LA INQUIETANTE SILUETA DEL HOTEL GRAND ASTORIA
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                                    octubre 28, 2025
Elías era el gerente nocturno del Grand Astoria, un hotel de veinte pisos, famoso por su servicio impecable y su estricta política de discreción. La noche del 23 de octubre era rutinaria, con el hotel casi lleno.
Como en toda situación, siempre hay alguien especial y ese día habían reservado la Suite 1404, a nombre de un tal Sr. Alistair, que había pagado por adelantado y sin objeciones, con una única solicitud: "Ningún servicio de limpieza. Ningún contacto."
Eran las 3:00 AM, y Elías estaba revisando las cámaras de seguridad. Notó una anomalía. En el piso 14, la luz del pasillo parpadeaba de forma errática. Nada especial había, a excepción de la habitación 1404. La puerta estaba entreabierta, apenas un par de centímetros.
Elías llamó al teléfono de la suite. Nadie contestó. Siguiendo el protocolo, subió a inspeccionar.
Al llegar al piso 14, Elías sintió algo extraño: el pasillo estaba sumido en un silencio absoluto, como un vacío antinatural. Las alarmas de humo, las máquinas de hielo, las conversaciones lejanas... todo el bullicio normal de un hotel de lujo estaba ausente en ese piso.
Se acercó a la Suite 1404. La puerta estaba, en efecto, un poco abierta.
"¿Señor Alistair? ¿Hay algún problema?", preguntó en voz baja.
No hubo respuesta. Solo un sonido débil y raspante que venía del interior, como arena arrastrándose sobre el mármol.
Elías empujó la puerta y encendió su linterna. La suite era vasta y estaba impecable. Al entrar sintió algo raro en el aire y olía a incienso quemado y metal frío. Notó que la fuente del sonido venía de la sala.
Allí, el Sr. Alistair estaba de cuclillas, de espaldas, frente a la ventana panorámica. Llevaba puesto el traje de tres piezas con el que había hecho el check-in. Y estaba grabando algo en el suelo con la punta de un cuchillo.
Elías vio la marca: era un símbolo complejo, parecido a un heptagrama invertido, rayado en la alfombra persa.
"Señor Alistair, debo pedirle que detenga esto", dijo Elías, sintiendo el pánico escalar.
El hombre se irguió y volteó con una lentitud escalofriante.
Elías se dio cuenta de que el Sr. Alistair no tenía ojos en el rostro. Tenía una sonrisa con una mueca exagerada y antinatural que le llegaba casi a las orejas.
Luego habló, emitiendo un sonido con una pluralidad de susurros, densos y superpuestos, que resonaban en la habitación:
"El huésped original se ha ido, Elías. Tú nos abriste la puerta. Y ahora nos gusta el hotel. Es muy ruidoso abajo, ¿no crees? Necesitamos más silencio."
Elías huyó, cerrando la puerta tras de sí. Corrió al ascensor y bajó de regreso al lobby.
Intentó llamar a la policía, pero el teléfono principal del hotel estaba muerto. Solo podía ver las cámaras. En el monitor del piso 14, la luz parpadeaba frenéticamente sobre la puerta de la Suite 1404, que se había cerrado.
Luego, el terror se extendió.
En el monitor del piso 13, la luz también comenzó a parpadear. Y después, el del piso 12.
Elías vio en las cámaras de los pasillos inferiores que los huéspedes, en lugar de dormir, salían de sus habitaciones uno por uno. No estaban gritando; estaban en silencio. Iban vestidos con sus batas de baño o ropa de dormir, y todos se dirigían lentamente al ascensor.
No tenían prisa. Eran cientos de personas, todos con la misma expresión en blanco y los ojos sin foco, convergiendo en los ascensores.
Elías se dio cuenta del plan: la entidad en la 1404 no buscaba a un solo huésped, buscaba el hotel completo. Estaba silenciando el lugar, y el silencio era el primer síntoma de la posesión masiva.
Un ascensor llegó al lobby. Las puertas se abrieron con un sonido metálico.
Dentro, había algunos huéspedes, apilados unos sobre otros en silencio. El que estaba al frente, un hombre con un pijama de seda, tenía la misma sonrisa antinatural que el Sr. Alistair.
El hombre al frente levantó una mano hacia Elías y una única voz, pero con la fuerza de mil personas, resonó:
"Hemos guardado el silencio. Ahora, Elías, necesitamos que te unas a nosotros."
Elías corrió, sabiendo que no podía escapar de veinte pisos de huéspedes poseídos. Al mirar una última vez los monitores, vio que la anomalía se había detenido. Solo el monitor del piso uno parpadeaba ahora. La entidad había llegado al lobby.
Se agachó detrás del mostrador. El lobby estaba en silencio. Luego, escuchó el crujido seco y raspante que venía de detrás de la recepción, un sonido que indicaba que la entidad estaba ocupando todo el lobby.
Y justo encima de su cabeza vio la sonrisa de oreja a oreja del Sr. Alistair que le dijo: "Nadie puede escapar de mi". La luz de la lámpara del techo se apagó, dejando el Grand Astoria en una oscuridad total y espeluznante.
Fin
Fuente del texto: IA-Gemini