Publicado en
abril 08, 2009
Se cuenta que en una ciudad, un grupo de personas se divertían con el pendejo del pueblo; un pobre infeliz de poca inteligencia que vivía haciendo pequeños mandados y limosnas.
Diariamente algunos hombres llamaban al pendejo al bar, lugar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas:
Una de tamaño grande de 400.00 reales, y otra mucho más pequeña de tamaño, pero con un valor de 2,000.00 reales.
El pendejo siempre tomaba la moneda de mayor tamaño y de menos valor, lo que era motivo de risa para toda la concurrencia.
Un día, alguien observaba al grupo divirtiéndose con el inocente hombre, pasados unos momentos después le llamó aparte y le preguntó:
―¿Qué acaso no has notado que la moneda de mayor tamaño valía menos?
Y éste le respondio:
―¡Ya sé!... ¡No soy tan pendejo!... Ella vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba y no voy a ganar mas mi moneda.
Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones de ella:
La Primera: Quién parece Péndejo, no siempre lo es.
La Segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos pendejos de la historia?
La Tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando la fuente de ingresos.
Pero la conclusión más interesante es:
Podemos estar bien, aún cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino, lo que uno piensa de si mismo.
El verdadero hombre inteligente, es el que aparenta ser Pendejo, delante de un Pendejo que aparenta ser inteligente.