
Por otra parte, en 1186 y 1524 los astrólogos predijeron inundaciones mundiales que no sucedieron. El 5 de febrero de 1962 grandes muchedumbres de santones hindúes velaron sentados toda aquella noche en espera del fin del mundo, anunciado por los astrólogos indios tras calcular la conjunción del Sol, la Luna, y seis planetas en el signo de Capricornio. En 1939 los principales astrólogos ingleses pronosticaron unánimemente que no habría guerra en un futuro cercano. Un estudio de las predicciones de los tres astrólogos británicos más populares hechas, en un año y cuidadosamente comprobadas, demostró que, en un total de 30 vaticinios, el que más se acercó a la verdad había acertado doce veces, y el que menos, cuatro.
Muchas personas desearían creer en la astrología. Piensan que sería admirable poder saber de antemano los sucesos venturosos, para contar con ellos, y que sería muy útil prever los nefastos para contrarrestar sus efectos.
Hoy millones de personas cultivan apasionadamente el arte de la astrología, de 5000 años de antigüedad, y tratan de armonizar sus vidas con el cielo. "La mayoría de las personas no confiesan creer en ella, pero todas saben bajo qué signo nacieron", declara un astrólogo.
La astrología nació entre los antiguos babilonios, que observaron y registraron los movimientos de los planetas desde los altos observatorios de sus templos. En aquella época los horóscopos o cartas que muestran la posición de los cuerpos celestes en el momento de nacer una persona, se elaboraban sólo para el rey, y únicamente predecían grandes acontecimientos que afectaban al Estado. Actualmente se hacen para quien lo pida.
El punto de partida es siempre el momento en que la persona vino al mundo, más la longitud y la latitud aproximadas del lugar de nacimiento, que se determinan fácilmente con ayuda de un atlas. La hora del natalicio se convierte en "hora local verdadera" agregando o sustrayendo cuatro minutos por cada grado de longitud si el sitio se encuentra al este o al oeste del centro del huso horario. Luego, consultando un almanaque o efemérides (tablas astronómicas que dan para cada día del año la posición de los planetas), se convierte esta "hora local verdadera" en "hora sideral" o tiempo de las estrellas. Y confrontando este "tiempo sideral" con una tabla astrológica, se encuentra el nombre del "ascendente", o signo del Zodiaco que empezaba a subir por el horizonte oriental en el momento de nacer el interesado.
El horóscopo propiamente dicho consiste en dos círculos concéntricos. El interior está dividido en 12 sectores o "casas", como la esfera de un reloj. El círculo exterior también está dividido en 12 partes, que corresponden a 12 divisiones del año. En él no sólo se encuentra el signo zodiacal de la persona, sino también el ascendente; que suele ser diferente del signo del Zodiaco. Para trazar un horóscopo se alinea el astro ascendente con el punto correspondiente a "las nueve horas" del círculo interior de "casas": esa es la posición exacta dictada por el tiempo sideral del individuo. Se dice entonces que el ascendente gobierna "la primera casa", situada entre las horas ocho y nueve. Esta casa representa la personalidad aparente del interesado; la máscara que muestra al mundo. Los otros signos del Zodiaco siguen en un orden rígido y antiguo. Si el ascendente es, por ejemplo, Capricornio, el signo dominante de la segunda casa será Acuario; el de la tercera, Piscis, y así sucesivamente el resto del Zodiaco: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio y Sagitario.
Las interpretaciones varían, pero generalmente se considera que la segunda casa rige el dinero; la tercera,.la educación; la cuarta, el hogar; la quinta, las relaciones sexuales y otros placeres; la sexta, la salud y los métodos de trabajo; la séptima, el matrimonio; la octava, la muerte; la novena, la vida intelectual; la décima, el rango social y profesional; la undécima, los amigos, y la duodécima diversos males, como las enfermedades y la deshonra. Una vez que se ha dado a cada casa su signo dominante, se agregan, en concordancia con unas efemérides astronómicas, las posiciones del Sol, de la Luna y de los planetas en el momento en que la persona vino al mundo. Entonces está completo el horóscopo.
Cada planeta ejerce una influencia específica. Para los antiguos, los nefastos eran Saturno, frío astro de la muerte, y Marte, el de la guerra. Júpiter (optimismo) y Venus (amor) irradiaban influencias más benignas.
Todo horóscopo actual contiene gran número de relaciones diferentes entre signos y planetas; los antiguos las pasaban por alto y se ocupaban sólo de lo esencial. En su Tetrabiblos, obra que sirve de fuente original de la astrología y en la que se incorporó una tradición que se remonta hasta los babilonios, el astrónomo griego Tolomeo predecía "muerte por decapitación", "muerte por asesinato o suicidio", o "muerte por veneno o traición femenina" a cada hombre, mujer o niño que tuviera los temibles planetas maléficos en una colocación "mala" de su horóscopo. La astrología moderna, consciente de su remota y contradictoria tradición, es más refinada y mucho menos explícita.
Santo Tomás de Aquino afirmaba que los planetas tenían influjo en las pasiones, o sea la parte más primitiva del hombre, pero que éste, con su intelecto, puede gobernar su vida en armonía con los astros.
Hoy los astrólogos hablan de cosas tales como un Capricornio "desarrollado" o "primitivo" (refiriéndose a la índole moral del individuo). "Un hombre que tenga un Marte dominante (el signo del cuchillo) podrá ser un asesino", dicé un astrólogo. "Sin embargo, si está sernidesarrollado, quizá sea carnicero, y si está plenamente desarrollado, cirujano".
El consejo de un buen astrólogo moderno sería que la persona pidiera su horóscopo y tuviera en cuenta los "tránsitos" (los momentos en que los planetas pasan por una zona crítica del horóscopo). Por ejemplo, cuando un planeta maligno, como Saturno, pasa por un punto exactamente opuesto al de nuestro ascendente, convendrá que evitemos las crisis en nuestro trabajo y en nuestra familia, y que nos tomemos una semana de vacaciones. Si Venus en tránsito figura en lugar prominente, pensemos en amores. Si es Júpiter el que domina, eludamos los juegos de azar (el optimismo podría incitarnos a doblar las apuestas o a jugar con demasiada osadía).
Pero queda en pie la cuestión principal: ¿Hay algo de cierto en la astrología, o es sólo una superstición para crédulos?
El sicólogo francés Michel Gauquelin hizo en el decenio de 1950 a 1959 un estudio exhaustivo de determinados horóscopos y de la vida de las personas a quienes correspondían. Analizó unos 24.000 casos, y con gran sorpresa, pues era escéptico, llegó a la conclusión de que en ciertos aspectos su análisis coincidía con la creencia tradicional. Por ejemplo: los clérigos tenían en sus cartas un dominante Júpiter (el planeta del optimismo), y los deportistas un fuerte Marte (el planeta del valor y de la guerra).
Pero ni siquiera los verdaderos creyentes han podido solucionar lo que se ha llamado "el problema de los mellizos". ¿Por qué tantos hermanos gemelos, nacidos casi en el mismo momento, y por tanto poseedores de idénticos horóscopos, revelan personalidades enteramente diferentes? En sus Confesiones, San Agustín relata que había cesado de creer en la astrología al saber que un rico terrateniente y un esclavo suyo nacieron exactamente en el mismo instante.
¿En qué fundaremos nuestra decisión personal ante la astrología? ¿Creeremos con Shakespeare que "el error... no está en nuestras es-trellas, sino en nosotros mismos"? ¿O con el astrólogo Carroll Righter, para el cual "Las estrellas inclinan, pero no obligan"?
¿Estará allá arriba, en los astros, la revelación del futuro? Así lo estiman más personas de las que lo confiesan.
"The Saturday Evening Post" (Enero/Febrero de 1974), © 1973 por The Saturday Evening Post CO., 1100 Waterway Boulevard, Inidianápolis, Ind. 46202.