Publicado en
mayo 31, 2024
Margarete Steiff (Tante Gretle)
Los niños de todo el mundo se han deleitado durante casi un siglo con sus creaciones, entre las que sobresale una destinada quizá a convertirse en el más duradero de los juguetes.
Por J.D. Ratcliff.
UNA MUJERCITA regordeta, de ojos hundidos, boca grande y generosa y cabellos lacios, deambulaba en su silla de ruedas por las callejuelas de una aldea de tarjeta navideña, con cabañas de troncos y empinados tejados. La acompañaban muchos chiquillos que, al corretear, espantaban los patos y gansos de las calles.
—Cuéntanos un cuento, Tante Gretle —pedían unos.
—Haznos un juguete —rogaban otros niños.
La silla se detuvo a la sombra de un árbol y los chiquillos se le acercaron con las caritas radiantes, llenas de espectación. Corría el año 1885 en el pueblecito de Giengen del Brenz, en el sur de Alemania. Tante Gretle (tía Margarita) era Margarete Steiff. Nacida de padres de la clase media en 1847, y gravemente paralizada por la poliomielitis a la edad de dos años, estaba destinada a conquistar un lugar privilegiado en el corazón de los niños como creadora del más amado de los juguetes: el osito de felpa.*
Fabricación de los animales Steiff a principios del siglo.
Como no podía tener hijos propios, Tante Gretle hizo de todos los niños del mundo su familia, y para ellos creó un vasto parque zoológico de animales de trapo: tigres sonrientes? pacíficos leones, gatitos dormilones, amistosos elefantes. De paso, dio trabajo a centenares de vecinos de su pueblo, y una de las más importantes industrias exportadoras de juguetes a lo que es hoy Alemania Occidental.
Condenada a vivir en su silla de ruedas, se puede decir que Margarete Steiff no tenía oportunidad de encontrar un empleo. Así pues, eligió la única posibilidad que se le ofrecía: coser ropa. Una vez hecha su elección, abrió un modesto taller en la planta baja de la casita de sus padres, en la Lederstrasse. El taller prosperó moderadamente; por lo menos le permitía ganarse la vida. No obstante, le quedaba suficiente tiempo libre entre los pedidos de faldas para las señoras y abrigos para los niños o tapetes de fieltro para las mesas.
Los chiquillos parecieron darse cuenta, pues empezaron a llegar en bandadas al taller para escuchar los cuentos que tan bien sabía contarles la pobre modista.
Sus historias hablaban casi siempre de animales, y los niños le rogaron que se los mostrara, Cierto día, en 1880, Tante Gretle los complació. El trabajo de la tarde estaba concluido, y por allí habían quedado algunos retazos de fieltro. Con ellos hizo un simpático y sonriente elefantito blanco de ojos brillantes, lo rellenó de trapos y luego le añadió una silla de montar azul. Los chiquillos quedaron encantados con el juguete: quizá el primer elefante de trapo que se hizo en el mundo. (La historia de los juguetes es un tanto oscura acerca de tales detalles.)
Los muchachitos empezaron a pedir más animales, y muy pronto Margarete dedicó casi todo su tiempo libre a fabricarlos. Y se preguntaba si también gustarían a los niños de otros lugares. Así pues, su hermano Fritz llenó un costal de animalitos y se marchó a la feria de un pueblo cercano. Antes de terminar el día había vendido hasta el último juguete.
Con el aumento de la demanda, y los pedidos que se recibían de los pueblos vecinos, la nueva industria empezó a florecer. Cada día era mayor el número de mujeres que ayudaban en el taller, y Margarete se colocó a la cabecera de una larga mesa. En 1886 el minúsculo taller no sólo producía anualmente más de 5000 elefantes rellenos, sino también un sinfín de animales de trapo: monos, burros, caballos, cerdos, camellos. Al poco tiempo la modista consideró que la prosperidad del negocio exigía la mudanza a una casa más amplia, en la Mühlstrasse (calle del Molino), que en 1947, centenario de su nacimiento, se convirtió en calle de Margarete Steiff.
Siempre atenta a la salud de los demás, Tante Gretle, como la llamaban los niños, jamás se quejó de sus dolencias. Nunca faltaba un juguete si el hijo de alguna empleada se enfermaba. Cada primavera organizaba una merienda campestre para los niños del pueblo, y en Navidad instalaba un gran árbol en el taller, con una montaña de regalos debajo.
El éxito mundial de los alegres animalitos que creó Margarete Steiff quedó demostrado con el creciente número de pedidos que llegaban de otros países. En 1893 la serie constaba de un número suficiente de ejemplares para merecer un catálogo, el primero de ellos. Y ese mismo año, en la gran feria de Leipzig, se exhibió su colección zoológica en un puesto especial.
Nuevamente la demanda sobrepasó la capacidad del atestado taller, por lo que Margarete empezó a distribuir trabajo entre quienes pudieran hacerlo en su casa. Recorría todo el pueblo en su silla de ruedas, y revisaba todas las fases de la producción: la compra del material, la manufactura y las ventas. Pero esto no bastaba; se necesitaba una verdadera fábrica, que fue construida en 1903 y aún funciona: una obra sorprendentemente moderna, casi toda de cristal.
El año 1903 fue memorable por otro concepto. En el negocio de juguetería se reclaman novedades constantemente. El sobrino de Gretle, Ricardo, que con sus cuatro hermanos se había asociado a su tía en el floreciente negocio de juguetes, presentó un cuaderno con esbozos realizados durante una visita al parque zoológico de Stuttgart, por si alguno inspiraba interés a Margarete.
Ella puso manos a la obra y diseñó un nuevo animalito, hecho ya no con el fieltro liso de costumbre, sino con una hirsuta tela de pelo de camello. Decidió que las piernas, los brazos y la cabeza fueran móviles, lo cual constituía una novedad. Ya terminado, el animalito tenía ojos negros de botón de bota y hocico puntiagudo. Nadie se sintió lo bastante atraído por el juguete para darle nombre y se limitaron a llamarlo "Oso".
El osito tuvo un mal comienzo. Los sobrinos Steiff no lo consideraron digno de figurar en la feria de Leipzig, así que se quedó guardado en una caja de cartón, expuesto a Morir prematuramente, antes de que los niños del mundo tuvieran ocasión de juzgar sus méritos.
El último día de la feria un comprador procedente de los Estados Unidos preguntó a los Steiff si tenían algo nuevo. Sin mucho entusiasmo, sacaron el oso de su escondrijo. "Quiero 3000 como éste", solicitó el comprador.
Pero el osito estaba destinado a recorrer un largo camino antes de escalar su pedestal en los corazones infantiles. Durante los tres primeros años las ventas fueron escasas. Luego, en 1906, Teodoro (Teddy) Roosevelt, Presidente de los Estados Unidos, ofreció una recepción en la Casa Blanca. Uno de los empleados se devanaba los sesos tratando de pensar en algo original para decorar la mesa. En una juguetería vio por casualidad un ejemplar del oso, y como el Presidente era muy aficionado a la caza, pensó que aquello resolvería el problema.
Durante la elegante recepción, un amigo se volvió al Presidente.
—Temo no reconocer a qué especie pertenece este oso —comentó. Otro invitado fingió sorpresa:
—¿No lo sabes? —y, sonriendo, pontificó—: Es el oso Teddy.**
Después de tres años de anonimato, don oso tuvo por fin un nombre, que se ha popularizado en casi todo el mundo.
La fábrica se vio inundada de pedidos de osos Teddy en cantidades verdaderamente astronómicas, a lo menos juzgadas desde el punto de vista de Giengen. En 1907 fabricaron más de un millón. Giengen se convirtió en la ciudad del osito de felpa, circunstancia que incluso la oficina de correos hubo de reconocer, pues empezó a usar la figura del animalito en sus matasellos.
Como nadie había registrado este juguete en exclusiva, nada impedía que otros fabricantes lo produjeran, y se convirtió en una necesidad de la infancia, en el mejor amigo y compañero de los niños de todo el planeta.
Margarete Steiff murió en 1909, feliz de haber creado un juguete predilecto de los niños. Si viviera, la dulce mujercita se asombraría mucho al contemplar la gigantesca industria que surgió de aquel primer elefantito de fieltro. Mil trescientas personas trabajan hoy en la fabricación del parque zoológico de Steiff: cinco millones de juguetes al año. Lo integran 80 especies animales, desde tortugas y lechuzas hasta jirafas, y más de 700 diferentes artículos, que van desde juguetitos de 2,30 marcos hasta ejemplares de tamaño casi natural, que cuestan 1000. De todos ellos, el osito de felpa (que se hace en siete colores y 19 tamaños, y del que se vende más de un cuarto de millón al año) ha demostrado ser el éxito más rotundo y duradero en toda la historia de los juguetes.
*En algunos países se conoce corno "osito de peluche".
**Aunque es indiscutible que el nombre de "osito Teddy" se le dio en honor del presidente Roosevelt, cuando menos dos personas más reclaman el crédito: un caricaturista norteamericano que solía usar un osezno como símbolo de Roosevelt, y un fabricante estadounidense de juguetes que comenzó a vender ositos de felpa de color café casi al mismo tiempo que los Steiff.
Dibujos: cortesía de Margarete Steiff, GMBH.