EL NUEVO ARTE DE LA DISCIPLINA
Publicado en
noviembre 18, 2021
Todos los padres sabemos perfectamente lo que sucedió: los principales sicólogos y educadores del mundo estuvieron de acuerdo en que la conducta más inteligente con respecto a los niños era el "dejarlos hacer" (para que encontraran su posición en la vida, su vocación, en una palabra, su verdadera identidad). Y los resultados están a la vista: en la mayoría de los casos, esa educación "complaciente" originó una serie de maleducados monstruos de egoísmo. Entonces, sicólogos y educadores comenzaron a revisar la situación. Entrevistaron a los nuevos niños que estaban creciendo y sus respuestas fueron asombrosas: cuando los niños sienten que no tienen límites, esto es, que pueden hacer cuanto les venga en gana, y comprueban que hagan lo que hagan no van a ser castigados, la conclusión a la que llegan no puede ser más desoladora: que a sus padres les importa un comino no sólo la conducta de sus hijos, sino los niños mismos. Los muchachos se sienten poco queridos, abandonados, faltos de seguridad... y desarrollan por tanto una baja autoestimación, que les impide aprender y progresar normalmente en la vida.
Se impuso por tanto una revisión, no sólo de la teoría, sino de la práctica en la crianza de los niños. Los padres tienen el deber de poner límites a la conducta de los hijos y castigar cualquier infracción por pequeña que sea. Los castigos sensatos, adecuados, por supuesto, como reducir las horas libres y de recreación o adelantar la hora de dormir.
Muy poco ocurre, pero a veces es necesario imponer mano dura cuando esos castigos no surten efecto. Hay que recordar a los hijos sus límites, y mientras estén en la cobija de sus padres, deben respetar y acatar sus reglas.
El uso del castigo físico no es recomendado. Sin embargo, cuando el hijo rebasa los límites impuestos por sus padres, una sola muestra del respeto hacia ellos y a su casa, acompañado de palabras que identifiquen la posición de cada uno, será suficiente en el trayecto de su vida.
Fuente:
Revista Vanidades, Ecuador, abril 7 de 1998