FULGORES GENIALES DE LA PALETA DE CLAUDE MONET
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febrero 06, 2024
Claude Monet, a la edad de 61 años. © Spadem 1974.
Hace un siglo, en abril de 1874, en una exposición de París, este joven rebelde inició formalmente la pintura impresionista.
Por Janet Graham.
"¡LOCO, grotesco, nauseabundo, repugnante!" vociferaba un crítico de arte parisiense en abril de 1874. El blanco de sus iras era una exposición de óleos, pinturas al pastel y dibujos que se apartaban de los cánones académicos, organizada por un grupo de amigos(1) que se habían negado a presentar su obra en el Salón París, de patrocinio oficial. Aquellos jóvenes rebeldes no sólo usaban colores nunca vistos, así como técnicas aparentemente descuidadas, sino que tenían la osadía de representar escenas de la vida diaria: campos de amapolas, mujeres lavando ropa, botes de pescadores, en vez de los solemnes retratos y las grandilocuentes escenas históricas que entonces estaban de moda. La exposición no tardó en convertirse en el tema de conversación de todo París, y el público acudió para mofarse de las telas.
Una marina, sobre todo, era el hazmerreír de los visitantes: representaba un panorama del puerto del Havre en las primeras horas de la mañana. El pintor, Claude Monet, había titulado su obra Impresión: Sol naciente,(2) y un crítico sarcástico aprovechó el título como término despectivo para fustigar a todo el grupo de pintores amigos, a los que puso el apodo de impresionistas.
Desde el punto de vista económico, la exposición fue una catástrofe; no se vendió ni un solo cuadro. Pero el nuevo estilo tenía ya un nombre que habría de resonar por todo el mundo. A partir de entonces las obras de los impresionistas han deleitado a millones de personas y figuran entre las pinturas más codiciadas. Se estima que la pequeña marina de Monet tiene en la actualidad un valor de cerca de dos millones de dólares.
Fue Monet quien convenció a sus amigos de que adoptaran el apodo como lema, y no tardó en convertirse en el jefe del grupo. Con su robusto físico, su melena de color castaño, sus brillantes ojos negros y su atractivo rostro barbado, Monet irradiaba confianza en sí mismo. Fue él quien insistió en que continuaran pintando en el mismo estilo hasta que el público francés aprendiera a apreciarlo. Auguste Renoir declaró años más tarde: "De no haber sido por mi querido Monet, que nos infundió valor, todos nos habríamos rendido".
Más que ningún otro pintor, Monet se afanó en captar el momento fugaz, sin tratar de reproducir los contornos bien definidos de los objetos. "La luz es el personaje principal de un cuadro", decía. Y relataba cómo se esforzaba en fijar en la tela "la belleza del aire... lo cual no es posible". En una larga vida de lucha heroica en pos de lo imposible, Monet creó obras maestras de deliciosa inmediatez: casi podemos sentir la brisa que impulsa las vaporosas nubes detrás de la muchacha con el quitasol, o percibir el olor salino de sus marinas pedregosas, salpicadas de espuma.
"El vestido verde" (1866, 225 cm. x 149 cm.).
Trabajo al aire libre. Hijo mayor de un tendero, Claude-Oscar Monet nació en París el 14 de noviembre de 1840, pero su familia se trasladó al poco tiempo a Normandía. El pintor paisajista Eugéne Boudin notó la aptitud de Monet (que tenía entonces 18 años) para la caricatura y lo invitó a pintar con él al aire libre, idea nueva que la reciente invención de las pinturas al óleo en tubos había hecho posible. Escéptico al principio, Monet tomó gusto por aquella actividad. Hasta el fin de sus días sostuvo que era lo ideal para el trabajo del paisajista. En una ocasión, a un joven que le pedía lecciones, contestó señalando el cielo, los árboles y el río: "Ahí están tus maestros. Interrógalos y escúchalos".
El dinero que obtuvo de la venta de sus caricaturas le permitió volver a París a estudiar pintura. Un día, varios años después, trabajaba con su maestro, eI pintor académico Charles Gleyre, cuando le oyó reprender a otro estudiante por no considerar que la pintura debe ser un severo ejercicio de disciplina:
—Sin duda coquetea usted con la pintura porque le divierte.
—¡Claro! —repuso el estudiante—; si no me divirtiera, no pintaría.
Aquel joven era Auguste Renoir. Ambos estudiantes se hicieron amigos y abandonaron el opresivo estudio para trabajar al aire libre en Chailly, cerca de Fontainebleau.
Monet todavía no había desarrollado su revolucionaria técnica impresionista. Incluso le aceptaron varios cuadros que presentó en el Salón de París, y a la edad de 26 años fue objeto de la estimulante alabanza de un crítico por su cuadro El vestido verde(3) espontáneo y vital retrato de su amante, Camille Doncieux.
Pobreza. La morena y frágil Camille fue la musa del pintor durante muchos años. Pero aquella relación irritaba a los aburguesados padres de Claude. Cuando se enteraron del nacimiento del primer hijo de Monet, Jean, en 1867, le retiraron todo su apoyo económico. Una y otra vez sus caseros echaron a la calle a la familia del artista por no pagar el alquiler. En 1869 Monet escribió al pintor Bazille: "Durante ocho días, ni pan, ni carbón, ni luz". El amigo Renoir, también en la inopia, sacaba a escondidas pan de la casa de su madre para que la familia Monet no pereciera de inanición.
"Nenúfares"
Y sin embargo aquel verano fue el momento en que Monet y Renoir alcanzaron un punto culminante en su capacidad creadora. Al tratar de reproducir el reflejo del sol sobre el agua y el temblor de las hojas, empezaron a pintar de una manera insólita, eliminando los colores sombríos de sus paletas y utilizando diminutos rasgos y comas de color puro, yuxtapuestos de modo que se fundieran vistas a distancia.(4) Y así nació, todavía sin nombre, la pintura impresionista.
Monet casó con Camille al año siguiente, pero al estallar la guerra franco-prusiana la dejó al cuidado de unos amigos suyos y se trasladó a Londres. Las arremolinádas nieblas de la ciudad lo fascinaron, y en viajes sucesivos le inspiraron una serie de iridiscentes estudios de los puentes del Támesis y el Parlamento, vistos a través de una luz extraña y sobrenatural. Fue en la capital inglesa donde conoció a Paul Durand-Ruel, comisionista francés de objetos de arte, que años después se convirtió en el salvador económico de los impresionistas.
Al terminar la guerra Monet volvió a Francia y, a fines de 1871, se instaló con Camille y su hijo Jean a orillas del Sena, en Argenteuil, que fue su morada en los seis años siguientes. Día tras día, desde el alba hasta que moría la luz, Monet pintaba al aire libre. Inclusive compró una barca-estudio para poder pintar el río en todas las estaciones.(5) No había mal tiempo que lo obligara a permanecer en casa. Cuando el Sena se congelaba, clavaba taburete y caballete en el hielo y pedía una bolsa de agua caliente para los entumecidos dedos. Al pintar en la playa de Belle-Île-en-Mer, durante una tempestad atlántica, pidió que lo amarraran a una roca junto con su caballete. (En algunas marinas de Monet todavía se pueden ver granitos de arena incrustados por el viento.)
Ese mismo estoicismo le permitió seguir trabajando infatigablemente, a pesar de las tormentas de su vida privada. Al nacer su segundo varón, Michel, en 1878, Camille enfermó de gravedad. Monet tuvo que hacer de nodriza, cocinera y niñera, y además se daba tiempo para recorrer las calles tratando de vender sus cuadros para conseguir un poco de pan. Y sin embargo, aún en esa época de angustias pudo crear una explosión de color y alegría tan maravillosa como La Rue Montorgueil con banderas, casi como si estuviera desafiando al hado. El color y la luz eran para él una obsesión cada vez más fuerte. Al morir Camille al año siguiente, de menos de 30 años de edad, pero agotada por las privaciones, Monet se sentó junto a la agonizante. Ahí le torturó la agudeza de su ojo de pintor, que tomaba involuntariamente nota de los sutiles cambios de tono y color producidos por la muerte en el rostro desencajado de su compañera.
Paraíso en la tierra. Cuatro años más tarde, en 1883, Durand-Ruel expuso la obra de Monet en París, Londres y Boston. Ya para entonces los impresionistas empezaban a tener aceptación. Pero fue sobre todo en los Estados Unidos donde el clima de la opinión era más favorable a las nuevas corrientes pictóricas, y donde el artista empezó por fin a saborear el éxito. Una exposición en Nueva York, en 1886, que reunía 45 obras espléndidas de su pincel, fue el punto de partida decisivo para el pintor: sus cuadros se convirtieron en piezas de coleccionista y él en un gran personaje. En 1888 hasta Francia le dio el espaldarazo oficial cuando lo nombraron candidato a la Legión de Honor, condecoración que rechazó en un desplante de rebeldía: de ninguna manera estaba dispuesto a postrarse ante la tradición.
Monet en su jardín de Giverny. Foto: Roger-Viollet, París.
En el decenio de 1880 a 1889, por vez primera, Monet pudo disfrutar de una existencia próspera y sin preocupaciones. Con sus dos hijos a su cuidado, se instaló a vivir con Alice Hoschedé, viuda y madre de seis niños. La pareja, con ocho criaturas, encontró una espaciosa alquería de persianas grises en Giverny, a 75 kilómetros de París. Un arroyuelo serpenteaba por el prado, e incluso había una vía férrea por donde pasaban todos los días cuatro trenes junto al jardín de Monet. Giverny era el paraíso en la tierra. Lo vivió, lo pintó y lo amó durante 43 años, hasta el día de su muerte.
Una vez Monet y su hijastra Blanche Hoschedé pintaban juntos en los campos en declive arriba de la alquería; el artista empezó a reproducir un montón de heno a la luz mortecina de la tarde. Para su desesperación, la luz cambió a los 15 minutos y le fue imposible continuar. Pidió a Blanche que le llevara una tela en blanco, y poco después vio que necesitaba otra. Así nacieron sus famosas "series". Monet pintó el montón de heno a todas horas y en todas las estaciones, para lo cual llevó de la casa al henil hasta una docena de telas; pintaba en una hasta que cambiaban la luz o el tiempo, y entonces tomaba otra para captar el nuevo aspecto. Así estudió y pintó la fachada de la gran catedral gótica de Ruen durante dos años. Cinco de sus pinturas de la Catedral se exhiben actualmente en el Museo del Jeu de Paume, de París.
"¡Qué ojo!" Monet amaba el agua sobre todas las cosas. Poco después de haberse mudado a Giverny, desvió un arroyuelo para construir un estanque, y en él plantó lirios amarillos, rojos, rosados, azules y blancos. Ese estanque le obsesionó: lo pintó repetidamente durante casi 30 años, en telas que al correr el tiempo se agrandaban y se volvían cada vez más abstractas. En los vastos cuadros de sus últimos años nos parece estar suspendidos sobre un extraño mundo acuoso, mirando rielar el reflejo de las nubes sobre la superficie, entre los macizos de lirios.
"Catedral de Ruen" (1894, 107 cm. x 73 cm.)
El mejor amigo de la vejez de Monet fue el primer ministro de Francia de tiempos de la primera guerra mundial, Georges Clémenceau. Un día el pintor le dijo que soñaba con crear una galería, decorada toda con enormes pinturas de lirios en las paredes curvas: en un mundo desgarrado por la guerra, quería construir un lugar dedicado a la contemplación y a la serenidad. Clémenceau lo animó a trabajar en aquel proyecto.
Pero los ojos de Monet se debilitaban día por día. A veces desgarraba colérico las telas donde no había podido plasmar sus visiones. Varias veces declaró que iba a dejar los pinceles. En esas ocasiones el primer ministro abandonaba sus complejas tareas y acudía presuroso a Giverny para instar al anciano: "¡Pinte! ¡Pinte! ¡Serán obras maestras, aunque usted no tenga conciencia de ello!" Clérnenceau estaba en lo cierto. Las Decoraciones con lirios acuáticos,(6) en las galerías del Museo de la Orangerie, en París, donadas por el artista a la nación francesa para celebrar el armisticio de 1918, se consideran el supremo logro del maestro.
Su vista mejoró con una operación de cataratas, y Monet siguió trabajando casi hasta el fin. A veces, en terribles arrebatos, desgarraba más telas. Pero cuando lograba lo que quería, sabía que había estado a punto de realizar el sueño de su infancia: "la belleza del aire, lo imposible". Poco antes de fallecer, a la edad de 86 años, describía desde Giverny el júbilo incomparable de su trabajo de cada día.
Monet legó al mundo una nueva manera de ver. Como dijo su amigo Cézanne: "Monet no es más que un ojo ¡pero, vive Dios, qué ojo!"
"Impresión: Sol naciente". (1872, 45 cm. x 55 cm.)
(1) Lo formaban: Claude Monet, Auguste Renoir, Paul Cézanne, Edgar Degas, Alfred Sisley, Camille Pissarro, Armand Guillaumin, y Berthe Morisot, la única mujer.
(2) Título en francés: lmpression: Soleil levant. La pintura, fechada en 1872, está en el Museo Marmottan, de París. Las muchas obras de Monet donadas por el hijo del artista, Michel, se exhiben allí desde 1971.
(3) En francés: Camille o La robe verte. El cuadro, fechado en 1866, está ahora en la Kunsthalle de Bremen (Alemania).
(4) A fines del verano de 1869, tanto Monet como Renoir pintaron escenas de La Grenouillère, restaurante de Bougival. La Grenouillère de Monet está ahora en el Museo Metropolitano de Arte, en Nueva York.
(5) En el Museo Kröller-Müller, de Otterlo (Holanda), hay una pintura de la barca-estudio Le Bateau Atelier.
(6) En francés: Décoration des Nymphéas o Les Nymphéas.