LA PLANCHADA, EL ESPÍRITU DE LA ENFERMERA DEVOTA
Publicado en
octubre 05, 2025
MÉXICO - Ciudad de México.
Esta leyenda es famosa en muchos hospitales antiguos de la ciudad, pero a menudo se la asocia con el antiguo Hospital Juárez.
La historia comienza con Eulalia, una enfermera joven y hermosa que trabajó en el Hospital Juárez de la Ciudad de México a principios del siglo XX. Eulalia era la imagen de la dedicación profesional: su uniforme estaba siempre impecable, almidonado y perfectamente planchado (de ahí su apodo), y su trato con los pacientes era inigualable en ternura y diligencia.
Eulalia se enamoró perdidamente de un médico joven y apuesto que trabajaba en el mismo hospital, el Dr. Joaquín. Él le prometió matrimonio y ella, ciega de amor, le entregó su corazón. Él, sin embargo, era un hombre frívolo y mujeriego que solo jugaba con sus sentimientos.
Un día, el Dr. Joaquín anunció que debía realizar un viaje largo para asistir a un seminario y se despidió de Eulalia con promesas de su inminente regreso para casarse. Ella lo esperó fielmente. Días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses.
Mientras esperaba, Eulalia se descuidó. Su trabajo, antes ejemplar, comenzó a fallar. Su uniforme se arrugó, su sonrisa se apagó, y algunos de sus pacientes sufrieron las consecuencias de su distracción. Finalmente, la devastadora verdad llegó: el Dr. Joaquín no solo no regresaría, sino que se había casado con otra mujer en provincia.
La traición destrozó el espíritu de Eulalia. Sumida en una profunda depresión y culpa por los pacientes que había descuidado, la joven enfermera cayó gravemente enferma y murió en el mismo hospital donde había prometido servir. Su alma, inconclusa y llena de remordimiento, no encontró la paz.
Poco después de su muerte, los pacientes más graves o los que se sentían solos en medio de la noche empezaron a reportar una visita.
En las madrugadas silenciosas, cuando las luces estaban bajas y el personal de turno parecía dormido, una figura aparecía a los pies de las camas. Era una enfermera impecable, con un uniforme de algodón blanco tan pulcro que parecía recién planchado. Su rostro era dulce y melancólico, y siempre llevaba consigo un aura de luz tenue y un suave aroma a jazmín.
Esta enfermera fantasmal no venía a asustar. Se acercaba al enfermo, le arreglaba las sábanas, le administraba medicinas que el personal había olvidado y, a veces, simplemente le susurraba palabras de consuelo hasta que el paciente se dormía en paz.
Muchos pacientes se recuperaron gracias a sus "cuidados nocturnos" y, al preguntar por la enfermera de aspecto antiguo y uniforme inmaculado, el personal se miraba con incomodidad. Nunca había estado de turno.
La Planchada está condenada a vagar por los pasillos de los hospitales, especialmente en el Hospital Juárez, buscando enmendar los errores de su vida. Es la enfermera ideal, la que atiende a todos aquellos que el personal vivo, sobrecargado o cansado, no puede ver.
Sin embargo, hay quienes dicen que si bien su intención es buena, su sola presencia es un augurio. Cuando La Planchada te visita, lo hace con una serenidad sepulcral, y aunque te alivie el dolor, significa que tu vida pende de un hilo. Algunos juran que han visto su rostro un instante antes de sentir que su corazón dejaba de latir.
Eulalia, la enfermera traicionada, ahora cumple su juramento eterno, atrapada entre este mundo y el otro, vestida siempre con su inmaculado y fantasmal uniforme.
Fin
Fuente del texto: IA-Gemini