REPUESTOS DE PLÁSTICO PARA EL CUERPO HUMANO
Publicado en
noviembre 01, 2021
Mediante materiales sintéticos de reciente creación, los cirujanos pueden hoy sustituir o reparar un número cada vez mayor de órganos enfermos.
Condensado de "Time".
TENDRÁ que transcurrir mucho tiempo todavía para que el primer hombre dotado de un corazón artificial camine por las calles sobre piernas artificiales, respire con pulmones artificiales mientras su sangre circula por largos tramos de arterias artificiales y sus toxinas metabólicas se filtran a través de un riñón artificial interno, a la vez que él admira el paisaje por medio de córneas artificiales. Quizá nadie llegue a disfrutar jamás de todos estos beneficios de la aloplastia (tipo de cirugía en la que se emplean materiales extraños para reemplazar partes naturales del organismo); sin embargo, en poco tiempo habrá mucha gente que tenga adaptado uno o más de esos artefactos.
Durante miles de años, la cirugía reconstructiva se limitó a usar materiales tan obvios y asequibles como madera, huesos y marfil, que por lo general el organismo rechaza rápidamente.
Luego, los médicos recurrieron a los metales. Pero fue la multiplicación de los materiales plásticos sintéticos la que hizo posible el rápido desarrollo actual de la aloplastia. La mayoría de los materiales que se prefieren hoy día son los polímeros (fundamentalmente moléculas comunes enlazadas en estructuras complejas poco comunes), como el nilón, el dacrón y el plexiglás. Sin embargo, los más utilizables son los silicones, que pueden ser sólidos o de consistencia viscosa como el aceite para motores.
Hasta el cerebro, no obstante su hipersensibilidad, responde favorablemente a la aloplastia. Hace apenas diez años, un niño que tuviera hidrocefalia (exceso de líquido en el cráneo) estaba condenado a ser retardado mental o a morir tempranamente. Hoy día, unos 75.000 jovencitos tienen insertado un tubo de silástico que les resuelve el problema de desagüe del cerebro. El tubo de silástico (marca de fábrica de los silicones para usos médicos que produce la Dow Corning Corp. de Míchigan) mide de 46 a 60 centímetros de largo y sólo 1,6 milímetros de diámetro; se introduce debajo de la piel, atrás de la oreja y a lo largo del cuello hasta un punto en que se une a la vena yugular interna. De esta manera, el exceso de líquido intracraneal pasa poco a poco al torrente sanguíneo, donde el organismo lo elimina con facilidad.
Otro preparado de silástico, que semeja una hoja de papel encerado, sirve para corregir un tipo diferente de afección cerebral: cuando se destruye o lesiona una parte de la cubierta cerebral, que por cierto es parecida al pergamino, mediante una capa de silástico reforzada con dacrón se impide la hernia de los tejidos o la salida de los líquidos cerebrales.
El Dr. Bertram Selverstone, de la Universidad Tufts, practica una operación de selladura todavía más delicada, después de abrir el cráneo de los enfermos que padecen aneurisma (dilatación) de una arteria cerebral. Para sellar o evitar una ruptura, cubre por medio de un atomizador la arteria con una mezcla de materias plásticas que le dan un revestimiento seco y delgado parecido al papel plástico para envolturas. Luego aplica una segunda capa, empleando una nueva epoxirresina de fraguado rápido. La doble capa tiene la solidez deseada. Ya hay más de cien enfermos que viven gracias a que les parcharon reventones en el cerebro.
A pesar de que el corazón es un órgano robusto y musculoso, no tolera bien los materiales extraños. En 1952, el Dr. Charles Hufnagel, cirujano de Washington, superó esa intolerancia al insertar las primeras válvulas aórticas artificiales, que hizo con una esferita de plexiglás que corría dentro de un tubito del mismo material. La esferita se hizo después de silástico, y en lugar del tubito se usó una especie de jaula en la que sube y baja una bolita de silicón. El Dr. Albert Starr, de la Universidad de Oregón, ha instalado 33 de esas válvulas en 11 enfermos, tres a cada uno, en sustitución de válvulas aórticas, mitrales y tricúspides.
Más recientemente, el Dr. Vincent Gott y el profesor de ingeniería Ronald Daggett, ambos de la Universidad de Wisconsin, fabricaron válvulas como alas de mariposa, hechas de teflón, que se parecen más a las naturales. El esfuerzo que se exige al material plástico de esas válvulas es tremendo: las membranas deben plegarse en un sentido y otro 40 millones de veces por año. Con todo, ya se han instalado en 42 enfermos y algunas llevan funcionando 22 meses.
Para sustituir o derivar la circulación de arterias principales, a menudo se emplean injertos de tejidos de dacrón, como ocurrió el pasado diciembre en la operación que le hicieron al duque de Windsor. En la actualidad, más de 10.000 enfermos tienen injertados bajo la piel del abdomen, y conectados al corazón, estimuladores eléctricos para regular o remplazar los latidos de un corazón vacilante.
Los riñones artificiales que se usan hoy son del tamaño de una lavadora de ropa, pero los ingenieros especialistas en cuestiones médicas esperan inventar uno que pueda colocarse dentro del cuerpo. Sus esperanzas se fundan, entre otras cosas, en el material plástico llamado polivinil o pirroidón (PVP), muy usado como fraguador de las lacas que las mujeres se ponen en el peinado con atomizadores. Las membranas hechas de PVP permiten que las sustancias tóxicas de la sangre pasen al agua de purificación del riñón artificial casi tres veces más rápidamente que las membranas de celofán empleadas en la actualidad. El PVP tiene otra ventaja en un riñón postizo: como el silástico, parece ser compatible con la sangre y no suele provocar la coagulación.
Para sustituir huesos en 700.000 operaciones que se practican cada año en los Estados Unidos, los cirujanos disponen ahora de una provisión inagotable de huesos de becerro tratados especialmente para eliminar de ellos toda proteína peligrosa. Los Laboratorios E. R. Squibb & Sons anunciaron que el gobierno de ese país aprobó por primera vez el empleo de huesos de becerro esterilizados y envasados al vacío, que además pueden conservarse a la temperatura ambiente.
Como las córneas humanas trasplantadas no siempre conservan su transparencia, el Dr. William Stone, hijo, ingenioso cirujano oftalmólogo, ha ideado un injerto corneal correctivo de material plástico. La parte externa de la córnea trasplantada, aun estando turbia, puede quedar en su lugar. El Dr. Stone extirpa la mayor parte del engrosamiento central y coloca en su lugar una angosta córnea artificial, hecha de metacrilato polimetílico rodeado de un borde de teflón. El centro mismo del injerto se coloca como si fuese un tornillo para poder retirarlo y facilitar el tratamiento de complicaciones dentro del ojo. En cuanto al interior del globo ocular, donde el humor vítreo puede enturbiarse o escaparse por alguna lesión, un cirujano está utilizando un silicón espeso como melaza fría.
Para sustituir tejidos relativamente insensibles o de fácil acceso, los especialistas en cirugía plástica tienen a su disposición una amplia variedad de materiales. Esculpen esponja silástica para darle la forma de una oreja y luego la cubren con injertos de piel. Para las mujeres que han sufrido la extirpación de un pecho canceroso, se hacen mamas artificiales con sacos suaves de caucho y silicón, rellenos de un gel, también de silicón, y revestidos de un forro de dacrón con el que se adhieren a la pared torácica.
Hay algo irónico: una de las pocas partes del organismo para la cual el ingenioso cerebro humano no prevé posibilidad alguna de sustitución por materiales plásticos es el cerebro mismo.