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octubre 08, 2024
Era Halloween, y la antigua casa de Daniel resonaba con un silencio inquietante. Las sombras se alargaban y bailaban en las paredes, creando formas grotescas que atormentaban su imaginación. Daniel, un joven de 17 años, se encontraba encerrado en su habitación, un refugio que cada vez se sentía más como una prisión.
Desde niño, había sentido una extraña conexión con esa casa. Sus padres la habían heredado, y aunque era grande y hermosa, siempre había emanado una energía oscura. Pero nunca había sido tan intenso como esa noche.
Daniel se acercó a su escritorio, donde reposaba un viejo cuadro que había encontrado en el ático. Representaba un bosque tenebroso, con árboles retorcidos y un lago de aguas negras. Siempre le había causado una extraña fascinación, pero esa noche, al mirarlo fijamente, sintió que los ojos de una figura oculta lo observaban desde las profundidades del cuadro.
Los ojos eran de un negro intenso, casi sin pupila, y parecían penetrar en su alma. Daniel sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal y apartó la mirada. Pero era demasiado tarde. Los ojos seguían ahí, siguiéndolo a dondequiera que fuera.
Al apagar la luz, la habitación quedó sumida en una oscuridad total. Daniel se acurrucó bajo las sábanas, tratando de ignorar los extraños ruidos que provenían del exterior. Pero los ojos del cuadro seguían ahí, brillando en la oscuridad.
De repente, la puerta de su habitación se abrió lentamente. Una ráfaga de viento helado azotó la estancia, y la vela que había dejado encendida se apagó. Daniel intentó gritar, pero su voz se ahogó en su garganta.
Una sombra se acercó a su cama. Daniel cerró los ojos con fuerza, esperando lo peor. Sintió una presencia fría junto a su rostro. Abrió los ojos de golpe y se encontró cara a cara con los ojos negros del cuadro.
La sombra se desprendió de la pared y tomó forma física completamente gris, alta y delgada, con los mismos ojos negros que lo habían perseguido toda la noche. La criatura se inclinó sobre él, y Daniel pudo ver que su rostro era una máscara de horror, sin boca ni nariz.
Con un grito desgarrador, Daniel intentó escapar de la cama, pero la criatura lo sujetó con fuerza. Los ojos negros se clavaron en los suyos, y Daniel sintió cómo su alma era arrastrada hacia las profundidades de la oscuridad.
Sus padres, al oir el grito, fueron corriendo a su cuarto. Al entrar, encontraron el cuerpo de Daniel en el suelo. Su rostro estaba pálido y sus ojos estaban abiertos de par en par, llenos de terror. Buscaron por todo el cuarto y encontraron el cuadro en el suelo, estaba roto. Llamaron a la policía, solo para enterarse que su hijo había muerto.
La policía empezó a buscar rastros de pelea o algo similar. Vieron el sitio donde el cuadro antes estaba colgado, mostrando un par de manchas oscuras, con la forma de unos ojos negros que parecían observarlos a medida que se movían.
La casa se puso a la venta poco después, y se dice que nadie más ha vuelto a vivir allí. Los vecinos aseguran haber visto luces extrañas en las ventanas durante la noche, y algunos incluso afirman haber escuchado gritos desgarradores.
Cada vez que muestran la casa para venderla, al entrar al cuarto que era de Daniel, los interesados salen despavoridos al sentir ese par de manchas negras que los sigue en su trayecto.
Fuente del texto: IA-Gemini