Publicado en
abril 02, 2009
Se cuenta lo siguiente de un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la oración y a la penitencia; se quejaba muchas veces que tenía demasiado quehacer. La gente no entendía cómo era posible que tuviera tanto trabajo en su retiro. A lo que les contestó:
― Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león.
― No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales?
Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron.
― Estos animales los llevamos dentro.
― Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que entrenarlos para que sólo se lancen sobre presas buenas... son MIS OJOS.
― Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir... son MIS MANOS.
― Los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las situaciones difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta... son MIS PIES.
― Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista para morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño... es MI LENGUA.
― El burro es muy obstinado, No quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día... es MI CUERPO.
― Finalmente necesito domar al león, quiere ser El rey, quiere ser siempre El Primero, es vanidoso y orgulloso... es MI CORAZÓN.