tag:blogger.com,1999:blog-373040812553695312024-03-27T18:54:09.569-05:00MOMENTO DIGITAL... lectura en líneaJOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comBlogger9787125tag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-59058766352175371132024-03-19T08:34:00.001-05:002024-03-19T08:34:09.057-05:00GAJES DEL OFICIO<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4dcFcUlaijfqikV_FHw-OOXbBJ-GNW5DIiTN1ww7QnGUbNwSBJFTCQMCUX_GnJ6Yg3wfw26tUtptxVFVSqVnqBT892GnDnfT06Ak4cqo-r-0Hbl4Z0YhCJnJW8baeMz9d7ywhQR3x2VFJRB-6UVz5seUI5tp1NgFEoL8wEN1n1wpoWMl4oKCCeGMj1g/s1600/GATITO.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:364px" /><br/>
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<div id="pe">EL ADMINISTRADOR de un modesto hotel norteamericano llamó una vez al fontanero, pues un gato se había metido inexplicablemente entre un piso y otro, por donde iban las tuberías. El fontanero no hizo ninguna labor propia de su oficio, pero debía cobrar su tiempo, por lo cual presentó la cuenta siguiente:</div>
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<parraf><comi>"Por llamar ¡Gatito! ¡Gatito! 125 veces, a 10 centavos la llamada, 12,50 dólares"</comi>.</parraf><br/>
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<em>—W.H.McD.</em><br/>
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<div id="pe">EN ESTOS días millones de personas andan en busca de trabajo. Pero hay una plaza que sigue vacante: la de guarda nocturno de cierto museo de cera. Unas doce personas desempeñaron el puesto el año pasado, y todas ellas renunciaron por temor. Parece ser que <comi>"veían visiones"</comi> por las noches.</div>
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<em>—Harry Reasoner, de la ABC</em><br/>
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<div id="pe">EN LA oficina estábamos inmersos en un programa intensivo de perfección en las tareas cuando recibimos de la dirección el aviso siguiente: <comi>"Hace poco les enviamos unos carteles de calidad que deberían montarse en otros tantos marcos de calidad. A estas horas ya habrán descubierto ustedes que los marcos no son de las dimensiones de los carteles. Les rogamos, pues, destruirlos. Pronto les enviaremos repuestos"</comi>.</div>
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<parraf><comi>"Y, por favor, ¡sin comentarios!"</comi></parraf><br/>
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<em>—S.J.D.</em><br/>
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<div id="pe">VIAJABA por primera vez en autobús de lujo y quedé maravillada, que había sido azafata en una línea aérea, por los excelentes servicios de a bordo. Entre ellos puedo citar: comidas durante la travesía, retretes, avisos por el sistema de altavoces y una azafata uniformada. Me presenté a mi colega, y ambas cambiamos impresiones acerca de los viajes por aire y por tierra.</div>
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<parraf>Al llegar la hora de la comida, la muchacha repartió la carta que anunciaba una gran variedad de emparedados. Pero al empezar a atender los pedidos se le presentó un problema: no había suficientes de ensalada de huevo. La azafata corrió a hablarle al oído al conductor, y éste detuvo el vehículo. Un transporte de la misma línea que venía detrás también hizo alto. Nuestra azafata pasó de prisa al segundo autobús y al poco tiempo volvió con una bandeja de emparedados de ensalada de huevo. Al pasar junto a mí, me preguntó: <comi>"¿Podrían hacer lo mismo en un avión?"</comi></parraf><br/>
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<em>—B.L.J.</em><br/>
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<div id="pe">LOS EMPLEADOS que hayan debido buscar en los archivos datos acaso inexistentes, sabrán apreciar el comentario de un oficinista que había buscado inútilmente una carta extraviada: <comi>"Como epitafio, quiero que se grabe en mi lápida la siguiente inscripción: ARCHIVADO CORRECTAMENTE"</comi>.</div>
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<em>—P.S.</em><br/>
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<div id="pe">EN CIERTA fábrica de aluminio a nadie se le ocurría un método para mover hasta una distancia de siete metros una costosa máquina que pesaba 100 toneladas. Por fin el capataz tuvo una idea: tendió en el piso, alrededor de la enorme máquina, la pulpa y las cáscaras de 50 kilos de plátanos, y así pudieron deslizarla hasta su sitio.</div>
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<em>—UPI</em><br/>
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<div id="pe">UN EMPLEADO de oficina leyó complacido un aviso al personal en que se decía que la empresa, para ahorrar electricidad, reduciría la iluminación en los lugares donde no fuera indispensable. El entusiasmo del empleado, sin embargo, disminuyó mucho cuando descubrió que habían suprimido la lámpara de su escritorio.</div>
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<em>—M.T.</em><br/>
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<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEidi2NKipBndWfuicQaQHODhX5Vg75Q8DUa4QSd0iFDF8zVoJNUNsU-NVfKdaJmai2TemmFXCDvbvFmqxYEoF5wM4v-wPPhJcVWO7f1m-U1lokh7XHjA_bYzWxTziCqGhM1ZossSKr8EzMpyp2xO3-_mqt5m2uxV7mVvlfGy6ATBK-VNwhg8TuAt412vA/s1600/GAJES%20DEL%20OFICIO-JULIO-1974.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:444px" /><br/>
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<div id="pe">LA MESA de trabajo de mi corredor de bolsa está junto a una ventana que da a una calle muy transitada.</div><br/>
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<parraf>Todos los días, a la hora del almuerzo, se estaciona frente a su ventana un vendedor de <comi>"perritos calientes"</comi>, con su típico carrito cubierto por un quitasol.</parraf><br/>
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<parraf>Un día estaba yo sentado a la mesa de trabajo del corredor cuando un individuo bien vestido se detuvo al lado del vendedor con el propósito de comprarle un <comi>"perrito"</comi>. En eso su mirada se cruzó con la del agente de bolsa. Ya levantando el pulgar, ya señalando con él hacia abajo, aquel sujeto se las arregló para informarse, a través del cristal de la ventana, cómo estaba la situación bursátil. El corredor le respondió apuntando con el pulgar hacia arriba. Nuestro hombre sonrió con aire feliz, se alejó del salchichero, atravesó la calle y se metió a almorzar en un restaurante.</parraf><br/>
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<em>—E.P.L.</em><br/>
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<div id="pe">LETRERO en la marquesina de cierto centro comercial: <comi>"EL PATRÓN ME DIJO QUE PUSIERA ALGO AQUÍ. Y ASÍ LO HICE"<comi>.</div>
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<em>—K.B.</em>
JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-15654601459369601692024-03-19T08:27:00.002-05:002024-03-19T08:32:33.601-05:00VAN DOS, ME FALTAN DIEZ<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEpwIsc378yQPWxYc3Koq87bMcYepptA8c-TxRjPMR35UZjpEUEyB9PXZSn-aUg_76P6zxclKELAdRQ-Ph539mkIQYGxcyxxkh9-RvddVLL7jGD6qZjTRb1A_NGpACf8kWAPkVVxpKJdFkYD0eGbPCi6mBOP0vBsnntuJvrQ-Lr1RepMkg2Slj-v_cSg/s1600/DENISE%20KLEIN.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 250px; height:364px" /><center><span style="font-size:80%">Denise Klein </span></center><br/>
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<em>Por James Stegenga (profesor de ciencias políticas en la Universidad de Purdue). </em><br/>
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<div id="pe">DURANTE el tiempo que serví en el Ejército norteamericano en Corea, como locutor y redactor de noticias para la televisión, me interesé tanto por los problemas mundiales que nació en mí el deseo de seguir estudiándolos. Por tanto, cuando me dieron de baja me matriculé en la Universidad de California, en Los Ángeles, con el propósito de doctorarme en relaciones internacionales.</div>
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<parraf>Al leer el reglamento de la Universidad para el curso de 1960 a 1961 tropecé con este escollo: <comi>"El candidato a obtener el doctorado deberá presentarse a exámenes en dos lenguas extranjeras y demostrar su aptitud para traducirlas"</comi>.</parraf><br/>
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<parraf>Así pues, me inscribí en un curso de francés y compré el correspondiente libro de texto, además de un fichero grande con un vocabulario que tendría que aprenderme de memoria. Al salir de la librería me detuve a hojear las publicaciones del estante de las revistas. Allí atrajo mi atención SÉLECTION DU READER'S DIGEST, edición en francés de la revista que tan bien conocía. Por mera curiosidad adquirí un ejemplar, y en los días y meses que siguieron comprobé que constituía un valioso auxiliar para mis estudios de francés. Me ejercitaba en la traducción de este idioma, y a veces, cuando no entendía algo, consultaba la versión en inglés del artículo.</parraf><br/>
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<parraf>Además aprendí muchos aspectos de las relaciones internacionales con la lectura de artículos tales como <em>Le mur de l'infamie</em> (<comi>"La muralla ignominiosa"</comi>) y <em>Comment les Soviets traitent les Juifs</em> (<comi>"Cómo trata Rusia a los judíos"</comi>). Recortaba yo los artículos de esta índole y los archivaba para consultarlos después.</parraf><br/>
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<parraf>Triunfé sin mayor esfuerzo en el examen de francés, y luego volví a la librería a compra! un ejemplar de DAS BESTE AUS READER'S DIGEST (la edición alemana de esta publicación), y me lancé al estudio de mi segunda lengua extranjera.</parraf><br/>
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<parraf>Mis actuales obligaciones como profesor en la Universidad de Purdue, además de mis escritos y mis tareas de redacción, me mantienen sumamente ocupado. Sin embargo, si el tiempo me lo permite alguna vez, me quedan otros diez idiomas por estudiar de los 13 en que se publica el READER'S DIGEST: chino, danés, español, finlandés, holandés, italiano, japonés, noruego, portugués y sueco.</parraf>
JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-73418585036822320812024-03-18T07:21:00.002-05:002024-03-18T07:21:59.073-05:00ANA DE ARMAS<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzSBKwzPogKALDQPgQEsV5TdDn1h7o1t0sywA4Ho1bxh8Qfl0kF3YGRvnEtLnhhJ-zD7Ykw5x0fRA5St9JlNpyO8b3pTGQ9r4YPtEjzLqlvXmuX4nCxiD6fm9-rPKdgB-eiBQzE-jx69ySO_CTsSY_-93CxLQru6PP22v_fQvaXxQYTxDsNCJmrhiK1Q/s1600/ANA%20DE%20ARMAS-1.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:479px" /><br/>
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<div id="pe">Ana Celia de Armas Caso nació el 30 de abril de 1988 en La Habana, Cuba, hija de Ramón de Armas y de su esposa Ana Caso, y creció en Santa Cruz del Norte, Cuba. Su padre ocupó diferentes cargos, entre ellos, director de banco, maestro, director de escuela y teniente de alcalde de una ciudad. Anteriormente había estudiado Filosofía en una universidad soviética. Su madre trabajaba en la sección de recursos humanos del Ministerio de Educación de Cuba. Tiene un hermano mayor, Javier, fotógrafo que vive en Nueva York quien, en 2020, fue cuestionado por la policía cubana por su postura crítica sobre el Decreto 349 y sus vínculos con artistas bajo vigilancia gubernamental. Si bien creció con racionamiento de alimentos, escasez de combustible y cortes de electricidad durante el periodo especial de Cuba, ha descrito su pasado como feliz.</div>
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<parraf>Cuando era más joven no tenía acceso a internet y tenía un conocimiento limitado de la cultura popular más allá de Cuba. Se le permitió ver «20 minutos de dibujos animados el sábado y la matiné de películas del domingo». Su familia no tenía un reproductor de video o DVD y ella veía películas de Hollywood en el apartamento de su vecino. Memorizó y practicó monólogos frente al espejo, y decidió convertirse en actriz cuando tenía 12 años.</parraf><br/>
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<parraf>En 2002, a la edad de 14 años, audicionó con éxito para unirse a la Escuela Nacional de Arte de Cuba. Hizo autoestop y viajó en autobús todos los días para asistir al riguroso curso. Mientras estudiaba allí, filmó tres películas. Su pronta incursión en la ficción, le sentó mal a los profesores porque se ausentaba demasiado a las clases. Dejó el curso de teatro de 4 años, meses antes de presentar su tesis final porque a los graduados cubanos se les prohíbe salir del país sin completar tres años de servicio obligatorio en el estado.</parraf><br/>
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<parraf>A la edad de 18 años, tras conseguir la ciudadanía española a través de sus abuelos maternos, él de Guardo en la Montaña Palentina y ella de Valverde de Balboa en la comarca de El Bierzo, se mudó a Madrid para seguir una carrera como actriz aconsejada por un representante español.</parraf><br/>
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<parraf>Después de mudarse a Los Ángeles, tuvo papeles de habla inglesa en el thriller psicológico <comi>"Knock Knock"</comi>(2015), la comedia criminal <comi>"War Dogs"</comi> (2016), y tuvo un papel secundario en la película biográfica <comi>"Manos de piedra"</comi> (2016). Saltó a la fama con su papel de Joi, una proyección holográfica de IA en la película de ciencia ficción <comi>"Blade Runner"</comi> 2049 (2017). Por su interpretación de la enfermera Marta Cabrera en la película de misterio <comi>"Knives Out"</comi> (2019), fue nominada al Globo de Oro a la mejor actriz de comedia o musical.</parraf><br/>
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<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTI999q06_nMtnpL5xtKjTX6FS4rZxWWkKWdVzfsH5wOC4G97ekkaAoBogpcOqdDwwxBAvLQ7VJeC57l4y-zzszMwQzeAaMQGsmcODjKbmyj5qS_-N5tJx-ydh8GCe-dB3xpj_Xl854sYQdqDCfZTLtaGaLKd6GFOp3DJQYsSJsTnNwVI3rZ7gQz3EIw/s1600/ANA%20DE%20ARMAS-2.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:582px" /><br/>
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<div id="negrilla">CARRERA PROFESIONAL</div><br/>
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<div id="pe">A la edad de 16 años en su país natal y con tan solo dos años de formación en la Escuela Nacional de Arte de Cuba, tuvo un papel protagonista junto a Álex González en el drama romántico de Manuel Gutiérrez Aragón, <comi>"Una rosa de Francia"</comi> (2005) grabado entre Cuba y España. El actor cubano Jorge Perugorría sugirió que el director considerara a la actriz para el papel, después de conocerla mientras asistía a una fiesta de cumpleaños con sus hijas. El director la interrumpió en medio de su audición para informarle que el papel era suyo. Durante ese rodaje, conoció a un representante español que le propuso trasladarse a Madrid (España). Viajó a España como parte de una gira promocional de la película y le presentaron a Juan Lanja, quien más tarde se convertiría en su agente español. Luego actuó en las películas cubanas, <comi>"El edén perdido"</comi> (2007) y tuvo un papel secundario en la película de Fernando Pérez Valdés, <comi>"Madrigal"</comi> (2007) filmada por la noche sin el permiso de sus tutores de la escuela de teatro.</div>
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<parraf>A los 18 años se mudó a Madrid. El primer casting que hizo fue a una semana de llegar a España, en aquella audición se reunió con el director de casting Luis San Narciso, quien la había visto en <comi>"Una rosa de Francia"</comi>. Dos meses después la eligió como Carolina Leal en el drama adolescente <comi>"El internado"</comi>, el que protagonizó seis temporadas desde 2007 hasta 2010. La serie de televisión, ambientada en un misterioso internado, se hizo popular entre espectadores e hizo de Ana de Armas una figura famosa en España. En un descanso de la filmación protagonizó <comi>"Mentiras y gordas"</comi> (2009). A pesar de la popularidad de la serie adolescente, la actriz se sintió encasillada ya que le ofrecian principalmente papeles de adolescente. Ella pidió que la excluyeran de la serie en su segunda y última temporada, pero interpretó el papel hasta la sexta temporada contribuyendo en el trágico final de su personaje y con la esperanza de dar el salto definitivo al cine.</parraf><br/>
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<parraf>Después de pasar unos meses viviendo en Nueva York (Estados Unidos) para aprender inglés, más adelante, fue persuadida de regresar a España para protagonizar diecisiete episodios del drama histórico, <comi>"Hispania, la leyenda"</comi> (2010 - 2011).</parraf><br/>
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<parraf>En 2011, mientras estaba trabajando en España, empezó a hacer castings en Estados Unidos. A la vez, protagonizó las películas de terror de Antonio Trashorras, <comi>"El callejón"</comi> (2011) y <comi>"Anabel"</comi> (2015), y el drama español <comi>"Por un puñado de besos"</comi> (2014), junto a su excompañero de <comi>"El internado"</comi>, Martiño Rivas.</parraf><br/>
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<parraf>Durante un largo período sin actuar, participó en talleres en la compañía de teatro madrileña de Tomaž Pandur2 y se sintió muy ansiosa por la falta de impulso en su carrera. Con el apoyo de su agente de Hollywood, recién contratado, decidió mudarse a Los Ángeles.</parraf><br/>
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<parraf>Cuando llegó por primera vez a Los Ángeles en 2014, tuvo que comenzar su carrera nuevamente desde cero. Hablaba muy poco inglés y durante las primeras audiciones, a menudo, ni siquiera sabía lo que ella estaba diciendo. Pasó cuatro meses en educación a tiempo completo para aprender inglés, no queriendo estar limitada a personajes escritos específicamente para actrices latinas.</parraf><br/>
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<parraf>En un aeropuerto se encontró con un productor que conocía al director Eli Roth, quién le dio un papel en el thriller psicológico con tintes eróticos, <comi>"Knock Knock"</comi> (2015) junto a Keanu Reeves. Esta película supuso su primer lanzamiento en Hollywood, y para ello tuvo que aprender fonéticamente sus líneas. Reeves congenió tanto con la cubana en el rodaje que más tarde, telefoneó a la actriz para invitarla a protagonizar un papel en español en el thriller <comi>"Exposed"</comi> (2016), en el que actuó y produjo.</parraf><br/>
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<parraf>Gracias a la insistencia de su representante, Ana al poco tiempo se veía haciendo castings para los grandes estudios de Hollywood. A continuación tuvo un papel secundario en el filme de Todd Phillips, <comi>"War Dogs"</comi> (2016), en el que actúa junto a Miles Teller, como la esposa de un traficante de armas, y de nuevo aprendió sus líneas fonéticamente. Phillips cambió la nacionalidad de su personaje original para adaptarlo al acento de la cubana. David Ehrlich de IndieWire la encontró <comi>"memorable en un papel ingrato"</comi>.</parraf><br/>
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<parraf>La actriz actuó junto al venezolano Édgar Ramírez en la película biográfica <comi>"Manos de piedra"</comi> (2016) como la esposa del boxeador panameño Roberto Durán. A pesar de su estreno tardío, <comi>"Manos de piedra"</comi> fue la primera película de Hollywood que filmó después de ser contactada por el director Jonathan Jakubowicz cuando aún vivía en Madrid, quien la había visto en <comi>"El internado"</comi> y le pidió que viajara a Los Ángeles para hacer una audición para la parte en español. Al reseñar la película, Christy Lemire de RogerEbert.com describió a la actriz como <comi>"una presencia enormemente carismática. Pero, excepto por un par de momentos llamativos, tiene poco que hacer además de funcionar como la esposa obediente"</comi>.</parraf><br/>
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<parraf>Ana convenció en el último momento a Denis Villeneuve, para el thriller futurista y secuela de Blade Runner, <comi>"Blade Runner 2049"</comi> (2017), compartiendo créditos con Harrison Ford, Ryan Gosling y Jared Leto. Tuvo un papel secundario como Joi, la novia holográfica de IA del personaje de Gosling. La actriz se impuso una dieta y una tabla de ejercicios para el papel. Mark Kermode de The Guardian dijo que <comi>"aporta calidez tridimensional a un personaje que es esencialmente una proyección digital"</comi>. Anthony Lane, de The New Yorker, la encontró <comi>"maravillosa"</comi>: <comi>"Siempre que aparece Joi, el corazón imaginativo de la película comienza a acelerarse"</comi>. Si bien la actuación se discutió inicialmente como un papel innovador, la película tuvo un rendimiento comercial inferior, y la actriz pasó gran parte del año siguiente en su Cuba natal, donde compró una casa. También en 2017, tuvo un papel secundario en el thriller de acción <comi>"Overdrive"</comi> como el interés amoroso del personaje de Scott Eastwood. Stephen Dalton de The Hollywood Reporter dijo que ella <comi>"irradia más carisma de lo que su ingrato papel de compañera podría sugerir"</comi>. En 2018, actuó junto a Demián Bichir en el drama médico <comi>"Corazón de John Hillcoat"</comi>, donde interpretó a una mujer dominicana con insuficiencia cardíaca en el cortometraje, financiado por el Centro Médico Montefiore para sensibilizar sobre la donación de órganos.</parraf><br/>
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<parraf>Su destacado papel como Marta Cabrera, una enfermera inmigrante en la película de misterio <comi>"Knives Out"</comi> (2019), escrita y dirigida por Rian Johnson, fue ampliamente elogiado y marcó un gran avance para la actriz. Cuando se le acercó por primera vez el proyecto, no le entusiasmaba la idea de interpretar a una <comi>"cuidadora latina"</comi> estereotipada, pero pronto se dio cuenta de que su personaje era <comi>"mucho más que eso"</comi>. Tom Shone de The Times comentó: <comi>"La actuación sobresaliente de la película proviene de su miembro menos conocido, la cubana De Armas, quien maneja la difícil tarea de hacer que la bondad sea interesante"</comi>. Benjamin Lee de The Guardian dijo que su actuación <comi>"sorprendente"</comi> dejó una <comi>"impresión duradera"</comi>. Por su interpretación, fue nominada en la 77.ª edición de los premios Globo de Oro como mejor actriz de comedia o musical y junto con el elenco ganó el Premio de la National Board of Review al mejor elenco. Por otro lado, si bien las escenas de la actriz junto a Himesh Patel en la comedia romántica <comi>"Yesterday"</comi> de 2019 se incluyeron en el avance de la película, finalmente se eliminaron del corte final. El director Danny Boyle dijo que, aunque la actriz estaba <comi>"realmente radiante"</comi> en sus escenas, la introducción de una subtrama con un triángulo amoroso no fue bien recibida por el público.</parraf><br/>
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<parraf>Más adelante, protagonizó cuatro películas estadounidenses estrenadas en 2020. Tuvo un papel secundario en el thriller criminal <comi>"The Informer"</comi> como la esposa del personaje de Joel Kinnaman. Guy Lodge de Variety encontró <comi>"su reducido papel es aún más evidente tras su estrellato en Knives Out"</comi>. Apareció como una mujer fatal en el drama criminal negro <comi>"The Night Clerk"</comi>. Brian Tallerico de RogerEbert.com dijo que la película <comi>"no tenía idea"</comi> de qué hacer con su <comi>"carisma cegador"</comi> mientras Katie Rife de The A.V. Club remarcó que sería recordado, <comi>"en todo caso, como una película para la que De Armas era demasiado buena"</comi>. Actuó junto a Wagner Moura en la película biográfica de Netflix <comi>"Sergio"</comi> (2020) como Carolina Larriera, funcionaria de la ONU y socia del diplomático Sergio Vieira de Mello. John DeFore de The Hollywood Reporter la encontró <comi>"magnética"</comi> mientras que Jessica Kiang de Variety dijo que imbuyó al papel <comi>"con una inteligencia y voluntad que la convierten en algo más que el contraste romántico de De Mello"</comi>. También se reunió con Moura para interpretar a la esposa de uno de los Cinco Cubanos en el thriller de espías de Netflix de <comi>"Olivier Assayas La Red Avispa"</comi>, en donde también actuaron Edgar Ramírez, Penélope Cruz y Gael García Bernal. La película se rodó en localizaciones de Cuba y fue el primer trabajo de la actriz en su país de origen desde que se fue cuando tenía 20 años. Glenn Kenny de The New York Times la encontró <comi>"magnífica"</comi> mientras que Jay Weissberg de Variety la describió como <comi>"una presencia alegre y hechizante cuya carrera parece destinada a lo grande"</comi>.</parraf><br/>
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<parraf>En 2021, De Armas se reencontró con su coprotagonista de <comi>"Knives Out"</comi>, Daniel Craig, para interpretar a la nueva chica Bond en <comi>"Sin tiempo para morir"</comi> de Cary Fukunaga. Fukunaga escribió el personaje de una agente cubana de la CIA con De Armas en mente y se construyó una réplica del centro de La Habana en los Pinewood Studios de Londres.</parraf><br/>
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<parraf>En 2022 protagonizó junto a Ben Affleck el thriller erótico <comi>"Deep Water"</comi> de Adrian Lyne, basada en la novela homónima de Patricia Highsmith, en la que los actores interpretan a una pareja en un matrimonio adúltero. La película se estrenó por Prime Video y significó el regreso de Lyne a la dirección después de veinte años. Ese mismo año, también estrenó el thriller de espionaje, <comi>"The Gray Man"</comi> de los Hermanos Russo para Netflix, coprotagonizado junto a Ryan Gosling y Chris Evans. La película es hasta ahora la más costosa de la historia de la plataforma.</parraf><br/>
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<parraf>En 2022, se estrenó la película biográfica sobre la vida de Marilyn Monroe, <comi>"Blonde"</comi> dirigida por Andrew Dominik y producida por Brad Pitt para Netflix. La película está basada en la ficticia novela de Joyce Carol Oates. El director Andrew Dominik recordó la actuación de la actriz en <comi>"Knock Knock"</comi> y, mientras pasaba por un largo proceso de casting, Dominik le aseguró el papel después de la primera audición. En preparación para su personaje, trabajó con un entrenador de dialectos durante un año. Considerada como <comi>"una de las películas más importantes del año"/<comi>, la actriz recibió una ovación de 15 minutos por su excelente trabajo en su estreno en la 75.ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia, tras recibir una oleada de críticas por su acento latino.</parraf><br/>
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<parraf>En diciembre del 2022, la actriz es nominada al Globo de Oro en la 80.ª Edición de los premios, a mejor actriz de película dramática por su interpretación de Marilyn Monroe en <comi>"Blonde"</comi>.</parraf><br/>
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<parraf>En 2023 protagonizó la película de Apple TV+ <comi>"Ghosted"</comi>, junto a Chris Evans nuevamente, en donde De Armas fue la reemplazante de Scarlett Johansson. Asimismo protagonizará el thriller <comi>"Ballerina, spin off"</comi> de John Wick y dirigida por Len Wiseman.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
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<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiKMrkFyXZ1OSq3zsh3Vu43Sv3i-QH7RF0RticiAT4e-YDz2SQr1pau8mGe1z5631dR8bLP9INdwWoiHcL0K5h4L-DLWSkhLOyLFlRyZs5kPmsRBRwIWNyV1vJjSG5vM1fJPLFwMkOSuYkhKv3SpsicL3Gl5Xvfl5IQH_Vf4sYMxQVM4aye5vu5IgFQ0w/s1600/ANA%20DE%20ARMAS-3.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:754px" /><br/>
<br/>
<div id="negrilla">IMAGEN PÚBLICA</div><br/>
<br/>
<div id="pe">En 2016 fichó por CAA (Creative Artists Agency), la agencia de representación más importante de Hollywood, empezando a trabajar con la publicista Anett Wolf, quien también gestiona la imagen pública de Cate Blanchett o Cindy Crawford. La imagen de Ana de Armas se ha visto especialmente favorecida después de su salto a Hollywood.</div>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Ana ha pasado por algunas de las estilistas más importantes de EE. UU. cómo Micaela Erlanger, la misma que trabaja con Meryl Streep, o Karla Welch, quién ha vestido a celebridades cómo Olivia Wilde, Sarah Paulson o Elizabeth Moss. Actualmente esta ligada a la estilista, Samantha McMillen, que es la encargada de los estilismos de Elle Fanning y Brie Larson.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>La actriz fue incluida en 2021 en el top 100 de personajes emergentes de la revista Time de artistas, activistas y líderes de la próxima generación. Su compañera en <comi>"Knives Out"</comi> Jamie Lee Curtis, reconocida actriz estadounidense, ha calificado su talento como <comi>"inconfundible, sus dones son evidentes"</comi>. También añadió: <comi>"Ha llegado una megaestrella: que seas tú la estrella que brilla alto y fuerte, Ana de Armas"</comi>. Mientras que la crítica especializa la han mencionado, <comi>"como una de las actrices con mejor primer plano del Hollywood actual"</comi>.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Actualmente su representante es Josh Lieberman, el mismo que lleva la carrera de Robert de Niro.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="negrilla">PUBLICIDAD</div><br/>
<br/>
<div id="pe">La actriz ha prestado su imagen a varias campañas publicitarias de marcas americanas como La Mer o Natural Diamond Council, que desde el 2020 sigue siendo embajadora de la marca estadounidense.</div>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>En 2019, es la cara del nuevo cortometraje de Campari, que dirige Matteo Garrone.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>En 2021, se convirtió en la embajadora mundial de Estée Lauder.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<div id="negrilla">VIDA PERSONAL</div><br/>
<br/>
<div id="pe">Ana de Armas comenzó una relación con el actor español Marc Clotet a mediados de 2010; se casaron en julio de 2011 y se divorciaron a principios de 2013. Posteriormente, salió con el director y guionista español David Victori desde mediados de 2013 hasta mediados de 2014. Luego estuvo brevemente comprometida con el agente de talentos estadounidense Franklin Latt durante un año, de 2015 a 2016. Y salió con el pintor cubano Alejandro Piñeiro Bello de 2017 a 2018. Más adelante, estuvo en una relación con el actor y cineasta estadounidense Ben Affleck, a quien conoció en el set de <comi>"Deep Water"</comi> en el otoño de 2019. En enero de 2021, terminaron su relación tras poco más de un año de noviazgo. Actualmente se encuentra en una relación con el actor y empresario, Paul Boukadakis, también vicepresidente de Tinder.</div>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Es íntima amiga de Chris Evans y Elena Furiase, con quien sigue manteniendo el contacto desde su primer encuentro en el rodaje de <comi>"El internado"</comi>; así como también de Claudia Valdés, junto a la que estudió en la Escuela Nacional de Arte.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Mientras presentaba Saturday Night Live el 15 de abril de 2023, declaró que recibiría la ciudadanía estadounidense en tres semanas.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQIplBZtqBJJv9ppina_DvvRe7r5weO03cqJ8rqYXsPs2Ccsc1T1A5rYsTL4x5WKA9k0SkBAm0TVPACXbzOo6ZeVRi3TK68gC6F11yQphUfGfvlJDnVTDAqdI5zMgd-XzZWonUEYxpmImoWST7ghTM0I9D68WtNPzV41BOl2KfdsDJR8n37avo2HeoGQ/s1600/ANA%20DE%20ARMAS-4.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:429px" /><br/>
<br/>
<div id="negrilla">FILMOGRAFÍA</div><br/>
<br/>
<strong>Cine</strong><br/>
<em>Año - Título - Personaje - Notas - Director</em><br/>
<lista>■ 2006 - Una rosa de Francia - Marie - Manuel Gutiérrez Aragón</lista><br/>
<lista>■ 2007 - Madrigal - Stella Maris - Fernando Pérez Valdés</lista><br/>
<lista>■ 2008 - Y de postre, qué - Laura - Cortometraje - Fernando González Gómez</lista><br/>
<lista>■ 2009 - Mentiras y gordas - Carola - Alfonso Albacete y David Menkes</lista><br/>
<lista>■ Ánima - Julieta - Cortometraje - Ana Victoria Pérez</lista><br/>
<lista>■ 2010 - Gru: mi villano favorito - Margo - Voz (doblaje al español) - Pierre Coffin y Chris Renaud</lista><br/>
<lista>■ 2011 - El callejón - Rosa / Laura - Antonio Trashorras</lista><br/>
<lista>■ Perrito chino - Sabina - Cortometraje - Fran Gil - Ortega</lista><br/>
<lista>■ 2013 - Faraday - Inma Murga - Norberto Ramos del Val</lista><br/>
<lista>■ 2014 - Por un puñado de besos - Sol - David Menkes</lista><br/>
<lista>■ 2015 - Anabel - Cris - Antonio Trashorras</lista><br/>
<lista>■ Knock Knock - Bel - Eli Roth</lista><br/>
<lista>■ 2016 - Exposed - Isabel de la Cruz - Gee Malik Linton</lista><br/>
<lista>■ Manos de piedra - Felicidad Iglesias - Jonathan Jakubowicz</lista><br/>
<lista>■ War Dogs - Iz - Todd Phillips</lista><br/>
<lista>■ 2017 - Overdrive - Stephanie - Antonio Negret</lista><br/>
<lista>■ Blade Runner 2049 - Joi - Nominación al Premio Saturn a la mejor actriz de reparto - Denis Villeneuve</lista><br/>
<lista>■ 2018 - Corazón - Elena Ramírez - Mediometraje - John Hillcoat</lista><br/>
<lista>■ 2019 - The Informer - Sofia Hoffman - Andrea Di Stefano</lista><br/>
<lista>■ Yesterday - Roxanne - Escenas eliminadas98 - Danny Boyle</lista><br/>
<lista>■ La Red Avispa - Ana Margarita Martínez - Olivier Assayas</lista><br/>
<lista>■ Knives Out - Marta Cabrera - Nominación al Globo de Oro a la mejor actriz de comedia o musical</lista><br/>
<lista>■ Nominación al Premio Satellite a la mejor actriz dramática - Rian Johnson</lista><br/>
<lista>■ Entering Red - Ella misma - Cortometraje (Publicidad) - Matteo Garrone</lista><br/>
<lista>■ 2020 - Sergio - Carolina Larriera - Greg Barker</lista><br/>
<lista>■ The Night Clerk - Andrea Rivera - Michael Cristofer</lista><br/>
<lista>■ 2021 - Sin tiempo para morir - Paloma - Cary Fukunaga</lista><br/>
<lista>■ 2022 - Deep Water - Melinda Van Allen - Adrian Lyne</lista><br/>
<lista>■ The Gray Man - Dani Miranda - Joe y Anthony Russo</lista><br/>
<lista>■ Blonde - Norma Jeane/Marilyn Monroe - Nominada al Óscar a la mejor actriz protagonista - Andrew Dominik</lista><br/>
<lista>■ 2023 - Ghosted - Sadie Rhodes - Dexter Fletcher</lista><br/>
<lista>■ TBA - Ballerina - Rooney - En rodaje99 - Len Wiseman</lista><br/>
<lista>■ Eden - Anunciado - Ron Howard</lista><br/>
<br/>
<strong>Televisión</strong><br/>
<em>Año - Título - Personaje - Notas - Cadena</em><br/>
<lista>■ 2007 - El edén perdido - Gloria - Película para televisión - Antena 3</lista><br/>
<lista>■ 2007 - 2010 - El internado - Carolina «Carol» Leal Solís - Elenco principal; 52 episodios (Temp 1 - Temp 6)</lista><br/>
<lista>■ 2010 - 2011 - Hispania, la leyenda - Nerea - Elenco principal; 17 episodios (Temp 1 - Temp 2)</lista><br/>
<br/>
<strong>Videoclips</strong><br/>
<lista>■ 2009 - «Mundo frágil» de Sidecars.</lista><br/>
<lista>■ 2011 - «Gipsy funky love me do» de Rosario Flores.</lista><br/>
<lista>■ 2018 - «Everyday» de Orishas.</lista><br/>
<lista>■ 2020 - «Antes que el mundo se acabe» de Residente.</lista><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3oU9L48xJAxx6b7if20M3uaoNPVv0BqmpceAZvbYsXmeOFb1D_o1S4HZZeLus1tdUTw40yVqN5iVV0thxhMzYku7rM2BRI18I0Duh1svpBZ6GX_pz8q2jbo1rWTskVunthLf6hDuCti2tEW-8FOZ955sGTGOqxwgyFikB_smZb2ae2OjdGkNEPpZiSQ/s1600/ANA%20DE%20ARMAS-5.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:412px" /><br/>
<br/>
<div id="negrilla">Premios y nominaciones</div><br/>
<br/>
<strong>Premios Oscar</strong><br/>
<em>Año - Categoría - Trabajo Nominado - Resultado</em><br/>
<lista>■ 2023 - Mejor actriz - Blonde - Nominada</lista><br/>
<br/>
<strong>Globos de Oro</strong><br/>
<em>Año - Categoría - Trabajo Nominado - Resultado</em><br/>
<lista>■ 2020 - Mejor actriz - Comedia o musical - Knives Out - Nominada</lista><br/>
<lista>■ 2023 - Mejor actriz - Drama - Blonde - Nominada</lista><br/>
<br/>
<strong>Premios BAFTA</strong><br/>
<em>Año - Categoría - Trabajo Nominado - Resultado</em><br/>
<lista>■ 2023 - Mejor actriz - Blonde - Nominada</lista><br/>
<br/>
<strong>Premios del Sindicato de Actores</strong><br/>
<em>Año - Categoría - Trabajo Nominado - Resultado</em><br/>
<lista>■ 2023 - Mejor actriz - Blonde - Nominada</lista><br/>
<br/>
<strong>Premios AACTA</strong><br/>
<em>Año - Categoría - Trabajo Nominado - Resultado</em><br/>
<lista>■ 2023 - Mejor actriz - Blonde - Nominada - 105</lista><br/>
<br/>
<strong>Premios Saturn</strong><br/>
<em>Año - Categoría - Trabajo Nominado - Resultado</em><br/>
<lista>■ 2018 - Mejor actriz de reparto - Blade Runner 2049 - Nominada</lista><br/>
<lista>■ 2021 - Knives Out - Ganadora</lista><br/>
<br/>
<strong>Premios Satellite</strong><br/>
<em>Año - Categoría - Trabajo Nominado - Resultado</em><br/>
<lista>■ 2020 - Mejor reparto en una película - Knives Out - Ganadora</lista><br/>
<lista>■ Mejor actriz - Musical o comedia - Nominada</lista><br/>
<br/>
<strong>Unión de Actores y Actrices</strong><br/>
<em>Año - Categoría - Trabajo Nominado - Resultado</em><br/>
<lista>■ 2020 - Mejor actriz en una producción internacional - Knives Out - Ganadora</lista><br/>
<lista>■ 2022 - Sin tiempo para morir - Ganadora</lista><br/>
<lista>■ 2023 - Blonde - Ganadora</lista><br/>
<br/>
<strong>Otros premios</strong><br/>
<em>Año - Premio - Categoría - Trabajo Nominado - Resultado</em><br/>
<lista>■ 2019 - National Board of Review - Mejor reparto - Knives Out - Ganadora</lista><br/>
<lista>■ Premios Golden Schmoes - Actuación revolucionaria del año - Ganadora</lista><br/>
<lista>■ Premios IGN Summer Movie - Mejor actriz - Nominada</lista><br/>
<lista>■ 2020 - Critics' Choice Awards - Mejor reparto - Nominada</lista><br/>
<lista>■ Premios Gold Derby - Mejor reparto - Nominada</lista><br/>
<lista>■ Mejor intérprete revolucionario - Nominada</lista><br/>
<lista>■ Premios Imagen - Mejor actriz - Nominada</lista><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAL_A6Q6fvGZkr0hqKEi_rqQU690RzLARCDv_5Cnt98Qe0S3s8J4BIcUwMG86Gq99ijCINkuAUkaf_Fboi34WfRMIjwNmDGJQMqs8aqZr7sodvquLCaVHS8k6aE_izxkjqRDMjZeRs0hlOddqjBVv6cZekdNzmqCm6x8Rvjq1Mmj1FDY_TZzkceKv7aA/s1600/ANA%20DE%20ARMAS-6.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:553px" /><br/>
<br/>
<br/>
Fuente del texto: <a href="http://www.wikipedia.com/" target="_blank">WIKIPEDIA</a>
JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-81088336728334676902024-03-13T08:32:00.003-05:002024-03-13T08:32:38.185-05:00ANIMACIONES VARIAS - 11<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiW-1vbtj_LHE-qs5ug6Bdq9t8fo0NHKBqXBAZtMNjV4JDS4uEzj7YYLq3Hv4h-eztQHc3EWp8qlp-0rm8mtaStegUjYtK1SXk8azeBrK923IvncnukEf8jwcv92ix2sNhuKR7jVsi6E-FnW1koR_CHXuwJGFROhzRcszgpNefadkkm_mJEVgP23pq4hw/s1600/ANIMADO-01-11-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:450px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgI1_jOZqqOzcHR3ECZNxYOHxZMMy80XuhzjdR7zUCe9jwptCg0aobkapZf7kAbvTsQQsV-7piEABI4xAT9kISRQl_6M6I718vH6CG-3F9mTG0grQy3GEQNtVx8nzvi2Ho-dMSz7B41O-eQRmkdHuNX5yZ2byYJshxDmskUKYM5aI7RduYKd7IMcIedyg/s1600/ANIMADO-02-11-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:418px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjsQ8VJKbLA6VptU3I7qeuqLkpItGushLA5k-GCLehK4XDOdI-JyWyPCyK1oHb7dAuJyrL2duvGG-hTzxE_-eRSDFTWtRmtnBGXY9O7oD1WsfeM2dvduiDjxxjqM1g59AYx7XuByM5nhmNWHuznzQgDTZ2rdfpp0WPlMmjRa0HGQR_tdiz2ZiBTFrgI3Q/s1600/ANIMADO-03-11-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:450px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMb0mOyAFDl-U3jebyCmRWkJQUz4fWdMw5h3Yj8wVSWj1GGkPxAs5F37t9Bf3vYV8pJSqEuCmujqjaxqGkz4oPtiCJpMfQy5kpCx0GjQkAK-4yykN5t7Hjnbkeod08-Z1BQKg3nivGagNJS0Fx18c1uPqeheD4md5kztoHeouKWm3uNpKF1Q6Y6BMGpQ/s1600/ANIMADO-04-11-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:289px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5Cf8JbjxLJLf1hJRU2XvpZNi4dCljPy6xn30vH5FQGxlVziLHUTQftzC-xWJDuJ736kw6AMrrnI6tF61wG1VhYxhDkSRXemkkqwFB4mH_4TXInp8WC34AIPwssCG6Jt2rkcl3ZH2mH2hLuvClKpD_9GvkoGYwwP3kpXTDD3lch3v_YCb-DIGXs2xI5A/s1600/ANIMADO-05-11-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:450px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVj-KcBCmso7fvunXQPeGixDl3SkpBRsx0mVb1Qkpi2M9HO22tf_gAYDkNzYOVXKc_YK47j-FZuIh36S0L7CBehHVRX_ruTJ4nMiwU5PmtIpLHSHfcWu5blukarAP4E4J4ABAQnk0BdduiqagcORt36KewruDBqFDKYwHWhE7SDMZKJbTaziK_PaUYEA/s1600/ANIMADO-06-11-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:450px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
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<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikhiUwcO6U46l0I7bRyuaY0QGjnlIOqvdI8JD1q37I6V8pjWJ7LB5im6vRBPeqSOtbN2EzbbVu1i8w94OGewgZ-hZUJm2hxQMJd21EGI8A-32NRdtmhPXcmvr4RPFloLO-9KgSLX6yD3xMhBvBmNpAhFb3yOcYXwRExL9A3bbtp6qdbnZ0XsC-jftBMg/s1600/ANIMADO-07-11-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 350px; height:525px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
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<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5NwyLcPbN8PZzi6yvT4o69iTjXgvwxOqdGbzkN3gUBcStVrW2OwwSDsNxIDB5lNGjZlg-e6HkDxlkcHN3ommCQre-mN68P0ETsaF7awpvzv_2nbVRlvqP24QpHA2b4uAyVCG24XJF_z4QIHP_AOFkOS71TSV3mW2wSVV9k7JLzpoc3mtoPXeFX3e8Og/s1600/ANIMADO-08-11-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:420px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
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<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6V39beYVa5BFePaBFdDLYsYAiOJhZe41TLyJNqRsso8eWBOSzK-mnS_N_sTcpf6veJhZAunsQkOtu1wTFR53_YaCfhpuw8R_Yl-I4-kiziqGdftEyOOyuWvVVOlTI8BaLrIZkSGEhR9us9x3G6cnb_FN_3UYi8blo9kSRguoo9_JKMeJio7LPz5fzsA/s1600/ANIMADO-09-11-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 350px; height:495px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjs2dskH1CMERktJukjPqnV7IWdRVXz4P65-DSDYocOhu-aufyeNlGNJMyMr7d6oZKer5qlQnma-GtzOLeaK8EfLyulHLfad8VVqN6xqsZqxnyTd-fvwXXZV2U1LEkhtJhTV2PkFNRbhAT-TpLL6RmBiuh8P6baHX7X83O-68BJTEv5CHaP-cVfzyP1tw/s1600/ANIMADO-10-11-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:450px" />
JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-90451566757165931592024-03-11T08:26:00.003-05:002024-03-11T08:26:54.597-05:00PARA PROGRESAR, SEA DIFERENTE<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8_HLz8XeMxCPQPQyCYPBQ3mHeF5xO41BYUR1afWVmBxKiifnibE08oniLAB8geYQsHUjaa4HIKHkUaGrRGm1EUYILTb710pse8TmGlG4Hx4OxH0amDoNh43fW4AIWzped_rU8aNLGKqt3Ta848gE7MJer84rvEL7O-NQjbwSu-4lF-xwzLFQXd6kLug/s1600/MUJER-OFICINA-TRABAJO.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:367px" /><br/>
<blockquote>¿Por qué el éxito en los negocios, como en cualquier otra actividad, se alcanza más fácilmente apartándose de los convencionalismos?</blockquote><br/>
<br/>
<em>Por Williamson Day (asesor en asuntos gubernamentales de la Ford Motor Company, ha comprobado que las recomendaciones hechas en este artículo han dado buenos resultados a muchas personas).</em><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">¿SE APEGARIA el lector a la descripción clásica del joven dirigente activo y prometedor? ¿Trabaja horas extraordinarias, se lleva papeles a casa y permanece mucho tiempo sentado ante el escritorio? ¿Se arregla usted conforme a la moda imperante? ¿Planifica todos los detalles de un provecto y acepta cualquier obligación nueva?</div>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Pues bien., ¡tal vez va usted camino del fracaso, que no hacia el éxito! Pcr asombroso que parezca, unas prácticas tradicionales en el ámbito de los negocios son actualmente objeto de revisión. Lea usted estas normas del administrador inconformista y juzgue por ellas sus propios procedimientos:</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<strong>• No trabaje nunca horas extraordinarias.</strong><br/>
<br/>
<parraf>Permanecer ante el escritorio más horas que las reglamentarias (si ello se torna habitual) significa mala distribución del tiempo. No es prueba de que usted haya dominado su trabajo, sino, por lo contrario, puede ser indicio de que no ha logrado organizarlo de manera óptima. En una fábrica muy grande un jefe de departamento era famoso por las muchas horas suplementarias que trabajaba. Los principales funcionarios le llamaban <comi>"nuestro brazo derecho"</comi>, pero confesaban en privado que su eficiencia dejaba mucho que desear. No producía lo suficiente ni con la celeridad recomendable. Otros funcionarios menores que terminaban sus labores en la jornada normal gozaban de mayor estimación en la compañía.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>EXCEPCIÓN: A veces es preciso trabajar horas adicionales, sobre todo cuando surge inesperadamente un proyecto y tiene una fecha límite.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<strong>• No se lleve el trabajo a casa.</strong><br/>
<br/>
<parraf>El síndrome de la cartera llena de papeles para llevar a casa cs más perjudicial que provechoso. Constituye un pretexto para aplazar las decisiones importantes y la lectura de documentos imprescindibles. La Escuela de Administración de la Universidad de Harvard siempre ha asignado a sus estudiantes más lecturas de lo que pueden digerir, para obligarlos a seleccionar lo esencial. Los dirigentes que no saben descartar lo trivial, demuestran no haber dominado una de las prácticas fundamentales de la administración.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>EXCEPCIÓN: En raras ocasiones, tal vez la noche anterior a un día en que tenga usted que presentar un breve informe a un superior, convendrá que revise los datos de última hora, pero nada de poca monta justifica la cartera repleta de papeles para leerlos en casa.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<strong>• Nunca permanezca todo el día ante el escritorio.</strong><br/>
<br/>
<parraf>Los gerentes que llegan a su mesa a las 9 de la mañana y permanecen allí hasta las 5 de la tarde suelen ser más sedentarios que activos. Los dirigentes de espíritu creador saben que es indispensable pasar cierto tiempo lejos del escritorio, no sólo para renovar relaciones, sino también para tomar parte en nuevas experiencias. La clave está en aprovechar bien el tiempo que se pasa fuera. de la oficina. Cierto gerente (enlace de la empresa con una dependencia gubernamental) empezaba dos mañanas a la semana con una visita a las oficinas del gobierno. Y comprobó que 20 minutos con sus colegas del sector oficial rendían tanto como una hora de trabajo en su propia oficina.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<strong>• No siga servilmente la moda.</strong><br/>
<br/>
<parraf>Una de las prácticas menos productivas en la vida de los negocios es la de imitar sumisamente al jefe. El presidente de una gran compañía se dejó crecer el pelo y todos los vicepresidentes lo imitaron inmediatamente. Tal vez seguir la moda en cuestión de ropa y arreglo personal no haga mucho daño a nadie, pero seguir las ideas de moda sí puede ser muy perjudicial para el administrador. En los negocios, como en la vida, ser uno mismo (dentro del marco de la empresa) es esencial para progresar. Los altos funcionarios han llegado a esas posiciones porque se apartan de la rutina y saben correr un riesgo sin caer en la imprudencia. El ímpetu creador, la firmeza de opiniones y el valor civil a veces se oponen a la moda del momento, pero son las cualidades que distinguen a los que confían en sí mismos a diferencia de los timoratos.</parraf><br/>
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<parraf>EXCEPCIÓN: No se debe descartar a la ligera la experiencia; algunos procedimientos son tan eficaces que es conveniente seguirlos al pie de la letra.</parraf><br/>
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<strong>• No planifique el proyecto hasta sus detalles mínimos.</strong><br/>
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<parraf>El gerente que insiste en poner todos los puntos sobre las íes no está aprovechando bien el tiempo. Pocos son los proyectos que se pueden planificar con absoluta precisión, y todo buen gerente sabe que durante la ejecución se presentan momentos cruciales en que es preciso enfrentarse a diversas posibilidades. Su obligación es mantener abiertas esas opciones y procurar que su equipo esté preparado para obrar en consonancia.</parraf><br/>
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<parraf>EXCEPCIÓN: Ciertas operaciones requieren una rigurosa previsión, especialmente cuando hay variables previstas. Pero aun en estos casos quizá resulte más ventajoso proceder paso a paso y evaluar la situación a cada momento.</parraf><br/>
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<strong>• No asuma obligaciones sólo para demostrar su deseo de colaborar.</strong><br/>
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<parraf>Está bien que el joven recién graduado de la escuela de administración busque deberes, reconocimiento y remuneración, en este orden; pero hacerse responsable de una nueva obligación sin prepararse antes para ella puede ser muy perjudicial. Cumplir con gran eficacia una labor en un número limitado de aspectos granjea más aplausos que un mediocre rendimiento en muchos asuntos diversos. </parraf><br/>
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<parraf>EXCEPCIÓN: Hay actividades en que, por ser escaso el personal preparado, el joven administrador debe ofrecerse voluntariamente para llevar a término una tarea, aun cuando no disponga de más equipo que su buena voluntad; pero debe cerciorarse bien de que la gerencia acepta de antemano los riesgos y está preparada para uno o dos reveses antes de alcanzar el éxito.</parraf><br/>
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<parraf>En suma, el gerente distinto no está fuera de lugar; por lo contrario, suele ser un funcionario que sabe bien cuál es su camino y lo sigue.</parraf><br/>
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<strong>Menos gente, mejor pagada = Excelencia</strong><br/>
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<parraf>HISTORIA VERÍDICA: Había una vez un departamento pequeño de una gran empresa. Estaba integrado como la típica pirámide: por un vicepresidente, un gerente, una secretaria y cinco empleados menores. Para coordinarse con el resto de la compañía, tenían que terminar el trabajo de cada día, sin errores, a las 7 de la noche. Y nunca lo lograban.</parraf><br/>
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<parraf>Sucedía que los empleados menores sometían el trabajo al gerente, el cual hacía ciertos cambios (porque, si no, ¿para qué estaba él?), y él lo turnaba al vicepresidente, que también le hacía otras modificaciones (pues, si no, ¿él para qué estaba?). Los empleados menores ya sabían que tendrían que rehacerlo todo, de manera que se habían acostumbrado a trabajar sin mayor empeño. Resultado: el trabajo se terminaba a las 11 de la noche y siempre salía plagado de errores.</parraf><br/>
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<parraf>En este caso, por fortuna, se evitó la solución tradicional de contratar más personal. Lo que hicieron fue cesar al vicepresidente, al gerente y a la secretaria. Convocaron a los empleados menores a una reunión en que se les dijo cuánto dinero había disponible para sueldos y se les dieron estas instrucciones: <comi>"Considérense ustedes una pequeña empresa. Contraten el personal que necesiten, páguense los sueldos que puedan dentro del presupuesto y entreguen el trabajo terminado y sin errores a las 7 de la noche"</comi>.</parraf><br/>
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<parraf>Durante un tiempo el trabajo bajó de calidad, pero un buen día todo empezó a funcionar bien. Los <comi>"socios"</comi> no necesitaban más personal, así que pudieron aumentarse los sueldos en un 25 por ciento. Se distribuyeron las obligaciones y descubrieron, con gran sorpresa, que podían entrar a las 10 de la mañana y terminar sin errores el trabajo hacia las 4 de la tarde. Ahora todos están felices y el resto de la empresa los envidia.</parraf><br/>
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<parraf>La moraleja de este relato es que <comi>"cinco personas en equipo trabajan mejor que ocho en pirámide"</comi>. O dicho de otro modo: <comi>"Menos gente, mejor pagada, produce resultados superiores sin recargo de los costos, como no sea para los cesados"</comi>.</parraf><br/>
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<em>—Robert Townsend, ex dirigente de Avis Rent-a-Car y autor de Up the Organization, en Horizon</em><br/>
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<center><span style="font-size:80%">Condensado de <comi>"Nation's Business"</comi> (Octubre de 1973), © 1973 por Nation's Business, 1615 H St., N.W., Washington, D.C. 20006.</span></center>
JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-71967809942729715332024-03-09T08:46:00.003-05:002024-03-09T08:46:42.339-05:00NOTICIAS DEL MUNDO DE LA MEDICINA<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdrcxa0FmiELAg2t4RVfasBTkzMUamO9iT2DvxxeGzMjcggZLm61iBIbJgF7d9s292e6RpJ9Xjj30SMunusnX3vE2Fr99k8_C3vVzNR2oQbIUVw_lKz5fjtEKiHQ9kks7HTY9ZQST8WirskKJpyj8MrHCcQ-BRGeT67xXcXv4EvBso0nt4WU_kWjtBrg/s1600/MEDICINA-JUL-74.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:353px" /><br/>
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<div id="negrilla">ADVERTENCIA A LOS QUE <comi>"SUCCIONAN"</comi> GASOLINA </div><br/>
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<div id="pe">LA ESCASEZ de combustible ha originado muchos padecimientos a los que sacan gasolina del depósito de los automóviles sorbiéndola por un tubo de goma o de plástico. Cualquiera que intente este método corre un grave peligro. La ingestión de 120 c.c. de gasolina líquida puede causar la muerte; en cantidades menores produce dolor de cabeza, náuseas, vómitos, mareos, trastornos visuales, confusión mental, lesiones en los nervios, pérdida de la coordinación, disnea y convulsiones. La gasolina inhalada accidentalmente podría provocar neumonía <comi>"química"</comi>, que no cede con los antibióticos y paraliza rápidamente los pulmones. Si tiene usted que <comi>"succionar"</comi> gasolina, utilice una bomba aspirante.</div>
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<em>—Newsweek</em><br/>
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<div id="negrilla">MANÉJESE CON CUIDADO</div><br/>
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<div id="pe">LAS INFECCIONES bacterianas pos-operatorias constituyen tremendos problemas en los hospitales. En busca de focos de contaminación, David Taplin y Patricia Mertz, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Miami, examinaron los floreros colocados en salas o habitaciones donde hay pacientes especialmente vulnerables a los gérmenes, como las de recuperación y las de enfermos con quemaduras graves.</div>
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<parraf>Observaron que tres días después de colocar las flores en un jarrón con agua limpia tomada de la llave, el líquido contenía grandes cantidades de seis especies diferentes de bacterias causantes de infecciones en los hospitales, la mitad de ellas resistentes a los antibióticos. Además, los gérmenes de las heridas infectadas de los pacientes operados eran los mismos precisamente que se encontraban en los floreros. En los jarrones testigo, llenos de agua, pero sin flores, el recuento bacteriano resultó insignificante.</parraf><br/>
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<parraf>Los investigadores sugieren que los microorganismos llegan al hospital en las flores; que las plantas proporcionan sustancias nutritivas al agua de los jarrones, convirtiéndola en un excelente caldo de cultivo para los gérmenes patógenos que ya se encuentran en el hospital. Por tanto, señalan, la costumbre de tirar las flores marchitas y el agua putrefacta en cl lavabo o en el excusado contiguo a la habitación del enfermo <comi>"equivale a dejar caer un cultivo de bacterias infecciosas en la sala del hospital"</comi>. Los investigadores recomiendan <comi>"no meter flores en las zonas de mayor peligro. Aunque el valor estético y estimulante de éstas es indiscutible, el riesgo para el paciente vulnerable las hace prohibitivas"</comi>. Esto no quiere decir, agregan, que se deban desterrar las flores de las habitaciones de otros enfermos menos expuestos.</parraf><br/>
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<em>—Adaptado de The Lancet, de Inglaterra</em><br/>
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<div id="negrilla">¿QUIÉNES ESTÁN MÁS PROPENSOS A LA ÚLCERA GÁSTRICA?</div><br/>
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<div id="pe">LOS <comi>"CAFETÓMANOS</comi>" empedernidos corren un riesgo mucho mayor de tener úlcera gástrica que las personas que no beben café. Ahora bien, por extraño que parezca, los aficionados a las bebidas alcohólicas no están más propensos a este padecimiento que los abstemios. Por su parte, el compulsivo amante de la perfección que teme fracasar y vive en tensiones constantes, tampoco tiene mayor predisposición a la úlcera que sus colegas más conformistas. Tales son las conclusiones a que llegó el Dr. Ralph Paffenbarger, de la Universidad de California en Berkeley, tras hacer un estudio de más de 25.000 ex alumnos de esa institución. En síntesis, su informe establece:</div>
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<parraf>• Los individuos que beben dos o más tazas de café al día presentan una incidencia 72 por ciento mayor de úlceras gástricas que quienes no toman café. Los consumidores de bebidas refrescantes con <comi>"cola"</comi> sufren un 48 por ciento más.</parraf><br/>
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<parraf>• En los fumadores la úlcera gástrica es el 33 por ciento más frecuente que en las personas que no fuman, y el riesgo de enfermar de este padecimiento resulta proporcional al número de cigarrillos que fuman al día.</parraf><br/>
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<em>—U.S. News & World Report</em><br/>
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<div id="negrilla">EL MISTERIO DE LAS CARIES DENTALES</div><br/>
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<div id="pe">EL ODONTÓLOGO Elías Fass, de Fairfield (Connecticut), se sintió intrigado por uno de sus primeros pacientes: un niño de 18 meses de edad que tenía cariados todos los dientes, excepto los cuatro incisivos inferiores. Al estudiar más casos, el Dr. Fass observó que este trastorno, exclusivo de los dientes de leche, era muy frecuente y aparecía en superficies generalmente inmunes a la caries. Según comprobó, no se debía a la ingestión de golosinas azucaradas, ni era achacable a deficiencias de higiene bucal. Como las caries atacaban determinados lugares y nunca se presentaban en los cuatro incisivos inferiores, eliminó la desnutrición como posible causa.</div>
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<parraf>La única circunstancia común a los niños examinados era que habían tomado, durante mucho tiempo después de la dentición, un biberón con leche, jugo o algún otro líquido azucarado al irse a dormir por la noche o antes de las siestas diarias. Al rodear el pezón artificial con la lengua, el niño se protegía los incisivos inferiores: las demás piezas dentarias se bañaban en leche o en jugo y éstos nutrían a las bacterias bucales, que no <comi>"lavaba"</comi> la saliva, pues casi no hay secreción salival durante el sueño.</parraf><br/>
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<parraf><comi>"Cuanto más temprano le salen al niño los dientes y más persiste en la costumbre del biberón, tanto mayor es el daño"</comi>, indica el odontólogo. Ha denominado al padecimiento <comi>"boca de biberón"</comi> y repetidas veces ha puesto al público en guardia contra el peligro. Hasta el momento los padres le han prestado poca atención, porque creen que los dientes de leche carecen de importancia. Pero el Dr. Fass explica que, si se dejan cariar las raíces de los primeros dientes, los definitivos saldrán torcidos. El niño no masticará bien y acaso se le deformen las mandíbulas. Por tanto, aconseja: <comi>"Cuando le hayan brotado los primeros dientes, no se debe dar al niño por la noche, ni antes de la siesta, biberones de leche o zumos, ni de otra bebida azucarada, ni píldoras tranquilizantes con azúcar. Si persiste en el hábito, es preferible poner en la botella agua o un tranquilizante sin azucarar"</comi>.</parraf><br/>
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<em>—Patricia Skalkam, en Today's Health</em><br/>
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<div id="negrilla">UNA AMENAZA PARA LOS PIES</div><br/>
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<div id="pe">CADA VEZ se ve un número mayor de mujeres que, temporalmente tullidas, tienen que andar con muletas. ¿Cuál es h causa? Los zapatos de suelas altas y rígidas que se venden con diversos nombres comerciales.</div>
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<parraf><comi>"En los últimos seis meses he tratado 12 lesiones que se pueden atribuir concretamente a esos zapatos de plataforma"</comi>, manifestó un podiatra. El pie <comi>"se cae"</comi> de la plataforma y se produce la fractura del metatarso o una grave distensión del tobillo.</parraf><br/>
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<parraf><comi>"Si se tuerce el tobillo alguna persona que calza un zapato normal, el pie vuelve en seguida a la posición debida"</comi>, explicó otro podiatra, <comi>"pero si anda uno sobre plataformas de ocho o diez centímetros de altura y se tuerce el tobillo, éste seguirá torciéndose hasta llegar al suelo"</comi>.</parraf><br/>
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<parraf>Para los observadores, uno de los aspectos más alarmantes de esta moda es la posibilidad de accidentes de automóvil. Estos zapatos, aparte de estorbar, resultan peligrosos cuando se va al volante. <comi>"Si hay que frenar rápidamente y el zapato está apoyado en el acelerador, lo más probable es que no se logre alcanzar a tiempo el pedal del freno"</comi>.</parraf><br/>
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<em>—Enid Nemy, en el Times de Nueva York</em>
JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-57692214904216235132024-03-08T08:22:00.001-05:002024-03-08T08:22:34.311-05:00UN HOMBRE PRECAVIDO (Frederick Forsyth)<div id="pe">Timothy Hanson enfocaba los problemas de la vida con paso tranquilo y pausado. Se enorgullecía de su acostumbrado sistema de análisis sereno, seguido de la elección de la alternativa más favorable y de una resuelta puesta en práctica, todo lo cual le había llevado, en los comienzos de su edad madura, a la riqueza y a la posición de que ahora disfrutaba.</div>
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<parraf>Aquella fresca mañana de abril, se quedó plantado en el peldaño superior de la escalinata de la casa de Devonshire Street, corazón de la élite médica de Londres, y se examinó, mientras la reluciente puerta negra se cerraba respetuosamente detrás de él.</parraf><br/>
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<parraf>El doctor, viejo amigo que era su médico de cabecera desde hacía muchos años, se habría sentido preocupado y afligido incluso con un extraño. Tratándose de un amigo, la cosa había resultado aún más dura para él. Había mostrado una angustia mayor que la de su paciente.</parraf><br/>
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<conv1>—Timothy, sólo tres veces en mi carrera he tenido que dar una noticia como ésta —había dicho, apoyando las manos sobre los dictámenes y las radiografías que tenía delante—. Debes creerme si te digo que es la experiencia más triste en la vida de un médico.</conv1><br/>
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<parraf>Hanson le había dicho que le creía.</parraf><br/>
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<conv1>—Si fueses diferente de como sé que eres —había dicho el médico—, me habría sentido tentado a mentirte.</conv1><br/>
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<parraf>Hanson le había dado las gracias por el cumplido y por su sinceridad.</parraf><br/>
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<parraf>El doctor le había acompañado personalmente hasta la puerta del consultorio.</parraf><br/>
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<conv1>—Si puedo hacer algo... Sé que parece una tontería..., pero ya sabes lo que quiero decir..., cualquier cosa...</conv1><br/>
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<parraf>Hanson había dado un apretón al brazo del médico y sonreído a su amigo. Había sido suficiente.</parraf><br/>
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<parraf>La recepcionista en bata blanca le había abierto la puerta de la calle. Hanson estaba ahora plantado allí, y respiró profundamente. El aire era fresco y limpio. El viento del nordeste había barrido la ciudad durante la noche. Desde el peldaño superior, contempló la calle de casas discretas y elegantes, casi todas ellas oficinas de asesores financieros, bufetes de abogados caros y consultorios de médicos particulares.</parraf><br/>
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<parraf>Una joven con tacones altos pasó vivamente por la acera, en dirección a Maryiebone High Street. Era bonita y lozana, de ojos vivarachos y mejillas sonrosadas. Hanson la miró y, cediendo a un impulso, le dirigió una sonrisa e inclinó su cabeza gris. Ella pareció sorprendida y en seguida se dio cuenta de que no le conocía, ni él la conocía a ella. Era un ademán de galantería, no un saludo. Le devolvió la sonrisa y siguió su camino, acentuando un poquitín la ondulación de sus caderas. Richards, el chofer, fingió no advertirlo, pero lo había visto y aprobado. Estaba de pie juno al «Rolls», esperando.</parraf><br/>
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<parraf>Hanson bajó la escalinata y Richards abrió la portezuela. Hanson subió al automóvil y se arrellanó en su cálido interior. Se quitó el abrigo, lo dobló cuidadosamente, lo colocó sobre el asiento a su lado y depositó el negro sombrero sobre él. Richards ocupó su sitio detrás del volante.</parraf><br/>
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<conv1>—¿A la oficina, Mr. Hanson? —preguntó.</conv1><br/>
<conv1>—A Kent —dijo Hanson.</conv1><br/>
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<parraf>El «Silver Wraith» había girado hacia el Sur y entrado en Great Portiand Street, en dirección al río, cuando Richards se atrevió a preguntar.</parraf><br/>
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<conv1>—¿Le ocurre algo a la bomba, señor?</conv1><br/>
<conv1>—No —dijo Hanson—. Sigue funcionando. Ciertamente, nada le pasaba a su corazón. En este sentido, era fuerte como un toro. Y no era momento de comentar con su chofer las furiosas e insaciables células que roían su intestino. El «Rolls» pasó por delante de la estatua de Eros, en Piccadilly Circus y entró en la corriente de tráfico que bajaba por Haymarket.</conv1><br/>
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<parraf>Hanson se echó atrás y contempló la tapicería del techo. Seis meses parecen una eternidad, murmuró para sí, cuando es todo lo que le queda de vida, no parece un período tan largo. No, no lo parece.</parraf><br/>
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<parraf>Desde luego, tendría que hospitalizarse durante el último mes, le había dicho el médico. Cuando la cosa se pusiese mal. Y se pondría. Pero había calmantes, nuevas drogas, muy poderosas...</parraf><br/>
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<parraf>El automóvil torció a la izquierda en Westminster Bridge Road y entró en el puente. Por encima del Támesis, Hanson observó la mole cremosa de County Hall moviéndose en su dirección.</parraf><br/>
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<parraf>Era, pensó, un hombre de fortuna considerable, a pesar de los gravosos índices de impuestos establecidos por el nuevo régimen socialista. Tenía su negocio de monedas raras y preciosas; gozaba de prestigio y de respeto en el ramo, y era dueño de la casa donde aquél se hallaba establecido. Y él era el único amo, sin socios ni participantes.</parraf><br/>
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<parraf>El «Rolls» había tomado el desvío de Elephant y Castie y se dirigía a la Oíd Kent Road. La estudiada elegancia de Maryiebone había quedado muy atrás, así como la riqueza comercial de Oxford Street y las sedes gemelas de poder de Whitehall y County Hall, a horcajadas sobre el río en Westminster Bridge. Desde el Elephant hacia delante, el escenario era más pobre, modesto, parte de la faja de zonas urbanas conflictivas, entre la riqueza y el poder del centro y la pulida complacencia de los suburbios residenciales.</parraf><br/>
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<parraf>Hanson observó los viejos y cansados edificios, ovillado en su automóvil de 50.000 libras, que rodaba por una autopista de 1.000.000 de libras la milla. Pensó con cariño en la adorable casa solariega de Kent a la que se dirigía, levantada en medio de un cuidado parque de 600 áreas, salpicado de robles, hayas y limas. Se preguntó qué sería de ella. Además, tenía el gran apartamento de Mayfair, donde pasaba ocasionalmente noches de entre semana, en vez de viajar a Kent, y donde podía recibir a compradores extranjeros en un ambiente menos formal que el de un hotel y generalmente más adecuado para la campechanía y, por ende, para hacer buenos negocios.</parraf><br/>
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<parraf>Aparte de la empresa y de los dos inmuebles de su propiedad, tenía su colección de monedas particular, reunida con amoroso cuidado durante muchos años, y la cartera de acciones y obligaciones, por no hablar de las cuentas corrientes en diferentes Bancos y del automóvil en que ahora viajaba.</parraf><br/>
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<parraf>Éste se detuvo en seco en un paso de peatones de uno de los sectores más pobres de la Oíd Kent Road. Richards emitió un gruñido de irritación. Hanson miró por la ventanilla. Una hilera de niños cruzaba la calle bajo la dirección de cuatro monjas. Dos de éstas iban en cabeza, y las otras dos cerraban la retaguardia. Al final de la cola, un niño pequeñito se había detenido en mitad del paso y contemplaba el «Rolls Royce» con no disimulado interés.</parraf><br/>
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<parraf>Tenía una cara redonda y agresiva, y chata la nariz. Sus cabellos despeinados estaban cubiertos por un gorro torcido y con las iniciales Tt. B; uno de sus calcetines estaba caído, arrugado sobre el tobillo, sin duda porque la liga desempeñaba una función más importante en otro sitio, como parte vital de un tirachinas. Levantó la mirada y vio la distinguida cabeza de plata que le miraba desde detrás del cristal de la ventanilla. Sin vacilar, el rapazuelo hizo una mueca, se llevó el pulgar de la mano derecha a la nariz y movió los otros dedos, en ademán desafiador.</parraf><br/>
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<parraf>Sin cambiar de expresión, Timothy Hanson colocó también el pulgar de su mano derecha sobre la punta de la nariz y correspondió al chaval con un ademán idéntico al suyo. El chico pareció pasmado. Bajó la mano y, después, sonrió de oreja a oreja. Un segundo más tarde, fue empujado fuera del paso de peatones por una atribulada y joven monja. La cola se había formado de nuevo y marchaba en dirección a un gran edificio gris apartado de la calzada, detrás de la barandilla. Libre del impertinente obstáculo, el «Rolls» arrancó de nuevo hacia Kent.</parraf><br/>
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<parraf>Treinta minutos más tarde, habían dejado atrás los extensos suburbios, y se abrió ante ellos la larga cinta de la autopista M20. Los North Downs quedaron también atrás, y el automóvil entró en el paisaje de onduladas colinas y valles del jardín de Inglaterra. Hanson pensó ahora en su esposa, muerta hacía diez años. Su matrimonio había sido feliz; sí, muy feliz, aunque no habían tenido hijos. Quizás hubiesen debido adoptar uno; habían pensado bastante en ello. Ella era hija única, y sus padres habían muerto hacía tiempo. En cuanto a él, solo le quedaba una hermana, por la que sentía verdadera antipatía, sólo igualada por la que le inspiraban su aborrecible marido y su igualmente desagradable hijo.</parraf><br/>
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<parraf>Al sur de Maidstone, se acabó la autopista y, unas millas más adelante, en Harrietsham, Richards salió de la carretera principal y torció hacia el Sur, en dirección a ese estuche de huertos pulquérrimos, campos, bosques y alegres jardines, al que llaman el Weald. Era en este delicioso sector rural donde Timothy Hanson tenía su casa de campo.</parraf><br/>
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<parraf>Tenía que contar también con el ministro de Hacienda, pensó Hanson. Reclamaría su parte, y no sería grano de anís. Porque la suerte estaba echada. Después de demorarlo años y años, por una u otra razón, tenía ahora que hacer testamento.</parraf><br/>
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<conv1>—Mr. Pound le recibirá en seguida, señor —dijo la secretaria.</conv1><br/>
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<parraf>Timothy Hanson se levantó y entró en el despacho de Martin Pound, socio más antiguo de la firma de abogados «Pound y Gogarty».</parraf><br/>
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<parraf>Como muchos hombres ricos y maduros, Hanson había contraído amistad personal con sus cuatro consejeros más valiosos: el abogado, el agente de cambio y Bolsa, el asesor mercantil y el medico, y estaba en inmejorables relaciones con todos ellos. Los dos hombres se sentaron,</parraf><br/>
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<conv1>—¿En qué puedo servirte? —preguntó Pound.</conv1><br/>
<conv1>—Desde hace tiempo, Martin, me has aconsejado que haga testamento —dijo Hanson.</conv1><br/>
<conv1>—Cierto —respondió el abogado—. Es una precaución muy necesaria y que se olvida muchas veces.</conv1><br/>
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<parraf>Hanson hurgó en su cartera y sacó un abultado sobre de papel manila, sellado con lacre rojo. Lo alargó sobre la mesa al sorprendido abogado.</parraf><br/>
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<conv1>—Aquí está —dijo.</conv1><br/>
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<parraf>Pound tomó el sobre con un gesto de perplejidad en su rostro siempre tranquilo.</parraf><br/>
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<conv1>—Espero, Timothy, que... En el caso de un caudal tan importante como el tuyo...</conv1><br/>
<conv1>—No te preocupes —repuso Hanson—. Ha sido redactado por un abogado. Debidamente firmado por mí y por los testigos. No hay ninguna ambigüedad, nada que pueda dar pie a impugnarlo.</conv1><br/>
<conv1>—Comprendo —dijo Paúl.</conv1><br/>
<conv1>—No lo tomes a mal, viejo amigo. Sé que te estás preguntando por qué no te encargué su redacción y acudí a un abogado provinciano. Tuve mis razones. Por favor, confía en mí.</conv1><br/>
<conv1>—Desde luego —dijo apresuradamente Pound—. No hables más de ello. ¿Deseas que lo guarde en lugar seguro?</conv1><br/>
<conv1>—Sí. Pero hay otra cosa. En él te designo como único albacea. Sé que preferirías haberlo visto. Pero te doy mi palabra de que no hay nada, en las funciones del albacea, que pueda turbar tu conciencia, tanto profesional como personalmente. ¿Aceptas?</conv1><br/>
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<parraf>Pound sopesó el grueso sobre con las manos.</parraf><br/>
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<conv1>—Sí —dijo—, puedes contar con ello. En todo caso, estoy seguro de que hablamos de un futuro remoto. Tienes un aspecto magnífico. Viendo las cosas como son, es probable que vivas más que yo. ¿Qué harás entonces?</conv1><br/>
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<parraf>Hanson aceptó la lisonja por la buena intención que la había provocado. Diez minutos más tarde, salió al claro sol de mayo, en Gray's Inn Road.</parraf><br/>
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<parraf>Hasta mediados de setiembre, Timothy Hanson se mostró tan activo como siempre. Hizo varios viajes al Continente y frecuentó aún más la City de Londres. Pocos hombres que mueren antes de hora tienen oportunidad de poner en orden sus muchos y complicados asuntos, y Hanson quería estar seguro de que los suyos quedarían exactamente arreglados como él pretendía.</parraf><br/>
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<parraf>El 15 de setiembre, llamó a Richards. El chofer y hombre—para—todo que, con su esposa, cuidaba de Hanson desde hacía doce años, encontró a su patrono en la biblioteca.</parraf><br/>
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<conv1>—Tengo que darle una noticia —Hanson—. A final de año, pienso retirarme.</conv1><br/>
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<parraf>Richards se sorprendió, pero no dio señales de ello. Pensó que habría algo más.</parraf><br/>
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<conv1>—También pienso emigrar —dijo Hanson—y pasar mi retiro en una residencia mucho más pequeña, en algún lugar donde luzca el sol.</conv1><br/>
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<parraf>Conque era esto, pensó Richards. De todos modos, el viejo se mostraba considerado al avisarle con tres meses de anticipación. Pero, tal como estaba el mercado de trabajo, tendría que empezar a buscar en seguida. Y no era sólo el trabajo, sino la linda y pequeña vivienda de que disfrutaba ahora.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Hanson tomó un grueso sobre de encima de la repisa de la chimenea. Lo tendió a Richards, que lo tomó sin comprender.</parraf><br/>
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<conv1>—Temo —dijo Hanson—que, a menos que los futuros ocupantes de la casa quieran seguir contando con sus servicios y con los de Mrs. Richards, tendrá que buscar otro empleo.</conv1><br/>
<conv1>—Sí, señor —dijo Richards.</conv1><br/>
<conv1>—Desde luego, le dejaré las, mejores referencias antes de marcharme —repuso Hanson—. Sin embargo, por razones de negocio, le estimaré que no mencione esto en el pueblo, ni lo diga a nadie hasta que sea necesario. También le agradecería que no buscase otro empleo hasta, digamos, el primero de noviembre. Dicho en pocas palabras, no quisiera que se supiese de momento la noticia de mi próxima partida.</conv1><br/>
<conv1>—Muy bien, señor —contestó Richards, que sostenía aún el grueso sobre.</conv1><br/>
<conv1>—Esto me lleva —dijo Hanson—a la última cuestión. Ese sobre. Usted y Mrs. Richards me han servido bien y fielmente durante los pasados doce años. Quiero que sepa que lo aprecio. Siempre lo he apreciado.</conv1><br/>
<conv1>—Gracias, señor.</conv1><br/>
<conv1>—Les agradecería mucho que siguiesen igualmente fieles a mi memoria cuando me haya ido. Sé que pedirle que no busque empleo durante las próximas seis semanas puede ser duro para usted. Aparte de esto, quisiera ayudarle de algún modo en su vida futura. Este sobre contiene diez mil libras, en billetes usados de veinte libras.</conv1><br/>
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<parraf>Richards perdió al fin su aplomo. Arqueó las cejas.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—Gracias, señor —dijo.</conv1><br/>
<conv1>—Por favor, no me lo agradezca —dijo Hanson—. Se lo doy en la desacostumbrada forma de dinero efectivo, porque, como casi todo el mundo, me fastidia que el fisco se lleve una buena tajada del dinero que he ganado con mi trabajo.</conv1><br/>
<conv1>—Tiene usted razón —dijo, calurosamente, Richards.</conv1><br/>
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<parraf>Podía palpar los gruesos fajos de billetes a través del sobre.</parraf><br/>
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<conv1>—Una cantidad como esta devengaría un fuerte impuesto, que usted tendría que pagar. Yo le aconsejaría que no lo ingresase en el Banco, sino que lo guardase en lugar seguro. Y que no gastara cantidades importantes que pudiesen llamar la atención. Está únicamente destinado a ayudarle en su nueva vida, dentro de unos meses.</conv1><br/>
<conv1>—No se preocupe, señor —dijo Richards—. Conozco el paño. Todos hacen lo mismo, hoy en día. Y muchísimas gracias, en nombre de los dos.</conv1><br/>
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<parraf>Richards cruzó el patio enarenado para seguir limpiando el flamante «Rolls Royce». Se sentía optimista. Su salario había sido siempre generoso, y, teniendo habitación de balde, había podido ahorrar bastante. Con esta nueva ganga, quizá no tendría necesidad de volver a la cada vez más agotada bolsa de trabajo. Había una pequeña casa de huéspedes en Porthcawl, en su Gales natal, que él y Megan habían descubierto aquel mismo verano...</parraf><br/>
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<parraf>El 1 de octubre por la mañana, Timothy Hanson bajó de su dormitorio antes de que el sol se hubiese elevado sobre el horizonte. Mrs. Richards tardaría aún una hora en llegar para prepararle el desayuno y empezar la limpieza.</parraf><br/>
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<parraf>Había sido otra noche terrible, y las píldoras que guardaba en el cajón cerrado de su mesita de noche iban perdiendo la batalla contra las punzadas de dolor que le desgarraban el bajo vientre. Estaba pálido y macilento, más viejo de lo que correspondía a su edad. Se dio cuenta de que ya no había nada que hacer. Había llegado su hora. Pasó diez minutos escribiendo una breve nota a Richards, pidiéndole disculpas por su inofensiva mentira de quince días atrás y diciéndole que telefonease a Martin Pound para que viniese inmediatamente. Dejó la carta sobre el suelo, en lugar visible junto a la puerta de la biblioteca, destacando contra el oscuro entarimado. Después telefoneó a Richards y dijo al hombre adormilado que le contestó que no necesitaría que Mrs. Richards le sirviese temprano el desayuno, pero que, en cambio, necesitaría al chofer en la biblioteca, dentro de treinta minutos.</parraf><br/>
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<parraf>Cuando hubo terminado, sacó de su mesa escritorio la escopeta cuyos cañones había recortado unos 25 cm. para hacerla más manejable. La cargó con dos cartuchos de grueso calibre y se retiró a la biblioteca.</parraf><br/>
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<parraf>Meticuloso hasta el fin, cubrió su sillón de orejas predilecto con una gruesa manta, consciente de que pronto pertenecería a otra persona. Se sentó en el sillón, acariciando el arma. Echó una última mirada a los libros que tanto apreciaba y a las vitrinas que habían albergado su tan querida colección de monedas raras. Después, dirigió los cañones contra su pecho, apoyó el dedo en los gatillos, aspiró profundamente y disparó sobre su corazón.</parraf><br/>
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<parraf>Mr. Martin Pound cerró la puerta de la sala de juntas contigua a su despacho y ocupó su sitio en la cabecera de la larga mesa. En la mitad de ésta, a la derecha, hallábase sentada Mrs. Armitage, hermana de su cliente y amigo, y a la que conocía por referencias. Su marido se sentaba a su lado. Ambos vestían de negro. Al otro lado de la mesa, con aire aburrido e indolente, estaba sentado su hijo. Tarquín, joven de poco más de veinte años y que parecía sentir un interés desordenado por el contenido de su desmesurada nariz. Mr. Pound se caló las gafas y se dirigió al trío.</parraf><br/>
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<conv1>—Deben saber que el difunto Timothy Hanson me pidió que actuase como único albacea en su sucesión. En circunstancias normales, y en mi expresada condición, habría abierto el testamento inmediatamente después de su muerte, para el caso de que hubiese alguna instrucción inmediata, referente, por ejemplo, a la forma del entierro.</conv1><br/>
<conv1>—Entonces, ¿no lo redactó usted? —preguntó Armitage, padre.</conv1><br/>
<conv1>—No, no lo redacté —respondió Pound.</conv1><br/>
<conv1>—¿Y no sabe el contenido? —preguntó Armitage, hijo.</conv1><br/>
<conv1>—No; lo desconozco —dijo Pound—. En realidad, el difunto Mr. Hanson impidió la apertura del testamento, al dejarme una carta personal sobre la repisa de la chimenea de la habitación donde murió. En ella ponía en claro varias cosas, que ahora estoy en condiciones de comunicarles a ustedes.</conv1><br/>
<conv1>—Vayamos al testamento —dijo el joven Armitage.</conv1><br/>
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<parraf>Mr. Pound le miró fríamente y no le respondió.</parraf><br/>
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<conv1>—Cállate, Tarquín —dijo suavemente Mrs. Armitage.</conv1><br/>
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<parraf>Pound siguió diciendo:</parraf><br/>
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<conv1>—En primer lugar, Timothy Hanson no se suicidó en un estado de desequilibrio mental. En realidad, estaba en la última fase de un cáncer incurable, y conocía su enfermedad desde el mes de abril último.</conv1><br/>
<conv1>—Pobre infeliz —dijo Armitage, padre.</conv1><br/>
<conv1>—Yo mostré después esta carta al instructor del Condado de Kent, y el hecho fue confirmado por el médico forense en la autopsia. Esto permitió que las formalidades del certificado de defunción y la encuesta se cumplieran en sólo quince días. En segundo lugar, decía claramente que no quería que se abriese y leyese el testamento hasta que hubiesen terminado aquellas formalidades. Por último, declaraba su deseo de que se procediese a una lectura formal del testamento, con abstención de toda comunicación por correo, en presencia de su única pariente superviviente, su hermana Mrs. Armitage, y el marido y el hijo de ésta.</conv1><br/>
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<parraf>Los otros tres miraron a su alrededor con creciente y no precisamente dolorida sorpresa.</parraf><br/>
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<conv1>—Pero sólo estamos nosotros tres aquí —dijo Armitage, hijo.</conv1><br/>
<conv1>—Exacto —dijo Pound.</conv1><br/>
<conv1>—Entonces, debemos ser los únicos beneficiarios —dijo Armitage, padre.</conv1><br/>
<conv1>—No necesariamente —repuso Pound—. Si les he convocado hoy aquí, ha sido sólo atendiendo a la carta de mi difunto cliente.</conv1><br/>
<conv1>—Si pretendió gastarnos una broma... —dijo hoscamente Mrs. Armitage.</conv1><br/>
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<parraf>Apretó los labios, con facilidad nacida de una larga práctica.</parraf><br/>
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<conv1>—¿Puedo proceder a la lectura del testamento? —preguntó el señor Pound.</conv1><br/>
<conv1>—Adelante —dijo el joven Armitage. Martín Pound tomó un fino cortapapeles y abrió cuidadosamente el grueso sobre que tenía en la mano. Sacó de el otro sobre abultado y un documento de tres páginas, con los márgenes de la izquierda sujetos con una cinta verde. Pound dejó a un lado el voluminoso sobre y abrió el pliego de papeles. Empezó a leer.</conv1><br/>
<conv1>—«Esta es la última voluntad de Timothy John Hanson, natural de...»</conv1><br/>
<conv1>—Sabemos todo esto —interrumpió Armitage, padre.</conv1><br/>
<conv1>—Vaya al grano —dijo Mrs. Armitage. Pound les miró con disgusto por encima de las gafas. Prosiguió:</conv1><br/>
<conv1>—«Declaro que este mi testamento debe ser protocolizado de acuerdo con la ley inglesa. Segundo: revoco todos mis anteriores testamentos y actos de última voluntad...»</conv1><br/>
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<parraf>Armitage, hijo, lanzó un ruidoso suspiro, como si estuviese acabando la paciencia.</parraf><br/>
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<conv1>—«Tercero: nombro albacea a Martín Pound, de Pound y Gogarty, abogado, y le encargo que administre mi herencia, pague todas mis deudas legítimas y cumpla la cláusula de este mi testamento. Cuarto: pido a mi albacea que, al llegar a este punto de la lectura, abra el sobre adjunto, en el que encontrará el dinero para los gastos de mi entierro, el pago de sus honorarios profesionales y cualesquiera otros desembolsos que tuviese que hacer para el cumplimiento de mi voluntad. En el caso de que sobrase algún dinero, le ruego que lo destine a una obra de caridad de su propia parroquia.»</conv1><br/>
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<parraf>Mr. Pound dejó el testamento y asió de nuevo el cortapapeles. Sacó del sobre cinco fajos de billetes de 20 libras, todos nuevos y sujetos con una cinta de color castaño en la que se indicaba que cada fajo contenía la suma de 1.000 libras. Se hizo el silencio en la sala. Armitage, hijo, dejó de explorar una de sus cavidades nasales y contempló fijamente el montón de dinero, con la indiferencia de un sátiro observando a una virgen. Martín Pound volvió a tomar el testamento.</parraf><br/>
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<conv1>—«Quinto: pido a mi único albacea que, en consideración a nuestra larga amistad, asuma sus funciones el día siguiente a mi entierro.»</conv1><br/>
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<parraf>Martin Pound volvió a mirar por encima de las gafas.</parraf><br/>
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<conv1>—En circunstancias normales —dijo—, habría ya inspeccionado el negocio de Mr. Hanson en la ciudad y sus otros bienes conocidos, para asegurarme de que eran administrados bien y fielmente, al objeto de que los beneficiarios no sufriesen perjuicios por negligencias en la gestión. Sin embargo, sólo en este instante he sido encargado oficialmente del albaceazgo, y antes de ahora no podía hacerlo. Además, resulta que no puedo empezar hasta el día siguiente al del entierro.</conv1><br/>
<conv1>—Oiga —dijo Armitage, padre—, si hubiese negligencia, podría reducirse el valor de la herencia, ¿no?</conv1><br/>
<conv1>—No puedo decirlo —respondió Pound—. Pero dudo de que se produzca tal cosa. Mr. Hanson tenía unos auxiliares excelentes en su negocio de la City, y sé de fijo que confiaba en su lealtad y en su competencia.</conv1><br/>
<conv1>—Sin embargo, ¿no sería mejor que usted hiciese algo? —sugirió Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—El día después del entierro —dijo Pound.</conv1><br/>
<conv1>—Entonces, que el entierro se celebre lo antes posible —intervino Mrs. Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—Como usted quiera —dijo Pound—. Usted es su más próxima pariente. «Sexto: de todo el resto de mis bienes, instituyo...»</conv1><br/>
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<parraf>Aquí, Martin Pound hizo una pausa y pestañeó, como si no pudiese dar crédito a lo que leía. Tragó saliva y prosiguió:</parraf><br/>
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<conv1>—«...instituyo heredera a mi querida hermana, en la confianza de que compartirá su buena fortuna con su querido esposo Norman y con su simpático hijo Tarquín. Ello sujeto a la condición establecida en el párrafo séptimo.»</conv1><br/>
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<parraf>Hubo un silencio de pasmo. Mrs. Armitage se llevó delicadamente el pañuelo a los ojos, no para enjugar una lágrima, sino para disimular la sonrisa que torcía las comisuras de sus labios. Cuando apartó el pañuelo, miró a su esposo y a su hijo con el aire de una gallina vieja que, al levantar el trasero, se ha encontrado con un huevo de oro macizo. Los dos Armitage varones permanecieron sentados, con la boca abierta.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—¿A cuánto asciende su caudal? —preguntó al fin el padre.</conv1><br/>
<conv1>—Realmente, no lo sé —dijo Pound.</conv1><br/>
<conv1>—Vamos, tiene usted que saberlo —insistió el hijo—. Aproximadamente. Usted llevaba todos sus asuntos.</conv1><br/>
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<parraf>Pound pensó en el abogado desconocido que había redactado el testamento que tenía en la mano.</parraf><br/>
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<conv1>—Casi todos... —dijo.</conv1><br/>
<conv1>—¿Y bien...?</conv1><br/>
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<parraf>Pound cedió. Por muy desagradable que le resultasen los Armitage, eran los únicos beneficiarios del testamento de su difunto amigo.</parraf><br/>
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<conv1>—Yo diría, dados los precios actuales en el mercado, y suponiendo que se realizasen todos los bienes, entre dos millones y medio y tres millones de libras.</conv1><br/>
<conv1>—¡Diablos! —exclamó el viejo Armitage, y empezó a hacer un cálculo mental—. ¿A cuánto ascenderá el impuesto de sucesiones?</conv1><br/>
<conv1>—Temo que a un suma muy importante.</conv1><br/>
<conv1>—¿Cuánto?</conv1><br/>
<conv1>—Siendo una herencia tan cuantiosa, aplicarán a buena parte de ella el mayor índice, que es del setenta v cinco por ciento. Sobre el total, calculo que será aproximadamente el sesenta y cinco por ciento.</conv1><br/>
<conv1>—¿Quedando un millón limpio? —preguntó el hijo.</conv1><br/>
<conv1>—Es una estimación muy vaga, compréndalo —respondió Pound, desatentadamente.</conv1><br/>
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<parraf>Pensó en cómo había sido su amigo Hanson: educado, caprichoso minucioso. Por el amor de Dios, Timothy, ¿por qué, por qué lo has hecho?</parraf><br/>
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<conv1>—Queda el párrafo séptimo —observó.</conv1><br/>
<conv1>—¿Qué dice? —preguntó Mrs. Armitage, saliendo de su ensueño referente a un auge social. Pound reanudó la lectura.</conv1><br/>
<conv1>—«Durante toda mi vida, me ha horrorizado que un día pueda ser comido bajo tierra por los gusanos y otros parásitos —leyó—. Por consiguiente, hice construir un ataúd forrado de plomo, que se encuentra depositado en la empresa de pompas fúnebres "Bennet y Gaines", en la población de Ashford. Quiero ser llevado en él a mi última morada. En segundo lugar, nunca he querido que un día pudiese desenterrarme una excavadora o algo por el estilo. En consecuencia, ordeno que arrojen mi cadáver al mar, concretamente a veinte millas al sur de la costa de Devon, donde antaño serví como oficial de Marina. Por último, quiero que sean mi hermana y mi cuñado quienes, por el amor que me profesaron durante toda su vida, se encarguen de lanzar mi ataúd al océano. Y digo a mi albacea que, si no se cumpliese cualquiera de estas disposiciones, o mis beneficiarios pusiesen cualquiera impedimento, quedará nulo y sin efecto todo lo anteriormente establecido, y la totalidad de mi herencia pasarán a la Hacienda.»</conv1><br/>
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<parraf>Martin Pound levantó la mirada. En su fuero interno, le sorprendían los temores y caprichos de su amigo, pero no dio la menor señal de ello.</parraf><br/>
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<conv1>—Ahora, Mrs. Armitage, tengo que preguntarle formalmente: ¿tiene usted que formular alguna objeción a los deseos expresados por su difunto hermano en el párrafo séptimo?</conv1><br/>
<conv1>—Realmente, un entierro en el mar es una estupidez —dijo ella—. Y no creía que estuviese permitido.</conv1><br/>
<conv1>—Es sumamente raro, pero no ilegal —respondió Pound—. Conozco otros casos.</conv1><br/>
<conv1>—Será muy caro —dijo el hijo—. Mucho más que en un cementerio. ¿Por qué no una cremación?</conv1><br/>
<conv1>—El costo del entierro no afectará a la herencia —dijo seriamente Pound—. Los gastos saldrán de aquí —Tocó las 5.000 libras que tenía junto al codo—. Y ahora, ¿alguna objeción?</conv1><br/>
<conv1>—Bueno, no sé...</conv1><br/>
<conv1>—Tengo que advertirles que, si se oponen, el testamento quedará nulo y sin valor en lo tocante a ustedes.</conv1><br/>
<conv1>—¿Qué quiere decir con esto?</conv1><br/>
<conv1>—Que todo pasaría al Estado —gruñó su marido.</conv1><br/>
<conv1>—Exactamente —dijo Pound.</conv1><br/>
<conv1>—Entonces, no me opongo —dijo Mrs. Armitage—. Aunque pienso que es una ridiculez.</conv1><br/>
<conv1>—Si es así, ¿debo entender que me autoriza para tomar las disposiciones necesarias? —preguntó Pound.</conv1><br/>
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<parraf>Mrs. Armitage asintió bruscamente con la cabeza.</parraf><br/>
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<conv1>—Cuanto antes mejor —dijo su marido—. Así podremos proceder a la protocolización del testamento y al cobro de la herencia.</conv1><br/>
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<parraf>Martin Pound se levantó rápidamente. Estaba harto.</parraf><br/>
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<conv1>—No hay más cláusulas en el testamento. Todas sus páginas están firmadas por el testador y los testigos. Por consiguiente, creo que no hay más que discutir. Haré las gestiones necesarias y me pondré en contacto con ustedes para fijar el día y el lugar, Buenos días.</conv1><br/>
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<br/>
<parraf>No es muy agradable encontrarse en medio del Canal de la Mancha a mediados de octubre, salvo para los entusiastas. Mr. y Mrs. Armitage dejaron bien claro, antes de salir del puerto, que a ellos no les entusiasmaba en absoluto.</parraf><br/>
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<parraf>Mr. Pound suspiró, mientras aguantaba los embates del viento en la popa de la embarcación, para no tener que estar con ellos en la cabina. Había tardado una semana en hacer las gestiones y había contratado una barca de arrastre en Brixham, Devon. Los tres marineros que la tripulaban habían aceptado el desacostumbrado trabajo, después de fijar un precio adecuado y de asegurarse de que no quebrantarían ninguna ley. En aquella época, la pesca en el Canal rendía poco.</parraf><br/>
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<parraf>Se había necesitado una polea para subir el ataúd de media tonelada a la camioneta, en el patio de atrás de la empresa de pompas fúnebres kentiana. Después, la camioneta había arrancado y el automóvil negro la había seguido hasta la costa del Sudoeste. Los Armitage no habían parado de quejarse en todo el trayecto. En Brixham, la camioneta se había arrimado al muelle, y el ataúd había sido depositado en la barca. Ahora estaba atravesado sobre dos tablones en la amplia cubierta de popa, brillando su encerada madera de roble y sus pulidas guarniciones de metal bajo el cielo de la mañana de otoño.</parraf><br/>
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<parraf>Tarquin Armitage había acompañado al grupo en el automóvil hasta Brixham, pero, después de echar una mirada al mar, había preferido quedarse en el caldeado interior de una hostería de la población. En todo caso, su presencia en la ceremonia fúnebre era innecesaria. El capellán retirado de la Marina Real, a quien había localizado Pound a través del correspondiente departamento del Almirantazgo, había aceptado con satisfacción un generoso estipendio por sus servicios y se hallaba ahora sentado en la pequeña cabina con los demás, cubierto su sobrepelliz con un grueso gabán.</parraf><br/>
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<parraf>El patrón de la barca de arrastre anduvo sobre la cubierta y se acercó a Pound. Sacó una carta marina, que fue agitada por la brisa, y señaló con el dedo índice un punto a veinte millas al sur del puerto de partida. Arqueó una ceja. Pound asintió con un movimiento de cabeza.</parraf><br/>
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<conv1>—Aguas profundas —dijo el patrón. Señaló el ataúd con la cabeza—. ¿Le conocía usted?</conv1><br/>
<conv1>—Mucho —dijo Pound.</conv1><br/>
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<parraf>El patrón lanzó un gruñido. Tripulaba la pequeña barca de arrastre con su hermano y un primo; casi todos aquellos pescadores eran parientes. Estos tres eran rudos devonianos, de cara y manos tostadas por el sol, de la madera de sus antepasados, que habían pescado en aquellas turbulentas aguas desde los tiempos en que Drake aprendía la diferencia entre el palo mayor y el de mesana.</parraf><br/>
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<conv1>—Llegaremos dentro de una hora —dijo, y volvió tambaleándose a la proa.</conv1><br/>
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<parraf>Cuando llegaron al lugar señalado, el patrón situó la barca de proa al viento y la mantuvo inmóvil con el motor casi parado. El primo tomó una larga pieza de madera, tres tablas fijadas con travesanos por su parte inferior, de una anchura total de un metro, y la apoyó en la borda, con la cara lisa hacia arriba y de manera que la barandilla quedase casi en la mitad del plano en declive, a la manera del eje de un columpio. Así, la mitad de la rampa se apoyaba en la cubierta, y la otra mitad sobresalía sobre el encrespado mar. Mientras el hermano del patrón manejaba el motor de la cabria, su primo prendía unos ganchos en las cuatro asas metálicas del ataúd.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Zumbó el motor y se tensaron los cables. El gran ataúd se alzó de la cubierta. El hombre de la cabria lo mantuvo a una altura de un metro y el primo empujó el féretro de roble sobre las tablas. Lo situó de cara al mar y asintió con la cabeza. El de la cabria lo bajó hasta apoyarlo justamente sobre la barandilla. Aflojó los cables y el ataúd, con un chasquido, quedó en la debida posición, medio fuera y medio dentro de la barca. Mientras el primo lo mantenía fijo, el de la cabria bajó, quitó los ganchos y ayudó a levantar el borde de las tablas hasta dejarlas en sentido horizontal. Ahora el ataúd pesaba poco, porque estaba equilibrado. Uno de los hombres miró a Pound y éste llamó al capellán y a los Armitage para que saliesen de su refugio.</parraf><br/>
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<parraf>Los seis permanecieron en silencio bajo las nubes bajas, salpicados ocasionalmente por la cresta de una ola al pasar y esforzándose en mantener el equilibrio en aquel mar embravecido y sobre la oscilante cubierta. En honor del capellán, hay que decir que fue lo más breve posible, dentro de la dignidad, agitados sus blancos cabellos y el sobrepelliz por las ráfagas del viento. Norman Armitage estaba también descubierto, y parecía mareado como el loro del cuento y helado hasta los huesos. Lo que pensaba de su difunto pariente, que yacía ahora tan cerca de él, envuelto en capas de alcanfor, plomo y roble, puede presumirse fácilmente. En cuanto a Mrs. Armitage, con su abrigo de pieles, su sombrero y una bufanda de lana, sólo se le podía ver la afilada y helada nariz.</parraf><br/>
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<parraf>Martin Pound contempló el cielo mientras seguía el sacerdote con su rezo. Una gaviota solitaria daba vueltas en el viento, insensible a la humedad, al frío y al mareo, sin saber nada de impuestos y testamentos y parientes, autosuficiente en su perfección aerodinámica, independiente, libre. El abogado volvió a mirar el ataúd y, después, el océano. No estaba mal, pensó, si uno se dejaba llevar por el sentimentalismo. Personalmente, nunca se había preocupado de lo que sería de él después de muerto, y no sabía que a Hanson le hubiese importado tanto esta cuestión. Pero, si a uno le importaban estas cosas, no era un mal lugar de descanso. Vio la madera de roble salpicada de espuma que nunca podría penetrar en ella. «Bueno, nadie te molestará ahí, viejo amigo», pensó.</parraf><br/>
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<conv1>—...encomendamos a Tu eterna clemencia a nuestro hermano Timothy John Hanson, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.</conv1><br/>
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<parraf>Pound advirtió, de pronto, que el sacerdote había terminado. Éste le miraba, interrogador. Pound hizo una seña a los Armitage. Éstos se situaron junto a los pescadores y apoyaron una mano en la parte de atrás del ataúd. Pound asintió con la cabeza, en dirección a los hombres, que levantaron poco a poco el extremo de las tablas. El otro extremo se hundió en el agua. Por fin se movió el ataúd. Los dos Armitage empujaron. Se oyó un chirrido y el féretro se deslizó rápidamente. La barca osciló. El ataúd golpeó el lado de una ola, con un ruido sordo, más que un chasquido. Y desapareció. Instantáneamente. Pound miró al patrón, que estaba arriba, en la caseta del timón. El hombre levantó una mano y señaló en dirección al sitio de donde habían venido. Pound asintió de nuevo con la cabeza. Aumentó el zumbido del motor. Las tablas habían sido retiradas y guardadas. Los Armitage y el capellán corrían a guarecerse. Aumentaba la fuerza del viento.</parraf><br/>
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<parraf>Era casi de noche cuando doblaron la punta del malecón de Brixham; las primeras luces brillaban en las casas de allende el muelle. El capellán tenía su cochecito aparcado cerca de allí, y se marchó rápidamente. Pound pagó al patrón, satisfecho de ganar en una tarde tanto como en una semana pescando caballas. Los de la empresa de Pompas Fúnebres esperaban con el automóvil y el aburrido Tarquín Armitage. Pound les cedió el automóvil para ellos solos. Prefería volver a Londres en tren, sin compañía.</parraf><br/>
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<conv1>—Espero que calculará usted inmediatamente el valor del caudal —dijo Mrs. Armitage, con voz estridente—. Y que hará protocolizar el testamento. No queremos más comedias.</conv1><br/>
<conv1>—Tengan la seguridad de que no perderé tiempo —dijo fríamente Pound—. Tendrán mis noticias.</conv1><br/>
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<parraf>Saludó y se dirigió a la estación. Presumía que el asunto no sería largo. Tenía ya todos los detalles de la herencia de Hanson. Y todo estaría en orden. Hanson era un hombre tan precavido...</parraf><br/>
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<br/>
<parraf>Hasta mediados de noviembre no pudo Mr. Pound comunicar de nuevo con los Armitage. Aunque sólo invitó a Mrs. Armitage, como única beneficiaria, a visitar su bufete de Gray's Inn Road, ella se presentó con su marido y su hijo.</parraf><br/>
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<conv1>—En cierto modo, me encuentro un poco perplejo —digo el abogado.</conv1><br/>
<conv1>—¿Sobre qué?</conv1><br/>
<conv1>—Sobre el caudal de su difunto hermano, Mrs. Armitage. Permita que le explique. Como abogado de Mr. Hanson, sabía ya cuáles eran las diversas partidas que componían su herencia; por consiguiente, pude examinarlas una a una sin pérdida de tiempo.</conv1><br/>
<conv1>—¿Y qué son? —preguntó ella, bruscamente. Pound no permitió que le apremiasen.</conv1><br/>
<conv1>—Tenía, en efecto, siete partidas importantes en su caudal. En conjunto, representan el noventa y nueve por ciento de sus bienes. En primer lugar, estaba el negocio de monedas raras y preciosas que tenía en la City. Debe usted saber que era una empresa privada de su exclusiva propiedad. La fundó y la desarrolló él mismo. También poseía, a través de la empresa, el edificio en que se halla emplazada. Lo compró, con una hipoteca, poco después de la guerra, cuando los precios eran bajos. La hipoteca fue cancelada hace tiempo; la empresa poseía el edificio libre de cargas, y él poseía la empresa.</conv1><br/>
<conv1>—¿Qué valor tiene todo esto? —preguntó Armitage, padre.</conv1><br/>
<conv1>—Aquí no hay problema —dijo Pound—. Con el edificio, las mercaderías en existencia, la clientela y los alquileres pendientes de las otras tres compañías ocupantes del inmueble, exactamente un millón doscientas cincuenta mil libras.</conv1><br/>
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<parraf>El joven Armitage silbó entre dientes e hizo un guiño.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—¿Cómo lo sabe con tanta exactitud? —preguntó Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—Porque lo vendió por esa suma.</conv1><br/>
<conv1>—¿Qué...?</conv1><br/>
<conv1>—Tres meses antes de morir, después de unas breves negociaciones, vendió la empresa, con todo su activo, a un rico comerciante holandés que deseaba comprarla desde hacía años. La suma pagada es la que acabo de mencionar.</conv1><br/>
<conv1>—Pero él trabajó allí hasta casi el día de su muerte —objetó Mrs. Armitage—. ¿Quién más sabía esto?</conv1><br/>
<conv1>—Nadie —dijo Pound—. Ni siquiera el personal. La escritura de venta del edificio fue redactada por un abogado modesto, el cual, cumpliendo su deber, no dijo una palabra acerca de ello. El resto de la venta se hizo constar en contrato privado entre él y el comprador holandés. Pero se establecían condiciones. Sus cinco empleados debían conservar sus puestos, y él seguiría como único gerente hasta final de este año o hasta su muerte, si se producía, como así fue, antes de aquella fecha. Desde luego, el comprador pensó que esto no era más que una formalidad.</conv1><br/>
<conv1>—¿Ha visto usted a ese hombre? —preguntó Mrs. Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—¿Al señor de Jong? Sí. Es un acreditado comerciante en monedas de Amsterdam. He visto los documentos. Todos están perfectamente en regla; son absolutamente legales.</conv1><br/>
<conv1>—¿Y qué hizo él con el dinero? —preguntó el viejo Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—Lo ingresó en el Banco.</conv1><br/>
<conv1>—Entonces, no hay problema —dijo el hijo.</conv1><br/>
<conv1>—La segunda partida era su casa solariega de Kent, una propiedad magnífica, con 60 áreas de parque. En junio pasado, hipotecó esta propiedad por el noventa y cinco por ciento de su valor. En el momento de su muerte, sólo había pagado un trimestre de intereses. AI morir el la sociedad constructora se convirtió en primer acreedor, y ahora, ha tomado posesión de los títulos de propiedad. También esto es perfectamente legal.</conv1><br/>
<conv1>—¿Cuánto le dieron por la finca? —preguntó Mrs. Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—Doscientas diez mil libras —dijo Pound.</conv1><br/>
<conv1>—¿Y también las ingresó en el Banco?</conv1><br/>
<conv1>—Sí. Después, estaba su apartamento de Mayfair. Lo vendió por contrato privado aproximadamente al mismo tiempo, valiéndose de otro abogado para el contrato de venta, y por el precio de ciento cincuenta mil libras. Esta suma fue también ingresada en el Banco.</conv1><br/>
<conv1>—Y van tres. ¿Qué más? —preguntó el hijo.</conv1><br/>
<conv1>—Aparte de estas tres propiedades, tenía una valiosa colección de monedas. Ésta fue vendida por partes, a través de la empresa, por poco más de medio millón de libras, en un periodo de varios meses. Pero las facturas se guardaron por separado y fueron encontradas en su caja de caudales de la casa de campo. Perfectamente legales y cuidadosamente anotadas. Ingresó en el Banco los precios de cada una de las ventas. Su agente de Cambio y Bolsa, por orden suya, vendió toda su cartera de valores antes del primero de agosto. En penúltimo lugar, estaba su «Rolls Royce». Lo vendió por cuarenta y ocho mil libras, y alquiló otro coche. Por último, tenía cuenta corriente en diversos Bancos. La herencia total, por lo que he podido averiguar, y estoy convencido de no haberme dejado nada, importa poco más de tres millones de libras.</conv1><br/>
<conv1>—¿Quiere usted decir —dijo Armitage, padre—que, antes de morir, él realizó todos los bienes que poseía, los convirtió en dinero efectivo e ingresó éste en el Banco, sin decirlo a nadie ni levantar la menor sospecha en sus conocidos y en los que trabajaban para él?</conv1><br/>
<conv1>—Ni yo habría podido expresarlo mejor —confesó Pound.</conv1><br/>
<conv1>—Bueno, a nosotros no nos habría interesado toda esa chatarra —dijo el joven Armitage—. Le habríamos encargado que la vendiese. Por consiguiente, él le ahorró este trabajo en los últimos meses. Ahora, sólo hace falta que pague las deudas, liquide el impuesto y nos dé el dinero.</conv1><br/>
<conv1>—Siento no poder hacerlo —dijo Mr. Pound.</conv1><br/>
<conv1>—¿Por qué no? —preguntó Mrs. Armitage, en tono ligeramente irritado.</conv1><br/>
<conv1>—El dinero que depositó, por todas aquellas ventas...</conv1><br/>
<conv1>—¿Qué?</conv1><br/>
<conv1>—Lo retiró.</conv1><br/>
<conv1>—¿Qué...?</conv1><br/>
<conv1>—Lo ingresó, y después lo retiró. De muchos Bancos, en cantidades parciales, en un período de muchas semanas. Pero lo retiró todo. En dinero efectivo.</conv1><br/>
<conv1>—No se pueden retirar tres millones de libras en efectivo —dijo el viejo Armitage, con incredulidad.</conv1><br/>
<conv1>—¡Oh, sí que se puede! —replicó mansamente Pound—. No de una sola vez, desde luego; pero sí en cantidades de cincuenta mil libras, de los Bancos importantes y con previo aviso. Muchos negocios operan con grandes sumas en efectivo. Por ejemplo, los casinos o los corredores de apuestas. Y los traficantes en artículos de segunda mano...</conv1><br/>
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<parraf>Le interrumpió un creciente vocerío. Mrs. Armitage golpeaba la mesa con su puño rollizo; su hijo se había puesto en pie y agitaba el dedo índice sobre la mesa; su marido trataba de adoptar la actitud de un juez disponiéndose a dictar una grave sentencia. Y todos gritaban a la vez.</parraf><br/>
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<conv1>—No pudo llevarse el dinero... Tuvo que meterlo en alguna parte... Usted tenía que encontrarlo... Los dos se habían puesto de acuerdo para esto...</conv1><br/>
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<parraf>Esta última observación agotó la paciencia de Martin Pound.</parraf><br/>
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<conv1>—¡Silencio...! —rugió.</conv1><br/>
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<parraf>Su exabrupto fue tan inesperado que todos se callaron.</parraf><br/>
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<parraf>Apuntó con un dedo al joven Armitage.</parraf><br/>
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<conv1>—Usted, señor, retirará inmediatamente sus últimas palabras. ¿Lo ha entendido?</conv1><br/>
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<parraf>El joven Armitage rebulló en su asiento. Miró a sus padres, que le observaban con ceño.</parraf><br/>
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<conv1>—Disculpe —dijo.</conv1><br/>
<conv1>—Bueno —siguió diciendo Pound—, este truco especial ha sido empleado otras veces, generalmente para eludir el pago de impuestos. Pero me sorprende en Timothy Hanson. Raras veces da resultado. Se puede retirar una importante cantidad de dinero, pero disponer de él es algo muy distinto. Pudo depositarlo en un Banco extranjero; pero, sabiendo que iba a morir, habría sido una insensatez. Él no podía desear favorecer a unos banqueros que son ya bastante ricos. No; debió ponerlo en alguna parte, o comprar algo con él. Puede que tardemos algún tiempo, pero llegaremos al final. Si el dinero fue depositado, lo encontraremos. Si adquirió con él otros bienes, también lo descubriremos. Aparte de todo lo demás, existen los impuestos de plusvalía y de transmisión de bienes y sobre el propio capital. Por consiguiente, tendrán que tener alguna información.</conv1><br/>
<conv1>—¿Que puede hacer usted personalmente? —preguntó al fin el viejo Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—Hasta ahora, y gracias a los poderes que me otorga el testamento, me he puesto en contacto con todos los Bancos importantes y de negocios del Reino Unido. Hoy en día, todo está regulado por computadoras. Pero, hasta ahora, no ha aparecido ningún depósito a nombre de Hanson. También he publicado anuncios en los periódicos más importantes de la nación, pero no he obtenido ninguna respuesta. He visitado a su antiguo chófer y criado, Mr. Richards, ahora retirado en el sur de Gales; pero nada ha podido aclararme. Él no vio nunca grandes cantidades de billetes, y pueden creerme si les digo que debían abultar mucho. Y ahora, mi pregunta es: ¿qué quieren que haga?</conv1><br/>
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<parraf>Hubo un silencio mientras los tres consideraban la pregunta.</parraf><br/>
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<parraf>En su fuero interno, Martín Pound lamentaba lo que su amigo había tratado de hacer. «¿Cómo pudiste pensar que te saldrías con la tuya? —preguntó al espíritu ausente—. ¿Tan poco respeto sentías por el fisco? No tenías que temer a estas personas ambiciosas y vanas, Timothy. Pero sí a los de los impuestos. Son inexorables, incansables. No se paran nunca. Nunca acaban los fondos. Por muy bien escondido que esté el caudal, seguirán buscando hasta que nos cansemos. Mientras no sepan dónde está, proseguirán la caza sin cesar. Sólo cuando lo sepan, y aunque esté fuera de Gran Bretaña y de su jurisdicción, cerrarán el expediente.»</parraf><br/>
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<conv1>—¿No se propone seguir buscando? —preguntó el viejo Armitage, con un poco más de cortesía que la mostrada hasta entonces.</conv1><br/>
<conv1>—Un poco más, sí —convino Pound—. Aunque he hecho ya cuanto he podido. Y tengo que atender a mi clientela. No puedo dedicar todo mi tiempo a esta investigación.</conv1><br/>
<conv1>—Entonces, ¿qué aconseja usted? —preguntó Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—Siempre nos queda el Fisco —dijo suavemente Pound—. Más pronto o más tarde, y seguramente más pronto que tarde, tendré que informarles de lo ocurrido.</conv1><br/>
<conv1>—¿Y piensa que ellos lo descubrirán? —preguntó afanosamente Mrs. Armitage—. A fin de cuentas, ellos son también beneficiarios, en cierto sentido.</conv1><br/>
<conv1>—Estoy seguro de que lo harán —dijo Pound—. Querrán su tajada. Y tienen todos los recursos del Estado a su disposición.</conv1><br/>
<conv1>—¿Cuánto tardarían? —preguntó Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—¡Ah! —dijo Pound—. Esto es otra cuestión. A juzgar por mi experiencia, no suelen tener prisa. Las cosas de palacio van despacio.</conv1><br/>
<conv1>—¿Meses? —preguntó el joven Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—Probablemente años. No renunciarán a la búsqueda. Pero tampoco se apresurarán.</conv1><br/>
<conv1>—No podemos esperar tanto tiempo —chilló Mrs. Armitage, cuya ascensión social parecía retrasarse demasiado—. Tiene que haber un camino más rápido.</conv1><br/>
<conv1>—¿Qué le parecería un detective privado? —sugirió Armitage, hijo.</conv1><br/>
<conv1>—¿Podría contratar a un detective privado? —preguntó Mrs. Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—Ellos prefieren el término agente privado de investigación —contestó Pound—. Sí, podría hacerlo. En el pasado, tuve ocasión de emplear uno de estos agentes, hombre de gran competencia, en el descubrimiento de unos herederos ignorados. En nuestro caso, los herederos están presentes y lo que se ha extraviado es el caudal. Sin embargo...</conv1><br/>
<conv1>—Entonces, acuda a él —saltó Mrs. Armitage—. Dígale que tiene que descubrir dónde puso todo su dinero aquel desgraciado.</conv1><br/>
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<conv2>«Codicia —pensó Pound—. Si Hanson hubiese sospechado lo codiciosos que podían llegar a ser...»</conv2><br/>
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<conv1>—Muy bien. Pero está la cuestión de sus honorarios. Tengo que decirles que, de las cinco mil libras que me fueron confiadas para gastos, queda un saldo muy pequeño. Los desembolsos han sido más importantes que de costumbre... Y el investigador cobrará bastante. Sin embargo, es lo mejor que...</conv1><br/>
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<parraf>Mrs. Armitage miró a su marido.</parraf><br/>
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<conv1>—¿Norman?</conv1><br/>
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<parraf>El viejo Armitage tragó saliva. Veía esfumarse su automóvil y sus proyectadas vacaciones de verano. Asintió con la cabeza.</parraf><br/>
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<conv1>—Yo... bueno... me haré cargo de los honorarios cuando se haya agotado el saldo de las cinco mil libras —dijo.<br/>
<conv1>—Muy bien —admitió Pound, levantándose—. Contrataré los servicios de Mr. Eustace Miller, exclusivamente. No me cabe duda de que descubrirá el paradero de la fortuna desaparecida. Hasta ahora, nunca me ha fallado.</conv1><br/>
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<parraf>Dicho lo cual, les despidió y se encerró en su despacho para telefonear a Eustace Miller, investigador privado.</parraf><br/>
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<br/>
<parraf>Durante cuatro semanas, Mr. Miller guardó silencio; no así los Armitage, que acribillaban a Martin Pound con sus incesantes exigencias de una rápida localización de la desaparecida fortuna que les correspondía. Por fin, Miller informó a Martin Pound de que había llegado a un punto crucial en su investigación y pensaba que debía explicar sus progresos hasta la fecha.</parraf><br/>
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<parraf>Pound sentía casi tanta curiosidad como los Armitage, y convocó una reunión en su despacho.</parraf><br/>
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<parraf>Si la familia Armitage había esperado enfrentarse con un personaje al estilo de Philip Marlowe o de la imagen popular del sagaz detective privado, debió sentirse desilusionada. Eustace Miller era bajito, redondo y de aspecto bonachón, con mechones de cabellos blancos alrededor de su, por lo demás, calva cabeza, y gafas en media luna. Vestía seriamente, llevaba una cadena de reloj, de oro, cruzada sobre el chaleco, y se levantó sobre sus cortas piernas para emitir su informe.</parraf><br/>
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<conv1>—Empecé esta investigación —dijo, mirándoles sucesivamente a todos por encima de las gafas—partiendo de tres presunciones. Primera: el difunto Mr. Hanson había realizado sus extrañas actuaciones en los meses anteriores a su muerte, con un propósito deliberado y firme. Segunda: creí, y sigo creyendo, que la intención de Mr. Hanson fue privar a sus presuntos herederos y a los agentes del Fisco de toda participación en su fortuna después de su muerte...</conv1><br/>
<conv1>—¡El viejo bastardo! —saltó el joven Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—No estaba obligado a dejarles nada —terció suavemente Pound—. Prosiga, Mr. Miller.</conv1><br/>
<conv1>—Gracias. Presumí que Mr. Hanson no había quemado el dinero, ni había corrido el enorme riesgo de llevarlo al extranjero, habida cuenta del gran volumen que hubiese tenido una cantidad tan importante en dinero efectivo. Dicho en pocas palabras, llegué a la conclusión de que había comprado algo con él.</conv1><br/>
<conv1>—¿Oro? ¿Diamantes? —preguntó Armitage, padre.</conv1><br/>
<conv1>—No. Examiné todas estas posibilidades, pero las descarté después de intensas investigaciones. Entonces pensé en otro artículo de gran valor y volumen relativamente pequeño. Consulté a la empresa «Johnson Matthey», dedicada al comercio de metales preciosos. Y lo encontré.</conv1><br/>
<conv1>—¿El dinero? —preguntaron a coro los tres Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—La solución —replicó Miller, y, muy satisfecho, sacó un fajo de papeles de su cartera de mano—. Éstos son los documentos de la compra de Mr. Hanson a «Johnson Matthey» de doscientos cincuenta lingotes, de cincuenta onzas, de platino de una pureza del 99,95 por ciento.</conv1><br/>
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<parraf>Se hizo un pasmado silencio alrededor de la mesa.</parraf><br/>
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<conv1>—Francamente, no fue un ardid muy hábil —añadió Mr. Miller, con cierto desencanto—. El comprador pudo destruir todos sus papeles referentes a la compra, pero, naturalmente, el vendedor no destruyó los suyos. Y aquí están.</conv1><br/>
<conv1>—¿Por que platino? —preguntó débilmente Pound.</conv1><br/>
<conv1>—Esto es interesante. En el actual régimen laborista, se necesita permiso para comprar y almacenar oro. Los diamantes son inmediatamente identificables dentro del ramo y mucho menos fáciles de realizar de lo que dan a entender algunas novelas policíacas mal informadas. En cambio, el platino no requiere permiso para su compra, tiene aproximadamente el mismo valor que el oro y, aparte del rodio, es uno de los metales más apreciados del mundo. Cuando él lo compró, pagó el precio establecido en el mercado libre; o sea, quinientos dólares americanos la onza.</conv1><br/>
<conv1>—¿Cuánto gastó? —preguntó Mrs. Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—Aproximadamente los tres millones de libras que obtuvo de la realización de sus bienes —contestó Miller—. En dólares USA, y este mercado calcula siempre en dólares USA, seis millones doscientos cincuenta mil dólares. Correspondientes, como dije, a doscientos cincuenta lingotes de cincuenta onzas de peso.</conv1><br/>
<conv1>—¿Adonde los llevó? —preguntó el viejo Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—A su casa solariega de Kent —respondió Miller. Estaba disfrutando del momento y su aire satisfecho daba a entender que aún tenía más que revelar.</conv1><br/>
<conv1>—Pero yo estuve allí —protestó Pound.</conv1><br/>
<conv1>—Con ojos de abogado —dijo Miller—. Los míos son de investigador. Y sabía lo que buscaba. Por consiguiente, no empecé en la casa, sino en los edificios exteriores. ¿Saben ustedes que Mr. Hanson tenía un taller de carpintería magníficamente equipado en un granero, detrás de la caballeriza?</conv1><br/>
<conv1>—Sí —dijo Pound—. Era su hobby.</conv1><br/>
<conv1>—Exacto —asintió Miller—. Y allí concentré mis esfuerzos. El lugar había sido escrupulosamente limpiado; con un aspirador eléctrico.</conv1><br/>
<conv1>—Posiblemente por Richards, el chófer y hombre para todo —dijo Pound.</conv1><br/>
<conv1>—Es posible, pero no probable. A pesar de la limpieza, observé unas manchas en las tablas del suelo e hice analizar algunas astillas. Las manchas eran de fuel. Siguiendo una idea, pensé en alguna clase de máquina, tal vez un motor. Como este mercado es bastante reducido, encontré la respuesta al cabo de una semana. En mayo último, Mr. Hanson compró un potente generador eléctrico alimentado con fuel y lo instaló en su taller. Poco antes de morir lo vendió como chatarra.</conv1><br/>
<conv1>—Lo debió utilizar para sus máquinas de carpintería —dijo Pound.</conv1><br/>
<conv1>—No; su fuerza mecánica era suficiente para esto. Lo compró para otra cosa. Para algo que requería una enorme potencia. También descubrí esto, en otra semana. Era un horno pequeño, moderno y muy eficaz. También éste desapareció hace tiempo, y estoy seguro de que fue arrojado, con los guantes de amianto y las tenazas, en lo más profundo de algún lago o río. Pero creo que puedo decir que fui incluso más minucioso que Mr. Hanson. Entre dos tablas, cubierto por una compacta capa de aserrín, sin duda en el sitio donde había caído durante su operación, encontré esto.</conv1><br/>
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<parraf>Era su pièce de résistance, y el momento de su triunfo. Sacó de su cartera un paquetito de tejido blanco y lo desenvolvió despacio. Extrajo de él una laminilla de metal que brilló bajo la luz, una pizca de metal que debió gotear de un cucharón y solidificarse. Miller esperó, mientras todos lo miraban.</parraf><br/>
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<conv1>—Desde luego, lo hice analizar. Es platino de alta calidad, un 99,95 por ciento puro.</conv1><br/>
<conv1>—¿Ha encontrado el resto? —murmuró Mrs. Armitage.</conv1><br/>
<conv1>—Todavía no, señora, pero lo encontraré. No tema. Mr. Hanson cometió un gran error al elegir el platino. Éste tiene una propiedad que él debió menospreciar, pero que es única. Su peso. Ahora, sabemos al menos lo que buscamos. Un recipiente de madera de alguna clase, aparentemente insignificante, pero que..., y esto es lo importante..., debe pesar casi media tonelada...</conv1><br/>
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<parraf>Mrs. Armitage echó la cabeza atrás y lanzó un grito extraño y ronco, como el aullido de un animal herido. Miller se sobresaltó. Mr. Armitage hundió la cabeza entre las manos. Tarquín Armitage se puso en pie, rojo el semblante de furor, y gritó:</parraf><br/>
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<conv1>—¡Maldito bastardo!</conv1><br/>
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<parraf>Martín Pound miró con incredulidad al sorprendido investigador privado.</parraf><br/>
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<conv1>—¡Dios mío! —exclamó—. ¡Qué barbaridad! Se lo llevó consigo.</conv1><br/>
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<parraf>Dos días más tarde, Mr. Pound informó al Fisco de todas las circunstancias del caso. Una vez comprobados los hechos, resolvieron, aunque de mala gana, dar por fallido el crédito.</parraf><br/>
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<parraf>Barney Smee se dirigió alegremente y con paso vivo a su Banco, confiando en que llegaría antes de que cerrasen para las vacaciones de Navidad. La razón de su regocijo estaba en el bolsillo de su chaqueta: un cheque por una suma muy importante, pero que era el último de una serie que, durante los últimos meses, le habían asegurado unos ingresos 'muy superiores a los que jamás había conseguido en veinte años de dedicarse al arriesgado negocio de metales de desecho para la industria de joyería.</parraf><br/>
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<parraf>Ahora se felicitaba de haber corrido el riesgo, que no había sido pequeño. Sin embargo, todo el mundo se dedicaba hoy en día a defraudar al Fisco, ¿y quién era él para condenar al que había sido causa de su buena fortuna, simplemente porque el hombre sólo había querido negociar en dinero efectivo? Barney Smee comprendía perfectamente al inversor de blancos cabellos que decía llamarse Richards y que tenía un permiso de conducción para demostrarlo. Por lo visto, el hombre había comprado sus lingotes de 50 onzas hacía años, cuando eran baratos. Si los hubiese vendido en el mercado libre, a través de «Johnson Matthey», sin duda habría obtenido un precio más alto, pero, ¿cuánto le habría costado en impuestos? Él debía saberlo muy bien, y Barney Smee no iba a llevarle la contraria.</parraf><br/>
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<parraf>En todo caso, las operaciones en dinero efectivo eran el pan de cada día en el negocio. Los lingotes eran auténticos; incluso llevaban la marca original de «Johnson Matthey», empresa de la que procedían en su origen. Sólo el número de serie había sido borrado. Esto le había costado un buen pico al viejo, porque, sin número de serie, Smee no podía ofrecerle un precio que se acercase al corriente en el mercado. Sólo podía ofrecerle un precio de saldo, o de mayorista, unos 440 dólares USA la onza. Pero los números de serie habrían delatado al propietario a efectos fiscales, por lo que, a fin de cuentas, el viejo debía saber lo que llevaba entre manos.</parraf><br/>
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<parraf>Barney Smee había liquidado sus cincuenta lingotes y había ganado diez dólares limpios por onza. El cheque que llevaba en el bolsillo era el precio de la venta de los dos últimos lingotes. Lo que no sabía era que, en otros lugares de Gran Bretaña, otros cuatro traficantes como él habían pasado el otoño introduciendo en el mercado, cada uno de ellos, cincuenta lingotes de 50 onzas, en operaciones de segunda mano y pagando en dinero efectivo al vendedor de blancos cabellos. Salió de una calle lateral y entró en Oíd Kent Road. Al hacerlo, tropezó con un hombre que se apeaba de un taxi. Los dos se disculparon y se desearon Feliz Navidad. Barney Smee siguió alegremente su camino.</parraf><br/>
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<parraf>El otro, un abogado de Guernsey, miró el edificio ante el que se había apeado, se ajustó el sombrero y se dirigió a la entrada. Diez minutos más tarde, celebraba una conferencia privada con la un tanto desconcertada madre superiora.</parraf><br/>
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<conv1>—¿Puedo preguntarle, madre superiora, si el Orfanato de Saint Benedict está registrado como institución caritativa, según la Ley de Beneficencia?</conv1><br/>
<conv1>—Si —dijo la madre superiora—. Así es.</conv1><br/>
<conv1>—Bien —dijo el abogado—. Entonces, no existe infracción alguna y no podrán aplicarle el impuesto sobre transmisión de capital.</conv1><br/>
<conv1>—¿Oué? —inquirió ella.</conv1><br/>
<conv1>—Es el llamado vulgarmente «impuesto sobre donaciones» —dijo, sonriendo, el abogado—. Me complace decirle que un donante cuya identidad no puedo revelar, por ser secreto profesional, resolvió donar una suma importante a este establecimiento.</conv1><br/>
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<parraf>Esperó una reacción, pero la vieja monja de cabellos grises no hizo más que mirarle como pasmada.</parraf><br/>
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<conv1>—Mi cliente, cuyo nombre no sabrá usted nunca, me encargó concretamente que me presentase a usted, precisamente en este día, víspera de Navidad, y le entregase este sobre.</conv1><br/>
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<parraf>Sacó un sobre de grueso papel de la cartera y lo tendió a la madre superiora. Ésta lo tomó, pero no hizo nada por abrirlo.</parraf><br/>
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<conv1>—Tengo entendido que contiene un talón bancario conformado por un acreditado Banco mercantil de Guernsey, librado a cargo del mismo y a favor del Orfanato de Saint Benedict. No he visto el contenido, y me limito a seguir las instrucciones.</conv1><br/>
<conv1>—¿Libre de impuestos? —preguntó ella, sosteniendo el sobre y con aire indeciso.</conv1><br/>
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<parraf>Los donativos de caridad eran pocos y espaciados, a pesar de las muchas solicitudes.</parraf><br/>
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<conv1>—En las Islas del Canal tenemos un sistema fiscal distinto del general del Reino Unido —dijo pacientemente el abogado—. Nosotros no tenemos el impuesto de transferencia de capital. Y también practicamos el secreto bancario. Un donativo dentro de Guernsey o de las Islas no devenga impuesto. Si el recipiendario está domiciliado o reside en el Reino Unido, fuera de las Islas, puede verse afectado por su sistema fiscal. A menos que esté exceptuado. Como, por ejemplo, por la Ley de Beneficencia. Y ahora, si tiene la bondad de firmarme recibo de un sobre de contenido ignorado, daré por cumplida mi misión. Mis honorarios fueron liquidados en su día, y tengo deseos de volver a casa para reunirme con mi familia.</conv1><br/>
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<parraf>Dos minutos más tarde, la madre superiora se quedó sola. Poco a poco, abrió el sobre con un cortapapeles y extrajo su contenido. Era un solo talón bancario, conformado. Cuando vio la cifra, sacó el rosario del bolsillo y empezó a pasar rápidamente las cuentas. Cuando hubo recobrado parte de su aplomo, se acercó al reclinatorio que había junto a la pared, se arrodilló en él y estuvo media hora rezando.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>De nuevo en su mesa escritorio, y sintiendo que aún le temblaban las rodillas, volvió a contemplar el cheque, que importaba algo más de dos millones y medio de libras. ¿Quién había tenido nunca tanto dinero en el mundo? Trató de pensar lo que haría con él. Una fundación, pensó. O un fondo en depósito. Con aquello había suficiente para sostener por siempre el orfanato. Y, desde luego, para ver cumplida la ambición de toda su vida: sacar el orfanato de los barrios bajos de Londres y establecerlo en el campo, al aire libre. Podría doblar el número de niños. Podría...</parraf><br/>
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<parraf>Demasiadas ideas afluían a su mente, y una pugnaba por abrirse paso. ¿Cuál era? ¡Ah, sí! El periódico del último domingo. Algo había llamado su atención y hecho sentir un fuerte deseo. Sí; irían allí. Tenía dinero bastante para comprarlo y sostenerlo indefinidamente: Era un sueño hecho realidad. Había visto un anuncio en la sección de fincas. En venta: una casa solariega en Kent, con sesenta áreas de parque...</parraf><br/>
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Fin
JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-20776626505146463962024-03-07T08:04:00.003-05:002024-03-07T08:04:27.305-05:00ENRIQUEZCA SU VOCABULARIO<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlfP3CgqzxVHBnp8qQFIg_xNc9rdkezxJ_95jSCGraCGWnqG8yGVAC9uAUG3lqubbuDYs9M09LpXbfRkN1x-jJe4i7pos3iEz9_ONwpIAYKvAVCUTo7DB46IJMdTE9iH3GKsjqTn87zrhq-i3rQQP0THhDQtnDBBT0sXbpvz0nqu-4bl4hWK9XtG_FFg/s1600/VACABULARIO-JULIO%201974.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:424px" /><br/>
<br/>
<em>Por Carlos F. MacHale (catedrático chileno, autor de varias obras de lexicología). </em><br/>
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<div id="pe">DICE PLINIO que la verdadera gloria consiste en hacer lo que vale la pena que pase a la historia; en escribir lo que vale la pena que sea leído; y en vivir de tal manera que el mundo sea más feliz por haber pasado por él la persona. A nadie pueden aplicarse mejor estas palabras en América que al Libertador Bolívar, cuyo tránsito a la inmortalidad (hará 144 años este diciembre) conmemoramos ilustrando las palabras de este ejercicio con citas de sus escritos. En cada caso, escoja el lector la definición que crea más aproximada, y compare luego su elección con las respuestas que se dan a la vuelta.</div>
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<br/>
<parraf><strong>1) aguerrido —</strong> A: veterano. B: artillero. C: beligerante. D: batallador.<br/>
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<parraf><strong>2) anarquía —</strong> A: conflicto. B: desorden. C: motín. D: insidia.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>3) bajá —</strong> A: príncipe o caudillo árabe. B: antiguo virrey turco. C: jerife. D: rajá.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>4) ceñir —</strong> A: rodear. B: asir. C: cejar. D: infligir.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>5) conspirar —</strong> A: regir. B: deliberar. C: oponer. D: concurrir.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>6) convoy —</strong> A: convocación. B: conjunto de buques. C: de armas. D: convenio.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>7) derecho de gentes —</strong> A: derecho civil. B: administrativo. C: derecho consuetudinario. D: internacional.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>8) disuadir —</strong> A: disolver. B: inducir a uno a desistir de un propósito. C: distraer la atención. D: incidir.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>9) enjalmado —</strong> A: emborricado. B: encaramado. C: enalbardado. D: enarbolado.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>10) fervor —</strong> A: frío. B: celo. C: férula. D: hervidero.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>11) hombre de pro —</strong> A: hombre profundo. B: de bien. C: hombre probo. D: de fortuna.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>12) irrecusable —</strong> A: improbable. B: imposible. C: que no puede dejar de aceptarse. D: que no se puede refutar.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>13) impetrar —</strong> A: imponer. B: eludir. C: imperar. D: solicitar.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>14) meridional —</strong> A: relativo al norte. B: al sur. C: al este. D: al oeste.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>15) morcillo —</strong> A: pez. B: embutido. C: cierto color. D: parte carnosa de la pierna.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>16) oligarquía —</strong> A: gobierno de un déspota. B: de un sabio. C: de un sátrapa. D: de un grupo.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>17) proclama —</strong> A: proceso. B: notificación pública. C: pronóstico. D: novedad.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>18) suceso —</strong> A: éxito. B: sucedáneo. C: orden. D: succión.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>19) tributo —</strong> A: orador. 13: fénix. C: homenaje. I): tribunal.<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>20) usurpador —</strong> A: detentador. B: usurero. C: usuario. D: usufructuario.<br/>
<br/>
<div><div class="pre-spoiler2"><input style="PADDING-RIGHT: 10px; FONT-SIZE: 12px; MARGIN: 0px 0px 0px 5px; WIDTH: 280px; FONT-FAMILY: trebuchet ms" value="RESPUESTAS" onclick="if (this.parentNode.parentNode.getElementsByTagName('div')[1].getElementsByTagName('div')[0].style.display != '') { this.parentNode.parentNode.getElementsByTagName('div')[1].getElementsByTagName('div')[0].style.display = '';this.innerText = ''; this.value = 'RESPUESTAS'; } else { this.parentNode.parentNode.getElementsByTagName('div')[1].getElementsByTagName('div')[0].style.display = 'none'; this.value = 'RESPUESTAS';}" type="button"/></div><div><div style="DISPLAY: none" class="spoiler2"><br/>
<parraf><strong>1) aguerrido — A:</strong> veterano ejercitado en la guerra. <comi>"Siendo esas las tropas más <em>aguerridas</em> deberían haber llenado mejor su deber"</comi>.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>2) anarquía — B:</strong> falta de todo gobierno; desorden. <comi>"El espíritu de <em>anarquía</em> mina por todas partes y al fin la disolución será general"</comi>.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>3) bajá — B:</strong> antiguamente virrey o gobernador en Turquía. <comi>"... es (la ley) arbitrariamente ejecutada por los <em>bajaes</em>, kanes y sátrapas"</comi>. <em>Pachá</em> es galicismo por <em>bajá</em>.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>4) ceñir — A:</strong> rodear una cosa con otra. <comi>"... tenga usted bien presente lo que le digo: la corona jamás <em>ceñirá</em> la cabeza de Bolívar"</comi>.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>5) conspirar — D:</strong> figuradamente, concurrir varias cosas a un mismo fin. <comi>"Amigo, todo <em>conspira</em> a asegurarnos el fruto de nuestros esfuerzos"</comi>.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>6) convoy — B:</strong> conjunto de buques o carruajes escoltados. <comi>"Pienso marchar a Inglaterra en el próximo <em>convoy</em>..."</comi></parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>7) derecho de gentes — D:</strong> derecho internacional. <comi>"Apoyada en el <em>derecho de gentes</em>, Venezuela reclama reparaciones que parece debe el Gobierno de S.M.B. a las leyes generales del mundo político..."</comi></parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>8) disuadir — B:</strong> inducir a uno a desistir de un propósito. <comi>"Europa haría un bien a España en <em>disuadirla</em> de su obstinada temeridad"</comi>.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>9) enjalmado — C:</strong> con albarda. <comi>"... enviaré a V.E. 200 mulas <em>enjalmadas</em> para trasladar a este lado las armas..."</comi></parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>10) fervor — B:</strong> celo ardiente. <comi>"Con todo <em>fervor</em> pido al Cielo que preserve a Colombia de la guerra civil..."</comi></parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>11) hombre de pro — B:</strong> hombre de bien o de provecho. <comi>"Calvo, el <em>hombre de pro</em>"</comi>.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>12) irrecusable — C:</strong> que no puede dejar de aceptarse. <comi>"... prueba <em>irrecusable</em> (el envío de delegados a Inglaterra) de la sinceridad de miras de Venezuela"</comi>.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>13) impetrar — D:</strong> solicitar una gracia. <comi>"Si... conociere el enviado que se pueden conseguir algunos auxilios, los <em>impetrará</em>..."</comi></parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>14) meridional — B:</strong> relativo al sur <comi>"... los muy oprimidos americanos <em>meridionales</em>..."</comi></parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>15) morcillo — C:</strong> color negro con viso rojizo del caballo. <comi>"Vuelvo a recomendar a usted que mande al marqués del Toro a Caracas mi caballo <em>morcillo...</em>"</comi></parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>16) oligarquía — D:</strong> gobierno que está en manos de un grupo de personas. <comi>"... degenerará (cierto gobierno) necesariamente en una <em>oligarquía</em>"</comi>.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>17) proclama — B:</strong> notificación pública. <comi>"... el mensaje y la <em>proclama</em> que he dado sobre el particular"</comi>. (La instalación del Congreso.)</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>18) suceso — A:</strong> éxito. <comi>"... y el general Mariño con 3000 hombres sitia a Cumaná con el mayor <em>suceso</em>"</comi>. En este sentido se considera hoy como galicismo.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>19) tributo — C:</em> homenaje. <comi>"Esta nación (Nueva Granada) se llamará Colombia, como <em>tributo</em> de justicia y gratitud al criador de nuestro hemisferio"</comi>.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf><strong>20) usurpador — A:</strong> detentador, o sea, el que toma sin derecho y retiene lo que no le pertenece, como un gobierno, v.gr.: <comi>"Yo no quiero que me llamen nunca <em>usurpador</em>"</comi>.</parraf><br/>
</div></div></div><br/>
<div><div class="pre-spoiler2"><input style="PADDING-RIGHT: 10px; FONT-SIZE: 12px; MARGIN: 0px 0px 0px 5px; WIDTH: 280px; FONT-FAMILY: trebuchet ms" value="CALIFICACION" onclick="if (this.parentNode.parentNode.getElementsByTagName('div')[1].getElementsByTagName('div')[0].style.display != '') { this.parentNode.parentNode.getElementsByTagName('div')[1].getElementsByTagName('div')[0].style.display = '';this.innerText = ''; this.value = 'CALIFICACION'; } else { this.parentNode.parentNode.getElementsByTagName('div')[1].getElementsByTagName('div')[0].style.display = 'none'; this.value = 'CALIFICACION';}" type="button"/></div><div><div style="DISPLAY: none" class="spoiler2"><br/>
<lista>20 respuestas acertadas... sobresaliente</lista><br/>
<lista>15 a 19 acertadas... notable</lista><br/>
<lista>12 a 14 acertadas... bueno</lista><br/>
<lista>9 a 11 acertadas... regular</lista><br/>
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JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-74034161568776655382024-03-05T10:33:00.001-05:002024-03-05T10:33:12.140-05:00PUBLICIDAD - 4<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnyWTRUFwOvhBtAY2NpnKbiYlCJEjL0s4GDJaPnID36ipZMkUL45_4ZYx4qlHg8sFSXRLIWK7mh_AndXqNw1WrqAohWwEArutvvqqBpw1Rt4UbEUVOVfmXfWbr5ifMJLKLfgoR1y_2ZXo1GM9Wqz_2wAufy55OpRdfBj5C7_JdYuGjnSVG3lguS2cdSA/s1600/PUBLICIDAD-QUEENS%20OWN-WHISKY.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:648px" /><br/>
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JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-62170991165192649472024-03-05T10:24:00.001-05:002024-03-05T10:24:21.007-05:00PUBLICIDAD - 1<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGfkNYuD4KbU0Za2ERdqQ3blIOU2paBFF45MDBQfdo59ZjOZ2g_aFuEbBGqzEhR6WSlzOjg5Qoc1BKO3YAhoTaARSPG1eDoa3koaGyKMY9Wxu7vNTisgxkx7ox9Am3HiTJRM2TMEIs2ypHmgQz24SwD9SOPQHSc6IUsj-hEIJq2FMb4wmZ5gYjpDRhag/s1600/PUBLICIDAD-MAYO-74-MONARK%20BICICLETAS.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:664px" /><br/>
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<div id="espacio"></div><br/>
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<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFgpnMnR3zm2VTBUjhgIQVeyOsp1EW7uc0Vb9a06XubXO5gZfyF37KRMpH6a03p8ELKzWTGhTeCT4sBrTPEk3BqJWw-0MkvMnWdRTjQiAJ33GItUbetzih6o8M0xwtR9ukTAbLqjLXfO9ACxMZr1uliUoxZWS1HPuQ1ipINm44KTwRpmpmQ94JXjVudg/s1600/ANIMADO-07-10-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:450px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiaqvOUXjJ7A25sUr6YaMuyWDlDHsCzl0CFOqqTzbDniWgEG68cBcGPukgli2FDQ6Wm7d-woesMn8hUroVM6ahc2JAzs8WCRSWysIdYDl-SdUffpXtSdg5kxkyTSxj8n4tQHCgTIX7LmZ8GLNm0Wql4L6iChMpz2H9NZRXKlXNzzie6Qudy2k9H55j1zg/s1600/ANIMADO-08-10-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:337px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
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<div id="espacio"></div><br/>
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JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-52966579155429197302024-02-28T07:54:00.002-05:002024-02-28T07:54:58.324-05:00TEMAS VARIOS<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSQZE1t8HYSZ88Un7vIkx0wE60E90TFhRrEstMg_whuCYE-FWdxMnVJbesRx15b6YAtMbO9y89Plshb0k_zxwBez_SmLc57kiZrTCATODHIREpmIlJ1IgvPFzjEZ_cQUtfociP6r47IWJZtW5ipyUmCufnp2Uw6Awx8RXMsBqCnaTUn2GpagcorFZJdg/s1600/PERSONA-PLAYA.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:363px" /><br/>
<br/>
<div id="pe">Los mejores amigos son aquellos que saben guardar los mismos silencios.</div>
<em>—Fulton Sheen</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">EN LA biblioteca de mi pueblo, pedí a la joven ayudante un libro titulado <em>Armonía en el matrimonio</em>. Se quedó pensando un momento y luego preguntó en tono de duda: <comi>"¿Es una obra de ficción?"</comi></div>
<em>—E.R.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">UN SEÑOR amigo nuestro sueña, despierto y dormido, con la bolsa de valores. Si alguien le pregunta cuántos años tiene, dice: <comi>"Cuarenta y cinco y medio: subí un cuarto"</comi>.</div>
<em>—S.K.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe"><comi>"ES CASI imposible ganar en la ruleta"</comi>, decía el comediante Fernandel. <comi>"Nosotros sólo tenemos manos y ellos tienen un rastrillo"</comi>.</div>
<em>—Tempo, de Italia</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">CIERTA señora a una amiga: <comi>"Los supermercados se abren temprano en este pueblo: antes de levantarme, ya han subido todos los precios"</comi>.</div>
<em>—D.R.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">UNA CAMARERA, cansada, a otra: <comi>"Siempre comienzo el día con una sonrisa... y salgo de esa obligación de una vez por todas"</comi>.</div>
<em>—M.T.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">EN LA oficina, durante un descanso: <comi>"No me entusiasma el papel reelaborado, a menos que pudieran convertirlo en árboles"</comi>.</div>
<em>—O.C.C.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe"><comi>"ES UNA mujer que aparenta menos edad de la que tiene, pero da la impresión de ser más vieja de lo que es"</comi>.</div>
<em>—Benjamín Varón, en Si yo fuera paraguayo (Editorial Centenario, Paraguay)</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">ENTRE dos que asisten al teatro: <comi>"No está mal que se hagan evocaciones nostálgicas del pasado... con tal que entre ellas no vayan a quedar también el alimento, el aire y el agua"</comi>.</div>
<em>—O.C.E.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">UN BAÑISTA, en una playa: <comi>"Lo único que debe meterse en agua tan fría como esta es el whisky"</comi>.</div>
<em>—B.T.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">PARA CONMEMORAR la llegada del nuevo embajador norteamericano, Daniel Patrick Moynihan, en febrero de 1973, la empresa Air India puso en sus oficinas del centro de Nueva Delhi un gran cartelón, en el cual un marajá en caricatura (que es el emblema de dicha línea aérea) aparece besando a Moynihan.</div>
<em>—J.F.C.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">EN HAWAI se acostumbra bendecir oficialmente la inauguración de obras. En una nueva carretera de reluciente asfalto negro aparecía este letrero: <comi>"Este camino todavía no se ha bendecido. Recórralo por su cuenta y riesgo"</comi>.</div>
<em>—R.J.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">LA CIVILIZACIÓN occidental ha llegado por fin a una de las últimas culturas de la edad de piedra que aún quedaban en la Tierra. Ciertos aborígenes de Marawaka, en Papúa (Nueva Guinea), están abandonando las tradicionales narigueras de hueso y sustituyéndolas por bolígrafos de plástico que se insertan elegantemente en las perforaciones nasales.</div>
<em>—J.F.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">SI PIENSA usted que la playa adonde acude se llena demasiado, lea lo que sucede en Tokio. En una playa cercana a la capital japonesa, a veces suelen reunirse 500.000 personas a un mismo tiempo. Por encima de todas esas cabezas, un helicóptero equipado con altavoces advierte a la multitud que debe permanecer sentada, pues tendidos ocuparían demasiado espacio.</div>
<em>—Herald, de Auckland (Nueva Zelanda)</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">UN muchacho, explicando a su padre las notas de la escuela: <comi>"Mi profesora está furiosa con el Presidente de la República... yo soy quien paga los vidrios rotos"</comi>.</div>
<em>—J.M.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">PARA celebrar la visita real a nuestra base de la Real Fuerza Aérea, se decidió regalarle un perro guardián a Su Majestad la Reina. Durante semanas el perro fue adiestrado para que se sentara y alargara una pata a la Reina. En sus prácticas extendía una de las patas a la esposa del ayudante.</div>
<parraf>Llegó el gran día, el perro se sentó obedientemente frente a Su Majestad durante la ceremonia. A la orden de mando <comi>"¡Estrechen la mano a la Reina!"</comi> el perro se levantó y ofreció la pata a la señora del ayudante.</parraf><br/>
<em>—M.H.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">ERRAR es humano... pero nos hacen falta mejores pretextos.</div>
<em>—B.D.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">LOS ESCOCESES inventaron el golf... por lo que no es extraño que también inventaran el whisky.</div>
<em>—J.D.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">MUY POCA gente vive de acuerdo con mi ideal del comportamiento humano. Esta regla me incluye.</div>
<em>—Death Is a Private Affair</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">EN UN artículo para el <em>Christian Science Monitor</em> en que explicaba cómo se mueven las piezas del ajedrez, el periodista Larry Eldridge termina diciendo: <comi>"Ahora ya sabe usted todo lo que sabe Bobby Fischer del movimiento de las piezas. Naturalmente, hay que guardar las proporciones, pues también sabe usted todo lo que sabía Shakespeare del alfabeto"</comi>.</div>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">UN PINTOR de brocha gorda lleva estarcido en su camión el siguiente letrero: <comi>"Ama al prójimo: pinta tu casa".</div>
<em>—R.P.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">AVISO en el escaparate de una tintorería: <comi>"Si no nos va a hacer ricos lo que hallemos en sus bolsillos, se lo devolveremos"</comi>.</div>
<em>—E.W.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">A LA entrada de una caseta de cobro de un camino de peaje se hallaba un barbado y simpático sujeto con este letrero en alto: <comi>"Me sé muy buenos chistes"</comi>.</div>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">LETRERO: <comi>"3 de octubre: Reunión de la Sociedad de Telepatía (ya sabrá usted dónde)"</comi>.</div>
<em>—B.R.B.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">PRESTANDO testimonio en un tribunal, un médico declaró que un policía lesionado tenía <comi>"hematomas bilaterales, periorbitales y periféricos"</comi>. Como el jurado pareciese perplejo, el juez que presidía el tribunal tradujo: <comi>"Los dos ojos amoratados"</comi>.</div>
<em>—Daily Express, de Londres</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">UN ANTROPÓLOGO preguntaba a un indio cómo llamaba su pueblo a América antes de la llegada del hombre blanco, y el indígena respondió simplemente: <comi>"Nuestra"</comi>.</div>
<em>—V.D.J.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">EN UNA ocasión tuve necesidad de comunicarme urgentemente con mi jefe y llamé al Ministerio del Interior, donde asistía a una reunión. La secretaria a quien pedí que llamara a mi superior, me rogó que se lo describiera.</div>
<conv1>—Lleva un traje oscuro, con camisa blanca y de cuello duro —repuse—. Tiene poco pelo, es algo grueso y usa anteojos con armadura de carey.</conv1><br/>
<parraf>Después de una breve pausa, la secretaria me dijo en tono seco:</parraf><br/>
<conv2>—No creo poder serle útil. Aquí todos tienen ese aspecto.</conv2><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">UNA SEÑORA, evidentemente alterada, llamó a la policía local para decir que, mientras hablaba por teléfono con una amiga, cesó de repente la conversación y se oyeron sólo jadeos. Un agente del orden acudió corriendo a la dirección que dio la dama. Tocó a la puerta, pero no obtuvo respuesta. Asomándose por una ventana, pudo ver a una mujer tendida en el piso.</div>
<parraf>Antes de forzar la puerta el agente tocó una vez más y, para su gran sorpresa, la víctima se levantó y fue a abrirle. Explicó que su amiga había estado hablándole más de una hora y ella se había quedado dormida.</parraf><br/>
<em>—B.M.N.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">UN VICARIO de Norfolk (Inglaterra), informó a una feligresa de edad avanzada que pronto se retiraría y que sentía mucho marcharse.</div>
<conv1>—Sin embargo —le aseguró—, la persona que me sustituya probablemente será mejor que yo.</conv1><br/>
<conv2>—No siempre sucede así —replicó ella con intención de decirle un cumplido—. Eso mismo fue lo que dijo el último párroco antes de irse.</conv2><br/>
<em>—<comi>"Peterborough"</comi>, en el Daily Telegraph, de Londres</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">¿RECUERDA USTED cuando la ropa interior de mujer era no sólo inmencionable, sino también invisible?</div>
<em>—HA.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">¿RECUERDA USTED cuando la gente se preocupaba por el precio de las cosas, no por el tiempo que tardaría en pagarlas?</div>
<em>—E.W.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe"><strong>LO PRIMERO ES LO PRIMERO</strong>. Tras visitar el salón de exposiciones de la Rolls Royce, pasé dos horas tratando de convencer a mi esposa de que debíamos ser dueños de un descapotable Silver Cloud. Le hablé de todas sus ventajas y elegancia, sin omitir que el enchapado interior estaba hecho de la madera de un solo árbol centenario.</div>
<parraf>Al terminar de escuchar pacientemente mi emocionado discurso, asintió mi mujer con un suspiro:</parraf><br/>
<conv1>—¡Está hien! Me has convencido. Llama a Londres por teléfono y diles que ya pueden plantar el árbol.</conv1><br/>
<em>—N.D.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">HAROLD MARTIN regaló a su dentista un ejemplar del libro que había escrito, poniéndole la siguiente dedicatoria: <comi>"Al Dr. W., el mejor orfebre desde Benvenuto Cellini"</comi>.</div>
<em>—D.P.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">WINSTON CHURCHILL envió a Franklin Roosevelt un ejemplar de uno de sus libros, dedicándoselo así: <comi>"Otro huevo fresco de una fiel gallina"</comi>.</div>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">EL PROFESOR Theodore Howard Banks dedicó así su enjundioso libro <em>Imágenes de Milton</em>: <comi>"A mi esposa, cuya profunda y alegre ignorancia de Milton ha sido para mí una bendición del cielo"</comi>.</div>
<em>—W.C.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">MINUTOS antes de comenzar una función en tiempo de guerra, en un hospital militar, el director de orquesta decidió que el piano estaba muy bajo de tono para los otros instrumentos y ordenó a cuatro ordenanzas que fueran a buscar otro.</div>
<parraf>Después de transportar otro piano al escenario, uno de los ordenanzas sacó una regla del bolsillo y midió cuidadosamente el instrumento.</parraf><br/>
<conv1>—No digas nada —murmuró—, pero este piano no es más alto que el otro.</conv1><br/>
<em>—F.G.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">DURANTE el mes anterior, el regimiento había estado sometido a una instrucción intensiva en el arte de camuflar los vehículos, y ahora lo estaba poniendo en práctica en el campo de batalla. El ejercicio tocaba a su fin cuando nuestro sargento vio a un mayor que se hallaba en un aprieto.</div>
<conv1>—¿Anda algo mal, mayor? —preguntó.</conv1><br/>
<conv2>—Claro que algo anda mal —replicó éste—. El comandante va a dar una conferencia dentro de diez minutos y no podemos encontrar su automóvil.</conv2><br/>
<em>—L.D.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">NUEVE meses antes de la vida de campaña de nuestra división de transporte motorizado, apareció un aviso en las órdenes de la compañía pidiendo que compareciera todo el personal. <comi>"A los hombres casados"</comi>, recalcaba, <comi>"se les advierte que no hagan nada ahora que pudiera resultar en un permiso compasivo"</comi>.</div>
<em>—T.T.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">CORRIENDO hacia el ascensor cierta mañana, choqué contra mi jefe.</div>
<conv1>—¡Otra vez tarde! —exclamó él.</conv1><br/>
<conv2>—¡Sí, señor! —balbucí— Yo también.</conv2><br/>
<em>—H.E.W.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">UNA CASA de ventas por correo en los Estados Unidos anuncia un original artefacto para los felices recién casados. Es un hierro de marcar que, al calentarse, imprime las palabras <comi>"Buenos días"</comi> en las tostadas del desayuno.</div>
<em>—B.A.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">AL PREGUNTÁRSELE su edad, la doctora Joyce Brothers lo remite a uno a la obra <em>Quién es quién en América</em> que, cosa rara, omite el dato.</div>
<em>—P.M.G.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">CUENTAN de un señor que no quiso dar su edad durante una reciente fiesta de cumpleaños, pero confesó, en cambio, haber visto revivir tres veces la moda de la corbata ancha.</div>
<em>—B.V.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">EL DIARIO <em>Union Leader</em>, de Manchester (New Hampshire), ofrece a cualquier residente de ese Estado que haya cumplido 100 años de edad una suscripción vitalicia gratis.</div>
<em>—The Wall Street Journal</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">UN TESTARUDO director de diario se niega a publicar los obituarios de las personas que en vida no se suscribieron a su periódico, y aduce la siguiente razón: <comi>"La gente que no compra el periódico de su pueblo está muerta en vida, y su fallecimiento, por tanto, no es noticia"</comi>.</div>
<em>—H.P.J.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">CIERTA suscriptora llamó por teléfono a un diario para solicitar que suspendieran la suscripción. La empleada preguntó si la suspensión era temporal o permanente.</div>
<conv1>—Permanente —respondió la señora—, tenemos un perrito y lo estábamos enseñando a traernos el periódico, pero ya aprendió.</conv1><br/>
<em>—AP</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">DURANTE una tormenta de nieve, un amigo nuestro fue a dar un paseo con su perro. Al regresar a casa encontró un montón de nieve que llegaba hasta la mitad de la puerta. Cada vez que su esposa intentaba abrir desde dentro, la nieve acumulada amenazaba derramarse en el interior. Entonces a ella se le ocurrió una idea; abriendo sólo una rendija, gritó: <comi>"¡Ven, Príncipe! Tu comida..."</comi></div>
<parraf>Inmediatamente el can empezó a husmear con ansiedad y se puso a cavar en el montón de nieve. En un santiamén dejó limpio el paso para abrir la puerta y la señora apareció allí con una salchicha en la mano.</parraf><br/>
<em>—D.K.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<strong>ANUNCIOS CLASIFICADOS</strong><br/>
<br/>
<div id="pe"><comi>"SE VENDEN dos colmillos de elefante de dos metros de largo y de 35 kilos de peso, usados sólo una vez"</comi>.</div>
<br/>
<parraf><comi>"SI SIEMPRE ha deseado poseer un gran danés o un San Bernardo, he aquí una magnífica oportunidad: se vende una combinación de ambos. Sus antepasados son de raza pura"</comi>.</parraf><br/>
<br/>
<parraf><comi>"EN VENTA: caballos mansos para personas apacibles (desde 145 dólares en adelante); corceles briosos para gente dinámica (desde 350). Para los que no gustan de cabalgar, tenemos uno que no permite que lo monten (a 135 dólares)"</comi>.</parraf><br/>
<br/>
<parraf><comi>"MADRE desesperada busca objetos con muchas tuercas y tornillos que pueda destruir lentamente un niño pequeño. También se acepta canjear al niño"</comi>.</parraf><br/>
<br/>
<em>—J.S.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe"><strong>Buena advertencia.</strong> Por todos los Estados Unidos hay letreros a lo largo de las carreteras en que se recomienda conducir con cuidado:</div>
<parraf>MANTÉNGASE DESPIERTO, LA CORTESÍA COMPENSA, CONDUZCA CON CUIDADO.</parraf><br/>
<parraf>Todas estas advertencias son buenas, pero no pueden compararse con el recordatorio que emplea la Sección de Carreteras de Tejas, que dice simplemente: CONDUZCA AMISTOSAMENTE.</parraf><br/>
<em>—J.T.C.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">AUNQUE le advirtieron que privarse de fumar diariamente dos o tres cajetillas de cigarrillos la pondría nerviosa e irritable al principio, María Ramos, profesora universitaria, nos confía que a ella <comi>"no le cambió en absoluto su carácter risueño y afable"</comi>. Pero, en cambio, a sus amigos <comi>"los puso tan fastidiosos que era imposible tolerarlos"</comi>.</div>
<em>—J.C.</em><br/>
<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">UNA SEÑORA recién llegada a cierto barrio participaba por primera vez en prestar su automóvil para conducir niños a la escuela. La vecina de la dama se aproximó al coche con dos chiquillos. En cuanto entraron los pasajeros, la conductora dijo:</div>
<conv1>—Niños: ahora, a taparse los oídos con las manos.</conv1><br/>
<parraf>Los párvulos y la madre se quedaron mirándola, asombrados.</parraf><br/>
<conv2>—¿Tanto ruido hace este auto? —preguntó uno de los chicos.</conv2><br/>
<conv1>—No —respondió la señora—. Pero así sé dónde tienen los dedos cuando, su madre cierre la puerta de golpe.</conv1><br/>
<em>—N.M.</em>
JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-81071547379520366882024-02-27T07:39:00.002-05:002024-02-27T07:39:52.065-05:00ANIMACIONES VARIAS - 09<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhu5Vn_439kKvPMPdui3sZXWZSAzR6KD02p1unRbEbIrhwApHhyphenhyphen6lgeHi4SqjkXrWHsxOipLW0UBsnaLkziA_usWQOKAZWLRYf6h30ueiQkFQicodPWhlPG1EuR_239HuaBsUgjddzinLHe88eZO8J9cAdHLJu7LwLnPpwU_qAdfVIDzQnyiSvLgXbRrA/s1600/ANIMADO-01-09-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:309px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEje8MeyhoOMTJ_kg0NyXkm9vuQGgYioAXnK5ZsC1rkOSB9CsEovIVm9BKWFm0ANNwiJtea5gl7dfrb9uy3APd4NRPOsBuSqHNFLucZszEMiQVa0fBR-QqfQjwIi7aWrshyphenhyphenJmx88U7Ik8VNei0rrohRHuZe9pAb4HPlglCaa-iaxn_BHT3_Ei0qC__WM7A/s1600/ANIMADO-02-09-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:450px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjA5gCbI1F6jZs7hllDj57KEpydtww0HKZgxqs6p0QEy8Dr_GtGQS-tmyPKMQ3YdivdF4bpxj40Khubsngx0tAgYxA6IJ5V-L1LeSLJMohgPsxpKH7Ga3nGBtCR5Hz6hq_9PmhR2QxVUL_b5utSs_8Cz-50k0BZ4XC2zVHiGJ7iFBJH7AeB7GtVp2Rlng/s1600/ANIMADO-03-09-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:450px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFSBWZpBv37xPTY-p3LPB8ikyQN0EV4hWmlqAabokDkxSl28nBrHoneFbRPL3vHC4NgRD4p5b71TLLfB415geNvH_bVprBEBYUDFxfs3jE0C6QKu5IiTaDZnKRiY9UM3y5w0sneCOBUn0uNRaUsfjFZVqZvKyx2csl6Gr9vNePtoqscM32uJtlVlXI7Q/s1600/ANIMADO-04-09-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:309px" /><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
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JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-4329774682476648422024-02-26T10:36:00.005-05:002024-02-26T10:57:41.427-05:00ESPIONAJE EN ORLY<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDX8rIgSGMjwL4uLRD2Sd3zl5FRx_OxJchentc65WrZAuCnCOPeuTZLxyLqtGRUxImP2JzTOlmx9xKzLr1n9IinOJqx2ptClsvOiCWVvD3j87UFF_36RhMKJOd2OqxFCHBQvzssV46kFZqErz1CeLBvZDsrI7QnXHLsKzv2CNI3bU_Tj8nY6MVKzNfMA/s1600/ESPIONAJE%20EN%20ORLY-1.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 350px; height:454px" /><br/>
<blockquote>Condensado de <comi>"KGB"</comi>. Las maniobras clandestinas de los espía soviéticos. </blockquote><br/>
<br/>
<em>Por John Barron. </em><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<parrar><em>Aislado tras una cerca de alambre de púas en un rincón del aeropuerto de Orly, en las afueras de París, se hallaba un bajo edificio de cemento. Dos o tres veces por semana llegaban allí desde Washington unos correos militares que llevaban maletines de cuero bien sujetos a la muñeca. En aquella especie de fortín, pasando frente a los soldados armados que hacían guardia de día y de noche, se inventariaban los documentos secretos que contenían los maletines; luego se guardaban en una bóveda de acero.</em></parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar><em>Era el centro postal de las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Los despachos que pasaban por él, procedentes de Washington y los puestos de mando de toda Europa, contenían informes de planes y proyectos fundamentales para la defensa de las naciones de Occidente, incluso las claves en que se transmitían todos los mensajes ultrasecretos. Tales comunicaciones, de inestimable valor para los estrategos del Kremlin, siempre habían burlado la curiosidad de la KGB, el poderoso servicio secreto soviético. Mas de pronto se presentó la oportunidad, única entre un millón, que habían estado esperando los agentes rusos... y quedaron a su alcance los tesoros custodiados en aquella edificación.</em></parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<div id="pe">EL 2 de octubre de 1964, por la mañana, el sargento Robert Lee Johnson estaba muy preocupado. En el Hospital Militar Walter Reed, de Washington, suplicaba a la secretaria:</div>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—Señora: ¡Urge hacer algo hoy mismo!</conv1><br/>
<conv2>—Lo siento, sargento —le respondió la empleada—. El siquiatra no podrá ver a su esposa hasta el martes. Y puesto que no es un caso de urgencia ¿por qué no esperar unos días más?</conv2><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Sin atreverse a confesar su profunda desesperación, Johnson salió del hospital y atravesó el patio de estacionamiento hasta el auto donde lo esperaba su esposa, que era austriaca. A los 41 años de edad, la señora Hedwig Pipek Johnson conservaba muy poco de su antigua belleza: tenía el rostro cetrino y mofletudo, los ojos de un color azul desvaído; su antes esbelta figura se ocultaba en muchos kilos de grasa. No era ciertamente la beldad que lo había atraído 16 años antes. Mientras bajaban por la avenida Nebraska hacia la vecina población de Alexandria, ella lo miraba de soslayo con una de esas miradas torvas que presagiaban un acceso de locura.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv2>—¡Eres un cerdo! ¡Te odio! —le apostrofaba con voz ronca— Eres un depravado, un tahúr, un borracho, un raptor. ¡Un asqueroso general ruso!</conv2><br/>
<conv1>—¡Por Dios, Hedy! —la interrumpió Robert, tan turbado que estuvo a punto de embestir al automóvil de delante, al detenerse éste ante un semáforo.</conv1><br/>
<conv2>—¿Sabes por qué te aborrezco más? —prosiguió Hedy en voz baja— Porque eres un espía.</conv2><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Johnson trató de aparentar firmeza al decirle:</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—¡Si vuelves a repetir eso, te rompo la crisma!</conv1><br/>
<conv2>—¡Espía, espía, espía! —repitió la mujer con terco sonsonete— Eres un espía. ¿Y sabes una cosa? Si no haces lo que yo te diga, te acusaré con la FBI.</conv2><br/>
<conv1>—¡Ve y dilo! ¡Anda, loca! —le gritó él— Estás tan desquiciada que nadie te creerá una palabra. Te pondrán a la sombra a ti; no a mí.</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Johnson ya no podía soportar aquella situación. Varias veces en los tres últimos años habían dado de alta a Hedy después de someterla a tratamientos siquiátricos, pero recaía en accesos de paranoia cada vez peores, que lo tenían a él atemorizado siempre. La había conducido al hospital aquel día con engaños, so pretexto de pedir allí una receta médica. Había ido con la esperanza de persuadir a los médicos militares de que urgía internarla en una clínica. Como no lo consiguió, sabía que no le quedaba más remedio que huir. Al volver a casa se dio a beber hasta embriagarse y acarició la idea del suicidio.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>A las 2:45 de la tarde salió de casa, al parecer para ir como de costumbre al Pentágono, donde desempeñaba el puesto de correo de documentos secretos. Pero no llegó a su destino. Seis días después, en un suelto de la última página del <em>Post</em> de Washington se informaba de su desaparición. <comi>"Es un misterio"</comi>, declaró un portavoz del Pentágono a un periodista del diario.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Era muchísimo más que eso. El sargento desaparecido era uno de los más siniestros espías que la KGB soviética había logrado colar en las fuerzas armadas de los Estados Unidos. La información que ya había pasado a Moscú ponía en el mayor peligro a las defensas de toda Europa Occidental, y mientras permaneciera suelto, el personal del Pentágono seguiría desconcertado, sin manera de conjurar ni aun comprender cabalmente el riesgo que corrían.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
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<div id="negrilla"><comi>"Luchador de la paz"</comi></div><br/>
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<div id="pe">JOHNSON, su esposa y otro sargento rufianesco formaban el más absurdo trío de la historia del espionaje' moderno. Como sus dos compañeros, él se distinguía sólo por rasgos personales negativos. Carecía de las más elementales cualidades intelectuales y morales. No obraba por las motivaciones clásicas del espía: codicia, idealismo, miedo o afición a las aventuras. Decidió colaborar con la KGB movido por un pueril resentimiento.</div>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>En efecto, cuando trabajaba en una oficina militar en Berlín, en el otoño de 1952, perdió un codiciado ascenso, que le dieron a un sargento contrincante suyo. Y resolvió pasarse a los rusos para <comi>"castigar"</comi> al ejército. Se imaginaba a sí mismo como un desertor célebre, cuyos discursos, transmitidos todas las noches por Radio Moscú, serían la pesadilla del Pentágono.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Sin saber cómo comunicarse con los soviéticos, recurrió a Hedy, que había vivido en concubinato con él cuando estuvo de servicio en Viena, en 1948; luego lo buscó de nuevo en Berlín, con la esperanza de que se casara con ella. Johnson sabía que Hedy anhelaba ante todo la seguridad del matrimonio, y así, el día de Navidad de 1952, le propuso:</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—Si me arreglas una entrevista con los rusos, me casaré contigo.</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Pero ella, que había visto en Viena la barbarie de las fuerzas rusas de asalto, les tenía pavor, y durante semanas enteras estuvo vagando por las calles, a pesar del crudo invierno, sin atreverse a acercárseles. Inventaba pretextos para justificar sus fracasos o se fingía enferma para no salir. Johnson, por fin, descubrió sus subterfugios y la amenazó con abandonarla. Temiendo perderlo, la mujer se presentó en la comisaría soviética del distrito de Karlshorst. No era difícil en aquellos días, anteriores a la erección del muro, penetrar en Berlín Oriental.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Los rusos convinieron en hablar con el sargento, y el 22 de febrero de 1953, por la mañana, él y Hedy se apearon del tren elevado en la estación de Karlshorst. Los recibieron dos oficiales de la KGB; un hombre fornido, semicalvo, y una mujer rolliza que dijeron ser los esposos White. Los cuatro fueron en automóvil, dando muchos rodeos, hasta una vieja casona de piedra gris cuyas ventanas estaban cerradas en el exterior por pesadas contraventanas de madera, e interiormente por gruesas cortinas. En una habitación sumida en la penumbra les presentaron a un ruso de edad madura, sentado ante una mesa ovalada, que afirmó llamarse Brown y no se molestó en ponerse de pie para estrechar la mano de sus visitantes; aquel hombre llenó cinco vasos de coñac y masculló un brindis: <comi>"Por la paz"</comi>. Inmediatamente comenzó a interrogar a Johnson acerca de sus móviles e intenciones.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Tras escuchar su declaración, White comentó:</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv2>—Recuerdo cuando yo mismo estaba descontento en nuestro ejército. Pero esa no fue razón suficiente para traicionar a mi patria. ¿Por qué no se limita a abandonar el ejército?</conv2><br/>
<conv1>—No; no. Es que deseo vengarme —repuso el sargento—. Podría hacer propaganda para ustedes, intervenir en ruedas de prensa, hablar por la radio...</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Conteniendo la risa, los oficiales soviéticos siguieron el interrogatorio sobre su vida pasada y las experiencias militares, e indagaron detalles de sus compañeros de armas de ese momento. Durante todo el tiempo Johnson bebió copa tras copa de coñac, y en las primeras horas de la tarde estaba ya sumido en el sopor de la embriaguez. Los rusos lo llevaron del brazo por la nieve y lo ayudaron a meterse en un automóvil soviético.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>El interrogatorio les reveló que era un hombre totalmente amoral y sin creencias. Excepto las borracheras, el juego de azar y el trato con prostitutas, tenía pocas aficiones y parecían muy remotas las perspectivas de que descollara en el espionaje.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Sin embargo la KGB decidió reclutarlo inmediatamente. Sea cual sea la faz que la Unión Soviética resuelva presentar al mundo en determinado momento, la KGB se mantiene organizada y en pie para una guerra clandestina que ha de proyectarse más allá del futuro previsible. Por tanto, constantemente prepara agentes cuya utilidad actual acaso sea nula, pero que dentro de cinco, diez o veinte años podrían ser valiosos. Cabía la posibilidad de que Johnson perteneciera a esta categoría de espías. Era una probabilidad remota que la KGB no vaciló en aceptar.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Dos semanas después, en una segunda entrevista, White y Brown sugirieron a Robert que siguiera en el ejército para suministrarles informes periódicos.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—¿Insinúan que me vuelva un espía? —exclamó Johnson.</conv1><br/>
<conv2>—Un luchador de la paz —corrígió White.</conv2><br/>
<conv1>—Bueno —balbució el sargento—: si están dispuestos a enseñarme... tal vez .</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
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<div id="negrilla">Un viejo amigo</div><br/>
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<div id="pe">ACUCIADO por Hedy, el hombre cumplió su promesa: se casaron el 23 de abril de 1953. El sargento obtuvo licencia con el pretexto de pasar sus vacaciones en Baviera. Pero, en vez de ello, fue con su esposa a Berlín Oriental y de allí tomaron el tren a Brandeburgo, donde pasaron su luna de miel como invitados de la KGB. Diariamente iban los rusos a instruirlos en los rudimentos del espionaje. A ella la prepararon para correo; le proporcionaron documentos de identidad falsos y zapatos de tacón hueco donde podría ocultar microfilmes.</div>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Pero después del regreso de Robert y Hedy a Berlín, conocieron a Paula, funcionario de la KGB, de 27 años, quien reemplazaba a los tres primeros rusos. Su nombre verdadero era Vladimir Vasilevich Krivoshey; recién llegado a Alemania, aquella era su primera misión en el extranjero. Buen mozo, de ojos grises hundidos y pelo negro ensortijado, no tardó en establecerse como el amo de quien dependía la nueva vida secreta de Johnson. Trataba al sargento con la condescendencia de un educador de perros. Premiaba la puntual obediencia, aunque nunca espléndidamente, y reprendía la más ligera desviación de las instrucciones, pero sin rigor excesivo. Evitaba todo intento de ofrecer al norteamericano motivación ideológica. Por otra parte, trataba de persuadirlo de que, a través de la KGB, podía llegar a ser un personaje.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Al principio Johnson reaccionó desviviéndose para agradar a sus nuevos amos. Guiado por Paula, logró que lo trasladaran a un empleo de oficina en la sección G-2 (de espionaje) del alto mando norteamericano en Berlín. Allí se inició fotografiando muchos documentos Ordinarios, que sustraía de noche. No tardó en aportar tal diluvio de material inservible, que la KCB le ordenó cesar en esa actividad. <comi>"Admiramos su empeño, pero sólo deseamos documentos secretos"</comi>, le indicó Paula.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Frustrado, pensó en romper sus relaciones con los rusos; y lo habría hecho de no ser por la llegada de un hombre destinado a aparecer inesperadamente una y otra vez en el curso de su vida, para cambiar su derrotero.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv2>—¡Hola, Robert! —oyó una voz queda que lo saludaba en un pasillo, afuera de su oficina. Era un viejo amigo suyo, el sargento James Allen Mintkenbaugh, a quien había dejado de ver hacía tres años en Fort Hood (Tejas). James tenía 35 años; era alto, fornido, pero de rostro anodino y ojos pardos e inexpresivos que nunca miraban de frente.</conv2><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>En ciertos aspectos, los dos eran muy distintos. Johnson, glotón y atolondrado; Mintkenbaugh, correcto en el comer, en el vestir y en sus actos. El primero solía beber en exceso y tenía tratos con cualquier mujer. Al segundo le disgustaba el alcohol y raras veces, si es que alguna, se le había visto en compañía de mujeres. Pese a ello, en Tejas ambos sargentos se habían hecho amigos íntimos, quizá por ser los dos forasteros y carecer uno y otro de propósitos e ideales.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Johnson vio en Mintkenbaugh el medio de acrecentar su prestigio ante la KGB. Pensó que con su amigo de vigía, mientras él registraba las oficinas durante las horas en que no estaba de servicio, podría aumentar su rendimiento.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Le habló del asunto cautelosamente, mientras tomaban vino con salchicha en una cervecería. Le contó que se ganaba un pequeño sobresueldo vendiendo a los rusos informes falsos y ofreció a su amigo hacerle partícipe del negocio, si le ayudaba. James vaciló, pero al fin convino, probablemente por curiosidad y por el deseo de agradar a su compañero. Sin embargo, no tardó en comprender que Robert estaba buscando secretos valiosos para los rusos. Con sorpresa suya, advirtió que eso no le importaba un comino. Es más; saber que estaba ayudando a traicionar a su patria le proporcionaba un extraño placer.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Por de pronto ambos sargentos se asociaron para producir películas pornográficas y venderlas a sus compañeros de armas. Una noche, mientras filmaban en el apartamento de Johnson, armaron tal barullo que los vecinos llamaron a la policía. Al día siguiente unos soldados de la policía militar los interrogaron y registraron el apartamento. No encontraron nada comprometedor porque Robert se equivocó al cargar la cámara de cine y la película había quedado en blanco. Dejaron en libertad a los acusados después de una reprimenda en que les recordaron el respeto debido a la población civil alemana.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Johnson creía que el ejército buscaba en realidad pruebas de sus actividades de espionaje. Una noche, después de estacionar el Volkswagen en una calle poco transitada, trató de infundir su propio miedo a Mintkenbaugh. Le confesó que había estado proporcionando a la KGB secretos auténticos, e insinuó que la única forma de evitar la cárcel era pedir asilo a los rusos. Ambos cruzaron impulsivamente la frontera hacia Berlín Oriental.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Al principio a Paula le disgustó mucho que Robert hubiese llevado a James. Las explicaciones del primero sobre las circunstancias que le hicieron temer un arresto no lograron calmarlo.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv2>—¡Eso es una estupidez! —tronó Paula— Si sospecharan de ustedes, ya los habría acusado. Cálmense y olviden esa idea absurda de huir.</conv2><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Volviéndose a Mintkenbaugh, le ordenó tajante:</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv2>—Cuénteme su vida. ¿Qué hace en el ejército? ¿Tiene familia? ¿Por qué se metió en este asunto?</conv2><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Después de escuchar un rato, Paula se tranquilizó. Estaba bastante interesado en aquel, nuevo agente norteamericano, y del trato brusco pasó a la cortesía. Enseñado a analizar el carácter y la conducta, el ruso descubrió en el otro sargento la debilidad que la KGB se deleita en explotar.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
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<div id="negrilla">Una misión sencilla</div><br/>
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<div id="pe">PAULA pidió a Mintkenbaugh que volviera solo a Berlín Oriental y durante las semanas siguientes lo llevó a reuniones con otros rusos a varias casas de la KGB en Karlshorst. En sus conversaciones se daba por sentado que el sargento estaba a las órdenes de ellos, y él lo aceptaba pasivamente, sin saber realmente por qué. Pasarían más de diez años antes de que pusiera en claro las razones que motivaron su traición.</div>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Al mismo tiempo Johnson seguía pasando de vez en cuando información, incluso varias copias del parte secreto semanal de espionaje que se preparaba para el alto mando de Berlín. Paula trataba pacientemente de guiarlo y animarlo. Pero con el tiempo la novedad del espionaje fue desvaneciéndose, y decayó el interés de Robert. Cuando lo trasladaron a la oficina de contabilidad del ejército, en Rochefort (Francia), en abril de 1955, no concurrió a la última cita convenida con Paula y salió de Berlín sin instrucciones para establecer contactos posteriores. Comprobado el carácter inocuo de su nuevo puesto, la KGB lo dejó tranquilo por el momento.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>En julio de 1956, todavía resentido con el ejército, Johnson quedó licenciado del servicio. Tenía 36 años, escasa preparación y ninguna aptitud para desempeñar un puesto en la vida civil. Pero se había trazado un plan: mediante el juego de azar multiplicaría sus ahorros, consistentes en unos 3000 dólares, para convertirlos en una modesta fortuna. Entonces se matricularía en un curso de redacción por correspondencia y se convertiría en un escritor famoso. Así pues, llevó a Hedy a Las Vegas, se compró una casa rodante y se mudaron a un campamento de viviendas de remolque. Durante el día él se aplicaba a sus cursos por correspondencia; por la noche bebía y jugaba. Al irse acabando el dinero, exigió que su esposa trabajara, pero a fines de 1956 ella enfermó y pronto quedaron nuevamente en la inopia.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Un sábado de enero de 1957, por la mañana, Johnson se levantó tambaleante a contestar una llamada a la puerta de la casa rodante.</parraf><br/>
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<conv1>—Vaya! ¡Qué sorpresa! Levántate, Hedy —gritó—, y haz café. Ven a ver quién es.</conv1><br/>
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<parrar>Afuera, sonriente y tan impasible como de costumbre, estaba Mintkenbaugh. Les contó que él también había dejado el ejército en 1956, y desde entonces había trabajado en un expendio de helados en California. Luego les dijo que acababa de regresar de un viaje a Berlín.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Sin cambiar la estereotipada sonrisa, Mintkenbaugh entregó a Johnson un sobre con 25 billetes viejos de 20 dólares.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv2>—Quieren que vuelvas al servicio —prosiguió—. Trabajarás conmigo y te pagarán 300 dólares mensuales. Johnson consideró providenciales el dinero y la invitación que le entregó su compinche. Sin más, y sin consultar siquiera con su esposa, aceptó.</conv2><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>El objetivo inmediato de la KGB al reactivar a Robert era recabar información acerca de los misiles que entonces comenzaban a desple.gar en gran número los norteamericanos. Los rusos sabían que Johnson acaso no lograría colocarse en un puesto técnico, pero pensaban que desde algún sitio, en la periferia de las bases, podría tomar fotografías del equipo y de algunos documentos.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Rechazado por la fuerza aérea, donde quería la KGB que ingresara, el sargento logró, no obstante, incorporarse otra vez al ejército con su antigua graduación. Por suerte para la KGB, lo destinaron a la guardia de una base de cohetes Niké-Hércules, en la península de Palos Verdes, en California. En reuniones con Mintkenbaugh, entre la primavera de 1957 y la de 1958, Johnson transmitió fotografías y planos del proyectil Niké-Hércules, junto con los comentarios que de palabra había escuchado sobre sus características. También logró sustraer una muestra del combustible del cohete, obedeciendo órdenes de los rusos. La KGB lo premió con gratificaciones de 900 y 1200 dólares, respectivamente.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Después el ejército lo trasladó a Fort Bliss, en las afueras de El Paso (Tejas), donde siguió pasando a James Mintkenbaugh datos sobre los misiles y otros informes secretos. A raíz de cada cita con Johnson en el aeropuerto de El Paso, James volaba a Washington para informar a Pyotr Nikolaevich Yeliseev, de 35 años de edad, agregado de protocolo de la embajada soviética. En septiembre de 1959, sin embargo, Mintkenbaugh desapareció sin dar ninguna explicación.</parraf><br/>
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<parrar>A fines de 1959 nuevamente trasladaron a Johnson, esta vez a una base de Orleans (Francia). Allí reapareció de pronto Mintkenbaugh, quien había permanecido cuatro meses en Moscú para estudiar el uso de los buzones de correo, micropuntos, escritura invisible, vigilancia y otras técnicas de espionaje. Estaba en Francia de paso para Washington, con órdenes de establecerse como comerciante mientras cumplía unos encargos de la KGB. Pero primero tenía que dar ciertas instrucciones a Robert.</parraf><br/>
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<parrar>Encontró a su amigo y a Hedy viviendo en un hotel de ínfima categoría cerca de la estación ferroviaria de Orleans. Se quedó con ellos tres o cuatro días y no se marchó a los Estados Unidos hasta estar seguro de que Johnson había entendido cómo ponerse en contacto con un agente de la KGB. Era una misión sencilla, pero resultó ser la más importante de Mintkenbaugh.</parraf><br/>
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<div id="negrilla">La ciudadela de los secretos</div><br/>
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<div id="pe">SIGUIENDO las instrucciones de su amigo, Johnson fue en automóvil a París, y en compañía de Hedy se plantó ante un teatro de la Rue d'Athénes, viendo los cartelones. Un apuesto joven de boina negra pasó junto a ellos.</div>
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<conv2>—Perdone: ¿es usted inglés ? —le preguntó con ligero acento ruso.</conv2><br/>
<conv1>—No. Soy norteamericano —repuso el sargento.</conv1><br/>
<conv2>—¿Tendría usted cambio de diez francos? —prosiguió el otro.</conv2><br/>
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<parrar>Johnson le mostró una moneda alemana de cinco marcos que le había dado Mintkenbaugh. El ruso, por su parte, sacó otra de dos marcos. Sonriente, le estrechó la mano:</parraf><br/>
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<conv2>—Me llamo Viktor —declaró—. ¿Nos tomamos una copa?</conv2><br/>
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<parraf><comi>"Viktor"</comi> era en realidad Vitaly Sergeevich Orzhurmov, de 29 años, entonces agregado de la embajada soviética en París. Como Paula, pertenecía a la nueva generación de agentes cultos y sociables que la KGB empezó a adiestrar en el decenio de 1950 a 1959 para sus operaciones en el exterior. Actuaba con gran aplomo entre los occidentales, que se sentían halagados al tratar con diplomáticos soviéticos de ideas y modales modernos, especialmente con alguien que insinuaba estar a favor de las reformas democráticas en el gobierno soviético, lo cual era una grata novedad. Su comportamiento ante Johnson y Hedy reflejaba un estudio cuidadoso de los expedientes de la KGB y los juicios que sobre ellos se había formado. Desde el momento en que tomaron asiento en la taberna de la esquina, fue amable con la mujer, tratando de hacerla sentir cómoda y segura en la relación que iniciaban. Confió al sargento que Moscú lo consideraba una persona muy importante y digna de confianza.</parraf><br/>
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<parrar>Después de charlar con Hedy un buen rato, Viktor dio a Johnson 500 dólares en un fajo de billetes muy apretado, dentro de una cajetilla de cigarrillos.</parraf><br/>
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<conv2>—Es un regalo de Navidad —le dijo—. Sabrá que estamos muy complacidos de tenerle con nosotros. Tiene usted un magnífico expediente. Se ve que podemos contar con usted para que se valga de su propia iniciativa y nos dé informes interesantes.</conv2><br/>
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<parrar>De ahí en adelante Robert, a veces acompañado por su esposa, se reunía con Viktor el primer sábado de cada mes por la noche, en algún café cercano a la Puerta de Orleans, en París. Pero su servicio en Francia, en un batallón de artillería, no le daba acceso a datos importantes, y hacia el verano de 1960 el ruso comenzó a instarlo a que pidiera su traslado al Cuartel General Supremo de las Fuerzas Aliadas en Europa (SHAPE), con sede en París. Aquel otoño Hedy sufrió el primer ataque de nervios y fue recluida en un hospital militar norteamericano, cerca de París. Con permiso de su jefe inmediato, que se apiadó de él, Johnson fue trasladado a la región parisiense so pretexto de que su mujer tenía que vivir más cerca del hospital.</parraf><br/>
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<parrar>Después de una entrevista con los funcionarios del SHAPE, en marzo de 1961, en que lo rechazaron, Johnson habló con un sargento que le aconsejó:</parraf><br/>
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<conv2>—Si quieres permanecer en París, busca un puesto en el centro postal de las fuerzas armadas, en eI aeropuerto de Orly.</conv2><br/>
<conv1>—¿Qué es eso?</conv1><br/>
<conv2>—Es una especie de oficina de correos para documentos ultrasecretos —le explicó el sargento—. La tienen custodiada por todas partes, así que hay plazas de guardias.</conv2><br/>
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<parrar>Tal descripción era esencialmente correcta, pero se quedaba corta. El centro de correos era un edificio pequeño de cemento situado en un apartado rincón del aeropuerto. Todos los documentos vitales, sistemas de claves y equipo criptográfico que se enviaba de Washington a la OTAN, para los centros norteamericanos de mando en Europa o para la sexta flota del Mediterráneo, se entregaban allí primero a fin de ser clasificados y remitidos a su destino final. Todos los materiales que procedían de los puestos de mando europeos y llevaban la marca <comi>"secreto"</comi>, en sus varios grados, también quedaban custodiados en el centro mientras se despachaban a Washington. Era, de hecho, una ciudadela europea de muchos de los más importantes secretos militares que manejaban los Estados Unidos.</parraf><br/>
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<parrar>El ejército había ideado un laberinto de barreras de seguridad para hacer físicamente impenetrable el pequeño edificio. La única puerta exterior se abría a una oficina de recepción donde los empleados clasificaban los documentos.</parraf><br/>
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<parrar>Detrás había una gran bóveda de acero. Para entrar en ella se pasaba por dos puertas metálicas. La primera estaba asegurada por una barra de hierro con cerraduras de combinación en ambos extremos. La segunda, el acceso a la bóveda, tenía un complicado candado de llave.</parraf><br/>
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<parrar>Así pues, nadie podía entrar en la caja fuerte sin saber la combinación de las dos primeras cerraduras y sin la llave de la tercera. A nadie, de general a soldado raso, se le permitía la entrada en la bóveda sin un acompañante. El reglamento exigía la presencia constante de por lo menos un oficial cada vez que la abrían. Además, en la oficina había apostado un centinela armado durante las 24 horas del día, los 365 días del año. Al parecer, la bóveda era inexpugnable.</parraf><br/>
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<parrar>Johnson logró una plaza de guardia. Cuando informó de esto a su contacto de la KGB, Viktor le dio una palmada en la espalda y exclamó: <comi>"¡Fantástico!"</comi> Con esta jugada, el inepto sargento, que hacía ocho años se había presentado a la KGB como nave al garete, se convertía de pronto en un agente de insospechado valor. Aún quedaba una enorme barrera entre el espionaje soviético y los tesoros de la caja, pero con un agente colocado inesperadamente a unos cuantos metros de aquella fortuna, la KGB estaba ya más cerca de su objetivo de lo que nunca hubiera soñado. Desde ese momento todo el ingenio, la imaginación y los recursos técnicos de los rusos se concentraron en un plan para franquear esos últimos metros.</parraf><br/>
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<div id="negrilla">La llave</div><br/>
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<div id="pe">VIKTOR aumentó la frecuencia de sus entrevistas con el sargento, para interrogarlo interminablemente sobre el movimiento diario del centro, el cambio de guardia y los métodos de selección del personal que tenía acceso a la bóveda misma. Por instrucciones llegadas directamente del cuartel general de la KGB en Moscú, ordenó a Johnson:</div>
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<conv2>—Como primer paso, debe usted lograr que lo incluyan entre los empleados que trabajan dentro.</conv2><br/>
<conv1>—Para eso necesito un certificado de aptitud para manejar documentos ultrasecretos —repuso el norteamericano—. Eso requeriría una investigación.</conv1><br/>
<conv2>—Es un riesgo que tenemos que correr —respondió Viktor.</conv2><br/>
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<parrar>A Robert le preocupaba ante todo lo que pudiera hacer o decir Hedy, cada día menos cuerda. Durante sus frecuentes accesos de locura los vecinos le oían murmurar algo sobre espionaje y acusar a su marido de ser espía. También la habían escuchado los médicos que la asistían. Todos consideraban sus desvaríos meras alucinaciones. Pero Johnson temía, no sin fundamento, que algún investigador concienzudo se valiera de esas pistas para descubrir la verdad.</parraf><br/>
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<parrar>Sin embargo, la suerte evitaría al sargento Johnson la investigación a fondo que suelen exigir antes de otorgar una licencia para manejar documentos muy secretos. El acuerdo por el cual se permitía a los soldados norteamericanos operar en suelo francés prohibía al ejército de los Estados Unidos interrogar a ciudadanos franceses, y por ello no se intentó obtener declaraciones de los vecinos de Johnson. Un examen sumario de su hoja de servicios y una declaración escrita de sus superiores no revelaron ninguna causa para descalificarlo. En el informe final ni siquiera se mencionaba la enfermedad mental de Hedy, porque el marido, so pretexto de comprobar algunos datos, había pedido su expediente y sustrajo de él cualquier indicio de la enfermedad de su esposa. Por tanto, a fines de 1961 recibió la licencia para manejar papeles ultrasecretos, y le permitieron entrar en la bóveda a trabajar como oficinista.</parraf><br/>
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<parrar>Los documentos a que tenía acceso Johnson en su nuevo puesto llegaban generalmente en grandes sobres de papel manila, a menudo sellados con lacre de color rojo o azul. Algunos tenían lacónicos letreros con clasificaciones especiales de seguridad, y la mayoría eran incomprensibles para el espía norteamericano. Pero los funcionarios de la KGB sabían que tales letreros aludían a un importantísimo contenido criptográfico donde se consignaban datos precisos acerca de las fuerzas de la OTAN, de sus planes estratégicos y de posibles objetivos de bombardeos nucleares.</parraf><br/>
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<parrar>Preocupaba a la KGB la posibilidad de que el centro postal estuviese equipado con algún sistema secreto de alarma que pudiera sonar al hacer cualquier intento de abrir la caja fuera de las horas debidas. Viktor mostró a Johnson ilustraciones, probablemente sacadas de revistas del ramo, de varios métodos empleados en los bancos norteamericanos. Le ordenaron buscar alambres o cajas diminutas que delatasen la presencia de las alarmas.</parraf><br/>
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<conv2>—Debe examinar todo el edificio, centímetro a centímetro —le advirtió el ruso.</conv2><br/>
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<parrar>Johnson pudo complacerlo prestando su ayuda voluntaria (por instrucciones de los rusos) para pintar el edificio. Informó que, a su parecer, no contenía ningún sistema de alarmas. Y tenía razón.</parraf><br/>
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<parrar>Los mayores obstáculos, y aparentemente insuperables, eran las tres cerraduras. Viktor dio al sargento arcilla de modelar contenida en una cajetilla de cigarrillos, con instrucciones de llevarla consigo en todo momento, para el caso de que se le presentara la oportunidad de tener un instante en sus manos la llave de la bóveda. Johnson replicó que no habría tal ocasión, pues siempre estaba en poder de un oficial.</parraf><br/>
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<conv2>—No debemos pasar por alto ninguna posibilidad —respondió Viktor.</conv2><br/>
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<parrar>Un lunes por la mañana, a principios de 1962, un joven teniente con quien el espía había estado trabajando se quejó de sentir náuseas. De pronto se puso en pie, ordenó a Johnson que saliera de la bóveda, cerró la puerta y fue corriendo a vomitar. Pero en su prisa se olvidó de sacar la llave. El sargento, tomándola rápidamente, hizo una impresión de ella en la arcilla de modelar.</parraf><br/>
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<parrar>En la siguiente entrevista con Viktor, éste le dijo que la impresión estaba muy borrosa y que había estropeado una oportunidad que jamás volvería a presentarse. Sin embargo, no se notaba ningún reproche en las palabras o en el tono del agente ruso, pues Johnson era ya demasiado valioso.</parraf><br/>
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<conv2>—Todos cometemos errores —comentó el ruso—; esperemos que se presente otra oportunidad.</conv2><br/>
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<parrar>Un día, más por conversar que movido de curiosidad, señalando una caja pequeña de metal dentro de la bóveda, el sargento preguntó al oficial supervisor:</parraf><br/>
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<conv1>—¿Qué guardarnos allí?</conv1><br/>
<conv2>—Nada —contestó el oficial, haciendo girar la puerta que estaba sin llave—: está vacía.</conv2><br/>
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<parrar>Johnson observó que, efectivamente, no había nada en aquella caja, excepto una llave en un rincón... Era la de repuesto para la bóveda. Al final de la tarde se la echó en el bolsillo y la conservó una noche, haciendo cuidadosamente tres impresiones distintas en la arcilla. A la mañana siguiente, mientras un oficial se hallaba absorto en un nuevo legajo de documentos, la devolvió sin ser visto. Tres semanas después Viktor, sonriente, le entregaba una flamante llave copiada en Moscú.</parraf><br/>
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<div id="negrilla">Una maquinita de rayos X</div><br/>
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<div id="pe">JOHNSON trataba de aprenderse de memoria las combinaciones de las otras dos cerraduras observando a los oficiales mientras las abrían. Una vez un militar, volviéndose a él súbitamente, le increpó:</div>
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<conv2>—Póngase atrás, sargento: no se quede atisbando por encima del hombro mientras hago esto.</conv2><br/>
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<parrar>El incidente asustó más a Viktor que a Robert.</parraf><br/>
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<conv2>—De ahora en adelante, manténgase alejado: no demuestre el menor interés —le ordenó.</conv2><br/>
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<parrar>En junio de 1962, según el procedimiento rutinario de seguridad, el ejército cambió la combinación de una de las cerraduras. Cierto capitán que había gozado de licencia telefoneó a otro oficial para pedirle la nueva serie de números. El otro se negaba a darla por teléfono, pero, tras alguna discusión, al fin consintió en dictar unos dígitos que, debidamente sumados a la combinación anterior, darían la nueva. El capitán copió los números e hizo las sumas en una hoja de papel aparte, que luego, descuidadamente, echó en el cesto de papeles.</parraf><br/>
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<conv2>—Merece una felicitación —le dijo Viktor cuando Johnson le entregó la hoja sacada de la papelera—. Claro que debemos asegurarnos de que esta es la verdadera combinación. Creo que es hora de que se ofrezca voluntariamente para trabajar los fines de semana.</conv2><br/>
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<parrar>Además de sus deberes normales, el personal de oficina se turnaba haciendo guardia en el centro postal cuando estaba cerrado de noche, los sábados y los domingos. Eran aquellas las únicas ocasiones en que la instalación estaba protegida por un solo hombre. Por las noches de los días hábiles, sin embargo, solían llegar correos a deshora, lo cual obligaba al centinela a llamar a ciertos oficiales para abrir el centro. Por consiguiente; los agentes de la KGB dedujeron que, si querían penetrar en la caja fuerte, tendrían que intentarlo en los fines de semana, cuando casi nunca llegaban correos y no andaba gente por la zona.</parraf><br/>
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<parrar>Con los placeres de París a sólo unos cuantos kilómetros de distancia, el solitario y tedioso servicio de sábados y domingos era detestado por todo el personal. El turno que más aborrecían era el de las 6 de la tarde del sábado a 6 de la mañana del domingo. Por eso el ejército concedía dos días libres a la semana a quien se ofreciese voluntariamente a trabajar en ese lapso. Pese a ello pocos se brindaban, y Johnson no tuvo dificultad en que lo asignaran permanentemente al :turno de vigilancia del sábado por la noche. Explicó que necesitaba estar libre un día durante la semana para acompañar a su esposa en su visita al médico. La primera noche que estuvo de guardia esperó casi hasta las 2 de la madrugada para probar la combinación.</parraf><br/>
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<conv2>—Nuestros científicos creen tener un método para descubrir la combinación del otro candado —le confió Viktor en agosto—. Pero primero necesitamos muchas fotografías desde diversos ángulos, tomadas de muy cerca. Use esta cámara fotográfica Minox el próximo fin de semana. Me entregará la película el lunes a las 7, cuando vaya de camino al trabajo.</conv2><br/>
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<parrar>Sosteniendo en la mano un mapa, el ruso indicó el lugar del encuentro, junto a un puente en un camino rural, no lejos de Orly.</parraf><br/>
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<parrar>Al detener su viejo Citroën junto al puente, el sargento vio a Viktor salir corriendo del bosque, seguido por un hombre moreno, esbelto, que vestía un elegante traje azul. Los dos saltaron al auto y el primero dijo:</parraf><br/>
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<conv2>—Le presento a mi remplazo: Feliks.</conv2><br/>
<conv1>—¿A dónde va usted ahora, Viktor? —inquirió Johnson.</conv1><br/>
<conv2>—Seguiré aquí, trabajando con usted. Sin embargo, consideramos que ahora necesitamos dos hombres para garantía del éxito.</conv2><br/>
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<parrar>Efectivamente, la operación había adquirido trascendental importancia en el cuartel general de la KGB. Los preparativos para el golpe final se habían complicado tanto que ya se dedicaban a ellos muchos funcionarios, tanto en Moscú como en París. La KGB quería tener en París dos agentes capaces de entenderse con el espía norteamericano, por si uno de los dos quedaba incapacitado. Además, requería otro oficial disponible para vigilar las futuras entrevistas con Johnson y protegerse de la vigilancia del enemigo.</parraf><br/>
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<parrar>Feliks Aleksandrovich Ivanov, que unas veces se hacía pasar por diplomático y otras por funcionario de las Naciones Unidas, conocía bien al sargento, por las indicaciones de Viktor y su estudio del expediente. Ivanov era mucho más inquieto, más autoritario y enérgico que Viktor; no obstante, él también trataba a Johnson con miramientos. Actuaba como un instructor paciente, decidido a sacar el mayor provecho posible de un discípulo lerdo e indisciplinado.</parraf><br/>
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<parrar>Se reunió con el espía a principios de octubre, en el Café L'Étoile d'Or, en la esquina del Boulevard Brune y la Rue des Plantes, para trasmitirle instrucciones precisas.</parraf><br/>
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<conv2>—Escúcheme con mucha atención: si en algún momento no me entiende bien, dígamelo, se lo ruego —comenzó el ruso—. Pronto llegará de Moscú un aparato especial, con esta forma —y desdobló una hoja de papel de seda con trazos de dibujo industrial y letras rusas. Una de las ilustraciones indicaba una pieza circular, plana, de unos 10 centímetros de diámetro; otra, un cono de metal grueso de unos 22 de largo.</conv2><br/>
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<parrar><comi>"Esto podría llamarse una maquinita de rayos X"</comi>, explicó Feliks. <comi>"Una vez adosada a la cerradura, tomará automáticamente una radiografía del mecanismo. Nuestros científicos creen que de las radiografías deducirán la combinación."</comi></parraf><br/>
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<parrar><comi>"Como puede ver, el quehacer de, usted es bastante sencillo. Pero entraña cierto peligro. Cuando está en operación, el aparato es muy radiactivo. Tan pronto como lo haya colocado en la cerradura, tendrá que retirarse al extremo más lejano de la habitación y esperar 30 minutos. ¿Entendió?"</comi></parraf><br/>
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<parrar>En el mismo camino rural en que Johnson había conocido a Aleksandrovich, la KGB entregó el aparato en dos paquetes un viernes por la noche. El sargento detuvo su Citroën apenas el tiempo suficiente para que Viktor le pasara una parte por la ventanilla. Unos 1500 metros más adelante salió Feliks del bosque y subió al coche con la otra parte. Allí repasó una vez más con Johnson el procedimiento que habría de seguir éste.</parraf><br/>
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<parrar>En el centro postal, a las 3 de la madrugada del domingo, el espía colocó la plancha plana y el cono en la cerradura. Encajaban perfectamente, y al instante comenzaron a emitir un zumbido casi inaudible; el sargento se agazapó en la oscuridad junto a la pared de un rincón, mirando el reloj mientras el artefacto funcionaba. Pasados los 30 minutos, cesó el zumbido. El espía volvió a colocar la plancha y el cono en sus respectivas cajas. Tres semanas después, el 30 de noviembre, Feliks le entregó una hoja de papel en la que había una serie numérica.</parraf><br/>
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<conv2>—¡Esta es! —le dijo triunfante.</conv2><br/>
<conv1>—¿Cómo sabe que es la verdadera combinación ? —preguntó Johnson.</conv1><br/>
<conv2>—Lo sabemos. No hay la menor duda —repuso el ruso, y sonrió—. Hemos fijado su primera penetración para el 15 de diciembre. Hay mucho que hacer de aquí a entonces.</conv2><br/>
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<div id="negrilla">Dentro de la bóveda</div><br/>
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<div id="pe">CIERTA noche Feliks llevó a Johnson en su Mercedes gris hasta el aeropuerto de Orly, rodeando por un camino vecinal que llegaba al edificio de la administración. Se detuvo en una curva, en un paso a desnivel.</div>
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<conv2>—A las 12:15 de la noche estaré aquí, junto a mi coche —precisó—. Le haré señas cuando pase en su auto, como si yo estuviera pidiendo ayuda. Se detendrá y me entregará los documentos. Calculamos que estará fuera de su puesto menos de cinco minutos.</conv2><br/>
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<parrar>Desde el aeropuerto viajaron unos ocho kilómetros hacia la campiña, donde Feliks estacionó el coche en el camino sin pavimentar, junto a un cementerio abandonado, e indicó a Johnson:</parraf><br/>
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<conv2>—A las 3 horas 15 minutos en punto le devolveré los documentos aquí —Feliks tomó dos maletines de viaje azules, idénticos, de la Air France. Le pasó uno a Johnson, y prosiguió—: Colocará los documentos en esta valija. Cuando me la entregue en el paso a desnivel, le daré en cambio ésta. Mire lo que hay adentro.</conv2><br/>
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<parrar>En el segundo maletín había una botella de coñac, cuatro emparedados, una manzana y cuatro pastillas blancas.</parraf><br/>
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<parrar>Feliks explicó que el licor contenía un fuerte somnífero.</parraf><br/>
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<conv2>—Si alguien llegara a su puesto entre nuestra primera y segunda citas, déle un trago —le indicó—. Así podrá salir a encontrarnos para recobrar los documentos. Si es preciso que usted beba también, tome en el acto dos pastillas, y las otras dos a los cinco minutos. Eso evitará que la droga le haga efecto.</conv2><br/>
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<parrar>Los ensayos continuaron casi todos los días, y delataban los cuidadosos preparativos que había hecho la KGB. Feliks condujo a Johnson unos 200 metros campo adentro, junto a la carretera D33. Allí recogió una piedra al pie de un árbol, y, mientras el sargento observaba atónito, la destornilló de modo que quedaron dos mitades huecas.</parraf><br/>
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<conv2>—En caso de apuro, encontrará aquí un pasaporte canadiense con su fotografía, credenciales, dinero, una moneda de plata de a dólar de los Estados Unidos, de 1921, y una dirección de Bruselas —prosiguió el ruso—. Se dirigirá a esta última ciudad. Allí, con un ejemplar del <em>Times</em> de Londres en la mano izquierda, irá diariamente a las 11 de la mañana a la dirección indicada. Nuestro representante se le acercará con una moneda de plata de a dólar, también de 1921, y le preguntará si se le cayó. Mostrará entonces su propio dólar de plata y se pondrá a las órdenes del agente.</conv2><br/>
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<conv1>—¿Cómo espera que pueda recordar todo eso? —rezongó Johnson. —Lo practicaremos hasta que lo aprenda —respondió Feliks con calma—. Recitemos la lección desde el principio...</conv1><br/>
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<parrar>El agente hizo hincapié en que el plan de fuga ideado por la KGB se pondría en práctica automáticamente si Johnson, al salir del centro postal el domingo por la mañana, no daba la señal convenida de que todo iba bien. La señal consistía en dejar caer cerca de determinada casilla de teléfonos, mientras se dirigía a casa, una cajetilla de cigarrillos Lucky Strike con una X marcada dentro a lápiz.</parraf><br/>
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<parrar>El último ensayo fue el viernes 14 de diciembre por la noche. Una vez más Feliks llevó al espía a la curva del camino del aeropuerto de Orly, junto al paso a desnivel, y luego al cementerio.</parraf><br/>
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<conv2>—Le estaré esperando —repitió—. Estarán esperando muchos. ¡Buena suerte!</conv2><br/>
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<parrar>A la noche siguiente, en el centro de correos, Johnson, sintonizando su radio, ajustó su reloj con la señal cronométrica de las 11 de la noche dada por la emisora de las fuerzas armadas de los Estados Unidos. En París, a 39 kilómetros de allí, Feliks hacía otro tanto. Al mismo tiempo, en la embajada soviética de París, un equipo de técnicos de la KGB trasladados por avión desde Moscú, vía Argelia, se reunía en un pequeño despacho del tercer piso. Sabían que disponían de menos de una hora para romper los sellos de los sobres, fotografiar su contenido, cerrarlos y lacrarlos nuevamente de modo que no se notara la violación.</parraf><br/>
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<parrar>Johnson tardó menos de dos minutos en abrir las tres cerraduras de la bóveda. Una vez adentro, embutió los sobres, unos de 28 por 33 centímetros, otros de 20 por 28, en el maletín de avión. Cerrando la bóveda y luego la puerta exterior del centro, corrió a su Citroën y se dirigió al encuentro de Feliks. Todo salió tal como se había ensayado. A las 3:15 de la madrugada recobró los sobres cerca del cementerio y los colocó nuevamente en la caja fuerte. Al llegar Johnson a su casa el domingo por la mañana, un gran legajo de documentos cifrados, secretos militares de los Estados Unidos, volaba ya rumbo a Moscú.</parraf><br/>
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<div id="negrilla"><comi>"¡Que no vuelva a suceder!"</comi></div><br/>
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<div id="pe">EL SÁBADO siguiente, 22 de diciembre, Johnson volvió a sustraer papeles de la caja fuerte sin la menor dificultad. En esa ocasión escogió varios sobres nuevos que habían llegado dos o tres días antes.</div>
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<parrar>Un día después de Navidad, Feliks saludó a Johnson alegremente:</parraf><br/>
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<conv2>—De parte del Consejo de Ministros de la Unión Soviética, se me ha encargado que lo felicite por su magnífica colaboración en pro de la paz. Me dijeron que algunos materiales de los que enviamos son tan interesantes que el mismo camarada Jrushof los leyó. En recompensa, le han conferido a usted el grado de comandante del Ejército Rojo. También me han autorizado para entregarle una gratificación de 2000 dólares. Tómese un descanso; vaya a Montecarlo y diviértase.</conv2><br/>
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<parrar>El grado de comandante era un premio ficticio que le otorgaba la KGB para halagar su vanidad y estimularlo. Pero hay pruebas de que Jrushof estudió con ávido interés los materiales que proporcionó Johnson. Yuri Ivanovich Nosenko, alto funcionario de la KGB que posteriormente se pasó al bando occidental, da fe de que la llegada al Kremlin de los primeros legajos de la bóveda de Orly causó un gran revuelo. Según le dijeron, enviaron copias a Jrushof y a ciertos jerarcas del Politburó inmediatamente después de traducidos. Nosenko oyó decir también que algunos documentos robados habían revelado el número y el lugar de emplazamiento de las bombas nucleares norteamericanas en Europa.</parraf><br/>
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<parrar>Evidentemente eran extraordinarios los papeles de la bóveda, no sólo por su contenido, sino por su indiscutible autenticidad. Quien los estudiara podía considerar que había asistido a las más secretas juntas de los estrategos norteamericanos para tomar notas a su antojo. Algunos despachos ultrasecretos esbozaban modificaciones o suplementos al plan básico de los Estados Unidos para la defensa de Europa Occidental. No había ninguno con el plan completo de defensa, pero todos, en conjunto, lo revelaban. La Unión Soviética podría calcular exactamente con qué fuerzas debía contar y qué puntos vulnerables podía explotar. Se han ganado grandes batallas decisivas con menos informes de espionaje que los obtenidos en las dos primeras violaciones de la bóveda. Y aquello era apenas el comienzo.</parraf><br/>
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<parrar>Efectivamente, los informes sustraídos eran tan espectaculares que la Unión Soviética adoptó más precauciones todavía para asegurar el éxito de la operación. Se decidió que el Politburó debería aprobar previamente todas las penetraciones siguientes, y, cuando se iba a efectuar alguna de ellas, reinaba una atmósfera de verdadera tensión en el alto mando de la KGB.</parraf><br/>
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<parrar>Esto concuerda con las instrucciones que Johnson recibió de Feliks en enero de 1963: en adelante sólo se sacarían documentos de la bóveda con intervalos de cuatro a seis semanas, y cada sustracción se programaría con 14 días de anticipación.</parraf><br/>
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<conv2>—Debemos traer gente de Moscú —le explicó el ruso—. Los preparativos son muy complicados.</conv2><br/>
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<parrar>Era preciso todo un equipo de técnicos para clasificar y descifrar los documentos sustraídos, pero la KGB no se atrevía a concentrar a toda esa gente en París. Temía que, a la larga, los agentes franceses averiguaran su calidad de especialistas e infirieran de su presencia que estaba trascendiendo algo de inusitada importancia. La KGB sabía también que serían descubiertos los técnicos si viajaban de ida y vuelta a París con demasiada frecuencia. Por tanto, resolvió reducir la regularidad de sus viajes y enviarlos a la capital francesa uno a uno y por diversas rutas.</parraf><br/>
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<parrar>Además, aunque Johnson había escamoteado fácilmente los documentos de la caja fuerte por dos veces, la KGB comprendía que cada apertura clandestina entrañaba considerables riesgos. Si alguien descubriera por casualidad su ausencia durante una de sus dos salidas del centro postal, no tendría él forma de justificarse. Los rusos no se habían molestado en prepararle una coartada para el caso, porque sabían que cualquier explicación sería inverosímil. Por otra parte, aunque el sargento, por su cargo, era ya un agente sumamente valioso, la KGB no le tenía suficiente confianza, pues no ignoraba que, si algún día lo sometieran a un interrogatorio severo, se rendiría pronto y confesaría fácilmente.</parraf><br/>
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<div id="pe">UNA NOCHE brumosa y fría de fines de febrero el espía norteamericano se reunió con Feliks a las 3:15 de la madrugada para que le devolviera éste los documentos que le había pasado tres horas antes. Como de costumbre, tras un apretón de manos, cambiaron silenciosamente los maletines azules. Pero cuando intentaba alejarse, el motor de su viejo Citroën no arrancó.</div>
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<conv2>—Déjeme probar a mí —pidió el ruso.</conv2><br/>
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<parrar>Pero ninguno de los dos logró poner en marcha el motor del viejo automóvil. En eso oyeron que otro coche se detenía detrás de ellos. Tanto Feliks como Johnson saltaron afuera, pero quedaron inmóviles al ver acercarse la silueta de un hombre que llegó pistola en mano. Era Viktor, que había estado vigilando la cita desde lejos. Casi durante 20 minutos (con cada segundo aumentaba la posibilidad de un desastre) forcejearon en vano para que funcionara el vetusto Citroën. Por fin, después que Viktor lo empujó con su propio coche en el tramo de un kilómetro, el motor tosió y se puso en marcha. A la semana siguiente, con dinero de Moscú, el sargento compró un Mercedes de segunda mano.</parraf><br/>
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<parrar>Un domingo de marzo, después de que el espía había sacado sin contratiempos documentos de la caja fuerte, salió de su apartamento en las primeras horas de la tarde a comprar pan. Con gran sorpresa vio que Feliks y Viktor habían estacionado sus respectivos vehículos junto a la entrada del edificio. En cuanto lo vieron, ambos se alejaron rápidamente. Johnson quedó atónito... hasta que recordó que había olvidado dejar la cajetilla de Lucky Strike junto a la casilla telefónica, como señal de que todo marchaba bien.</parraf><br/>
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<conv2>—No puede imaginarse las dificultades que nos causó su negligencia —lo reconvino airadamente Feliks durante la entrevista que se celebraba los miércoles siguientes a cada sustracción de documentos—. Para preparar su escapatoria, tuvimos que poner sobre aviso a mucha gente, desde París hasta Moscú. Ahora tendré que perder dos días escribiendo explicaciones.</conv2><br/>
<conv1>—Lo siento. Se me olvidó.</conv1><br/>
<conv2>—¡Que no vuelva a suceder! —le advirtió el ruso— Este tipo de descuido puede muy bien llevarlo a usted a la cárcel.</conv2><br/>
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<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUu5iiz776jHrYmLjEnX4AvkVupqW9BekbChSsi0Z_FwY5kO1WR5Berlr4-b8qqxIFnTKzuK2UGOcMDM9x6_MWRYd_izF1k9duey-bK4ogoEZpcLU1cWsTBnp_iIQzDJFPjsaFWIslhufAAnZeMDXeXcPzAYGqSVOwZhOgIlmu-c5Iiz4EK4dc8fhbBg/s1600/ESPIONAJE%20EN%20ORLY-3.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 350px; height:510px" /><br/>
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<div id="negrilla">Un error increíble</div><br/>
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<div id="pe">EL 20 de abril de 1963 Johnson penetró en la bóveda por séptima vez con la intención de tomar dos sobres que habían llegado de Washington el día anterior. A las 12:15 de la madrugada del 21 de abril el espía entregó a Feliks el maletín lleno de documentos secretos. Pero a las 3:15 el norteamericano no apareció en el cementerio.</div>
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<parrar>Feliks comenzó una angustiosa espera. Acaso alguien había llegado al centro y el sargento no logró darle a beber el coñac con somnífero. Pudo haber tenido algún accidente por el camino, o tal vez lo hubieran descubierto y habría hablado del ruso que lo esperaba junto al cementerio. Pensó por último que en esos momentos ya vendrían de camino varios pelotones de soldados norteamericanos para aprehenderlo.</parraf><br/>
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<parrar>A eso de las 5 de la mañana Feliks no quiso esperar más. Pronto amanecería en el aeropuerto de Orly y, con la luz del día, no habría manera de volver a colocar en su sitio los documentos. Johnson sería arrestado y la gran operación fracasaría. El ruso optó por el único camino que le quedaba. Manejando su automóvil hasta Orly, se detuvo a unos 10 metros del centro postal. Dejando el motor encendido, echó el maletín que contenía los documentos en el asiento delantero del coche del sargento. Se alejó con poca esperanza de que su osadía pudiese remediar la catástofe que seguramente había caído sobre el espía y la KGB.</parraf><br/>
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<parrar>Sin embargo, el traidor no había sido víctima de ningún infortunio; sencillamente, se quedó dormido. A eso de las 5:30 despertó a plena luz del día. Corrió apresuradamente a su automóvil, y allí encontró el maletín azul. Acababa de cerrar nuevamente la bóveda, y aún tenía la mano en una de las cerraduras, cuando se presentó un cabo que venía a relevarlo a la hora del desayuno.</parraf><br/>
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<parrar>Johnson no tuvo valor para confesar a la KGB que había cometido la torpeza de quedarse dormido. Inventó que había llegado un oficial a las 3 de la madrugada a buscar unos documentos de entrega urgente y resolvió dormir allí un rato antes de retirarse.</parraf><br/>
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<conv1>—jEl maldito se quedó hasta después de las 5! —dijo a Feliks— No pude hacer nada...</conv1><br/>
<conv2>—¡Ah! Debió de pasar usted un rato muy malo.</conv2><br/>
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<parrar>Tal respuesta convenció a Johnson de que su mentira había surtido efecto. Pero no fue así. La KGB estaba al tanto de que los domingos nunca sacaban correspondencia del centro, y de que, en todo caso, ningún oficial tomaría documentos sin el testimonio escrito de un segundo oficial. Por tanto, sabía que el espía estaba mintiendo, pero no sospechaba la razón de ello.</parraf><br/>
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<parrar>Así pues, en mayo, la KGB optó por suspender temporalmente la operación, cuando estaba produciéndole grandes frutos. El botín de la KGB tendría mucho más valor si los Estados Unidos no se enteraban. Si los norteamericanos descubrían la sustracción, comenzarían a reparar los daños alterando los planes y modificando la distribución de sus fuerzas. Y como ignoraba la verdadera razón de la mentira de Johnson, la KGB no quería correr más riesgos.</parraf><br/>
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<parrar>Feliks explicó al sargento la suspensión de las operaciones diciendo que, al aproximarse el verano, las noches serían ya muy cortas.</parraf><br/>
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<div id="negrilla"><comi>"Es un espía"</comi></div><br/>
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<div id="pe">AQUEL verano la KGB no descubrió indicios de que Johnson estuviera en entredicho, y se preparó para reanudar las operaciones en otoño. Y la confianza de los rusos se fortaleció en septiembre, cuando ascendieron al espía a sargento primero. Pero, desgraciadamente para aquéllos, al ascenderlo lo trasladaron a la región del Sena, en Sainte-Ho-norine. Ya no habría más robos en eI centro postal.</div>
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<parrar>Luego, en mayo de 1964, el ejército mandó a Johnson al Pentágono, en Washington, para que estuviera cerca de Hedy, a quien habían llevado en avión para someterla a tratamiento siquiátrico en el Hospital Walter Reed. Poco antes de salir de Francia, el espía cenó en París con Viktor y con Feliks.</parraf><br/>
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<conv2>—¿Sabe cuáles serán sus deberes en el Pentágono? —preguntó Feliks.</conv2><br/>
<conv1>—Creo que los mismos que aquí: barajar documentos secretos; llevarlos de un lado a otro.</conv1><br/>
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<parrar>Los rusos sonrieron ante la inesperada anga.</parraf><br/>
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<conv2>—Ese podría ser un trabajo muy nteresante —comentó Viktor.</conv2><br/>
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<parrar>Al separarse convinieron en que un hombre de la KGB buscaría a Johnson en el aeropuerto La Guardia, en Nueva York, el primero de diciembre de 1964.</parraf><br/>
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<parrar>Johnson alquiló una agradable casa de ladrillos en una calle arbolada en Alexandria (Virginia) donde se le reunió Hedy cuando le dieron el alta en el hospital, ya aparentemente restablecida. Al regresar del Pentágono una tarde de julio, se detuvo en la carretera de Columbia Pike, en Arlington, a comprar una <em>pizza</em>. Mientras esperaba en fila, una voz conocida lo llamó desde la puerta:</parraf><br/>
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<conv2>—¡Hola, Robert!</conv2><br/>
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<parrar>Eran las mismas palabras con que James Mintkenbaugh lo había saludado en Berlín, en Las Vegas, en Orleans.</parraf><br/>
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<parrar>Reunidos otra vez esa noche, comiendo <em>pizza</em> acompañada de cerveza, Robert y su compinche se relataron sus experiencias de espionaje desde la última vez que se habían visto. Mintkenbaugh había desempeñado útiles misiones, aunque no espectaculares, para la KGB. Vivió seis semanas en Canadá reuniendo partidas de nacimiento y otros documentos que los rusos necesitaban para infiltrar inmigrantes ilegales en los Estados Unidos. Después se hizo corredor de bienes raíces en Arlington, lo que le permitía suministrar a los rusos informaciones sobre los empleados del gobierno norteamericano que buscaban alojamiento. Durante la crisis de los cohetes de Cuba, en octubre de 1962, la KGB lo mandó a informar sobre la gran movilización militar en el sur de la Florida.</parraf><br/>
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<conv1>—Los veré otra vez en diciembre —le confió Johnson.</conv1><br/>
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<parrar>Pero no tardó en olvidar a los rusos, sus deberes en el Pentágono y cualquier otro compromiso. En septiembre se recrudecieron tanto los ataques de demencia y celos de Hedy, que el temor lo tenía obsesionado. Una vez, en un restaurante, ella imaginó que otra mujer sentada a una mesa vecina estaba coqueteando con su marido. De repente se levantó y, volcando la mesa, asió de los cabellos a la desdichada. En un supermercado se le metió en la cabeza que Robert estaba flirteando con una compradora. Se acercó por detrás a su esposo y le dio un puntapié tan violento que le hizo perder el equilibrio y caer de bruces contra un montón de latas que se desparramaron por el piso. El 2 de octubre de 1964 por la tarde, al fracasar en su intento de recluirla en el hospital, el espía resolvió abandonarla.</parraf><br/>
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<parrar>Del banco Old Dominion, en Arlington, sacó 2200 dólares que había ahorrado. Después siguió en el auto sin rumbo fijo, hasta llegar a un letrero que indicaba el camino hacia Richmond. Allí dejó el coche, compró una botella de whisky y subió en estado de embriaguez a un autobús que lo condujo a Las Vegas, después de pasar por Cincinnati, San Luis y Denver. En Las Vegas alquiló un cuartucho y se dedicó a jugar.</parraf><br/>
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<parrar>A los 30 días de haber desaparecido Johnson, el ejército lo declaró desertor y pidió a todos los organismos de la ley que lo buscaran. Dos agentes de la FBI visitaron a Hedy. Aunque a ojos vistas trastornada, respondió a sus preguntas más o menos cuerdamente; confesó que ella y su marido habían reñido a menudo, pero expresó inquietud por su desaparición. Se diría el caso más trivial: un suboficial descarriado, que había huido cansado de una mujer regañona y enferma.</parraf><br/>
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<parrar>En vista de los datos averiguados, nadie hubiera reprochado a los agentes de la FBI que se hubiesen limitado a dar su informe. Pero ellos decidieron, no obstante, explorar más el caso. Pocos días después descubrieron que, mientras la trataban en el Hospital Walter Reed, Hedy había llamado espía a su marido.</parraf><br/>
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<parrar>Volvieron a hacerle una segunda visita y le preguntaron si no había algo especial que la mortificara y ella quisiera contarles.</parraf><br/>
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<parrar>Los tres se quedaron callados unos dos minutos hasta que, con la cabeza agachada y tapándose la cara con las manos, la mujer balbució:</parraf><br/>
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<conv1>—Mi marido es muy malo. Y Hedy también es mala.</conv1><br/>
<conv2>—¿Qué quiere decir con eso, señora Johnson? —le preguntó uno de los agentes.</conv2><br/>
<conv1>—Que es un espía —contestó—. Y yo también lo soy. Y conozco a otro que también lo es.</conv1><br/>
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<parrar>La terrible narración que entonces hizo Hedy fue vaga e increíble. Confundía fechas y lugares; en ocasiones la memoria le fallaba totalmente. Sin embargo, en sus desvaríos daba muchos detalles que no se podían pasar por alto. Algunas partes de su narración se sometieron a una rápida comprobación. Y todo resultó dolorosamente real.</parraf><br/>
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<div id="negrilla">Pérdidas incalculables</div><br/>
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<div id="pe">A LA mañana siguiente cundió la alarma en la FBI cuando, al visitar el apartamento de Mintkenbaugh, en Arlington, comprobaron que él también había huido. La FBI lo encontró tres días después escondido en el norte de California. Pálido y tembloroso, negó toda participación en actividades de espionaje, pero al oír acusaciones muy concretas comenzó a sollozar y confesó todo. La confesión se prolongó varios días, interrumpida por lloriqueantes explicaciones.</div>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv2>—Tardé mucho tiempo en entender por qué lo hacía —declaró a la FBI—. Ahora sé que el afán de venganza se apoderó de mí. Como verán, Dios comete errores, y yo soy uno de ellos. ¡Más me hubiera valido morir de niño!</conv2><br/>
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<parrar>Los relatos de Hedy y de Mintkenbaugh demostraban sin lugar a dudas que Johnson era un espía. Pero ni aquélla ni éste sabían de los robos de la bóveda. Para la Secretaría de Defensa y la FBI quedaba una inquietante pregunta. ¿Qué había entregado el sargento a los rusos? Sólo él y la KGB lo sabían. Los teletipos de la FBI avisaron a sus oficinas de todo el país que la captura inmediata de Johnson era de la mayor importancia.</parraf><br/>
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<parrar>Mientras los agentes de la FBI y la policía lo buscaban en los aeropuertos, las estaciones de tren y de autobuses, en los bares y en los hoteles, Johnson despertaba la mañana del 25 de noviembre de 1964 en la inopia y aturdido aún por el alcohol. Buscando en el bolsillo, sacó todo el dinero que le quedaba: cuatro centavos. Sin afeitar y andrajoso, se presentó a una comisaría de policía de Reno, donde se entregó identificándose como desertor.</parraf><br/>
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<parrar>La policía militar escoltó a Johnson a Washington, donde posteriormente confesó. No mostró el menor arrepentimiento, ni parecía tener conciencia de haber obrado mal. Sólo cuando un investigador mencionó la posibilidad de que le aplicaran la pena de muerte, el hombre pareció preocuparse.</parraf><br/>
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<conv1>—Señores, ustedes no han manejado mi caso como es debido —les sugirió—. Yo podría serles muy útil.</conv1><br/>
<conv2>—¿Qué quiere decir? —preguntó un agente de la FBI.</conv2><br/>
<conv1>—Podría convertirme en doble espía —respondió con toda seriedad.</conv1><br/>
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<parrar>Dos agentes de la FBI y dos oficiales del ejército se quedaron mirándolo estupefactos, quizá con la misma incredulidad de los funcionarios de la KGB 12 años atrás en Karlshorst, cuando les propuso ser comentarista de Radio Moscú. Durante un centenar de interrogatorios posteriores Johnson pareció complacerse en recordar la vida de espía de la KGB, y proporcionó a la FBI muchísimos detalles sobre tales actividades.</parraf><br/>
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<parrar>El 30 de julio de 1965 el tribunal federal del distrito de Alexandria sentenció a Johnson y a Mintkenhaugh, convictos y confesos de conspiración y espionaje, a 25 años de cárcel a cada uno. Del juicio, que fue muy breve, el público no coligió en todo su alcance la magnitud de las pérdidas sufridas por los Estados Unidos, En Moscú, entre tanto, Paula, Viktor, Feliks y por lo menos otros cuatro funcionarios de la KGB que habían participado en la operación de los sargentos, recibían en premio la Orden de Lenin, la más honrosa condecoración de la Unión Soviética.</parraf><br/>
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<parrar>Como el espía no pudo identificar todos los documentos que había entregado a los rusos, los Estados Unidos tuvieron que suponer que los soviéticos estaban enterados de todo cuanto había pasado por el centro postal de Orly entre el día 15 de diciembre de 1962 y el 21 de abril de 1963. Por motivos de seguridad nacional, la Secretaría de Defensa se niega a comentar la posibilidad de que los documentos hubiesen permitido a la KGB descifrar la clave de los Estados Unidos.</parraf><br/>
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<parraf><comi>"No es exagerado calificar de cuantiosas nuestras pérdidas. Algunas son irreparables e incalculables"</comi>, declaró un portavoz de la Secretaría. <comi>"También es imposible calcular exactamente en dólares el costo de reparar los daños. Hay, sin embargo, una consideración más importante: si no hubiéramos descubierto las pérdidas y hubiese estallado la guerra, el daño habría sido catastrófico"</comi>.</parraf><br/>
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<div id="negrilla">Tragedia final</div><br/>
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<div id="pe">LAS CONSECUENCIAS del espionaje de Robert Lee Johnson no terminaron con su encarcelamiento. Las revistas gráficas alemanas <em>Stern y Dér Spiegel</em>, de gran difusión, publicaron en septiembre de 1969 varios artículos al parecer basados en copias auténticas de los planes secretos de los Estados Unidos. El contenido de los supuestos planes, tal como se informaba en las revistas, era suficiente para horrorizar a los amigos y a los enemigos de Norteamérica. Se insinuaba que, si las fuerzas soviéticas invadieran a Europa Occidental, los norteamericanos tenían la intención de devastar el continente lanzando la guerra bacteriológica y nuclear contra la población civil.</div>
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<parrar>La circulación de los supuestos documentos presentaba algunas características básicas y bien conocidas en las campañas de desorientación de la KGB. Se habían enviado antes por correo a otros diarios europeos, y aparecieron primero en el italiano <em>Paese Sera</em>, donde pasaron casi inadvertidos. Pero después los <comi>"documentos"</comi> fueron remitidos desde Roma a las citadas revistas alemanas, por algún desconocido que los depositó en el correo. Los supuestos documentos no eran originales, sino copias, y por tanto no podían someterse a pruebas técnicas para comprobar su autenticidad o falsedad. <em>Der Spiegel</em> afirmó que circulaban como parte de la campaña de <comi>"desorientación"</comi> de la KGB. No obstante, los pretendidos planes norteamericanos suscitaron alarma en Europa Occidental, y sin duda sembraron mucha desconfianza contra los Estados Unidos.</parraf><br/>
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<parrar>En su número del primero de febrero de 1970 <em>Stern</em> publicó un artículo aun más incendiario, al parecer basado en un documento ultrasecreto norteamericano: <em>Manual de requisitos del rendimiento nuclear</em>. Algunas citas de este pretendido documento mostraban que, en caso de guerra, los estadounidenses tenían la intención de volar más de un millar de objetivos civiles en Egipto, Siria, Irán e Irak, así como en Europa Oriental y Occidental. Surgió entonces otro explicable acceso de antiamericanismo.</parraf><br/>
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<parrar>Las autoridades estadounidenses generalmente han podido desenmascarar tales falsificaciones soviéticas señalando errores de estilo y tecnicismos mal empleados. Pero los <comi>"documentos"</comi> que la KGB diseminó en 1969 y 1970 eran casi perfectos en la forma (porque los rusos pudieron calcarlos de similares partes auténticos que Johnson había sustraído de la bóveda).</parraf><br/>
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<div id="pe">LA HISTORIA de Robert Lee Johnson terminó en 1972. Había tenido con Hedy un hijo, Robert, que, a no ser por el desenlace, no se habría mencionado en este relato.</div>
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<parrar>Durante años enteros la enfermedad de Hedy y el carácter de Johnson habían convertido su hogar en un infierno, y el muchacho fue criado por unos padres adoptivos. A los 19 años ingresó en el ejército y fue a combatir en Vietnam, donde comenzó a rumiar un profundo resentimiento por la traición de su padre.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>El sargento quizá se sintió complacido cuando le avisaron que su hijo, de regreso de Vietnam, había ido a visitarlo a la cárcel el jueves 18 de. mayo de 1972 por la tarde. Sólo una vez había ido a verlo su hijo (en la penitenciaría federal de Lewisburg, en Pensilvania) y casi nunca le escribía. Sonriente, Johnson entró en la sala de recepción del penal, con la mano extendida para estrechar la del joven. Sin decir una palabra, el muchacho hundió a su padre un cuchillo en el pecho. El espía murió al cabo de una hora. Tenía 52 años de edad.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parrar>Robert, que cumple una sentencia de 10 años por parricidio, se ha negado tenazmente a explicar su acción. Declaró a la FBI: <comi>"Fue un asunto personal"</comi>.</parraf><br/>
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<center><span style="font-size:80%">Condensado de <comi>"KGB: The Secret Work of Soviet Secret Agents"</comi>, © 1974 por Reader's Digest Association, Inc.</span></center>
JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-21267548547306468692024-02-14T08:15:00.003-05:002024-02-14T08:19:49.559-05:00SAN VALENTÍN - 50<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJRBtPAv_lge-4EHnhi2EteQ6EdbaeYJiMU39E_RAg7u5Xt6HajKn5E5E7xZPpIaHfC8XmCUtmnDxbDH4lhT5Cy8GDULkWF2DRm647yVSngU9t5tG6tVtS2R9dbzhQEp5DAy1Ohf8OZ-S6xEucJ9kzAG3G2AHFe-7ls0p6qrONILYyCXaa2PpQsGy1Rw/s1600/SAN%20VALENTIN-01-14-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:450px" /><br/>
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JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-54963303198835832902024-02-13T09:37:00.002-05:002024-02-13T09:37:38.159-05:00SAN VALENTÍN - 49<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWpHpZylXk8dzFNwXmR52s1kZ0fpSR3QecnvZ6bJfj6HRWqwkYD0ItOi6ckkhHivZu3UbPFLdiGMAT__wykA4DP3OGiABePbxTCyWfhx7Qy5UyNPABFpgKtUOntfB3RF5pvI-NU73BVU9rkAZv4IHasDVbMzD1W9iMjxaM92lyYgy7D2skhkseiCSwmA/s1600/SAN%20VALENTIN-01-13-24.jpg" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 550px; height:372px" /><br/>
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<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>El hombre vestido de caqui frunció el ceño con paciente fastidio y desvió la mirada de los inflamados ojos pardos que tenía frente a sí para posarlos más allá de la borda del jahaz, donde el arrugado hocico de un muggar agitaba la superficie del rio. Cuando el pequeño cocodrilo volvió a sumergirse, los grises ojos de Hagerdorn se clavaron nuevamente en los del hombre que le suplicaba, y habló con cansancio, como alguien que ha contestado a los mismos argumentos una y otra vez.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—No puedo hacerlo, Barnes. Salí de Nueva York hace dos años con el fin de atraparle, y durante dos años he estado en este maldito país —aquí en Yunnan— siguiendo sus huellas. Prometí a los míos que me quedaría hasta encontrarle, y he mantenido mi palabra. ¡Vamos, hombre! — añadió, con una pizca de exasperación—. Después de todo lo que he pasado, no esperará que ahora lo eche todo a rodar... ¡ahora que el trabajo ya está casi terminado!</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>El hombre moreno, ataviado como un nativo, esbozó una sonrisa untuosa y zalamera y restó importancia a las palabras de su captor con un ademán de la mano.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—No le estoy ofreciendo un par de miles de dólares; le ofrezco una parte de uno de los yacimientos de piedras preciosas más ricos de Asia, un yacimiento que el Mran—ma ocultó cuando los británicos invadieron el pais. Acompáñeme hasta allí y le enseñaré unos rubíes, zafiros y topacios que le dejarán boquiabierto. Lo único que le pido es que me acompañe hasta allí y les dé un vistazo. Si no le gustaran, siempre estaría a tiempo de llevarme a Nueva York.</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Hagedorn meneó lentamente la cabeza.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—Volverá a Nueva York conmigo. Es posible que la caza de hombres no sea el mejor oficio del mundo, pero es el único que tengo, y ese yacimiento de piedras preciosas me suena a engaño. No le culpo por no querer volver... pero le llevaré de todos modos.</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Barnes dirigió al detective una mirada de exasperación.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—¡Es usted un imbécil! ¡Por su culpa perderé miles de dólares! ¡Maldita sea!</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Escupió con rabia por encima de la borda —como un nativo— y se acomodó en su esquina de la alfombrilla de bambú.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Hagedorn miraba más allá de la vela latina, río abajo —el principio del camino a Nueva York—, a lo largo del cual una brisa miasmática impulsaba al barco de quince metros con asombrosa velocidad. Al cabo de cuatro días estarían a bordo de un vapor con destino a Rangún; otro vapor les llevaría a Calcuta, y finalmente, otro a Nueva York... a casa, ¡después de dos años!.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Dos años en un país desconocido, persiguiendo lo que hasta el mismo día de la captura no había sido más que una sombra. A través de Yunnan y Birmania, batiendo la selva con minuciosidad microscópica —jugando al escondite por los ríos, las colinas y las junglas— a veces un año, a veces dos meses y después seis detrás de su presa. ¡Y ahora volvería triunfalmente a casa! Betty tendría quince años... toda una señorita.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Barnes se inclinó hacia adelante y reanudó sus súplicas con voz lastimera.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—Vamos, Hagedorn, ¿por qué no escucha a la razón? Es absurdo que perdamos todo ese dinero por algo que ocurrió hace más de dos años. De todos modos, yo no quería matar a aquel tipo. Ya sabe lo que pasa; yo era joven y alocado —pero no malo— y me mezclé con gente poco recomendable. Aquel atraco me pareció una simple travesura cuando lo planeamos. Y después aquel hombre gritó y supongo que yo estaba excitado, y disparé sin darme cuenta. No quería matarlo y a él no le servirá de nada que usted me lleve a Nueva York y me cuelguen por aquello. La compañía de transportes no perdió ni un centavo. ¿Por qué me persiguen de este modo? Yo he hecho todo lo posible para olvidarlo.</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>El detective contestó con bastante calma, pero toda la benevolencia anterior había desaparecido de su voz.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—Ya sé... ¡la vieja historia! Y las contusiones de la mujer birmana con la que estaba viviendo también demuestran que no es malo, ¿verdad? Basta ya, Barnes; afróntelo de una vez: usted y yo volvemos a Nueva York.</conv1><br/>
<conv1>—¡Ni hablar de eso!</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Barnes se puso lentamente en pie y dio un paso atrás.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—¡Preferiría morirme...!</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Hagedorn desenfundó la automática una fracción de segundo demasiado tarde. Su prisionero había saltado por la borda y nadaba hacia la orilla. El detective cogió el rifle que había dejado a su espalda y se lanzó hacia la barandilla. La cabeza de Barnes apareció un momento y después volvió a sumergirse, emergiendo de nuevo unos cinco metros más cerca de la orilla. Río arriba, el hombre del barco vio los arrugados hocicos de tres muggars que se dirigían hacía el fugitivo. Se apoyó en la barandilla de teca y evaluó la situación.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv2>«Parece ser que, despuñes de todo, no podré llevarmelo con vida... pero he hecho mi trabajo. Puedo disparar cuando vuelva a aparecer, o dejarle en paz y esperar a que los muggars acaben con él.»</conv2><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Después, el súbito pero lógico instinto de solidaridad con el miembro de su propia especie contra enemigos de otra borró todas las demás consideraciones, y se echó el rifle al hombro para enviar una andanada de proyectiles contra los muggars.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Barnes se encaramó a la orilla del río, agitó una mano por encima de la cabeza sin mirar hacia atrás, y se internó en la jungla.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Hagedorn se volvió hacia el barbudo propietario del jahaz, que había acudido a su lado, y le hablo en su chapurreado birmano.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—Lléveme a la orilla —yu nga apau mye— y espere —thaing— hasta que le traiga: thu yughe.</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>El capitán meneó la negra barba en señal de protesta.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—Mahok! En esta jungla, sahib, un hombre es como una hoja. Veinte hombres podrían tardar una semana o un mes en encontrarle. Quizá tardaran cinco años. No puedo esperar tanto.</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>El hombre blanco se mordió el labio inferior y miró río abajo... el camino a Nueva York.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—Dos años... —dijo para sí, en voz alta—. Me costó dos años encontrarle cuando no sabía que le perseguía. Ahora... ¡Oh, demonios! Quizá tarde cinco. Me preguntó que hay de cierto en eso de las joyas.</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>Se volvió hacia el barquero.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—Iré tras él. Usted espere tres horas. — Señaló al cielo—. Hasta el mediodía, ne apomha. Si entonces no he vuelto, márchese: malotu thaing, thwa. Thi?</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>El capitán asintió.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<conv1>—Hokhe!</conv1><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<parraf>El capitán aguardó cinco horas en el jahaz anclado, y después, cuando la sombra de los árboles de la orilla oeste empezó a cernerse sobre el río, ordenó que izaran la vela latina y la embarcación de teca se desvaneció tras un recodo del río.</parraf><br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
Fin<br/>
<div id="espacio"></div><br/>
<br/>
<em>Título original: The Road Home, 1922<br/>
Publicado bajo el seudónimo de Peter Collinson</em>
JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-37304081255369531.post-18116892942567097292024-02-12T09:46:00.001-05:002024-02-12T09:46:25.944-05:00SAN VALENTÍN - 48<img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieFygrjAYT3oixBoBjwU51Phq5Nx51O7cHZdze2gEZWxaZtZIfCQE-UDNsUcE5VXzjWj2QhwdBaNL1efBwSyuU_rKwxYVrgz_D64shr3eG2CJuGxOf7NzzGoMNvfxDl0DsudZO7JHDVWHbIqoZ8cdCfIou9ggDmPwm2b9a-RXtj0J6vH-cQEGFrRlL_Q/s1600/SAN%20VALENTIN-01-12-24.gif" style="cursor: hand; cursor: pointer; display: block; margin: 15px auto 10px; text-align: center; width: 450px; height:450px" /><br/>
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<div id="espacio"></div><br/>
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<div id="pe">TENDRÁ derecho de criticar quien sienta la suficiente compasión para ayudar.</div>
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<em>—Abrahán Lincoln</em><br/>
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<div id="espacio"></div><br/>
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<div id="pe">ESTE AÑO es para mí mejor que el pasado, porque he vencido un viejo hábito. Antes nunca leía la revista de noticias de la semana hasta no haber terminado la de la anterior (la cual, por supuesto, tampoco leía hasta no haber acabado el número precedente), y por tanto siempre estaba leyendo noticias atrasadas, como aquel que nunca comía manzanas en su punto de madurez porque siempre consumía primero las que ya empezaban a pasarse. Eso ya no lo hago.</div>
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<em>—Irma Talcutt</em><br/>
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<div id="espacio"></div><br/>
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<div id="pe">NO ME parece mera coincidencia el que la preocupación a fondo por nuestro ambiente haya surgido al mismo tiempo que la primera salida del hombre al espacio extraterrestre.</div>
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<em>—Fred Hoyle</em><br/>
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<div id="pe">DE LOS siete pecados capitales, la ira quizá sea el más divertido. Restañar las heridas, rumiar los viejos agravios y las posibles afrentas futuras, regodearnos con el dolor sentido y con el que devolvemos en represalias... , todos estos, por muchos motivos, son placeres dignos de reyes. Lo malo es que eso que con tanta delectación engullimos es nuestro propio ser, y nosotros mismos seremos los despojos del festín.</div>
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<em>—Frederick Buechner, en Wishful Thinking: A Theological ABC</em><br/>
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<div id="pe">NUNCA fui lo que pudiera llamarse un patinador diestro y elegante, y, aunque me caí muy pocas veces, cayéndome hubiera presentado mejor figura. Una inequívoca y contundente caída no deshonra. En cambio las grotescas contorsiones que hacemos para evitar irnos de bruces destruyen la imagen de aplomado caballero que deseamos presentar. ¡Qué parecido es esto a la vida, al fin y al cabo!</div>
<br/>
<em>—Robert Benchley, en Benchley Beside Himself</em><br/>
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<div id="pe">ME GUSTA la paz de las alturas. En aquella quietud el bastidor de nuestro morral cruje y la nieve gime bajo nuestra planta. Nadie habla mucho; trabajamos afanosamente. A veces se desprende de las rocas un témpano de hielo que trépito. El montañista se encuentra entonces en su elemento, y en parte esto es así porque está consciente del peligro y sabe que arriesga la vida.</div>
<br/>
<parraf>Fui al monte Everest porque me desafiaba a escalarlo. Quise ver si era yo capaz de erguirme en su cima. Pero no es verdad que conquistemos realmente una montaña de esa magnitud. Nos dominamos a nosotros mismos; eso sí. Nos sobreponemos al vértigo y a todo lo demás: a nuestras debilidades y achaques, a nuestros temores, con la esperanza de llegar a la cumbre. El hombre se siente mejor cuando se enfrenta a un reto de esta índole. Necesita aceptar desafíos: tal es la naturaleza humana.</parraf><br/>
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<em>—James Whittaker, primer norteamericano que conquistó la cumbre del Everest</em><br/>
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<div id="pe">ES POSIBLE que en el jardín de tu casa esté una araña hilando su tela. Levanta en brazos a tu hijo y explícale que esa telaraña sedosa y brillante, segregada por el cuerpo del animalito, resiste más tensiones que el acero. Si el niño aprende a admirar a la araña, en vez de temerla o sentir repugnancia por ella, habrá aprendido una de las más grandes lecciones de la naturaleza: que la vida es sagrada en todas sus formas.</div>
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<em>—Donald Culross Peattie</em><br/>
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<div id="pe">COMPRENDAMOS bien una cosa, y hagámosla ver a todo aquel que esté en la cúspide y que aún no la sepa: que sólo será fuerte uno mientras no despoje a la gente de todo. La persona a quien se le ha quitado todo ya no está en nuestro poder. Ha vuelto a ser libre.</div>
<br/>
<em>—Alexander Solyenitsyn, en El primer círculo</em><br/>
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<div id="pe">LA FE es el arte de aferrarse a las cosas que la razón ha aceptado, a pesar de sus diversas disposiciones de ánimo, ya que las disposiciones de ánimo cambiarán, sea cual sea la opinión que su mente adopte. Por ello la fe es una virtud tan necesaria. A menos que enseñemos a nuestros modos de ánimo <comi>"a dónde deben irse"<comi>, seremos criaturas a la deriva, con nuestras creencias sujetas al estado atmosférico y a nuestra digestión.</div>
<br/>
<em>—C. S. Lewis, en Mere Christianity</em><br/>
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<div id="pe">HAY MUCHA gente a quien no se tiene nada que decir, y por eso la vida social resulta tan fastidiosa, pues, no atreviéndonos a quedarnos mudos ante nuestras relaciones sociales, tenemos que hablar mucho sin decir nada.</div>
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<em>—G.A.D.</em><br/>
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<div id="pe">LA GENTE joven de hoy no demuestra demasiado interés por los exquisitos visos y matices de los bosques en otoño, pero sí entiende que debió de ser un gran espectáculo en aquella época remota anterior a la televisión en colores.</div>
<br/>
<em>—B.V.</em><br/>
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<div id="pe">¿QUIÉN puede contemplar el acto de plantar un árbol sin sentirse profundamente conmovido? Es más una ceremonia que una simple tarea. Encierra una acción que es sacramental porque implica fe en la vida y en su continuación.</div>
<br/>
<em>—R.C.</em>JOSEhttp://www.blogger.com/profile/05853884213242532274noreply@blogger.com