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agosto 30, 2023
UNA NOCHE fui a la estación ferroviaria a pedir ciertos informes, pero, aunque la taquilla estaba abierta, no había nadie atendiéndola. Mientras yo esperaba, se formó detrás de mí un señor que parecía estar muy apurado: chasqueaba los dedos, se apoyaba en un pie y después en el otro, hasta que por fin estalló:
—¿Por qué no hay nadie aquí para atendernos?... ¡Y con lo caros que están los pasajes! ¡Esto es inaudito! ¡Voy a despacharme yo mismo!
Acto seguido se metió por la puerta en la oficina y, asomándose por el otro lado de la ventanilla, me preguntó:
—¿Qué desea usted, señora? Aquí estoy ya para servirla.
Repuesta por fin de la sorpresa, pude balbucir:
—Créame... no tengo tanta prisa... Prefiero esperar que llegue el jefe de estación.
—El jefe de estación soy yo —me contestó—. Pero quería probar, aunque fuera por una vez, qué sienten los que esperan al otro lado de esta reja.
—A.F.G.
SEGÚN mi padre, que es comerciante, la forma de conseguir que los fabricantes envíen la mercancía lo más pronto posible es cancelarles el pedido. Y esa idea suya se confirmó con un telegrama que recibió después de haber enviado su orden de cancelación. El telegrama decía: IMPOSIBLE CANCELAR. PEDIDO DESPACHADO MAÑANA.
—M.V.O.
EN LOS laboratorios donde se revelan películas en colores suelen repetir la anécdota del negativo de un perro de aguas que envió cierta dama para sacar unas copias. Cuando vieron el positivo, resultó que el perro había salido verde. Suponiendo que se trataba de alguna descompensación cromática (error frecuente en el revelado de los colores), los del laboratorio probaron una y otra vez hasta obtener un dudoso color canela para el pelo del animal.
Pero la señora se puso furiosa cuando vio el positivo que le entregaron, pues, según explicó, había pintado al perro de verde.
—R.E.E.
EL CAPITÁN de una línea aérea nos confiesa que, en los próximos contratos laborales, el sindicato de pilotos exigirá entre otras cosas: "Tanto dinero como el público cree que ganamos; tanto tiempo libre como nuestros vecinos suponen que nos dan; tantas diversiones como nuestras esposas piensan que disfrutamos al pernoctar lejos de casa".
—C.H.
UNA NOCHE mi madre regresó muy tarde a casa después de haber trabajado en horas extraordinarias arreglando su tienda de ropa. Pero apenas se había metido en la cama, sonó el teléfono: era un agente de la policía urbana, y le informaba que había olvidado cerrar con llave la puerta de la tienda. Se levantó, tomó el auto, volvió al centro de la ciudad, echó llave a la cerradura y regresó, confiada en poder descansar al fin. Y en cuanto se acostó de nuevo, sonó otra vez el teléfono. Era el mismo policía... que se había quedado encerrado.
—B.C.M.
ENTRE Los medios escolares se insiste hoy mucho en la correlación de temas. Durante una junta de profesores, nuestro maestro de ciencias explicó que en su clase estaban estudiando un programa de educación sexual. Y el profesor de matemáticas aclaró en el acto: "Yo estoy relacionando mi programa de matemáticas con el suyo de ciencias. Ahora estudiamos la multiplicación".
—R.H.
UNA DE las primeras peticiones oficiales que hizo la nueva jefa de departamento de nuestro hospital, iba dirigida a la sección de mantenimiento para que repararan una fuga abierta en uno de los fregaderos. Poco después llegó un empleado con una cubeta y la colocó donde estaba cayendo la gotera, asegurando a la jefa que enviarían un fontanero para que arreglara la grieta una vez despachados ciertos asuntos más urgentes de reparación; y le rogó que, por lo pronto, encargara a alguien vaciar periódicamente la cubeta.
Al retirarse después de 15 años de servicios, uno de los últimos actos oficiales de la dama fue informar que había aparecido una gotera también en la fiel cubeta colocada debajo del fregadero. Y no se hizo esperar un encargado de mantenimiento, provisto de otra cubeta reluciente de nueva.
—P.A.D.