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octubre 21, 2021
Era una tarde lluviosa, en donde la única opción de entretenerse era quedarse en casa jugando algún juego de mesa, llenando algún crucigrama, tomando alguna taza de té caliente para el frío o simplemente jugar con muñecas, que era lo que hacía la pequeña Elizabeth. Lo que más le gustaba a nuestra pequeña era darle vida a sus muñecas con entretenidas historias de piratas y de tesoros escondidos y esto sucedía en su habitación. Para ella era el lugar perfecto para que sus muñecas se convirtieran en temibles piratas. Y este gusto por inventar historias de piratas se debe a que su madre cada noche, para que se quede dormida, le lee algún cuento sobre piratas o simplemente los inventa.
Esa tarde había un ambiente extraño y la mamá lo sentía. Elizabeth, como niña, no sentía lo mismo, ya que para ella solo era una lluvia que la obligaba a mantenerse dentro de la casa a la espera de que terminara. Su madre le dijo que mientras ella jugaba, iba a prepararle lo que tanto le gusta: panqueques con manjar o con mermelada y un buen tazón de leche. A Elizabeth le fascinaba comer eso en las tardes de lluvia.
Elizabeth estaba inmersa en su mundo, cuando escucha la dulce y melodiosa voz de su madre que le dice: "¡Baja, la cena está lista!", a lo que ella responde "¡ya voy!". Comenzó a ordenar sus juguetes ansiosa de disfrutar de unos ricos panqueques en esa tarde perfecta. Cuando la niña se disponía a bajar por las escaleras, un brazo la rodeó, la tomo y le tapó la boca. Era su madre que le dijo: "¡Shhh! ¡Yo también escuché eso!"
Fuente del texto:
MIS CUENTOS DE TERROR