ÁUREAS MARAVILLAS DE LOS ESCITAS
Publicado en
mayo 17, 2023
Esta pieza muestra escenas domésticas.
AL ENTRAR por primera vez en la aislada Sala del Oro del Museo del Hermitage, en Leningrado, en 1968, Thomas Hoving, director del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, quedó deslumbrado ante una refulgente colección de esculturas de oro procedentes de la misteriosa nación de los escitas. Y resolvió exponer algún día en los Estados Unidos lo mejor. de la colección.
La pieza principal de la colección: un collar de oro macizo, del siglo IV a. de J.C., del Museo Histórico del Estado, en Kiev, exhumada hace apenas cuatro años. Cada una de las figuras fue fundida por separado y soldada luego en su sitio. Esta pieza evoca la violencia de la vida nómada. Los peritos la llaman "una de las obras de orfebrería más impresionantes jamás creadas".
Las autoridades soviéticas le informaron fríamente que, en acatamiento de un ucase protector decretado por Pedro el Grande en 1715, sólo un puñado de esos inapreciables objetos de arte áureos había salido de la Madre Rusia. Pero poniendo en juego una firme voluntad y una paciente diplomacia, ofreciendo a cambio 100 de las más valiosas pinturas del Museo Metropolitano, Hoving logró su propósito. De este modo, miles de personas fuera de Rusia pudieron admirar 190 objetos de oro, madera, plata, piel y fieltro, muchos de los cuales no se han expuesto públicamente ni en la Unión Soviética. Los tesoros se exhibieron en el Museo Metropolitano de abril a julio, y en el Museo del Distrito de Los Ángeles de fines de agosto a principios de septiembre de este año. De allí pasaron al Grand Palais de París, donde se mostrarán hasta principios de enero, y sólo después tendrá el pueblo ruso la oportunidad de contemplarlas en una exposición en Moscú.
Este guerrero, con túnica y pantalones escitas, y casco y coraza griegos.
En realidad se sabe muy poco de los escitas. Durante mucho tiempo la historia ni siquiera mencionó a este pueblo de guerreros nómadas, que carecía de lenguaje escrito, de templos y ciudades. De los siglos VIII al IV a. de J.C. saquearon con ferocidad desde el Danubio hasta las fronteras de China actual. Bebían en vasos forjados con los cráneos de sus enemigos. Cuando moría alguno de sus caudillos, levantaban un enorme montículo funerario sobre su tumba, y enterraban con él a sus colaboradores más cercanos, concubinas y caballos, previamente sacrificados. Pero allí apilaban también algunos de los más hermosos objetos de oro del mundo.
Peineta de oro. Exquisito ejemplo del arte griego, está modelada en relieve por ambos lados y revela un sentimiento más crudamente realista que el casto clasicismo de la edad de oro griega.
Los guerreros de Escitia, enriquecidos con el oro de los montes de Altai, en Siberia, con los cereales de Ucrania y el tributo que exigían a los viajeros, encargaban a los orfebres griegos y del lugar esculpir y tallar los deslumbrantes objetos que mostramos aquí. "A pesar de su siniestra reputación", concluye Hoving, "cualquier observador puede advertir que aquellos antiguos escitas eran unos verdaderos conocedores de gusto exquisito".
Aquí vemos un guerrero yacente debajo de un árbol, con la cabeza apoyada en el regazo de una mujer, mientras un contemplativo palafrenero cuida de los caballos.
El ciervo era uno de los motivos más populares entre los escitas; éste, de oro y estilizada cuerna, de 32 cm de longitud, fue descubierto en la región situada entre el mar Negro y el Caspio.
En la jarra de oro de arriba se describen cuatro escenas de la vida o de la mitología escila. Aquí, un curandero examina una pieza dentaria cuando no había sillones de dentista.