Publicado en
octubre 22, 2024
Era noche de Halloween y un grupo de jóvenes, cansados de la típicas fiestas, buscaban algo más emocionante, algo que le diera sentido a lo que la tradición quería expresar.
Como en todo grupo, hay creyentes, incrédulos, miedosos, etc.; y entre ellos estaba Rodrigo, el incrédulo, siempre dispuesto a desacreditar cualquier superstición; Sam, el resabiado, que prefería quedarse en casa leyendo un buen libro y Maya, la amante de lo paranormal.
—Chicos, tengo algo que les va a encantar, —dijo Maya, la más entusiasta del grupo— es un juego antiguo, un ritual para invocar a los espíritus. No es la ouija, es mucho más poderoso.
Los demás intercambiaron miradas intrigadas. Maya sacó un viejo pergamino amarillento y comenzó a leer en voz baja una serie de instrucciones en latín. Necesitaban una habitación oscura, velas negras, un espejo y un objeto personal de cada uno.
—Es solo un juego, —dijo Rodrigo con una sonrisa burlona, pero sus ojos no podían ocultar una pizca de inquietud.
Siguieron las instrucciones al pie de la letra. La habitación se llenó de una atmósfera lúgubre. Las sombras se alargaban y bailaban en las paredes, creando formas grotescas. A los pocos minutos, una figura comenzó a formarse en el espejo. Era una sombra oscura, con ojos brillantes que los miraba fijamente.
—¡Dejen de jugar! —gritó Sam, pero todos lo ignoraron.
La figura en el espejo comenzó a hablar, con una voz profunda y gutural. Les hizo preguntas sobre sus miedos más profundos, sus deseos más oscuros. Cada respuesta parecía alimentar su poder.
Rodrigo, que al principio se había burlado del ritual, comenzó a sentirse incómodo. Las preguntas de la figura lo estaban poniendo nervioso.
—¿Por qué no haces esto? —Preguntó con voz temblorosa.
La figura se rió y un frío les recorrió por el cuello.
—Porque ustedes me lo pidieron. —Respondió.
Al momento la habitación quedó a oscuras. Los jóvenes se aferraron unos a otros, aterrorizados. Cuando las luces volvieron a encenderse, la figura había desaparecido, pero el espejo estaba roto.
Los muchachos, algo nerviosos y entusiasmados, se fueron comentando que lo ocurrido fue impresionante y aterrador.
Al día siguiente, los jóvenes comenzaron a tener pesadillas horribles. Veían la misma sombra oscura que los había atormentado durante el ritual. Rodrigo, que había sido el más escéptico, lo encontraron en su habitación, pálido y sin vida, con una expresión de terror congelada en su rostro.
Los demás miembros del grupo comenzaron a experimentar extraños sucesos en sus cuartos, cosas solo vistas en las películas de miedo.
Sam, atormentado por la culpa, decidió poner fin a la maldición. Volvió a la casa donde se había realizado el ritual y, con la ayuda de un sacerdote, intentó deshacer el hechizo. Pero la entidad que habían invocado era demasiado poderosa.
Uno a uno, los jóvenes que habían participado en el juego de las sombras sufrieron un destino terrible. Unos desaparecieron sin dejar rastro, otros fueron encontrados muertos en circunstancias misteriosas. Y Sam, se volvió un hombre solitario y atormentado, condenado a vivir con el recuerdo de la noche en que había jugado con fuerzas que no podía comprender.
Fuente del texto: IA-Gemini