RAREZAS DE UN MUSEO FILATÉLICO
Publicado en
mayo 28, 2022
Por A. G. Rigo de Righi.
Como conservador del Museo Postal Nacional, estoy encargado de custodiar un tesoro. El Museo, en la Administración Central de Correos de Londres, cerca de la catedral de San Pablo, es el lugar de exhibición de una de las más importantes colecciones filatélicas del mundo, valorada en unos 20 millones de libras esterlinas.
La colección, que muestra cómo Gran Bretaña inició y desarrolló el sistema postal que se convirtió en modelo para todo el mundo, atrae a unos 50.000 visitantes al año. Sin embargo, hasta 1965 no existió una exposición pública permanente de la interesante historia de tan extraordinario logro británico. Se debe primordialmente a Reginald Phillips, filatelista de Brighton, que donó 50.000 libras esterlinas para establecer el Museo, además de 2000 páginas de álbum, esto es, su propia y singular colección de sellos de correo británicos del siglo XIX, cuyo valor se estima hoy en más de 500.000 libras esterlinas. La Administración de Correos añadió a esta colección el acervo de su propio archivo, compuesto por diseños preliminares y de ensayo, pruebas de imprenta de todas las emisiones postales hechas en Gran Bretaña desde 1840, y el repertorio de 200.000 sellos extranjeros de la Unión Postal Universal, desde 1878 hasta la fecha.
El resultado es una colección de inagotable fascinación, que incluye "la Mona Lisa de la filatelia": la inapreciable prueba de imprenta de 240 ejemplares, hecha en 1840, del primer sello británico engomado, el Penny Black (sello de un penique, impreso en negro), con la que aparezco en la página anterior.
En estas páginas presento el que, en mi opinión, es el álbum de sellos de correo más raro del mundo.
Penny Black
Antes del Penny Black no se disponía de un sistema ideal de entrega de cartas. Hasta 1840 los envíos postales se pagaban a la entrega, y su costo estaba en proporción a su peso, al número de hojas de papel y a la distancia recorrida. Esto era tan costoso que sólo los ricos podían mantener correspondencia con regularidad.
Para poner el servicio postal al alcance de todos, Rowland Hill, maestro de escuela de Kidderminster convertido en reformador, propuso un franqueo uniforme de un penique para el interior del país. El Parlamento aprobó esta idea y la Tesorería ofreció premios de 200 y 100 libras esterlinas para los que inventaran las mejores demostraciones de que el envío de una carta había sido pagado de antemano. Los entusiastas victorianos respondieron enviando 2600 diseños, muchos de ellos obras de arte elegantes y complejas, como se muestra en esta serie (imagen siguiente).
Contrasta con estos ejemplares de elegancia decorativa —la mayoría de ellos destinados a ser estampados en relieve en el papel para cartas— el sencillo sello engomado de un penique (imagen siguiente, el redondo) que propuso James Chalmers, librero de Dundee (Escocia). Se suscitó un enconado debate, cuyos ecos aún perduran después de más de 130 años: ¿quién inventó el sello postal: James Chalmers o Rowland Hill?
Como juez en el concurso que organizó la Tesorería, Hill vio, sin duda, el proyecto o diseño de Chalmers, pero éste no era más que uno de los 49 sellos engomados que se presentaron en la competencia. Cuando el gobierno rechazó todos los diseños presentados en el concurso, Hill —el último de los grandes aficionados— combinó las ideas de varias personas para producir una que finalmente sería aceptada : el Penny Black.
Este diseño se convirtió en el prototipo de los sellos postales en todo el mundo. Sin embargo, sigue siendo único en una característica: como todos los sellos postales de Gran Bretaña posteriores, no lleva el nombre de su país. Cuando se emitieron las primeras series de sellos postales en Gran Bretaña, ningún otro país los usaba y, por tanto, no se necesitaba indicar que eran ingleses. Desde entonces se ha convenido en que la efigie del soberano es suficiente para indicar que las estampillas son británicas.
El Penny Black tenía un grave defecto: su color hacía necesario que, para inutilizarlo, se estampara el matasellos con tinta roja, que se podía quitar con facilidad; así, podía utilizarse la estampilla otra vez. A fin de usar la tinta negra en los matasellos, se cambió el color del sello en 1841, y el Penny Black se convirtió en el Penny Red (sello de un penique, impreso en rojo), con lo que perdió en gran parte claridad e impacto visual. Desde entonces, por las dificultades para inutilizarlos con matasellos, son muy raros los sellos postales impresos en negro.
Una insólita excepción fue la emisión de sellos de una libra esterlina que hizo la Unión Postal en 1929 (imagen siguiente), para mí uno de los tipos de estampilla de más bello diseño que se hayan logrado hasta ahora.
Los sellos descritos en las cuatro siguientes imágenes desconciertan incluso a los visitantes del Museo Postal Nacional más duchos en filatelia, pues ninguna de estas piezas aparece en catálogo alguno. Son los "sellos postales que nunca circularon".
Los Sellos Conmemorativos del rey Jorge V (primera de las cuatro imágenes) fueron propuestos para conmemorar la muerte del "rey filatelista". Tales sellos habrían causado sensación en Gran Bretaña, pero la decisión final del director general de Correos fue que "será preferible concentrarse... en emitir lo antes posible los sellos con la efigie del nuevo Rey".
Aquel mismo año se propuso en dos ejemplares principales el Sello de la Coronación de Eduardo VIII (segunda de las cuatro imágenes): en uno aparecía un retrato del Rey en espléndido uniforme, y en el otro diseño, de tamaño doble del anterior, se reproducían palacios reales o edificios históricos (en el que mostramos aquí aparece el castillo de Windsor). Estos ensayos —con este nombre se designan los sellos de prueba— nunca fueron aprobados y, al abdicar el Rey, en diciembre de 1936, se refundieron en los archivos de la Administración de Correos.
El Sello Anglo-Francés (tercera de las cuatro imágenes) fue inspirado por la petición de una colaboración anglo-francesa más estrecha que hizo Winston Churchill en enero de 1940.
La respuesta inmediata del artista Edmund Dulac fue unir su país de adopción, Gran Bretaña, con su país natal, Francia, en un dibujo que representaba a Britania y a Mariana. Pero los gobiernos británico y francés ya discutían un "sello postal de la unidad" que sirviera a sus respectivos pueblos hasta que lograran derrotar a su común enemigo: la Alemania nazi. Como base de trabajo se aceptó un sello de 2,50 francos con los retratos del rey Jorge VI y del presidente Lebrun, y se pidió a Dulac que lo modificara.
La nueva versión de Dulac, que incluía un retrato diferente del Rey, fue enviada al palacio de Buckingham para someterla al soberano, como se hace con todo nuevo sello. "En conjunto, perfecto", comentó el Rey. Pero con su avezado ojo para las insignias reales, descubrió un detalle defectuoso: se había reproducido una "corona anticuada". Dulac modificó el dibujo, que el 13 de junio fue aprobado en su forma y en su color actuales. Al día siguiente los alemanes entraron en París, y se abandonó el proyecto del sello de la unidad.
Los Sellos Diminutos (cuarta de las cuatro imágenes) surgieron de una idea de los tiempos de guerra, encaminada a economizar. Reducidos los sellos a la mitad de su tamaño corriente, o a dos tercios del mismo, se podría hacer un considerable ahorro de papel y de tintas de imprenta, que escaseaban. En 1942 Sudáfrica había producido un juego completo de sellos diminutos que tuvieron éxito, pero al año siguiente, por razones que se ignoran, Gran Bretaña decidió no volver a lanzar sellos en miniatura.
La falsificación de sellos postales es relativamente rara. Las autoridades del servicio de Correos toman grandes precauciones en el diseño e impresión de los sellos, para frustrar los intentos de falsificarlos. La justificación de esto se muestra en las imágenes restantes de esta publicación.
Los sellos verdes de un chelín fueron imitados en la falsificación de la Bolsa, de 1872-1873, que posiblemente costó a la Administración de Correos una suma equivalente a 200.000 libras esterlinas actuales. El escenario de este delito casi perfecto fue la oficina de telégrafos de la Bolsa de Londres, en donde los empleados ponían cientos de telegramas diariamente. La parte básica del precio de los telegramas se pagaba con un sello de un chelín y, por espacio de casi un año, se usaron sellos falsificados en unos 600.000 telegramas. Fue en 1898 (25 años después) cuando se descubrió la primera pista del delito.
Un filatelista profesional, al examinar una serie de sellos de un chelín con el matasellos de la oficina postal de la Bolsa, observó que uno carecía de filigrana y que su grabado tenía imperfecciones. Pero fue mucho después, en 1910, cuando otro filatelista comprobó que los sellos falsificados se habían utilizado en gran escala. En una fábrica de papel abandonada, a la que la oficina postal había enviado modelos de telegramas ya despachados, para que los convirtieran en pulpa, la policía descubrió nueve toneladas de tales formularios. Uno de cada cuatro de los que procedían de la Bolsa llevaban sellos falsificados.
¿Quién fue el falsificador? El único dato que tenía la policía era que en 1872 había en Londres 29 falsificadores expertos, cualquiera de los cuales podía haber hecho la falsificación. ¿Y el cómplice? Tenía que ser un empleado de la oficina postal de la Bolsa, que podía aceptar como auténticos los sellos falsificados, los cuales, si bien constituían imitaciones excelentes, no eran del todo perfectos: carecían de filigrana y en algunos había letras de control de folios en las esquinas que no tenían los sellos auténticos (detalles que un filatelista profesional descubrió inmediatamente).
El mejor falsificador de sellos postales que haya existido fue Jean de Sperati, de París, tres de cuyos "facsímiles" —así los llamaba él— se presentan aquí: el siciliano de 50 granos emitido en 1859 (con valor, si fuera auténtico, de 300 libras esterlinas); la Gran Águila de Ginebra de 1847 (con un valor de más de 100 libras esterlinas); y la pareja téte-béche ("de cabeza") de sellos franceses de un franco de 1853, en un sobre falsificado en todos sus detalles (con un valor aproximado de 10.000 libras esterlinas).
Durante su larga carrera, Sperati imprimió hasta 70.000 de sus "obras de arte". Su método especial, empleado con gran éxito para copiar el sello australiano de dos libras, con un canguro (siguiente imagen), emitido en 1913 y valorado hoy en 225 libras esterlinas era obtener un sello del mismo tamaño que el que iba a falsificar, pero de bajo precio o valor, y decolorarlo. Así lograba una pieza de papel auténtico, con su filigrana y su perforación, y en blanco, salvo la marca del matasellos, que dejaba intacta. Su notable destreza consistía en imprimir su dibujo falsificado de tal modo que, incluso visto el sello al microscopio, parecía estar debajo de la marca del matasellos.
Sperati logró medrar sin ser descubierto más de 30 años, hasta 1942, cuando interceptaron en la aduana francesa una serie de sus "facsímiles" enviada a un filatelista de Lisboa. Se acusó a Sperati de evadir el pago de los derechos de exportación. Cuando el Dr. Edmond Locard, el mejor criminalista francés, dio testimonio de que los sellos eran auténticos y valían 223.400 francos, la única defensa de Sperati consistió en probar que tales sellos no estaban sujetos al pago de derechos aduanales, pues los había impreso él mismo. Finalmente, en 1952, fue sentenciado a dos años de prisión por fraude, pero su avanzada edad y su mala salud lo salvaron de ir a la cárcel.
No deja de ser irónico que los filatelistas valoren hoy la obra de Sperati como el supremo ejemplo del ingenio de un falsificador. En una reciente subasta, 257 lotes de especímenes de Sperati —ahora marcados indeleblemente como tales— se vendieron en 8672 libras esterlinas.
Varias falsificaciones oficiales se hicieron en Gran Bretaña durante ambas guerras mundiales, para introducir correo en el sistema postal alemán. En la segunda guerra mundial los alemanes también recurrieron a la falsificación con fines de propaganda. Incorporando la cabeza de Stalin y la estrella roja en una burda adaptación del Sello de la Coronación de 1937 (siguiente imagen), los nazis querían persuadir a la Europa ocupada de que Gran Bretaña había caído bajo la dominación comunista.
Las "falsificaciones" de grupos de poder son cada vez más comunes. Lo usual es que las hagan grupos políticos que tratan de derrocar a un gobierno, y sus sellos llevan con frecuencia el nombre que el grupo espera darle al país si logra llegar al poder. Un ejemplo de esto es el sello de la República de Molucas del Sur (siguiente imagen), que no existe como Estado, pues estas islas todavía forman parte de Indonesia.
Tales sellos encuentran frecuente aceptación como auténticos entre las autoridades postales de ultramar, y así llevan un mensaje de propaganda para el grupo cada vez que se entrega una carta con su sello. Pero los casos de estos sellos que anuncian una toma del poder y que llega a realizarse, son rarísimos. Una notable excepción es la del sello de Bangladesh (siguiente imagen) emitido poco antes de que se consumara la independencia de ese país.