Publicado en
agosto 27, 2021
Por Leda Silver.
—VAMOS A JUGAR al tenis mañana, muy temprano —sugirió mi hijo.
Así pues, cuando casi toda la ciudad aún duérme, llegamos al estacionamiento y caminamos con mucha energía hasta las canchas. Un sueño: están vacías. Escogemos una que nos gusta, y nos sentimos afortunados por haber madrugado. El sol ya salió, y calienta sin quemar. Hay nubes posadas sobre las montañas.
Mi hijo, que tiene 14 años, está ansioso por empezar. Hacemos calentamiento, y luego iniciamos el partido. Él juega bien, y eso me da gusto. Sin embargo, hay algo extraño en el ambiente: no parloteamos como lo hacemos mis compañeras y yo en partidos de dobles. Solamente jugamos. Y después jugamos un poco más.
Bueno, está bien, pienso. Ya es hora de que él vea quién es su madre. Nos turnamos para hacer el servicio. A veces gana él, a veces yo. Disputamos arduamente cada punto.
Él recurre al método de la zanahoria y el garrote. Me gusta la zanahoria; es decir, los comentarios que hace cuando devuelvo un tiro muy difícil: "¡Bien colocada!" o "¡Así se hace, mamá!". El orgullo me impulsa. Y cuando me acicatea con el garrote también reacciono: "¿Sientes cómo se te derrite la grasa?", o "¡Esto es muy bueno para tus várices!" La furia se apodera de mí, y me esfuerzo al máximo.
Mientras que mi contrincante adolescente salta como gacela para contestar cualquier pelota de su lado de la red, yo pondero si vale la pena desplazar mi pesada masa de protoplasma para intentar ganar el punto. Cuando decido que sí, me concentro en colocar la pelota donde él no la pueda devolver. La maña cuenta; no sólo la agilidad. Pierden interés para mí las montañas y el paisaje; este partido es de vida o muerte. Aunque sí echo una mirada más allá de la cancha, con el propósito de ver por dónde podría entrar una ambulancia, en caso de que sea necesario que me apliquen suero glucosado.
Por fin terminan los dos sets. Gané apenas, por 6-4 y 7-5. La frase de un cartel que vi una vez era cierta: LA EDAD Y LA ASTUCIA SIEMPRE PODRÁN VENCER A LA JUVENTUD Y AL ENTUSIASMO. Me arrastro hasta el auto. Mi hijo decide regresar a casa corriendo.
© 1990 POR LEDA SILVER. CONDENSADO DE "ALBUQUERQUE JOURNAL" (24-VII-1990), DE ALBUQUERQUE, NUEVO MÉXICO.