¿MEJORA EL EJERCICIO LAS FACULTADES MENTALES?
Publicado en
enero 02, 2024
Según ciertas investigaciones recientes, el ejercicio corporal puede desempeñar un papel estimulante de la actividad cerebral.
Por Edwin Diamond.
LOS EJERCICIOS corporales que el Dr. Herbert de Vries ha prescrito recientemente para grupos pequeños de personas jubiladas no parecen espectaculares, pero la medición de los resultados así obtenidos puede traer importantísimas repercusiones. Los voluntarios que se prestaron a la prueba tenían de 50 años para arriba y se sometieron a un programa de diez meses de acondicionamiento físico sistemático, que consistió en hacer sencillos movimientos gimnásticos, estirar los músculos, andar, correr a trote corto y nadar tres veces por semana.
Como era de esperar, los voluntarios mejoraron en su estado general, redujeron el perímetro del abdomen y estabilizaron la tensión arterial. También dijeron a de Vries y a sus colegas del Centro de Gerontología de la Universidad de California del Sur que se sentían más activos y eufóricos, y que gozaban más de la vida. Pero el resultado más sorprendente fue la mejoría que el grupo registró en "la capacidad de transporte de oxígeno", esto es, la cantidad de dicha sustancia que envía cada latido del corazón al resto del organismo.
Se sabía, por los trabajos anteriores de otros investigadores, que cuando se priva a las células cerebrales de algo del oxígeno que necesitan, no funcionan eficazmente, lo cual debilita el intelecto y la capacidad de raciocinio. En cambio, la mente mejora cuando las neuronas cerebrales reciben mayores cantidades de oxígeno. Un grupo de sicólogos clínicos lo demostró hace unos cuantos años, cuando administró oxígeno a hospitalizados seniles colocados en una cámara de presión. Después de haber recibido durante 15 días consecutivos dos tratamientos con oxígeno, las pruebas de memoria que se hicieron en los enfermos mejoraron en un 25 por ciento.
Ambos experimentos —el estudio que demuestra hasta qué punto el ejercicio aumenta la capacidad de trnasporte de oxígeno y el que prueba su propiedad estimulante en los cerebros seniles— indican sin lugar a dudas que es posible mejorar considerablemente las facultades mentales mediante un programa sistemático de ejercicios orientados a facilitar el suministro de oxígeno al cerebro en forma natural. Según el Dr. Frederick Jung, consultor de la Asociación Médica Norteamericana, la inactividad puede ser muy perjudicial. "No es que recomendemos el ejercicio como panacea para la mala circulación en el cerebro", indica, "pero la actividad muscular, en su sentido más amplio, es esencial para nuestra salud mental, especialmente para adquirir nuevos conocimientos, trabajar en colaboración con otras personas y acrecentar la capacidad de competir".
Se sabe que el cerebro humano suele comenzar a deteriorarse hacia la mitad de la vida. La memoria papa recordar una secuencia de números comienza a disminuir hacia los 27 años, y el cerebro pierde células progresivamente, aun en la niñez. Además, la velocidad a que viajan los impulsos a lo largo de las fibras nerviosas disminuye en un 20 por ciento entre los 45 y los 75 años. Pero esta decadencia natural se compensa en parte con la reserva de miles de millones de neuronas cerebrales y con los procesos constructivos (como la acumulación de experiencias y la adquisición de nuevas destrezas y conocimientos) que siguen desarrollándose en el cerebro adulto. En opinión del Dr. James Birren, director del Centro de Gerontología de la Universidad de California del Sur, muchas de las alteraciones que se observan en el cerebro adulto no son sino fenómenos imputables a la falta de uso del órgano.
La idea de que puede llevarse a cabo un programa de higiene cerebral del adulto se opone al tradicional fatalismo científico en lo que respecta al cerebro. Se suele pensar que la herencia desempeña el papel principal o que, en cierto sentido, el cerebro, protegido por la barrera de vasos sanguíneos y por otros mecanismos, funciona independientemente. Sin embargo, los experimentos más recientes contradicen tal concepción.
Es cierto que el número de neuronas (esto es, de las células que constituyen las unidades funcionales fundamentales del tejido nervioso) no cambia a partir del nacimiento; se calcula que su número es de 10.000 millones en el cerebro humáno. Pero esas células van madurando, y a medida que se produce esta maduración aumenta el número de las células de neuroglia, conjuntivas, que dan sostén y alimentan a las neuronas. La acción de un medio estimulante puede influir claramente en el crecimiento de las células cerebrales, como demuestran los experimentos que hicieron en la Universidad de California, en Berkeley, el sicólogo Mark Rosenzweig, el bioquímico Edward Bennett y la neuroanatomista Marian Diamond.
En uno de los experimentos de Berkeley, que se repitió muchas veces con resultados análogos, se empleaban grupos de tres ratas hermanas de un mismo parto. Una rata de cada camada vivía en una espaciosa jaula provista de juguetes estimulantes, como una escalera, un torno y un bloque de madera. La segunda rata vivía sola en una jaula pequeña "empobrecida". La tercera de cada carnada vivía, junto con otras dos, en una jaula de las que se usan normalmente para las colonias pequeñas. Cuando sacrificaron las ratas, al cabo de cuatro semanas o más, y les disecaron los cerebros, se observó que la corteza cerebral de las ratas de la jaula bien dotada estaba más pesada y gruesa que la de los animales testigos. Las neuronas del cerebro "enriquecido" eran mayores, había un mayor número de células de neuroglia y también más acetilcolinesterasa y colinesterasa, enzimas que facilitan la transmisión de los impulsos nerviosos.
Las ratas procedentes del medio "empobrecido" tenían, por el contrario, una corteza menos pesada que la normal, neuronas menores y un número más reducido de células de neuroglia. Se observaron efectos análogos cuando se mantuvo en la colonia a animales adultos hasta que cumplieron un año de edad, y se trasladaron después a otro ambiente. Esto demostró que ni siquiera el cerebro de la rata adulta es invariable, sino que pueden modificarlo las influencias del medio.
El ejercicio corporal por sí solo —girar dentro de un torno o bien recorrer varias veces caminos preestablecidos— no indujo esos cambios cerebrales. Para que les mejorase el cerebro, los animales tenían que ser expuestos a un medio variado y estimulante. Se ignora aún si esto sucede también con los seres humanos, pero si la estructura mental de los animales puede modificarse mucho por efecto de los estímulos, es muy posible que la estimulación influya igualmente en el cerebro de los humanos adultos.
La opinión científica actual es que, si bien es invariable el número de neuronas, con factores externos puede modificarse su ritmo de maduración en el curso de la vida, a veces considerablemente. La capacidad cerebral, sin embargo, se puede modificar favorable o desfavorablemente, aunque por desgracia somos demasiados los que elegimos un estilo de vida capaz de producir modificaciones negativas.
Actualmente, por ejemplo, se piensa que el consumo excesivo de alcohol puede tapar los vasos capilares del cerebro y producir anoxia en las neuronas. A partir del decenio de 1940 a 1949, los investigadores han estudiado el fenómeno del "espesamiento de la sangre" producido por el alcohol. Las pruebas microscópicas indican que la ingestión excesiva de bebidas alcohólicas produce esta afección, causada porque se aglutinan los hematíes o glóbulos rojos de la sangre, lo cual obstruye los capilares e impide el paso del oxígeno. Al carecer de oxígeno, las neuronas mueren. Las autopsias practicadas en el cerebro de bebedores habituales revelan la existencia de muchas zonas atrofiadas, donde han muerto las neuronas.
De igual modo la estenosis vascular cerebral —estrechamiento de los vasos sanguíneos del cerebro— es una afección frecuente en la edad adulta y en la vejez. Esta enfermedad mata a las neuronas por privarlas de oxígeno. Sus efectos son trágicamente visibles cuando desembocan en un ataque cerebral, pero también pueden resultar menos tangibles cuando van produciendo deterioro acumulativo en el cerebro. Se cree que las causas de esta enfermedad son, sobre todo, la alimentación abundante en grasas que contienen grandes dosis de colesterol, la falta de ejercicio corporal y los estilos de vida que producen tensión o actitudes agresivas, todas ellas modificables.
También hay pruebas contundentes de que el cerebro puede modificarse de manera favorable, por ejemplo, mediante el ejercicio. No es sorprendente, por ello, que las personas de edad avanzada tratadas por de Vries se hallasen en mejor forma después de los ejercicios prescritos, pero también se observaron otros efectos beneficiosos: en un reciente experimento un grupo de voluntarios que tenían un historial de fuertes dolores de cabeza se vieron libres de ellos después de someterse durante varias semanas a dichos ejercicios. En otros experimentos, de Vries observó que un vigoroso paseo de 15 minutos reducía la tensión neuromuscular de manera más eficaz que 400 miligramos de un tranquilizante. El ejercicio corporal, por tanto, había contribuido a que los ejercitantes descansaran mejor, lo que probablemente significa que tuvo efectos beneficiosos en su potencialidad funcional.
Considerando todos estos factores, lo que se necesita para combatir el deterioro del cerebro adulto es, fundamentalmente, una nueva actitud: el reconocimiento de que nuestra manera de vivir afecta al cerebro, y la decisión de aprovechar los nuevos descubrimientos científicos acerca de su funcionamiento. Si sabemos, por ejemplo, que el alcohol perjudica al tejido cerebral, la conclusión lógica es reducir los aperitivos que tomamos a la hora de la comida, no sólo para estar más activos durante el resto del día, sino también durante el resto de nuestra existencia. Los regímenes abundantes en grasas contribuyen a desencadenar ataques cerebrales y otras perturbaciones menos visibles; he ahí otra razón de peso para evitar los alimentos grasosos.
¿Cuáles son los ejercicios corporales que estimulan el cerebro? Casi exactamente los mismos que estimulan cualquier otro órgano del cuerpo, aunque seguramente tienen importancia especial los que no son de carácter simplemente rutinario, sino variados y destinados a mejorar nuestras actividades. Es indudable que el programa de diez meses del Dr. de Vries, además de mejorar la salud física, da variedad a la vida de las personas de cierta edad. Son también beneficiosos los ejercicios puramente mentales, en especial los que exigen esfuerzos no rutinarios, como aprender un nuevo idioma o a tocar la guitarra, así como conocer más personas. El programa ideal deberá abarcar tanto los ejercicios corporales como los mentales.
"Todas las personas que hacen ejercicios corporales y mentales regularmente", añade de Vries (que acostumbra recorrer diariamente a trote corto unos tres kilómetros), "se convierten en adictos a ellos; y utilizo conscientemente la palabra adictos. Hasta que el ejercicio no produce en nosotros ese estado superior de bienestar físico y mental, no podemos comprender cómo contribuye a llenar nuestra vida: merced a él trabajamos mejor y sentimos que realmente vivimos".