Publicado en
abril 27, 2009
Entré a la tienda departamental de mi ciudad para hacer unas compras navideñas de último minuto. Miré toda la gente y renegué entre dientes: ¿estaría allí para siempre...? Y tenia muchísimo quehacer. Navidad estaba comenzando a ser un enfado. Yo preferiría dormir, hasta que pasara la navidad.
Me fui lo más pronto posible entre toda la gente, y me dirigí al departamento de juguetes.
Estando allí, renegué de nuevo sobre los precios de todos estos juguetes, y me puse a pensar que si mis nietos los apreciarían o si iban a jugar con ellos.
Me encontré en la sección de las muñecas. De reojo, miré un niño de más o menos cinco años abrazando una linda muñeca. Le tocaba su cabello y la abrazaba tan tiernamente, que sin querer, seguía yo volteando hacia el niño y pensando que para quién sería esa muñeca.
Lo miré que volteó hacia una mujer y llamó a su tía por su nombre, y le dijo:
―¿Estas segura que no tenemos suficiente dinero?
La mujer le respondió con impaciencia:
―Tu sabes que no tenemos suficiente dinero para ella.
Su tía le dijo al niño que no se moviera de allí, que ella tenía que agarrar otras cosas y regresaría en pocos minutos. Luego se retiro de allí. El niño continuó abrazando la muñeca.
Después de un rato, le pregunté que para quién era la muñeca. Me contestó:
―Es la muñeca que tanto ansió mi hermanita para Navidad. Ella estaba segurísima que Santa Claus se la regalaría.
Le dije que quizás Santa Claus se la llevaría, y el me contestó:
―No, Santa no puede ir a donde esta mi hermana... tengo que darle la muñeca a mi mamá para que se la lleve.
Le pregunte que en dónde estaba su hermanita. Me miro con sus ojos llenos de tristeza y me dijo:
―Ella se ha ido con Jesús. Mi papá dice que mamá tendrá que irse para estar con ella.
Mi corazón casi paró de latir.
Luego me volvió a mirar el niño y me dijo:
―Le dije a mi papá que le dijera a mi mamá que no se fuera todavía. Que esperara hasta que volviera yo de la tienda.
Luego me preguntó que si quería yo ver su fotografía. Le dije que me encantaría. Sacó unas fotos que se había tomado frente de la tienda. Me dijo:
―Quiero que mi mamá se lleve estas fotos para que nunca me olvide. Yo quiero tanto a mi mamá, y quisiera que no tuviera que dejarme, pero papá dice que necesita estar con mi hermanita.
Miré que el niño agachó su cabeza y se puso muy callado. Mientras el no miraba, metí mi mano a mi bolso y tomé un puño de billetes.
Le dije al niño: ¿contamos de nuevo el dinero?
Se puso muy contento y me respondió que si. Metí mi dinero entre el de él y lo comenzamos a contar. Era lo suficiente para la muñeca.
Suavemente dijo "Gracias Jesús, por darme suficiente dinero".
Entonces el niño me dijo:
―Le pedí a Jesús que me diera suficiente dinero para comprar esta muñeca, para que mamá se la pueda llevar a mi hermanita. Y Él escuchó mi oración. Quería pedirle para comprarle una rosa blanca a mí mamá, pero no se lo pedí. Pero Él me dio lo suficiente para comprar la muñeca y la rosa para mi mamá. A ella le encantan las rosas blancas, ¡muchísimo!
En unos momentos regresó la tía y yo me fui con mi carreta. No podía dejar de pensar en el niño mientras terminaba de hacer mis compras. Ya tenía yo una actitud y sentimiento totalmente diferentes que cuando comencé.
Estaba recordando algo que había leído en el periódico unos días antes sobre un conductor ebrio que había chocado contra un carro, matando a una niña y la mamá estaba en condición muy crítica. La familia estaba tratando de decidir si quitarle la vida artificial. Pero seguramente, este niño no podría ser parte de ese relato.
Dos días después, leí la noticia que la familia había decido desconectar la vida artificial. Más tarde ese día, no me pude resistir y fui y compre unas rosas blancas y los lleve a la funeraria en donde estaba la joven mujer.
Y allí estaba ella deteniendo una linda rosa blanca, la hermosa muñeca y la foto del niño de la tienda.
Me fui de allí llorando, mi vida cambió para siempre. El amor que ese niño tenía para su hermanita y su madre era sobresaliente. Y en un instante, un conductor ebrio destrozó la vida de ese niño en pedazos.